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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.72 no.2 Ciudad de México oct./dic. 2022  Epub 14-Sep-2022

https://doi.org/10.24201/hm.v72i2.4512 

Dossier

Goles por la paz. Eventos futbolísticos de amistad peruano-chilena a fines del Oncenio de Leguía (1927-1929)

Goals for Peace: Peruvian-Chilean Friendship Soccer Events Toward the End of the Oncenio de Leguía (1927-1929)

Alonso Pahuacho Portella1 

1Pontificia Universidad Católica del Perú


Resumen:

Esta investigación intenta desterrar imaginarios fijados en conflictos históricos entre Perú y Chile, que, generalmente, remiten a la Guerra del Pacífico (1879-1883). En primer lugar, el trabajo busca analizar el papel que jugó el fútbol dentro del proceso de acercamiento bilateral con Chile que mantuvo el presidente peruano Augusto B. Leguía durante sus últimos años en el poder antes de ser derrocado (1927-1929). El artículo intenta demostrar que estos intercambios deportivos permitieron -en alguna medida- empezar a construir un sentimiento de fraternidad entre ambos luego de un periodo de tensión diplomática de casi 50 años por la cuestión irresuelta de Tacna y Arica. Del mismo modo, analiza el impacto que estos hechos tuvieron en la prensa deportiva de ambos países, al exponer el amplio número de notas, crónicas, entrevistas y reportajes que aparecieron en los contenidos de los principales medios durante el tiempo en que los clubes permanecieron en territorio extranjero.

Palabras clave: futbol peruano; futbol chileno; relaciones transnacionales; historia del deporte; futbol latinoamericano

Abstract:

This article aims to unearth the imaginaries of the historic conflicts between Peru and Chile, which generally refer back to the War of the Pacific (1879-1883). It analyzes the role played by soccer in the bilateral détente process under Peruvian President Augusto B. Leguía in the final years before his overthrow (1927-1929). The article aims to demonstrate that these athletic exchanges -to a certain extent- allowed for the construction of a feeling of fraternity between the two countries after a nearly fifty-year period of diplomatic tension due to the unresolved issue of sovereignty over Tacna and Arica. It also analyzes the impact of these events on the sports press in both countries through the large number of articles, chronicles, interviews and reports that appeared in major media outlets while soccer clubs toured abroad.

Keywords: Peruvian Soccer; Chilean Soccer; Transnational Relations; History of Sports; Latin American Soccer

El domingo 26 de mayo de 1929, en el viejo Estadio Nacional de Lima, se disputó el primer partido correspondiente a la temporada internacional del futbol peruano de aquel año. Se enfrentaron los equipos de la Federación Peruana de Futbol (FPF)1 y el Colo Colo chileno. El momento no podía ser más propicio: el presidente peruano, Augusto B. Leguía, y el embajador chileno Emiliano Figueroa, se reunían en Lima para zanjar definitivamente las cuestiones pendientes sobre los territorios de Tacna y Arica y llegar a un acuerdo de paz. Por ello, lo que ocurrió aquella tarde de domingo pudo asombrar a más de un espectador. Detengámonos a examinar lo que informaba la prensa limeña sobre la entrada del equipo visitante:

Llevaban en primer término la bandera del Colo Colo, luego seguían los miembros de la delegación, presididos por el señor [Rafael] Silva Lastra, y, a continuación, los jugadores, portando una hermosa bandera peruana. Como los anteriores [en referencia a los peruanos], fueron objeto de una salva de aplausos. Frente al palco oficial el capitán del equipo chileno dijo: ‘Por el simpático pueblo peruano’. Y los jugadores lanzaron tres ¡hurras! Como respuesta a este saludo, el público volvió a aplaudir a los visitantes con toda gentileza.2

Así se expresaba El Comercio respecto al trato hacia los chilenos. Este pasaje nos sirve para ilustrar cómo el deporte -y en particular el futbol- se convirtió en un importante vaso comunicante entre ambas naciones en un contexto muy complejo, como lo fueron la etapa de posguerra y las primeras décadas del nuevo siglo. Y, siendo más específicos, los años finales del gobierno de Leguía, cuando ambos Estados logran, finalmente, concretar el acuerdo de paz en Lima en el año 1929.

Estudios recientes a ambos lados de la frontera han examinado la etapa posterior a la Guerra del Pacífico. Según Zapata, en este periodo se forma el imaginario nacional sobre el otro país y se escriben los libros y obras artísticas claves que fundamentan en cada uno la postura sobre el vecino.3 En ese sentido, el enfoque que ha primado en el abordaje metodológico es el de disciplinas como las Relaciones Internacionales, la Ciencia Política y, desde luego, la Historia. Este texto también parte desde un enfoque histórico, pero nos alejamos de una visión tradicionalista para aproximarnos al futbol peruano desde la perspectiva de la Historia Social, en específico la Historia del Deporte.

La Historia del Deporte siempre ha corrido el riesgo de ser minimizada como algo trivial. Algunos historiadores aún argumentan absurdamente ello en comparación con “la vida real” que significa el estudio de las guerras, las revoluciones o los presidentes.4 Aparentemente, en países como el Perú, este estado de ánimo desconcertante aún persiste en su Academia, a pesar de la importancia obvia del papel que juegan los deportes en la vida cotidiana, la economía o la política.5 La Historia del Deporte moderno surgió de la consolidación de la historia social, que a su vez insistió en la necesidad de explorar las experiencias de varios grupos de personas, no sólo de las élites, y las diversas facetas de la vida cotidiana, con el objetivo de que solo a través de esta expansión obtuvieramos una comprensión real del pasado y una base para usar el análisis histórico a fin de comprender mejor el presente.

Este artículo presenta un análisis de los procesos de acercamiento bilateral entre Perú y Chile a través del campo futbolístico a fines del Oncenio de Augusto B. Leguía. Esta etapa, en la cual el presidente Leguía se mantuvo autoritariamente en el poder por once años (1919-1930), es clave no sólo en el ámbito de la historia política y diplomática del Perú (se firma la paz con Chile y Tacna regresa al suelo peruano) sino que, como lo han demostrado Panfichi y sus colaboradores (2018), también se construye un proyecto político deportivo que se expresó en iniciativas del Estado para promover la educación física y los deportes. A lo largo de las siguientes páginas, analizaremos el desarrollo de las giras internacionales de equipos peruanos y chilenos por Lima, Valparaíso y Santiago examinando el impacto que dichos acontecimientos tuvieron en las páginas de sus principales periódicos y revistas, tanto de corte deportivo como de información general. Otro de nuestros objetivos es examinar cómo, a finales de la década de 1920, el futbol fue utilizado como una herramienta para construir narrativas nacionalistas y difundir estereotipos en la prensa a través de la construcción de estilos de juego.

Nuestro propósito fundamental en este artículo es explicar cómo el futbol funcionó como un vehículo de acercamiento simbólico entre Perú y Chile en medio de una coyuntura diplomática compleja, como lo fueron las negociaciones de los acuerdos de paz. Si bien no podemos afirmar que el balompié fue el principal ni único instrumento que facilitó las negociaciones entre los dos Estados, sí consideramos que los intercambios futbolísticos a ambos lados de la frontera, apoyándose en la gran popularidad que este deporte ya tenía a fines de la década de 1920 en toda la región, tuvo una importante influencia sobre todo en la opinión pública. Es decir, a través de los cada vez más frecuentes encuentros balompedísticos entre peruanos y chilenos, se empezó a construir una atmosfera de camaradería que coadyuvó a borrar los atisbos de animadversión del pasado traumático en ambas naciones. Consideramos que ello fue posible también gracias a la presencia de un amateurismo caballeroso predominante en las primeras décadas del siglo XX. Los partidos de futbol eran representados como duelos caballerescos, construidos a modo de rivalidad, pero no entre enemigos, sino entre “caballeros”, concepto central que será examinado a lo largo de este ensayo.

A nivel metodológico, nuestras fuentes han sido tanto primarias como secundarias. Para el caso peruano, se recabó el material directamente en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú, la Biblioteca del Congreso Peruano y la Pontificia Universidad Católica del Perú; mientras que, en el caso chileno, las fuentes digitales hemerográficas fueron nuestro principal recurso documental, lo cual se facilitó por la consulta en la web de Memoria Chilena y Cultura Digital de la Universidad Diego Portales. En este proceso, se seleccionaron las cinco publicaciones periódicas peruanas de información general y dos revistas, en las que se publicó información relevante sobre el tema central de la investigación. Las fuentes peruanas que finalmente se utilizaron fueron El Comercio, La Prensa, La Crónica, Variedades, Mundial. Por el lado chileno, se seleccionaron también cuatro medios generalistas y una revista: El Mercurio, El Mercurio de Valparaíso, La Nación, El Diario Ilustrado y Los Sports. La información de los intercambios deportivos peruano-chilenos que aparece en estas publicaciones se ubica cronológicamente entre setiembre de 1927 y junio de 1929, siendo posteriormente filtrada por la relevancia de su contenido y analizada para valorar su pertinencia y validez dentro de este ensayo.

La cuestión de Tacna y Arica: radiografía de un proceso de paz

En octubre de 1883, la Guerra del Pacífico llegó a su fin con la firma del Tratado de Ancón y su Protocolo Complementario. De acuerdo a dicho documento, el Perú entregaba definitivamente la provincia de Tarapacá a Chile (art. II),6 cedía Tacna y Arica durante diez años, después de lo cual se llevaría a cabo un plebiscito en ambas provincias para definir si permanecerían con Chile o regresarían a la soberanía peruana (art. III). Las cláusulas restantes del Tratado se referían principalmente a la compensación financiera a los acreedores chilenos y peruanos, para cuyo pago el gobierno chileno estaba autorizado a retener parte del producto del guano en Perú.

Pero si la firma del Tratado de Ancón marcó el final formal de la Guerra del Pacífico, también abrió el camino para un periodo complejo y amplio (45 años) que, en lugar de curar heridas, contribuyó a potenciar el legado de dolor y rencores que quedaron por el conflicto. Y esto se debe a que fue imposible llevar a cabo el plebiscito previsto en el artículo III, mientras que la situación de las provincias de Tacna y Arica seguía suspendida en este largo interludio. En este contexto, no es sorprendente que, en el periodo en cuestión, los lazos chileno-peruanos experimentaron, desde el punto de vista diplomático, sus momentos más amargos, hasta el punto de romper relaciones en dos ocasiones, entre 1901 y 1905, y entre 1910 y 1928, es decir, por un total de 22 años.

No obstante, la década de 1920 representó un periodo único en el que ambos países acordaron finalmente resolver el problema y la comisión que surgió en 1925 nació como parte de un compromiso internacional más amplio. Esto ocurrió, en parte, debido a la intervención del gobierno de Estados Unidos, que en 1922 había acogido a representantes de ambos países en Washington, D.C. para alcanzar una solución a la controversia de larga data del control sobre Tacna y Arica. Perú y Chile acordaron un arbitraje de la cuestión que surgió de las disposiciones incumplidas del artículo 3 del Tratado de 1883 que sería realizado por el presidente de Estados Unidos. Esta decisión fue recibida de diversas maneras en ambos países.

El Protocolo fue ratificado en ambas capitales y el proceso comenzó, culminando con el informe del presidente Calvin Coolidge, en 1925. En él, el representante de Estados Unidos consideró que el plebiscito debería tener lugar, estableciendo una Comisión Plebiscitaria compuesta por un delegado de cada país y presidida. por un representante designado por Estados Unidos. En Santiago, el informe se celebró como una victoria al validar la propiedad chilena y admitir el sufragio en las dos provincias, a pesar de que habían pasado más de 30 años después de la fecha límite inicial y a pesar del proceso chileno en curso. En Lima, el entusiasmo fue menor, a pesar de que la sentencia aceptó la queja peruana de que la ocupación chilena superó los límites originales de la provincia de Tacna y determinó el regreso de esos territorios, pertenecientes a la provincia de Tarata, al Perú.

Respecto al Plebiscito, la retirada sucesiva de los dos representantes estadounidenses llevó, en junio de 1926, a la declaración, por el segundo de ellos, el general William Lassiter, de la imposibilidad de ejecución del plebiscito, lo cual, según Bákula, “constituyó el más duro revés experimentado por Chile en su propósito de retener las dos provincias”.7 En efecto, al responsabilizar a la potencia ocupante (Chile) por la falta de garantías de sufragio, la declaración implicaba, desde un punto de vista legal, la expiración del artículo 3 del Tratado de Ancón, que puso fin a la legalidad de la ocupación de Tacna y Arica por parte del país austral. Finalmente, el Perú obtuvo una victoria moral. Pero esto no le trajo de vuelta a las provincias deseadas, ya que no había forma de obligar a Chile a entregarlas. Por lo tanto, después de la declaración de inaplicabilidad, el camino natural terminaría siendo, para ambas partes, el de aceptar la continuidad de los buenos oficios estadounidenses. A partir de entonces, a medida que el trabajo de las Comisiones se hizo más complicado sobre el terreno, comenzó un acercamiento creciente chileno-peruano en Washington.

Después de largas negociaciones y todas las desavenencias ya descritas, en abril de 1928 se reanudan las conversaciones. El canciller chileno Conrado Ríos es quien toma la iniciativa por medio de conversaciones con su embajador en Washington, Carlos Dávila, quien transmite la opinión al secretario de Estado estadounidense Kellogg, el cual adelanta la seguridad de que “restablecidas las relaciones diplomáticas [entre Perú y Chile], el gobierno de Estados Unidos se limitaría a ayudar privada y confidencialmente a los gobiernos de Chile y Perú”.8 El 9 de julio, Kellogg hizo llegar a ambas capitales sudamericanas un cablegrama sugiriendo a cada gobierno su “disposición para reestablecer relaciones diplomáticas”, a lo que ambos Estados respondieron afirmativamente los días 12 y 13.

Las negociaciones sobre el Tratado de Lima y su Protocolo Complementario, ambos firmados el 3 de junio de 1929, se desarrollaron con una velocidad inusual, especialmente considerando la complejidad de los asuntos involucrados. En menos de ocho meses desde su llegada a Lima en octubre de 1928, el embajador Emiliano Figueroa Larraín, el primer plenipotenciario chileno en 18 años, y el presidente Augusto Leguía acordaron lo que no había sido posible acordar desde 1894. El territorio en disputa se dividió: Tacna y Arica: Tacna regresó a suelo peruano y Arica permaneció bajo dominio chileno.

Si la velocidad de la negociación no fue suficiente, la velocidad de las ratificaciones fue aún más sorprendente: en Perú, la aprobación legislativa se llevó a cabo el 2 de julio de 1929 y en Chile, el 28 de ese mismo mes; entró en vigencia el acuerdo poco más de un mes después de su firma, lo que atestigua que los entendimientos alcanzados en ese momento fueron vistos como cruciales y mutuamente ventajosos en ambas capitales. Si hubo críticas, especialmente en Perú, estuvieron más vinculadas a las contingencias políticas internas y, por supuesto, a la decepción resultante de la pérdida de Arica. No faltaron personas que siguieron enarbolando las banderas del revisionismo territorial y el revanchismo antichileno.9

la frustrada participación chilena en el campeonato sudamericano de 1927

En un ensayo publicado en 1929, Mariano Cornejo, el principal ideólogo del régimen leguiísta y un pensador altamente influenciado por el positivismo, definió a la Patria Nueva como “una creación incesante” orientada hacia los ideales del progreso material y la grandeza nacional.10 En este intento de modernización, Cornejo elogió el compromiso de Leguía y consideró que el papel del presidente era central para cumplir esta misión. Durante el Oncenio, era un lugar común que los discursos públicos pronunciados por los principales partidarios de Leguía revelaran un uso desenfrenado de un vocabulario relacionado con ideas de fecundidad y prosperidad. Tal uso generalizado contribuyó a dar forma a la imagen de Leguía como “constructor” y “arquitecto” de la Reconstrucción Nacional.11 De hecho, el presidente de la Patria Nueva también cultivó aquel mito.

La presencia de Leguía es clave en la configuración política del Perú de inicios del 900. En efecto, entre 1904 y 1907 fue presidente del Consejo de Ministros del primer gobierno de José Pardo y Barreda, y luego, presidente constitucional del Perú entre 1908 y 1912. Años después, supo granjearse las preferencias en las luchas internas del civilismo para volver a asumir el poder en 1919 y mantenerse en éste por once años, mediante sucesivas reelecciones y golpes de Estado. Leguía construyó en su segundo gobierno el discurso de la Patria Nueva, un proyecto modernizador orientado al progreso material y la democracia del país. Entre sus principales objetivos, se debía acabar con el civilismo, ya que éstos monopolizaban el poder político, y a ello sumar a la clase media, los trabajadores e indígenas. Además, implicaba formar un Estado más intervencionista y promotor del desarrollo económico, impulsando el sector exportador para atraer el capital extranjero (especialmente americano o británico).

En ese proyecto modernizador, los deportes no quedaron al margen. Desde su primer gobierno (1908-1912), Leguía tuvo un interés en su desarrollo y difusión, particularmente en las escuelas públicas, para lo cual contrató a un grupo de profesores estadounidenses a fin de modernizar la educación primaria y fundar la Escuela Normal de Varones. Al término de su administración y tras la llegada de Billinghurst al poder, los maestros extranjeros se tuvieron que marchar porque no les renovaron su contrato. Una vez iniciado su segundo mandato, en abril de 1919, el Gobierno volvió a contratar una misión, con el objeto de elaborar una guía y reglamento general de educación física para todo el sistema educativo peruano. Durante sus primeros años en el poder, se dieron una serie de decretos y normas que permitieron la transformación del gran parte del sistema deportivo nacional.

Dentro de estos emprendimientos deportivos, también se contempló la financiación de parte de la construcción del nuevo estadio nacional, con motivo del primer centenario de la Independencia del Perú (1921). Como explica el sociólogo Aldo Panfichi, “la colonia inglesa residente en el Perú obsequió la tribuna principal del nuevo estadio, mientras que el gobierno destinó los recursos para la construcción de las tribunas laterales, los camerinos, los servicios higiénicos, las canchas de tenis y la pista de atletismo”.12 La construcción se inició en julio de 1921 y tardó dos años en culminarse. El recinto tuvo un aforo para 8 000 asistentes y la inauguración contó con la presencia del propio presidente y la colonia inglesa residente en el país. El Estadio Nacional sería un hito dentro del proyecto político deportivo de Leguía, pues sirvió como un gran respaldo para que su gobierno pudiera presentarse como candidato para sede del Campeonato Sudamericano de Futbol de 1927. No obstante, la fiesta no estuvo completa, pues solamente tres países respondieron afirmativamente a la invitación peruana: Argentina, Uruguay y Bolivia.

En su edición del 27 de septiembre, el diario chileno La Nación daba cuenta de una reunión que sostendría la Federación Chilena, en la cual se decidiría la abstención o participación de su selección en el campeonato de Lima. Entre los directores existían diversas opiniones, pero predominaba el criterio de la abstención debido a “la difícil situación que ha creado la actitud de algunos políticos peruanos al iniciar debate en la Cámara de Diputados sobre la concurrencia de Chile, como puede verse en el telegrama oficial de la United Press […] y que fue publicado por la prensa de Buenos Aires hace días”.13 El cable en cuestión hace mención a la ocurrencia de “un animado debate” en la Cámara de Diputados del Perú alrededor del Campeonato Sudamericano con fecha 16 de septiembre:

Algunos diputados [peruanos] pidieron que, en vista de que el equipo chileno ya está preparado para concurrir al certamen, y ha iniciado un intenso adiestramiento, enviar una nota oficiosa al Poder Ejecutivo para que contemple la situación embarazosa que se crearía con la presencia de los chilenos en el campeonato que se efectuará en Lima, hallándose rotas las relaciones diplomáticas entre Chile y Perú.14

Pero en realidad no se trató de “algunos diputados” ni de ningún “animado debate”. En ese sentido, la United no se ajustó a la verdad. Según consta en el Diario de los Debates de la Cámara de Diputados del Perú, en la sesión del 16 de septiembre apenas se realizaron algunos pedidos sobre temas como el alza del yeso, la construcción de un centro escolar en Juliaca y, también, sobre el Campeonato Sudamericano. Quien pidió la palabra fue el diputado leguiísta José Luis Salmón. Si bien su pedido sí se refirió a lo que difundió el cable de la United, su mensaje no estuvo en consonancia con la interpretación que sugirió el mencionado medio. Según la visión de Salmón, dentro de la sociedad limeña de la época aún existían ciertos sectores recelosos y con gran animadversión hacia Chile, y lo que buscaba era que, de alguna manera, se efectuaran gestiones para que la delegación sureña no sufriera ningún tipo de incidente en su estancia en la capital peruana. Incluso, en el mismo debate, José A. Villanueva, también diputado y miembro del Comité Olímpico Peruano, informó que “el punto tocado por el señor Salmón ha sido abordado ya, y se resolverá en forma conveniente y sin herir susceptibilidades”.15 Tras casi cien años de los hechos, nos preguntamos, ¿susceptibilidades de quién o de quiénes?

De allí la inquietante cuestión: ¿cómo podemos interpretar lo dicho por el diputado Salmón enmarcándolo en un contexto histórico más amplio? En primer término, hay que recordar, siguiendo a Basadre (1974), que luego de que el presidente estadounidense Wilson proclamara sus famosos “Catorce Puntos”, surgió en el Perú una ola de entusiasmo, ya que tanto los intelectuales y los estudiantes como la gente común creyeron que aquellas puritanas normas iban a ser aplicadas también en América del Sur, y especialmente en relación con el viejo conflicto peruano-chileno. En efecto, se divulgó la tesis de que, como el Tratado de Ancón de 1883 no había sido respetado por Chile, ya era nulo; y de que, por lo tanto, no sólo Tacna y Arica, sino además Tarapacá, debían volver al seno de la patria. Basadre indica que ése fue el contenido de una moción firmada el 27 de diciembre de 1919 por todos los diputados y senadores que refrendaron la Constitución emanada de la Asamblea Nacional de aquel año, cuya reunión legitimó el golpe de Estado del 4 de julio que llevó a Leguía a la Presidencia de la República por segunda vez.16

Ahora bien, habría que precisar luego a qué grupos en específico se estaba refiriendo Salmón con “ciertos sectores recelosos con Chile”. En este punto, es necesario traer a la discusión la presencia de los extensos grupos de peruanos-tarapaqueños que habían ido llegando a Lima producto de la expatriación desde lo que se denominaba “la provincia cautiva”. Víctor Guevara Yáñez, abogado, político y uno de los principales opositores al leguiísmo, lo relata así en su obra El problema del Pacífico: “Los tarapaqueños establecieron en Lima un Comité Patriótico i enviaron una comisión á EE.UU para secundar la labor de la Delegación peruana, hacer propaganda nacionalista i trabajar por todos los medios posibles en favor de la revisión plena del conflicto del Pacífico”.17

Lamentablemente, el memorial no obtuvo una respuesta positiva, lo que causó gran indignación en los opositores a Leguía y en los grupos de peruanos expatriados no sólo de Tarapacá, sino también de Arica y Tacna. El propio Basadre (1974) relata cómo el entonces rico tarapaqueño Ezequiel Ossio, al frente de un grupo de coterráneos suyos, desafiando las represalias del gobierno chileno, inició una campaña con el objetivo de solicitar al entonces presidente estadounidense Harding la declaratoria de nulidad del pacto de Ancón. Ossio y sus amigos consiguieron que Isaac Alzamora, un jurista peruano con larga residencia en América del Norte, redactase el memorial pertinente y que el diplomático limeño Víctor Andrés Belaúnde señalara en una monografía18 las múltiples violaciones del derecho de gentes que implicaba dicho tratado. Según Basadre, aquella demanda quedó eliminada, ya que el arbitraje sólo debía versar acerca del incumplimiento de la cláusula tercera del Tratado de Ancón.

Guevara Yáñez (1923) describe que, tras conocerse el infructuoso desenlace de las gestiones en Washington, el desencanto fue general. En su visión,

[…] el Perú aparecía claudicando de su tesis suprema. Traicionaba la justicia de su causa. Renunciaba á sus argumentos salvadores. Obsequiaba sus conveniencias i derechos al contendor. Se rendía al enemigo. Desamparaba sin lucha, sin defensa á Tarapacá. Abandonaba á la aliada, á Bolivia; aunando sus esfuerzos para emparedarla con el común agresor.19

En el mismo libro, cita al abogado y uno de los fundadores del Partido Civil20 (fieros opositores de Leguía), Ricardo W. Espinoza, quien también criticó duramente lo ocurrido en Washington en una alocución en la Cámara de Diputados:

¿Con qué derecho la conferencia de Washington, limitó el postulado de la nulidad del tratado de Ancón, á solo el plebiscito de Tacna i Arica, dejando solapadamente la cuestión de Tarapacá? Se concibe que el Perú, bajo la bota chilena, con el corvo en la garganta, firmara en 1884 el inicuo tratado de Ancón; pero ahora en plena paz, solamente por dar gusto á la conferencia, para que satisfaga la vanidad de proclamar por todas partes que su conferencia no ha fracasado, se deshonre, se humille i suicide, otorgando al usurpador títulos de legítima propiedad, sobre territorios que la geografía, la historia i la conciencia universal, han reconocido siempre como propios exclusivamente del Perú, es un fenómeno que nunca se podrá explicar. Finalmente es la conferencia, la nota sangrienta, que en las horas difíciles de esta Patria infeliz se presenta, á hundirla más profundamente en el abismo de la desgracia.21

Y, dirigiéndose a viva voz a los representantes peruanos, concluía:

Venerables senadores, jóvenes diputados, vosotros no sois esclavos de la conferencia; sois completamente independientes; leed con la luz de la verdad, estudiad con el criterio de la razón i resolved con la inflexibilidad de la justicia, pensad bien la inmensa responsabilidad que os traería un voto aprobatorio i los irreparables perjuicios que semejante resolución acarrearía á vuestra patria i al orden i tranquilidad de la América del Sur.22

Retomando entonces la petición del diputado Salmón para evitar cualquier incidente que perturbara a la delegación deportiva chilena en Lima, y pese a sus aparentes buenas intenciones, los dirigentes mapochinos interpretaron aquel pedido de una forma distinta. Al parecer, ellos tomaron como una ofensa el hecho de que en el Parlamento Peruano se discutieran medidas preventivas ante posibles hostigamientos del público hacia ellos. Según la óptica chilena, ello revelaba que en el seno de la sociedad limeña aún existían ciertos sectores que no veían con agrado su presencia. Aunque, por lo que hemos expuesto en los párrafos anteriores, razón no les faltaba. Y seguramente esto les causaba cierta desazón, porque contrariamente a lo que ocurría en Lima, en tierras chilenas los deportistas peruanos siempre fueron bien recibidos cada vez que estuvieron de paso por Chile.23 Conocidos estos detalles, el día 28 la Federación Chilena decidió por unanimidad no concurrir al campeonato de futbol en Lima. La Nación reproduce el cablegrama dirigido desde Valparaíso por el presidente de la Federación Chilena, Juan Enrique Lyon, a la Confederación Sudamericana:

Chile como uno de los fundadores de la Confederación Sudamericana de Foot Ball, quiso contribuir, de manera eficaz, el espíritu de confraternidad suramericana. Es así como ha concurrido a los torneos que se han verificado; y ha recibido en su casa las delegaciones que le han hecho honor de concurrir, estimulando con sus aplausos a los visitantes, quienes quieran que hayan sido. Consecuentes con estos propósitos, Chile estaba preparando su delegación para tomar parte en el campeonato a realizarse en Lima en la creencia que en las justas deportivas no hay vencedores ni vencidos, sino el honor de competir por un ideal. Las informaciones transmitidas por la United Press referentes al debate producido en el parlamento peruano con motivo del posible viaje de los chilenos al Perú y la situación embarazosa que se produciría con nuestra presencia allí, nos significan que nuestros propósitos de confraternidad suramericana, lejos de verse estimulados, veríanse defraudados. En estas condiciones estimamos que debemos de abstenernos de concurrir al próximo campeonato en espera de que germinen en el Perú, los mismos deseos de acercamiento americano que dominan ampliamente en Chile. Nosotros, hoy y siempre, abrimos nuestros brazos a las delegaciones deportivas o estudiantes que nos visitan cualquiera que sea su raza o país y confiamos en que las demás naciones suramericanas se inspiran en los mismos propósitos para bien de la América Latina.24

Conocida la respuesta definitiva de la Federación Chilena, el diario La Crónica publicó una nota el día posterior en la cual la criticaba por su “exceso de susceptibilidad” y buscar “un móvil” para su inasistencia. Sin embargo, aclaraba que:

Conocidos como son los sentimientos de hospitalidad y cultura que distingue a nuestro pueblo, no puede aceptarse por un momento, que durante la realización de los encuentros pudiera presentarse una situación desagradable que opacara el brillo de esas competencias, ni diera una nota ingrata en el torneo. […] El pueblo peruano sabe valorizar, con altura de miras, el alto significado que encierran las competencias deportivas, que como las que se van a realizar significan para el continente un medio hermoso de exteriorizar el sentimiento de confraternidad de los países sudamericanos. Y debe saberse una vez por todas, que el Perú trató de reunir a la totalidad de países afiliados a la Confederación Sudamericana, sin distinción de banderas y ofrecerse ante ellos, rodeados de ese sentimiento de hospitalidad que le distingue.25

Ya sin Chile, en la previa al torneo surgieron nuevamente dificultades, como en la designación del entrenador y en la forma de encarar la preparación o entrenamientos que debían seguir los jugadores peruanos. Además, su organización conllevó la aplicación de medidas sin precedentes en el plano logístico, a las ya conocidas mejoras y ampliaciones en el Estadio Nacional; se debió resolver el problema de la difusión del evento a nivel internacional, para lo cual se preparó un sistema de acreditación de periodistas y se encargó a la compañía United Press la tarea de transmitir el partido vía telégrafo a Brasil, Argentina, Uruguay y Chile.26

Si bien la Confederación Sudamericana le había otorgado la sede al Perú y por ende la encargada de organizar el acto debía ser la FPF, quien terminó por encargarse de todos los preparativos fue el Gobierno y, de acuerdo a la prensa adepta al régimen, el propio presidente Leguía fue el real impulsor de tan magno acontecimiento. Además, quizá lo más relevante de aquel campeonato fue el hecho de que la formación de la selección nacional peruana permitió observar las características individuales y diversos estilos de los jugadores de diferentes clubes en un solo equipo y al mismo tiempo en oposición al juego de otras selecciones, dándole forma a lo nacional por medio de este deporte.27 Con ello, el balompié peruano dio inicio a su transformación de un deporte masivo a un medio de integración y representación nacional.

Giras internacionales y nacimiento de la competencia

El 22 de mayo de 1927, Carlos Ibáñez del Campo ganó las elecciones chilenas con una votación favorable que superó las dos terceras partes del total de inscritos en los registros electorales.28 El nuevo fracaso en la ejecución del plebiscito, sumado a una serie de circunstancias económicas y sociales concomitantes (la crisis del salitre, el descenso de las exportaciones al Perú, desconcierto popular acerca de los beneficios prácticos de un litigio sin perspectivas visibles) encausaron al nuevo gobierno a desarrollar una política más “realista” frente a sus vecinos del norte.29 Teniendo esto en cuenta, está comprobado que la iniciativa para reanudar los contactos directos entre ambos países fue el principal objetivo de la administración de Ibáñez. Sin embargo, este acercamiento no pasaba por devolver Tacna y Arica al Perú, sino que la solución se encontraría mediante alguna fórmula que envolviera una transacción, pero no una cesión que significara regresar sobre los pasos recorridos.

Desde luego, el gobierno chileno se encontraba preocupado por las repercusiones negativas que podría tener en el contexto internacional el fracaso del plebiscito por obra suya, así que reinició sus labores para interesar al Departamento de Estado estadounidense en su amistosa intervención para conseguir un acuerdo final con el Perú. Como describimos párrafos atrás, fueron claves las gestiones de su embajador en Washington, Carlos Dávila, quien, durante el primer trimestre de 1928, desarrolló una importante misión por instrucciónes del canciller Conrado Ríos Gallardo. El objetivo era interesar al secretario de Estado Frank Kellogg para que invitara a los dos países a reanudar sus relaciones diplomáticas; se obtuvo una respuesta favorable.

Para celebrar el nuevo acercamiento diplomático, el presidente Leguía “le ordenó a la Federación [Peruana de Futbol] que trajera un equipo chileno a jugar al Perú”.30 La FPF, que estaba bajo la dirección del diputado leguiísta León M. Vega, solicitó a su par en Chile el envío de uno de sus equipos para que se presentara en Lima. El cuadro elegido fue el Club de Deportes Santiago. En un inicio, la Federación Chilena autorizó el viaje del Santiago. Incluso la prensa chilena empezó a informar sobre ello. En su editorial del número 283, Los Sports se refería a la trascendencia que representaría la gira futbolística que emprendería el Santiago. En efecto, este tipo de eventos eran construidos como verdaderas “embajadas deportivas” y trascendían más allá del plano futbolístico:

Como clarinadas de feliz augurio, las actividades deportivas venían moldeando un efectivo acercamiento entre chilenos y peruanos. Antes que la gestión diplomática fructificara en el terreno de comunes aspiraciones, la educación deportiva venía delineando con su huella la senda en que convergen iguales anhelos. ‘En el deporte no hay fronteras.’ Frase que resume y traduce muchos ideales, y que lentamente se ha impuesto en la consciencia deportiva de chilenos y peruanos […] Hemos trazado esta página brillante del deporte internacional, como el más formidable antecedente a la obra eminentemente patriótica que viene forjando el Club de Deportes ‘Santiago’ en el santuario inviolable de los grandes principios. Esa gira a través del Rímac afianzará con sólido puente de plata el jalón que nos conduce rumbo directo a convivir en comunes aspiraciones […] [el resaltado es nuestro].31

Dos cuestiones importantes hay aquí. En primer lugar, ¿por qué la necesidad de la prensa deportiva de vincular a un club (identidad local) con la Patria (identidad nacional)? Y, en segundo lugar, ¿como se construyen e instrumentan aquellos discursos que colocaban a los clubes como embajadores deportivos de la nación? Habría que aclarar que no se trata de inferencias descabelladas o válidas únicamente para la prensa deportiva chilena. Están presentes en la mayoría de las narrativas deportivas de la época en todos los países latinoamericanos. En ese sentido, Frydenberg, en su estudio sobre la gira del Boca Juniors a Europa en 1925, explica que aquel nacionalismo deportivo operó “sin dificultad sobre un horizonte mental de época ya consolidado respecto de las ideas de nacionalidad y de los sentimientos de patriotismo. A esto se le sumó la posibilidad -explotada- de encontrar en el argumento nacional, homogeneizador, una directriz que ayudará a superar los problemas y las dificultades del futbol local”.32

En el caso peruano, las identidades nacionales en el futbol surgen a raíz de la participación del país en las competencias internacionales a fines de la década de 1920. Pero también, como venimos discutiendo, de aquellos clubes que empiezan a rivalizar con sus pares extranjeros, que mediante las narrativas periodísticas son transformados en representantes de todo el futbol nacional. Y luego, a través de una operación metonímica, se asocian a un significante mayor: la propia nación. Como se comprobará a lo largo de las páginas siguientes, los equipos peruanos de las primeras décadas del siglo XIX que se iban de gira usualmente eran representados como sus embajadores deportivos y culturales. Además, dichas giras extranjeras podían simbolizar largas vacaciones para los equipos después de su temporada nacional, ingresos adicionales para jugadores, organizadores y asociaciones locales, placer y disfrute para los fanáticos locales, así como consolidar las conexiones y relaciones bilaterales.33

Aquí, por supuesto hay que declarar que estas giras entre peruanos y chilenos, las cuales nos atrevemos a catalogar como “embajadas deportivas”, no fueron las primeras de su tipo: hay experiencias previas, como la de los equipos de marineros británicos de los buques militares y comerciales ingleses, que visitaban los puertos y ciudades capitales de América del Sur, en la década final del siglo XIX y primeras del siglo XX. De acuerdo con Panfichi y Muente, estos equipos de marineros jugaron una serie de 30 partidos entre 1899 y 1912, con clubes de Lima y Callao, capturando la expectativa de la población que asistía masivamente a esos eventos.34

No obstante, advertimos ciertas diferencias con las giras peruano-chilenas que son objeto de nuestro análisis. En efecto, las giras internacionales tenían múltiples significados. Desde una perspectiva crítica, Huggins sostiene que en Gran Bretaña las giras deportivas hacia el extranjero inicialmente “estaban en gran medida vinculadas a países con conexiones imperiales, enfatizando retóricamente los valores compartidos y el entendimiento mutuo, pero con el trasfondo de afirmar la superioridad británica”.35 No obstante, tales giras fueron vistas cada vez más por las “colonias” o excolonias como una oportunidad de autoafirmación nacional. Éste fue, por ejemplo, el caso de los equipos argentinos, los cuales veían en sus enfrentamientos futbolísticos contra los británicos la oportunidad de construir narrativas de superioridad donde los aprendices finalmente derrotaban a los inventores. Aunque Gran Bretaña tomó la delantera en la organización de giras deportivas internacionales o consideradas de esa forma, otros países pronto la siguieron, y en ambos casos a menudo fueron representados como embajadores deportivos y culturales.

En lo que concierne a la relevancia de las giras, debemos discutir la ponderación que se le atribuía a las mismas. Si bien estamos presentando estos viajes internacionales como parte de políticas de hermanamiento en un contexto complejo, como lo fueron las negociaciones de paz entre Perú y Chile, advertimos desde ya que, al menos desde la óptica periodística, ello no fue su principal objetivo. Así, en una nota publicada en La Prensa de Lima, un cronista critica duramente el remordimiento del club Association después de caer derrotado ante el Santiago Deportes. Ello debido a que el equipo peruano estaba preparándose para viajar próximamente al Ecuador y, para la opinión del diario peruano, el nivel mostrado en su partido no era el requerido para representar al futbol peruano internacionalmente:

No halaga el sentimiento patriótico, ni responde a los anhelos de la afición, saber que un equipo se marcha al extranjero después de un fracaso como el que obtuvo ayer el cuadro del Association […] Seguimos manteniendo nuestra tesis contraria a la gira de equipos peruanos al extranjero, en razón de que ellas no responden a la finalidad que persiguen todos los países con su realización, o sea exhibir el progreso alcanzado en el deporte. Todavía no hemos alcanzado grado de perfeccionamiento y, por lo tanto, resulta prematuro en la actualidad la realización de las giras (el resaltado es nuestro).36

Como se puede notar, las identidades futbolísticas se constituyeron a través de las competencias internacionales, y éstas fueron concebidas inicialmente como espacios para demostrar los avances y progresos de las naciones en materia deportiva. Desde luego, aquello no es fue exclusivo del futbol peruano. En su investigación, Frydenberg señala que este tipo de narrativas “[son] perfectamente compatibles con el ideario liberal y cosmopolita, que consideraba a la Nación como un territorio de inmigración, un territorio llamado a ser civilizador y cause del progreso, de la diversidad cultural y el universalismo”.37 En el Perú, éstas se insertarán dentro del discurso de la élite modernizadora, aquel que buscaba “un hombre nuevo”: un individuo racional, de fuerte contextura física, en condiciones de defender a la patria, y laborioso en la búsqueda de sus objetivos.

Es por ello que las giras futbolísticas nunca fueron “sólo” sobre futbol. Los equipos peruanos se veían a sí mismos, y a menudo eran vistos por otros, como la encarnación del amateurismo caballeroso predominante de la época. Para aclarar este concepto y las perspectivas epistemológicas que presenta, proponemos examinarlo a partir de dos ejes. Por un lado, la idea de caballerosidad deportiva que se desprende de este concepto nos remite al viejo ideal británico de deportividad (sportsmanship). Esto encuentra su razón de ser en que, al menos en el caso peruano, y tal como lo ha explicado acertadamente Panfichi, las primeras autoridades políticas y dirigencias deportivas que implementan un proyecto político y construyen las bases institucionales del futbol peruano durante las primeras décadas de 1900, estaban conformadas por “caballeros” de las élites, los cuales se instalaron en el poder durante largas décadas por medio de prácticas patrimonialistas.38

En efecto, debido a que en aquel entonces se postulaba que el deporte era uno de los elementos clave para tratar de crear un hombre nuevo (patriótico, de moral intachable, disciplinado), apto para los desafíos de la sociedad moderna el futbol era pues una arena fértil donde canalizar dichas aspiraciones del Estado peruano. ¿Por qué? En gran medida, porque el futbol, mediante del crecimiento de la competencia deportiva internacional (producto de las giras), permitía a cada país compararse a los “otros” (países, equipos, clubes, etc.). Y, de esta forma, el tan anhelado progreso nacional pudo ser por fin una variable medible: un partido entre peruanos y chilenos medía, en el contexto de la época, qué país había “progresado” más deportivamente y, por extensión, a nivel social.39

Por otro lado, un segundo eje de análisis nos llevará a discutir el vínculo que se construye entre la caballerosidad deportiva y el sentimiento de fraternidad entre los equipos peruanos y chilenos en el marco de las primeras giras internacionales a ambos lados de la frontera. Sobre eso trata el siguiente acápite.

Nace la rivalidad: Santiago Deportes en Lima

Retomemos ahora, después de esta necesaria desviación teórica, a nuestra narración inicial. A inicios de septiembre de 1928 el Santiago Deportes llegó a Lima. Sin embargo, recibió instrucciones desde la capital de su país prohibiendo su participación en los partidos, ya que ningún equipo de primera división podía jugar en el extranjero aquel año. Según cuenta Fluxá, cuando los chilenos llegaron, se encontraron con que, desde Santiago, “la federación [chilena] les prohibía actuar, ya que al recibir dinero [por la gira al Perú] burlaban su condición de amateurs. No tenían autorización, por lo que se dedicaron mayormente al turismo”.40

Entre las diversas actividades que los jugadores del Santiago desarrollaron en Lima antes de disputar sus partidos oficiales, destacan su participación en las celebraciones por el día de Chile (18 de septiembre), hecho que recibió una gran cobertura por parte de la revista Variedades.41 Otro hecho a resaltar fue cuando la delegación santiaguina se presentó a brindar sus respetos ante el monumento conmemorativo del Combate de 2 de mayo, donde dejaron una corona de flores frente a la figura que representa a Chile. Esta acción resultó muy significativa ya que se realizó frente a un monumento que recuerda un episodio de colaboración entre ambas naciones.42

Con la gira entrampada, el propio gobierno peruano debió intervenir para solucionar el problema. Una figura clave en este asunto fue el ministro de Gobierno y Policía, Jesús M. Salazar, quien, por encargo del presidente Leguía, se dedicó a realizar una serie de gestiones al respecto. Primero, se reunió con Luis Arturo Valencia, presidente de la delegación chilena en Lima, a quien le transmitió personalmente que el propio Gobierno tenía preocupación en el asunto. Luego de la cita, Valencia envió un cablegrama a la Federación Chilena informando al respecto. Según reportaba La Nación, la decisión del gobierno peruano produjo una favorable impresión en todos los círculos, que deseaban que se permitiera jugar a los chilenos. Por su lado, Salazar despachó una carta el día 22 al presidente de la FPF, León M. Vega, en la cual le expresaba la posición del Gobierno respecto a la gira de los chilenos:

Encontrándose en Lima el ‘Santiago Football Club’ [sic], cuyas actividades se han visto detenidas a mérito sólo de meros detalles de tramitación […] le significo la complacencia con que el Gobierno vería que la FPF, coincidiendo en los elevados móviles que ha inspirado su determinación, se sirva despachar todas las disposiciones de orden técnico que sean necesarias a fin de que tenga la más cumplida realización.43

El 23 de septiembre, la FPF remite a su similar chilena un cablegrama en el cual da a conocer los sentimientos del gobierno peruano:

[…] Declaramos, haciendo gala de nuestra hidalguía, que siempre nos fue grato auspiciar contiendas deportivas con chilenos. […] Consecuentes con estos sentimientos e interpretando los deseos del Gobierno y aficionados, les agradeceremos reconsiderar su última disposición.44

Finalmente, obtenidos los permisos por parte de ambas federaciones, el Santiago debutó en Lima el día 24 con un triunfo de 4 a 2 ante el combinado Circolo Sportivo Italiano y Association. La presencia en la cancha del cuadro chileno “fue saludada con grandes aplausos del público”.45 Luego, invitado por los capitanes de ambos cuadros, el ministro Salazar dio el play de honor. El segundo partido, disputado el 30 de septiembre, significó un revés para los visitantes, pues encajaron cinco goles ante un combinado conformado por Atlético Chalaco y la Federación Universitaria (el futuro Universitario de Deportes).

Aquí, por supuesto, hay que precisar una cuestión fundamental: este partido contó con la presencia en las tribunas del primer embajador chileno de la posguerra en Lima, Emiliano Figueroa Larraín. Figueroa había desembarcado en el puerto del Callao apenas dos días atrás, cuando “una multitud lo aclamó entusiastamente” e incluso la delegación del Club Santiago subió a bordo para mostrar sus respetos.46 Al iniciar el partido, el chileno fue muy aplaudido desde la tribuna oficial. Alfonso Saldarriaga, capitán del combinado peruano, obsequió a Figueroa un ramo de flores en nombre de los deportistas limeños, y luego el diplomático fue invitado a dar el play de honor.47 Unos días más tarde, el 3 de octubre, Figueroa presentó sus credenciales ante el presidente Leguía en medio de una solemne ceremonia. Allí se intercambiaron conceptuosos discursos de salutación. No obstante, de acuerdo con el historiador chileno Barros, hubo cierta reticencia -una vez más- por parte de algunos sectores peruanos, como la Sociedad Patriótica, que se negó a secundar el acto. Asimismo, hubo que cambiar a los músicos del Escuadrón Escolta que se negaron a tocar el himno chileno.48 La primera reunión entre Leguía y Figueroa para resolver la cuestión de Tacna y Arica tuvo lugar en el Palacio de Gobierno peruano el día 12 de octubre de 1928. Este proceso se prolongaría por ocho largos meses y se llevaría a cabo en estricto secreto.

Figura 1 “Jugadores del Santiago saludando a la tribuna ondeando la bandera peruana”, Los Sports (12 oct. 1928) 

En su siguiente partido, los chilenos volvieron a perder, esta vez frente al Sport Progreso, por 2 a 5, aunque la prensa peruana mantenía una opinión favorable hacia ellos. Dos partidos más jugarían los chilenos, ambos frente al mismo rival: el Association FBC. Resulta llamativo que la FPF pusiera en juego una copa amistosa denominada “Cordialidad”, que terminó ganando el Santiago Deportes. Luego, el club se retiró de la capital. El 20 de octubre, Variedades publicó una nota en que la se hicieron comentarios positivos sobre el equipo chileno, destacando su “caballerosidad y alta moral en todos los momentos de su correcta actuación”.49

La formulación que nos gustaría explorar en este punto es la que respecta al segundo eje o dimensión del amateurismo caballeroso que discutimos en la sección anterior. En efecto, aquí advertimos que, si bien están presentes los valores del sportsmanship británico (la alta moral que reivindica la prensa), los partidos de futbol no se tratan solamente de eso. O, en todo caso, no se limitan a esa dimensión. Esta nueva arista que se construye de forma paralela está fuertemente influenciada por el olimpismo. Según Müller, este ideal fue acuñado por el barón de Coubertin en 1910, e implicaba la actitud moral de un individuo y, por lo tanto, también la actitud de toda la humanidad.50 De acuerdo con la propia Carta Olímpica, el objetivo del olimpismo es poner siempre el deporte al servicio del desarrollo armónico del hombre, con el fin de favorecer el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana. En ese sentido, podemos afirmar que, al asociar el deporte con la cultura y la formación, el olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo y el respeto por los principios éticos fundamentales universales.

La competencia entre equipos peruanos y chilenos construyó, aún de forma embrionaria, discursos y valores nacionales a ambos lados de la frontera. Álvarez apunta que, de acuerdo con el discurso del olimpista, durante un encuentro de futbol, tomar partido por alguno de los contendientes y perder la objetividad contradecía sus normas, ya que significaba tácitamente apoyar a alguno en la búsqueda del triunfo cuando el sentido del juego era participar, mas no ganar.51 Ésa era, precisamente, una de las narrativas maestras sobre la que se basará la prensa deportiva -tanto en Perú como en Chile- para animar el intercambio futbolístico bilateral. Es decir, que más allá de demostrar los progresos de su nación a través del nivel competitivo de su futbol, dichos encuentros deportivos se convertían en posibilidades manifiestas de confraternizar y cicatrizar heridas por medio del deporte.

De puerto a puerto: Atlético Chalaco en Chile

Además de Lima, en el puerto del Callao ya se practicaba el futbol con bastante éxito desde antes del siglo XX. Se jugaba en la pampa de Mar Bravo, un espacio para la práctica de deportes colectivos e individuales. Allí, el 9 de junio de 1902, se fundó el club Atlético Chalaco, que es la institución pionera del futbol en el Callao y que en su trayectoria ha sido campeón en tres oportunidades: 1918, 1930 y 1947. El Chalaco fue el equipo que aglutinó la identidad futbolística del Callao y quien inició la rivalidad futbolística con los clubes limeños desde 1908. Formó parte de la División de Honor del Torneo Amateur que organizó la FPF desde 1926. Sin embargo, poco después, la FPF decidió reorganizar la competición y aumentó el número de clubes que descienden y por esta razón quedó relegado a la segunda división.52

El club del puerto se embarcó en una gira hacia Chile en octubre de 1928. Esta travesía fue encabezada por Benjamín Puente, redactor jefe del área de deportes de La Crónica, Claudio Martínez, presidente del club chalaco; y Jack Gubbins, empresario peruano de origen irlandés y principal patrocinador económico. También se sumaron como refuerzos estelares los jugadores Alberto Soria, Alberto Montellanos, Alejandro “Manguera” Villanueva y Demetrio Neira, todos de las filas de Alianza Lima. Los peruanos arribaron al puerto de Valparaíso el día 16 causando gran simpatía y entusiasmo entre el pueblo y la afición mapochina.53 No solamente el Atlético Chalaco causó enorme interés en el público porteño, sino también en la prensa. Así lo demuestra un extenso reportaje dedicado exclusivamente a la presencia de los peruanos en tierras chilenas realizado por el diario El Mercurio de Valparaíso, en el cual se destacan sendas palabras de elogio y simpatía hacia los peruanos:

Desde ayer son nuestros huéspedes de honor los footballers peruanos, que llegan hasta nosotros en misión de acercamiento fraternal y deportivo. Valparaíso entero se encontraba pendiente de la llegada de la delegación del Club Atlético Chalaco, deseoso de tributarle un recibimiento que dejará de manifiesto las simpatías de que gozan entre nosotros. […] se pensó desde el primer momento dar a la recepción del Club peruano los caracteres de una bienvenida espontánea y cariñosa.54

El arribo de los peruanos sirvió también para conocer las impresiones del jefe de la delegación, Benjamín Puente, quien fue entrevistado por El Mercurio. En la nota, Puente enfatizaba que los jóvenes jugadores del chalaco “saben que traen una misión de confraternidad […] por ser los primeros en llegar a estas tierras hermanas a disputar los honores del triunfo en los campos del deporte. Espero que todos y cada uno sepan cumplir con su deber, y en todo momento exteriorizar las hondas simpatías que en la juventud peruana deportista se tiene por sus hermanos del sur”.55 Asimismo, reveló que cuando se reanudaron las relaciones diplomáticas entre ambos Estados, “el regocijo fue general, pues no sólo en las esferas del gobierno se recibió este acuerdo con agrado, sino en todos los círculos sociales, obreros y deportistas. Todos querían ser los primeros en traer a Chile el abrazo fraternal de sus hermanos peruanos”.56

Figura 2 “Llegada del Atlético Chalaco a Valparaíso”, portada de La Crónica (24 oct. 1928). 

La gira del club peruano se prolongó por casi dos meses, donde llegó a disputar un total de ocho partidos con un saldo sumamente parejo: dos victorias, cuatro empates y dos derrotas.57 Es interesante cómo, después de la primera goleada encajada ante el Colo Colo, se construyó nuevamente un discurso que colocaba al Chalaco como representante directo de la Nación, y no sólo eso, sino también como un objeto de su especial interés: “El país tiene que sentirse satisfecho, porque después de la derrota sufrida ante el Colo Colo […] hoy nos demuestra con este honroso empate [ante la Unión Española], que podemos esperar mucho de sus próximas actuaciones”.58 Tras empatar sin goles con Audax Italiano -encuentro que acabó en penumbras, pues el árbitro abandonó el campo al no ser acatada su decisión en una expulsión-, el conjunto porteño dejó la capital chilena para ir a Valparaíso, donde el 11 de noviembre venció 0-2 al Santiago Wanderers con tantos de “Manguera” Villanueva y de Neira. Luego viajó a Quillota, donde perdió 4-3 con San Luis, tras lo cual regresó una vez más al primer puerto mapochino para vencer 2-0 a Everton.59

Aunque el itinerario señalaba que el 25 de noviembre Chalaco debía volver a enfrentar a Colo-Colo, un castigo sobre el cuadro albo por incidentes relacionados con sus jugadores en un choque previo impidió que el duelo se llevara a cabo. Para remediar la situación, se dispuso armar un combinado de la Liga de Valparaíso, con el que los peruanos igualaron 2-2. Tres días después, los miembros del equipo peruano se despidieron de Chile al lograr otro empate ante una selección de trabajadores ferroviarios. No obstante, en el camino de regreso, a bordo del vapor Mapocho, hicieron paradas tanto en Antofagasta como en Tocopilla, donde jugaron encuentros de carácter privado ante selecciones locales. A su arribo al Callao, el día 11 de diciembre, La Crónica pudo recoger algunas declaraciones de Benjamín Puente: “El football chileno se haya bastante desarrollado y lo que tienen perfecto es el entrenamiento y la disciplina de sus jugadores. Nuestros muchachos se comportaron siempre correctamente y sus presentaciones merecieron la aprobación general por su juego limpio y caballeresco”.60 Como se puede desprender de las declaraciones del dirigente peruano, aún en esta época estaban muy en boga los parámetros de la concepción olimpista del balompié, en la cual, según ésta, la búsqueda de la victoria no era lo más importante: el sentido de practicar un deporte era jugarlo, se justificaba por sí mismo, no tenía ninguna otra proyección o intención más allá de la que le habían encontrado las élites modernizadoras: los beneficios para la salud, el desarrollo de la capacidad física y ayudar en la construcción de una ética fundada sobre valores como el respeto y cumplimiento de las normas, lealtad, decisión, respeto, en una palabra, ser decentes.61 A esta visión podemos sumar, claro está, la búsqueda del hermanamiento con el otrora enemigo: Chile.

Paz y futbol: Colo Colo y su gira por Lima

Como ya comentamos, las negociaciones de fondo sobre el tema del acuerdo de paz entre Perú y Chile se llevaron a cabo en el Palacio de Gobierno, ubicado en el centro de Lima. En total, se produjeron ocho reuniones entre octubre de 1928 y mayo de 1929. En ellas se presentaron una serie de propuestas y contrapropuestas por parte del presidente Leguía y del embajador Figueroa Larraín. Finalmente, el 19 de abril de 1929 se llegó al acuerdo definitivo de la partición del territorio en disputa: Tacna regresaría al Perú y Arica permanecería en poder de Chile, pero Leguía insistió en que esta fórmula de solución fuera propuesta formalmente por el presidente de Estados Unidos, ya que quería facilitar, de esta manera, la aceptación de la división territorial por la opinión pública peruana, presentándola como una iniciativa de un tercero imparcial. El 15 de mayo, el presidente de Estados Unidos, Herbert Hoover, elevó a las Cancillerías de ambos Estados un memorándum con la fórmula de entendimiento final, no en calidad de árbitro, sino en ejercicio de buenos oficios solicitados por ambas partes.62

Tan solo una semana más tarde, el día 22, llegó a suelo peruano el equipo del Colo Colo. Allí fueron rápidamente recibidos por Jack Gubbins, quien se encargó nuevamente de la organización de esta gira. El equipo sureño llegó con grandes figuras, como su goleador y capitán Guillermo Subiabre, el half Horacio Muñoz y el arquero Juan Ibacache. La repercusión de la llegada del equipo albo debe examinarse con especial atención. A ellos se les tenía por un cuadro de mayor jerarquía que el Club Santiago, que había visitado Lima el año anterior. Esto se debía, en parte, a que el Colo Colo ya era celebre por haber protagonizado una famosa gira por Europa dos años atrás, midiéndose con importantes equipos europeos, y porque muchos de sus jugadores integraban la selección nacional chilena. Todo ello con tan sólo cuatro años de vida institucional. Es relevante tener presente estos primeros años de historia del Colo Colo porque simbolizan, en palabras de Vilches, el periodo en que se transforma en uno de los primeros héroes deportivos nacionales.63 Algo parecido ocurrirá con el club peruano Alianza Lima -su rival más fuerte de la gira-, a pesar de que el equipo victoriano se había fundado más de veinticinco años atrás.

El primer encuentro de Colo Colo lo disputó ante un combinado de Alianza Lima y Atlético Chalaco que representó a la FPF. Esta decisión se adoptó con motivo de que los principales cuadros peruanos que ya tenían pactados amistosos con Colo Colo no habían tenido el tiempo de preparación suficiente y los directos querían “velar por el prestigio del deporte en el país”,64 temerosos de que sus futbolistas fueran superados en nivel por los chilenos. Esta explicación sigue la línea con lo que comentamos párrafos atrás: los dirigentes deportivos, muchos de ellos además políticos vinculados al gobierno, consideraban a los clubes locales verdaderos embajadores del futbol nacional, por lo que cualquier resultado adverso ante un rival extranjero -pensaban en una lógica matemática muy común de la época- repercutía directamente en el prestigio de todo el país.

El domingo 26 a las cuatro de la tarde se disputó el primer partido. Diarios oficialistas, que apoyaban la política de Leguía, ensalzaron el espíritu de confraternidad reinante entre las delegaciones peruana y chilena. La Crónica, en la previa al partido, afirmaba: “Ambos cuadros van a luchar dentro de un franco ambiente de camaradería y entusiasmo, tratando de impresionar de forma muy favorable a nuestros aficionados y esmerándose por dejar bien puesto su nombre deportivo”.65 Esta atmósfera de camaradería previa contrasta con la visión que por mucho tiempo han tenido investigadores chilenos respecto al partido, donde se la presenta como invadido por un derroche de hostilidad por parte del público peruano hacia los deportistas colocolinos.66 Es más, ya en su extensa investigación sobre la época amateur del Colo Colo, Salinas repasa y pone en tela de juicio una serie de mitos alrededor de este duelo, engendrados desde la propia memoria de protagonistas (el jugador Enrique Jaramillo), escritores (Juan Jorge Faúndes) y cronistas (Joaquín Edwards Bello) del vecino país del sur.67

El siguiente encuentro del Colo Colo sería con Alianza Lima el jueves 30 de mayo. Dos días antes del choque, en compañía de Gubbins y el embajador Figueroa, el plantel colocolino fue recibido en Palacio por Leguía, a quien ofrecieron sus saludos e invitaron a presenciar el juego. Las páginas deportivas de los principales diarios peruanos de la época no fueron ajenas al acontecimiento que representaba el duelo entre Alianza Lima y Colo Colo. Es revelador que se anunciara el duelo como un choque de campeones y la asistencia del presidente fuera una noticia en sí misma, tal como se muestra en la siguiente imagen:

Figura 3 Anuncio Alianza Lima contra Colo Colo. El Comercio (27 mayo 1929). 

Ya hacia fines de la década de 1920, el Alianza Lima gozaba de una enorme popularidad. Había abandonado el ámbito netamente barrial y, gracias a un trabajo que involucró a muchos actores sociales (jugadores, dirigentes, periodistas, público, etc.), logró representar de cierta forma una idea de lo “nacional” en el futbol peruano. Como señalan Deústua, Stein y Stokes, la popularidad del Alianza se debió a varios elementos entre los que destaca la mezcla de factores sociales y económicos.68

El presidente Leguía fue un actor político clave dentro del contexto de la expedición colocolina en Lima. Y no solamente lo fue por su interés en darle un nuevo impulso a las relaciones bilaterales entre peruanos y chilenos, cuestión que lo beneficiaría ante la opinión pública. Para Pulgar Vidal, el proyecto político de Leguía se presentaba como inclusivo con los sectores populares mediante del reconocimiento de sus actividades.69 Esto generaba una suerte de contradicción “beneficiosa”. Que el Estado, representante de las clases dominantes y hegemónicas, apoyara a un equipo popular como el Alianza Lima, significaba desestabilizar su propio poder ya que les otorgaba reconocimiento a las clases bajas. Pero al mismo tiempo -y he allí la estrategia de Leguía- se legitimaba frente a éstas como un gobierno populista. No creemos que haya sido casualidad que, de los cuatro partidos de la gira, al único que asistió Leguía (y que más expectativa generó) fue el duelo entre Alianza y Colo Colo. Como en el anterior duelo, ambos equipos salieron a la cancha en medio de una atmósfera de camaradería reforzada por el buen comportamiento del público. Al respecto, es reveladora la apreciación de El Comercio:

Algo que no habrá pasado desapercibido para los visitantes es la compostura del público. Gentil con ellos en su presentación, prodigaron sus ovaciones de cortesía, los aplaudieron en sus mejores lances y también los censuraron cuando el juego tosco pretendió deslucir la competencia. Es más, la ruidosa ovación que obsequió al arquero Ibacache, así como la salva de aplausos con que fue acogido el team chileno cuando volvió al campo para seguir el segundo tiempo, teniendo el score favorable, significan la cultura deportiva local. Está mal quizá que lo recalquemos, pero nuestro público sabe comportarse bien en los espectáculos deportivos y muy en especial en los concursos internacionales.70

Será este mismo diario el más incisivo al momento de ponderar en qué país se practicaba el “mejor futbol” por aquella época. Resulta significativo que desde la óptica de El Comercio el partido haya evidenciado que “el futbol chileno no es mejor que el peruano”, ello a la sazón de que en el país del sur se contaba con muchos años de ventaja respecto a la creación de instituciones oficiales de futbol, adhesiones a los organismos internacionales oficiales y hasta en la conformación de una selección nacional para competir en los antiguos Campeonatos Sudamericanos de Selecciones, entre otras cuestiones.71 Un aspecto clave para entender la construcción discursiva de esta aparente superioridad peruana es la representación del estilo de juego de los equipos. Por un lado, mientras el futbol peruano (en este caso, Alianza Lima) era revestido de características vinculadas al juego técnico, habilidoso y de combinaciones, el estilo chileno (del Colo Colo) se asemejaba al paradigma británico con virtudes tales como la fuerza, velocidad, la tosquedad y el empleo de pases largos. Sobre ello reflexionaba un cronista en El Comercio:

Por lo que se ha podido apreciar, el futbol chileno, con ese estilo peculiar del shoteo desde lejos, con los avances a grandes pases y de las jugadas fuertes, no es mejor que el futbol peruano, más arrollador, más efectivo a base de pases cortos y combinaciones entre los cinco hombres de la línea de ataque. Los goles conseguidos por los peruanos son las mejores expresiones del estilo que se ha aprendido aquí […] Los chilenos bombardearon desde lejos la valla peruana y sólo consiguieron vencer al arquero, un muchacho de segunda categoría, las dos únicas veces que consiguieron resbalar la línea media y sorprender a los zagueros con destreza y habilidad en sus jugadas (el resaltado es nuestro).72

Vilches ya había deslizado algunos elementos característicos del estilo colocolino al que la prensa chilena también asemejaba con una forma científica:

La idea del futbol científico apuntaba a la gran revolución deportiva que inaugura el club para esta época: los entrenamientos cotidianos y permanentes. Como el futbol era todavía amateur, no era común que los equipos entrenaran de forma permanente y diaria. Esta revolución deportiva encontró en los sectores oligárquicos una dura resistencia, ya que estaba en franca contradicción con las categorías de buen tono y ocio características de la oligarquía chilena.73

Es interesante comparar estos rígidos y disciplinados entrenamientos de los deportistas chilenos con el concepto del futbol que se tenía en la capital peruana. A todas luces en franca oposición. Como bien ha puntualizado Pulgar Vidal, en el Perú -a diferencia de la significación competitiva que adquirió en países como Argentina, Uruguay o el mismo Chile- el futbol funcionó más como un pasatiempo: “las selecciones nacionales de futbol no jugaban como le gustaba a la gente, por una cuestión de idiosincrasia, por algo que se lleva en la sangre, por genética. Jugaban por diversión, como los propios jugadores y la mayoría de aficionados entendieron el futbol al resignificarlo no como un deporte sino como un pasatiempo”.74 Teniendo esto en cuenta, es posible afirmar que aquel estilo de juego “pícaro” del Alianza de la década del 1920 era más producto de una inventiva individual que de algún intenso entrenamiento que les permitiera perfeccionar su técnica con el balón, a diferencia de los elementos chilenos que sí se sometían a tales rutinas.

Con el partido empatado a uno, el presidente Leguía llegó al estadio. Lo que ocurrió fue para no creerlo: Se estaba por reiniciar el cotejo cuando

[…] llegó el jefe de Estado señor Augusto B. Leguía. Las bandas tocaron La Marcha de Banderas anunciando su presencia en el palco oficial. Llegó acompañado de sus edecanes, el ministro de gobierno Benjamín Huamán y otras personalidades más.75 El juego fue suspendido y los equipos se acercaron al palco oficial presentando sus saludos lanzando ¡hurras! en honor al señor Leguía.76

Luego continuó el partido. Diez minutos después, Subiabre anota el segundo gol, mientras que José María Lavalle -otro de los grandes “malabaristas blanquiazules”- decretó el empate definitivo.

Los chilenos todavía permanecerían en la capital peruana hasta el 8 de junio y disputarían dos juegos más: ante el Association FBC y el Atlético Chalaco. Con el primer rival empataron a un gol mientras que el duelo ante los porteños concitó una atención similar a lo que había ocurrido con Alianza Lima, ya que muchos recordaban el paso del Chalaco por tierras sureñas, donde rivalizó con el propio Colo Colo, siendo goleado en aquella ocasión 0-3. Pues bien, los del Callao vencieron esta vez categóricamente por 4 a 0 y algunos medios escritos llegaron a titular “Peruanos 4-Chilenos 0”,77 sembrando quizá la primera semilla de la rivalidad futbolística que se ha construido entre ambos países. La mala actuación del equipo chileno fue atribuida a la seguidilla de partidos.

Consideraciones finales

Este artículo buscó explicar el desarrollo de un conjunto de hechos muy poco conocidos del futbol peruano durante los años veinte del siglo pasado, como fueron las giras que realizaron clubes peruanos y chilenos a ambos lados de la frontera en el contexto de los acuerdos de paz de 1929. Planteamos que estos intercambios deportivos permitieron -en alguna medida- empezar a construir un sentimiento de fraternidad entre ambos luego de un periodo de tensión diplomática de casi cincuenta años por la cuestión irresuelta de Tacna y Arica. Del mismo modo, hemos podido demostrar el impacto que estos hechos tuvieron en la prensa deportiva de ambos países, al exponer el amplio número de notas, crónicas, entrevistas y reportajes que aparecieron en los contenidos de los principales medios durante el tiempo en que los clubes permanecieron en territorio extranjero. La cobertura periodística de estos encuentros amistosos superó en muchos casos a la que estos medios le dedicaban a los partidos correspondientes a sus campeonatos locales, incluso en alguna oportunidad enviando a corresponsales con las delegaciones deportivas.

Asimismo, abordar el análisis de la repercusión que alcanzaron en la prensa las giras internacionales de los equipos peruanos o chilenos ha permitido conocer la relevancia que tuvieron este tipo de enfrentamientos futbolísticos en relación con dos grandes dimensiones: el prestigio y la identidad nacional de cada país y, por otro lado, con la posibilidad de hermanamiento con el “otro” por medio del deporte. En ese sentido, es revelador reflexionar sobre la pasión que ya despertaba el balompié a inicios del siglo XX y comprobar que la construcción de rivalidades nacionales y su instrumentalización como afirmación identitaria no es un fenómeno para nada reciente. Como se ha visto a lo largo del texto, los partidos entre los clubes peruanos y chilenos fueron presentados por la prensa de ambos países desde dos ópticas bien marcadas: como el desafío entre el futbol peruano y el chileno (lo que implicaba inevitablemente la comparación de estilos de juego), y como un vehículo de hermanamiento simbólico entre las dos naciones luego de la nefasta Guerra del Pacífico. Por ejemplo, las victorias del Atlético Chalaco fueron interpretadas por la prensa limeña como la demostración de que su futbol estaba al mismo nivel o por encima del de su vecino del sur. Como hemos desarrollado ampliamente, en juego estaba el afirmar el prestigio nacional a través de los triunfos futbolísticos.

No obstante, junto a lo descrito, también debemos subrayar que la presencia de clubes peruanos y chilenos a ambos lados de la frontera favoreció la continuidad del intercambio hacia otros deportes, como el boxeo o el atletismo. Incluso, existen registros de combates pugilísticos entre peruanos y chilenos en Lima mucho antes de que un equipo de futbol mapochino haya jugado allí o un paso fugaz de atletas peruanos en Valparaíso cuando viajaban rumbo a Buenos Aires a participar en un campeonato sudamericano, donde incluso fueron entrevistados en la revista Los Sports.78

Finalmente, en este artículo pudimos mostrar la gran importancia de este tipo de giras internacionales tanto a nivel de expectativa popular como en relación con la cobertura periodística. De acuerdo con las crónicas de la época, los campos se llenaron para apreciar las virtudes de los futbolistas visitantes y compararlas con las de los jugadores de casa. Era una oportunidad única para los aficionados en una época en donde cambió el sentido del juego inspirado originalmente en el discurso olimpista del fair play para ser reemplazado por la búsqueda del triunfo. Sin embargo, no olvidemos que estos acontecimientos posibilitaron que la presencia de clubes en el extranjero se convirtiese en un negocio económico para empresarios vinculados a la incipiente industria deportiva (como vimos con el caso de Jack Gubbins). En ese sentido, no podemos negar que en la intención de Gubbins al organizar dichas giras debió pesar mucho más el interés comercial que el de “hermanar” nuevamente a dos naciones. Aunque debemos destacar que sí existió, a finales de la década de 1920, un contexto que favoreció las giras que se iniciaron precisamente cuando estaba a punto de conmemorarse los 50 años de la firma del Tratado de Ancón de 1883.

Con un pasado traumático, Perú y Chile lograron edificar un puente bajo los gruesos cimientos del vector futbol. A fines del Oncenio de Leguía, los equipos más populares a ambos lados de la frontera empezaron a construir sus primeros lazos en común que luego, metonímicamente, fueron extrapolados a sus respectivas naciones.

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1El equipo que representó a la FPF estuvo integrado por jugadores de los clubes Alianza Lima y Atlético Chalaco.

2El Comercio (26 mayo 1929).

3 Zapata, “De Ancón a La Haya”, p. 11.

4 Stearns, “Foreword”, Routledge Companion to Sports History, p. 10.

5Prueba de ello es la escasa producción de tesis sobre Historia del Deporte (ya sea en pre o posgrado) en las tres facultades de Historia más importantes de Lima: las de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y la Universidad Federico Villarreal. En la PUCP una de maestría, Pulgar Vidal, “Selección nacional de ‘fulbol’ 1911-1939”; en UNMSM dos de pregrado, Álvarez, “La difusión del futbol en Lima”; Pulgar Vidal, “A bastonazo limpio: Augusto B. Leguía y el nacimiento del clásico del futbol peruano”, y en la Villarreal la de Sánchez, Identidad limeña popular del Club Alianza Lima. Lima, 1927-1938. En provincias, destacamos el trabajo de Cuadros, “El deporte en Ayacucho: El football y su consolidación en Ayacucho (1921-1927)”, de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga.

6Este hecho generó una fuerte oposición en los peruanos tarapaqueños, agrupados en las denominadas Sociedades Patrióticas, quienes se mantuvieron en contra del Tratado de Ancón (1883) hasta incluso las primeras décadas del 1900. Esto será explicado con detenimiento en las próximas páginas.

7 Bákula, Perú: entre la realidad y la utopía, p. 1035.

8 Bákula, Perú: entre la realidad y la utopía, p. 1055.

9Tal fue el caso del escritor y político peruano Manuel González Prada (1844-1918), quien manifestó abiertamente su antipatía por Chile por medio de la prensa y la literatura. Hacia finales de la década de 1880, criticó duramente en sus escritos las deficiencias de las generaciones pasadas de la clase política en la imposibilidad de haber forjado una nación. Aquellas críticas fueron acompañadas de sentimientos de odio y deseos de revancha hacia Chile. Valle, “El enemigo en la sombra”, p. 107.

10Mariano Cornejo, “Significación del régimen político inaugurado el 4 de julio de 1919”, Conferencia sustentada en el Palacio Municipal de Lima el 22 de septiembre de 1928.

11En el Perú, la etapa denominada Reconstrucción Nacional corresponde a la década posterior a la guerra con Chile (1884-1895), en la que los caudillos militares vuelven nuevamente al mando, buscando recuperar el honor militar perdido a causa de la guerra y gracias al vacío de poder dejado por el civilismo, incapacitado moralmente para dirigir a un Perú en emergencia. No obstante las dificultades, este periodo de la historia peruana sirvió para estabilizar la economía gracias a la explotación de nuevos recursos como el caucho y el petróleo.

12 Panfichi, et al., El otro partido, p. 48.

13La Nación (27 sep. 1927), p. 19.

14La Nación (27 sep. 1927), p. 19.

16Diario de Debates de la Asamblea Nacional de 1919, Lima, Imprenta Torres Aguirre, p. 1541.

17 Guevara, El problema del Pacífico, pp. 32-33.

18 Belaúnde, Los tarapaqueños en la Conferencia de Washington.

19 Guevara, El problema del Pacífico, p. 33.

20El surgimiento del Partido Civil en 1871 marca un antes y un después dentro de la historia política del Perú durante el siglo XIX. Bajo el lema “Por la República práctica, la República de la verdad”, el civilismo aparece como un proyecto de desarrollo para el país que buscó controlar el Estado dando fin al viejo militarismo que aún imperaba en suelo peruano desde la independencia. Su principal dirigente fue el exconsignatario Manuel Pardo y Lavalle, representante de la clase empresarial peruana, quien llegó a la presidencia en 1872. El programa civilista proponía fortalecer las instituciones civiles, racionalizar el Estado, educar a las masas populares y descentralizar la administración pública.

21 Guevara, El problema del Pacífico, p. 35.

22 Guevara, El problema del Pacífico, p. 36.

23En abril de 1926, la revista chilena Los Sports aprovechó la parada del vapor Aconcagua para abordar a una delegación peruana de atletismo y realizar un extenso reportaje. Incluso los atletas peruanos tuvieron tiempo de asistir a un partido entre los equipos chilenos Santiago Unido contra Valparaíso Unido. Según se describe en la crónica, los cinco mil asistentes al encuentro le rindieron a la delegación visitante un cálido homenaje. Asimismo, las mismas muestras de afecto se repitieron en otros sitios públicos del puerto y de la capital. Los Sports (16 abr. 1926).

24El Comercio (26 sep. 1927).

25La Crónica (29 sep. 1927), p. 11.

26 Álvarez, “Espectáculo deportivo y formación de identidades en el futbol”, p. 97.

27 Álvarez, “Espectáculo deportivo y formación de identidades en el futbol”, p. 96.

28 Ríos, Chile y Perú: los pactos de 1929, p. 142.

29 Bákula, Perú: entre la realidad y la utopía, p. 1050.

30 Fluxá, El lado B del deporte chileno, p. 92.

31Los Sports (10 ago. 1928).

32 Frydenberg, “Boca Juniors en Europa”, p. 30.

33 Huggins, “Sport, tourism and history”, p. 125.

34 Panfichi y Muente, “El origen británico del futbol peruano”.

35 Huggins, “Sport, tourism and history”, p. 124.

36La Prensa (13 oct. 1928).

37 Frydenberg, “Boca Juniors en Europa”, p. 14.

38 Panfichi, El otro partido, p. 29.

39El prestigio y orgullo nacional fue algo muy apreciado, por ese motivo no sorprendía encontrarse con comunicados como los de la Federación Paraguaya, que prefirió ausentarse del Campeonato de 1927 debido a que “no dispone de jugadores preparados para participar en esta competencia internacional”, La Prensa (27 sep. 1927), p. 4.

40 Fluxá, El lado B del deporte chileno, p. 92.

41Variedades (22 sep. 1928).

42 Valle, El enemigo en la sombra, p. 196.

43Reproducido en La Nación (25 sep. 1928), p. 11.

44Reproducido en La Nación (25 sep. 1928), p. 11.

45La Prensa (25 sep. 1928).

46La Nación (29 sep. 1928), p. 11.

47La Prensa (1o oct. 1928).

48 Barros, Historia diplomática de Chile, p. 710.

49Variedades (20 oct. 1928).

50 Müller, Pierre de Coubertin (1863-1937).

51 Álvarez, “Espectáculo deportivo y formación de identidades”, p. 61.

52 Álvarez, “Espectáculo deportivo y formación de identidades”, p. 255.

53La Crónica (17 oct. 1928).

54El Mercurio de Valparaíso (16 oct. 1928).

55El Mercurio de Valparaíso (16 oct. 1928).

56El Mercurio de Valparaíso (16 oct. 1928).

57Los partidos fueron los siguientes: con Colo Colo 0-3 (20/10), Unión Deportiva Española 1-1 (28/10), Audax Italiano 0-0 (04/11), Santiago Wanderes 2-0 (11/11), San Luis de Quillota 3-4 (14/11), Everton 2-0 (18/11), Liga de Valparaíso 2-2 (25/11) y Ferroviarios de Valparaíso 1-1 (28/11).

58La Crónica (29 oct. 1928), p. 12.

59 Gando, “Primer equipo peruano en jugar en Chile”.

60La Crónica (11 dic. 1928).

61 Álvarez, “Espectáculo deportivo y formación de identidades”, p. 71.

62 Novak, Las conversaciones entre Perú y Chile, pp. 32-33.

63 Vilches, “Aproximaciones futbolísticas a la participación político-cultural de la clase media en Perú y Chile”.

64Federación Peruana de Futbol, Boletín 191, El Comercio (22 mayo 1929).

65La Crónica (26 mayo 1929).

66 Alegría, “El día que chilenos y peruanos jugaron por la paz”.

67 Salinas, Por empuje y coraje.

68 Deustua, Stein y Stokes, “Entre el offside y el chimpún”, p. 81.

69 Pulgar Vidal, “Selección nacional de ‘fulbo’ 1911-1939”, p. 44.

70El Comercio (31 mayo 1929).

71Chile había fundado su Football Association en 1894. Además, en 1910 lograba reunir su primera “selección nacional” oficial para disputar un encuentro ante Uruguay, luego disputaba la edición inaugural del Campeonato Sudamericano de Selecciones en 1916; también fue sede del evento cuatro años más tarde e incluso logró la profesionalización de sus jugadores en el año 1933. En todo esto aventajaron ampliamente al Perú.

72El Comercio (31 mayo 1929).

73 Vílches, “Aproximaciones futbolísticas a la participación político-cultural de la clase media en Perú y Chile”, p. 13.

74 Pulgar Vidal, “Selección nacional de ‘fulbo’ 1911-1939”, pp. 8-9.

75Según el diario La Prensa, también acompañaron a Leguía aquel día Foción Mariátegui (el padrino formal del club Alianza Lima), Roberto Leguía (hermano del presidente), Alfredo Larrañaga (presidente del Comité Nacional de Deportes) y Federico Fernandini (presidente de la FPF).

76El Comercio (31 mayo 1929).

77El Comercio (9 jun. 1929).

78Los Sports (16 abr. 1926).

Recibido: 04 de Abril de 2020; Aprobado: 11 de Mayo de 2021

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