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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.18 no.1 Mérida ene./jun. 2023  Epub 23-Abr-2024

https://doi.org/10.22201/cephcis.25942743e.2023.18.1.84258 

Artículos

Casas mayas en mérida, Yucatán

Mayan Houses in Merida, Yucatan

Marcos H. B Ferreira1 

Julio Cezar Rubin de Rubin2 

1 Doctor en Antropología (UFG/Brasil), profesor del IGPA/PUC Goiás, en Goiânia, Brasil. Realizó estancia de investigación en CIESAS/México, en 2018, rcoshbferreira@gmail.com.

2 Doctor en Geociencias y Medio Ambiente (UNESP/Brasil), profesor del IGPA/PUC Goiás, en Goiânia, Brasil. Becario de Productividad 2 del CNPQ/Brasil, rubin@pucgoias.edu.br.


Resumen

La casa vernácula maya es un elemento importante en el paisaje de la península de Yucatán, especialmente en los pueblos, aunque no sólo en éstos. Su arquitectura se adapta muy bien a las características ambientales de la región, de manera particular a las altas temperaturas, y además demostró ser resistente a los huracanes que azotaron la región en varias ocasiones. A pesar de sus diversas cualidades, la casa maya fue y sigue siendo objeto de estigma, debido al racismo que existe con relación a los mayas en Yucatán y sus prácticas sociales, incluida la vivienda. Esto ha llevado a muchas personas a demoler sus casas vernáculas, reemplazándolas por construcciones de bloques, mucho menos adaptadas a las características ambientales de la península. Algunas casas mayas, sin embargo, resisten valientemente, incluso dentro del espacio urbano de una gran ciudad como Mérida, la capital del estado de Yucatán, aportando importantes pistas sobre las transformaciones en el espacio de la ciudad y cómo afectaron a la población maya residente en Mérida, pero también, en qué medida inciden las memorias y las prácticas habitacionales en la cuestión de la identidad étnica en un contexto urbano.

Palabras clave casa vernácula maya; vivienda; identidad étnica; Mérida

Abstract

The Maya vernacular house is an important element in the landscape of the Yucatan Peninsula, especially in villages, although not just in these. Its architecture is very well adapted to the environmental characteristics of the region, particularly to high temperatures, and besides, it proved to be resistant to the hurricanes that hit the region on several occasions. Despite its various qualities, the Maya house was and continues being the subject of stigma, due to the racism that exists in relation to the Mayans in Yucatan and their social practices, including dwelling. This has led many people to demolish their vernacular houses, replacing them with block constructions, much less adapted to the environmental characteristics of the peninsula. Some of these houses, however, courageously resist, even within the urban space of a large city like Mérida, the capital of Yucatán state, providing important clues about the transformations in the city space and how they affected the Mayan population residing in Mérida, but also, to what extent memories and housing practices affect the issue of ethnic identity in an urban context.

Keywords Mayan vernacular house; dwelling; ethnic identity; Mérida

La casa maya en la historia

La llamada “casa maya”, con su formato circular y techo de paja, estuvo presente a lo largo de la historia de la península de Yucatán, México, frecuentemente representada en la ornamentación de templos y palacios mayas prehispánicos, lo que demuestra su importancia histórica. La forma cóncava del techo representa el cielo, pues existe la idea entre los mayas que una cúpula, con estrellas fijas, envuelve el plano terrestre. Las cuatro estacas de madera que salen del suelo, y sustentan el techo, remiten a los cuatro puntos cardinales y comunican el plano del inframundo con los planos terrestre y celeste (Lizama 2007, 84).

Con la invasión española, la importancia y el esplendor de la llamada casa maya fue sustituida por una creciente devaluación, fundada en criterios europeos de arquitectura y edificación. A pesar de esta depreciación, los colonizadores no dejaron de aprovechar la eficacia de este sistema constructivo, utilizando este tipo de obras en diversas situaciones, sobre todo en la construcción de nuevos pueblos y en el reordenamiento de comunidades que eran objeto de procesos de control espacial impuestos a la colonia (Sánchez, García, Eastmond 2017, 55 y 56).

Además de su cualidad bioclimática, la velocidad en su construcción siempre fue una característica destacada de la casa maya, así lo mostraron Redfield y Villa Rojas (1934) al comparar la cantidad de días destinados a construirla y el tiempo superior que toma la construcción de una casa de albañilería estilo español. Aún con el surgimiento del “movimiento de arquitectura nacionalista” en México, y a pesar de su interés por las culturas mesoamericanas, la casa maya permaneció en segundo plano la mayoría de las veces, representando un elemento del paisaje, pero no un estilo de arquitectura. Aparecía como un ícono de la cultura prehispánica, mas no de la cultura maya contemporánea. Seguía siendo abordada como un símbolo de pobreza y precariedad, un estigma muchas veces asimilado, incluso por sus propios habitantes (Sánchez, García, Eastmond 2017, 61).

Cuando se reconoce a la casa maya como un estilo de arquitectura, es en la condición de “arquitectura popular” simple e ingenua, en oposición a una arquitectura erudita, compleja y avanzada de origen europeo. Pero fue hasta la década de 1970 que el término “arquitectura vernácula” se utiliza para calificar la arquitectura construida con “tecnología tradicional”, expresando la “carga cultural” de la región en la que se practica este tipo de construcción. Con todo, esto no hizo que la casa maya dejase de ser símbolo de “atraso social” (Sánchez, García, Eastmond 2017, 61). Es claro, este estigma nubló las innumerables ventajas de la casa maya como sistema constructivo, por ejemplo, la citada velocidad en la construcción, el uso del trabajo familiar y colectivo, la resistencia, adaptación climática y capacidad de adaptación a nuevos estilos de vida, que convive fácilmente con otros modelos de vivienda (Torres 2015, 154 y 155).

La concepción racista de que la casa maya es sinónimo de “casa pobre”, designada peyorativamente como “casa de indio”, llevó y ha llevado a sus habitantes a sustituirla por casas de bloques, mucho menos cómodas desde el punto de vista térmico, considerando las altas temperaturas que predominan en la península de Yucatán. A esto, se suma el hecho de que se está perdiendo el conocimiento necesario para construir una casa tradicional maya, y cada vez son menos los individuos que las saben construir.3

Los materiales se han vuelto cada vez más escasos, principalmente la paja que ya no se encuentra en determinadas regiones de la península.4 Esto eleva los costos tanto de la mano de obra, que deja de ser familiar y colaborativa, como del material y su transporte. Por eso, hoy en día, construir una casa vernácula maya, ya no es más barato que edificar una casa de bloques, aunque a ésta se le siga entendiendo como casa de pobre.

También, la existencia de una serie de programas gubernamentales de vivienda, contribuye al proceso de desaparición de la casa vernácula maya en Yucatán, puesto que imponen determinado modelo de habitación, al mismo tiempo que ignoran las especificidades del ambiente físico y las prácticas culturales de su población (Sánchez, García, Eastmond 2017, 81).

Estos programas promueven la construcción masiva de pequeñas e incómodas casas de bloque, en lugar de las antiguas casas vernáculas. Uno de los motivos es que los datos sobre la presencia de casas con techo de paja, piso de tierra y/o paredes de madera o tierra, tienden a elevar los índices de pobreza de una región, de acuerdo con informes y levantamiento de datos oficiales. Así, buscando disminuir estos índices en sus áreas de influencia, por medio de estos programas, los gobiernos incentivan la sustitución del estilo tradicional de vivienda, más adaptado a las características ambientales locales, por las casas de bloque.5

Muchas veces, el argumento utilizado es la mejoría de la calidad de vida de sus habitantes o el riesgo frente a las amenazas de huracanes, por ejemplo. No obstante, según María Helena Torres Pérez, estudiosa de las casas mayas, las alteraciones en el tipo de vivienda y en los materiales utilizados, acaban dejándolas más frágiles delante de los grandes desastres naturales (2015, 144 y 145). En el caso de los huracanes Gilberto e Isidoro que azotaron la península en 1988 y 2002, respectivamente, se constató que las casas más afectadas, entre ellas las vernáculas, presentaban condiciones precarias antes del huracán. Por tanto, fueron afectadas por causa de su precariedad y no por una fragilidad en sus técnicas o de sus materiales.

El hecho es que, por causa de éstos y otros factores, la casa de bloque acaba ocupando un lugar predominante en los paisajes urbanos, y en buena parte de los paisajes rurales de toda la península. En algunos casos sustituye la casa vernácula y, en otros, se combina con estilos de vivienda alternativa:

una vivienda alternativa, cuyas características podrían considerarse como parte de la evolución y transformación de la propia vivienda maya; ya que esta vivienda alternativa es de planta rectangular conservando el área y la proporción de una vivienda maya. El uso del espacio y la disposición del mobiliario también son similares al de la vivienda vernácula […] la vivienda alternativa funciona como un complemento que se construye además de la casa vernácula tradicional, donde se utilizan ambas viviendas simultáneamente: la vivienda alternativa de mampostería o block para las actividades sociales, principalmente entre jóvenes y adolescentes, y la vivienda vernácula utilizada de forma tradicional por ancianos y niños a su cuidado, para el descanso y como dormitorio, por su frescura y privacidad (Torres 2015, 146 y 147).

Redfield y Villa Rojas ya habían llamado la atención en cuanto a la incorpora- ción de elementos europeos al repertorio de técnicas y equipamientos de construcción, utilizados en las comunidades mayas de Yucatán. Durante los años de investigación que dieron origen al clásico Chan Kom: A Maya Village, la llamada casa de mampostería,6 hecha por una conjugación de técnicas y materiales vernáculos y europeos, aparecía como elemento importante en la descripción de los paisajes y de las prácticas de construcción y vivienda del pueblo:

La casa de mampostería [masonry] es construida por iniciativa individual, en algunos casos con la ayuda remunerada de otros; la cabaña indígena (al menos en el pasado reciente en Cham Kom) era construida con mano de obra comunitaria. La casa de mampostería [masonry] sigue el patrón español común en todo México. Es rectangular, de techo plano, inclinado muy ligeramente, apoyado en vigas redondas; las paredes son de piedritas quebradas mezcladas con yeso; el piso es de cemento; las puertas y ventanas -muchas veces con barras de fierro- son decoradas con bisagras y otras piezas de fierro; hay apenas una habitación (Redfield y Villa 1934, 33. La traducción es nuestra).

Se observa el techo cubierto con tejas de material reciclado (debido a la dificultad para encontrar paja en la región) y el muro de piedras. Fotografía de Cecilio Cocom. Mérida, México, 2018.7

Imagen 1 Casa vernácula maya, ubicada en la periferia de Mérida 

Paredes de mampostería. A pesar de estar vacía, la casa se utiliza como espacio de descanso para los habitantes. Fotografía de Cecilio Cocom. Mérida, México, 2018.

Imagen 2 Entrada de la casa 

Una de las casas es habitada por sus propietarios, María y su esposo, y la otra por su hijo, su nuera y su nieto. Incluso, después de construir estas nuevas habitaciones, no pretenden demoler la casa antigua. Fotografía de Cecilio Cocom. Mérida, México, 2018.

Imagen 3 Dos habitaciones construidas al fondo de la misma casa 

Fotografía de Jesús Lizama. Mérida, México, 2021.8

Imagen 4 Una pequeña casa maya adorna una tumba en el Cementerio General de Mérida 

Hoy, la novedad es la predominancia de casas de bloques sobre las de mampostería, en los paisajes de los pueblos y barrios con alta concentración de población maya en Mérida. Aun así, muchas casas vernáculas se siguen viendo en los pueblos alrededor de la ciudad, y, con un poco de atención, pueden encontrarse, inclusive en regiones centrales de la capital. Algunas de estas casas son constantemente reformadas y continúan habitadas, mientras que otras están desocupadas y a veces inutilizadas, pero permanecen ahí, incluso en estado avanzado de deterioro. Esta permanencia insistente posee algunas razones de ser. Es evidente que la casa vernácula maya guarda memorias familiares y afectivas, principalmente de la persona que la construyó. Pero, además de esto, es una especie de réplica del cosmos, expresando en una microescala una concepción más amplia del mundo maya:

La filosofía de habitar una casa maya es tan amplia como su cosmovisión. La casa, como un cosmograma, con sus cuatro columnas y el axis mundo, la bendición en el centro; ese cosmograma expande su territorio con la bendición del terreno (jets’lu’um), la bendición del pueblo (loh káah), hasta llegar a los ritos de la milpa […] La relación con su entorno es diferente de la concepción occidental de propiedad, “cada lugar es sagrado, cada lugar tiene su dueño, sobre todo, en los cenotes, las cavernas, las múules (colinas), “las ruinas”, los viejos caminos, los beel moson (caminos de los remolinos), la montaña y todo lugar que está vivo tiene un dueño […] Por esa misma razón, los recursos naturales no son utilizados o explotados; son aprovechados apenas para lo que es necesario y se hacen apropiaciones para su pronta recuperación (Sánchez 2017, 12. La traducción es nuestra).

Una serie de rituales se realizan en la casa maya, por ocasión de su construcción o a lo largo de las historias de vida de sus habitantes, contribuyendo a elevarla a un status de “cosa sagrada”. Estos rituales incluyen, por ejemplo, la ofrenda de una gallina enterrada entre las cuatro estacas que sustentan la casa, para “apaciguar el terreno y los vientos”, y que la casa sea bien recibida en aquel lugar (García, Eastmond y Sánchez 2017, 30). De igual manera, pueden incluir el entierro de algunos familiares debajo de la casa o atrás de ella, indicando que la casa es habitada no solamente por los vivos, sino también por los parientes muertos (2017, 24).

Aunque muchas de estas costumbres se han perdido, especialmente en el medio urbano, vale recordar que en el cementerio Xoclán, en Mérida, se puede percibir que la costumbre de enterrar a los muertos debajo de una casa aún está presente de alguna manera, dado que es “muy común que el monumento que decora las tumbas sea precisamente una casa” (García, Eastmond y Sánchez, 2017, 26).

Todo esto indica que, para sus habitantes, la llamada casa maya posee un carácter especial, no de objeto, sino de sujeto. La casa existe en estrecha relación con los humanos, en muchos momentos ritualizada, atravesada por las memorias de familia y mediada por una serie de prácticas de cuidado y manutención, lo que nos llama la atención para otro tipo de ontología que parece persistir entre los mayas, incluso en un contexto urbano; tal es el caso de una gran ciudad como Mérida:

En el mundo maya, los animales, como las plantas, las piedras y hasta las mesas o las casas, tienen algo que en nuestra lengua europea podríamos llamar alma […] Son en este sentido “personas”. Pero no personas humanas y hay que decir que no se comunican como los humanos y tampoco como quisiéramos […] pero no son mudas como lo son en el pensamiento occidental (García, Eastmond y Sánchez 2017, 18,19).

Por lo tanto, las prácticas de construcción y vivienda indican una pertenencia étnica y señal de diferencia en el contexto actual, convirtiéndose en objeto de varios prejuicios que intentan descalificarlas, claro, de la misma manera que se descalifican los grupos sociales a los cuales se vinculan estas prácticas. Por esto, también la casa maya sigue siendo una señal de resistencia que incomoda al propio Estado. Constituye un signo de diferencia cuya presencia genera desconveniencia en algunos, porque puede desorganizar un determinado sistema y frustrar ciertos ideales de modernidad y pureza. Como apuntó Eduardo Viveiros de Castro:

Los artefactos poseen esta ontología interesantemente ambigua: son objetos, pero apuntan necesariamente hacia un sujeto, pues son como acciones congeladas, encarnaciones materiales de una intencionalidad no material […] Y así, lo que algunos llaman de “naturaleza” bien puede ser la “cultura” de los otros. He ahí una lección que la antropología debería aprovechar (2002, 361. La traducción es nuestra).

Casas mayas en Mérida

Curiosos sobre la presencia y localización de casas vernáculas mayas en Mérida, contactamos a profesores y estudiantes de doctorado en arquitectura de la UNAM, y revisamos bibliografía sobre el tema de la “casa maya”, para intentar encontrar algún registro de casas tradicionales mayas que aún existan en Mérida. La respuesta más común era que éstas se hallan en los pueblos, y que antiguamente era posible verlas en Mérida, sin embargo, en la actualidad, ya no se les observa en la ciudad. Estas casas ciertamente caracterizaban los paisajes de los barrios indígenas que existían en Mérida en el pasado. Pero, a lo largo de los procesos de expansión urbana, han continuado presentes en sus paisajes, como la casa con techo de paja, pegada a un muro de piedras del tipo albarrada.9

Asimismo, consultamos el archivo de la Fototeca Pedro Guerra, que está disponible en línea. Encontramos fotos de casas mayas en pueblos y otras ciudades menores, pero nada o casi nada en Mérida, lo que puede ser visto como una señal

Mapa trazado a partir de la elaboración de Bulmaro Sánchez Sandoval (Antroposig/CIESAS).

Imagen 5 Mapa de Mérida 

de que, para el discurso oficial, dentro de la narrativa que se buscó construir sobre la capital de Yucatán, la presencia de casas mayas en el paisaje urbano no era un elemento importante (o deseable) de ser registrado.

Después de nuestra búsqueda e insistencia, fueron pocas personas, principalmente taxistas, residentes del centro de Mérida, y que circulan a pie por la ciudad, quienes pudieron aportar referencias espaciales con las que pudimos encontrar alguna de esas casas. Con ayuda de Google Street View, hallamos doce casas en arquitectura vernácula maya en Mérida.

Estas casas se encuentran localizadas en distintas zonas, pero la mayoría de ellas se concentran en la región del centro de la ciudad, como en el Barrio Santiago, uno de los de mayor presencia indígena en el pasado. Otra de las casas está ubicada en la colonia San Damián, en la región oeste, y una más se puede apreciar en la colonia Montes de Amé, al norte, alejada del centro, en un área de fuerte expansión y especulación inmobiliaria, donde predominan terrenos vacíos o casas grandes de gente de clase media.

Cada una de esas casas posee detalles en su arquitectura que son registros de procesos históricos importantes, principalmente para la presencia indígena en Mérida y para las transformaciones del espacio urbano. En algunos casos, hubo una mezcla de materiales y técnicas de construcción, que terminaron por cubrir con capas de cemento, total o parcialmente, los muros de piedra. En otros casos, fueron construidos muros altos que casi esconden el techo de paja de la casa. Es notoria la tendencia a la invisibilización de estas viviendas en el paisaje de la ciudad. Esa presencia discreta que fácilmente pasa desapercibida, puede ser una manera de huir de los prejuicios, sin abandonar el uso de este tipo de vivienda.

En otros casos, aunque la fachada permanezca en buen estado de conservación, el interior de la casa fue modificado. Esto sucedió en la casa que está en el Barrio Santiago, en un área que es considerada patrimonio histórico, lo que pudo haber influido en las decisiones de sus habitantes, debido a las restricciones para remodelar las fachadas de casas ubicadas en áreas reconocidas como patrimonio. También hay casos en que se conservaron la casa y el muro de piedra tal como fueran construidos hace varios años. Los motivos que explican esas diferencias entre cada caso, necesitan ser estudiadas mejor por medio de metodologías etnográficas.

Ninguna de las casas tiene piso de tierra. Así, los indicadores cuantitativos utilizados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y por otras investigaciones que contabilizan los tipos de vivienda, a partir de los materiales utilizados, o presencia/ausencia de algunos ítems (como piso de tierra, paredes de tierra, agua encanada en su interior), difícilmente conseguirían identificar con precisión la existencia de las casas tradicionales mayas en Mérida, que representan un registro de la presencia étnica en la ciudad.

Se percibe, en este mapa, que el centro comercial y turístico de Mérida está contenido en un pequeño círculo, con una fuerte concentración de edificios antiguos contorneado por barrios residenciales o mixtos, llamados “barrios de indios”, en el pasado (San Juan, San Sebastián, San Cristóbal, Santiago). Siguiendo el mismo movimiento, del centro a la periferia, existen otras áreas residenciales contorneadas por otro círculo mejor definido, constituido por la Av. Circuito Colonias. Después de esta avenida, existen otras áreas residenciales y mixtas, como si formaran parte de otro anillo concéntrico al primero. Éstas, a su vez, son rodeadas por el Anillo Periférico, una gran vía que circunda toda la ciudad.

Además de informar sobre las prácticas culturales de vivienda y su transformación a lo largo del tiempo, estas casas también ofrecen datos importantes respecto de los espacios, barrios y regiones ocupadas por los mayas en Mérida. Así como la lengua y apellidos mayas, las casas son señal de la presencia étnica en el contexto urbano. La permanencia de estas casas en algunos barrios de la ciudad, es un registro de que los mayas están ahí, residiendo y resistiendo por motivos que merecen ser investigados más a fondo. Por otro lado, la desaparición de estas casas en algunos lugares, a lo largo de los años, revela prejuicios, discriminaciones y procesos de segregación que afectan a la población maya residente en Mérida, además de los diferentes impactos de los grandes programas de vivienda que transformaron la ciudad en las últimas décadas.

Consideraciones finales

La información presentada permite establecer discusiones a partir de diferentes perspectivas, entretanto se optó por abordar el tema desde las memorias colectivas, buscando una aproximación, comenzando con la categoría paisaje y de las cuestiones sobre patrimonio cultural.

Al tratar sobre memoria y olvido, Dias destaca la preocupación que existe con los elementos culturales que representan la identidad de un grupo social y su importancia en términos de memoria colectiva (2015, 124). Para Halbwachs, la memoria colectiva está relacionada con los recuerdos que los individuos traen consigo y de los grupos sociales a los cuales pertenecen, como con los hechos vividos colectivamente (2004, 47). Para este autor, un individuo, al integrar un grupo social, construye un conjunto de recuerdos que conforman su memoria individual y que no necesariamente pueden ser tomadas como memoria colectiva.

Nora destaca el poder que la memoria colectiva ejerce sobre el individuo, ya que es quien otorga el sentido de pertenencia que los recuerdos y sentimientos son capaces de activar (1993, 18). La autora observa que el transcurso del tiempo y los nuevos factores históricos pueden alterar los recuerdos y los sentidos que éstos despiertan.

Martins (2007) también destaca las dificultades en cuanto a la utilización del paisaje como un documento histórico, como consecuencia de procesos naturales y de acciones antrópicas. Otros autores, como Drew (1986) y Dos Passos (1997), mencionan también la importancia de considerar tanto los procesos naturales como la acción antrópica en un abordaje sobre las relaciones entre paisajes y humanos.

En este sentido, el paisaje es el resultado material de interacciones entre procesos físicos, ecológicos y socioculturales. Por tanto, la naturaleza precisa ser comprendida como parte y resultado de una larga historia de relaciones con la cultura. Los seres humanos y la naturaleza no se distancian y no pueden ser vistos separadamente. El paisaje es el lugar de proyecciones y simbolizaciones de sentimientos y acciones humanas; es donde se articulan lo social y su representación; es la matriz simbólica que enraíza la experiencia colectiva, y donde ésta se expresa al mismo tiempo (Priori y Da Paixão 2015, 166 y 167).

Con respecto de la memoria social, dos aproximaciones pueden ser asociadas al contexto en estudio. Por un lado, la de Halbwachs (2004), para quien la memoria social es resultante de una acción en grupo y para quien la fragmentación del mismo puede llevar a la pérdida total o parcial de los recuerdos. Y por el otro, el abordaje de Bergson (1999), para quien, en el presente, el pasado se encuentra en plenitud, en función de la influencia ejercida por el inconsciente. El caso de las casas mayas está en consonancia con la primera aproximación.

Las casas mayas de Mérida están insertas en diferentes paisajes urbanos de una misma ciudad, una arquitectura vernácula introducida en un entramado de estilos, a veces invisibilizada y a veces destacada, pero representando un patrimonio cultural material incontestable. Dependiendo de la perspectiva del observador, algunos elementos del paisaje urbano son destacables. El observador da vida al paisaje, insertándolo en el presente, en la vida cotidiana. La tendencia a la invisibilización de casas mayas en contextos urbanos, es consecuencia de una concepción racista que existe en el imaginario social local, que tiende a clasificarlas como “casa de pobre” y “cosa de pueblos”, por lo tanto, del espacio rural y no del urbano.

Para Bonametti “los paisajes urbanos no deben ser leídos solamente por lo que vemos, sino también mediante aquello con lo que nos identificamos: lo que no conseguimos ver, pero sentimos” (2004, 108-109. La traducción es nuestra). Sobre la perspectiva de la arquitectura, Cullen (1983) definió paisaje urbano como una organización que envuelve espacios, edificaciones y vías públicas, y que permite algunos análisis, principalmente en relación con la estética. Para Criado-Boado, paisaje es “el producto sociocultural creado por la objetivación, sobre el medio y en términos espaciales, a la acción social de carácter material como imaginario” (1999, 5).

Al tratar acerca de las relaciones que las personas establecen con el ambiente en que viven, el antropólogo Tim Ingold alerta sobre los problemas existentes en lo que llama de “perspectiva de la construcción”; aquella que presupone un proyecto, planeamiento y todo un background -en forma de modelos, normas y clasificaciones- por detrás de los elementos construidos de un paisaje. En lugar de esto, el autor propone lo que llama “perspectiva de la vivienda”. Según esta perspectiva, el paisaje está siempre constituido como un registro duradero, un testimonio de la vida de las personas que habitaron estos paisajes y dejaron en ellas algo de sí mismas (Ingold 2000, 189).

Con el término taskscape, Ingold intenta dar énfasis a las actividades prácticas realizadas en el transcurso de la vida y que producen paisaje. De esta manera, las casas, por ejemplo, así como otras estructuras del ambiente que componen un paisaje, siempre están en continua construcción, nunca completas, y poseen en sí el registro de historias de vida y de implicación con sus habitantes (Ingold 2000, 154).

La preservación de las casas mayas, en el paisaje urbano, no debe ser vista apenas como la preservación de un patrimonio cultural material e inmaterial, relacionado con un estilo de vida, técnicas de construcción, ingeniería y simbolismos. Es también la resistencia de las memorias individuales y familiares, y de las prácticas de vivienda, que continúan resistiendo en el acontecer cotidiano de una ciudad. Estas memorias individuales y familiares se entrelazan para construirse como colectivas, que remiten a experiencias y recuerdos compartidos y coincidentes, que apuntan hacia un pasado común, sea en los pueblos de Yucatán o en la propia ciudad de Mérida. Este pasado compartido, al igual que los vínculos sociales y el sentido de pertenencia que produce entre los individuos, está en el centro de los procesos de identificación que constituyen una identidad étnica.

La expresión de esta identidad étnica en el contexto cotidiano de la ciudad de Mérida, específicamente en su arquitectura y prácticas de vivienda, ha sido oprimida por diferentes formas de racismo construidas a lo largo de la historia de Yucatán, lo que provoca un proceso de invisibilización que puede ser percibido en la idea muy presente dentro del imaginario social de que las casas mayas, aunque existieran en el pasado, ya desaparecieron del espacio urbano de Mérida y ahora apenas hay algunas en los pueblos, o sea, en el espacio rural. Pero que no es verdad, considerando la variedad de casas en arquitectura vernácula maya, conjuntamente con las prácticas de vivienda, observadas por la investigación en campo.

Referencias

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3 Anualmente, por la ocasión de la corrida de toros -una especie de rodeo realizado en algunos pueblos de Yucatán-, se arma una gran estructura circular que funciona como arena o anfiteatro, cubierta de paja. El proceso de construcción (“amarración”), las técnicas y el formato circular de estas estructuras, poseen relaciones muy estrechas con los de la casa vernácula maya (comunicación oral realizada por María Dolores Cervera en el CINESTAV (Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN), Mérida, mayo, 2018. Ya las palapas -estructuras simples de madera y paja, sin paredes, muy utilizadas en hoteles y restaurantes de Quintana Roo, la región más turística de la península- recuerdan a veces, muy remotamente, al formato circular del techo de las casas mayas, aunque no incluyan necesariamente las mismas técnicas de edificación. Los jóvenes que construyen estas palapas, muchas veces migrantes de otros pueblos, no necesariamente saben erigir una casa vernácula.

4 La paja utilizada en el techo de la casa es de guano, o huano (Sabal japa), xan en lengua maya yucateca, una palmera de hasta doce metros de altura y tronco delgado con hojas grandes y resistentes, parecida al Buruti (Mauritia flexuosa) encontrado en Brasil.

5 Aurelio Sánchez Suárez, mayo 2018, comunicación oral realizada en el cinestav (Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN), Mérida.

6 Mampostería es una técnica tradicional de construcción que consiste en erigir muros y paredes con la colocación manual de los elementos requeridos, en este caso, piedras de diferentes tamaños muy poco pulidas. Actualmente, se utiliza yeso cementado, cal y arena, o yeso con agua para unir las piezas, pero también yeso fabricado a partir de residuos del cemento.

7 Como el foco de este artículo son las cuestiones históricas sobre la casa maya. además de los elementos de los paisajes en los que se insertan, para más información sobre las historias de vida de sus habitantes y los caminos de la investigación para identificar las casas, véase Ferreira 2020.

8 Estamos inmensamente agradecidos con Jesús Lizama (CIESAS Peninsular, Mérida, México) por la imagen, por los generosos y constructivos comentarios a este trabajo, y por apoyar siempre esta investigación.

9 Las albarradas son muros de piedras sobrepuestas, sin cemento, típicos de la arquitectura vernácula maya de Yucatán. Además de delimitar los terrenos de las casas, incluso hoy en día en los pueblos y ciudades de la península, también eran utilizadas para cercar y proteger las plantaciones de henequén.

Recibido: 30 de Agosto de 2022; Aprobado: 08 de Noviembre de 2022

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