Este libro aborda los primeros compases de la democracia recuperada en Argentina tras la retirada del régimen militar que había gobernado durante ocho años, un tema que ha recibido mucha atención tanto desde las ciencias sociales como desde otras instancias, en razón de su indiscutible relevancia para la historia reciente de ese país y de América Latina. Dentro de una producción bibliográfica relativamente abundante, no puede decirse que ésta sea una obra más sobre el tema: constituye un aporte muy valioso para iluminar cuestiones desatendidas hasta ahora, cuestionar argumentos sólidamente instalados y reabrir el pasado formulando preguntas y reflexiones que interpelan también al presente.
A partir de una hipótesis clara y precisa, Claudia Feld y Marina Franco, como coordinadoras del volumen, definen el año 1984 como un momento fluido, bisagra y a la postre fundacional de una nueva etapa, durante la cual contingencia e incertidumbre presidieron la interacción entre sujetos políticos y sociales, discursos, políticas y circunstancias que moldearon la manera en que la sociedad argentina y sus instituciones afrontaron, fueron significando y juzgaron la actuación de la dictadura militar (1976-1983) en relación, especialmente, con su estrategia represiva.
La propuesta central en forma de hipótesis es rotunda: en contra del sentido común que ha naturalizado un corte radical entre dictadura y democracia, a partir del cual y de forma súbita se habría producido una reprobación inequívoca de la actuación militar y su legado de violaciones contra los derechos humanos, las ocho monografías que forman el corazón de la obra vienen a demostrar con sobriedad y erudición que el debut de la democracia no merece quedar reducido al cambio institucional que tipificó la ciencia política y que, a la larga, se ha convertido en su marchamo de reconocimiento. Y aunque en la introducción las directoras rinden un pequeño homenaje a la figura tutelar de Guillermo O’Donnell, recuperando su lúcida apreciación a propósito de la incertidumbre que presidió los procesos transicionales, el libro ensancha esclarecedoramente los límites del análisis politológico adentrándose en el terreno de las representaciones sociales, el comportamiento de actores que desbordan las élites y otros campos como la justicia, los medios de comunicación, la Iglesia o las organizaciones de derechos humanos, que no suelen formar parte del catálogo de protagonistas (duros y blandos) que pueblan el tránsito a la democracia.
Enmarcado por una cronología que va desde el final de la guerra de las Malvinas hasta la presentación del informe de la conadep, destaca 1984 como el annus mirabilis que inclinó la balanza en una dirección no sólo inimaginable antes de la derrota contra las tropas británicas, sino aun en los aledaños de la victoria electoral de Raúl Alfonsín; derrotero que quedaría refrendado por el juicio y condena de los miembros de las Juntas en 1985.
En una selección temática que abarca la “teoría de los dos demonios” (Franco), la política del Poder Judicial en cuanto al encausamiento de los jefes militares (Crenzel), el comportamiento de la justicia ordinaria frente a los actos criminales de la dictadura que empezaban a salir a la luz (Gandulfo), la palabra confiada y sin contrición de los verdugos acerca de sus actos (Salvi), la bisoñez y valentía de las organizaciones de derechos humanos (Jelin), el activismo de la Iglesia llamando a la reconciliación (Bonnin), el posicionamiento y los debates dentro de la prensa -atrapada entre la revelación y la explotación comercial del fenómeno de la desaparición- (Feld), y la línea editorial de un periódico de provincia sobre la violencia política dictatorial (Nemec), el libro consigue armar un fresco que desmonta la supuesta homogeneidad de la etapa alfonsinista, airea y nos devuelve todas las incertidumbres que flotaban entonces, señala las ambigüedades y continuidades de percepciones y discursos alineados con lo que habían sido las tesis militares sobre la lucha contra la subversión y, en contraste, recorta las instancias estelares -aun sin detenerse en ellas- de la investigación ordenada por el presidente Alfonsín para determinar el paradero de los desaparecidos y el juzgamiento del terrorismo de Estado practicado por los centuriones. Hay que destacar no sólo la calidad individual de las contribuciones sino el ensamblaje global del conjunto, que incluye un capítulo final -a modo de balance de la obra- en el que las coordinadoras, responsables también de la introducción, recogen, engarzan y aderezan las conclusiones más relevantes que pueden desprenderse de las ocho contribuciones temáticas.
La convergencia de los diversos estudios sobre ese crítico año de 1984 ilumina factores clave para entender la excepcionalidad del caso argentino en cuanto a rendición de cuentas sobre el pasado de violaciones sistemáticas contra los derechos humanos por parte de las Fuerzas Armadas. Aunque ni por pacto ni por ruptura, la transición argentina se erigió en un caso ejemplar e inspirador para muchos países que en el subcontinente estaban dejando atrás experiencias similares de violencia y represión dictatorial. A la vista de las muy fundamentadas interpretaciones de este libro, si en un ejercicio contrafáctico fuéramos capaces de extraer 1984 del proceso que devolvió la “normalidad democrática” a Argentina, es muy probable que en toda América Latina -incluyendo la propia Argentina-, el silencio, la desmemoria y la impunidad hubieran campado a sus anchas.