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Frontera norte

versión On-line ISSN 2594-0260versión impresa ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.25 no.50 México jul./dic. 2013

 

Reseña bibliográfica

 

Capitalismo gore, Sayak Valencia

 

Ariadna Estévez

 

España, Melusina, 2010, 238 pp.

 

Centro de Investigaciones sobre América del Norte-UNAM aestevez@unam.mx

 

Sayak Valencia toma el término gore de un género cinematográfico centrado en la violencia extrema para describir la etapa actual del capitalismo en ciudades fronterizas donde la sangre, los cadáveres, los cuerpos mutilados y las vidas cautivas son herramientas en la reproducción del capital. Capitalismo gore se basa en el análisis transfeminista y la experiencia personal en una ciudad fronteriza (Tijuana). Lo ubica como el "Lado B" de la globalización, es decir, el lado oscuro de la economía global, lo contradictorio y fuera de control del neoliberalismo que es propio de las ciudades fronterizas. El aspecto más fuerte de esta obra es que la autora caracteriza la violencia como una nueva epistemología. La define como un conjunto de relaciones que atan nuestro tiempo con prácticas discursivas y materiales originados en el neoliberalismo. En la epistemología del capitalismo gore, la violencia tiene un triple rol: como herramienta de mercado altamente eficaz; como medio de supervivencia alternativo; y como mecanismo de auto-afirmación masculina. La violencia es una categoría interpretativa transversal a las diferentes dimensiones de conocimiento y acción, con consecuencias simbólicas y materiales pues se convierte en una herramienta de auto-afirmación así como un medio de supervivencia.

La importancia del trabajo de Valencia radica en la elaboración de un entramado conceptual que las herramientas teóricas del neoliberalismo ni siquiera reconocen, y que los textos sobre biopolítica/necropolítica —la más crítica del neoliberalismo— no contextualizan para el caso fronterizo mexicano (Mbembe 2011; Grzinic 2009, entre otros). En su marco teórico-conceptual Valencia caracteriza las dinámicas política, cultural, económica y de poder del capitalismo gore definiéndolas como: Narco-Estado, hiperconsumo, tráfico de drogas, y necropolítica.

1. Narco-Estado. Valencia afirma que los estados no han desaparecido en la globalización sino que juegan el rol de garantes de los mercados neoliberales a través del uso de la seguridad y la vigilancia fronteriza. Los Estados-nación se han convertido en Mercados-nación que operan en una red que tiene como fin la protección del capital. El Mercado-nación más grande y exitoso del mundo es Estados Unidos, el cual difunde su cultura de consumo a través de los medios de comunicación y la publicidad creando deseos consumistas en todas partes, incluso en lugares donde ese deseo es ilegal. En el Mercado-nación la identidad del sujeto está determinada por el consumo, aquí se impone como parámetro de la identidad sociocultural el uso de marcas y logotipos, lo cual exige un alto nivel de consumo. Este hiperconsumo proporciona a cambio un status quo que es la base de la identidad generada por el mercado. Sin embargo, en el caso de México no existe un Mercado-nación sino una Narco-nación, porque son los cárteles de la droga, en vez de las empresas legales, los que controlan el Estado. Los cárteles del narcotráfico incorporan la violencia y las leyes del mercado en su lógica de poder.

2. Hiperconsumo. El capitalismo no sólo es un sistema de producción sino también una construcción cultural. Sus dinámicas crean identidades y subjetividades culturales que sostienen y reproducen los medios de reproducción del capital. Los rasgos culturales del capitalismo gore se construyen sobre la subversión del significado del trabajo en el posfordismo, en el cual hay una actitud de intenso desprecio hacia la cultura del trabajo y la clase trabajadora en general. Este desprecio subvierte los procesos tradicionales de reproducción del capital y de generación de identidades sociales y culturales. En el posfordismo el trabajo como una actividad social significativa ha sido reemplazada por el consumo, incluso en lugares extremadamente desfavorecidos y marginados. Debido a la presión generalizada para el consumo y la frustración entre los jóvenes que no pueden llegar a tales niveles de consumo, la economía criminal y el uso de la violencia como una herramienta de mercado se convierten en alternativa. Dado que el trabajo no es valorado socialmente, los jóvenes que necesitan sentirse competentes en su rol de proveedores son los que buscan "trabajo" en la industria gore —asesinatos, drogas, secuestro, comercio del sexo—. Esto es posible también porque existe una subversión del proyecto humanista que había prevalecido en las sociedades occidentales y occidentalizadas. El humanismo es sustituido por el consumismo. Dado que la adquisición de bienes es más valorada socialmente que la autorrealización a través del trabajo, las limitaciones éticas para participar en actividades gore se desvanecen. En el hiperconsumo la ética es redundante, es vista como la autoprotección de los perdedores.

Estos cambios culturales llevan a una nueva subjetividad que Valencia ha llamado el sujeto endriago. El endriago es posiblemente la aportación conceptual más interesante y polémica de su disertación. El endriago es un personaje mítico en Amadís de Gaula, obra literaria española de la época medieval, es un monstruo, un híbrido que conjuga hombre, hidra, y dragón. Es una bestia de gran altura, fuerte y ágil que habita tierras infernales y produce un gran temor entre sus enemigos. Valencia adopta el término endriago para conceptualizar a los hombres que utilizan la violencia como medio de supervivencia, mecanismo de autoafirmación, y herramienta de trabajo. Los endriagos no sólo matan y torturan por dinero, sino que también buscan dignidad y autoafirmación a través de una lógica "kamikaze". Valencia afirma que dadas las condiciones sociales y culturales imperantes en México no debería ser una sorpresa que los endriagos usen prácticas gore para satisfacer las demandas consumistas ya que con ello subvierten la sensación de fracaso causada por la frustración material. Lo que algunos críticos se preguntan de esta categoría es si es suficiente para explicar la exacerbación de la violencia. A este cuestionamiento volveremos al final de esta discusión descriptiva.

3. Tráfico de drogas. En el neoliberalismo existe una relación muy estrecha entre las drogas y la producción de capital, debido no sólo a la globalización del hiperconsumo sino también por la "violencia económica" la cual incluye trabajos mal pagados, falta de oportunidades para los jóvenes, ausencia de servicios sociales, marginación social, etcétera. Este tipo de violencia es clave en el surgimiento y la expansión del tráfico de drogas como empresa transnacional y como una herramienta de negocios.

4. Necropolítica. Valencia retoma y contextualiza el trabajo de A. Mbembe —basado en la biopolítica de Foucault— para explicar la violencia en México. Como Mbembe, Valencia cree que es la muerte y no la vida lo que hoy en día se encuentra en el centro de la biopolítica transformándola en necropolítica. Sin embargo, sostiene que su interpretación de necropolítica es geopolítica y contextualmente específica: La necropolítica en sociedades hiperconsumistas, en particular la frontera norte mexicana. Si la biopolítica controla los procesos vitales, las exigencias capitalistas han transformado en mercancía la vida y todos los procesos asociados, tales como la muerte. En las sociedades hiperconsumistas los cuerpos se convierten en una mercancía, y su cuidado, conservación, libertad e integridad son productos relacionados.

Como mercancía cada vez más valorada, la vida es más valiosa si es amenazada, secuestrada y torturada.

Así mismo, no sólo el Estado sino también los actores no estatales —los sujetos endriagos— tienen poder sobre la muerte, tanto en los cuerpos individuales como en las agrupaciones sociales y la población en general. Éstos ejercen un poder paralelo de opresión y se erigen en un Estado paralelo. Aquí la violencia extrema y el hiperconsumo son elementos estructurantes de la construcción de subjetividades disidentes que resisten el poder estatal. Pero esta resistencia no significa que sea resistencia legítima: los endriagos siguen siendo hombres de negocios que siguen las reglas del neoliberalismo hasta sus últimas consecuencias, resistiendo el Estado neoliberal pero de un modo distópico. Los endriagos no se disputan el poder estatal sino el biopoder, es decir, el control de la población, el territorio y la seguridad. Los criminales controlan necropolíticamente los cuerpos de las personas tomándolos como bienes de intercambio comercial o como consumidores de las mercancías ofertadas en el narcomercado. Valencia sostiene que podemos tener una comprensión de las lógicas del necropoder del endriago entendiendo el funcionamiento de la biopolítica de la economía, del hetero-patriarcado y de los medios de comunicación masiva.

La discusión de Valencia en lo general cumple su objetivo, a la vez que es interesante, novedosa y exhaustiva. No obstante tiene dos puntos débiles. Primero, no describe en detalle el tipo de masculinidad hegemónica que hace posible la constitución del sujeto endriago; se puede intuir que es el sujeto que funda su identidad en la violencia y el sometimiento de mujeres, infantes y medio ambiente, de la forma en que lo describe, por ejemplo, Sergio Sinay (2006). Sin embargo, no es explícito y las condiciones de existencia que permiten la constitución del endriago aparecen como insuficientes para explicarlo. Segundo, desde la introducción la autora deja entrever que su marco interpretativo cuenta también con un componente normativo, una propuesta de cómo podemos al menos resistir las consecuencias y dinámicas violentas del capitalismo gore. Empero, Valencia no elabora de forma comprehensiva su propuesta. Ella cree que la resistencia es posible a través del transfeminismo, el cual busca la alianza con otras minorías con el fin de oponerse al capitalismo como la forma hegemónica de organización social. El transfeminismo también insta a los hombres a trabajar en la construcción de nuevas masculinidades no violentas que podrían revertir la popularidad y la creciente hegemonía de los sujetos endriagos. Con todo, esta propuesta no explica cómo aplicar el transfeminismo a la resistencia —¿a través de movimientos sociales que efectúen acción directa, con boicots económicos, con la regulación de los medios a través del género?—. A pesar de estas limitaciones, el libro de Valencia es excelente y es una lectura básica para entender analíticamente la violencia que impera en ciudades fronterizas como Tijuana o Ciudad Juárez.

 

REFERENCIAS

Gržinić, Marina, 2009, From biopolitics to necropolitics, Predavanje održano u okviru projekta Šverc Znanja u Beogradu 12.

Mbembe, Achille, 2011, Necropolítica, España, Melusina.

Sinay, Sergio, 2006, La masculinidad tóxica, Argentina, Ediciones B.

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