En los últimos 15 años, la historia y las ciencias sociales latinoamericanas han visto expandir el interés académico por el pasado reciente, en particular aquellos capítulos atravesados por la violencia política bajo formas y en contextos tan disímiles como los gobiernos autoritarios, las dictaduras militares, el terrorismo de Estado, las guerras civiles y otros conflictos armados internos que asolaron al subcontinente en las décadas del sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado.
En este contexto, los estudios sobre la memoria del horror, las violaciones a los derechos humanos y las víctimas de la violencia política y la represión paraestatal y estatal han ido ganado un lugar de creciente relevancia, con especial énfasis en el Cono Sur de América Latina.
Sin propósito de exhaustividad podríamos construir una genealogía de estudios sobre las memorias de los procesos de violencia política, represión paraestatal y estatal y dictaduras de la Doctrina de la Seguridad Nacional que abarca, entre otros títulos, Memoria colectiva y políticas de olvido. Argentina y Uruguay, 1970-1990 compilado por Adriana Bergero y Fernando Reati (Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 1997); La imposibilidad del olvido. Recorridos de la memoria en Argentina, Chile y Uruguay compilado por Bruno Groppo y Patricia Flier (La Plata, Al Margen, 2001); la colección Memorias de la represión de Editorial Siglo Veintiuno editores (2002-2005) dirigida por Elizabeth Jelin;1Las políticas hacia el pasado. Juicios, depuraciones, perdón y olvido en las nuevas democracias editado por Alexandra Barahona de Brito, Paloma Aguilar Fernández y Carmen González Enríquez (Madrid, Istmo, 2002);2Problemas de historia reciente del Cono Sur compilado por Ernesto Bohoslavsky, Marina Franco, Mariana Iglesias y Daniel Lvovich (Buenos Aires, Prometeo, 2010);3La elaboración del pasado reciente en el Cono Sur de América Latina (Santiago de Chile, Heinrich Böll Stiftung, 2010);4Represión, derechos humanos, memoria y archivos. Una perspectiva latinoamericana editado por José Babiano (Madrid, Fundación 1º de Mayo, Ediciones gps, 2010); No hay mañana sin ayer. Batallas por la memoria histórica en el Cono Sur (Buenos Aires, Biblos, 2015), y los dos volúmenes de História e memoria das ditaduras do século XX organizados por Samantha Viz Quadrat y Denise Rollemberg (Río de Janeiro, Editora fgv, 2015).5
El libro que aquí analizamos, Las luchas por la memoria en América Latina. Historia reciente y violencia política, coordinado por la historiadora mexicana Eugenia Allier Montaño y el sociólogo argentino Emilio Crenzel, es un producto notable de este dinámico campo de estudios de límites difusos, institucionalidad compleja, que se nutre de aproximaciones disciplinares heterogéneas (historia, sociología, antropología, ciencias de la comunicación, literatura, piscología, ciencia política, derecho, etc.) donde confluyen investigadores referenciados con la práctica de la historia del presente o historia reciente, la justicia transicional, la sociología de la memoria, la historia cultural y la ciencia política, entre otras.
Eugenia Allier Montaño y Emilio Crenzel acreditan una considerable trayectoria en los estudios sobre las luchas por la memoria en el Cono Sur y los usos políticos de esos pasados violentos. Allier Montaño desde el análisis de las relaciones entre memoria, violencia represiva y derechos humanos en el pasado reciente de Uruguay; Emilio Crenzel con su estudio sobre las memorias del pasado dictatorial argentino y su condensación en el Nunca Más —informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (1984)—, con especial hincapié en la elucidación de las ideas y representaciones de la desaparición forzada de personas y sus usos y resignificaciones presentes.
Las luchas por la memoria en América Latina. Historia reciente y violencia política está organizado en tres partes. La primera reúne investigaciones sobre las luchas memoriales en contextos dictatoriales y en particular bajo aquellos regímenes militares que en el marco de la Guerra Fría asumieron los principios ideológicos de la Doctrina de la Seguridad Nacional para llevar adelante lo que denominaron “guerra antisubversiva” (casos Argentina, Emilio Crenzel; Uruguay, Álvaro Rico y Carla Larrobla; Chile, Claudio Barrientos; Brasil, Samantha Viz Quadrat, y Paraguay, Luis Roniger, Leonardo Senkman y María Antonia Sánchez). La segunda parte aglutina pesquisas sobre memorias políticas y usos de la historia, con particular atención al papel que desempeñaron las Comisiones de Verdad en la tramitación de pasados violentos bajo regímenes autoritarios o en contextos de conflictos armados internos y guerras civiles (casos México, Eugenia Allier; Perú, Cynthia Milton; Colombia, Jefferson Jaramillo Martín; El Salvador, Eduardo Rey Tristán, Alberto Martín Álvarez y Jorge Juárez Ávila; Guatemala, Julieta Rostica). La tercera parte, titulada “Escrituras de la historia reciente”, problematiza las relaciones entre investigación académica del pasado y memorias sociales (Marina Franco sobre la Argentina) y el papel de los archivos —y en particular su desclasificación y eventual reclasificación— en la construcción de verdad histórica, en el ejercicio de formas de justicia restaurativa y punitiva y en el fortalecimiento de la cultura democrática (Benedetta Calandra sobre los archivos del Departamento de Estado y otras dependencias gubernamentales estadounidenses que vivieron un proceso de desclasificación durante la administración Clinton).
Esta compilación representa un aporte original dentro del campo de estudio de las luchas memoriales y la historización de los enfrentamientos por la interpretación de pasados de la violencia política, al menos en dos sentidos.
El primero por su pretensión de dar un alcance continental a la elucidación de las batallas por la memoria de la política, la violencia y la represión, situando las disputas memoriales de cada uno de los países en su historicidad. En tal sentido, frente a la abundancia de trabajos centrados en los países del Río de la Plata (Argentina y Uruguay) o del Cono Sur, esta compilación plantea una mirada efectivamente latinoamericana, interrogando aquellos presentes posrevolución cubana que siguen marcando las memorias, las subjetividades, los comportamientos y los debates públicos desde México y su pasado trágico de Tlatelolco, pasando por la región andina y hasta el Cono Sur, en tanto estos pretéritos interpelan con sus legados dolorosos, conflictivos y aun lacerantes tanto al ciudadano de a pie como a las dirigencias políticas y las comunidades académicas de los diferentes países, sea los que vivieron auténticas guerras civiles, como los que fueron gobernados por estados terroristas y aun aquellos con regímenes formalmente democráticos, pero de fuerte contenido autoritario, que hicieron de la violencia política un vector de organización de la vida social.
El segundo por su apuesta de reunir trabajos que aporten a una historia comparada de los conflictos y luchas por el sentido del pasado desde la contemporaneidad violenta hasta la actualidad en cada uno de los países del subcontinente, atendiendo tanto a las singularidades nacionales (su historia institucional, su cultura política hegemónica, sus conflictos político ideológicos, socioeconómicos o étnicos fundamentales, la madurez de su sociedad civil, el tipo y magnitud de la violencia política, la modalidad represiva dominante, los tipos de transiciones políticas, el papel de las amnistías y los acuerdos de paz), como a la circulación de ideas, personas y prácticas que contribuyeron a la tramitación de los legados de la represión política, las guerras o los autoritarismos, al impacto de diferentes coyunturas internacionales y al peso de los agentes de la esfera humanitaria transnacional (organismos internacionales o no gubernamentales). Y todo ello interrogando las plurales, conflictivas y cambiantes narrativas sobre los pasados violentos nacionales atendiendo a variables de género, clase, etnia, generación, escala territorial (diálogo entre dimensiones locales, regionales, nacionales, transnacionales) y duración (corta y larga).
Si bien podría plantearse que la compilación de Allier Montaño y Crenzel sólo yuxtapone casos nacionales, a diferencia de otros productos del campo de estudio, los diálogos que plantean entre sí los autores de los capítulos y sobre todo la productiva “Introducción” de Allier Montaño y Crenzel, reafirman el valor del libro para la historia comparada de las luchas políticas por la memoria en Latinoamérica. No hay que olvidar que la idea de este libro se originó en un seminario internacional organizado en 2011 por el Instituto de Investigaciones Sociales de la unam, que convocó a investigadores de casi todos los países del subcontinente6 a debatir sobre las luchas memoriales acerca de los respectivos pasados recientes de violencia. Luego, los autores de los diferentes capítulos intercambiaron avances en otras reuniones científicas (lasa, San Francisco y Congreso de Americanistas, Viena, 2012) y aunque cada parte del libro tiene una identidad propia y aunque algunas estén construidas desde el arsenal teórico de los estudios sobre justicia transicional y por lo mismo privilegian las políticas públicas de verdad y justicia -y en particular el estudio de las comisiones gubernamentales de Verdad en contextos posautoritarios o de posguerra-; y otras estén cimentadas en forma más ajustada sobre las herramientas analíticas y metodológicas de los estudios de la memoria,7 y en tal sentido más preocupadas por lograr la contextualización crítica y la historización de las formas públicas (societales y gubernamentales, legas y académicas) de nominar y disputar por el sentido del pasado, existen algunos denominadores comunes. A saber: 1) “las magnitudes y cualidades” del “proceso de violencia política” en cada sociedad nacional, 2) “las principales discusiones sobre el pasado reciente” y la “periodización de esos debates”, 3) “las principales iniciativas promovidas en cada país para tramitar el pasado de violencia (comisiones de verdad, juicios, políticas de reparación, leyes y referéndums, manifestaciones, políticas de transmisión del pasado a las nuevas generaciones y constitución de lugares de memoria”, y 4) “los actores involucrados en los debates memoriales” en cada unidad política, “grupos de víctimas, organizaciones de derechos humanos, gobiernos, partidos políticos, fuerzas armadas, iglesias” (p. 17).
Asimismo, los coordinadores del libro se preocuparon por señalar ciertas cuestiones “transversales” a las formas sociales de tramitación de esas realidades violentas continentales. Desde la óptica de Allier Montaño y Crenzel, las distintas investigaciones ponen en evidencia que: 1) Todo estudio de los enfrentamientos por la interpretación de los pasados violentos requiere atender a la vez dimensiones inter y transnacionales y lógicas internacionales y locales; 2) la singularidad de las memorias, su temporalidad y el contenido de sus disputas es indisociable de las cualidades y dimensiones de la violencia en cada país; 3) el tipo de transición (dictadura-democracia, guerra-paz), la peculiar ecuación de fuerzas políticas tras la violencia y el papel de actores extrarregionales en los procesos de redemocratización fueron determinantes de las formas que asumió la ecuación verdad, justicia y Memoria y del grado de autonomía de cada una de ellas en los diferentes países; 4) las luchas memoriales en Latinoamérica resultan indisociables de la centralidad adquirida por el sistema internacional humanitario, tanto de sus actores supraestatales como en sus organizaciones sociales y no gubernamentales que primero posibilitaron la instalación de la cuestión de la violación de derechos y garantías en la arena pública transnacional, y más tarde fueron partícipes de la promoción de procesos judiciales y de diferentes iniciativas memoriales; y 5) más allá de las peculiaridades y ritmos, de las cifras locales y de las especificidades políticas de cada país, puede constatarse que ciertas prácticas simbólicas y narrativas memoriales atravesaron el continente. Así, varias sociedades nacionales compartieron en el pasado similares representaciones de la violencia política en boca de las FFAA y en el contexto de la Guerra Fría. Más tarde presenciaron nulos reconocimientos de responsabilidad por parte de los perpetradores castrenses, de los partidos políticos, de los sectores concentrados de la economía, de la Iglesia y otros grupos sociales que apoyaron y se beneficiaron del terror y la violencia. Asimismo, Crenzel y Allier Montaño constatan la pregnancia de cierta narrativa de la violencia que se articuló en las etapas posdictaduras militares, regímenes autoritarios o guerras civiles que tendió a construir una lectura simétrica de las violencias y que en muchos casos procedió a reducir las fuerzas enfrentadas a actores armados (FFAA, guerrilla, Estado y organizaciones revolucionarias, etc.), deshistorizando los conflictos que fueron presentados como ajenos a la realidad económica y social y carentes de politicidad. En esta narrativa, la sociedad quedaba como un sujeto externo al conflicto, observador inerme, víctima, sin responsabilidad, actancia o compromiso.8
En resumen, el libro permite comprender en forma cabal las luchas memoriales en su historicidad, esto es, no meramente desde la ponderación de los resultados obtenidos en términos de verdad sobre lo ocurrido, justicia en sus diferentes formas y en pos de una pacificación simbólica del pasado sobre la base de la construcción de un relato consensuado; sino desde el reconocimiento del impacto de las variaciones políticas y judiciales, de la influencia de los factores internos o externos, del peso de la intervención de agentes estatales, societales o internacionales en el siempre dinámico y abierto proceso de conocimiento y reconocimiento público de las violaciones a los derechos humanos perpetradas en singulares coyunturas violentas del pasado reciente continental.