SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.32 número63Energopolitics: Wind and power in the Anthropocene índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Alteridades

versión On-line ISSN 2448-850Xversión impresa ISSN 0188-7017

Alteridades vol.32 no.63 Ciudad de México ene./jun. 2022  Epub 19-Sep-2022

https://doi.org/10.24275/uam/izt/dcsh/alteridades/2022v32n63/naranjo 

Reseñas

Los hijos de Gregoria. Relato de una familia mexicana

Susana M. Naranjo Acosta1 
http://orcid.org/0000-0002-5999-0905

1Universidad Iberoamericana. Prolongación Paseo de Reforma 880, Lomas de Santa Fe, México, 01219, Ciudad de México <susana.naranjo.93@gmail.com>.

Kristensen, Regnar; Adeath, Claudia. Los hijos de Gregoria: Relato de una familia mexicana. Penguin Random House, Ciudad de México: 2020.


Siguiendo el rastro etnográfico del controversial y criticado antropólogo Oscar Lewis, y como homenaje a su obra Los hijos de Sánchez, en el marco de una línea ordenadamente ética, se ha conformado lo que sus autores nombran un “Manifiesto para una etnografía dogmática”: Los hijos de Gregoria. Una recolección y, más que eso, un revivir de testimonios de los miembros de una familia mexicana en el barrio La Esperanza en la Ciudad de México. Historias que toman caminos bifurcados, de sobrevivencia, abusos de poder, violencia de género, droga, sexo, delincuencia, religión, educación, salud, cárcel y amor, que giran en torno a una figura central, y esta vez es mujer: Gregoria o Goya.

Sus páginas corren entre el dolor, la angustia, las preocupaciones, los miedos, las creencias, los goces y las maneras de percibir la vida de los integrantes de la familia Rosales, en sus genuinas palabras y sentimientos, que a pesar de no salirse ni un segundo de lo complejo, estremecedor y amargo, mantienen un incesante sentido del humor, por muchos momentos, incluso en los más tristes y desesperados.

A 59 años de la primera edición del libro de Oscar Lewis, podemos releer un rescate no de su teoría de la pobreza, pero sí de su estilo para narrar historias perdidas e ignoradas y el uso de un lenguaje propio y sin filtros de los protagonistas de los relatos y no de los autores. No es un libro sobre teoría, yo lo llamo de gritos, porque de voz me parece opaco, de los Rosales y, como lo expresan sus creadores, de muchas familias mexicanas. Nos muestra un relato vivo de la realidad mexicana temida, de uno de esos barrios catalogados como marginales o de clase baja del gran monstruo que constituye la Ciudad de México.

Explican los autores que el libro ha sido un reto para ellos. Acostumbrados a realizar trabajos más teóricos, se atreven a romper con su modelo de creación literaria, ahora con un volumen en el cual la voz de los antropólogos serán sus ojos y oídos y luego sus manos para transcribir las historias. Pienso que la ruptura, nunca tan distante, no fue sólo a nivel de teoría, tal vez de miedo en revelar estas realidades mexicanas que no ocupan hectáreas en el gran terreno de los medios masivos de comunicación, o quizá la duda de cómo serán las reacciones sociales y de la academia, recordando lo polémico que resultó Los hijos de Sánchez, siendo catalogado como un libro difamatorio de lo mexicano.

Letras para todos, la esencia del presente libro es justamente ir más allá de la academia y sus integrantes, es poder ser leído, sentido y vivido por cualquier persona, incluso fuera del territorio nacional, incluso por los mismos protagonistas, forma una complicidad entre culturas y mundos, al mostrar una realidad lo más exacta posible a la de la familia, una realidad perenne, más enjuiciada que resuelta.

Se me hace inevitable la llegada de memorias de la película, también mexicana, Los olvidados, de Luis Buñuel, en tanto se refiere a un abordaje distinto de la pobreza. Los hijos de Gregoria no se presentan como víctimas, son protagonistas, y algo que aterriza mi atención es que sus palabras nunca van en dirección al pretexto, o a la búsqueda de culpables por la vida que “les tocó”. Sus personajes, hasta en sus decisiones más sangrientas, reconocen cada una de sus acciones, reacciones y consecuencias. Diría que más que un enfoque a la pobreza, los relatos convulsos de la vida de los Rosales permiten un fugaz olvido de este elemento y te convidan a padecer con ellos, desde adentro, desde sus casas y emociones: “Ay Diosito, ¿por qué nos pegan? ¿Por qué nos dejamos pegar de un desgraciado? No te atreves ni a decirle nada, porque ya te está partiendo la madre. Yo agarro un sartén y le rompo su pinche madre y me voy a la Delegación y les digo que me pegó el desgraciado”. Por momentos me encuentro pronunciando sus diálogos, con sus mismas expresiones y hasta quizá con la fuerza que llevan.

Durante la lectura se recrean elementos que pudieran parecer un tanto contrastantes con nuestras suposiciones, el primero va sobre la complejidad de enmarcar categorías de familias, en este caso entre lo funcional y lo disfuncional. Pudiera pensarse a los Rosales como una mezcla engorrosa e insólita de ambos. Una mujer, jefa de familia, siete hijos, tiempo cronometrado para trabajar hasta desangrarse, siempre de manera honesta y poder sostenerlos a todos. Reaparece en todo el libro Goya como símbolo, si bien de rudeza verbal y emocional en cuanto a criar y tratar a sus hijos, también de unión, lealtad y amor incondicional por su familia. Sus hijos, sin embargo, condujeron sobre rumbos diferentes de los de su madre, pero sí los de una sociedad imponente en la que la pobreza se instaura también como un orden, en la cual existen códigos de supervivencias y prácticas transmitidas que marcan la diferencia del fuerte sobre el débil, tan arraigadas y establecidas ya incluso como modos de vida, difícil de renunciar o negarse a éstas. Pero son ellos también defensores y protectores de su madre, aún con sus discordias mantienen a Gregoria como la jefa de sus vidas, se unen cuando de ella se trata.

El segundo punto sorpresa despunta ya más desde lo feminista, la visión y posición de mujeres que, estando ubicadas en un contexto completamente patriarcal, sacan a la luz, entre sus historias, maneras y soluciones de conflictos que, envueltos en un lenguaje muy popular o de barrio, como a veces he escuchado que lo llaman, logran acercarse a esa búsqueda de equidad, respeto y justicia.

El tercer aspecto emerge cuando los integrantes de la familia revelan lo significativo de la fe, su afinidad y entrega con la Santa Muerte, con Dios y sus experiencias en las peregrinaciones. Una creencia que nace desde Gregoria y ha sido difundida al resto de la familia, creer en “algo” se convierte en la vida de los Rosales en ese sitio de acercamiento entre todos, un espacio de respeto, cuidado, consagración, formalidad y hasta un modo de relacionarse con la sociedad de Esperanza y foránea. Este libro es un retrato de la vida cotidiana de los tantos hijos de México, una comunidad excluida de cualquier proyecto de arquitectura social y cultural.

Tal vez un texto polémico para la academia antropológica, y no porque se omitan las voces de los autores y no es hasta el final que se muestran y nos narran su acercamiento a la familia Rosales y sus momentos decisivos durante el trabajo etnográfico, sino porque deja en la mente del lector las muchas posibilidades que existen de ser interpretado y hasta criticado; un texto que no nos dice qué pensar y le otorga autoridad a esos hijos sin títulos de la nación mexicana.

Sin imágenes palpables, el libro nos arrastra a pensar en otros mexicanos, cruza muros, fronteras y entonces nos habla también de Colombia, Cuba y más allá. Su trabajo visual ahí está y se va ensamblando en el pensamiento del lector, son fotografías verbales de historias, una geografía interior familiar. Los relatos de Los hijos de Gregoria tienen el poder de reencontrarnos con lo conocido.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons