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Estudios sociales. Revista de alimentación contemporánea y desarrollo regional

versión On-line ISSN 2395-9169

Estud. soc. Rev. aliment. contemp. desarro. reg. vol.30 no.56 Hermosillo jul./dic. 2020  Epub 06-Dic-2021

https://doi.org/10.24836/es.v30i56.1018 

Artículos

Practi-torio comunidad y buen vivir: en la búsqueda de alternativas al desarrollo en el sur de Jalisco, México

Practi-torio community and good living: In search of alternatives to development in the Southern of Jalisco, Mexico

Alejandro Macías-Macías* 
http://orcid.org/0000-0002-1359-3402

Yolanda Lizeth Sevilla-García** 
http://orcid.org/0000-0001-5752-7194

*Universidad de Guadalajara, México. Centro Universitario del Sur. Centro de Investigaciones en Territorio y Ruralidad. Av. Enrique Arreola Silva 883. Col. Centro, C. P. 49000. Ciudad Guzmán, Jalisco, México. Tel. (341) 575 2222, ext. 4600.

**Universidad de Guadalajara, México.


Resumen

Objetivo:

Explicar la forma en la que se ha construido, conjuntamente con habitantes de comunidades rurales del sur de Jalisco, un sistema de intercambio económico y educación comunitaria que pretende convertirse en alternativa al desarrollo individualista occidental.

Metodología:

El practi-torio comunidad y buen vivir trabaja bajo las metodologías de investigación acción participativa revalorizadora y campesino a campesino para el intercambio de saberes y experiencias productivas.

Resultados:

El practi-torio se ha conformado de cuatro grandes áreas: la producción agroecológica, el comercio e intercambio de productos mediante el uso de prácticas provenientes de las economías alternativas, el intercambio de saberes rurales, así como la divulgación de experiencias rurales a través de distintos medios de difusión.

Limitaciones:

Problemas de acceso a algunas comunidades, resistencia de algunos actores respecto de los preceptos que guían al practi-torio, contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace derivado de condicionamientos socioculturales, así como escasez de recursos financieros y humanos, han dificultado que exista una mayor acogida del practi-torio en la región.

Conclusiones:

Reconocemos que la adopción de prácticas tendientes al buen vivir en el sur de Jalisco, será lenta y de largo plazo, pues involucra un sustancial cambio cultural que, por lógica, es paulatino. Por ello, se necesitan intensificar las actividades en las comunidades, donde los propios pobladores se involucren en su definición, organización y ejecución.

Palabras clave: Buen vivir; comunidad; desarrollo; agroecología; saberes rurales; economías alternativas

Abstract

Objective:

Explain how a system of economic exchange and community education has been formed, together with inhabitants of rural communities in southern Jalisco. This system aims to become an alternative to western individualistic development.

Methodology:

The practitorio works under the methodology of revaluation participative action research and the farmer-to-farmer methodology for the exchange of knowledge and productive experiences.

Results:

The practitorio has four main areas: agro-ecological production, product trade with the use of practices from alternative economies, exchange of rural knowledge, as well as dissemination of rural experiences through different media.

Limitations:

Problems of access to some communities, the resistance of some people regarding the precepts that guide the practice, contradictions between what is said and what is done due to socio-cultural conditions, as well as scarcity of financial and human resources have made it difficult for the practitiorio to be more widely accepted in the region.

Conclusions:

We recognize that the adoption of practices tending to good living in the south of Jalisco will be slow and long-term, since it involves a substantial cultural change that, logically, is gradual. Therefore, it is necessary to intensify activities in the communities, where the inhabitants themselves get involved in their definition, organization and execution.

Key words: Good living; community; development; agroecology; rural knowledge; alternative economies

Introducción

La época actual es de alto riesgo para la vida en la Tierra, tanto por la fragilidad de la naturaleza, como por las propias relaciones plagadas de competencia, desigualdad y conflicto. Paradójicamente, es el propio ser humano el causante de su inestabilidad. La irrupción del capitalismo en el siglo XVI y de la aspiración por el desarrollo económico desde la segunda mitad del siglo XX, han provocado modelos de vida basados en el individualismo, egoísmo y competencia; en la creencia de superioridad del hombre sobre el resto de la naturaleza y su encomienda por conquistarla, lo que incluye a la mujer y a las razas consideradas inferiores; en el consumismo material como supuesto factor de riqueza; así como en el abandono del comunitarismo, la complementariedad, solidaridad y reciprocidad, bajo la creencia de que limitan al individuo para ser innovador y alcanzar su plenitud.

Las consecuencias de ello están a la vista: degradación ambiental, cambio climático y desaparición de especies; privatización de la naturaleza; desigualdad económica a nivel de personas y países; conflictos sociales crecientes y sensaciones de infelicidad, aun teniendo seguridad económica; discriminación por diferencias de raza, género, preferencias sexuales, religión, condición económica o cultural, así como por mantener y difundir formas de conocimiento calificadas como “no válidas” por la cultura hegemónica.

Ante ello, diversos grupos buscan nuevas formas de vida que den salida a la actual crisis. En Abya Yala (nombre utilizado por los pueblos originarios de América para identificar a este continente, como muestra de resistencia a la imposición y subyugación histórica europea), una de las iniciativas más consistentes para responder a este reto es el buen vivir, surgido en los años ochenta y noventa del siglo XX, como una reinterpretación de las formas de vida de los pueblos andinos y amazónicos. El buen vivir es resultado de luchas de resistencia y reivindicación, que los pueblos indígenas y sus acompañantes mestizos han realizado por más de quinientos años. Su trascendencia y consistencia le ha permitido extenderse por todo el continente y más allá, al proponer formas de vida que permitan la realización de las personas bajo los principios de respeto y convivencia con la madre naturaleza, así como con nuestros semejantes y diferentes.

En la región sur del estado de Jalisco, en el occidente de México, donde la modernización posrevolucionaria del siglo XX y la agroindustria hortofrutícola instalada desde la década de 1980, causan graves daños al medio ambiente, amenazan procesos culturales y arrebatan condiciones de vida a los productores de pequeña escala y sus familias, desde 2013 se conjuntan esfuerzos entre académicos, estudiantes, agricultores y jefas de familia, para resistir a ese modelo de desarrollo a través del Practi-torio Comunidad y Buen Vivir (Pracbvi). En él se implementan distintas estrategias de producción e intercambio de bienes, servicios y saberes, que sean congruentes con los principios del buen vivir. Dicho modelo se conforma a diario de manera colectiva, fortaleciendo procesos, así como corrigiendo errores y limitaciones. En una primera etapa los resultados son positivos, lo que da la pauta para impulsar nuevas estrategias que permitan su consolidación y ampliación.

El buen vivir. La alternativa de Abya Yala al desarrollo

Cuando a finales del siglo XX se derrumbaba la Unión Soviética, caía el muro de Berlín y terminaba la guerra fría, diversos pensadores hablaron del “fin de la historia”, dado que el liberalismo económico permitiría impulsar el desarrollo en todos los países (Fukuyama, 1992). Sin embargo, a la par de dicha euforia también se fortalecían en distintas partes del planeta las críticas a la modernidad, al desarrollo y a sus consecuencias, a la vez que surgían propuestas de otros modos de vida que fueran respetuosos con la naturaleza, con los demás seres humanos y con la diversidad cultural. Surgieron así nuevas interpretaciones de prácticas ancestrales como el ubuntu africano o el swaraj ecológico indio, así como opciones inéditas como el decrecimiento europeo.

Por su parte, en Abya Yala, a finales de los años ochenta y principios de los noventa, se comenzó a hablar sobre la opción del buen vivir o vivir bien, derivada de nociones atávicas como el Sumak Kawsay de la nación Kichwa (Viteri, Tapia, Vargas, Flores y González, 1992), Suma Qamaña de la etnia Aimara (Conamaq, 2008), Allin Kawsay del pueblo Quechua (Rengifo, 2002), Shiir Waras de la etnia Achuar (Descola, 1986) o Ñande Reko del pueblo Guaraní (Melia, 2002), así como de Küme Mongen de los Mapuche (Rojas y Soto, 2016) y Ütz K’aslemal de los pueblos Maya (Confluencia Nuevo B´aqtun, 2014).

En términos generales, y aun reconociendo que el buen vivir es todavía un campo en formación, al ser una reinterpretación contemporánea de diversas cosmovisiones indígenas (Gudynas y Acosta, 2011), en este trabajo lo entendemos como un sistema de vida cuyas acciones permiten aspirar a la vida en plenitud, con equilibrio material y espiritual; entre pensar y sentir, así como con toda forma de existencia; donde se conviva en armonía con todos los seres y ciclos de la Madre Tierra, el cosmos, la vida, la historia y uno mismo; en complementariedad con semejantes y diferentes para reconstruir lo que ha sido fragmentado por la cultura de la destrucción.

La definición anterior constituye una aspiración y no una realidad social, ni un estado que pueda obtenerse fácilmente o de manera plena. Puede decirse que es más bien un tipo ideal, entendiendo este término como lo hace Max Weber, es decir, como una construcción conceptual para aprehender los rasgos esenciales de un fenómeno social, aunque ese tipo ideal no pueda ser encontrado de manera pura en la realidad. Además, aunque el buen vivir proviene de las enseñanzas propias de las culturas andinas y amazónicas ancestrales, no pretende ser una traducción literal de las mismas, situación que sería imposible ya que éstas fueron fraguadas en un espacio y tiempo particular. Por el contrario, es una reinterpretación contemporánea de tales enseñanzas, cuyos principios generales se pueden aplicar a cualquier grupo social. En todo caso, lo que sí se requiere es readecuar las acciones para aspirar a ello, conforme a las propias pautas socioculturales de cada comunidad. Dicho lo anterior, podemos identificar los siguientes principios básicos generales del buen vivir:

1.- Animismo y vitalismo. Reconoce a la Tierra como organismo viviente, donde todo lo que existe, sean humanos, animales, plantas, suelos, aguas, etc., son entes vivos y vivificantes (Medina, 2010), y la vida es resultado de la complementariedad entre lo físico y lo espiritual (Oviedo, 2012). En esta concepción, el ser humano no es el centro de la vida, sino un elemento más en su ciclo, de manera que su inteligencia no debe ser utilizada para intentar manipular a la naturaleza, sino para convivir y compartir en armonía complementaria con ella (Oviedo, 2013).

2.- Reconocimiento y valoración de los saberes ancestrales. La ciencia occidental no es la única forma de adquisición de conocimientos válidos respecto del universo, el mundo y quienes residimos en él. Por el contrario, las llamadas ciencias endógenas, generadas a partir del conocimiento y la sabiduría de las culturas originarias, así como del diario caminar de los diferentes grupos sociales, son resultado de formas particulares de ver el mundo, que se han construido a través del tiempo y han permitido a sus pueblos vivir en interacción permanente con el entorno. Este conocimiento no se genera solo a partir de la razón, sino también por los sentimientos de las personas, siendo por ello un conocimiento sentipensante (Confluencia Nuevo B´aqtun, 2014) que adquiere gran relevancia para la resolución de muchos de los problemas actuales.

3.- Paradigma comunitario. A diferencia del individualismo que caracteriza a la cultura forjada en torno al desarrollo económico, para las culturas ancestrales lo que prevalece es el espíritu comunitario, fundamentado en el reconocimiento de que cada ser es por sí mismo incompleto y todos necesitamos de todos para vivir (Medina, 2010). Esta convicción de interdependencia crea un sentimiento de pertenencia a la comunidad, pues se sabe que en la medida en que ésta viva bien, también lo harán sus integrantes. Así, se privilegia la solidaridad y la cooperación, en lugar de la competencia y lucha de contrarios; el consenso sobre la imposición de las mayorías; el acompañamiento cuando hay un desfase en la armonía comunitaria y no las prácticas represivas; la igualdad y el respeto entre diferentes en lugar de la discriminación y el aislamiento.

4.- Complementariedad. A diferencia de la cultura moderna, que promueve la lucha entre opuestos, en el buen vivir prevalece la complementariedad entre los mismos, de manera que cada ente posee una contraparte a la que respeta y apoya, pues ello permite mantener la vida en armonía. Por ejemplo, hombres y mujeres, en cualquiera de sus manifestaciones de género, son entes antagónicos que se complementan para dar continuidad a la vida. Ambas fuerzas ostentan igual valor y significación, de manera que ninguna de ellas puede imponerse sobre la otra o intentar anularla o eliminarla.

5.- Agrocentrismo y Agroecología. Todas las actividades involucradas en el manejo integrado de los ecosistemas y en la producción de alimentos deben encontrarse en el centro de la vida, pues no solo vinculan las relaciones humanas con la naturaleza, sino también configuran el espacio en que se logran satisfacer las necesidades fundamentales para la vida del ser humano. En ese sentido, la agricultura en su expresión más amplia, no solo significa producción de alimentos y de otros insumos o satisfactores, sino debe también implicar una relación fraternal con la naturaleza.

Por ello, en la búsqueda del buen vivir se fomentan formas de producción sustentables, como la agroecología, donde los principios ecológicos permiten diseñar y manejar agroecosistemas productivos que sean conservadores de los recursos naturales y también sean culturalmente sensibles, socialmente justos y económicamente viables (Altieri, 1999). En este enfoque, los agroecosistemas son

las unidades fundamentales de estudio, [donde] los ciclos minerales, las transformaciones de la energía, los procesos biológicos y las relaciones socioeconómicas, son investigados y analizados como un todo… [Así] interesa no sólo la maximización de la producción de un componente en particular, sino la optimización del agroecosistema total (Altieri y Nicholls, 2000, p. 14-15).

La agroecología permite recrear una infinidad de paisajes, con variedad ecológica y diversidad biológica (Toledo, 1990), pero va más allá de los aspectos exclusivamente agronómicos y ecológicos, para considerar también las prácticas de los productores, así como los movimientos sociales y políticos que reivindican este tipo de agricultura. De esta forma se promueven cambios de fondo en los sistemas de producción agrícola y en las relaciones desiguales existentes entre productores de pequeña escala y grandes agronegocios (Toledo, 2019).

6.- Economía comunitaria y solidaria. En 1944 Karl Polanyi criticó la idea de que el intercambio mercantil fuera la única forma de transmisión económica de recursos. Por el contrario, argumentó que han existido y existen otras dos formas de intercambio económico, como son la reciprocidad y la redistribución (Polanyi, [1944] 1989).

La reciprocidad implica el intercambio diacrónico, bilateral o circular, de bienes y servicios entre individuos pertenecientes a una comunidad (Manzanilla, 1983), donde prevalecen principios de solidaridad y no de lucro. Este mecanismo de intercambio está en la base de las llamadas economías alternativas, dentro de las cuales se encuentra la economía solidaria, la cual busca establecer relaciones de producción, distribución, consumo y financiamiento productivo, que estén basadas en valores de reciprocidad, cooperación, justicia y ayuda mutua. La economía solidaria coloca a las personas y su trabajo en el centro del sistema económico, mientras que los mercados cumplen un papel instrumental al servicio del bienestar de todos y de la reproducción de la vida en el planeta (Pérez de Mendiguren, Etxezarreta y Guridi, 2009).

Aunque la economía solidaria funciona en el marco de la economía de mercado, se fundamenta en modos y relaciones distintas a las puramente lucrativas, pues además de la reciprocidad y ayuda mutua, prevalece el interés por el respeto de los derechos humanos, la protección del medio ambiente, la dignidad de las personas, así como la democratización de las decisiones económicas (REAS, 2011; OXFAM Intermom, 2018).

De acuerdo con Razeto (1997), los proyectos de economía solidaria: 1) son experiencias asociativas, donde el factor predominante es el trabajo y no el capital; 2) surgen para enfrentar necesidades económicas, pero se extienden hacia otras dimensiones de la vida social; 3) promueven la participación autogestiva y autónoma; 4) buscan superar la fragmentación y el aislamiento a través de la formación de coordinaciones y redes; 5) movilizan recursos no convencionales como la conciencia social, la cultura organizativa, la creatividad popular y la ayuda mutua, entre otras; 6) intentan resolver necesidades múltiples a través de la optimización de recursos de la comunidad; y 7) buscan ser iniciativas "distintas" a las formas organizativas predominantes, por lo que en ocasiones contribuyen a formar sociedades más justas.

La economía solidaria puede implementarse en áreas como la producción de bienes y servicios no perjudiciales para personas, sociedad o medio ambiente; la generación de empleos en condiciones dignas; el comercio alternativo y el consumo crítico, así como las finanzas éticas que apoyen proyectos sociales, ecológicos o culturales con impacto transformador.

7.- Educación comunitaria. A diferencia de la educación institucionalizada contemporánea, que intenta conocer a la naturaleza para dominarla (Pratec, 1993), la educación comunitaria promueve un cambio de estructura educativa en la cual los educandos tomen conciencia colectiva de su realidad e integración con la naturaleza, para que puedan transformar conductas social y ambientalmente destructivas, sustituyéndolas por otras basadas en la solidaridad y el aprendizaje para el bien vivir.

En el diseño de un proyecto de educación comunitaria creemos importante considerar las siguientes experiencias:

  1. Los planteamientos de Ivan Ilich ([1971] 2011), sobre impulsar nuevas tramas educacionales que aumenten la oportunidad para que los individuos transformen cada momento de su vida en un momento de aprendizaje. Ello implica salir de las aulas y aprender en la vida diaria a través de las propias experiencias.

  2. La pedagogía liberadora de Paulo Freire, en la cual los educadores dejan de ser simples mensajeros del status quo, para convertirse en educadores-educandos, que trabajan conjuntamente con los educandos-educadores (Freire, 1970). Esta pedagogía prioriza en el educando su concientización crítica respecto de la realidad, para que éste pueda comprometerse en su transformación (Freire. 1970). Por ello, para Freire resulta fundamental una educación dialógica o conversacional, que permita compartir ideas, generar socialización, así como comprender el mundo y su realidad, sobre la base de dos dimensiones que deben interactuar: la reflexión y la acción. Cuando falta reflexión, sólo hay activismo, es decir, acción por la simple acción; mientras que, si no hay acción, el diálogo se convierte en demagogia que no genera un compromiso por la transformación (Freire, 1970).

  3. La educación indígena. La manera como tradicionalmente han aprendido los indígenas también que debe ser recuperada por la educación comunitaria. Un caso relevante es el de las sociedades andinas, en las cuales la educación se lleva a cabo en el ayllu o comunidad, por ser ahí donde se cultivan los nexos tanto con la familia y los vecinos, como con el espacio físico y espiritual. En este entorno, los niños y adultos “adquieren las destrezas y formas de conocimiento, a través de su participación en las actividades e interacciones estructuradas por la sociedad” (García-Rivera, 2000, p. 54), bajo un proceso que Rogoff (1993) llama “participación guiada”. En él, los expertos de la comunidad brindan a los aprendices diversas guías para mejorar sus destrezas y ampliar sus conocimientos, mientras estos organizan situaciones en las que aquellos les ayudan para su desarrollo (García-Rivera, 2000). Así, el aprendizaje se estructura desde la concepción “estudio, trabajo y producción” (Vargas, 2007, p. 19), dejando de ser una mera recepción de conocimientos, para convertirse en un proceso social donde los individuos aprenden habilidades valoradas por la comunidad (Vargas, 2007).

  4. El modelo de escuela campesina. Este tipo de escuela, surgida en Abya Yala en la década de 1970, consiste en un modelo educativo informal en el cual los campesinos intercambian saberes, conocimientos y experiencias obtenidas en el transcurso de su vida y en su relación con la naturaleza. En ella, los asistentes se capacitan en actividades y prácticas agri-culturales, con el fin de mejorar sus condiciones de vida, entre las que se encuentran los conocimientos de agroecología, agricultura familiar o de traspatio, agricultura orgánica, permacultura, organización comunitaria, ecoturismo, organización autogestiva, artesanía y gastronomía regional, tianguis de productos sanos, limpios e innocuos, etc. (Lozano, Ordoñez y Mata, 2011).

Las escuelas campesinas se orientan por principios de conocimiento compartido, recuperación de saberes, comunicación dialógica, pensamiento crítico, defensa de la sustentabilidad, integración de teoría con práctica, participación social, organización autogestionaria, solidaridad, cooperación y formación de ciudadanía democrática (Lozano et al., 2011). Suelen funcionar bajo la metodología campesino a campesino, de la que hablaremos más adelante.

Agroindustria en el sur de Jalisco, México

El sur de Jalisco, México, es una región con gran fertilidad de suelos y riqueza acuífera, al estar atravesada por distintas sierras. Por ello, históricamente ha sido una región atractiva para la producción agropecuaria y desde 1985 se vive un paulatino, pero intenso proceso de reconversión agrícola hacia el cultivo de frutas y hortalizas, en los que México presenta ventajas comparativas.

Dos tipos de agroindustrias resaltan en la actualidad: la de aguacate, que en 2019 alcanzó 20,315 hectáreas plantadas, con una tasa de crecimiento promedio anual de 23.2 % en el periodo 2000-2019, y la de frutillas o berries (frambuesa, arándano, zarzamora y fresa), cuyas siembras en ambientes protegidos sumaron 5,337 hectáreas en 2019, con una tasa de crecimiento promedio anual de 37.1 % entre 2006 y 2019 (Sader-SIAP, 2020).

La expansión de estas dos agroindustrias y de algunas más (caña de azúcar, agave tequilero y pastos para ganadería), ha traído consecuencias importantes para la naturaleza y los agricultores. En el caso del aguacate, su crecimiento se ha dado en buena medida a costa de los bosques. Un estudio realizado sobre un territorio de 456,895 hectáreas de sierra en la región, mostró que entre 2003 y 2017 se perdieron 28,145 hectáreas de bosque (6.2 %), a la vez creció la superficie de huertos en 18,112 hectáreas, los pastizales en 7,128 hectáreas, la agricultura de riego en 5,203 hectáreas y los invernaderos en 1,806 hectáreas (IIEG, 2017).

La disminución de mantos freáticos es otra consecuencia negativa de la moderna agroindustria, tanto por la pérdida de bosque, como por las obras de infraestructura de riego que se generan para captar agua de lluvia u obtenerla de fuentes subterráneas. Así, mientras el acuífero subterráneo de Ciudad Guzmán (cuyo territorio abarca la zona donde mayor número de huertas de aguacate e invernaderos existen), tenía en 2007 un superávit en la disponibilidad media anual de agua de 135.08 millones de metros cúbicos (mm3) (DOF, 2007), para 2018 ya presentaba un déficit de 26.92 mm3 anuales (DOF, 2018).

Otros daños a la naturaleza son: contaminación de mantos acuíferos superficiales, tanto por la infiltración de agroquímicos, como por los lodos que bajan de las montañas debido al proceso de erosión generado con los cambios de uso de suelo; afectación a la flora y fauna (especialmente abejas y pérdida de plantas endémicas usadas para medicina tradicional), por el uso de agroquímicos perjudiciales a las mismas, así como las modificaciones en el paisaje por la presencia masiva de plásticos usados en invernaderos. En cuanto a los productores agrícolas de pequeña escala, las agroindustrias los han desplazado gracias a su poder económico que les permite acceder a los mejores recursos territoriales (tanto físicos como humanos). Como consecuencia de ello, la superficie destinada a cultivos básicos para la alimentación local ha disminuido (36.6 % en el caso del maíz y 51.3 % en el frijol, entre 2003 y 2019), poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de muchas familias locales.

Es en ese contexto que a partir de 2013 surge el Practi-torio Comunidad y Buen Vivir (Pracbvi), como un esfuerzo conjunto de académicos y estudiantes de la Universidad de Guadalajara, agricultores de pequeña escala y diversas familas de las localidades rurales de la región, a fin de poner en práctica los principios del buen vivir.

Practi-torio Comunidad y Buen Vivir

El Pracbvi es una propuesta comunitaria que busca poner en práctica una serie de acciones alternativas a las actualmente hegemónicas, con el fin de establecer una relación fraternal del ser humano con la naturaleza y el entorno, para vivir bien. Se compone de tres ejes básicos que consideran áreas fundamentales para el buen vivir: agricultura sustentable, economías alternativas y educación comunitaria. De igual manera, existe una cuarta área cuya función es divulgar lo que se realiza en las otras tres, así como también la realidad regional vista desde los propios actores en ella participantes (ver Figura 1). El Pracbvi funciona a través de la metodología de investigación acción participativa revalorizadora (IAPR), que definimos, a partir de una relectura de Fals (1981; 1985), Selener, 1997) y Delgado, 2013), como un método a través del cual el o los investigadores se insertan en una comunidad y, conjuntamente con los miembros de ésta, colectan y analizan información respecto a sus condiciones históricas y estructura social. A través de ello se desarrollan grupos de acción para que entre todos surja la conciencia individual y colectiva, así como una investigación militante que permita actuar sobre los problemas comunitarios, con el propósito de encontrarles soluciones y promover transformaciones políticas y sociales. La IAPR recrea, revaloriza e innova los saberes locales y los conocimientos ancestrales a través del diálogo de saberes entre comunidades indígenas y campesinas, sociedades mestizas y comunidades científicas, en la perspectiva de encontrar alternativas conjuntas a la sostenibilidad de la vida en el planeta.

Fuente: elaboración. propia.

Figura 1 Practi-torio Comunidad y Buen Vivir.  

De igual manera, en el Pracbvi se incorporan también los principios de la metodología campesino a campesino (MCAC), aun cuando no se traten de espacios propiamente agrícolas. Esta metodología consistente en un proceso dinámico y flexible, de generación y transferencia horizontal de información y conocimientos, que se adecua a la realidad y que, por su flexibilidad, puede ser innovada constantemente (Díaz, 2000). En ella, los personajes centrales son los habitantes de las comunidades, quienes, al participar como artífices de su propio proceso, enseñan y a la vez aprenden, en tanto que científicos y técnicos juegan el rol de facilitadores.

La MCAC se basa la promoción de técnicas de transmisión de conocimientos de efecto rápido, múltiple y reconocible, experimentadas en pequeña escala, bajo un proceso de aprendizaje que empieza despacio para limitar el riesgo. Parte fundamental es que se enseña con el ejemplo, bajo el intercambio de experiencias y esquemas de acción-reflexión-acción (Díaz, 2000). Utiliza, además, diversas herramientas metodológicas para facilitar el intercambio de información, tales como demostraciones en campo, sociodramas, canciones, dinámicas, testimonios de vida, videos, materiales escritos, cursos, reuniones, jornadas de capacitación, encuentros regionales y nacionales, etcétera. La MCAC se sustenta en principios ecológicos, de solidaridad y de innovación (Holt-Giménez, 2008), pues implica un acto de resistencia a la imposición de modelos de “desarrollo” que resultan perjudiciales para el medio ambiente y para las economías locales populares.

Las áreas del Pracbvi

1. Kuautlali. Parcela de Investigación para la Agricultura Sustentable. Es un proyecto de parcelas agropecuarias, donde se realizan investigaciones con técnicas agroecológicas y para el rescate de cultivos arraigados en la región. Su objetivo es acrecentar el diálogo entre productores y universitarios, sobre actividades experimentales de agricultura sustentable, cuyos resultados puedan reproducirse en las comunidades. Así se genera la posibilidad de que los agricultores puedan acceder a opciones productivas que no dependan tanto de insumos y agentes externos.

La parcela Kuautlali (que en lengua nahuatl significa tierra de monte), inició en 2013 en un predio de alrededor de una hectárea perteneciente al Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara (Cusur-UDG). En ella se han impulsado proyectos de rescate del maguey pulquero (especie regional en peligro de desaparecer), cultivo agroecológico de amaranto, huazontle, maíz criollo, jitomate amarillo y morado, diversidad de chiles criollos, plantas medicinales, entre otros. También, se ha trabajado en pruebas para la producción de lombri-composta a través del estiércol de bovinos, porcinos u ovinos y en la creación de un banco de semillas agroecológicas, algunas de ellas criollas. En Kuautlali se han realizado distintos eventos para incentivar la agroproducción sustentable como el taller de agroecología, el programa de protección al maguey pulquero y el taller de producción agroecológica en un metro cuadrado. Además, de 2013 a 2016 se organizó el Festival del Maguey y el Pulque en el sur de Jalisco.

Dado que la agroecologia implica la combinación de saberes y tecnologías ancestrales, con adelantos científicos y tecnológicos modernos para producir sustentablemente, en 2015 se obtuvo financiamiento del gobierno de México para la instalación de siete invernaderos de 102 m2 cada uno, destinados a la producción de policultivos. De igual manera, se instaló infraestructura de riego por goteo y por aspersión para la producción a cielo abierto y se colocó una membrana para la cría agroecológica de peces.

Para 2020 se tiene planeado impulsar el sistema Milpa Intercalada con Árboles Frutales (MIAF), a fin de recuperar el modelo productivo de milpa (cultivo de maíz, asociado con frijol u otra leguminosa, además de calabaza), a la vez de plantar árboles frutales para consumo local. Como se ha mostrado en otros entornos (Cortés et al., 2016), este sistema permitirá que diversos cultivos crezcan en una intensa interacción agronómica, favoreciendo la producción de alimentos estratégicos para la seguridad alimentaria local y el incremento del ingreso neto de las familias productoras. Igualmente permitirá un uso más eficiente del agua de lluvia y ayudará a aumentar el contenido de materia orgánica en el suelo, controlando la erosión hídrica.

Aunque Kuautlali ha facilitado procesos de aprendizaje sobre agroecología en la región, requiere ahora extenderse a las propias comunidades. Por ello, a partir de 2020, a través de un proyecto apoyado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), a través de los Programas Nacionales Estratégicos (Pronaces), se instalarán nuevas parcelas agroecológicas experimentales en distintas comunidades de la región, buscando que los agricultores tengan un papel más activo en su instrumentación y administración.

2. Pochtecatl. Tianguis de Economías Alternativas. Cuando en 2014 se había cumplido un año de la formación de Kuautlali, quienes trabajaban en ella se dieron cuenta que la producción sustentable era necesaria pero no suficiente para las familias rurales. Por un lado, aunque la producción agroecológica tuviera como primer destino el autoconsumo, generalmente existían excedentes sobre los cuales era necesario crear un mecanismo para ser intercambiados o comercializados en condiciones justas productores y consumidores. Por otro lado, las familias rurales dependen cada vez menos de la agricultura para subsistir, de manera que en muchas de ellas existían otras actividades artesanales o comerciales que se necesitaban fortalecer.

Estas dos razones dieron origen al tianguis Pochtecatl (llamado así en referencia a los mercaderes que existían en el imperio Azteca), que funciona un día por semana en las instalaciones del Cusur-UDG. En él participan productores y comerciantes de la región, quienes venden distintos tipos de productos, desde alimentos frescos, producidos de manera sustentable, hasta alimentos elaborados, artesanías, libros, productos de medicina tradicional obtenidos a través de plantas e incluso productos sanitarios para el cuidado de la mujer, creados de forma sustentable. Para poder participar en el Pochtecatl, donde no se cobra ninguna cuota monetaria, los comerciantes deben que cumplir los siguientes requisitos:

  1. Ser actores económicos regionales en pequeña escala;

  2. Que sus productos sean elaborados con materiales mayoritariamente regionales, obtenidos por ellos mismos o por otros pequeños productores;

  3. Que sus productos y las materias primas con que se elaboraron, hayan sido obtenidos respetando al medio ambiente, además de ser sanos para los consumidores y que una vez consumidos, no generen desperdicios nocivos para la naturaleza. Por ello, en el tianguis no se permite el empleo de plásticos de un solo uso.

A través del Pochtecatl se busca apoyar a las familias rurales con base en el fomento de las economías alternativas, pero sin dejar de reconocer que, en el contexto actual, la economía mercantil también cumple una función importante. Por ello, en el intento de paulatinamente introducir valores que caracterizan a las economías solidaria y comunitaria, como la reciprocidad antes que la competencia, se ha establecido como práctica no permitir que muchos comerciantes vendan un mismo producto. Se impulsa, también, el comercio justo, en que los universitarios reconozcan el valor intrínseco de los productos que adquieren y los comerciantes ofrezcan productos locales sanos, elaborados mediante el respeto a la naturaleza. Otra actividad más son las experiencias de intercambios a través de trueques que regularmente se realizan entre los propios comerciantes y en ocasiones con los consumidores.

Las campañas han sido un mecanismo fundamental para acercar a productores, comerciantes y comunidad universitaria hacia los objetivos del tianguis. Algunas de estas han sido: uso cero de popotes de plástico; prohibición de envases desechables y materiales de plásticos de un solo uso, además promoción de la estrategia “trae tu plato y vaso no desechable”; obtención de composta a partir de “basura” orgánica; promoción de la economía de trueque; integración de cadenas productivas locales y artesanales para la venta de productos en el tianguis; creación de la cooperativa y banco de alimentos para apoyo a estudiantes con vulnerabilidad económica; no venta de carne, sobre todo si se obtiene a través del abuso de animales. La impartición de talleres sobre distintos tópicos de interés para quienes participan en el tianguis, han permitido acrecentar los conocimientos de los mismos sobre aspectos relacionados con las economías alternativas, además de fortalecer los lazos comunitarios entre los comerciantes y otros asistentes.

En el tiempo que lleva funcionando Pochtecatl han participado alrededor de setenta comerciantes, siendo de destacar que la mayoría son mujeres de distintas comunidades, cuyas historias están marcadas por la defensa de los productos locales, la protección del medio ambiente y la resistencia hacia los procesos agroindustriales que amenazan sus territorios. Por ejemplo, Angelina aplica la agroecología y utiliza semillas criollas para producir los ingredientes de los alimentos que prepara; es además médica tradicional y elabora artesanías a partir del lirio que crece en la Laguna de Zapotlán, de manera que difunde la necesidad de cuidar las plantas endémicas de la región.

Martha y Sonia desarrollan en sus comunidades programas de trabajo con mujeres para el aprovechamiento agroecológico de sus tierras. Promueven la parcela como espacio liberador para mujeres jefas de familia y son defensoras del territorio, organizando asambleas comunitarias para evitar la deforestación del bosque.

Noemí y Bertha son herederas de recetas tradicionales, entre las que se encuentran los tacos tuxpeños (tortilla pequeña de maíz, que lleva carne de cerdo, frijol, requesón o papa guisada) y la Coaxala (caldo prehispánico espeso a base de maíz, con carne de pollo o cerdo). Ambos platillos se preparan, entre sus ingredientes, con jaltomate, variedad de tomatillo endémico de la sierra local, que se encuentra en peligro de desaparecer por la deforestación. Ante ello, estas mujeres participan en una red de cocineras tradicionales nahuas que defienden las recetas ancestrales, sus ingredientes tradicionales y plantas de los que se derivan.

Gabriela y Lupita promueven alternativas sustentables para el cuidado femenino, impulsando espacios de discusión entre mujeres para lograr mayor sororidad, cuidado entre ellas, protección del medio ambiente y reciclado de materiales. Carmen y Pedro son apicultores que luchan por defender a las abejas en un entorno agroindustrial adverso para ellas, a través de un programa de educación ambiental que ellos organizan. Elizabeth, Vicente y Magdalena trabajan medicina tradicional a partir del conocimiento de plantas endémicas de la región, promoviendo la aromaterapia y los masajes tradicionales, en tanto que Lupita y los miembros de la empresa Acampo desarrollan un modelo de producción sustentable y cocina orgánica, que acompañan con un programa de turismo rural orientado al cuidado del medio ambiente.

Finalmente, Esther y Rosita, dedicadas a la repostería, representan uno notable ejemplo de transición hacia prácticas más sustentables a partir de su integración al Pochtecatl. En un principio, sus productos eran elaborados con harinas y azúcar refinadas, provenientes de supermercados. Sin embargo, a través de las pláticas y talleres en el tianguis se convencieron de cambiar, de manera que en la actualidad elaboran sus productos con harinas integrales y stevia, compradas a pequeños productores locales o elaboradas por ellas mismas (como la harina de avena).

En seis años de vigencia de Pochtecatl, existen destacados logros en la vinculación entre pequeños productores, comerciantes locales y la comunidad universitaria, que hoy conoce a estos actores y valora sus productos, funcionando así el comercio justo. De igual forma, aunque todavía se vislumbran diversos rasgos de competencia y egoísmo en la relación entre los comerciantes, la promoción de las economías alternativas ha motivado un cambio de actitud entre ellos, que ahora encuentran nuevas oportunidades a través de las relaciones de intercambio basadas en la reciprocidad. La promoción de la sustentabilidad en la producción y venta de productos ha generado mayor conciencia ambiental entre vendedores y compradores, en tanto que también se han incrementado las acciones en defensa de los saberes locales y de reivindicación de las mujeres en la economía.

3.- Escuela Maríiya de Saberes Rurales. Es una escuela de carácter informal, cuya finalidad consiste en intercambiar saberes entre los habitantes de las comunidades, así como recuperar prácticas tradicionales de producción, intercambio, consumo, etc. Se realiza cada dos meses, en sesiones de dos días, en las cuales participan mujeres y hombres de distintas edades. Maríiya, que en idioma Wixarika significa conocer o saber, busca recuperar varios de los elementos de la educación comunitaria a través de una metodología que comparte los mismos principios que la de campesino a campesino. Funciona a través de tres módulos:

A) Módulo de intercambio de saberes rurales. En ellos las personas comparten un saber relacionado con alguna técnica de agricultura sustentable, una estrategia para fortalecer la seguridad alimentaria, u otro tipo de saberes rurales, como medicina tradicional, ginecología natural, historias de tradición oral, elaboración de artesanías, recetas de cocina tradicionales, etc. Este módulo constituye la parte central de la escuela al fomentar el diálogo de saberes, incluso con la comunidad científica, pues también participan estudiantes y profesores. De hecho, la “cuota” de inscripción a la escuela es precisamente el compromiso de impartir un saber. Con objeto de ampliar la socialización de cada saber e incrementar las posibilidades de que estos no se pierdan con el tiempo, los redactores de la escuela elaboran fichas escritas, que después son conjuntadas en documentos para beneficio de la comunidad y de otros actores.

B) Módulo sobre agroecología. En él, las y los asistentes toman talleres sobre técnicas de agroecología que, posteriormente, aplican en la huerta de la escuela. Las actividades que se realizan en la huerta explican por qué las sesiones son cada dos meses, pues lo que se siembra en una de las sesiones, se cosecha en la siguiente, sirviendo para el alimento de los asistentes. Además, estos efectúan intercambios de alimentos que cada quien prepara en sus hogares. La intención del taller de agroecología es que quienes asisten puedan posteriormente aplicar las técnicas aprendidas, tanto en la parcela Kuautlali, como en sus propios predios.

C) Módulo sobre alimentación alternativa. Con la finalidad de fortalecer la seguridad alimentaria, se organizan talleres sobre alternativas de alimentación, incluyendo estrategias para la transformación de alimentos obtenidos a través de la agroecología. La escuela se complementa con otros talleres sobre temáticas diversas que se sean importantes para la comunidad, constituyendo el punto nodal del Practi-torio, pues en ella confluyen las experiencias de la parcela agroecológica y las que provienen del tianguis, ya que todos los participantes en estos, adquieren el compromiso de asistir a las sesiones de Maríiya. Un proyecto para el futuro próximo de Maríiya, consisite en incorporar algunos módulos para la educación de niños y jóvenes en agroecología, economías alternativas, etc., los cuales, además de servir para su formación, puedan ser reconocidos por alguna instancia oficial, a efecto que sirvan a los jóvenes para acceder a mejores condiciones laborales.

4. El programa de difusión comunitaria es el cuarto proyecto del PRACBVI. Lo hemos denominado El Huitlacoche por ser este hongo, que nace en las mazorcas de maíz, un símbolo de resistencia a la agricultura científico-técnica que lo considera plaga dañina. De igual manera, el programa de difusión comunitaria también pretende convertirse en un espacio de resistencia en favor de la agricultura campesina y ecológica. La parte esencial del Huitlacoche será un proyecto de radio comunitaria que esperamos iniciar pronto. Aunque en un principio no podrá ser una estación de radio con programación permanente (pues el practi-torio no cuenta con el espectro para ello), pretende convertirse en un espacio para que los productores rurales de pequeña escala puedan exponer sus experiencias, problemáticas, formas de pensar, etc., respecto de su actividad productiva y su vida en las comunidades a las que pertenecen.

La mecánica de trabajo consistirá en la grabación de entrevistas a distintos actores, quienes podrán expresar libremente y sin ninguna restricción sus puntos de vista respecto a un tema. Posteriormente, estas entrevistas serán transmitidas sin edición (salvo aquellas partes que el entrevistado desee que no aparezcan), y al concluir se desarrollarán mesas de diálogo e intercambio entre académicos y actores sociales, para discutir el contenido. Una segunda opción será la realización de sociodramas para transmitir la información sin comprometer al entrevistado. En ellos se realizarán algunos ajustes de forma a efecto de que el programa pueda ser más ameno para el auditorio. Los programas generados por la radio comunitaria se grabarán para, posteriormente, ser difundidos en distintas estaciones locales; también se trabaja para poder transmitirlos a través de Internet.

Un segundo proyecto de difusión es la publicación de la gaceta Teocintle, cuya temática es la de proporcionar información sobre prácticas agriculturales que realcen la alimentación sana y sustentable en el sur de Jalisco y en otros entornos; de igual manera se incluyen otros temas sociales y culturales de sustantivos para el buen vivir, tales como los feminismos en sus diversas acepciones, las estrategias de educación popular liberadora, las economías alternativas, el rescate de saberes tradicionales, el cuidado de distintas riquezas naturales, etc. Teocintle se publicará de manera quincenal, por vía electrónica para disminuir su impacto negativo en el medio ambiente. No obstante, se imprimirán algunos tomos a efecto de hacerlos llegar a las comunidades con mayores dificultades para acceder a internet.

El Pracbvi como propuesta integral alternativa al desarrollo

EL Pracbvi se compone de cuatro áreas fundamentadas en tres pilares básicos en la filosofía del buen vivir: la agroecología sustentable (particularmente la agroecología), las economías alternativas y la educación comunitaria. Aunque cada una de estas áreas manifiesta vida propia, funcionan en estrecha integración unas con otras. Así, por ejemplo, parte de la producción obtenida en la parcela Kuautlali y la que se genera en las comunidades a partir de tales experiencias, se vende en el tianguis Pochtecatl; los comerciantes en Pochtecatl participan en la escuela Maríiya, mientras que lo aprendido en la escuela de saberes rurales, en lo que respecta a agroecología, suele ser implementado en Kuautlali y otros saberes compartidos sirven para elaborar productos que se venden en Pochtecatl. Finalmente, el programa de difusión Huitlacoche se nutre principalmente de las experiencias de vida de quienes participan en la parcela, el tianguis y la escuela de saberes.

De esta forma, el Pracbvi aspira a ser una propuesta alternativa al desarrollo, que sea integral e impacte en los estilos de vida de las comunidades. Para ello será fundamental consolidar las relaciones entre las cuatro áreas que lo conforman, con un claro liderazgo de las comunidades.

Otro aspecto a destacar en el tiempo que lleva trabajando el pacti-torio tiene que ver con la participación mayoritaria y creciente de las mujeres respecto de los hombres. Aunque esto guarda una lógica derivada de la propia realidad de las familias campesinas, donde los varones suelen salir a laborar como jornaleros agrícolas o en alguna otra actividad, mientras las mujeres se encargan de la parcela familiar y de obtener recursos complementarios para el sustento familiar, también permite destacar el papel fundamental que mantiene y mantendrá la mujer en cualquier proceso de cambio que nos lleve a sociedades más solidarias con la naturaleza y con nuestros semejantes y diferentes. Si suele decirse que no puede haber agroecología sin feminismos, nosotros agregaríamos que no se puede aspirar al buen vivir sin una sociedad que reconozca y valore en toda su dimensión la función de las mujeres.

Límites y retos del Pracbvi

A siete años de iniciada la parcela agroecológica experimental Kuautlali, y después de la incorporación de nuevos elementos para conformar el Pracbvi, los logros son relevantes en la promoción, en las comunidades del sur de Jalisco, de otras prácticas distintas a las que caracterizan al desarrollo económico hegemónico. Sin embargo, deben identificarse los diversos obstáculos que se han enfrentado en este esfuerzo, así como las áreas de oportunidad y retos que se presentan en el futuro próximo para consolidar esta propuesta.

En primer lugar, es de reconocer que la adopción de formas de pensar y actuar tendientes a una relación más fraternal con la naturaleza y con la sociedad, en general, no forma parte del ideario colectivo que se presenta en el sur de Jalisco, donde la agricultura mecanizada registra ya una larga historia (desde el fin de la revolución mexicana) y donde las prácticas individualizadas y competitivas forman parte intrínseca de las relaciones económicas, dejando la solidaridad y la reciprocidad para otros entornos de la vida social. Ante ello, la difusión del practi-torio y sus actividades se han visto obstaculizadas por distintos actores, tanto en las comunidades, como en la propia universidad, de manera que se requerirá en el futuro próximo redoblar esfuerzos para convencer a más personas de las bondades de esta propuesta, siendo para ello necesario que los proyectos del Pracbvi se realicen directamente en las propias comunidades y a partir de sus propios recursos.

Otro de los aspectos a considerar es que el impulso a sus proyectos y el liderazgo en su instrumentación por ahora siempre ha sido por parte de investigadores universitarios, de manera que los miembros de las comunidades se adhieren a ellos en un carácter de seguidores. Si bien esta estrategia fue de gran importancia para el arranque del Pracbvi, hoy hace necesario implementar estrategias que provoquen la transición de tales liderazgos hacia los miembros de las comunidades, mientras que los académicos se mantengan en posiciones de apoyo. Solo así, las comunidades harán suyos dichos proyectos y se comprometerán con ellos.

En cuanto a la transición a las prácticas tendientes al buen vivir, quienes participan en el Pracbvi deben estar conscientes que ello implica modificaciones culturales que, por definición, son de largo plazo, pues el mercantilismo forma ya parte del habitus1 de la mayoría de los habitantes del sur de Jalisco, sean estos rurales o urbanos. Por ello, más que buscar cambios drásticos, con la consiguiente frustración de no lograrse pronto, lo que se necesita es transitar por procesos híbridos en que convivan las prácticas alternativas con las hegemónicas. Lo sucedido en el tianguis Pochtecatl es una enseñanza en ese sentido.

Finalmente, un reto para el futuro próximo es evaluar los resultados obtenidos a través de métodos de investigación tanto cualitativos como cuantitativos, pero no solo a partir de los parámetros establecidos por la economía hegemónica (incremento de los ingresos monetarios, disminución de desempleo, etc.), sino por otros indicadores que den cuenta realmente de la calidad de vida de la población, de acuerdo a sus propias expectativas e intereses. Por ahora, el desarrollo del practi-torio no ha permitido realizar esta evaluación, pues aun cuando lleva varios años trabajando, todavía se encuentra en fase de implementación.

Conclusiones

El buen vivir es una de las propuestas de vida alternativas al desarrollo que mayores potencialidades exhibe para ayudar a resolver los problemas ambientales, sociales y económicos vividos en la Tierra y que afectan principalmente a los grupos más vulnerables. Su origen, derivado de las enseñanzas ancestrales de los pueblos indígenas de Abya Yala, le da la solvencia necesaria para ser un modelo viable, al fundamentarse en principios y valores morales, éticos y ecológicos que no rechazan per se las formas de vida y los conocimientos actuales, sino que intentan aprovecharlos en la medida que contribuyan a promover una vida más armónica con la naturaleza y con la sociedad.

Ese es el espíritu sobre el que universitarios, productores y miembros del sur de Jalisco, han configurado el Pracbvi, buscando activar los principios que caracterizan a esta propuesta de vida, tales como el espíritu comunitario, la agroecología, las economías alternativas, la sustentabilidad ambiental, el respeto y reconocimiento de las otras y otros, así como el diálogo de saberes. Se hace tomando siempre en cuenta las particularidades de las propias comunidades, que indudablemente no son las mismas a las de las sociedades ancestrales.

En la implementación de los proyectos incorporados en el practi-torio, se ha reconocido la imposibilidad de lograr en el corto plazo cambios estructurales que lleven de un modo de vida desarrollista a otro fundamentado en el buen vivir. Por ello, el trabajo debe seguir orientándose a lograr instrumentar pequeños cambios progresivos en las comunidades, de manera que paulatinamente se transite por modelos híbridos, en los que cada vez haya un mayor respeto por la naturaleza y su cuidado, una actitud más solidaria con los demás, así como una apertura al dialogo con las distintas formas de pensar y saber que existen. El camino es largo, pero lo importante es haber empezado.

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1Según Pierre Bourdieu ([2000] 2003: 261), las acciones de los seres humanos son el resultado de procesos económicos y sociales determinados, que condicionan sus respuestas. Este sistema de disposiciones que funcionan como esquemas de clasificación y orientan la percepción y las prácticas más allá de la conciencia, es el lo que se denomina habitus. La conformación primaria del habitus es fundamental pues condiciona muchos de los procesos de socialización posterior. Así, aunque el habitus es una estructura dinámica, no es tan moldeable al capricho de las circunstancias, sino que termina exhibiendo una gran inercia que provoda que los márgenes de actuación de los sujetos sociales y sus probabilidades de adaptación a nuevas circunstancias, no se modifiquen sustancialmente ni de manera inmediata, habiendo una discordancia entre las condiciones de adquisición y las de utilización (Bourdieu, [1979] 2002: 108).

Recibido: 04 de Agosto de 2020; Revisado: 20 de Agosto de 2020; Aprobado: 10 de Septiembre de 2020

Autor para correspondencia: Alejandro Macías-Macías. Dirección: alejandrom@cusur.udg.mx

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