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Nova tellus

versión impresa ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.42 no.1 Ciudad de México ene./jun. 2024  Epub 19-Abr-2024

https://doi.org/10.19130/iifl.nt.2024.42.1/278500x0100sx043 

Reseñas

Herrin, Judith, Rávena. Capital del imperio, crisol de Europa , Barcelona, Penguin Random House Grupo Editorial (Debate Historia), 2022, 578 págs., ISBN: 978-84-18619-29-8.

Genaro Valencia Constantinoa  *
http://orcid.org/0000-0002-1226-1182

aUniversidad Nacional Autónoma de México, Universidad Panamericana, México, gevalenc@gmail.com

Herrin, Judith. Rávena. Capital del imperio, crisol de Europa. Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, Debate Historia, 2022. 578p. ISBN: 978-84-18619-29-8.


Palabras clave: Rávena; Imperio romano; Antigüedad tardía; historia europea; cristianismo

Keywords: Ravenna; Roman Empire; Late Antiquity; European History; Christianity

Difícilmente una obra de historia antigua exhibe tal atractivo como para captar la atención del público moderno, pues muchas veces la complejidad temática, cronológica e histórica convierte inevitablemente una obra así en una monografía de lo más especializada y poco idónea para una lectura cotidiana: la abundancia de citas y la reconstrucción de procesos sociales, culturales y religiosos en el marco geopolítico del mundo antiguo son factores determinantes al momento de redactar un libro que pretenda, por un lado, preservar una objetividad histórica dependiente de un método adecuado en el uso de las fuentes y, por otro, ostentar un estilo narrativo accesible que facilite la comprensión de los sucesos y estimule el interés sobre un asunto concreto de la cultura grecolatina. El volumen en esta ocasión reseñado cumple con estas características por constituir un escrito de tono ensayístico y muy agradable de leer a pesar del más de medio millar de páginas, y por dejar al descubierto un franco y panorámico entendimiento de la historia de Rávena gracias al trabajo de años de investigación y de una carrera centrada en la Antigüedad tardía o, como prefiere la autora, Cristiandad primitiva, etiqueta con la que se describe un periodo de la historia cuando el cristianismo fue ampliando cada vez más su ámbito de acción religioso, cultural y político, acrisolándose y arraigándose en el seno del Imperio romano hasta desempeñar un papel primordial en la sociedad europea y oriental.

La obra, pues, es un intento bien logrado por recuperar en el imaginario de los estudios de historia antigua y europea el rol que Rávena tuvo como capital del Imperio romano de Occidente durante varios siglos y luego como exarcado del Imperio romano de Oriente, con todas las batallas intermedias contra godos, longobardos, entre otros, y el sinfín de conflictos intestinos debidos a diversas confesiones de la fe cristiana que fueron promovidas por los líderes imperiales y eclesiásticos de entonces. No por ser un libro que gira en torno a Rávena se descuida la explicación de todas las circunstancias circundantes que pueden favorecer la comprensión de la historia global, ya que, como capital o exarcado, la ciudad nunca estuvo aislada, en sus actividades políticas, militares o eclesiásticas, del resto del territorio imperial, al contrario, muchas de las decisiones tomadas en Roma, Constantinopla o bien la corte carolin-­ gia de Francia sellaron de un modo u otro su destino, razón principal por la que, de acuerdo con Judith Herrin, no se ha reconocido su verdadero impacto en la conformación política, religiosa y cultural de la Europa medieval, incluso en su talante como un faro artístico cuyo estilo paleocristiano fue continuamente replicado tanto en Occidente como en Oriente, en cuanto era asimismo una representación de la dinastía imperial y del poder romano: “La disputa por Rávena contribuyó a forjar la cristiandad occidental, a pesar de la posición cada vez más marginal de la ciudad” (p. 404). Carente de un pres­tigio legendario como el que poseía Roma o Constantinopla, Rávena fue la perla del Adriático que el emperador oriental buscó defender como capital y fortaleza en Occidente frente a las invasiones bárbaras; fue la ciudad que Odoacro y Teodorico quisieron gobernar como representantes extranjeros, aunque cristianos, en nombre del Imperio de Oriente; fue el detonante clave para que Justiniano la recuperara de manos de ilegítimos gobernantes, convirtiéndola prácticamente en una sucursal bizantina; y fue la manzana de la discordia para que el papado falsificara un documento (la célebre Donatio Constantini) mediante el que se adjudicaba la posesión de la ciudad ante las pretensiones de Carlomagno, que la había liberado, finalmente, de la dominación longobarda.

La historia de Rávena se cuenta a través de episodios de la historia romana a partir de su construcción, en tiempos de Augusto, como un puerto marítimo de una posición estratégica privilegiada en el Adriático hasta su relativa autonomía con un gobierno eclesiástico favorecido por la política de Carlomagno, quien había recibido del papa el título, para entonces disponible, de imperator Romanum gubernans imperium, elevándolo a una dignidad casi semejante a la del emperador de Oriente y otorgándole jurisdicción imperial en Occidente. Gracias a la detallada y documentada narración de la historiadora anglosajona, es posible también percatarse de una actitud metodológica que atiende a una época juzgada por la historiografía menos relevante debido a una visión harto difundida, ya desde hace varios siglos, acerca de una época de rotundo esplendor en contraste con periodos que marcan un supuesto declive del Imperio romano: la Antigüedad clásica vs. la Antigüedad tardía, cuyo adjetivo impuesto por la modernidad denota cierto desprecio hacia todos aquellos sucesos después de la edad republicana y de los primeros siglos del principado. Con su exposición, Herrin trata de romper con la leyenda de la caída y desaparición del Imperio romano de Occidente, demostrando que, a pesar de que no existía ya ningún miembro de la dinastía para continuar el gobierno imperial, sin embargo, los reyes godos siguieron manteniendo, como una forma efectiva de aculturación y prestigio, los modelos romanos, buscando la colaboración y alianza del emperador oriental. De este modo, es posible entender que con Rávena como capital de la administración imperial de Occidente no existió como tal una decadencia -como le hubiera gustado a Gibbon- del Imperio romano, sino que hubo una serie de vaivenes políticos y militares, aciertos y desaciertos, en las decisiones de los gobernantes en turno que prolongaron o acortaron su mandato, pues, casi como un efecto Mandela o por mero desconocimiento, se piensa que en 476 post la presencia imperial se extinguió en Occidente, se dejó de hablar latín, la relación entre Occidente y Oriente se quebró, comenzó un nuevo régimen por completo distinto y tuvo inicio la Edad Media, mientras que, en realidad, Constantinopla adquirió mayor influencia en los asuntos occidentales, precisamente, a través de Rávena (primero con gobernadores godos y luego bizantinos) y hasta el siglo IX defendió la ciudad mucho más que a Roma, indicio del privilegio del que la ciudad gozaba en la corte oriental, dado que, pese a la división territorial promovida por Teodosio, el gobernante constantinopolitano seguía siendo emperador de romanos y, por tanto, conservaba un legítimo reclamo en la parte occidental.

En el caso de ciudades cuya importancia fundamentó los cimientos de la civilización, pocas son las capitales que han merecido atención por ser el centro de la administración imperial y del culto religioso cristiano primitivo, siendo una ciudad que fungió durante un largo tiempo como sucedánea de Roma. La historia de Rávena es relatada por Herrin por medio de personajes destacados del gobierno imperial que vivieron en ella, que la administraron y que contribuyeron a su desarrollo político, económico, cultural y arquitectónico. Cada capítulo tiene varios protagonistas que durante ciertos periodos gobernaron y defendieron la ciudad de los ataques extranjeros, complementándolos con información verídica que procede de documentación real -administrativa, literaria o eclesiástica- que aportan y aderezan las narraciones con la finalidad de proyectar una visión comprehensiva de los sucesos, la mayoría militares, que afectaron a la agricultura, el comercio, la vida religiosa, la burocracia cotidiana, etcétera, de la capital imperial y de toda la región europea que había sido dominada por los romanos, pero que poco a poco buscaban independencia. Especial énfasis se da, a lo largo del libro, a la arquitectura y al arte musivo, no solo como meras expresiones en cuanto objetos artísticos, sino en particular como vehículos de propaganda política y religiosa, así como evidencia del desarrollo urbanístico que gobernantes civiles y eclesiásticos propiciaron para embellecer la capital. El grado de detalle con que se historian estos aspectos es extenso pero no innecesario, pues ello también da cuenta de la actividad económica y social de una ciudad, así como de su forma de organización, por lo que no está fuera de lugar dedicarles espacio a estos acontecimientos.

Adecuada mezcla entre narrativa épica, al puro estilo de las historias de Westeros, y reconstrucción histórica, esta obra supone un amplio análisis del tejido político y social del Imperio romano y, luego de su “caída”, de los te­rri­torios a cargo de líderes extranjeros. Particularmente importante en la labor historiográfica de Herrin es el cristianismo, así como sus diferentes expresiones, algunas más católicas o heréticas que otras, un rasgo que definió y, con bastante frecuencia, dinamitó las relaciones políticas y diplomáticas entre Occidente y Oriente, y en especial en Rávena provocó revueltas sociales en defensa de una confesión religiosa preconizada por el poder eclesiástico local o el imperial. Aunque la historiadora confiesa no querer centrarse en el cristianismo como una cuestión doctrinal en torno a la cual orbitara su investigación, sin embargo, considera esencial acometerlo al ser una manifestación espiritual y política que apuntaló todo ese bloque temporal:

Mi intención es más bien caracterizar el periodo que comenzó en el siglo IV, cuando el cristianismo se convirtió en la fe dominante. A partir del año 380, fue una fuerza definitoria en el ejercicio de la autoridad, así como el medio organizado para transmitir el sentimiento de comunidad e integrar la economía. Proporcionó a muchos de los pueblos del mundo mediterráneo, que a menudo hablaban lenguas diferentes y se enfrentaban a recién llegados que, pese a todo, se consideraban cristianos, una fe común en el más allá y una pasión por definir los mejores medios para merecerlo. No era tanto una civilización “tardorromana” como un nuevo mundo emergente, con la confianza y la confusión que conllevan las grandes transformaciones. Los logros excepcionales de Rávena solo se entienden dentro de este marco (p. 25).

Así, el papel de Rávena fue determinante en las políticas imperiales impuestas por la corte oriental, dado que representó la principal puerta de entra­da de las ideas provenientes de Constantinopla frente a la influencia cató­lica que ejercía Roma por sobreponerse a la ciudad favorita de Oriente en Occidente, una tendencia constante desde que el cristianismo predominó en Europa y surgieron las disensiones teológicas provocadas por el arrianismo, cuya estampa dejó huella en toda la historia de Rávena y, por ende, de Europa, como bien despliega Herrin mediante su amplia exploración documental.

Impacta, sin embargo, a lo largo del volumen, la cantidad de errores de con­cordancia gramatical para los términos latinos; errores que no son producto de la traducción sino que aparecen desde la versión original en inglés, como enunciar tabellioni como el plural cuando en realidad es tabelliones, o, como parte de una obra cosmográfica anónima producida en Rávena, se consigna Magna Mare, para cuyo caso, tras consultar la versión original por si dicho fallo acaso se debía a un cambio histórico y lingüístico, fue posible advertir que en la edición de M. Pinder y G. Parthey (1860) en absoluto se registra en femenino el sustantivo mare, lo cual habla de un descuido. Otro caso, por ejemplo, es el que aparece en el capítulo 25 (p. 303), cuando se hace referencia a un personaje de nombre Johannicis que, tan solo por la terminación -is, se sospecha que algo no anda bien; en efecto, revisando directamente el Liber Pontificalis Ecclesiæ Ravennatis -fuente indispensable de la autora para su libro- se lee en el capítulo 120 (O. Holder-Egger 1878, p. 356) el nombre: est hic adolescens unus Iohanicius nomine, pasaje que indica una falta de cuidado en el manejo de algunos textos, pues, aunque en otros puntos del mismo documento sí aparezca como Johannicis, es de suponer que la variante se explica por una inconsistencia ocasionada, con seguridad, durante el proceso de transcripción o dictado a causa de la ignorancia del copista o de los cambios ortográficos del latín de esa época; ejemplo de lo cual se percibe en el capítulo 1 del mismo documento donde se lee que el patrono de la ciudad, san Apolinar, fue Grecis et Latinis literis heruditus (p. 280), con una “h” añadida que evidentemente está fuera de lugar. A pesar de las fallas de origen, es tarea del historiador hacer las adecuaciones pertinentes y luego, en el proceso de traducción, debieron revisarse y enmendarse.

El libro es complementado con varios recursos que sin duda contribuyen a entender la exposición de Herrin, porque sin ellos no se podría visualizar de una manera inmediata las regiones geográficas del Imperio, así como las fuerzas rivales de la ciudad ravenés, que en conjunto destapan la historia de Rávena: 1) mapas que permiten entender la configuración geopolítica del Mediterráneo de esos siglos; 2) tablas que presentan las figuras de autori­dad política, militar y episcopal que se disputaban el liderazgo en Rávena; 3) un generoso apartado de notas y bibliografía para una consulta de fuentes más especializada y destinada a los interesados en profundizar en aspectos particulares que sobrepasaban los límites temáticos del libro; 4) un índice de nombres a fin de localizar personajes, ciudades y cualquier agente importante involucrado en esta historia.

En suma, la recuperación y reivindicación de Rávena en la larga historia del Imperio romano, tanto occidental como oriental, constituye un gran acierto de Herrin quien desde hace décadas ha destinado sus esfuerzos a estudiar esa Antigüedad tardía, o cristiandad primitiva, y el periodo bizantino, pues, gracias a su conocimiento de los fenómenos históricos, políticos, culturales y religiosos de la llamada Alta Edad Media, ha podido entregar una documentada obra acerca de la capital imperial en Occidente como germen para una civilización europea medieval. Termina Herrin su ensayo:

Tradicionalmente se ha aclamado a Carlomagno, en expresión de Alcuino, como el “padre de Europa”, como si hubiera actuado solo. Pero los cimientos de la cristiandad occidental de los que él fue el paradigma se pusieron en Rávena, cuyos gobernantes, exarcas y obispos, eruditos, médicos, abogados, mosaiquistas y comerciantes, romanos y godos, y más tarde griegos y longobardos, forjaron la primera ciudad europea (p. 441).

En efecto, el subtítulo “Capital del imperio, crisol de Europa” que Herrin le asignó a su obra es claro, contundente y definitorio del propósito del libro, puesto que con la pormenorizada narración se consigue comprender a todas luces que cuando Honorio trasladó a Rávena la capital imperial de Occidente no fue un mero acto trivial, sino en realidad se estaba fabricando sin saberlo un crisol, un vaso en el que se funde una cultura heterogénea de pueblos y lenguas, cuyos líderes jugaban por el trono de la capital imperial de Occidente y, más tarde, de la Europa medieval.

Bibliografía

Herrin, Judith, Rávena. Capital del imperio, crisol de Europa, Barcelona, Penguin Random House Grupo Editorial (Debate Historia), 2022, 578 págs., ISBN: 978-84-18619-29-8. [ Links ]

Recibido: 22 de Mayo de 2023; Revisado: 16 de Junio de 2023; Aprobado: 17 de Diciembre de 2023

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Genaro Valencia Constantino es licenciado en Letras Cristianas y Clásicas por la Pontificia Universidad Salesiana (Roma, Italia), maestro en Letras Clásicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), maestro en Filosofía Antigua por la Universidad Panamericana y actualmente cursa el Doctorado en Letras Clásicas en la UNAM. En el marco del Programa de Estudiantes Asociados (2023-2024) del Instituto de Investigaciones Filosóficas (UNAM) desarrolla una investigación sobre el filósofo estoico Cornuto. Ha sido profesor titular de Literatura Medieval en la Universidad Panamericana y de Etimologías Grecolatinas en la Universidad del Valle de México. Es miembro de la Asociación Mexicana de Estudios Clásicos (2010), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía Antigua (2019) y de la Asociación Mundo Novohispano (2023); también es miembro representante de doctorado en el Comité Académico del Posgrado en Letras de la UNAM. Ha participado en congresos nacionales e internacionales en sus temas de interés, consistentes en literatura latina, textos jurídicos romanos y filosofía estoica, así como en la recepción clásica en los periodos moderno y novohispano, de cuyas temáticas ha publicado artículos en revistas indexadas. En 2022 publicó, en coautoría con el doctor Mario Humberto Ruz, el libro El arzobispado de Guatemala. Documentos sobre su creación (1742-1747), una serie inédita de documentos castellanos y latinos con traducción sobre la historia eclesial de la Guatemala colonial, en el Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

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