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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.12 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2005

 

Reseñas

Manuel Alcántara, ¿Instituciones o máquinas ideológicas? Origen, programa y organización de los partidos latinoamericanos, Barcelona, ICPS, 2004, 320 p.

Flavia Freidenberg

Alcántara, Manuel. ¿Instituciones o máquinas ideológicas? Origen, programa y organización de los partidos latinoamericanos. Barcelona: ICPS, 2004. 320p.


En América Latina, el estudio de los partidos políticos ha estado concentrado en aspectos bastante distintos a los relacionados con la organización y el funcionamiento interno. El interés de los investigadores por lo que ocurre dentro de las agrupaciones es reciente. Los primeros trabajos datan de 1990, cuando diferentes politólogos comenzaron a abordar los partidos como organizaciones, siguiendo las premisas de autores clásicos como Roberts Michels, Moisés Ostrogorski, Elmer Schattscheneider o Richard Katz y Peter Mair respecto a los partidos europeos y estadounidenses. Michael Coppedge, en su análisis de Acción Democrática de Venezuela, Steve Levitsky, sobre el Partido Justicialista de Argentina, o Jacqueline Jiménez Polanco, sobre los partidos dominicanos, son algunos de esos ejemplos. En esa línea, el profesor Manuel Alcántara, de la Universidad de Salamanca, inició en 1997 una investigación de carácter comparado y sistemático que tenía como objetivo explorar cómo funcionaban las organizaciones partidistas de 17 países de la región.

Con ese proyecto, Alcántara no sólo estaba interesado en observar a unos actores específicos que hasta ese momento constituían una gran “caja negra” de la que no se conocía mucho, sino también estaba insistiendo en la centralidad de los partidos políticos en la dinámica de una democracia representativa. Como él mismo suele subrayar: los partidos son elementos clave para el funcionamiento del sistema político; cumplen una serie de funciones entre las que destacan la articulación de la competencia electoral, la creación de un universo conceptual que orienta a los ciudadanos y a las élites en cuanto a la comprensión de la realidad, la capacidad para concertar acuerdos en torno a políticas gubernamentales, la producción legislativa y de políticas públicas, la representación política, la articulación de intereses diversos y el reclutamiento político que permitirá el funcionamiento de las instituciones. Es cierto que no todos los partidos cumplen esas funciones de la misma manera ni lo hacen con igual intensidad en cada momento y que, en muchos casos, no dejan de ser sólo instrumentos de líderes carismáticos o de la camarilla de turno que utiliza a la organización en función de sus intereses personales; sin embargo, la mínima existencia de los partidos es lo que hace operativo al sistema y, por tanto, los convierte en actores que no pueden ignorarse si se quiere comprender el funcionamiento y la naturaleza de los sistemas políticos.

Tras la presentación de los resultados iniciales de su investigación sobre “Partidos políticos y gobernabilidad en América Latina”, que se centró en un nivel analítico-descriptivo, el autor continuó trabajando para intentar comprender, primero, los factores que explican las diferencias organizativas de los partidos latinoamericanos; segundo, explorar la posibilidad de construir tipologías de partidos y, tercero, incorporar esos partidos como unidades de observación de los trabajos más amplios de la política comparada. Ésos son los objetivos del último libro publicado por Alcántara, donde expone los resultados de las investigaciones realizadas en los últimos años sobre 63 partidos que eran relevantes para el año 2000, seleccionados a partir de una combinación de criterios como su peso electoral, su implantación territorial y su capacidad de chantaje en el sistema político.

La obra se encuentra estructurada en cinco partes. Tras la introducción, se presenta la evolución de las líneas temáticas más importantes del estudio de los partidos durante el siglo XX y se propone un modelo analítico para la observación de sus unidades de análisis. El modelo está integrado por tres dimensiones que tienen un componente sistémico y uno estructural: la dimensión origen, la dimensión programa y la dimensión organizativa interna. El origen constituye una de las cuestiones centrales del análisis de los partidos, toda vez que, como señaló Duverger, los primeros pasos de una organización dejan huella en el desarrollo organizativo posterior. El programa es un elemento que ayuda a integrar a los miembros del partido y que en un eje de formalización permite conocer el grado de coherencia interna. La organización incluye tres elementos analíticos: la cuestión del liderazgo, la manera en que el partido se vincula con otras organizaciones y el modo en que se organiza para tomar decisiones y alcanzar sus metas. Finalmente, se presenta una serie de conclusiones respecto al funcionamiento de los partidos, acompañadas de anexos ricos en datos estadísticos en los que se exponen el material empírico que sostiene la argumentación teórica y los resultados analíticos de la investigación.

En relación con la primera dimensión, la obra sostiene que entre los partidos latinoamericanos se encuentran algunos que nacieron en el mismo momento que los europeos del siglo XIX. Es más, la mitad de los partidos relevantes en la década de 1990 se creó hace más de un cuarto de siglo. Muchos debieron superar incluso periodos de clandestinidad, autoritarismo y violencia política, lo cual supuso un reto mayor al de vivir en democracia; otros partidos han supuesto, además, la inclusión de grupos sociales que hasta antes de su creación estaban excluidos del juego político, como los indígenas; pero la mayoría de los partidos surgió como consecuencia del reto electoral. Si bien hubo partidos de corte revolucionario o producto de situaciones de protesta contra dictaduras, la mayor parte de ellos nació para competir en las elecciones, rasgo típico de cualquier partido, según la literatura clásica.

El trabajo echa por tierra por lo menos dos grandes mitos sobre los partidos latinoamericanos. Primero, a pesar de que existen escisiones y de que muchos constituyen frentes, muy pocas veces resultaron exitosos; por tanto, la fragmentación de la que se habla constantemente no es tal. Segundo, el mayor número de los partidos analizados no fueron creados por caudillos ni se fundaron desde los cuarteles. El liderazgo civil colectivo es el tipo de liderazgo dominante en el origen de los partidos. Es cierto que en algunos casos la presencia de un liderazgo carismático fue importante y que su influencia no finalizó con su muerte, pero la supervivencia de la organización a la muerte del líder y la creciente rutina de la vida partidista por cauces diferentes a los de ese liderazgo es una muestra de su grado de institucionalización.

Respecto a la segunda dimensión, se señala que los partidos cuentan con programas más o menos estructurados, conocidos y valorados por sus miembros y posicionados en tres grandes ejes: la política económica, en cuanto al eje neoliberalismo-estatismo; el posicionamiento de los miembros en relación con la diferencia entre conservadurismo y progresismo; y, finalmente, en relación con el ámbito internacional, la proclividad hacia la integración regional y la globalización. La investigación de Alcántara consigue mostrar que la competencia intrapartidista se estructura en torno a esas tres cuestiones, que tienen una importante relación con la posición en el eje izquierda-derecha. Salvo Paraguay, donde los partidos se sitúan en el mismo espacio, el resto de los casos muestra un alto grado de competencia y los altos grados de polarización (Argentina, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Uruguay).

En cuanto a la última dimensión, la organizativa, la mayoría de los partidos latinoamericanos cuenta con recursos materiales y humanos para llevar a cabo sus metas, se encuentran asentados en gran parte del territorio nacional a partir de oficinas propias (o de sus dirigentes) y realizan de manera más o menos regular algún tipo de actividad organizativa, fundamentalmente en época electoral. Aun cuando es cierto que hay casos en los que no existe ningún tipo de organización (Cambio 90 era una ejemplo claro en ese sentido), hay un grupo significativo en el que el grado de estructuración organizativa es alto ‒en algunos de esos casos, a mi manera de ver, simplemente porque muchos de esos recursos son informales‒. Algunas organizaciones subsisten porque son sus candidatos, con sus recursos organizativos y económicos, los que llevan a cabo las tareas: hacen que los trabajadores de sus empresas particulares realicen la campaña; ponen sus casas u oficinas como sedes partidistas; contratan a los simpatizantes de los equipos de fútbol para que se conviertan en fieles militantes y los aclamen en los actos de campaña; etc. Esos recursos son los que normalmente no se ven (no están escritos en las reglas), pero también son los que desmienten la visión de las estructuras partidistas débiles o inexistentes.

Finalmente, el autor despeja una de las dudas centrales que cruza la lectura de las páginas de su obra y que da origen a su título, esto es, si los partidos son instituciones políticas ‒con todo lo que ello implica‒ o, simplemente, máquinas electorales que sirven de instrumento para los intereses de un líder carismático o una camarilla de turno. Alcántara sostiene que en el universo de partidos latinoamericanos pueden encontrarse ejemplos de ambas categorías y que éstas pueden situarse en un continuo de mayor a menor institucionalización. En cualquier caso, aunque funcionen como instituciones o como máquinas electorales, lo más relevante es que la ideología desempeña un papel central, toda vez que supone valores que dan sentido a la política, motiva a la acción y ayuda a los electores a discriminar entre unos partidos y otros. Éste es un aporte clave de la investigación, ya que, tras la caída del Muro de Berlín y el proceso de desideologización que viven las sociedades contemporáneas, gran parte de la literatura desestimaba su vigencia. La ideología y la organización importan. Y eso es algo que todos aquellos que estudian el comportamiento de los partidos latinoamericanos no pueden (ni deben) ignorar.

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