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Intersticios sociales

versión On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.18 Zapopan sep. 2019

 

Reseñas

Espíritus callejeros en la mirada historiográfica

David Moreno Gaona1 

1 Universidad de Guadalajara, México.

Zamora García, Jesús. La calle y sus espíritus. Análisis histórico de dos comunidades juveniles en la Guadalajara de los setenta y ochenta: los tonchos y los soleros. Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2018. 168p.


El estudio de grupos etarios es algo relativamente reciente en historiografía, específicamente aquellos que se ocupan del análisis de jóvenes en tanto que actores sociales o de la juventud en términos más abstractos. Y no es que los jóvenes hayan permanecido en los márgenes de la disciplina histórica, sino que no se les había analizado desde una problematización de lo juvenil en el sentido estricto -es decir, de lo que significó ser joven en determinados contextos-. Para el caso de Guadalajara existen estudios sobre organizaciones estudiantiles y grupos político-militares de izquierda, pero en ellos se obvia la condición juvenil de los actores centrales, quienes aparecen bajo la guisa de estudiantes y/o guerrilleros.

Más que para historiadores, los estudios sobre juventud han constituido un terreno fértil para sociólogos y antropólogos, por lo menos desde la segunda década del siglo XX. En específico, el problema de lo juvenil comenzó a ser estudiado sistemáticamente en el Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago, con un grupo de investigadores que se sintieron atraídos por el fenómeno de las bandas o pandillas juveniles (street gangs). Quizás la fecha fundacional de los estudios sobre jóvenes sea el año de 1926, momento en que fue publicada la obra seminal The Gang. A study of 1313 gangs in Chicago firmada por Frederic Thrasher. De ese entonces y hasta nuestros días lo juvenil ha sido abordado desde múltiples ángulos dentro de las ciencias sociales.1 No es el objetivo aquí el hacer un recorrido bibliográfico, pero sí es importante señalar que recientemente parece dar inicio un giro histórico -por llamarlo de alguna manera- en el ámbito de los estudios sobre juventud. En este sentido, el libro La calle y sus espíritus que firma Jesús Zamora García se inserta dentro de este contexto, que aunque parezca una excepción o rareza en el medio académico local no lo es tanto si se le agrupa junto con otros estudios que han sido publicados recientemente en otras latitudes.2

Desde la historiografía, las miradas a lo juvenil son diversas -de la música rock y la cultura de masas hasta las organizaciones estudiantiles- pero en el fondo han mantenido un estrecho diálogo teórico-metodológico con la sociología y la antropología. En otras palabras, la llamada historia de la juventud o de los jóvenes se ha caracterizado por su interdisciplinariedad, propiciada por el boom de lo cultural en los estudios históricos. La calle y sus espíritus no es la excepción. El título es bastante elocuente en este sentido, puesto que la presencia de la calle y los espíritus sugiere de entrada que el análisis se centra en la relación entre sujetos y espacio. Esto no es casual, pues el estudio histórico de Jesús Zamora abreva de una tradición o escuela de estudios juveniles hace tiempo consolidada en Guadalajara, donde el interés principal es el análisis de la construcción de identidades y la relación simbólica que los jóvenes mantienen con el espacio físico.

El fenómeno de las bandas o pandillas juveniles -también denominados “grupos de esquina”- llamó la atención de especialistas tapatíos como Rossana Reguillo y Rogelio Marcial, cuyos trabajos de investigación fueron publicados en la década de los noventa: En la calle otra vez (1991) y Desde la esquina se domina (1996), respectivamente.3 Ambos estudios interrogaron a la ciudad y su crecimiento acelerado y desigual a partir de sus habitantes más vulnerables. El análisis de lo juvenil y su relación con lo urbano se llevó a cabo con sagacidad etnográfica, permitiendo a los investigadores ir más allá del estigma mediático que pesaba sobre aquellos jóvenes de barrios pobres y agrupados en bandas. El ímpetu etnográfico en estas investigaciones recuerda el estilo de la Escuela de Chicago, pues tal como señala Carles Feixa en el prólogo a uno de los libros de Rogelio Marcial, Guadalajara viene a ser quizás -junto con Chicago y su “ecología urbana”- “una de las ciudades donde las pandillas juveniles han sido más y mejor estudiadas”.4

La calle y sus espíritus puede considerarse como una continuación de esta tradición de carácter sociourbano, aunque tiene el mérito de adentrarse en otras dimensiones y analizar el fenómeno de las pandillas con relación a lo político y lo musical. Pocos son los trabajos historiográficos que hacen cruces analíticos entre juventud, política y cultura. Rebeldes con causa (2002) del historiador estadunidense Eric Zolov constituye un hito en este rubro, pues con él se abrieron líneas de investigación y perspectivas que permiten problematizar desde la hegemonía y la emergencia de culturas juveniles rebeldes o contraculturales, tomando a la música rock y su parafernalia como punto de partida para el análisis. En este sentido, la obra de Jesús Zamora sostiene un diálogo con la sociología y la antropología de carácter etnográfico -de trayectoria más o menos larga-, pero al mismo tiempo se suma a las historiografías recientes que apuestan por una mirada histórica al fenómeno juvenil.

La investigación es planteada a partir de dos unidades de análisis: los tonchos y los soleros, dos comunidades que adquirieron su nombre por ser seguidoras de las agrupaciones Toncho Pilatos y La Solemnidad, respectivamente. El estudio de los vínculos entre grupos de rock y audiencias a nivel local, permite a Zamora adentrarse al microcosmos de las pandillas juveniles que pulularon al oriente de Guadalajara durante los años setenta y ochenta. De tal forma que el autor define su investigación como una “historia desde abajo”, pues se vale de testimonios de extonchos y exsoleros para la reconstrucción de sus prácticas y sus formas de organización. No obstante, ese microcosmos juvenil es analizado con relación a macrocontextos económicos, políticos, sociales y culturales. La explicación a la emergencia de pandillas en el este de la ciudad responde a una lógica de causalidad estructural, donde lo urbano y el control social constituyen factores determinantes. Pero también subyacen cuestiones de cohesión a nivel micro, donde la música rock funge como vínculo juvenil. La formación de La Solemnidad en el año de 1972 y su desintegración en 1986, aunado al declive de Toncho Pilatos, son los momentos que delimitan el lapso temporal y que a su vez coinciden con la transición del modelo político-económico del Estado benefactor al neoliberalismo. Es desde este marco contextual que Zamora se pregunta cómo fue que aquellos jóvenes se adaptaron a los nuevos escenarios y cómo hicieron frente a los sistemas de control.

¿Qué era el oriente de Guadalajara durante los años setenta y ochenta? ¿Qué significaba habitarlo? El autor concibe al este de la ciudad como una combinatoria de movimientos sociales y de expresiones juveniles subculturales, como el escenario de los grupos guerrilleros, las pandillas, las tardeadas de rock, el circuito mercantil de fayuca y piratería compuesto por el tianguis del Baratillo y el mercado San Juan de Dios, la vida nocturna, etc. Pero también era el escenario de la hostilidad policiaca y de la penitenciaría de Oblatos, símbolos del control social. Tonchos y soleros formaron parte de un mosaico de identidades rebeldes que habitaban los barrios proletarios. Esos barrios estigmatizados por el imaginario geográfico-urbano que dividía a Guadalajara en dos: la pobre, ubicada al oriente de la ciudad; la rica, asentada al poniente. Ambas, como es bien sabido, separadas simbólicamente por la calzada Independencia. En el análisis de Zamora, las experiencias de los jóvenes pandilleros están mediadas por su entorno urbano y por su condición proletaria. Y aquí se entrevé un acercamiento con la escuela subculturalista de Birmingham, que entiende a las subculturas juveniles como una dimensión de la lucha de clases y que focaliza su atención en los jóvenes de clase obrera.

También se acerca al estilo de los subculturalistas en el hecho de problematizar a la juventud desde la dimensión del poder. Esto significa un distanciamiento con respecto a los estudios de la Escuela de Chicago y a los realizados en Guadalajara por Reguillo y Marcial, en el sentido de que el pandillerismo es entendido no solo como un fenómeno identitario y comunicacional, sino como un hecho político. Desde la perspectiva de Zamora la organización de pandillas por parte de jóvenes proletarios constituye un acto de resistencia que trastoca los cimientos de la hegemonía cultural; ve en el pandillerismo de los años setenta y ochenta una forma de organizarse, partiendo de la construcción de valores propios que no formaban parte de las políticas culturales del Estado. En este sentido, los tonchos y los soleros constituyeron dos comunidades forjadas desde lo subalterno, estigmatizadas por la prensa y perseguidas por la policía.

La variable de la clase permite al autor adentrarse de manera crítica en las relaciones que los jóvenes mantenían con el entorno urbano, las instituciones y la cultura de masas. Lo urbano, lo juvenil y lo musical son atravesados por el problema del poder y son analizados por Zamora a partir de la noción de hegemonía; lo que está en el centro del análisis es la dialéctica entre el dominio hegemónico y la resistencia cultural. Explica cómo el hecho de organizarse en pandillas permitió a los jóvenes apropiarse de espacios y hacer frente a los mecanismos de control. Por ello habla de una “dominación hegemónico/cultural interrumpida”, noción que da cuenta de la imposibilidad del Estado para controlar a ese sector de la juventud.

Dentro de esa relación conflictiva con el Estado vivenciada a nivel cotidiano, tonchos y soleros desplegaron estrategias y elaboraron estructuras organizativas, con la finalidad de subsanar carencias y padecimientos. La piratería, los asaltos, el uso de drogas, la apropiación de espacios -de las esquinas a las salas de cine donde se proyectaban películas y conciertos de rock-, el taloneo afuera de los casinos antes de iniciar la tardeada, la territorialización del entorno urbano, etc., son leídas por Zamora como “acciones microorganizadas” por parte de los jóvenes. La calle y sus espíritus muestra la capacidad de dominio sobre el espacio; los jóvenes no padecen las condiciones de los espacios físicos, sino que los utilizan en beneficio propio, los transforman de espacios anónimos en territorios, configurando una especie de cartografía juvenil. Se apropian de casinos como el Club Deportivo Talpita, el Venecia o el Arlequín por medio del baile y el establecimiento de jerarquías. Dotan de sentido las tardeadas mediante la implementación de prácticas rituales.

El consumo de música rock, interpretado por agrupaciones locales como Toncho Pilatos y La Solemnidad, constituyó un elemento central en la conformación de comunidades disidentes y contraculturales. Siguiendo a Derek Sayer, la interpretación que Zamora hace del fenómeno rockero en el contexto de los barrios proletarios de Guadalajara -donde la simbiosis entre bandas de rock y pandillas lo convirtió en algo sui géneris- es la de una desconexión cultural entre jóvenes y Estado. La capacidad organizativa de tonchos y soleros en torno a los clubes de fans de características pandilleriles, pone de manifiesto las fisuras de los proyectos hegemonizantes durante un periodo de poco más de diez años. Los planteamientos teóricos de Sayer le permiten al autor romper con las perspectivas orwellianas del Estado omnipotente y por el contrario busca revelar sus debilidades. Esto lo lleva a desmentir la teoría de la extinción del rock mexicano como consecuencia de la represión política después del festival de Avándaro celebrado en septiembre de 1971, y en contraposición demuestra cómo los jóvenes escaparon a ese control hegemónico creando formas de organización en torno al rock -esto al menos para el caso de la ciudad de Guadalajara y específicamente en los barrios proletarios del oriente-.

Por una parte, el análisis que hace Zamora se acerca a la ecología urbana en la aplicación del método etnográfico, lo que le permite observar a los tonchos y los soleros desde dentro de su propia estructura organizativa. Las entrevistas a informantes clave le permiten multisituarse y analizar de cerca momentos clave de los actores: en una calle durante un asalto, en una pista de baile observando las prácticas dancísticas -su ritualización y su secuencialidad-, en la puerta de algún casino, en una sala de cine, en el penal de Oblatos durante una tocada de Toncho Pilatos, etc. Por otra parte, el hecho de partir de las nociones de hegemonía y subcultura abre la posibilidad de hacer una crítica al poder al estilo de los subculturalistas. Más allá de los diarios de nota roja que estigmatizaban a los jóvenes pandilleros por medio de relatos de asesinatos, asaltos, riñas, robos, saqueos, vandalismo, etc., Zamora se adentra en las “prácticas e innovaciones culturales” desplegadas y construidas por las comunidades analizadas.

Se trata de un ejercicio epistémico que pretende “traspasar la pared del prejuicio creado” para “situarse en la reflexión de las prácticas, en el análisis del plano testimonial de lo que eran y hacían esos muchachos para sí mismos durante esos años” -según señala el propio autor-. En este sentido La calle y sus espíritus es una historia de a pie. La mirada historiográfica sigue a esos espíritus callejeros de cerca, observa sus estrategias, padece las carencias económicas y el acoso policiaco, disfruta de los momentos catárticos en una tardeada de rock y se traba a golpes con una pandilla rival. En esta investigación, el análisis histórico de tonchos y soleros se hace desde la mirada de los dominados y no a través de los ojos de los dominadores.

Referencias

Carles Feixa, De jóvenes, bandas y tribus. Antropología de la juventud (Barcelona: Ariel, 1999), 47-83. [ Links ]

Giovanni Levi y Jean-Claude Schmitt (dirs.), Historia de los jóvenes. De la Antigüedad a la Edad Moderna (España: Taurus, 1996). [ Links ]

Eric Zolov, Rebeldes con causa. La contracultura mexicana y la crisis del Estado Patriarcal (México: Norma, 2002). [ Links ]

Sandra Souto Kustrín, “Introducción: juventud e historia”, Hispania. Revista Española de Historia 67. 225 (enero-abril de 2007): 11-20. [ Links ]

Valeria Manzano, La era de la juventud en Argentina. Cultura, política y sexualidad desde Perón hasta Videla (Buenos Aires: FCE, 2017). [ Links ]

David Moreno Gaona, “Rockeros en tierra de mariachis: subculturas juveniles, espacios rocanroleros y vida musical en Guadalajara, 1957-1971” (tesis de licenciatura, Guadalajara, Universidad de Guadalajara-CUCSH, 2017). [ Links ]

Rossana Reguillo-Cruz, En la calle otra vez. Las bandas: identidad urbana y usos de la comunicación (Guadalajara: ITESO, 1991). [ Links ]

Rogelio Marcial, Desde la esquina se domina. Grupos juveniles: identidad cultural y entorno urbano en la sociedad moderna (Zapopan: El Colegio de Jalisco, 1996). [ Links ]

Rogelio Marcial Vázquez y Miguel Vizcarra Dávila, Porque así soy yo. Identidad, violencias y alternativas sociales entre jóvenes pertenecientes a “barrios” o “pandillas” en colonias conflictivas de Zapopan (Zapopan: Grafisma Editores/El Colegio de Jalisco/H. Ayuntamiento de Zapopan, 2014), 19. [ Links ]

1 Véase el balance desde la antropología en Carles Feixa, De jóvenes, bandas y tribus. Antropología de la juventud (Barcelona: Ariel, 1999), 47-83.

2Solo por citar algunos Giovanni Levi y Jean-Claude Schmitt (dirs.), Historia de los jóvenes. De la Antigüedad a la Edad Moderna (España: Taurus, 1996); Eric Zolov, Rebeldes con causa. La contracultura mexicana y la crisis del Estado Patriarcal (México: Norma, 2002); Sandra Souto Kustrín, “Introducción: juventud e historia”, Hispania. Revista Española de Historia 67. 225 (enero-abril de 2007): 11-20; Valeria Manzano, La era de la juventud en Argentina. Cultura, política y sexualidad desde Perón hasta Videla (Buenos Aires: FCE, 2017); David Moreno Gaona, “Rockeros en tierra de mariachis: subculturas juveniles, espacios rocanroleros y vida musical en Guadalajara, 1957-1971” (tesis de licenciatura, Guadalajara, Universidad de Guadalajara-CUCSH, 2017).

3Véase Rossana Reguillo-Cruz, En la calle otra vez. Las bandas: identidad urbana y usos de la comunicación (Guadalajara: ITESO, 1991); Rogelio Marcial, Desde la esquina se domina. Grupos juveniles: identidad cultural y entorno urbano en la sociedad moderna (Zapopan: El Colegio de Jalisco, 1996).

4Véase Rogelio Marcial Vázquez y Miguel Vizcarra Dávila, Porque así soy yo. Identidad, violencias y alternativas sociales entre jóvenes pertenecientes a “barrios” o “pandillas” en colonias conflictivas de Zapopan (Zapopan: Grafisma Editores/El Colegio de Jalisco/H. Ayuntamiento de Zapopan, 2014), 19.

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