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Revista de historia de América

versión On-line ISSN 2663-371X

Rev. hist. Am.  no.164 Cuidad de México ene./abr. 2023  Epub 27-Feb-2024

https://doi.org/10.35424/rha.164.2023.1253 

Reseñas

Paula Bruno, Alexandra Pita y Marina Alvarado, Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960

*Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad Libre de Berlín, Berlín, Alemania. Correo electrónico: itzeltoledog@gmail.com.

Bruno, Paula; Pita, Alexandra; Alvarado, Marina. Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960. Rosario: Prohistoria ediciones, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 2021. 168 pp.p. ISBN: 978-987-809-015-3.


Prohistoria ediciones y el Instituto Panamericano de Geografía e Historia publicaron en 2021 la obra Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960 escrita por Paula Bruno, Alexandra Pita y Marina Alvarado. Las autoras son reconocidas especialistas en la historia intelectual de América Latina. La historiadora Paula Bruno ha investigado la labor de intelectuales y diplomáticos argentinos de mediados del siglo xix al periodo de entreguerras, la historiadora Alexandra Pita ha analizado las redes intelectuales y las revistas culturales latinoamericanas durante el periodo de entreguerras y la Segunda Guerra Mundial, y la literata Marina Alvarado ha estudiado revistas culturales chilenas de mediados del siglo xix a 1920.

En esta obra, las autoras exponen la agencia femenina latinoamericana en la política internacional de mediados del siglo xix a mediados del siglo xx. Bruno y Alvarado se enfocan en mujeres provenientes de Argentina y Chile, respectivamente, que de mediados del siglo xix al periodo de entreguerras participaron en la vida diplomática, ya fuese como esposas de diplomáticos o como embajadoras de la paz. Alvarado también explora el caso de una mujer con un cargo oficial, que se conecta con las mujeres estudiadas por Pita, quien demuestra que, en la primera mitad del siglo xx, ya ejerciendo cargos oficiales como cónsules, ministras o delegadas, mujeres provenientes de México y Chile se ocuparon de lazos bilaterales y participaron en organismos multilaterales para incentivar la cooperación internacional.

Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960 cuenta con un estudio preliminar y tres partes; también contiene imágenes (retratos fotográficos, cartas y recortes) que presentan a las mujeres que participaron en la vida diplomática chilena, argentina y mexicana. El estudio preliminar, escrito por Paula Bruno, presenta el estado de la cuestión sobre la participación de mujeres en el ámbito diplomático en el contexto de la Nueva Historia Diplomática y el giro de género en las Relaciones Internacionales. Bruno explica que han sido cinco las áreas en las que hay aportes historiográficos: 1) las mujeres europeas en la cultura diplomática cortesana entre los siglos xv y xviii, 2) las salonières europeas de los siglos xviii y xix, 3) las esposas de diplomáticos europeos y americanos a lo largo del siglo xix y las primeras décadas del xx, 4) las mujeres europeas y americanas que ingresaron a los servicios exteriores y organismos internacionales durante la Primera Guerra Mundial y 5) las mujeres que durante la segunda mitad del siglo xx y comienzos del xxi han trabajado en los servicios exteriores de todos los continentes. Además, la autora explora cuatro tendencias de análisis en la bibliografía: 1) la agencia femenina, 2) el estudio dinámico de las experiencias de mujeres y hombres, dejando de lado la división pública/privada, 3) la cultura diplomática y 4) el género. Asimismo, señala que mientras en Europa y América del Norte hay un sólido campo de estudios sobre mujeres y vida diplomática, en América Latina apenas se cuenta con algunas aportaciones. Para presentar el estado de la cuestión, Bruno consultó bibliografía en español, francés, italiano, inglés y portugués que estudia a mujeres que han participado en actividades de la política internacional a partir del siglo xv.

La primera parte, también escrita por Paula Bruno, se titula “Eduarda Mansilla, Guillermina Oliveira Cézar y Ángela Oliveira Cézar. Entre ámbitos diplomáticos y circuitos transnacionales”. La autora estudia la labor de tres mujeres rioplatenses en la vida diplomática que conectaron a Argentina con América del Norte y Europa. Primero, Bruno presenta la trayectoria en el ámbito diplomático de Eduarda Mansilla (1834-1892), esposa del jurista y diplomático Manuel Rafael García Aguirre. La historiadora demuestra la forma en que Mansilla participó en la vida diplomática al acompañar a su esposo a reuniones; organizar bailes, fiestas y eventos; platicar con sus pares americanas y europeas sobre cuestiones políticas y sociales; y aparecer en las secciones sociales de la prensa estadounidense. Es decir, Mansilla es un claro ejemplo de las expectativas que debía cumplir la esposa diplomática; aunado a ello, Bruno analiza la forma en que Mansilla escribió sobre la vida social de la diplomacia en sus obras de ficción y viaje. Después, Bruno explora el caso de Guillermina Oliveira Cézar (1870-1936), esposa del médico, político y diplomático argentino Eduardo Wilde. El análisis de Bruno deja claro que, como esposa diplomática, Guillermina destacó en tertulias, salas de juego y conversación, banquetes y teatros, y estableció importantes vínculos y complicidades con otras mujeres (hijas, esposas y empleadas) de la vida diplomática. Además, después del fallecimiento de su esposo, Guillermina se dedicó a la beneficencia e incluso llevó a cabo una comisión avalada por los ministerios de Instrucción Pública y Relaciones Exteriores para recopilar información sobre caridad, beneficencia y acción social en Europa. Finalmente, Bruno aborda a Ángela Oliveira Cézar (1860-1940), hermana de Guillermina, que no fue una esposa diplomática, sino una embajadora de la paz. La autora explora los retos que enfrentó Ángela, quien incentivó el establecimiento del Cristo de los Andes como símbolo de fraternidad y paz entre Argentina y Chile (1904), fundó la Asociación Sud-Americana de Paz Universal (1907), incentivó que se pusiera una réplica del Cristo de los Andes en el Palacio de la Paz en La Haya (1909- 1913) y fue nominada al Premio Nobel de la Paz (1911). Bruno demuestra que su labor la llevó a establecer contactos con movimientos pacifistas a nivel regional e internacional, pero algunas figuras clave de la política exterior argentina vieron con desconfianza su protagonismo. Además de presentar las trayectorias de estas tres mujeres argentinas, Bruno explora a la “familia diplomática”, aquella donde varios hombres (esposos, hermanos e hijos) y mujeres (esposas, cuñadas, hijas) formaban parte de la vida diplomática y se conectaban a través de la amistad y el matrimonio con otras familias de élite a nivel internacional.

La segunda parte del libro, escrita por Marina Alvarado, se titula “Carmen Bascuñán, Emilia Herrera y Amanda Labarca. Entre vínculos familiares, mediaciones y responsabilidades internacionales”. La autora estudia a tres mujeres que desempeñaron importantes labores para las relaciones internacionales de Chile. En un primer momento, Alvarado presenta el caso de Carmen Bascuñán Valledor (1833-1911), esposa del novelista y diplomático chileno Alberto Blest Gana. Alvarado señala las distintas actividades de Bascuñán Valledor: cuidado del hogar e hijos; asistencia como secretaria, consejera y confidente; organización de bailes y tertulias, y mantenimiento de los lazos amicales y sociales diplomáticos. Se trata de otra ejemplar esposa diplomática. En un segundo momento, presenta el caso de Emilia Herrera y Martínez (1824-1892), esposa de Domingo José de Toro y Guzmán. Los Toro- Herrera recibieron en su hacienda a argentinos exiliados (por su oposición a Juan Manuel de Rosas); entre ellos figuraban personajes como Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, Juan Bautista Alberdi y Juan María Gutiérrez. Alvarado evidencia que el acogimiento de exiliados argentinos llevó a que Herrera tuviera un papel importante como mediadora entre Chile y Argentina; incluso a comienzos del siglo xx se comunicó con figuras políticas argentinas y chilenas para solicitar que se firmaran y respetaran los Pactos de Mayo. A nivel bilateral, Herrera era una embajadora de la paz. En un tercer momento, Alvarado presenta el caso de la primera profesora universitaria Amanda Labarca (1886-1975), esposa del escritor y abogado Guillermo Labarca Huberston. En los cuarenta, Labarca fue delegada en la Asamblea General de las Naciones Unidas y jefa de la División de la Sección de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, de la Organización de las Naciones Unidas; es decir, participó en las relaciones internacionales con cargos oficiales. Además de presentar la labor de estas tres mujeres chilenas, Alvarado explora detalladamente su posición dentro de la sociedad chilena y muestra que mientras Herrera y Labarca no dependieron de sus esposos para ser figuras públicas de importancia, Bascuñán sí dependió de su esposo para participar en la vida diplomática. La autora también señala las diferencias de clase y su repercusión en la actividad diplomática, pues mientras Bascuñán y Herrera formaban parte de la alta sociedad, Labarca provenía de la clase media.

La tercera parte, escrita por Alexandra Pita, se titula “Gabriela Mistral, Palma Guillén y Concha Romero. Entre amistades, redes intelectuales y organismos de cooperación”. La autora conecta las trayectorias de las mexicanas Concha Romero (1900-1987) y Palma Guillén (1898-1975) con la chilena Gabriela Mistral (1889-1957), quienes en distintos momentos del periodo de entreguerras a la temprana Guerra Fría ejercieron cargos en organismos internacionales y compartieron espacios en México, Estados Unidos y Europa. Pita evidencia que, durante el periodo de entreguerras, Romero promovió el intercambio académico entre Estados Unidos y México, y el conocimiento sobre América Latina en Estados Unidos; esto lo hizo en el contexto universitario, la prensa y el panamericanismo. Por ejemplo, Romero trabajó en la División de Cooperación Intelectual de la Unión Panamericana en los años treinta y fue en este contexto que conoció a Mistral, quien dictaba una serie de conferencias en 1939. Por su parte, en los años veinte, Mistral y Guillén establecieron lazos entre México y Chile cuando la chilena trabajaba para el proyecto educativo de José Vasconcelos. Más adelante, cuando Mistral fue designada jefa de la sección de Relaciones Literarias en el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual, invitó a Guillén a trabajar con ella. Así, las dos compartieron la experiencia de trabajar en el multilateralismo europeo. En los años treinta, ambas mujeres ejercieron cargos del servicio exterior, Mistral fue cónsul (primero honoraria y después de segunda clase de manera vitalicia) mientras que Guillén ejerció el cargo de Enviada Extraordinaria y Ministra Plenipotenciaria. Pita demuestra que durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría temprana las mujeres diplomáticas tuvieron que lidiar con la imposibilidad de mantener por periodos largos sus posiciones en organismos internacionales o en puestos diplomáticos. A lo largo de esta parte, la autora señala la construcción de lazos de amistad entre mujeres diplomáticas que con los años se fortalecieron: Guillén acompañó a Mistral en varias ocasiones en Europa, además junto con Romero procuró el bienestar de Mistral en México a finales de los años cuarenta y después de su fallecimiento, ambas ayudaron a difundir su obra. Asimismo, Pita demuestra que estas mujeres diplomáticas no solo colaboraron entre sí sino también con otras figuras importantes de la época, entre ellas Victoria Ocampo, y ejercieron una importante labor de diplomacia cultural para dar a conocer sus países y América Latina tanto en Estados Unidos como en Europa.

A lo largo del libro, las autoras prueban que las mujeres que participaron de la vida diplomática resultaron ser vitales para la representación de países latinoamericanos en la sociedad internacional y además fueron embajadoras culturales entre América Latina, Estados Unidos y Europa tanto a nivel bilateral como multilateral. Asimismo, dejan ver las redes que había entre mujeres que participaban de la vida internacional (esposas diplomáticas, pacifistas, cónsules, ministras y delegadas) y su contacto con políticos e intelectuales latinoamericanos, estadounidenses y europeos. Señalan también los orígenes sociales de estas mujeres. Las esposas diplomáticas y las embajadoras de paz se vieron beneficiadas por pertenecer a altos estratos sociales que las conectaban con figuras importantes en América y Europa, mientras que las cónsules, ministras y delegadas aprovecharon su formación para conectarse con intelectuales de ambos continentes. Las autoras también señalan las diversas dificultades que enfrentaron las mujeres que participaron en las relaciones internacionales: las esposas diplomáticas tenían presión por destacar positivamente ante el ámbito diplomático y la prensa, porque se esperaba que se comportaran y mantuvieran excelentes relaciones sociales; las embajadoras de la paz fueron cuestionadas por políticos y diplomáticos quienes dudaban de su labor y protagonismo; y las diplomáticas, cónsules y delegadas tuvieron dificultades para mantener una carrera prolongada y sin interrupciones, pues sus pares en varias ocasiones cuestionaron sus decisiones, además regularmente fueron juzgadas por su vestimenta.

Debe recalcarse que, para lograr este análisis, las autoras utilizaron una amplia diversidad de fuentes. Para el estudio de las esposas diplomáticas y las embajadoras de paz, revisaron textos escritos por estas mujeres (obras de ficción, discursos o conferencias), correspondencia personal, notas periodísticas y obras escritas por diplomáticos (esposos, hijos y colegas) que se refirieron a ellas. Para el estudio de las mujeres que representaron a sus países con cargos oficiales, además de analizar correspondencia personal, notas periodísticas y textos escritos por ellas, consultaron archivos diplomáticos.

Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960 será de utilidad para quienes estudian el papel de las mujeres en la vida diplomática, el pacifismo, las redes intelectuales, la mediación cultural y los organismos multilaterales. Con este libro, Bruno, Pita y Alvarado nos demuestran que el estudio de las mujeres argentinas, chilenas y mexicanas en la vida diplomática no está agotado y que necesitamos estudiar más casos de mujeres latinoamericanas y conectarlos con otras mujeres alrededor del globo. Sin duda, esta obra es clave para que el campo de estudio sobre mujeres y vida diplomática se consolide en América Latina, algo que, como señaló Bruno en el estudio preliminar, ya ha ocurrido en Europa y América del Norte. Igualmente, es clave para seguir estudiando la vida social y cultural de la diplomacia, campo de estudios en ciernes.

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