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Revista latinoamericana de estudios educativos

versión On-line ISSN 2448-878Xversión impresa ISSN 0185-1284

Rev. latinoam. estud. educ. vol.52 no.2 Ciudad de México may./ago. 2022  Epub 02-Mayo-2022

https://doi.org/10.48102/rlee.2022.52.2.503 

Editorial

Pobreza y formación para el trabajo: la necesaria apuesta por la calidad

Poverty and Technical and Vocational Education and Training: The Necessary Bet for Quality

Enrique Pieck Gochicoa* 

*Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación, Universidad Iberoamericana Ciudad de México


De inicio, cabe comentar sobre lo inédito de esta publicación: un número dedicado al tema de la formación para el trabajo (FT); nunca en la historia de la Revista Latinoamericana de Estudios Educativos se había dedicado una edición a este ámbito educativo/formativo. Se cruzan también, en este número, las dimensiones de la pobreza y la juventud como temas prioritarios; consideramos que son asuntos elocuentes sobre por dónde se ubican hoy día las grandes problemáticas en este campo de la educación.

Nada es gratuito en este realzar la formación para el trabajo como tema de la RLEE. La educación/formación técnica se ha tenido que enfrentar, a lo largo de los años, a una subestimación social ya histórica, que la considera una alternativa de menor calidad e importancia comparada con los estudios formales y académicos. No es gratuito, a su vez, que hasta hoy día se constate una mayor valoración de los estudios universitarios frente a los estudios técnicos, una mayor preferencia por los bachilleratos generales en comparación con los bachilleratos tecnológicos. Permanece una imagen subestimadora del imaginario colectivo, que lleva incluso a que sea poca la dedicación a esta materia desde los frentes de la investigación y de los programas. Por ejemplo, en el corpus de las investigaciones sobre educación y trabajo, se echa de menos una mayor presencia del componente de la formación para el trabajo en zonas de vulnerabilidad; pareciera, a veces, como si fuera ya una deuda saldada y nada más lejos de este sueño.

La educación técnica ha sido vista como una segunda oportunidad, tanto para quienes abandonan los estudios de bachillerato (además de la falta de interés de muchos y muchas jóvenes por cursar este nivel), como para un amplio sector de la población que está y ha estado fuera del campo educativo. Son grupos en rezago educativo, condición en la que se encuentran cerca de 27 millones de personas mayores de 15 años en México, quienes no han concluido su educación básica. Esta situación afecta a una gran cantidad de población de países latinoamericanos en diferentes niveles. Lo que todos y todas comparten es pertenecer a un amplio sector social que se encuentra al margen de la educación y con pocos recursos (conocimientos y habilidades) para incorporarse al mundo del trabajo. Ésta es, sin duda, la problemática central.

La inclusión de la FT en esta revista -con la que inauguramos la sección de Enclave- es una decisión afortunada. Pensamos que la educación y la formación técnica y vocacional (TVET, por Technical and Vocational Education and Training), término acuñado en los últimos años por parte de los organismos internacionales, que agrupa a modalidades diversas, tales como: formación para el trabajo, capacitación técnica, educación no formal, educación vocacional, educación comunitaria, entre otros, es un ámbito de formación que ha ido tomando terreno poco a poco. Esto ocurre ante la constatación de las ventajas sociales y económicas que representa para quienes se encuentran al margen del sistema educativo formal, y se enfrentan al horizonte del mundo del trabajo.

Hay interés en este ámbito de formación debido a su flexibilidad y practicidad, porque genera un rápido acceso al mundo del trabajo, por la inserción social y productiva que conlleva, por atender a la relevancia, entre otros. Sin embargo, permanece como un campo marginal, tanto en el terreno de los programas de formación para el trabajo, como en el ámbito de la investigación. En aras de responder de una manera efectiva a las diversas necesidades del sector social, es preciso hacer frente a la marginalidad en que operan muchos de estos programas y el bajo lugar que se les asigna en el amplio marco de las políticas de formación para el trabajo. Consideramos que ésta es una preocupación central que comulga con la filosofía jesuita, en el sentido de dar prioridad a que estos programas tengan una incidencia efectiva en los sectores más necesitados.

Es común notar la mayor preocupación por generar una mejor correspondencia de los programas de capacitación con el sector formal de la economía, y el poco interés por apoyar con programas de capacitación al amplio sector informal de la economía, y a diferentes grupos, tales como: población con discapacidades y en tercera edad, mujeres y jóvenes de sectores marginalizados y empobrecidos, comunidades rurales, entre otros. Hay un desinterés mayúsculo por brindar programas de capacitación de calidad hacia estos grupos que forman parte del sector social. Se conforma más bien por cursos que no van más allá de la capacitación técnica puntual y que terminan en terapias ocupacionales, en vez de contribuir a una mayor profesionalización de las especialidades y los oficios. Creemos que no basta con el alto significado que las personas otorgan a estos cursos de capacitación (como parte del currículo oculto de estos programas), sino que es preciso inyectarles calidad para que puedan generar oportunidades de desarrollo efectivas a la población que habita en sectores vulnerables.

Esta población tiene necesidad de conocimientos y habilidades que les faciliten transitar al mundo del trabajo, y para ello se requieren programas e instituciones que aporten en este campo de formación. Los materiales que aquí se presentan constituyen apuestas por una mejor formación para el trabajo en sectores de población que habitan en zonas de alta vulnerabilidad social. Van desde los bachilleratos comunitarios (que buscan la relevancia de sus contenidos en los diferentes entornos), la educación técnica profesional (el caso del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica -Conalep), los cursos técnicos en diversas especialidades, las Universidades Tecnológicas (como opciones de educación superior para población que tiene dificultades para cursar estudios universitarios), la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), como estrategia de estudios superiores que busca responder a los intereses y condiciones de jóvenes con bajos recursos económicos. Todas ellas conforman modalidades educativas que proporcionan una respuesta a las necesidades planteadas por diferentes grupos de población. Al respecto, son las y los jóvenes quienes conforman el segmento de población más referido; no es gratuito debido a que son ellas y ellos quienes se han visto más afectados por la pandemia. Estos textos representan una apuesta para que los programas incidan en mejores escenarios de transición laboral tanto para las y los jóvenes cuanto para la población que habita en zonas vulnerables.

La necesaria apuesta por la calidad

Siempre he avizorado que los programas de FT que se orientan a los sectores de pobreza, sean pensados a la luz de un concepto de calidad: i) que parta de la integralidad del currículo de los programas de FT y dé cabida, en su malla curricular, a las diferentes habilidades y conocimientos que se requieren para facilitar el proceso de transición al mundo del trabajo; ii) que tenga que ver, fundamentalmente, con la relevancia de los programas, atendiendo a los requerimientos de las personas y a la naturaleza de sus contextos.

Los programas de FT que atienden a los sectores de población que viven en condiciones de alta vulnerabilidad, en muchas de las situaciones no han rebasado el calificativo de “educación no formal-no vocacional”, precisamente por la debilidad de estar lejos de formar para el trabajo y caer más en una terapia ocupacional.

Quizá nunca antes se ha revalorado tanto la FT como ahora, frente a la problemática agravada por la pandemia y que ha incidido en altos niveles de desempleo, abandono escolar, baja de matrículas, disminución del poder adquisitivo, entre otros.

En las investigaciones que se presentan en este número de la RLEE se brindan elementos que permiten analizar en qué medida estamos hablando de calidad de la formación para el trabajo. Ello nos lleva a pensar sobre el concepto mismo de calidad y lo que implica en estos contextos. De principio, creemos que cabe reflexionar sobre los contenidos de los programas y la forma en que éstos responden a los requerimientos del mundo del trabajo, a las necesidades de la población y a la naturaleza de sus espacios. Ello nos remite al concepto de empleabilidad y lo que éste significa en su relación con la calidad de la FT. En este sentido, la empleabilidad está definida por la cualidad de los conocimientos y habilidades que llevan a que una persona tenga mejores posibilidades en su proceso de inserción en el mundo laboral, sea como empleada, sea como microempresaria. La empleabilidad tiene que ver también con la relevancia de esos conocimientos y habilidades para responder a las exigencias y entornos de un amplio sector de la población.

La empleabilidad está asociada a la noción de integralidad, en el sentido de que los diferentes conocimientos y habilidades que se desarrollen permiten conformar un currículo integral. De la riqueza de este currículo -de las competencias de empleabilidad en la malla curricular- dependerá la medida en que alguien presente un perfil de empleabilidad más alto -mayor calificación- frente al mundo del trabajo. Al respecto, un currículo básico -acotado- estará compuesto sólo por las habilidades y conocimientos técnicos propios de una especialidad, en contraste con un currículo integral que esté enriquecido con otros ámbitos, tales como: habilidades socioemocionales, habilidades sociolaborales, compensación de déficits en competencias básicas, componente sobre elementos para desarrollo de microemprendimientos, manejo de un segundo idioma, estancias laborales, acompañamiento, entre otros. Ciertamente, un currículo que esté integrado por un conjunto de estos componentes, revelará un mejor perfil de empleabilidad y contará con mejores posibilidades para insertarse laboralmente.

Lo mismo cabe señalar de la oferta de capacitación de los centros de formación para el trabajo (CFT), la cual se relaciona con las diferentes integralidades que puedan caracterizar a sus programas, lo que incluye: la integralidad sectorial (sectores: salud, educación, medio ambiente); la integralidad productiva (pasando por la organización hasta la comercialización); y la integralidad laboral (estadías, conocimiento de códigos laborales, entre otros). Por supuesto, habría que incluir en la integralidad productiva los papeles de transferencia tecnológica que empiezan a asumir algunos centros de formación para el trabajo respecto de las unidades productivas, ya más en el ámbito de la transferencia de tecnologías. Así también, el hecho de que un programa pueda ser caracterizado como integral, dependerá de los vínculos institucionales que establezcan los CFT con instituciones y organismos de los sectores público y privado; ello incidirá en el enriquecimiento y mejora de la calidad de la oferta de programas de capacitación.

Los programas y la calidad de la formación para el trabajo

En los textos de este volumen se puede apreciar cómo la calidad se constituye en un norte de los programas, en el criterio que está detrás de las diferentes iniciativas y que busca, ante todo, la mayor incidencia posible en los procesos de transición laboral; en especial de jóvenes, pero también de una población más amplia que está necesitada de conocimientos y habilidades que le permitan un mejoramiento en sus condiciones de vida.

La apuesta por la calidad se aprecia en diferentes niveles, yendo de mejoras e inclusiones en la malla curricular hasta estrategias pedagógicas y vinculaciones con la comunidad. Se constata en diferentes estrategias institucionales y en la impartición de cursos diversos de capacitación, donde la necesidad de innovar -para continuar con calidad- se hace presente en espacios agravados por la pandemia y ante la naturaleza propia de los programas de FT, donde el componente práctico dentro de la malla curricular ocupa 80%. En esta diversidad de eventos de capacitación, la apuesta por la calidad se muestra en la flexibilidad de los programas, en la heterogeneidad de los grupos de población (desde estudiantes de telebachillerato, universitarios, docentes, mujeres adultas que toman un curso de pintura en óleo, microemprendedores que se benefician de un curso sobre negocios impartido por una maestra vía Whatsapp, entre otros. La calidad se percibe en el interés de que los cursos tengan una incidencia real, tanto en la conformación de un currículo integral que apoye a los y las jóvenes en sus procesos de inserción laboral, como en la generación de estrategias y programas que distingan a los centros de formación para el trabajo y que les permitan canalizar una oferta de capacitación integral que se nutran del desarrollo de vinculaciones institucionales. Nos parece que, en términos relativos, los CFT exhibieron (y concretaron en la realidad) una mayor predisposición para atender la inédita demanda originada a partir de la crisis de la aparición de la pandemia.

Un aspecto relevante es el hecho de que, en muchas ocasiones, la FT está más relacionada con los trabajos que con los empleos, una consideración que guarda también relación con la calidad de la FT y que refiere a la naturaleza propia de las actividades productivas en el sector informal.

En el reporte sobre las Universidades Tecnológicas (UT) se releva la importancia de las estadías como componente de la malla curricular, que favorece los procesos de transición e inserción laboral de jóvenes que cursan estas modalidades. Consideramos que este componente constituye un indicador clave de calidad en la FT. Se señala que las estancias en las empresas en los semestres finales del año escolar, contribuyen a que los jóvenes puedan insertarse en empleos de calidad, más cerca del concepto de “trabajo decente”. Además, se señala que, a través de este conocimiento y vivencia en las empresas, se promueven competencias de empleabilidad, es decir, el desarrollo de habilidades, conocimiento del código laboral, entre otras, que ayudan a que las y los jóvenes tengan mejores posibilidades de insertarse en el mundo del trabajo y con buenas condiciones; las estadías se convierten en un canal de movilidad social. Hoy día estas habilidades sociales, emocionales y laborales, van más allá de un currículo rígido. En un escenario donde hay incrementos en las tasas de desempleo juvenil, que se combinan con la devaluación de las credenciales educativas, la apuesta a que la empleabilidad de los y las jóvenes se vea enriquecida por estas estadías, constituye una estrategia que se inscribe en la noción de calidad de la FT.

Lo mismo se evidencia en otro reporte sobre las UT, donde se señala la importancia de que la juventud cuente con competencias que vayan más allá de los conocimientos y habilidades técnicas. En una investigación que se enfoca a analizar las afectaciones que tuvo la pandemia en personas jóvenes egresadas del programa de Técnico Superior Universitario (TSU), se destacan las debilidades de los conocimientos tradicionales frente a las exigencias por nuevos perfiles de empleabilidad. Esta consideración se suma al concepto de calidad de la FT, al señalar la importancia de la formación en habilidades socioemocionales que brindan un mejor perfil de empleabilidad.

Las juventudes también se hacen presentes en la investigación que se reporta sobre las expectativas de estudio de alumnos de Conalep. Aquí se señala cómo sigue prevaleciendo la imagen salvadora de la Educación Superior (ES), que se muestra en el interés de los y las estudiantes por acceder a la ES antes que ver a la educación profesional como una oportunidad de insertarse al trabajo. Esto ha llevado a intentos por academizar la educación técnica profesional (educación vocacional) de forma que ésta guarde mayor correspondencia con las aspiraciones de las y los estudiantes de seguir el curso de sus trayectorias educativas, ahora más rumbo a la realización de estudios universitarios. En ese sentido, la investigación reitera la ya histórica subestimación de los estudios técnicos -sus implicaciones en términos de segmentación de los estudios y de los espacios del trabajo- y la ya también percepción de que los estudios universitarios son los que tendrán mayores implicaciones de movilidad social. La apuesta por la calidad se percibe en la adopción de una perspectiva realista, en el sentido del reconocimiento de que los jóvenes prefieren optar por seguir estudios universitarios y de ahí la importancia de apoyarlos ambientándolos en ese camino. Otra investigación sobre el Conalep concluye sobre la importancia clave de que el área de vinculación de la institución opere debidamente, en aras de poder apoyar la transición de los jóvenes al mundo del trabajo, un elemento adicional que añade calidad en la formación para el trabajo que desarrolla la institución.

En el nivel de los programas de educación media superior otro de los textos aborda el tema de los bachilleratos comunitarios. Ante la marginalidad en que operan estos programas, la investigación destaca las posibilidades que brinda a sus estudiantes cursar este nivel educativo. Se constata la importancia de enriquecer el componente de FT, como una apuesta por la calidad, de manera que pueda abrir las posibilidades de las y los estudiantes en el estrecho mundo del trabajo. Se destaca la importancia de prepararlos en otros ámbitos diferentes de la agronomía, ya que muchos migran a las ciudades. Es por eso que se menciona la importancia de incorporar oficios (estilismo, carpintería, técnico en computación) para mejorar sus posibilidades de insertarse en el mundo del trabajo. Se menciona la relevancia que tiene para ellos contar con su certificado de bachillerato, tanto para la continuación de estudios superiores, como para su inserción en puestos de trabajo que requieren el documento. Estas medidas constituyen arreglos curriculares que buscan incrementar la calidad de la oferta de FT para así responder de manera más pertinente a los requisitos de las y los estudiantes.

En el campo de los bachilleratos comunitarios, se presenta un estudio de caso en el nivel secundario superior que revela una práctica pedagógica y curricular en la preocupación por ofrecer una FT de calidad. Es el caso de los bachilleratos agrícolas (estudios agrotécnicos en Argentina) cuando están articulados con el mundo del trabajo, cuando se promueven vínculos con las autoridades municipales y cuando se evidencia una alta participación de padres y madres de familia. La experiencia habla de la posibilidad de incorporar el mundo del trabajo y de vincular el bachillerato con la atención a las demandas de la comunidad.

En este ámbito educativo, el ejemplo del bachillerato agrotécnico, perteneciente a las Escuelas de la Familia Agrícola, en Argentina, constituye una apuesta curricular que busca el arraigo de los jóvenes en su comunidad y la valoración de la cultura campesina. “Se trata de definir un espacio educativo inclusivo que intente promover que los jóvenes no emigren a las ciudades, resignificando el valor del trabajo productivo, la integración familiar y el desarrollo comunitario”, como señala Pedro Daniel Weinberg en la entrevista incluida en este ejemplar. La calidad de la educación/formación en esta experiencia viene representada por un currículo que está integrado por lo productivo, lo familiar, lo comunitario, en aras de brindar conocimientos y habilidades que guarden correspondencia con la naturaleza de los espacios.

La UACM destaca como una opción que favorece las posibilidades de movilidad social, propiciando itinerarios flexibles y trayectorias laborales que posibilitan un cambio en las condiciones de vida. Sin embargo, subrayan que no necesariamente favorecen una mejor inserción laboral y mejores condiciones económicas. Todo un reto, pues, para la introducción de mejoras que contribuyan a elevar la calidad en las diferentes áreas de la institución.

Considero que la apuesta por la calidad de la FT debe ser parte de una estrategia permanente, en aras de contribuir a la mejora de una modalidad que enfrenta el enorme reto de responder: i) a los requerimientos de los procesos de reinserción educativa y de transición al mundo del trabajo de los jóvenes, y ii) a las necesidades educativas y formativas de un amplio sector de la sociedad que se encuentra al margen del sistema educativo.

Estas consideraciones nos trazan, como horizonte, los planteamientos de una educación a lo largo de la vida, en la que las necesidades educativas de toda la población y en todas las edades, sean procuradas por un sistema de organizaciones e instituciones educativas y de formación para el trabajo. En términos de equidad, implica responder con programas que vayan más allá del sistema educativo formal, en el ánimo de trascender e impactar educativamente en la diversidad de poblaciones de todas las edades, lo mismo que en todos los contextos.

Finalmente, consideramos que este número de la RLEE, coordinado por el Dr. Enrique Pieck Gochicoa, debe ser visto también como una convocatoria a jóvenes investigadores y a especialistas consagrados, a quienes se les brindó un espacio para que dieran a conocer los resultados de sus labores. También, esperamos, que sea visto como una invitación que busca incentivar y animar a escribir artículos, tesis de grado, ensayos en este campo de la educación que luce prometedor. Se ha avanzado, sí, pero dista todavía de ser suficiente. Por eso, este número de la revista busca despertar conciencia sobre la situación y las posibilidades de la FT, como una modalidad educativa/formativa que tiene como tarea responder a las necesidades de los sectores de población mayoritarios en nuestros países.

Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (Inide)
Universidad Iberoamericana Ciudad de México

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