Introducción
En la lexicología actual resulta comúnmente aceptada la idea de que las lenguas enriquecen su acervo léxico con elementos tomados en préstamo de otros sistemas (Martinet 1991 [1965], p. 216; Weinreich 1974 [1968], p. 107; Robins 1995 [1971], p. 511; Sala 1998 [1986], p. 229; García Yebra 1994, p. 279; Gómez Capuz 1998, p. 13) . Tal es el caso de la lengua española, cuyos préstamos suponen el 41% del total de sus unidades léxicas (Alvar 2012 [1994], p. 10).
A pesar de este elevado porcentaje de voces tomadas de otros sistemas lingüísticos, muy pocos investigadores han indagado la parte de ese 41% perteneciente al léxico procedente de la lengua japonesa1, el cual, por lo demás, no resulta tan elevado si lo comparamos con los préstamos de otras lenguas2.
Por lo que respecta al inventario de voces tomadas del japonés, o japonesismos3, en nuestra tesis inédita (Los japonesismos de la lengua española: historia y transcripción; véase Fernández Mata 2015) y en el artículo titulado “Los japonesismos del español actual” (Fernández Mata, 2017) establecimos un inventario de 92 ítems que son utilizados en la lengua española actual -entendida ésta desde una visión panhispánica.
Aplicamos una serie de parámetros semánticos a dicho inventario y dividimos las unidades según 12 áreas referenciales, las cuales, de mayor a menor, son las siguientes: artes marciales y deporte (18 unidades); cocina y alimentación (16); guerra y gobierno de la nación (10); artes (8); ocio (7); escritura y literatura (6); vivienda y mobiliario (4); vestimenta (4); filosofía y religión (4); botánica (3); economía (3); medicina (3). Adviértase, pues, que en este artículo se analizarán las unidades relativas a una de las tres áreas referenciales (la vivienda-mobiliario, la vestimenta y lo religioso-filosófico) que componen el séptimo mayor grupo de voces procedentes de la lengua japonesa, es decir, nos ocuparemos del estudio exhaustivo de cuatro voces pertenecientes a la religión y la filosofía: «bonzo», «cen», «sintoísmo» y «zacén»4.
Para el análisis de estos japonesismos, el artículo se organizará en tres grandes apartados. En el epígrafe de metodología se detallan las fuentes empleadas para reunir toda la información relativa a estas voces5. Contiene, asimismo, un subapartado en el que explicamos nuestra concepción sobre las etapas de los préstamos. En el tercer punto se realiza el análisis lingüístico de las voces seleccionadas. En último lugar, se exponen las conclusiones de nuestra investigación.
Metodología
Con el objeto de recabar el mayor número de datos posible acerca de la expresión, el contenido, la etimología y la historia de los japonesismos religioso-filosóficos, tuvimos en cuenta diversos materiales. Por un lado, para la descripción fonético-gráfica, morfosintáctica y semántica, recurrimos a las muestras en los corpus de referencia del español (el CORDE, el CREA y el CORPES XXI)6; por otro, buscamos información en las siguientes obras lexicográficas hispánicas, todas de corte sincrónico: DVUA, DEA, DLE 2001 -vigésima segunda edición-, GDUEA, DUEAE, NDVUA, DUE, DClave y DLE 2014 -vigésima tercera edición. Además, intentamos perfeccionar nuestra descripción examinando de cerca otros diccionarios de lenguas europeas: MWCD y OED (inglés), DFL y LPR (francés), DHLP y DPLP (portugués) y DOVLI y Zingarelli (italiano). Por lo que se refiere al análisis histórico-etimológico de las palabras, empleamos: 1) dos obras españolas fundamentales para el estudio diacrónico (el DCELC y el buscador en línea del NTLLE); 2) la información etimológica que reflejan los diccionarios hispánicos (de los nueve descritos, sólo tomaremos el DLE 2001, el GDUEA, el DUEAE, el DUE, el DClave y el DLE 2014, ya que son los únicos que incluyen el estudio etimológico); 3) los descriptores etimológicos de los diccionarios extranjeros; 4) dos obras lexicográficas japonesas (el DaiD y el Daiyirín).
En cuanto al análisis de los japonesismos religioso-filosóficos, hemos repartido la información obtenida en las fuentes anteriores en 7 párrafos, cada uno relacionado con diversos parámetros:
Primer párrafo: cuestiones relativas a la etimología. Tratamos de despejar las siguientes incógnitas: 1) étimo japonés del que procede y pronunciación japonesa del mismo; 2) categoría gramatical del étimo y acepciones de éste en lengua japonesa.
Segundo, tercer y cuarto párrafos: datos sobre la expresión, el contenido y el uso de un determinado japonesismo, respectivamente. En el segundo párrafo, dedicado a la forma gráfica y a la acentuación, respondemos a preguntas como: 1) forma y variantes gráficas con que ha sido adaptada tal palabra (¿patrón gráfico español, extranjerizante o híbrido?); 2) ¿influjo o procedencia de otra lengua intermediaria? En el tercer parágrafo, donde se examinan el significado y el área referencial, despejamos las siguientes interrogantes: 1) acepciones en español (¿coincide con el japonés u otra lengua intermediaria?); 2) área referencial. En el cuarto y último apartado, donde se estudian las características morfosintácticas, analizamos: 1) género y número (masculino/ femenino, singular/ plural); 2) patrones combinatorios (uso con artículo, adjetivos, adverbios, etcétera).
Quinto, sexto y séptimo párrafos: información histórica del vocablo. En el quinto párrafo resolvemos: 1) ¿cuándo se tiene constancia del primer registro escrito en lengua española? Bien sea textual (proporcionado por los corpus CORDE, CREA y CORPES XXI), bien lexicográfico (conseguido en las obras lexicográficas de carácter histórico: DCELC y NTLLE; o actual: DVUA, DEA, DLE 2001, GDUEA, DUEAE, NDVUA, DUE, DClave y DLE 2014); 2) ¿se observa algún tipo de variación formal o significativa desde su primer registro? En el sexto párrafo, revisamos brevemente la primera documentación de un japonesismo en las otras lenguas extranjeras y comparamos estos datos con los obtenidos en las obras hispánicas. En el séptimo y último párrafo, se concluye el estudio con el análisis relativo al fenómeno del préstamo léxico, es decir, valoramos en qué momento de adaptación se encuentra un japonesismo en particular (cf. el siguiente apartado). Determinamos, asimismo, su repercusión en el sistema léxico del español.
Etapas de los préstamos
Pese a que compartimos la opinión de Gómez Capuz (1998, p. 214) de que resulta muy complejo diseccionar o “acotar en etapas discretas lo que parece ser un verdadero «continuum» entre el extranjerismo crudo y ocasional y el préstamo usual y perfectamente adaptado”, nos basamos en su clasificación tripartita para analizar el momento en que se encuentra un determinado japonesismo: el momento de transferencia, el momento de asimilación y el momento de madurez (Gómez Capuz 1998, p. 219; 2005, p. 15).
La primera etapa o momento de transferencia de un préstamo léxico se caracteriza por el uso limitado del vocablo en cuestión, que queda relegado al lenguaje o campo técnico con el que esté relacionado. En lo concerniente a su aspecto formal, la voz en préstamo entra con su grafía y sonido originales (es precisamente este rasgo gráfico el que desechamos para nuestro modelo teórico, dado que la lengua japonesa no utiliza el alfabeto latino). Tras verse desvinculada de los paradigmas formales nativos, se observa inestabilidad y anarquía formal en la voz que se ha tomado en préstamo, que puede sufrir cambios fonéticos y gráficos esporádicos. Por lo que se refiere al componente semántico, la monosemia regula el proceso, ya que el vocablo es adquirido con un solo uso denotativo y libre de cualquier paradigma semántico o asociación emotiva. Debido a la novedad del término, suele ir acompañado por marcas autonímicas como sinónimos, paráfrasis o explicaciones para su comprensión (Gómez Capuz 1998, pp. 220-222; 2005, pp. 15-16, 29).
En cuanto a la segunda etapa o proceso de asimilación, el extranjerismo demuestra su eficacia neológica y comienza un proceso de integración en el nuevo sistema que puede prolongarse en el tiempo y supone una evolución de estatus de un determinado préstamo léxico: desde su condición de extranjerismo hasta llegar a ser préstamo, cuando ya se ha asimilado formalmente, es ampliamente utilizado por muchos hablantes de la lengua receptora, quienes ya apenas lo perciben como elemento exógeno. El proceso de adaptación o naturalización de un determinado extranjerismo supone la asimilación de éste a todos los subsistemas o niveles de análisis de la lengua receptora: por lo que se refiere a los niveles fónicográfico y morfológico, el préstamo léxico se adecua paulatinamente a los patrones gráficos de la lengua española y modifica ciertas realizaciones extranjerizantes para adaptarlas al de los sonidos de la lengua de destino -una asimilación fónica-; asimismo, adquiere los rasgos morfológicos del español (como el género, el número, etc.). Además, en cuanto al nivel semántico, suele dejar atrás la monosemia para integrarse en las estructuras lexemáticas o área referencial de la lengua receptora. En ocasiones, cuando se trata de términos técnicos, se produce una simple adición al inventario léxico del español, mientras que en otras, cuando el extranjerismo tiene ciertos valores semánticos con palabras nativas, se puede producir la especialización semántica del término (Gómez Capuz 1998, pp. 223-251; 2005, pp. 17-25).
En la tercera etapa o etapa de explotación, madurez y creatividad, el préstamo lingüístico se caracteriza por estar completamente asimilado en todos los niveles, por lo que se percibe como elemento patrimonial de la lengua receptora. De este modo, queda sometido a la acción dinámica, creativa y neológica del lenguaje, es decir, comienza a generar nuevos elementos como si se tratara de un recurso neológico interno, y sigue, en consecuencia, mecanismos morfosintácticos (formación de derivados, compuestos híbridos, alteración de compuestos nominales y cambio de categoría gramatical) y semánticos (generalización, metáfora, metonimia) propios de la lengua receptora (Gómez Capuz 1998, pp. 251-254; 2005, pp. 25-27).
Por lo que respecta al uso general de las palabras analizadas, comprobaremos la frecuencia normalizada de éstas tanto en la versión anotada del CREA como en el CORPES XXI. No sólo examinaremos la evolución de su uso, sino también la distribución geográfica de la voz y la tipología textual en que tiene lugar. Ya que pretendemos conseguir una cifra lo más ajustada posible a la realidad, introduciremos en el motor de búsqueda de las plataformas el significante singular de las voces sin marcar la casilla de “grafía original”, para permitir que éstos consideren también las posibles variantes gráficas de un japonesismo -por ejemplo, con o sin tilde, con o sin mayúscula inicial, etc. Para establecer una escala, usaremos los parámetros desarrollados por el GDUEA7, las marcas de frecuencia se atienen a los siguientes porcentajes: 1) frecuencia circunstancial o no significativa (hasta 0.25 por millón); 2) frecuencia baja (desde 0.26 por millón hasta 2.99 por millón); 3) frecuencia moderada (desde 3 hasta 10.99 por millón); 4) frecuencia notable (desde 11 hasta 25.99 por millón); frecuencia alta (desde 26 hasta 75 por millón); 6) frecuencia muy alta (más de 75 por millón).
Por tanto, consideraremos todas estas variables para adscribir un determinado japonesismo a un grupo en particular: el de las voces recién transferidas8, el de las voces en proceso de asimilación y el de las voces patrimoniales. Al final de cada estudio pormenorizado de los japonesismos, añadiremos un párrafo en que se ofrecerá un razonamiento detallado que describa las causas por las que tal japonesismo queda incluido en determinado grupo.
1ª etapa Momento de transferencia |
2ª etapa Momento de asimilación |
3ª etapa Momento de madurez |
- Forma: transcripción y sonidos extranjerizantes. | - Forma: asimilación gráficofónica. | - Asimilación total en |
- Morfología inestable. | - Morfología más estable. | grafía, sonido y morfología. |
- Monosemia. Sin connotación. | - Abandono de la monosemia. | - Generación: morfología y significados. |
- Marcas autonímicas. | Connotación; especialización | - Uso regular (percibido |
- Uso circunstancial (campo de especialidad). | semántica. - Marcas autonímicas (disminución). | como patrimonial). |
- Uso regular (apenas se siente exógeno). |
Japonesismos de la religión y la filosofía
«bonzo»
Según concluimos en Fernández Mata 2018, el término podría proceder de los étimos 凡僧 ([bonsoː] o [bonzoː]9) o 梵僧 ([bonsoː]), ambos inventariados en el Daiyirín, que define el sustantivo 凡僧 con las siguientes acepciones en japonés moderno: “(1) Monje de rango inferior que no ha sido nombrado Sōgō (antigua autoridad eclesiástica budista); (2) Monje común”. En cuanto a 梵僧, posee estos descriptores semánticos: “(1) Monje que se consagra a la austeridad y la pureza y obedece los preceptos religiosos; (2) Monje; (3) Monje hindú”. Aunque el Daiyirín únicamente recoja el furigana con sibilante sorda, そう [soː], en el Daiyisén Digital10 aparece el furigana ぼんぞう -articulado [bonzoː]- en una de las definiciones de 凡僧, que traducimos a continuación: “(1) [igual que bonzo] rango inferior a Sōgō (antigua autoridad eclesiástica budista), o monje que no tiene el cargo o la responsabilidad de Sōgō, monje en la categoría de Bōshi (monje budista); (2) Monje común”.
A pesar de que el CORDE cuente con un solo ejemplo de grafía arcaica, bonços, lo cierto es que en los corpus (CORDE, CREA y CORPES XXI) hay uniformidad en cuanto a la representación de la palabra, que aparece siempre como bonzo(s). Por lo que respecta a las obras lexicográficas españolas (DEA, DLE 2001, GDUEA, DUEAE, DUE, DClave y DLE 2014), también detectamos uniformidad: concuerdan con el significante preferido en los corpus. Únicamente hemos encontrado la transcripción extranjerizante bonze en la obra de Bluteau (1721), inventariada por el NTLLE. Coincide esta grafía con la empleada en inglés (MWCD y OED) y francés (DFL y LPR). Por su parte, el portugués (DHLP y DPLP) y el italiano (DOVLI y Zingarelli) presentan igual significante que el español, esto es, bonzo. Sobre su acentuación, en lengua española no hay lugar a dudas, tanto por la información fónica descrita en los diccionarios GDUEA y DClave como por la ausencia de tildes en las muestras de los corpus, se observa que este vocablo ha sido adaptado con patrón llano.
En lo referente a su significado, hay consenso entre los corpus (CORDE, CREA y CORPES XXI) del español y las obras lexicográficas españolas (DLE 2001, GDUEA, DUEAE, DUE, DClave y DLE 2014), que refieren con la forma bonzo a ‘un monje o sacerdote budista’. En otras lenguas romances, existen acepciones peyorativas. Así, en francés (DFL y LPR) e italiano (DOVLI, Zingarelli) también puede significar ‘persona pretenciosa o que se da aires de superioridad’. Esta misma acepción la recoge el DHLP para el portugués, lengua en la que, además, se observan otros valores semánticos, como el de ‘hipócrita’ y ‘perezoso’ (DHLP y DPLP). Aunque el español actual no cuente con estas acepciones, en una de las obras lexicográficas recogidas en el NTLLE, la de Castro y Rossi (1852, s.v.), hallamos la siguiente caracterización de los bonzos, por la cual se intuye que en épocas pretéritas en español éstos también podían ser considerados como ‘perezosos’ u ‘holgazanes’:
Según los vocabularios consultados, en la China y otras tierras de gentiles, se distinguen con este nombre los que profesan una vida al parecer austera, y viven separados de la gente común, en conventos ó desiertos. Esta clase de gente está á cargo de la sociedad por una costumbre antigua, que ha pasado á constituirse ley: el comercio atiende á su sustento por un derecho voluntario sobre los géneros de importación y de esportación, el cual, aunque módico, reúne á la conclusión del año cantidades exorbitantes, y fomenta, por decirlo así, la holgazanería de esta gente.
Asimismo, gracias al CORDE, encontramos en algunos extractos de la Crónica de la provincia de San Gregorio Magno en las Islas Filipinas (1676), de fray Francisco de Santa Inés, descripciones por las que los castellanos tachan a los bonzos de ‘hipócritas’ y ‘codiciosos’:
Parece que se juntó en estos bonzos del Japón toda la hipocresía de los fariseos; porque mirando su compostura exterior y su blandura en el hablar y tratar con todos, parecen hombres de gran santidad y virtud, y son los más viciosos y llenos de pecados que hay en aquella tierra.
...y éste es uno de los mayores impedimentos que hay en aquellos reinos para la predicación del Evangelio, porque viendo los bonzos cuán contrario es lo que en él se enseña á sus pecados y á la hipocresía de su vida, y que con él se descubre la falsedad de sus sectas, de lo cual resulta perder sus devotos feligreses y disminuirse en gran parte sus rentas y limosnas, procuran con todas sus fuerzas que nadie le reciba, ni haya quien le predique, poniendo todos los medios posibles para estorbarlo.
...la pobreza voluntaria; que aunque no la reverenciaba como evangélica, por no saber las cosas de nuestra Fe, teníala por virtud moral, religiosa y ejercitada aquí en extremo grado de perfección, más que la que usan sus bonzos. Entre éstos, aquéllos son tenidos por más perfectos, que son más pobres, más penitentes y que más desprecian las honras del mundo; aunque nunca llega á ser tal su pobreza, desprecio y penitencia, que tenga asomos de virtud; antes sí una hipocresía fina, de la cual se valen para ocultar su codicia y ambición y otros muchos vicios.
Aparte de estos casos fortuitos y pretéritos, el valor semántico mayoritario reflejado por los corpus es el de ‘monje o sacerdote budista’. De ahí que el japonesismo aparezca constantemente en contextos donde se mencionan aspectos religiosos, sobre todo en las primeras muestras del CORDE, pertenecientes a textos de misioneros: cristiandad, Nuestro Señor, ídolos, templos, conventos, monasterios, Cielo, predicar, secta, sacerdotes, etcétera.
Debido a su referente masculino no resulta extraño que, en su integración en el sistema morfológico del español, los corpus (CORDE, CREA y CORPES XXI) y los diccionarios españoles (DLE 2001, GDUEA, DUEAE, DUE, DClave y DLE 2014) coincidan en describirlo como sustantivo masculino11. Así lo demuestran los numerosísimos ejemplos de los corpus, en que viene acompañado por elementos adyacentes masculinos, tanto en singular (el, un, al, del, algún), como plural (los, algunos, nuestros, muchos, estos mismos). Con este género ha pasado a las otras lenguas romances que lo utilizan: el francés (DFL y LPR), el portugués (DHLP y DPLP) y el italiano (DOVLI y Zingarelli).
Mención especial merece la locución adverbial a lo bonzo. Según las obras lexicográficas hispánicas, ésta se puede usar junto a los verbos quemarse [a lo bonzo] (DEA, DLE 2001, GDUEA, DUEAE, DUE, DClave, DLE 2014) o autoinmolarse/ prenderse fuego [a lo bonzo] (DUEAE) para constituir una combinación sintáctica que indica que ‘una persona se ha rociado de líquido inflamable y se ha prendido fuego en público en acción de protesta o solidaridad’. Si bien en el CREA se muestra preferencia por la construcción con el verbo suicidarse [a lo bonzo], y el CORPES XXI recoge igualmente la combinación inmolarse [a lo bonzo], a veces, también puede funcionar como locución adjetiva junto a sustantivos como suicidio [a lo bonzo] (DEA, DLE 2001, DLE 2014) o pelo [a lo bonzo] (GDUEA) -aunque esta última indica ‘cabeza rasurada’. En el CREA hallamos otros ejemplos con diferentes sustantivos: autoinmolación/ resistencia [a lo bonzo]. De acuerdo con los datos del CREA, esta locución se empleó por primera vez en un artículo del diario El País, publicado el 2 de febrero de 1977. Las obras lexicográficas extranjeras (MWCD, OED, DFL, LPR, DHLP, DPLP, DOVLI y Zingarelli) no recogen una expresión similar, por lo que inferimos que esta locución es propiamente española.
Dependiendo de la fuente, contamos con dos fechas para el primer registro escrito de «bonzo» en español. El DCELC de Corominas (1954, p. 487) data la forma bonzo en 1618, sin especificar la fuente, pero gracias al CORDE podemos adelantar su aparición a 1583, en la Vida de San Ignacio de Loyola escrita por Pedro de Ribadeneira, quien emplea el plural bonzos.
En lo que concierne a la lengua portuguesa, según Dalgado (1919, p. 138), la primera referencia se halla en plural (bonzos) en 1545, en el cap. 78 de la Peregrinação de Fernão Pinto, publicada póstumamente en 1614. Si consideramos como fortuitas excepciones las grafías bôzos, bouzos (de 1578)12 y bonzes (del siglo xvi), desde los primeros testimonios inventariados por Dalgado (1919, pp. 138-139), se observa que en portugués, al igual que en español, su transcripción también es estable, en bonzo(s). El Zingarelli sostiene que el japonesismo en lengua italiana ha sido tomado del portugués bonzo, y que el año de su primera aparición se remonta a 1549. En el LPR también se cree que la forma bonze del francés actual deriva de la portuguesa bonzo, y fecha el primer registro escrito en francés en 1570. En cuanto al inglés, los primeros datos que se tienen de su forma actual (bonze), procedente de la francesa, son más tardíos (1618 -boze- y 1688 -bonzes-, según el OED; 1653 -no se especifica la forma- en MWCD), si bien el OED indica que algunos de los primeros registros en inglés parecen derivar directamente del étimo japonés. En 1552 se recoge el significante bonzii, y en 1588, bonsos. La primera surge de la latinización del étimo japonés, concretamente la forma plural de la segunda declinación. La segunda, bonsos, más parece proceder del español o del portugués. Se observa, por tanto, que todas las lenguas consultadas dan como intermediaria la portuguesa13.
Para concluir, creemos que la voz bonzo, con distribución panhispánica, se encuentra totalmente asimilada, esto es, forma parte de las voces patrimoniales. Hay pruebas que demuestran lo anterior: grafía, patrón acentual y morfológico firmemente establecidos, sin lugar a variaciones; significación estable que puede dar lugar incluso a locuciones idiomáticas, que ya vimos en párrafos precedentes. A pesar de que en sus primeros registros existen marcas autonímicas para entender su significado (que assí se llaman entre ellos sus sacerdotes y sabios; muchos sacerdotes de ídolos, a quien llaman bonzos; religiosos a quien llaman bonzos; o religiosos de la China; que son sus sacerdotes; ó sacerdote de los gentiles; etc.), lo cierto es que ni en CREA ni en CORPES XXI se detectan. Su repercusión, según el CREA, es baja (0.48 casos por millón para la forma bonzo), mientras que en el CORPES XXI es circunstancial o no significativa (0.08 casos por millón).
«cen»
La voz procede del étimo 禅 [zen], que en japonés posee dos acepciones: “(1) Abreviatura de la transcripción de dhyāna (禅那 senna) que puede traducirse como calma permanente. Término budista. Concentrar la mente y entrar en un estado en el que no existe el yo; (2) Abreviatura de budismo «cen»” (DaiD).
Tanto en los corpus (CORDE, CREA CORPES XXI) como en las obras lexicográficas españolas (DEA, DLE 2001, GDUEA, DUEAE, DUE, DClave y DLE 2014) y extranjeras (MWCD, OED, DFL, LPR, DHLP, DPLP, DOVLI y Zingarelli), se utiliza la transcripción extranjerizante zen. La grafía zpuede articularse como s dental en el español meridional, o como interdental, fricativa, [θ], en la modalidad minoritaria septentrional (GDUEA). Sobre su acentuación, en lengua española no hay lugar a dudas al tratarse de un sustantivo monosilábico.
Por lo que se refiere a su carga semántica, en los corpus del español (CORDE, CREA y CORPES XXI) observamos dos significados según la categoría gramatical. Con función de sustantivo, los diccionarios españoles (DEA, DLE 2001, GDUEA, DUEAE, DUE, DClave y DLE 2014) lo definen como
forma / escuela / doctrina / práctica / sistema filosófico de budismo o budista que, mediante técnicas de meditación de carácter metafísico con las que evitan los esquemas conceptuales y detienen el curso del pensamiento, pretende alcanzar la iluminación: la esencia de la verdad.
Como adjetivo, ‘aplicado a esta forma / escuela / doctrina / práctica o sistema filosófico’14. Apréciese cómo el valor semántico del español es una mezcla de los dos descriptores semánticos usados en lengua japonesa (DaiD).
El primitivo sustantivo «cen», utilizado de forma pospuesta, comenzó a emplearse con función adjetiva en lengua española. Las obras lexicográficas hispánicas registran ambos usos: como sustantivo, todas concuerdan en describirlo con género masculino (DEA, DLE 2001, GDUEA, DUEAE, DUE, DClave y DLE 2014), y así aparece registrado en los ejemplos de los corpus, junto a adyacentes como el, un, al, del, japonés, puro, propio, etc. En función de adjetivo es invariable (DEA) y se coloca pospuesto a un sustantivo (DClave): rockero zen, temperamento zen, monje zen, límite zen, simplicidad zen, añagaza zen, literatura zen, planteamientos zen, prácticas zen, reminiscencias zen, etc. No encontramos casos de plural, aunque sí detectamos las siguientes combinaciones léxicas: zen japonés, budismo zen, maestro zen, pensamiento zen, monje zen y jardín zen.
En español, según el CORDE, el primer registro escrito data de 1963. Su primera aparición en una obra lexicográfica española tiene lugar en el DEA, esto es, en 1999. Desde su registro inicial no observamos variación formal o significativa.
En las otras lenguas analizadas, su primer registro escrito es mucho anterior. En inglés, el MWCD y el OED concuerdan en datarlo en 1727. El LPR lo sitúa en 1889 para la lengua francesa. En italiano, según información del DOVLI y del Zingarelli, su primer testimonio escrito corresponde a 1929.
CREA | CORPES XXI | |||||
País | Freq | Fnorm | País | Freq | Fnorm | |
España | 194 | 2.63 | España | 171 | 2.01 | |
Argentina | 55 | 4.30 | Argentina | 58 | 2.67 | |
Cuba | 44 | 13.66 | Chile | 47 | 3.29 | |
México | 15 | 1.21 | México | 46 | 1.70 | |
Venezuela | 6 | 1.38 | Colombia | 19 | 1.10 | |
Chile | 5 | 0.91 | Venezuela | 9 | 0.75 | |
Colombia | 3 | 0.65 | Perú | 8 | 1.07 | |
Perú | 2 | 0.52 | Paraguay | 7 | 1.28 | |
República Dominicana |
7 | 1.22 | ||||
Costa Rica | 4 | 1.27 |
A partir de la valoración de todos los datos anteriores, creemos que la voz «cen» se encuentra en el grupo de japonesismos que han sido casi totalmente asimilados por la lengua española. No podemos afirmar que se trata de una voz patrimonial, pues, por un lado, su transcripción es extranjerizante y, por otro, su referente significativo es todavía percibido como elemento exógeno (encontramos marcas autonímicas del tipo japonés o zen japonés). Además, en función de adjetivo, no presenta concordancia con el sustantivo al que define, si bien, tanto en CREA como en CORPES XXI, presenta una frecuencia baja (2.43 casos por millón en el primero y 1.61 casos por millón en el segundo) en las naciones hispánicas.
«sintoísmo»
La lexía «sintoísmo» proviene de la voz 神道 [s’intoː]15, que en japonés cuenta con las dos siguientes acepciones:
Práctica religiosa tradicional del pueblo japonés, así como las ideas y la actitud vital que la sostienen. Surgió de prácticas animistas y chamanistas, para ir centrándose progresivamente en la adoración a los antepasados, dioses del clan y los dioses padres de la patria hasta ser instituida como culto nacional por la corte imperial Iamato. A pesar de ser un desarrollo independiente al de religiones traídas del exterior, como el budismo, más tarde fue recibiendo la influencia tanto de éste como del confucianismo, dando lugar a distintas teorías del sintoísmo; (2) Referido al budismo, herejía en la que se deposita la fe en dioses demonio (Daiyirín).
Al significante sinto se añadió el sufijo /-ismo/, cuya primera función, según el DLE 2014, es la de formar “sustantivos que suelen significar doctrinas, sistemas, escuelas o movimientos”.
Observamos variedad de representación gráfica en la comparación de los corpus, causada por la articulación extranjerizante del elemento japonés [s’i], que a veces se articula como prepalatal, fricativa, [ʃ], y, otras, según la lengua española, [s] (GDUEA y DClave). En CORDE, se muestra preferencia por sintoísmo (5 casos, 1 con mayúscula inicial: Sintoísmo) frente a Shinto (1 caso). En CREA, se continúa esta tendencia: mayoría de sintoísmo(s) (51 casos, 3 con mayúscula inicial: Sintoísmo) frente a shinto (18 casos, 7 con mayúscula inicial: Shinto) y shintoísmo (11 casos). La variedad escrita llega hasta el CORPES XXI, pero en él los casos de Shinto (4) superan a los de sintoísmo (3) y shintoísmo (1). Las obras lexicográficas españolas únicamente inventarían la fórmula sintoísmo (DEA, DLE 2001, GDUEA, DUEAE, DUE, DClave y DLE 2014), lo cual contrasta con algunas obras lexicográficas extranjeras, que sí registran el uso sinonímico de sus dos significantes: Shinto/ Shintoism (MWCD y OED), shintoïsme/ shinto (DFL y LPR), xintó / xintoísmo / sintoísmo (DHLP y DPLP). En italiano no se emplea la forma shinto, pero, por el funcionamiento interno de su ortografía frente al extranjerismo, sí encontramos variedad gráfica en scintoismo/ shintoismo (DOVLI y Zingarelli). Por lo que respecta al uso de la mayúscula inicial, la RAE, en su Ortografía (2010, p. 496), indica que “tanto los sustantivos que designan las distintas religiones como los que designan al conjunto de los fieles de una religión son nombres comunes y deben escribirse con minúscula inicial”. En la composición de sinto + ismo, el acento recae sobre el sufijo español, de lo que resulta una palabra paroxítona, como así podemos ver en las muestras de los corpus y en la descripción fonética del GDUEA y el DClave.
En lo referente a su valor semántico, las obras lexicográficas hispánicas lo describen como “religión primitiva de origen japonés que se caracteriza por ser politeísta, animista-mitológica -adoración de las fuerzas naturales- y por presentar culto a los antepasados” (DEA, DLE 2001, GDUEA, DUEAE, DUE, DClave y DLE 2014). En lo básico, las obras lexicográficas extranjeras concuerdan con la definición de las hispánicas, aunque añaden dos aspectos que no se recogen en español: “(1) veneración / exaltación de la figura del Emperador, descendiente de la diosa Sol” (MWCD, OED, LPR, DOVLI y Zingarelli); “(2) esta religión es anterior al budismo” (DFL, DPLP y Zingarelli). Apreciamos, pues, que la definición de los diccionarios hispánicos deriva de la primera acepción del Daiyirín para el japonés. A pesar de que nuestros diccionarios no describen con la amplitud de las obras lexicográficas extranjeras el término, en los corpus sí detectamos un uso que abarca todos los semas nombrados, por lo que el japonesismo suele aparecer junto a vocablos como religión indígena, impuros, budismo, confucionismo, teológica, Mikado, emperador, diosa Amaterasu, mística, rezo, antepasados, animismo, dioses, etcétera.
Las obras lexicográficas de la lengua española (DEA, DLE 2001, GDUEA, DUEAE, DUE, DClave y DLE 2014) lo describen como sustantivo masculino y así aparece en los corpus (CORDE, CREA y CORPES XXI), junto a elementos adyacentes que indican su género: el, un, al, del, antiguo, sincrético, tántrico, caracterizados, etc. En otras lenguas romances, este japonesismo también ha pasado como sustantivo masculino (DLF, LPR, DHLP, DPLP, DOVLI, Zingarelli). Con tan sólo un caso en CREA, no podemos afirmar que su forma plural, sintoísmos, se use con tanta regularidad como la singular, aunque debemos tener en cuenta que los significantes plurales de las religiones no se emplean de manera generalizada; no se suele utilizar: los cristianismos, los budismos, los hinduismos, etc., por el referente de colectividad y pluralidad que ya viene indicado en el sufijo /-ismo/. No detectamos preferencia por ningún patrón combinatorio, aunque sí se registra un lexema derivado de sinto: sintoísta “perteneciente o relativo al sintoísmo / partidario del sintoísmo” (adj. o sust. común DVUA, DEA, DLE 2001, GDUEA, DUEAE, DUE, DClave y DLE 2014).
Contamos con varias fechas para la datación de su primer registro escrito. De acuerdo con los datos del CORDE, la primera documentación textual de sintoísmo en español comprende los años que van de 1953 a 1974, mientras que Shinto se fecha en 1964. Podemos adelantar su registro gracias a la información del NTLLE, donde descubrimos que la obra de Gaspar y Roig, de 1855, recoge las formas Sinto y Sintoísmo. Desde su primer registro escrito, no encontramos cambios semánticos importantes, ni formales.
En otras lenguas europeas, su primera documentación es muy anterior. En portugués, por ejemplo, el DHLP data la forma seutó en 1612 y shintoismo en 1874. En inglés, por su parte, se registra Sinto en 1727 (MWCD y OED) y Sintooism en 1857 (OED). El LPR sitúa shintoïsme en 1765. Por último, DOVLI y Zingarelli fechan el primer registro escrito de scintoismo o shintoismo -no se especifica la grafía- en 1905.
CREA | CORPES XXI | |||||
(sintoísmo) | (sintoísmo) | |||||
País | Freq | Fnorm | País | Freq | Fnorm | |
España | 52 | 0.70 | España | 2 | 0.02 | |
Chile | 1 | 0.07 | ||||
Paraguay | 1 | 0.18 | ||||
Puerto Rico | 1 | 0.25 | ||||
(shinto o Shinto ) | (shinto o Shinto ) | |||||
País | Freq | Fnorm | País | Freq | Fnorm | |
España | 9 | 0.12 | Argentina | 3 | 0.13 | |
Argentina | 5 | 0.39 | Ecuador | 1 | 0.17 | |
México | 2 | 0.16 | España | 1 | 0.01 | |
Colombia | 1 | 0.21 | Guatemala | 1 | 0.27 | |
Nicaragua | 1 | 0.28 | ||||
Puerto Rico | 1 | 0.25 | ||||
República Dominicana | 1 | 0.17 |
Teniendo en cuenta la información de los párrafos precedentes, consideramos que la voz «sintoísmo» pertenece al grupo de los japonesismos que se encuentran en proceso de asimilación. Hay muestras que prueban su inestabilidad en el sistema: variación gráfica o transcripción extranjerizante y valor semántico monosémico, que en ocasiones necesita explicarse por marcas autonímicas (significaba camino de los dioses; que combinaba el culto de los antepasados con creencias en espíritus y en las fuerzas naturales; la religión tradicional; se centraba en el culto al emperador, considerado como descendiente de la diosa Amaterasu; es la religión nacional del Japón, formada por creencias y ritos ancestrales, centrados en la adoración de fuerzas sobrenaturales denominadas Kami y que presenta una diversidad zonal y temporal muy notable que aconseja su estudio siguiendo un esquema histórico, etc.). Según el CREA, su frecuencia normalizada es baja, 0.39 casos por millón para sintoísmo -sólo registrado en España- y no significativa, de 0.12 casos por millón para shinto/ Shinto -España, Argentina, México y Colombia. El CORPES XXI indica que la tendencia a usarse de manera circunstancial se ha extendido en todo el territorio hispánico, tanto para la forma sintoísmo -con 0.02 casos por millón- como para shinto/ Shinto -con 0.03 casos por millón.
«zacén»
El préstamo «zacén» proviene del étimo japonés, con doble posibilidad gráfica, 座禅 o 坐禅 [zazen], definido como “uno de los principales métodos de estudio para alcanzar el conocimiento dentro del budismo, en especial, método de concentración que es considerado el núcleo del budismo cen” (Daiyirín).
Mientras que en CREA se prefiere la grafía extranjerizante zazen (5 casos), sin marcas acentuales, frente a los 2 casos de la forma extranjerizante, pero con marcas acentuales, zazén, el CORPES XXI muestra preferencia por esta última: 4 casos de zazén vs. 1 caso de zazen. En las obras lexicográficas, española (DClave) o extranjeras (OED, DFL y Zingarelli), se utiliza el significante zazen. Las muestras acentuadas en los corpus y la descripción fónica del DClave indican que en español ha sido adoptada como voz aguda, al igual que el étimo japonés.
En lo que respecta a su significado, el DClave lo describe como “práctica de meditación budista que consiste en dejar la mente en blanco y concentrarse en la respiración”. Las obras lexicográficas extranjeras definen de manera similar el término (OED, DFL y Zingarelli). Por tanto, derivan directamente de la acepción japonesa (Daiyirín). En las muestras de los corpus, el japonesismo suele aparecer junto a términos relacionados con su definición, como practicar, mente, meditación budista zen, sentado, sentarse, templo, satori, pensadores religiosos, etcétera.
El DClave indica que se trata de un sustantivo masculino, y así aparece registrado en los corpus (CREA y CORPES XXI), junto a adyacentes del tipo el, del, mucho. En francés (DFL) e italiano (Zingarelli -invariable-) también se emplea con género masculino. No hallamos muestras de plural, aunque sí algunas combinaciones recurrentes, como practicar(se) «zacén», sentar(se) / sentado en (posición de) «zacén».
La primera documentación lexicográfica que se tiene de esta voz la hace el DClave; por lo tanto, hemos de fecharla en 2012. Sin embargo, gracias al CREA, podemos adelantar su primer registro a 1993. Desde su primera aparición no encontramos cambios formales o significativos. En otras lenguas, su primera documentación es anterior: el OED fecha su primer registro en 1727, y el Zingarelli, para el italiano, en 1983.
Por los datos recién expuestos, consideramos que esta voz se encuentra en proceso de transferencia, ya que presenta grafía extranjerizante, con aplicación o no de las reglas de acentuación, y cuenta con un único significado, aplicado a un elemento cultural exógeno, que en ocasiones aparece definido mediante marcas autonímicas del tipo meditación budista zen, meditación en postura Zen, meditación sentada, etc. En CREA, su repercusión es circunstancial (0.03 casos por millón para zazen), tendencia que continúa en el CORPES XXI (0.02 casos por millón para zazén y zazen). En ambos corpus observamos que su distribución geográfica es panhispánica.
Conclusiones
Después de sopesar los datos de los párrafos anteriores, podemos extraer las siguientes conclusiones:
Casi la totalidad de las voces examinadas no presenta variación articulatoria de carácter segmental; únicamente «sintoísmo», cuya sibilante prepalatal en ocasiones queda transcrita con el dígrafo sh, y, otras, la mayoría, con s. Asimismo, en su adaptación al español, observamos preferencia, como no podía ser de otro modo, por el patrón acentual paroxítono, pues la mitad de las voces han sido adaptadas como palabras llanas («bonzo»16 y «sintoísmo»17). Sigue el patrón acentual del étimo la voz «zacén», de carácter oxítono, mientras que «cen», por ser un elemento monosilábico, queda obviamente excluido. Más allá de las grafías extranjerizantes (zazen, zen, shinto), que pueden deberse al influjo del sistema de romanización Hepburn -de origen anglosajón-, no tenemos constancia de que otras lenguas hayan intermediado en el proceso de adopción entre el étimo japonés y la adaptación hispánica.
El análisis morfosintáctico de las voces nos revela que el 100% pertenece a la categoría de los sustantivos, todos con género masculino18. Con el japonesismo «bonzo» ha surgido una locución adverbial de naturaleza hispánica, pues no se detecta en otras lenguas próximas: a lo bonzo19. A veces, también puede funcionar como locución adjetiva junto a sustantivos como suicidio / autoinmolación / resistencia [a lo bonzo] o pelo [a lo bonzo]. En cuanto a «zacén», hallamos algunas combinaciones recurrentes. No ocurre así con «sintoísmo», aunque sí se registra un lexema derivado de sinto: sintoísta, con función adjetiva o de sustantivo común. Por último, el sustantivo «cen», pospuesto a los sustantivos20, posee función adjetiva.
En lo concerniente al plano semántico, la totalidad de las voces mantiene semejanza con el/los significado/s original/es de los étimos. Atendiendo a los valores semánticos de las cuatro voces, una («bonzo») es usada para denominar a una clase de ‘monje budista’, mientras que el resto hace referencia a elementos abstractos: «sintoísmo» ‘religión’, «cen» ‘doctrina filosófica’, «zacén» ‘práctica de meditación’.
Un análisis cronológico revela que la mitad de los japonesismos religioso-filosóficos se introdujo en la lengua española a lo largo del siglo xx (1963: «cen»; 1993: «zacén»). En cambio, «sintoísmo», cuyo primer registro se fecha en 1855, fue adoptado durante lo que convinimos en llamar la etapa de aislamiento de Japón. Por último, debemos incluir la voz «bonzo», cuya primera documentación data de 158321, dentro del selecto grupo de japonesismos introducido en la primera etapa de contacto (1580-1619) entre los pueblos hispánicos y Japón22.
Si tenemos en cuenta la repercusión y distribución de estos japonesismos en el sistema léxico de la lengua española actual, todas las voces comparten un uso panhispánico: tres vocablos se caracterizan por una frecuencia circunstancial («sintoísmo», «zacén» y «bonzo»23), mientras que «cen» posee una frecuencia baja.
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Según el grado de adaptación al sistema léxico del español, un elemento ha pasado a formar parte de las voces patrimoniales: «bonzo», en tanto que «cen» casi alcanza una asimilación total. Por su parte, «sintoísmo» se encuentra en proceso de adaptación, esto es, en el segundo estadio de adopción, y «zacén», en pleno proceso de transferencia, por lo que todavía se considera extranjerismo.
Para concluir, en relación con los dos puntos anteriores, nos preguntamos si el parámetro “tipología textual”, es decir, la frecuencia de uso de un vocablo en un tipo de texto, podría utilizarse para determinar la etapa de adopción de los préstamos. En el CORPES XXI detectamos que el total de los japonesismos analizados en este artículo presenta como tipología textual mayoritaria la ficción.
A priori, podría considerarse que, para que una voz se utilice en un texto ficcional, ésta ha debido ser asimilada completamente por la gran masa de hablantes, ya que, en principio, un autor escribe para ser comprendido. Además, hacer uso de un vocablo “foráneo”, “marginal”, “de introducción reciente”, implica que el autor antes ha debido interiorizarlo de algún modo. Sin embargo, contrastando nuestros datos, observamos que, si bien las cuatro voces se emplean principalmente en textos ficcionales, sólo dos, «bonzo» y «cen», se encuentran en la tercera etapa -adopción completa- o muy cerca de ella.
¿Debemos, pues, tener en cuenta el parámetro de la tipología textual a la hora de establecer el momento de adopción de un préstamo? De acuerdo con nuestra investigación, este factor no resulta del todo fiable por tres motivos:
el carácter subjetivo del creador literario. Si un autor, verbigracia mi caso, está familiarizado con la lengua prestataria (el japonés), le resultará más fácil, e incluso natural, encajar la voz en cualquier enunciado de su obra.
Asimismo, en la redacción de su trabajo, el autor puede tomarse licencias poéticas o creativas que no tengan en consideración si la voz empleada es entendida o no por los lectores.
Otro factor que invalidaría dicho parámetro es la escasez de muestras: que uno o dos autores utilicen cierta voz no es síntoma de que ésta haya sido completamente adoptada -tal vez se dé la coincidencia de que ambos conozcan en cierto sentido la lengua prestataria-, si bien este hecho podría iniciar el proceso de adopción.
Tipología | Freq | Fnorm. | |
bonzo | Ficción | 6 | 0.07 |
Noticia | 1 | 0.08 | |
zen | Ficción | 133 | 1.77 |
Reportaje | 16 | 3.09 | |
Divulgación | 15 | 1.13 | |
Académico | 10 | 0.73 | |
Blog | 8 | 2.14 | |
Noticia | 5 | 0.41 | |
Crítica | 5 | 6.90 | |
Entrevista digital | 2 | 18.08 | |
Biografía/memoria | 1 | 1.10 | |
Opinión | 1 | 0.53 | |
zazen | |||
zazén | Ficción | 5 | 0.06 |
sintoísmo | Ficción | 3 | 0.03 |
Shinto | Noticia | 4 | 0.33 |
shinto | Ficción | 1 | 0.01 |
Por tanto, estimamos que, para que este parámetro resulte efectivo, debemos combinarlo con el resto de factores y, además, valorar la cantidad de autores que utilizan el préstamo, pues, a mayor número de casos registrados, mayor número de autores-creadores que conocen la palabra y que, con cuyo empleo, demuestran la integración de la voz en el sistema léxico de la lengua.