Existen muchas formas de analizar la relación entre los médicos y la industria de fármacos e implementos médicos (IFIM); una de ellas es agrupar sus efectos en benéficos y en riesgosos.
– Efectos benéficos: a) la industria farmacéutica mantiene constantemente proyectos de investigación gracias a los cuales se han descubierto agentes químicos y biológicos de indiscutible valor terapéutico; b) como consecuencia de estas investigaciones, se manufacturan y distribuyen los productos, poniéndolos al alcance de la profesión médica y de la sociedad.
– Efectos de riesgo: a) la necesidad de la industria farmacéutica de mantener sus ingresos en constante crecimiento; b) la necesidad de mantener campañas publicitarias dirigidas especialmente a los médicos, que incrementan el costo de los fármacos y afectan la economía de los pacientes y las instituciones; c) el abuso o uso inadecuado de los medicamentos por parte de los médicos y del público, particularmente cuando su venta y distribución no está limitada por el requisito de la prescripción médica, como ocurre en numerosos países.
En los últimos años ha quedado claro que la interacción entre la industria farmacéutica y los médicos es amplia e intensa; se inicia con los estudiantes de medicina, continúa con los médicos en formación y persiste por el resto de su actuación profesional. La visita promocional a hospitales públicos y privados fue regulada recientemente y la entrega promocional de muestras médicas ha sido cuestionada: algunos profesionales de la salud apoyan su utilidad para disminuir gastos al paciente de menores recursos, mientras que otros discuten su utilidad médica debido a la sugerencia subliminal de cierta marca al promocionar las muestras. Sin embargo, durante la pandemia de COVID-19, la visita médica y la entrega de muestras se extinguieron; fue valioso socialmente que durante la pandemia varias casas farmacéuticas donaran generosamente productos y medicamentos a algunos pacientes.
Ahora, la industria farmacéutica ya no busca promoción con muestras médicas. Una modalidad publicitaria actual es acercarse al médico joven y la IFIM organiza sus propias reuniones en torno a temas médicos, en las cuales invita a uno o varios ponentes que no necesariamente son líderes académicamente expertos1 y sin intereses vinculados a la IFIM; la intención es la actualización de algún tema de salud relacionado con ciertos productos. En ocasiones, los contenidos de estas “conferencias” son de dudosa calidad científica, con un claro sesgo de interés comercial. Este tipo de cursos habitualmente no son aceptados para puntuación en la recertificación profesional médica, pero numerosos médicos desconocedores de esta circunstancia asisten a ellos como parte de su intención de educación médica continua.
El Comité de Ética y Transparencia en la Relación Médico-Industria (CETREMI),2 de la Academia Nacional de Medicina de México, no manifiesta críticas contra la actualización por expertos en temas médicos y en opciones terapéuticas, pero señala la inconveniencia de que con fines de promoción se denominen expertos a médicos que no reúnan méritos académicos justificados y cuya designación de “experto” conlleva información diseñada y proporcionada por el laboratorio interesado en la venta de un producto; esa calificación de “experto” o “líder de opinión” ocasionalmente es tendenciosa, solo porque ese profesional tiene tiempo en la agenda de la IFIM y no posee amplias credenciales académicas.
Los médicos jóvenes de reciente formación invitados a asistir o a ser “líderes de opinión” a esas reuniones académicas se pueden sentir comprometidos a recetar los productos de la compañía farmacéutica que los invitó, independientemente de los efectos benéficos y sin análisis ponderado comparativo con otras modalidades terapéuticas.
Las fronteras entre la industria y la medicina académica son intrincadas y actualmente la influencia de la industria incide en múltiples aspectos de la formación académica de los médicos. Tomando en consideración lo anterior, CETREMI recomienda lo siguiente:
Que los médicos en formación consideren el potencial sesgo de los eventos académicos organizados por la industria farmacéutica.
Que los médicos invitados como “líderes de opinión” incorporen las otras opciones y posibles ventajas económicas y terapéuticas que existen para el padecimiento en cuestión, aunque estas opciones no estén vinculadas a la casa farmacéutica organizadora del evento.
Que las asociaciones de médicos tengan una relación con la industria farmacéutica equilibrada, de tal manera que el programa académico de las reuniones, congresos o cursos sean planeados por científicos colegiados con amplias calificaciones académicas y éticas; que a los congresos se invite a reconocidos expertos en el tema, con una visión amplia del diagnóstico y el tratamiento del padecimiento, y que esta prioridad prevalezca al recibir apoyo financiero de la IFIM para organizar reuniones médico-científicas.
En toda reunión académica, los médicos conferencistas deben revelar en detalle sus potenciales conflictos de interés.3
CETREMI recomienda a la industria farmacéutica que sus cursos o ponencias sean evaluados y calificados previamente por el respectivo consejo de la especialidad y que busque el aval de este en beneficio de la comunidad médica asistente.