Introducción
Los orígenes y el desarrollo temprano de la escritura maya son todavía poco conocidos. Esto se debe principalmente a dos factores: por un lado, el material es muy limitado, ya que sólo hay un puñado de textos preservados escritos durante la infancia de la escritura maya, y muy pocos de estos textos provienen de un contexto arqueológico y pueden ser fechados. Además, los primeros textos en su conjunto son difíciles de entender. Los signos de los primeros textos son muy diferentes a los de las inscripciones clásicas. Asimismo, la sintaxis de las primeras inscripciones no suele ser reconocible por la falta de información calendárica que en los textos Clásicos permite reconocer las frases, los verbos y la gramática (Houston, 2004: 303-306). En cuanto al corpus de signos, es necesario comparar el mayor número posible de textos para averiguar si, y en qué medida, los signos de la escritura estaban ya normalizados suprarregionalmente, lo que hablaría de la difusión de la escritura desde un lugar de origen, de una intensa comunicación entre las comunidades de escritores Preclásicos, o bien, de si se pueden reconocer tradiciones locales de escritura cuyas producciones textuales difieren mucho entre sí. Sin embargo, incluso en este caso, también sería concebible una difusión de la idea de la escritura desde un lugar de origen.
El carácter limitado del corpus de textos tempranos también está relacionado con los medios de soporte de la escritura en la sociedad maya del Preclásico. Con pocas excepciones, los textos aparecen sólo en objetos portátiles y en el contexto de pinturas murales. Sólo en la transición al periodo Clásico se trasladan los textos a los monumentos de piedra. A menudo se trata de textos tallados en formato diminuto, lo que contradice que la escritura preclásica jugara un papel en relación con la autorrepresentación del poder de los gobernantes. Hay muchos indicios de que la escritura maya se originó como escritura de pincel y que los primeros medios de escritura estaban hechos principalmente de material orgánico. Por supuesto, no se han conservado documentos orgánicos tan tempranos, por lo que los documentos escritos del Preclásico son extremadamente escasos, aunque se extiendan por una zona geográficamente muy amplia. En este sentido, los pocos ejemplos de textos pintados del Preclásico Tardío, como las pinturas y textos recientemente descubiertos de Chakjobon en Campeche, nos dan una rara, pero importante visión de los contextos sociales y de las prácticas caligráficas antes de la monumentalización de la escritura.
El sitio Chakjobon en el sur de Campeche
Gran parte del sur del estado mexicano de Campeche sigue siendo terra incognita en términos arqueológicos. La exploración arqueológica de la amplia región al sur de la carretera que divide la península entre Chetumal y Escárcega, y al norte de la frontera con Guatemala, se ha limitado en el pasado a los dos grandes proyectos de prospección de Karl Ruppert y John H. Denison, así como de Ivan Šprajc, y a los proyectos de excavación en Becán, Calakmul, Uxul, El Palmar, Oxpemul, Yaxnohcah y -aunque mucho más al oeste- El Tigre. Amplias zonas de la biosfera de Calakmul y áreas adyacentes siguen siendo puntos en blanco en el mapa arqueológico. Esto es especialmente cierto para el área entre las lagunas de Silvituc y Paixban, que colinda con la Biosfera de Calakmul al oeste. Partes de esta región pertenecen -al menos teóricamente- al Área Protegida Balam Ku (Pérez, Guizar y Bello, 2018: 909-925), pero debido a la falta de controles estatales, esta zona está especialmente expuesta a las garras de las bandas que talan madera tropical a gran escala, a nivel casi industrial, roban especies animales y vegetales en peligro de extinción y además no se detienen en el saqueo de yacimientos arqueológicos.
El pequeño sitio de Chakjobon se encuentra a unos 26 kilómetros al sureste de Chan Laguna, en línea directa.1 Las coordenadas exactas no se mencionarán aquí para proteger el lugar, pero se registraron con un GPS. El sitio es conocido por los lugareños como El Juleque. Sin embargo, como en Guatemala ya existe un sitio arqueológico con el mismo nombre, se decidió llamar al sitio Chakjobon, que significa “pintura roja” en yucateco. El lugar, de dimensiones reducidas, está situado en un terreno montañoso, en la cresta de una de las mayores elevaciones de la región. Al llegar al lugar nos dimos cuenta inmediatamente de que no hacía mucho tiempo se habían producido numerosos saqueos.
El yacimiento arqueológico consiste en una plataforma de aproximadamente 60 por 40 m y 3 m de altura, en cuyo extremo oriental hay tres estructuras de 1,50 m de elevación (Figura 1). El extremo occidental de la plataforma está formado por una pirámide de 9 m de altura con dos anexos bajos al norte y al sur. Todas las estructuras, excepto el edificio del extremo sureste, están atravesadas por profundos saqueos. En especial en la pirámide principal, los saqueadores habían realizado un profundo corte en el eje central desde el oeste. Al hacerlo, se encontraron con cuatro cámaras funerarias abovedadas que estaban exactamente una encima de la otra. Cada una de las cámaras funerarias había sido insertada en una fase de construcción anterior, como se puede ver en los suelos de estuco visibles en el corte (Figura 2). La altura de las tres cámaras funerarias superiores varía entre 110 cm y 190 cm. De las cámaras funerarias, la cuarta y más baja es la mejor conservada, aunque los saqueadores irrumpieron en ella desde el oeste y el derrumbe cubre el piso a una altura desconocida, así que no se puede determinar la altura original. La cámara funeraria mide 3.55 m en su extensión este-oeste, tiene 1 m de ancho en su punto más estrecho y su bóveda se compone de lajas grandes.
Las pinturas murales
El revestimiento de estuco de la cuarta cámara funeraria aún se conserva en grandes secciones y los dos lados anchos contienen pinturas monocromas en rojo hematita sobre fondo rosa (Figuras 3 y 4). Mientras que en el lado sur se observa exclusivamente una doble columna con al menos doce cartuchos jeroglíficos, el lado norte muestra también una doble columna de al menos diez bloques y una representación escénica de una figura sentada en un trono. En una saliente de la pared que se adentra en la cámara funeraria desde el lado sur hay un diseño geométrico (Figura 5).
Toda la superficie sobre la que se encuentran las pinturas está formada por una sola capa de estuco de hasta 1 cm de grosor, que se aplicó directamente sobre la mampostería y que ahora se ha desprendido en diversas secciones. Se pintaron trazos verticales de color rojo pálido sobre la capa de estuco con una brocha ancha, hasta que surgió un fondo rosa irregular en el que todavía se pueden ver las pinceladas rápidas. Los motivos también se aplicaron apresuradamente con pintura roja hematita. La reducida paleta de colores es característica de las pinturas murales del Preclásico Tardío y del Clásico Temprano y corresponde al estilo bícromo naturalista de la primera fase del Preclásico Tardío (Lombardo de Ruiz, 2001), aunque las pinturas de San Bartolo demuestran que en este último periodo ya se disponía de una paleta de colores amplia y diferenciada. Además, el uso comedido de los colores y la concentración en los rojos también es característica de las tumbas (Fitzsimmons, 2009: 81-83; Houston et al., 2009: 74-76).
La pintura del lado norte representa a un gobernante de perfil sentado en un trono y mirando hacia la derecha (desde la perspectiva del espectador), una forma de representación poco habitual en el arte mesoamericano y maya (Figura 6). Sin embargo, esta perspectiva se encuentra a menudo en monumentos del Preclásico y del Clásico Temprano. Las figuras que miran hacia la derecha también aparecen en monumentos fuera de las Tierras Bajas mayas, como en la Estela 1 de La Mojarra (Winfield, 1988: Figura 7), el Monumento 1 de Chalchuapa (Sharer, 1978: 168, Figura 2a) y la Estela 78 de Tak’alik Ab’aj (Schieber et al., 2022). No fue hasta el periodo Clásico Temprano cuando se normalizó la orientación de las figuras hacia la izquierda.
La figura del gobernante se encuentra en posición sedente con las piernas cruzadas en el trono. Las líneas de los muslos y los tres elementos redondos a la altura de la cadera sugieren un delantal, que pudo haber sido anudado o decorado con objetos de cuentas. Una línea curva en la parte superior del cuerpo parece a primera vista un pectoral, pero probablemente se trata de una capa que quizá se anudó sobre el pecho. El brazo izquierdo de la figura está levantado y parece indicar la doble columna de jeroglíficos, pero el estuco pintado se ha desprendido justo donde está la mano. La cabeza de la figura también está muy erosionada; sin embargo, todavía se puede distinguir una línea que pertenecía a la nariz y varias líneas a la altura de la boca, que tal vez sugieran joyas o pintura a su alrededor. Los pendientes de gran tamaño adornan las orejas, que no son visibles. Algunas líneas por encima de los pendientes probablemente pertenecían al tocado o al cabello, que hoy ya no se conservan. La orejera de gran tamaño y la línea que emana de ella, que marca la parte inferior de la cabeza, pero también el dibujo alrededor de la boca, muestran una gran similitud con las pinturas de San Bartolo y, en combinación con los jeroglíficos estilísticamente muy tempranos, contribuyen a datar la cámara funeraria inferior de Chakjobon y sus pinturas hacia el mismo periodo.
El gobernante se sienta en un trono compuesto por una tabla o un asiento plano y un plinto. La base está decorada con dos franjas que convergen en la parte inferior, características en las bandas de cielo y tierra de la escultura y la pintura del Preclásico. El trono dentro de la Tortuga de Tierra de San Bartolo, en el que está sentado el individuo P17, tiene un aspecto muy similar (Taube et al., 2010: 75).
Delante del trono se ve un elemento curvado en forma de S, que quizá represente una hoja de planta que podría formar parte de un topónimo.
Los textos jeroglíficos
Inmediatamente a la derecha, delante de la figura, hay una doble columna de jeroglíficos de al menos cinco líneas (Figura 7). Desafortunadamente, el estuco situado encima y debajo de la columna se ha roto, por lo que el número de jeroglíficos pudo haber sido mayor que los diez que ahora siguen siendo parcialmente visibles. Los contornos amplios de los jeroglíficos, que varían en grosor, son característicos de la caligrafía muy temprana y confirman su clasificación cronológica para el Preclásico Tardío. Desafortunadamente, la identificación de los jeroglíficos es problemática, lo que se debe en parte al estado de conservación, pero también al hecho, ya establecido por Stephen Houston, de que la escritura maya temprana tiene un repertorio de signos que difiere significativamente del de los textos Clásicos conocidos (Houston, 2004: 299). De los jeroglíficos conservados, la posición B1 puede contener un signo que a primera vista se asemeja al silabograma su en la escritura clásica. Sin embargo, carece de los dos círculos a la derecha de la doble línea interior que son característicos de dicho silabograma. Además, la posición inclinada de las franjas interiores es inusual. Un signo similar se encuentra quizá en la Estela 10 de Kaminaljuyú, en el bloque H7, así como en la Estela de La Mojarra (Mora-Marín, 2005: Figura 5d). La forma del Clásico Temprano del logograma K‘AHK‘ en el bloque A5, del Dintel 47 de Yaxchilán, también tiene una grafía similar. Sin embargo, las típicas llamas del signo K‘AHK‘ faltan como superfijo en Chakjobon. Debajo de ella hay posiblemente un silabograma li o na. En B3 quizá haya una forma del logograma WINIK ‚ “hombre”. En A4 el signo 0278bt puede verse sobre un signo “espejo” u otro con dos líneas paralelas. El signo o esta combinación de signos guarda cierto parecido con las primeras variantes de AJAW (Figura 8d, e). Le sigue en B4 un signo que puede representar una mano derecha con el pulgar y el índice extendidos. Se conoce un ejemplo casi idéntico en la Estela 10 de Kaminaljuyú, H3 (Figura 8f, g). David Mora-Marín también reconoce un signo parecido en la estela de La Mojarra (Mora-Marín, 2005: Figura 5b).
El signo en A4 del texto de Chakjobon podría ser idéntico al signo en A1, comparando los contornos conservados. En este caso también existen ejemplos comparables en San Bartolo (Texto W-I, Saturno, Taube y Stuart, 2005: 44), así como en la Estela 10 de Kaminaljuyú, G4 (Figura 8a, b, c). Aunque el texto en su conjunto aún no puede entenderse y ni siquiera se reconoce una sintaxis clara, parece lógico suponer que se trata de la descripción de la escena asociada y que, sobre todo, los últimos jeroglíficos del texto contienen el nombre y el título de la persona representada.
En la pared sur, el estuco pintado también está muy dañado, pero aquí han sobrevivido restos de 12 jeroglíficos en una doble columna de seis líneas (Figura 9). También aquí los contornos de los signos están pintados con gran barrido y muestran diferentes grosores, especialmente los trazos verticales son más gruesos que los horizontales, característica que también se observa en algunos escribas del Códice de Dresde y que sin duda está relacionada con la orientación específica del pincel. Ejemplos tempranos de esta caligrafía son la llamada “vasija de signos diurnos” de Mundo Perdido (Laporte y Fialko, 1987: 133) y, por supuesto, los textos de San Bartolo (Saturno, Taube y Stuart, 2005: Figuras 31-33).
La identificación de los jeroglíficos en la pared sur también es problemática (Figura 10). El jeroglífico en A1 podría ser el logograma K‘IHN “sol/día”. A continuación, aparece un jeroglífico complejo que probablemente muestra el cuerpo de un pájaro sobre una mano. Debajo de él está posiblemente la sílaba la, pero también podría ser una mano sosteniendo un objeto, quizá el signo de “piedra verde pulida”. Los dos bloques jeroglíficos siguientes (A2 y B2) están demasiado deteriorados. En A3 hay un logograma que a primera vista parece ser el signo de K‘AHN “amarillo”, sin embargo, al menos uno de los habitualmente cuatro elementos semicirculares del signo K‘AHN está oscurecido en su interior, similar al signo principal del jeroglífico X-iv de la serie lunar (Grube, 2018: Figura 8a-c).
Los tres jeroglíficos siguientes (B3-B4) consisten en formas de cabeza. En B3, sólo es visible el gran hocico alargado. Este signo puede ser idéntico al último signo de la columna de texto pintado sobre un bloque de piedra encontrado en el relleno de la Estructura 1 sub-1 de San Bartolo (Saturno, Stuart y Beltrán, 2006: Figura 4) (Figura 8h, i). El signo puede remontarse a la cabeza de la “Deidad Ave Principal” (Bardawil, 1976: 195-209; Cortez, 2005: 44-45; Martin, 2016: 511-522). El bloque A4 parece ser una forma temprana del logograma AJAW. El signo es casi idéntico a la cara que aparece en San Bartolo como el detalle interior del signo del día 1 Ajaw (Figura 8j, k). Esto se hace particularmente obvio en el diseño del ojo con las dos líneas. El siguiente jeroglífico en B4 es difícil de reconocer. Sin embargo, es una cabeza con una nariz o pico largo. Encima, a la izquierda, hay un solo punto. Tales marcas, pero en forma de puntos dobles, también se encuentran en algunos de los signos de la cabeza que aparecen en el perforador de Uaxactún (Kováč, Jobbová y Krempel, 2016: Figura 9). Los siguientes jeroglíficos están en gran parte destruidos.
En una saliente de la pared que se adentra en la cámara funeraria desde el lado sur hay un diseño geométrico, que está pintado con los mismos colores que los cuadros de las otras paredes (Figura 11).
Las pinturas de Chakjobon en el contexto del Preclásico Tardío
Las pinturas de la tumba inferior de Chakjobon son de gran importancia para la arqueología de Campeche. Se trata de la evidencia más antigua de la escritura maya en la región, y también entre las más tempranas de todas las Tierras Bajas mayas, ya que las pinturas de Chakjobon pueden ser comparadas con la evidencia escrita temprana de sitios del periodo Preclásico Tardío. Aunque las pinturas de Chakjobon son mucho más reducidas tanto en sus dimensiones como en su paleta de colores y perfección artística cuando se las compara con las pinturas murales de San Bartolo, existen, sin embargo, muchos paralelismos entre ellas, como se observa en la representación del gobernante sentado en un trono, así como en la forma de los jeroglíficos. Esto incluye, por ejemplo, el hecho de que tanto en San Bartolo, en el texto del perforador de Uaxactún y en la Estela 10 de Kaminaljuyú, así como en Chakjobon, los bloques jeroglíficos consisten en gran medida de signos individuales. Esto es característico de un punto en el desarrollo de la escritura maya donde se aplicó la ecuación: bloque = signo = logograma (Grube, 2022: 130). Obviamente, en esta etapa de desarrollo de la escritura, los sufijos morfológicos todavía no se representaban, o sólo en una medida muy limitada (Houston, 2004: 305). Sin embargo, no cabe duda de que incluso en estos primeros textos ya hay silabogramas que se leen juntos, como queda de manifiesto en las combinaciones silábicas del muro occidental de San Bartolo (Saturno, Taube y Stuart, 2005: 41-45).
A pesar del mal estado de conservación y de la brevedad del texto, también se puede observar que muchos de los signos estaban distribuidos en una amplia zona, que se extiende desde Kaminaljuyú hasta Campeche. Evidentemente, en el Preclásico Tardío ya existían muchas comunidades de escribas, tanto en las tierras altas como en las bajas, que se comunicaban entre sí y compartieron el mismo repertorio gráfico.
Durante el Preclásico Tardío las pinturas murales son, junto con el estuco, el principal medio de expresión del arte figurativo (aunque ciertamente también hubo tradiciones en papel, pero se desconocen por razones de conservación). Dentro de los murales, las pinturas en contextos mortuorios juegan un papel especial, transformando un conjunto arquitectónico en un lugar destinado a la comunicación con fuerzas sobrenaturales y con los antepasados (McAnany, 1995: 100-101; Fitzsimmons, 2009: 81-83; Houston et al., 2009: 82-84). No cabe duda de que las pinturas de Chakjobon, aplicadas rápidamente, también pretendían ser un mensaje que no se dirigía a las personas vivas. Esto, al fin, también las distingue de las pinturas policromadas y suntuosas de San Bartolo, que fueron colocadas en el interior de un templo y destinadas a un público humano. Sin embargo, una paleta de colores limitada en el Preclásico no puede restringirse a contextos funerarios como el Entierro 166 de Tikal, sino que también se encuentra en otros contextos, como las pinturas en la Estructura 1-4 de Cival (Estrada-Belli, 2006: 65-71) y en Tikal 5D- 10- Sub 1 (Coe, 1990: 228-234).
En general, hasta la fecha sólo se han excavado muy pocas tumbas de élites del Preclásico Tardío; por ejemplo, no se ha encontrado ninguna tumba de este periodo en El Mirador o sus alrededores. En Tikal, por otra parte, se han excavado varios entierros de élite del Preclásico Tardío en el complejo de Mundo Perdido, además de la Tumba 85 (Laporte y Fialko, 1995: 49-53). De igual forma, se han encontrado tumbas del Preclásico Tardío en Wakna, Tintal, Cival, Seibal, Río Azul, Holmul, San Bartolo, K’o, Cuello y Altun Ha (Krejci y Culbert, 1995: 103-110; Estrada-Belli, 2011: 61-64).
Esto se suma a la importancia de Chakjobon, que se encuentra al noroeste de El Mirador, pero también a la necesidad de una investigación más intensa en esta región poco conocida del sur de Campeche, que tuvo una importante ocupación del Preclásico y que con Becán, Calakmul, Mucaancah, Yaxnohcah y el aún poco conocido gran complejo de El Yesal, contenía centros significativos que rivalizaban con El Mirador (Carrasco, 2003: 97-110; Reese-Taylor, 2017: 480-486; Šprajc y Flores Esquivel, 2008: 45-51, 66-76; Webster, 1976: 86-87). Sin embargo, también es interesante notar que los pocos ejemplos de escritura del Preclásico Tardío y Clásico Temprano en el sur de Campeche provienen todos exclusivamente de sitios y conjuntos relativamente pequeños, como Balakbal, Candzibaantun y Cheyokolnah (Grube, 2008: 182-186, 191-192; Šprajc y Grube, 2008: 266-275). Sin embargo, esto también puede estar relacionado con el hecho de que, en los principales centros de la región, la arquitectura preclásica y las esculturas y pinturas asociadas fueron cubiertas por construcciones posteriores, de modo que los ejemplos de la escritura temprana sólo se encuentran en los yacimientos arqueológicos o grupos arquitectónicos que no han sido objeto de construcciones posteriores. En fin, para contextualizar las pinturas de Chakjobon con mayor precisión es necesario fecharlas, lo que sólo puede lograrse mediante la investigación arqueológica formal del sitio.