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Estudios de Asia y África

versión On-line ISSN 2448-654Xversión impresa ISSN 0185-0164

Estud. Asia Áfr. vol.58 no.1 Ciudad de México ene./abr. 2023  Epub 27-Mar-2023

https://doi.org/10.24201/eaa.v58i1.2727 

Traducción

Las primeras aventuras de Alhaji Imam: “A la búsqueda del agua de Bagaja”, de Alhaji Abubakar Imam

Alhaji Imam’s First Adventures: “In Search of the Water of Bagaja”, by Alhaji Abubakar Imam

1Università degli Studi di Napoli “L’Orientale”, Italia


Resumen:

Ruwan Bagaja, del escritor nigeriano Alhaji Abubakar Imam (1911-1981), fue publicado por primera vez en 1934 y es considerado un clásico de la literatura hausa moderna. En su novela, Abubakar Imam recupera el tema popular de la mítica agua curativa de Bagaja en una historia que integra motivos de la tradición oral hausa con elementos derivados de las tradiciones de Oriente Medio y europea. Se presenta aquí la traducción al español de “Alhaji a la búsqueda del agua de Bagaja”, el primer capítulo de la novela. Narrado en primera persona, el texto cuenta las primeras aventuras del protagonista, Alhaji Imam, y expone su historia y su psicología. El lector se ve inmediatamente proyectado a una dimensión en la que la amistad y el engaño, la subordinación y el poder, y lo natural y lo sobrenatural se entrecruzan sin solución de continuidad.

Palabras clave: Ruwan Bagaja; Alhaji Abubakar Imam; hausa; literatura africana; novela

Abstract:

Ruwan Bagaja by Nigerian writer Alhaji Abubakar Imam (1911-1981), was first published in 1934 and is considered a classic of modern Hausa literature. In his novel, Abubakar Imam takes up the popular theme of the mythical healing water of Bagaja, in a story that integrates themes from the Hausa oral tradition with elements derived from the Middle Eastern and European traditions. The Spanish translation of the novel’s opening chapter, “Alhaji in Search of the Water of Bagaja”, is presented here. Narrated in the first person, the text describes the first adventures of the protagonist, Alhaji Imam, outlining his history and psychology. The reader is immediately immersed in a world where friendship and deception, subordination and power, and the natural and supernatural are inevitably intertwined.

Keywords: Ruwan Bagaja; Alhaji Abubakar Imam; Hausa; African literature; novel

Introducción

Ruwan Bagaja (“El agua de Bagaja”) es sin duda una de las obras más famosas y exitosas de la literatura hausa. Escrita entre 1933 y 1934 por Abubakar Imam (1911-1981), un joven profesor de secundaria de la ciudad de Katsina (noroeste de Nigeria), es considerada una fusión sincrética entre temas de la tradición oral hausa y estructuras narrativas típicas de la literatura de Oriente Medio y de Europa.

La génesis de la obra se remonta a la participación de Imam en un concurso de escritura creativa organizado por Rupert East, superintendente de Educación de la Oficina de Traducción de Zaria. El concurso, aparte del genio educativo que caracterizaba tanto el compromiso institucional como el personal de East en la sociedad hausa, formaba parte de un programa general con un doble propósito: por un lado, la intención de la administración colonial británica de promover la difusión de productos impresos en hausa estándar, y, por otro, definir los primeros pasos para formar una clase subejecutiva y construir un sistema educativo de matriz occidental que coexistiera con el sistema islámico.

Abubakar Imam participó en el concurso con una primera versión de Ruwan Bagaja. La obra se presentó como un producto inmaduro, muy influido quizá por lecturas asimiladas con ingenuo entusiasmo. Un largo proceso de revisión llevó al autor a redefinir lo escrito y a dar a las partes que lo componían una organización armoniosa y original. En 1934, el texto fue entregado a la imprenta y, aunque muy reducido en comparación con el manuscrito original, Ruwan Bagaja se impuso inmediatamente como el primer clásico moderno de la producción literaria hausa (Furniss 1996; Caron 2006).

El relato es la narración en primera persona de las increíbles aventuras del protagonista en un mundo suspendido entre la realidad y la magia. La trama se centra en la búsqueda del agua milagrosa de Bagaja, un motifema típico de la tradición oral hausa (Ahmad 1997, 109-113; cf. Pweddon 1977) aquí utilizado y reinventado en clave moderna. Alhaji Imam, héroe de la historia, emprende un largo viaje a través del tiempo y el espacio para buscar la legendaria agua curativa de Bagaja, y para ello cruza una y otra vez el umbral invisible que divide lo natural de lo sobrenatural, luchando en un mundo de seres humanos y espíritus, de creyentes y paganos, de sabios y monstruos.

La novela se divide en nueve partes. A la introducción, escrita en tercera persona y que define el marco de la narración, siguen ocho capítulos en los que Alhaji Imam cuenta su historia a un grupo de oyentes. A pesar de que la introducción utiliza el recurso del narrador externo, lo que hace de Ruwan Bagaja formalmente una “historia en la historia”, la clave de la metanarrativa no está completamente desarrollada y la estructura de la novela sigue siendo la de “una historia compuesta de historias” con una prospectiva esencialmente autobiográfica.

De la obra de Abubakar Imam se presenta aquí la traducción al español del primer episodio, Alhaji ya tafi neman ruwan Bagaja (“Alhaji a la búsqueda del agua de Bagaja”), donde ocurren los dos eventos desencadenantes que constituyen el hilo conductor de la narración: por un lado, el asesinato del padre biológico de Alhaji Imam por el pérfido Saƙimu, y, por el otro, la humillación sufrida por su padre adoptivo, Liman, y de la cual el protagonista decidirá vengarse mediante la búsqueda del agua mítica de Bagaja. El héroe se mueve en una trama narrativa dominada por oposiciones estructurales que pertenecen tanto a la cultura como a la sociedad hausa de la época: rico-pobre, sabio-ignorante, musulmán-pagano, tierra deshabitada-ciudad. En la mecánica narrativa, es esta última oposición la que permite encadenar los distintos eventos y define la dimensión del “viaje de búsqueda”. La naturaleza es el espacio fuera del perímetro del pueblo y de la ciudad, es el lugar indefinido que conecta diferentes microcosmos (por ejemplo, una ciudad de fieles con una ciudad de “patanes e infieles”). Es en la tierra deshabitada donde se pierde la plausibilidad lógica y temporal, al igual que el control sobre los eventos. En este sentido, Abubakar Imam utiliza una oposición fundamental en las tradiciones orales africanas: por un lado, el mundo organizado en ciudades y pueblos donde los hombres luchan entre sí con astucia, y, por el otro, un mundo donde el hombre -el viajero, el héroe, la víctima- está a merced de entidades, poderes o revelaciones que van más allá de sus facultades.

Alhaji Imam -el héroe cuyo padre biológico fue asesinado y cuyo padre adoptivo fue humillado- no duda en recurrir al engaño para sobrevivir en un mundo donde se le ha negado riqueza y erudición. Abubakar Imam transfiere al protagonista la inventiva del trickster y del enfant prodige, y con ello el ingenio de artimañas, caídas y ascensos que inevitablemente atraen la simpatía del lector hacia un personaje que permanece intrínsecamente “justo”.

En “Alhaji a la búsqueda del agua de Bagaja”, interviene el personaje de Malam Zurƙe, enemigo y compañero del más astuto Alhaji Imam. Esta primera parte de Ruwan Bagaja se cierra con la derrota desastrosa y pública de Malam Zurƙe, el cual aparecerá más adelante en un papel que combina las figuras del adversario y del compañero de viaje, a tal punto que Furniss compara la función de Zurƙe con la de Sancho Panza en Don Quijote(Furniss 1996, 22). Alhaji Imam es consciente de su ignorancia, pero no lo impulsa ni la modestia ni la humildad, sino la resolución del problema (vengar a su padre y encontrar el agua milagrosa) como el motor implacable de las acciones del héroe. Además, la conciencia de tener que hacer uso de artimañas y engaños (en definitiva, cabe decir, inocentes) también traiciona una cierta satisfacción. Malam Zurƙe, víctima de la astucia de Alhaji Imam, tiene que dejar la ciudad entre los gritos de los niños que se burlan de él. Después de narrar el episodio, Alhaji Imam se dirige al lector con una pregunta retórica: “¿Te gustó el plato que le serví a nuestro amigo?”.

Nota a la traducción

Ruwan Bagaja presenta un estilo de escritura vívido y lúdico, marcado por las formas narrativas orales. La dinámica de las interacciones y la mecánica de la historia se basan en los diálogos y las reflexiones del protagonista. Las manifestaciones de sorpresa, los insultos y los elogios hacen uso de una rica variedad de ideófonos y expresiones idiomáticas. En la traducción se ha tratado de recrear estos elementos en un intento de respetar la función estético-comunicativa del texto original. Los topónimos se han mantenido en su forma original, ya que no se atestigua ninguna dicción en español (la excepción es Tombuctú). Asimismo, se ha mantenido la forma original de los antropónimos, incluidos los grafemas “especiales” del alfabeto hausa (es decir, el símbolo de la consonante eyectiva <ƙ> presente en Saƙimu y Zurƙe).

Sobre el autor

Alhaji Abubakar Imam nació en 1911 en Kagara, estado de Níger (en aquel entonces Northern Nigeria), en el noroeste de Nigeria. En 1927 se matriculó en el Katsina Training College para formarse como docente. A los 23 años participó en el concurso de escritura creativa organizado por la Oficina de Traducción con sede en Zaria, en el que quedó en segundo lugar con la novela Ruwan Bagaja. Años más tarde, dejó su puesto de docente para incorporarse a la Oficina de Traducción (más tarde de Literatura) y escribió Magana Jari Ce (“El arte de hablar es capital”), una obra de tres volúmenes que mezcla motivos hausas, árabes y europeos. En 1939 fue nombrado redactor jefe de Gaskiya Ta Fi Kwabo (“La verdad vale más que un kobo”), un periódico patrocinado por la administración británica con el objetivo de contrarrestar la propaganda nazi en África. En 1943 visitó el Reino Unido como parte de una delegación de periodistas. En 1951 dirigió la sección de libros de la Gaskiya Corporation, editorial fundada en 1945 con sede en Zaria, y desempeñó un papel fundamental en el proceso de alfabetización y difusión literaria. En 1953 realizó la peregrinación a La Meca y, el año siguiente, tras una breve experiencia como representante en la Cámara de Diputados, emprendió con éxito la carrera de funcionario. Murió en Zaria en 1981.

“Alhaji a la búsqueda del agua de Bagaja”

Alhaji Abubakar Imam

En primer lugar, escucha bien mi nombre: soy Alhaji Imam. Mi padre se llamaba Malam1 Na-Bakin-Kogi2 y fue un gran erudito en la corte del emir de Sudán. Cuando llegó a las puertas de su vejez, a aquella edad cuando todo el mundo te trata con respeto, una preocupación seguía atormentándolo: la vida nunca le había dado un hijo. ¡Montañas de libros y mucho conocimiento, pero ningún heredero! Malam Na-Bakin-Kogi tenía un hijastro: su nombre era Saƙimu.3 La naturaleza del joven era la de una persona malvada e ingrata, y en esto no era muy diferente a la mujer que lo había dado a luz.

El joven Saƙimu creció marcado por una absurda temeridad. No le faltaba coraje. A la edad de quince años se convirtió en un ordenanza con caballo. Cuando se dio cuenta de su fuerza, comenzó a saquear a los viajeros tendiendo emboscadas a lo largo de los caminos fuera de las aldeas. Malam Na-Bakin-Kogi le pidió a Saƙimu que cambiara de estilo de vida, pero él se negó. Y así fue como Malam lo hizo encarcelar.

Luego de pasar tres días en la cárcel, mi padre ordenó su liberación. Pero una vez liberado, Saƙimu regresó a casa con una ira profunda. Permaneció en silencio como un lagarto, sin hablar con nadie. Al caer la noche, Saƙimu tomó su espada de guerrero, penetró en la habitación de Malam Na-Bakin-Kogi y le cortó la cabeza. Luego, envolvió el cuerpo sin vida en un trozo de tela.

Al día siguiente, Saƙimu se presentó con el emir. Le dijo que su padre había muerto a altas horas de la noche después de sufrir un dolor agudo en el vientre. Los aldeanos se reunieron para celebrar el funeral y luego regresaron a sus casas. Las mujeres gimieron como era habitual, luego abandonaron el cuerpo y se regresaron también. Pocos días después de la muerte de Malam Na-Bakin-Kogi, Saƙimu tuvo un sueño. Vio al hombre que había matado, de pie. Luego vio algo como un pequeño dátil que salía del pene de Malam. Esta cosa se hizo cada vez más y más grande, hasta que llegó al tamaño de un gallo. Entonces le habló a Saki-mu: “Le dije que lo mataría”. Este sueño perturbó profundamente a Saƙimu. Cuando amaneció, el joven se reunió con los sabios para que le explicaran el significado de esas visiones.

Todos los eruditos querían escuchar lo que tenía que decir Saƙimu, el cual describió el sueño. Cuando terminó de hablar, los hombres más sabios tomaron la palabra:

-Un varón nacerá en esta aldea. Y su madre será la pareja del viejo malami4 que nos acaba de dejar, y ese chico te matará.

-Por supuesto, yo no tengo la facultad de leer el destino -dijo Saƙimu en ese momento-, pero lo que dices me huele a mentira. Malam Na-Bakin-Kogi no dejó embarazada a ninguna mujer. ¡Vuestras palabras me han arruinado el día, hechiceros de poca monta!

Los sabios se sacudieron la arena y se levantaron.

Esa misma noche, sin embargo, Saƙimu se despertó con gran ansiedad. “¡Dios! ¡Qué cosa tan terrible! -dijo-. Malam, ¡qué miedo! No tengo más remedio que matar a las cuatro viudas antes de que el presagio de esos cascarrabias se haga realidad”.

Consiguió veneno y se lo suministró a las mujeres, y justificó su muerte con el mismo mal que, según él, había golpeado a Malam Na-Bakin-Kogi. Sin embargo, la mujer que más tarde sería mi madre no estaba en la ciudad. De hecho, a la muerte de Malam, sus padres fueron a recogerla para llevarla a la aldea donde vivían.

Saƙimu no ignoraba los movimientos de la mujer. Mandó inmediatamente a su esclavo negro a la aldea. Le dio instrucciones precisas para secuestrarla, llevarla al bosque y matarla. Y así hizo el esclavo: en la noche preparó la silla de montar, fue a la aldea, secuestró a la mujer luego de taparle la boca y la arrastró detrás de la ciudad donde había escondido el caballo. La puso en el corcel y se dirigió hacia el bosque. Galoparon hasta el amanecer. Luego se detuvieron. Estaban lejos de todo y de todos. El esclavo desenvainó su espada para matar a la mujer, pero justo en ese instante pisoteó la cola de una cobra, que lo mordió. El esclavo logró cortar la cabeza de la serpiente, y luego colapsó en el suelo. El caballo, asustado, huyó a toda velocidad en lo profundo del bosque.

Mi madre estaba completamente perdida: este y oeste no le decían nada. Tenía miedo de preguntar el camino de regreso a casa. Se puso en marcha, sola y sin saber a dónde ir. Después de un día llegó a la ciudad de Kwantagora,5 y fue en Kwantagora donde tuvo una gran sorpresa: ¡esperaba un bebé! Los días pasaron, el vientre se hizo cada vez más grande y el niño nació. Dio a luz allí, en la casa de Liman, el imam de la ciudad.6 Me llamaron Alhaji Imam: Alhaji porque vine al mundo el día del Hajji, e Imam porque el imam de la ciudad, al no tener descendientes, finalmente encontró a un hijo en mí. Y así me convertí en Imam, o sea, el segundo Imam después de él.

Mi madre se llamaba Yakutatu. Cuando cumplió cuarenta años, se casó con el imam de Kwantagora. Entonces yo tenía doce años, y por mucho que el imam intentó hacerme estudiar, tenía un carácter rebelde e indomable. Crecí sin aprender nada. Sin embargo, el imam continuó considerándome su hijo, y nunca me miró con odio ni me pegó.

Un día, al regresar de las oraciones del viernes, vi a mi padre volver a casa con lágrimas en los ojos. Fui a su encuentro, conmovido:

-Padre, ¿estás bien?

Sus palabras vinieron con tristeza:

-Estoy bien, pero hoy el emir me ha hecho parecer un loco delante de todos.

Le pregunté qué había pasado.

-Estábamos en el palacio real presentando nuestros respetos. El emir mencionó que su hijo Yarima no estaba bien, que tenían que acostarlo y levantarlo porque no podía hacerlo por sí solo. Fue entonces cuando le sugerí que fuéramos a buscar el agua de Bagaja, ya que los habitantes de esa ciudad, Bagaja, no enfermaban nunca de fiebre. Después de haber yo pronunciado estas palabras, la cara del emir cambió de color y me acusó de estar burlándome de él, que lo que había sugerido era una tontería y que nadie había encontrado el agua de Bagaja.

Las palabras de mi padre me inquietaron mucho. Volví a casa y tomé un pequeño bastón. Luego fui a la casa de mis padres para pedirles perdón: ese día les dije que me iría de viaje por todo el mundo. Y así, por la Puerta de Oriente salí de la ciudad, no porque supiera a dónde iba, sino simplemente porque estaba buscando el mejor momento para alejarme. Me puse en camino hacia Tombuctú. Viajé y viajé hasta que, después de setenta días, divisé una colina que se elevaba desde las profundidades de la foresta.

“Vamos allá -me dije-, no sea que haya agua para saciar mi sed”.

A los pies de la colina había una gran cavidad. “Quizá -pensé- dentro de este agujero hay agua”. Así que primero introduje la cabeza y después todo el cuerpo. Me encontraba en la profundidad de la caverna, cuando escuché una voz.

-¡Eh, tú! ¿Eres hombre o espíritu?

Después de escuchar estas palabras mi corazón comenzó a latir fuera de control.

-Soy un ser humano -dije rápidamente.

Vi acercarse a un venerable anciano. En su mano sostenía una tasbih.7 Quería saber mi historia, así que le conté todo de principio a fin.

Al oír que intentaba encontrar el agua de Bagaja, el anciano me regañó con severidad:

-Tu mentira se alimenta de mentiras, joven.

Estas palabras me cayeron encima como un jarro de agua fría.

Cuando vi que se había calmado, le pregunté:

-Viejo, ¿y tú? ¿Eres hombre o espíritu?

Mi pregunta se debía a que su cabello le llegaba hasta el pecho.

-Soy un ser humano y hermano tuyo -respondió el anciano-. He estado aquí durante setenta años para servir a Dios y nunca antes había tenido visitas.

Comenzó a contarme su historia, la historia de su ciudad y la de su clan. ¡Relámpagos! ¡Qué sorpresa! ¡Ese hombre no era otro que mi padre8 Liman! Continuó relatándome sus historias y cómo siguió los caminos del mundo sin saber dónde estaba. Cuando terminó, le expliqué que era su hijo, y nos abrazamos y lloramos de felicidad. Me preguntó por la familia y, para responderle, me puse en cuclillas y desaté el nudo de mi bolsa.

Me quedé unos días con él, descansando y alimentándome de hierbas, porque sólo hierbas comía Liman. Después de familiarizarnos el uno con el otro, pedí a Liman que me explicara exactamente cómo estaban las cosas. Liman me narró la historia de mi vida y de la misión que tenía en este mundo.

-El agua de Bagaja -dijo- existe y es de este mundo, pero está bajo el control de los espíritus.9 Ni siquiera el fin de las cosas se encuentra más allá de la tierra que pisamos.

-Bueno -me dije tan pronto como terminó de hablar-, como esta agua milagrosa se encuentra en algún lugar del mundo, entonces podría arriesgar toda mi vida para encontrarla. Liman, es cierto, no me ha traído al mundo, pero no por ello le tengo que avergonzar.

Después de setenta noches continué de nuevo el viaje. No paré hasta llegar a la ciudad de Tombuctú.10 Estaba preparado para hacerme pasar por un mercader. Fui a la residencia del emir y le dije que era comerciante y que mi mercancía llegaría en tres días. Es bien sabido que los mercaderes itinerantes van de un lugar a otro y se detienen una vez que han encontrado un buen vivaque, y es por eso por lo que, viajando y tropezándome con esas bestias, tuve la idea de hacerme pasar por un comerciante.

En Tombuctú pasaba todas las tardes entre la gente, consiguiendo algo de sopa para después vaciar el contenido del cuenco en un lado y otro. El motivo de mi comportamiento se debía a la amistad que había entablado con un comerciante de la ciudad.

Cada vez que ese hombre venía a visitarme al final de la tarde, nos sentábamos e intercambiábamos los típicos saludos. “¡Maldición! ¡Los niños hicieron un estropicio con mi sopa!”, le decía. Después se volvía para ver a qué me refería y le explicaba que lo que estaba en el suelo y en las paredes era mi sopa. El líquido estaba por todas partes, y cuando el amigo miraba hacia la derecha o hacia la izquierda, arriba o abajo, yo echaba la culpa de la suciedad a los niños. El hombre creyó que era una persona pudiente, ya que desde mi llegada siempre me porté de forma muy generosa con los mendigos de la ciudad.11 Sin embargo, como resultado, apenas podía satisfacer mis necesidades.

“¡Grande es el poder de Dios!”. Eso era lo que tenían que pensar al ver mi estilo de vida. Pero la verdad es que tenía una deuda de media bolsa de monedas. Intentaba ganar más tiempo inventándome algo.

“Cuando lleguen mis vacas -dije-, no las venderé a nadie más que a él. Podrá elegir la bestia que prefiera y hacer con ella lo que quiera. De todas formas, algo me quedará”.

Pasaron tres días más, y no vi ni la sombra de mis vacas. Pero vinieron algunos mercaderes.

-Preguntémosles -dijo mi amigo.

-¡Buena idea! -le contesté.

Me acerqué a los comerciantes.

-¿Os habéis cruzado con una manada de grandes vacas en vuestro camino? -pregunté.

-Sí, nos encontramos con una. Las vacas llegarán mañana.

Se referían a las vacas con las que me había cruzado durante el viaje.

Me di cuenta de que al día siguiente mi mentira sería descubierta. Fui a la casa del comerciante.

-Necesito cincuenta monedas antes de que lleguen mis bestias en la mañana. Tengo que hacer algunos negocios.

El comerciante me dio el dinero.

Me fui de la ciudad. No seguí el camino y decidí, en cambio, cortar por el bosque. Viajé por cuarenta y un días. Llegué a una ciudad fortificada conocida como Saburi. La ciudad estaba poblada por patanes e infieles. Por eso, aplicando el refrán “en tierra de los ciegos el tuerto es rey”, me hice pasar por un erudito. Pero la verdad era que yo tampoco sabía nada sobre el Corán, excepto un versículo que había escuhado cuando Malam oraba el asham,12 es decir, el versículo que decía “Muduhammatani”.13

Me procuré un tasbih. Fui a la casa del rey y me exhibí como un erudito musulmán.

-¿De dónde eres? -preguntó el rey.

-De la tierra de los árabes14 -le contesté.

El rey se regocijó ante mi respuesta.

-Bueno, ¿a dónde vas?

-Rey, es aquí donde he venido -dije-, porque ésta es la tierra que siempre ha estado en mis sueños. Una voz me repetía que viniera aquí para enseñarles a orar correctamente. Sólo así podréis entrar al Paraíso.

Después de escuchar mis palabras, el rey convocó a los hombres notables de la ciudad y les contó lo que le había dicho. Y fue así como durante seis meses estuve allí orando para ellos, sin saber lo que estaba haciendo y repitiendo lo único que sabía: “Muduhammatani”. Incluso me encomendaban a los chicos de la ciudad para que les enseñara a leer y, de hecho, después de un tiempo, todos sabían de memoria ese único versículo. Quienes se esforzaban eran capaces de recitar con diferentes entonaciones: abriendo la voz, ahogando un poco el sonido, o de otros modos.

Pasaron otros siete meses y llegó el día en que un importante malami apareció en Saburi. El rey inmediatamente le informó de mi presencia, y le contó además sobre mi fama en el reino.

Se sabe que los malamai15 no aman que el círculo de eruditos se extienda demasiado. Por lo tanto, como era de esperar, este malami no tardó en aparecer.

-¿Cuál es tu nombre? -le pregunté después de saludarnos.

-Mi nombre es Malam Zurƙe, hijo de Muhamman -respondió-, ¿y el tuyo?

-Malam Alhaji Imam -dije-, ¡padre de todos los malamai!

Al amanecer del día siguiente fuimos al lugar de la oración. Malam Zurƙe vio que no sabía cómo hacerla, así que le pidió al rey que nos comparara para determinar quién era el mejor.

-No, Malam Zurƙe. ¡Al Malam Alhaji Imam no se le hará una cosa parecida ni aquí ni en otro lugar del reino!

Pero Malam Zurƙe insistió en sus peticiones. Su propósito era ponerme en ridículo. Ese día el rey me llamó para contarme la idea de Malam Zurƙe.

-¡La mentira ha llegado a su fin! -susurré.

-¿Dijiste algo? -preguntó el rey.

-Estaba reflexionando sobre cómo aumentar el aprovechamiento de los estudiantes -comencé a decir con desenvoltura-, que la ignorancia de los estudiantes no es poca. El conocimiento limitado es algo muy nocivo.

Le pedí al rey que anunciara a toda la población, tanto a los mayores como a los pequeños, que al día siguiente se pondría a prueba nuestro conocimiento.

-Así es cómo se hace -exclamó el rey-, ¡Malami, padre de todos los malamai!

Una vez que salió el sol, toda la población se reunió. El rey me llamó. A mi llegada me senté entre la multitud y esperé. Al cabo de un rato vi a tres niños con un montón de libros.

-Oigan, ¿de dónde vienen? -les pregunté.

-De la casa de Malam Zurƙe, hijo de Muhamman -contestaron.

Apareció Malam Zurƙe. Le dieron un saco para sentarse. El público era numeroso.

-¿Qué libros trajiste? -pregunté después de que nos saludáramos.

Respondió:

-Había traído los libros de Attaura, Zabura, Linjila, el Corán, Samarkandi, Lawwali y Sani.16

Eran libros de los que no recordaba el título o ignoraba su existencia.

-¡Ay!, ¡ay!, ¡ay! -estallé-, ¿no los conoces de memoria, pero quieres discutir conmigo?

Malam Zurƙe me miró y sonrió.

Luego les dije a los chicos:

-Dejen estos libros a un lado, que ya nos ocupamos de nosotros mismos. Sólo necesito de los conocimientos adquiridos a través del estudio. Lo que dicen estos libros lo sé palabra por palabra.

Los libros fueron puestos a un lado.

Se hizo el silencio. Barrí el suelo, como lo haría un vidente,17 y dibujé este símbolo: . Observé por un momento a Malam Zurƙe y luego le pregunté:

-¿Qué es esto?

-Es una... nun’ara18 -respondió.

-¡Ah!, inténtalo de nuevo.

-Entonces es un ra.19

-¿Un ra? ¡En tu casa tal vez!

-Es sin duda un lam’ara.20

-¿Quién es el malami mentiroso que te ha enseñado estas cosas?

Miré a los hombres que nos rodeaban.

-Esto no es un ra. Tampoco es una nun’ara o una lam’ara, sino la luna creciente de la primera noche.

Esos ignorantes miraron el símbolo y dijeron:

-¡Así es, malami! ¡Así es, maestro de los malamai! ¡Es la luna creciente!

Miré a Malam Zurƙe una vez más.

-Chicos -dije-. ¡Burlaos de él y tiradle arena!

-¡Hi-oo! ¡Hi-oo! ¡Hi-oo! -gritaban los chicos tirándole los libros.

El malami logró escapar de la ciudad por los pelos.

Y a ti: ¿te gustó el plato que le serví a nuestro amigo?

Referencias

Ahmad, Said Babura. 1997. Narrator as Interpreter. Stability and Variation in Hausa Tales. Colonia: Rüdiger Köppe. [ Links ]

Caron, Bernard. 2006. “L’année 1934 : un bouquet de romans haoussa”. En L’effet roman. Arrivée du roman dans les langues d’Afrique, editado por Xavier Garnier y Alain Ricard, 113-126. París: L’Harmattan. [ Links ]

Danfulani, Umar Habila Dadem. 1999. “Factors Contributing to the Survival of the Bori Cult in Northern Nigeria”. Numen 46 (4): 412-447. https://doi.org/10.1163/1568527991201437 [ Links ]

Furniss, Graham. 1996. Poetry, Prose, and Popular Culture in Hausa. Edimburgo: Edinburgh University Press. [ Links ]

Imam, Abubakar. 1934. Ruwan Bagaja. Zaria: Literary Bureau. [ Links ]

Pweddon, Nicholas. 1977. “Thematic Conflict and Narrative Technique in Abubakar Imam’s Ruwan Bagaja”. Tesis de doctorado, University of Wisconsin. [ Links ]

1Término de respeto utilizado especialmente para dirigirse a alguien que sabe leer y escribir.

2Literalmente, “Malam de-orilla del-río”.

3El grafema <ƙ> representa la consonante velar eyectiva [k’].

4Persona erudita, generalmente un erudito musulmán. En la actualidad, el tér-mino también ha adquirido la connotación genérica de “maestro”.

5También Kontagora (de kwanta gora, “deja abajo la calabaza”), ciudad histórica del noroeste de Nigeria, sede del emirato de Kontagora.

6Liman es la palabra hausa de origen árabe que designa al imán. En el texto, el sustantivo se utiliza como nombre propio.

7Collar hecho de 99 perlas o piedras pequeñas usadas en el islam para repetir fórmulas de alabanza y gloria a Alá.

8Alhaji Imam utiliza el término baba, que tiene el significado de “padre, papá”, usado también como forma de respeto al dirigirse a un anciano. Alhaji Imam nunca se refiere a Liman con el término uba “padre (biológico)”.

9La palabra hausa para indicar el tipo de entidad sobrenatural que puebla lugares habitados y deshabitados e interfiere en los asuntos humanos es iska “viento, brisa” (pl. iskoki). Los iskoki constituyen la base del sistema de creencias preislámicas conocidas como maguzci. Algunas de estas creencias han sobrevivido incluso en la sociedad hausa islamizada, y la presencia de los iskoki es más patente en el contexto rural. La introducción del islam “normalizó” parcialmente la creencia de los iskoki y los dividió en dos categorías: ’yan birni “ciudadanos” (lit. hijos de la ciudad) y ’yan daji “salvajes” (lit. hijos de la foresta), los primeros presumiblemente convertidos al islam por la intercesión de Mahoma y los segundos, paganos (para un análisis exhaustivo, véase Danfulani 1999). La interacción ser humano-iska se repite con frecuencia también en la tradición oral, en la que se basa Ruwan Bagaja. Así, tanto la pregunta del protagonista (“¿Eres hombre o espíritu?”) como la explicación del anciano están justificadas. Nótese, sin embargo, que aquí el autor no utiliza iska, sino la palabra de origen árabe aljan (pl. aljannu). La elección está probablemente dictada por el deseo de reconducir el teatro de las acciones a un contexto puramente islámico.

10Los hausas han sido durante siglos protagonistas del comercio de larga distancia. La historia comercial y la historia religiosa de los hausas están profundamente entrelazadas. El islam entró en el ƙasar Hausa “la tierra de la lengua hausa” a través del contacto con los wangara (o wangarawa, en la forma plural hausa), comerciantes musulmanes songhai que habían extendido su red comercial desde Gao y Tombuctú hacia el este, con una presencia estable en centros hausa como Katsina, Gobir y Kebbi, documentada ya en el siglo XV. Las exportaciones hausas en las regiones de Tombuctú y Gao incluían ganado, pieles y otros bienes. En el momento de mayor esplendor de Tombuctú (en la época Aksia, siglo XVI), la comunidad hausa era una de las más importantes, y es a este segmento del imaginario colectivo al que el autor se refiere al situar las acciones del protagonista en esta ciudad de pasado glorioso.

11Alhaji Imam hace creer a su amigo que los rastros de sopa que le rodean fueron dejados por niños que habían acudido a mendigar y a los que habría dado generosas porciones de comida. A la hora de la cena, los niños de las familias más pobres son enviados por el pueblo o el barrio para pedir la caridad: se paran delante de la entrada y anuncian su presencia con una frase ritual repetida varias veces.

12Oraciones nocturnas especiales adicionales realizadas durante el mes de Ramadán.

13“Con follaje verde oscuro”.

14La asociación con los árabes y las tierras del islam es un motivo frecuente de la oratura hausa post-jihad. En una versión de la leyenda de Daura, el mito que explica el origen de los reinos hausas, el héroe proviene de Bagdad. Aquí Alhaji Imam estratégicamente se atribuye un prestigio que no posee.

15Plural de malami.

16Todos libros religiosos, entre ellos el Antiguo y el Nuevo Testamento y los Salmos.

17Una de las técnicas adivinatorias más comunes en los tiempos preislámicos que consistía en la interpretación del futuro basada en signos dejados en la arena.

18Letra nūn [n] en árabe.

19Letra ʾ [r] en árabe.

20Letra lām [l] en árabe.

Traducción del hausa e introducción de Gian Claudio Batic

Recibido: 16 de Febrero de 2021; Aprobado: 07 de Julio de 2021

Gian Claudio Batic es profesor asociado en el Departamento de Estudios Asiáticos Africanos y Mediterráneos de la Universidad de Nápoles L’Orientale, donde enseña lengua y literatura hausa. Sus investigaciones se centran en la documentación y la descripción de las lenguas chádicas occidentales, así como en las complejidades locales de las lenguas africanas. Ha publicado estudios gramaticales y etnolingüísticos sobre el hausa, el bole, el bure y el kushi. Es director del Journal of African Languages and Literatures.

http://orcid.org/0000-0002-5040-7891

gcbatic@unior.it

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