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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.70 no.2 Ciudad de México oct./dic. 2020  Epub 20-Ene-2021

https://doi.org/10.24201/hm.v70i2.3804 

Reseñas

Sobre Carlos Illades, El marxismo en México. Una historia intelectual

Alejandro Estrella González* 

*Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa

Illades, Carlos. El marxismo en México. Una historia intelectual. México: Taurus, 2018. 376p. ISBN: 978-607-316-257-9.


El marxismo en México. Una historia intelectual llega en una coyuntura oportuna por varios motivos. Primero, porque una vez pasada la resaca de la caída del bloque del Este y su impacto negativo sobre el marxismo se hace necesario, mediada esta distancia histórica, retomar la discusión sobre la que ha sido una de las más influyentes y ricas tradiciones intelectuales de la izquierda mexicana. Segundo, porque la coyuntura política a la que nos enfrentamos en México y en el planeta -algo sobre lo que el autor discute al final del libro- demanda herramientas de análisis capaces de elaborar proyecciones críticas y alternativas, donde una tradición marxista laica, mestiza y (auto)crítica puede constituir un punto de partida o, al menos, sugerir algunos desarrollos. Tercero, porque el libro más reciente de Illades sitúa al autor como referente en el ámbito de los estudios de la historia de la izquierda mexicana. Junto con Las otras ideas. El primer socialismo en México 1850-1935 (2008) y La inteligencia rebelde. La izquierda en el debate público en México 1968-1989 (2012), El marxismo en México. Una historia intelectual completa un recorrido exhaustivo por la historia del pensamiento de izquierdas en México, en lo que podría considerarse un auténtico campo de estudio que viene a contrarrestar el interés por el pensamiento liberal y conservador que ha demostrado tradicionalmente la historiografía mexicana.

Para empezar, cabría discutir qué es y qué no es este libro. Se trata en primera instancia de una historia intelectual. Decir esto supone ya situarse frente al objeto de estudio desde un enfoque historiográfico que ha copado uno de los centros de atención del debate reciente, en un intento por establecer distancia frente a la vieja historia de las ideas. Volveré más adelante sobre este punto. Pero frente a lo que pueda parecer, el lector no encontrará un texto académico al uso. Se trata de una obra escrita y pensada más para un público general, culto, interesado en conocer el discurrir de la tradición marxista mexicana y cómo esta se imbrica en la historia intelectual de México. Tampoco encontrará el lector una obra crítica, si por ello entendemos el afán de identificar los argumentos de otros autores y someterlos a un careo con el fin de poner a prueba su solidez argumentativa. En tanto que ejercicio de historia intelectual, Illades busca más bien mostrar y explicar esos argumentos a partir de sus condiciones de posibilidad, de unos contextos determinados y de la historia interna del discurrir del discurso marxista en México.

Discutir sobre estas condiciones de posibilidad me lleva a retomar la manera en la que Carlos Illades implementa su concepción de la historia intelectual. En este caso, el concepto clave es generación intelectual. Para Illades, el concepto de generación constituye la herramienta fundamental con la que dar cuenta de la forma en que las condiciones contextuales posibilitan las trayectorias intelectuales de los protagonistas y sus ideas. Lejos de una lectura escolástica de las ideas que, como han criticado desde Ortega y Gasset hasta Quentin Skinner, las descontextualiza y encadena en un diálogo que atraviesa los grandes problemas atemporales de la tradición, Illades apuesta por vincular el desarrollo ideológico del marxismo mexicano a la secuencia de horizontes generacionales.

En segundo lugar, se trata de una historia del marxismo en México. En el relato de Illades, el contexto mexicano no funge como mero decorado en el que las ideas de una tradición se reciben e implantan a modo de una copia del original (podríamos decir universal). La recepción intelectual de las ideas marxistas en México adquiere una forma particular en función de factores endógenos. Más allá de la obviedad de un contexto político particular habría que referirse a una agenda temática vinculada a la genealogía de problemas y discusiones propios de la circunstancia mexicana, en torno a los cuales se polarizan posiciones que no reproducen tal cual las que podemos observar en otros contextos nacionales.

Este último punto remite a la tercera característica del tipo de historia intelectual que implementa Illades: el estudio de los debates y de las ideas que jalona la historia del marxismo en México viene vinculado a las trayectorias de sus autores, de suerte que es posible ir elaborando un mapa en el que, mediante diferentes tipos de encuentros (maestro/discípulo, polémicas, espacios de colaboración, contactos intergeneracionales, etc), se refleja la estructura reticular, la red de contactos por medio de la cual circulan las ideas. De esta forma, el lector no especializado puede mapear toda una región del campo intelectual mexicano, desde los años treinta hasta el nuevo siglo.

El libro está organizado en nueve capítulos. El primero discute algunos conceptos claves, como el de intelectual y el de generación. Posteriormente, los capítulos 2 al 5 tratan la secuencia de cuatro generaciones marxistas. El capítulo 6 discute sobre la innovación teórica que ocupó el centro de la discusión de la última generación. El 7 trata el campo de las revistas marxistas, mientras que los capítulos 8 y 9 reflexionan sobre la experiencia de la derrota a raíz de la caída del bloque del Este. Trataré con un poco más de detalle los capítulos dedicados al estudio de las cuatro generaciones de marxistas mexicanos.

La primera generación se caracteriza por importar el marxismo desde el marco político y teórico de la Tercera Internacional. El horizonte histórico de esta generación está marcado por la lucha antifascista y el estalinismo, así como por los primeros compases de la construcción del Estado posrevolucionario en México, causa de una demanda institucional a la que responde esta generación desde jóvenes. Dos figuras destacan en el texto de Illades: Lombardo Toledano y el exiliado asturiano Wencesalo Roces. En ambos casos podemos hablar de inauguradores de linajes intelectuales. Representa esta generación un marxismo que presenta sus credenciales como desafió materialista al idealismo dominante (véase el debate de Lombardo con Antonio Caso), que permea a través de una cascada de traducciones y ediciones (por ejemplo, El Capital por Roces) y que propone una interpretación de la historia reciente de México desde los principios del materialismo histórico oficial.

La segunda generación de marxistas mexicanos se ve marcada en su formación por los efectos de 1956. De ahí que si algo caracteriza a sus integrantes es una experiencia de ruptura con las creencias aceptadas por la generación anterior. Frente al materialismo de la Tercera Internacional, esta generación se aproxima a un marxismo humanista o a la praxis que cuestiona la dogmática soviética. José Revueltas y Adolfo Sánchez Vázquez son los autores en los que se centra Illades. En el primer caso, uno de los aspectos más relevantes es la reconstrucción de una trayectoria que permite al lector tomar el pulso de lo que suponía la militancia en el Partido Comunista Mexicano (PCM) y la tensión a la que sometía a la autonomía intelectual e incluso individual. Quizá no debería extrañar que, más allá del contexto, esta experiencia vital llevara a Revueltas a privilegiar el tema de la enajenación y de aquí la lectura de los Manuscritos de Marx, texto fundacional del marxismo humanista. Además, la alienación no constituyó únicamente un tema de discusión teórica: Revueltas la utiliza para polemizar sobre el mito de la revolución mexicana y la inexistencia histórica del PCM. Con Sánchez Vázquez tenemos sin embargo una trayectoria más ortodoxa académicamente hablando. Su producción filosófica, ya como profesor reconocido de la UNAM, está marcada por su ruptura teórica y política con el estalinismo. Más allá del desarrollo del marxismo como una filosofía de la praxis, como una actividad consciente transformadora, resulta de gran interés la polémica que en la década de los setenta enfrenta a Sánchez Vázquez con Luis Villoro, ya que no sólo nos pone en la guía de cómo se desplazó el foco de atención del marxismo desde el interés por la infraestructura a las cuestiones superestructurales, sino que constituye una de esas polémicas que estructuran el campo intelectual y marcan la trayectoria posterior de quienes participan en ellas y sus discípulos.

Algo similar ocurrió años antes con la polémica generada en torno al problema de la transición de México al capitalismo. Este debate intergeneracional será no obstante protagonizado por la tercera generación de marxistas mexicanos, cuyo horizonte histórico está marcado por un hecho clave: la revolución cubana y la reflexión sobre la posibilidad del socialismo en Latinoamérica. Otra característica de esta generación es el hecho de que su marxismo se elabora desde el ámbito de las ciencias sociales, antes que desde la filosofía. El tema dominante no es la reflexión metafísica en torno a determinadas categorías, sino las causas sociohistóricas que explican el subdesarrollo en México. Illades estudia la trayectoria y las aportaciones más importantes de Alonso Aguilar Monteverde, Pablo González Casanova, Ángel Basssols Batalla y Enrique Semo Calev. Como nos recuerda el autor, la influencia de la revolución cubana puso en primer plano el problema del imperialismo en Latinoamérica, lo que les llevó a verse influenciados en alguna medida por la teoría de la dependencia, abriéndose al estudio de los procesos de las economías periféricas. González Casanova constituye una estación importante, ya que en el marco de la sociología crítica que desarrolla en oposición a los lineamientos cuantitativistas del gurú de la sociología mexicana del momento (Lucio Mendieta) y cuestionando los déficits de la democracia mexicana, hace una serie de propuestas conceptuales (v.g colonialismo interno) que generarán un intenso debate en torno al carácter capitalista o no del país y en el que se verán envueltos figuras como las de André Gunder Frank, Enrique Semo y Adolfo Gilly.

Esta discusión tiene su continuación en el debate sobre los modos de producción y su concreción en formaciones sociales, que tiene lugar en el marco de la irrupción de una cuarta generación, marcada por la coyuntura del 68 y la explosión del monopolio de los partidos comunistas en una miríada de nuevas izquierdas, así como en la posterior deriva hacia el eurocomunismo. En otras palabras, la pluralidad y apertura caracteriza al marxismo de una generación que abrió la puerta a una profunda renovación teórica y privilegió temáticas vinculadas a la política y la democracia, la ideología, la cultura y la subjetividad. El autor repasa en este marco las trayectorias de Bolívar Echeverría, Carlos Pereyra y Roger Bartra, entre muchos otros. Gramsci y Althusser se van a convertir en la década de los setenta en dos herramientas fundamentales de esa seminal renovación teórica que Illades no deja de discutir de manera específica en el capítulo 6. También aquí trata el debate al que nos referíamos antes y en el que la recuperación de la categoría de formación social -vía Gramsci o Althusser- permitió discutir desde un ángulo crítico las teorías de la dependencia y retomar creativamente el problema de la transición al capitalismo en México.

En el capítulo 7 el autor estudia el campo de las revistas marxistas, presentándolas en función de su filiación política: desde las publicaciones del PCM hasta las independientes pasando por las trotskistas. Los dos últimos capítulos abordan la crisis del marxismo vinculada a la caída del bloque del Este y, en el caso mexicano, a los efectos políticos y culturales del triunfo del paradigma neoliberal. Illades persigue la evolución política de gran parte de los protagonistas de su obra y describe los realineamientos que llevan a muchos de ellos a abandonar el marxismo (en otros casos, la izquierda) o a bascular hacia el autono mis mo con el levantamiento zapatista de 1994. Culmina el autor con una valoración del triunfo del capitalismo e invitando a la tradición marxista (quizá a una nueva generación que está a la espera de un nuevo brote de creatividad intelectual) a marcarse como objetivo, no ya determinar la sociedad del futuro sino combatir la barbarie.

Para cerrar este breve comentario, añado posibles líneas de trabajo que sugiere la obra pero que no están desarrolladas. En primer lugar, elaborar una historia del marxismo en clave generacional que haga hincapié en el conflicto generacional, transitando de un uso objetivo del concepto -que nos sirve, como hace Illades, para ordenar la población objeto de estudio- a uno subjetivo, donde ésta se reconoce como generación y polemiza con las anteriores y posteriores en estos términos. Segundo, un estudio sistemático de trayectorias comparadas que arroje explicaciones sobre el campo de posibles (e imposibles) trayectorias en un momento determinado. Tercero, desarrollar el estudio del que parte Illades en dos direcciones aparentemente opuestas: una historia institucional -de la academia, del mundo editorial, de las organizaciones políticas- y de la forma en la que sus ritmos y lógicas particulares determinaron la forja de las ideas marxistas; y una historia conceptual que nos permita comprender en su temporalidad específica las condiciones discursivas de enunciación de los conceptos de la tradición marxista mexicana.

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