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Diánoia

versión impresa ISSN 0185-2450

Diánoia vol.62 no.78 Ciudad de México may. 2017

 

Reseñas bibliográficas

Slavoj Žižek, La Nouvelle Lutte des classes. Les vraies causes des réfugiés et du terrorisme, trad. Ch. Vivier, Fayard, París, 2016, 144 pp.

Eguzki Urteaga1 

* Departamento de Sociología y Trabajo Social. Facultad de Relaciones Laborales y Trabajo Social. Universidad del País Vasco. España. eguzki.urteaga@ehu.eus

Žižek, Slavoj. La Nouvelle Lutte des classes. Les vraies causes des réfugiés et du terrorisme. Vivier, Ch.. Fayard, París: 2016. 144p.


Slavoj Žižek publicó su más reciente libro titulado La Nouvelle Lutte des classes. Les vraies causes des réfugiés et du terrorisme (La nueva lucha de clases. Las verdaderas causas de los refugiados y del terrorismo) en la editorial Fayard. Esta obra fue traducida del inglés al francés por Christine Vivier. Es importante recordar que, después de realizar estudios de filosofía en la Universidad de Liubliana (Eslovenia), el autor obtuvo una plaza de investigador en el Instituto de Sociología de esa misma universidad antes de trasladarse a París, donde, además de conocer a psicoanalistas como Jacques Lacan y Jacques-Alain Miller, realizó un nuevo doctorado cuyo texto final lleva el título de La Philosophie entre le symptôme et le fantasme (Žižek 1986) y fue contratado como profesor en la Universidad de París 8. En 1989 obtuvo el reconocimiento internacional con la publicación de su primera obra en inglés titulada The Sublime Object of Ideology (Žižek 1989), fiel a su estilo no conformista y provocador. Un año más tarde, se presentó como candidato del partido Democracia Liberal Eslovena para la primera elección presidencial, que precedió a la independencia de su país en 1991.

Sus temas predilectos, además de su interpretación del psicoanálisis lacaniano, son numerosos y variados, puesto que conciernen, entre otros temas, el fundamentalismo, la intolerancia, lo políticamente correcto, la globalización, el ciberespacio, la posmodernidad, el multiculturalismo, el marxismo y el anticapitalismo. Entre sus numerosas obras podemos citar L’Intraitable. Psychanalyse, politique et culture de masse (Žižek 1993), La Subjectivité à venir. Essais critiques sur la voix obscène (Žižek 2004a), Plaidoyer en faveur de l’intolérance (Žižek 2004b), De la croyance (Žižek 2011) o Violence: six réflexions transversales (Žižek 2012). De igual manera, participó en numerosas obras colectivas, además de colaborar en revistas como Lacanian Ink, In These Times, New Left Review o London Review of Books. Políglota, ya que se expresa con fluidez en serbocroata, esloveno, francés, inglés y alemán, Žižek imparte numerosas conferencias y clases en todo el mundo.

El inicio de su más reciente obra se inspira en la famosa descripción de los cinco estadios que atraviesan las personas a las que se les dice que padecen una enfermedad incurable en fase terminal. El autor considera que, hoy en día, en Europa occidental la reacción de las autoridades y de la opinión pública ante la afluencia de refugiados de África y Oriente Medio consiste en una combinación de estas fases (pp. 7-8): la negación, la rabia, el chantaje, la depresión y la aceptación; en el entendido de que estos estadios no se suceden de manera obligatoria en ese orden y que no necesariamente se atraviesan todos (p. 7). De hecho, nos dice Žižek, ni los Estados ni los ciudadanos han aceptado aún la situación actual, puesto que, de lo contrario, hubieran elaborado, a escala europea, un plan coherente que ofreciera una solución al problema de los refugiados (p. 8). Además, los atentados yihadistas de París en 2015 han hecho aún más compleja la situación.

En forma paralela, el filósofo esloveno se pregunta cómo consigue sobrevivir el Estado Islámico (EI). A su entender, “a pesar de las condenas y de los rechazos oficiales [provenientes] de todas partes, existen fuerzas y Estados que, en silencio, no sólo lo toleran, sino que lo apoyan” (p. 9). En referencia a David Graeber, observa:

[S]i Turquía hubiese instaurado contra los territorios del Estado Islámico un bloqueo tan [riguroso] como el que ha impuesto a las regiones kurdas en Siria, y si hubiera mostrado ante el PKK y el YPG la misma indiferente benevolencia que la que ha tenido con el Estado Islámico, este último se habría derrumbado desde hace tiempo, y de seguro los ataques de París no se habrían producido. (p. 9)

Se podría decir lo mismo de Arabia Saudita, el principal aliado de Estados Unidos en la región (p. 10). En ese contexto, según Žižek, no asistimos a un choque de civilizaciones, sino a un choque en el seno de cada civilización: en el cristianismo, entre católicos (Europa y Estados Unidos) y ortodoxos (Rusia), y en la esfera musulmana, entre suníes y chiíes (pp. 10-11). En ese escenario, el EI sirve de fetiche, lo que permite evitar los conflictos mencionados en los cuales cada parte involucrada pretende combatir al EI y donde, en realidad, desea vencer a su verdadero enemigo (p. 11). Más adelante, nos dice el autor:

[L]a globalización capitalista no sólo es sinónimo de apertura y de conquista, sino que además materializa la idea de una esfera cerrada sobre sí misma cuyo interior privilegiado está separado del exterior. Estos dos aspectos de la globalización son inseparables: la dimensión global del capitalismo se basa en la división de clase radical que ha impuesto a todo el planeta, separando a los que están protegidos por la esfera de los que están excluidos de ella y que se encuentran, por lo tanto, en una posición de vulnerabilidad. (p. 13)

Así pues, los ataques en París y la afluencia de refugiados a Europa son recordatorios transitorios del mundo violento que se encuentra fuera de esa esfera. Un mundo que conocemos, por lo general, a través de los medios de comunicación que mencionan conflictos lejanos y que no consideramos elementos esenciales de la vida diaria (p. 13). Es preciso, según Žižek, que tomemos conciencia plena de la violencia del mundo exterior que va impregnando nuestro entorno protegido: una violencia que es a la vez religiosa, étnica, política, socioeconómica y de género.

Ante esta violencia y la afluencia de refugiados que provoca, en Europa predominan dos respuestas que constituyen dos versiones del “chantaje ideológico” (p. 15), el cual nos condena a una irremediable culpabilidad: por un lado, “la izquierda bien pensante”, que se indigna de ver miles de víctimas ahogarse en el Mediterráneo y considera que Europa debería mostrar su solidaridad abriendo sus puertas, y, por otro lado, los populistas hostiles a los inmigrantes que afirman que necesitan proteger su estilo de vida cerrando las fronteras (p. 15). El autor rechaza ambas posturas y estima que los más hipócritas son los defensores de la apertura de las fronteras porque saben que no se producirá jamás, ya que podría desencadenar una revuelta populista en el Viejo Continente (p. 16). Para el filósofo esloveno, la solución pasaría por construir una sociedad mundial, de manera que los refugiados desesperados no se vean obligados a vagar sin rumbo. “Aunque pueda parecer utópica, esta solución a gran escala es la única que puede ser realista” (p. 17).

Más adelante, Žižek considera que “la crisis de los refugiados ofrece a Europa una oportunidad única de redefinirse, de distinguirse con claridad de los dos extremos que se oponen a él: el neoliberalismo anglosajón y el capitalismo autoritario inspirado en los valores asiáticos” (pp. 17-18). Según el autor, los que deploran el actual declive de la Unión Europea (UE) idealizan el pasado, aunque jamás haya existido una Europa totalmente democrática (p. 18) y la reciente orientación de la UE sea sólo un intento desesperado por adaptarse al nuevo capitalismo mundial bajo la presión de las instituciones internacionales y de los mercados financieros globalizados.

En realidad, Europa está atrapada entre Estados Unidos y China, que se caracterizan por un apego similar hacia la tecnología desenfrenada y por el desarraigo estructural del individuo (p. 18), y está dividida entre el modelo anglosajón y el modelo francoalemán “que consiste en preservar, en la medida de lo posible, el viejo modelo del Estado de bienestar de la posguerra. Aunque opuestas, estas dos opciones son, en realidad, las dos caras de una misma moneda” (p. 19). En ese contexto, en lugar de querer volver a un pasado idealizado, de adaptarse a la globalización neoliberal o de intentar realizar una “síntesis creadora”, es preciso, según el filósofo esloveno, emprender la vía de la recuperación mediante un diálogo crítico con el conjunto de la tradición europea para intentar contestar a la pregunta: ¿qué es Europa? (p. 20).

Para ello, Žižek renuncia a una serie de tabúes, es decir, a temas que los europeos prefieren no tratar y convierten en intocables (p. 24).

  • - El primer tabú consiste en permitir que cada parte involucrada relate la historia desde su punto de vista. El problema es que: “[E]l paso de la exterioridad de un acto a su significado íntimo, el relato a través del cual el agente lo interpreta y justifica, es una [. . .] falsificación. La experiencia íntima que tenemos de nuestra propia vida, la historia que contamos sobre nosotros mismos con el fin de dar cuenta de nuestro comportamiento, es en lo fundamental una mentira” (pp. 25-26).

  • - Otro tabú que convendría refutar es la ecuación entre la herencia emancipadora europea y el imperialismo cultural. En efecto, ciertas personas rechazan la referencia a los valores europeos porque se trataría de una forma ideológica del colonialismo eurocéntrico. No en vano, los valores occidentales pueden servir de arma contra la globalización capitalista en el contexto actual después de ser objeto de una reinterpretación crítica (pp. 26-27).

  • - Žižek estima necesario acabar con el tabú de que la protección del estilo de vida occidental es en sí protofascista o racista, por considerar que, en realidad, ese estilo de vida está amenazado, ante todo, por la dinámica del capitalismo mundial (pp. 27-28).

  • - El filósofo esloveno recomienda alejarse de la prohibición de formular cualquier crítica al islamismo e incluso al Islam por temor a ser tachado de islamófobo. Además, esta actitud no haría sino reforzar el islamismo (p. 30).

  • - Por último, hay un tabú más sutil que convendría abandonar y que es la ecuación entre la religión politizada y el fanatismo. La mejor prueba de ello es que los fundamentalismos no se toleran entre sí (p. 37).

En su crítica del islamismo, Žižek constata que:

[L]a violencia contra las mujeres hace eco a la subordinación de las mujeres y su exclusión de la vida pública en un gran número de comunidades y de países musulmanes. Podemos asimismo añadir que la estricta imposición de una diferencia sexual jerárquica figura en primer lugar en las preocupaciones de numerosos grupos y movimientos denominados fundamentalistas. (pp. 44-45)

En cuanto a la violencia, el filósofo esloveno observa que el mundo contemporáneo se enfrenta a la amenaza de la “violencia divina”, es decir, de la violencia que se concibe como medio y que carece de cualquier fin (pp. 49-50). Los disturbios urbanos ocurridos en Francia en 2005 constituyen un ejemplo perfecto de ese tipo de violencia, ya que carecían por completo de una perspectiva utópica positiva. Los manifestantes, pertenecientes a los suburbios desfavorecidos, no tenían reivindicaciones particulares y sólo insistían en su necesidad de reconocimiento basada en “un vago resentimiento subyacente” (p. 50). Según el autor, esto demuestra el impasse ideológico-político en el que nos encontramos debido a que no se ofrece ni una alternativa realista ni un proyecto utópico (p. 51). Además, “la violencia divina es terriblemente injusta: se presenta a menudo bajo una forma terrorífica y no como una intervención sublime de bondad y justicia divina” (pp. 53-54). De la misma forma, es preciso abandonar la idea de que hay una dimensión emancipadora en las experiencias extremas, en la medida en que nos permitirían abrir los ojos sobre la verdad profunda de una situación (p. 54). En realidad, según Žižek, no hay nada que aprender del horror y del sufrimiento: “[l]a única forma de salir del círculo vicioso de esta depresión es cambiar de campo para concentrarse en el análisis social y económico concreto” (p. 55).

En el capítulo siguiente, que aborda la economía política de los refugiados para poner de manifiesto sus causas, Žižek considera que es necesario detenerse en la dinámica del capitalismo mundial y en las modalidades de la intervención militar occidental, porque los desórdenes actuales constituyen el verdadero rostro del nuevo orden mundial (p. 56). En ese sentido, “a pesar de la importancia crítica del neocolonialismo económico, no somos plenamente conscientes del efecto devastador del mercado mundial sobre numerosas economías locales, que las priva de su autosuficiencia básica” (pp. 58-59). Ante esta situación, es indispensable inventar formas de acción colectiva que no pasen ni por la intervención estatal clásica ni por las organizaciones locales. Si no conseguimos resolver ese problema, nos dice el autor, corremos el riesgo serio de ver surgir una nueva situación de apartheid (p. 58).

De hecho, es preciso recordar que la mayoría de los refugiados provienen de “Estados en descomposición” en los cuales la autoridad pública es ineficaz. “En todos estos países, la desintegración del poder estatal es, no sólo un fenómeno local, sino el resultado de decisiones económicas y políticas internacionales” (pp. 60-61). En algunos casos, como Libia e Irak, es incluso una consecuencia directa de las intervenciones militares occidentales (p. 61). También es necesario considerar que “los gérmenes de los Estados en descomposición de Oriente Medio se hallan en las fronteras decididas de forma arbitraria después de la Primera Guerra Mundial por el Reino Unido y Francia, que han creado así una serie de Estados artificiales” (p. 61).

Además, en la presente fase del capitalismo mundial están apareciendo nuevas formas de esclavitud. Así, millones de trabajadores inmigrantes en la Península Arábiga no tienen libertades cívicas ni derechos básicos; millones de obreros en los talleres de Asia padecen una servidumbre total y el trabajo forzoso para la explotación de recursos naturales se utiliza de manera masiva en numerosos Estados centroafricanos (p. 66). Esta esclavitud existe también en los países occidentales, aunque se oculte y no queramos verla (p. 67). “Este nuevo apartheid, esta explosión sistemática del número de formas diferentes que reviste la esclavitud, no es un accidente deplorable, sino una necesidad estructural del capitalismo mundial actual” (p. 67).

Sin embargo, los refugiados no huyen sólo de la esclavitud o de la guerra, sino que tienen el sueño de vivir una vida mejor (p. 68). Como lo subraya Žižek, “es justo cuando las personas se encuentran en la pobreza, el desamparo y el peligro más extremo, cuando podríamos pensar que se satisfarían con un mínimo de seguridad y bienestar, que estalla la utopía absoluta” (pp. 68-69). El problema es que se trata de un sueño que difícilmente se realizará y cuya consecución exige una transformación de la realidad misma a través de su propia acción. En la práctica, los refugiados se enfrentan, por ejemplo, a dificultades de desplazamiento, al contrario de las mercancías, que circulan de forma libre, lo que genera frustración y desasosiego. Incluso cuando consiguen llegar a Europa, se enfrentan a una profunda contradicción, ya que quieren beneficiarse del empleo y del Estado de bienestar de estos países y conservar sus estilos de vida específicos, que en ciertos aspectos pueden ser incompatibles con los fundamentos ideológicos de los países occidentales (p. 71). Si se añade la cuestión de clase que se esconde detrás de estas desavenencias, se reúnen todos los ingredientes para generar tensiones. Žižek insiste en la importancia de la lucha de clases, ya que sobredetermina todas las demás luchas al tratarse de un “universal concreto” (p. 78). Eso no significa que la lucha de clases sea el referente y el horizonte de todas las demás disputas, sino que es el elemento estructurante que le permite explicar las diversas maneras en las cuales los demás antagonismos pueden articularse en “cadenas de equivalencias” (p. 78).

Ante esta situación, conviene estar atentos a las personas preocupadas por la afluencia de refugiados; eso no significa que se deba aceptar la premisa básica de sus posicionamientos, es decir, la idea de que la amenaza que pesa sobre el estilo de vida occidental proviene del exterior y, en concreto, de los extranjeros (p. 82). En ese sentido, “la principal amenaza que pesa sobre Europa no se presenta bajo la forma de los inmigrantes musulmanes, sino en la de sus defensores populistas antiinmigrantes” (p. 89). De hecho, el problema no consiste en los inmigrantes, sino en la propia identidad europea, que se encuentra en una situación difícil. De ese modo, aunque la crisis actual de la Unión Europea se parezca a una crisis económica y financiera, se trata sobre todo de una incertidumbre ideológico-política (p. 90), algo que ha quedado medianamente claro con la crisis de los refugiados y su gestión por las autoridades comunitarias.

De la misma forma, Žižek nos invita a reflexionar sobre la noción de prójimo para comprender el trasfondo de las difíciles relaciones mantenidas con los migrantes. Según el autor, el “proyecto de integración de las naciones en unas comunidades más amplias, conjuntadas por el mercado mundial, no ha generado la tolerancia universal esperada, sino que, al contrario, ha provocado una nueva oleada de segregación racista” (p. 94). En ese contexto, el prójimo se ha convertido en un intruso cuyo estilo de vida diferente desagrada. En ese sentido, una aproximación alteraría el equilibrio del estilo de vida y daría lugar a una reacción agresiva (p. 94). Como señala Sloterdijk: más comunicación significa, sobre todo, más conflicto. Ante esta situación, Žižek considera necesario, además de respetarse unos a otros, mantener cierta distancia y aplicar un “código de discreción” (pp. 94-95). Esta tarea es más fácil en el Viejo Continente por el hecho de que la civilización europea tiene menos dificultades para tolerar los estilos de vida diferentes del suyo, ya que prevalece cierta distancia en la trama social de la vida cotidiana (p. 95).

Eso significa que, para el filósofo esloveno, “la mejor manera de aproximarnos a los demás no consiste en hacer gala de empatía o en esforzarnos en comprenderlos, sino en burlarse [. . .] a la vez de ellos y de nosotros mismos en nuestra (auto)incomprensión recíproca” (p. 100). Por lo tanto, es necesario poner fin a la empatía humanitaria hacia los refugiados y dejar de ayudarlos en razón de la compasión con su sufrimiento. “Debemos ayudarlos porque es nuestro deber hacerlo” (p. 103).

De igual forma, Žižek se muestra crítico con la ideología de la clase media occidental en relación con el acogimiento de refugiados. Considera que se caracteriza por dos rasgos opuestos:

[S]e muestra arrogante y convencida de la superioridad de sus valores [. . .] pero, a la vez, se obsesiona con el hecho de ver su ámbito limitado invadido por miles de millones de individuos que viven en el exterior, personas que no cuentan en el capitalismo global porque no producen ni consumen bienes. El temor que experimentan es, en realidad, el miedo a unirse a las filas de estos excluidos. (pp. 106-107)

Su preocupación es aún mayor porque los refugiados son la manifestación más evidente de un deseo hacia Occidente, dado que desean abandonar sus países devastados para alcanzar la “tierra prometida” del Occidente desarrollado (p. 107). Pero el autor advierte:

[E]n la medida en que, para la gran mayoría de los solicitantes de asilo, ese deseo no se puede satisfacer, una de las opciones restantes consiste en la inversión nihilista: la frustración y la envidia se radicalizan para convertirse en un odio a un Occidente [a la vez] asesino y autodestructivo, y las personas se abandonan así a su deseo de venganza violenta. (p. 109)

En ese sentido, subraya Žižek, el elemento esencial del fundamentalismo islamista es la envidia porque, en su odio hacia Occidente, éste permanece enraizado en su deseo de Occidente (p. 108). Semejante fascinación puede atraer a una franja frustrada de la juventud extranjera o de origen inmigrante, porque no consigue encontrar su sitio en las sociedades occidentales o porque carece de perspectivas de futuro con las cuales se pueda identificar (p. 110). En ese sentido, el fundamentalismo islamista ofrece a esta juventud una salida a su sentimiento de frustración: le propone una vida arriesgada y agitada, bajo la apariencia de una devoción religiosa sacrificial, asociada a cierta satisfacción material (p. 110). El Estado Islámico es buena prueba de ello.

No en vano, el filósofo esloveno reconoce que no todos los ataques yihadistas se pueden explicar mediante el nihilismo autodestructivo, ya que, a través de los atentados en París, el EI ha intentado hacer desaparecer de la sociedad gala, en la medida de sus posibilidades, a los musulmanes moderados y bien integrados, y ha tratado de radicalizarlos, de modo que se creen las condiciones para el estallamiento de una guerra civil abierta (pp. 110-111). A su vez, recuerda que la violencia fundamentalista es una de las formas de la violencia inherente al capitalismo mundial, desde las consecuencias nefastas de la economía mundial hasta la larga historia de las intervenciones militares occidentales (p. 111).

Ante semejante panorama, Žižek se pregunta en su capítulo final qué hacer. Considera que sólo la coordinación y la organización a gran escala pueden poner fin a esta situación caótica con la instalación de centros de acogimiento cerca del epicentro de la crisis, donde cientos de miles de refugiados podrán ser identificados y registrados, o mediante la organización del transporte de refugiados a los centros de acogida repartidos en los diferentes países europeos (p. 122). Es necesario determinar de manera clara y explícita criterios de aceptación y de instalación de estos refugiados y, ante las incompatibilidades que pueda haber entre las culturas de tradición musulmana y la concepción occidental de los derechos humanos, el autor sugiere, por una parte, formular una serie de normas mínimas cuyo cumplimiento sería obligatorio para todos, y, por otra parte, insistir en la tolerancia a los diferentes estilos de vida (p. 124). De manera más utópica, considera indispensable reactivar la lucha de clases, lo cual sólo es posible si se insiste en la solidaridad mundial de los pueblos explotados y oprimidos. “Quizás semejante solidaridad global sea una utopía, pero, si no lo intentamos, estaremos completamente perdidos y mereceremos nuestro destino” (p. 138).

Al terminar de leer La Nouvelle Lutte des classes, es preciso reconocer la claridad e incluso la contundencia con la cual el autor expone, sin temor a causar enfado, sus tesis sobre las causas de los ataques yihadistas y de la afluencia de refugiados. A pesar de su brevedad, se trata de una obra densa y con mucho contenido, donde el filósofo esloveno no duda en beber de diferentes fuentes y citar tanto a filósofos como a creadores de obras literarias y cinematográficas. Esto no es incompatible con sus referencias constantes al neomarxismo y al psicoanálisis, sobre todo de corte lacaniano; sin olvidar su alusión al imperativo categórico kantiano, aunque no lo cite explícitamente.

No en vano, para matizar esta valoración globalmente positiva, conviene subrayar el carácter relativamente clásico de sus explicaciones, aunque adecue modelos conocidos a problemáticas contemporáneas. Asimismo, su gusto por la provocación y su obsesión por romper con lo políticamente correcto lo conducen a afirmaciones cuestionables en lo relativo a los tabúes del “pensamiento de la izquierda bien pensante” del que, a su entender, convendría alejarse. De la misma forma, en el apartado final de carácter propositivo, hace referencia a la propuesta de Frederic Jameson que sugiere, como modo de emancipación, la utopía de la militarización global de la sociedad (Jameson 2016, pp. 121). Al respecto, no queda claro hasta qué punto el autor comparte los fundamentos de esa propuesta que, en todo caso, merecería ser discutida. Por último, su explicación del fundamentalismo islamista por la fascinación y el deseo frustrado de Occidente padece un sesgo etnocéntrico.

En definitiva, se compartan o no las tesis que defiende uno de los filósofos más comentados a nivel mundial, es obvio que hay que reconocer su capacidad para despertar el interés, generar el debate y provocar la reflexión sobre temas de suma actualidad, por lo cual la lectura de su obra es muy recomendable.

Bibliografía

Jameson, F., 2016, “An American Utopia”, en S. Žižek (comp.), An American Utopia: Dual Power and the Universal Army, Verso, Londres, pp. 1-96. [ Links ]

Žižek, S., 1986, La Philosophie entre le symptôme et le fantasme, tesis doctoral bajo la dirección de Jacques-Alain Miller, Universidad de París 8, París. [ Links ]

______, 1989, The Sublime Object of Ideology, Verso, Londres. [ Links ]

______, 1993, L’Intraitable. Psychanalyse, politique et culture de masse, trad. É. [ Links ]

______, 2004a, La Subjectivité à venir. Essais critiques sur la voix obscène, trad. F. [ Links ]

______, 2004b, Plaidoyer en faveur de l’intolérance, trad. F. Joly, Flammarion, París. [ Links ]

______, 2011, De la croyance, trad. F. Joly, Jacqueline Chambon, París. [ Links ]

______, 2012, Violence: six réflexions transversales, trad. N. Peronny, Au diable Vauvert, Vauvert. [ Links ]

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