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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.14 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2007

 

Reseñas

Democracy in Latin America, 1760-1900. Vol I. Civic Selfhood and Public Life in Mexico and Peru, por Carlos A. Forment, Chicago, The University of Chicago Press, 2003, 488 p.

Guillermo Trejo* 

* Duke University, Estados Unidos de América

Democracy in Latin America, 1760-1900. Vol I. Civic Selfhood and Public Life in Mexico and Peru. Forment, Carlos A.. Chicago: The University of Chicago Press, 2003. 488p.


Carlos Forment nos entrega el primero de dos volúmenes de un estudio de interés para la ciencia política y la historia latinoamericana. A lo largo de este primer volumen encontramos proposiciones revisionistas de la historia decimonónica latinoamericana que nos descubren una democracia cívica de origen católico, a partir de una cantidad de datos; una invitación a repensar la herencia Tocquevilliana con evidencia latinoamericana; propuestas para estudiar la democracia bajo un nuevo lente sociológico y moral; críticas agudas, severas, y a veces salomónicas de las ciencias sociales y en particular de la política comparada; e incluso un intento por fundar una nueva “ciencia de lo político”, en estas líneas quisiera resaltar tres aportaciones y tres limitaciones del libro.

El principal hallazgo, y acaso la aportación más importante del estudio de Forment, es la existencia de un rico acervo de asociaciones cívicas que surgieron y florecieron en varios países y regiones de América Latina a lo largo del siglo XIX. Contrario a lo que generalmente se sostiene, Forment demuestra que durante el siglo XIX latinoamericano no sólo hubo autoritarismo, inestabilidad y guerras civiles, sino también maduró un asociacionismo cívico que ni Tocqueville ni sus contemporáneos advirtieron. Como lo documenta el autor, coexistieron de manera paralela sistemas políticos autoritarios y sociedades civiles democráticas. En México, Argentina, Cuba y en menor medida en Perú, los ciudadanos latinoamericanos construyeron “templos democráticos”, en donde practicaban el autogobierno y la soberanía popular en sus quehaceres cotidianos, pero ejercían la antipolítica y permitían la existencia por default del autoritarismo a nivel del sistema macro-político.

Democracy in Latin America da cuenta de la existencia de cientos de asociaciones cívicas que Forment encontró tras un minucioso trabajo de archivo. La evidencia se presenta primero en forma de estadística descriptiva, con gráficas que muestran la evolución de un sinnúmero de asociaciones ciudadanas a lo largo del México y del Perú del siglo XIX, y a través de mapas que ilustran su variación geográfica entre países y al interior de cada país. La descripción de los datos se complementa con una narrativa densa que señala las características organizativas y el vocablo que se utilizó en estos “templos” de la democracia.

Un segundo hallazgo del libro es mostrar la paradoja de que el catolicismo colonial ‒con todo y su estructura jerárquica y autoritaria‒ dotó a los ciudadanos de un lenguaje cívico para construir la democracia desde abajo. Forment sugiere que tanto la independencia del imperio español como la construcción de una sociedad civil democrática en el mundo poscolonial latinoamericano se tejieron desde el seno mismo de la tradición colonial, particularmente a partir del lenguaje y los conceptos que encarna el cristianismo católico. Un error común en la sociología de la religión que tiene sus orígenes en Weber es la asociación causal (sí, causal) del protestantismo histórico con el desarrollo capitalista, con una sociedad civil vibrante, y con la democracia misma. En contraste con el catolicismo, se argumenta, el protestantismo genera desarrollo, sociedad civil, y democracia. El trabajo de Forment se une a un grupo creciente de estudios que cuestionan el efecto causal y lineal de las doctrinas religiosas en el comportamiento social. Las grandes religiones, uno podría concluir, son multivocales e incuban efectos contradictorios que a veces contribuyen y a veces socavan a la sociedad civil y a la democracia.

Un tercer hallazgo del libro es evidenciar que una sociedad civil activa puede coexistir con sistemas políticos y económicos autoritarios y excluyentes. Contrario al supuesto tocquevilliano que asume una correspondencia casi necesaria entre las prácticas ciudadanas y las instituciones políticas, Forment encuentra un divorcio estable y contradictorio entre las distintas esferas: una sociedad democrática en lo cotidiano que, por autoprotección, se mantuvo divorciada de un sistema político autoritario. El descubrimiento no es menor. Desde la publicación de Making Democracy Work de Robert Putnam, los politólogos argumentan que las instituciones políticas de la democracia alimentan al capital social y éste, a su vez, a las instituciones democráticas. La evidencia que presenta Forment nos obliga a cuestionar este consenso.

El libro tiene tres limitaciones.

La primera limitación tiene que ver con el análisis de la extensa base de datos de asociaciones cívicas. Como lo expresa el mismo Forment, los datos se acumularon con el objeto de “…mirar más allá de los datos mismos.” Es regla de oro siempre tratar de ver más allá de los datos; pero para mirar más allá de los números, primero hay que mirarlos con detalle. El análisis empírico de Forment es superficial y a veces cae en ilusiones ópticas al no ponderar los datos de asociacionismo por el tamaño de la población en países, estados o provincias. El problema mayor, sin embargo, es que no explica a profundidad las diferencias cuantitativas entre México y Perú y menos atención presta a las enormes diferencias en la geografía cívica al interior de cada país que sus datos retratan. Por ejemplo, la diferencia entre los dos países se explica aludiendo a la naturaleza diferenciada de los movimientos independentistas y a la militarización de la sociedad peruana envuelta en guerras de toda índole. Siendo que México experimentó niveles similares de violencia e inestabilidad a los de Perú, la respuesta no es satisfactoria. La pregunta que queda en el aire es por qué la diferencia en la cultura cívica de los movimientos independentistas de México y Perú: ¿Por qué unos se emanciparon de la Corona y los otros no? ¿Por qué unos incubaron la semilla del asociacionismo y los otros no?

Una segunda limitación es que por celebrar la existencia de sociedades democráticas al paralelo de sistemas políticos autoritarios, Forment no se detiene a explicar el supuesto carácter antipolítico de los ciudadanos latinoamericanos e insiste en que los “templos de la democracia” no fueron contaminados por el estado ni por el mercado o la Iglesia católica. Dos grandes preguntas comparativas quedan en el aire: ¿Cómo logran los ciudadanos en sistemas autoritarios superar las trabas que generalmente desincentivan la formación de asociaciones autónomas e independientes? ¿Por qué ciudadanos que practican la democracia cotidianamente renunciarían de forma tan radical a incidir en el mercado y en el estado?

Una tercera limitación del libro es su reduccionismo societal. Si bien el llamado que hace Forment a trascender el institucionalismo racionalista ‒que únicamente se concentra en reglas formales y élites e ignora estructuras económicas y sociales, y procesos de organización social desde abajo‒ es atinado, el paradigma alternativo que Democray in Latin America quiere inaugurar ‒concentrado exclusivamente en las prácticas cotidianas, en la formación de hábitos y la cultura ciudadana, ajeno a los marcos estatales, institucionales y del mercado‒ puede ser igualmente artificial y limitante que el institucionalismo que Forment critica. Sin duda, para entender las instituciones hay que entender los tejidos y las normas sociales a partir de los cuales surgen y operan las instituciones mismas; pero para entender el comportamiento social en los barrios, las escuelas, las asociaciones cívicas, los clubes sociales, los sindicatos, los movimientos sociales, e incluso los movimientos rebeldes, es indispensable entender el marco institucional y la estructura económica en los que los grupos sociales operan.

El primer volumen de Democracy in Latin America es un libro teóricamente ambicioso, intelectualmente sugerente, y polémico; con abundante y valiosa información, ágilmente escrito en sus partes interpretativas, y provocativo en sus conclusiones, que merece una pronta traducción al castellano, una amplia lectura y mucha discusión en nuestras aulas.

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