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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.18 no.1 Mérida ene./jun. 2023  Epub 23-Abr-2024

https://doi.org/10.22201/cephcis.25942743e.2023.18.1.84257 

Artículos

Las prácticas de cuidado en los paisajes culturales de Hecelchakán, Campeche

Caring Practices in Cultural Landscapes of Hecelchakán, Campeche

Alejandra Mariel Vergara-Herrera1 

1Centro Interdisciplinario de Investigaciones y Estudios sobre Medio Ambiente y Desarrollo, Instituto Politécnico Nacional, alejandra.mariel@outlook.com.


Resumen

Esta investigación analiza las prácticas de cuidado del patrimonio mediante la metodología de los círculos narrativos en la ciudad de Hecelchakán y la localidad de Pomuch, en Campeche, México. Con este propósito se crearon radiografías de los paisajes culturales que figuran como herramienta para visualizar las dinámicas sociales vinculadas a la preservación de los bienes comunes. Asimismo, se logró recuperar la “cultura de cuidado” y la importancia de los agentes sociales como portadores culturales, quienes finalmente transmiten los elementos, las motivaciones y las necesidades de cuidar estos bienes comunes como parte esencial de los paisajes culturales.

Palabras clave paisaje cultural; conservación de bienes culturales; participación comunitaria; medio social

Abstract

This investigation analyzes patrimony caring practices through the methodology of the narrative circles in the city of Hecelchakán and the town of Pomuch, in Campeche, Mexico. Radiographs of the cultural landscapes that appear as an implement to visualize the social dynamics, linked up to the preservation of common possessions, were created with this purpose. Likewise, it was possible to recover the "culture of care", and the importance of the social agents as cultural carriers who finally transmit the elements, motivations and needs of caring these common possessions as an essential part of cultural landscapes.

Keywords cultural landscape; conservation of cultural possessions; community participation; social environment

Introducción

El paisaje cultural ha sido definido en las Directrices prácticas para la aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial de 1972 como “bienes culturales [que] representan obras conjuntas del hombre y la naturaleza […] ilustran la evolución de la sociedad y de los asentamientos humanos a lo largo de los años, bajo la influencia de las limitaciones y/o de las ventajas que presenta el entorno natural y de fuerzas sociales, económicas y culturales sucesivas” (UNESCO 2008, 96).

Los paisajes están conformados por una parte tangible, reflejada en los bienes culturales y el patrimonio natural. Por otro lado, se componen de elementos intangibles, encontrados en el cúmulo de experiencias de vida y los conocimientos originados a partir de la relación entre el ser humano y su entorno, para mantener las condiciones de reproducción social (Loupa-Ramos et al. 2016).

De acuerdo con la UNESCO, los paisajes culturales pueden abordarse desde tres categorías principales (2008). La primera, como un paisaje definido, concebido y creado intencionalmente por el hombre (por ejemplo, jardines y parques). La segunda categoría corresponde al asociativo, creado por las evocaciones en materia religiosa, artística o cultural del elemento natural. Y la tercera, comprendida como una evolución orgánica, construida inicialmente con fines sociales, económicos, administrativos o religiosos, pero que han alcanzado su forma actual como respuesta a las interacciones entre una sociedad con su entorno natural. Dentro de esta última categoría, el paisaje es clasificado de dos formas: a) un paisaje relicto (o fósil), cuyo proceso evolutivo se detuvo; y b) un paisaje vivo que aún conserva una función social.

En el municipio de Hecelchakán, es posible apreciar paisajes culturales vivos que “conservan una función social activa en la sociedad contemporánea, estrechamente vinculada al modo de vida tradicional y, en el cual, prosigue un proceso evolutivo. Al mismo tiempo, presentan pruebas materiales manifiestas de su evolución en el transcurso del tiempo” (UNESCO 2008, 97).

Detrás de este proceso, las prácticas de cuidado realizan una función importante, puesto que representan las sensaciones y experiencias que desean perpetuarse en el territorio para generar plenitud en los paisajes (Fagerholm, Torralba y Moreno 2019), lo cual brinda a los individuos la oportunidad de desarrollarse intelectual, social y espiritualmente (ONU 1972). Las prácticas de cuidado cambian en cada uno de éstos, porque se encuentran moldeadas por la reconstrucción y las valoraciones de los elementos de ese espacio en épocas anteriores y su re-proyección en los paisajes contemporáneos (Wästfelt et al. 2012).

Este artículo refleja el trabajo realizado en dos localidades: la ciudad de Hecelchakán y la sección municipal de Pomuch, cuyo propósito es estudiar cómo los elementos sociales, ambientales, culturales y económicos ejercen influencia en la conformación de las prácticas de cuidado y su estructura para el mantenimiento de la función social en cada paisaje. Para abordar este fenómeno, el documento parte de un análisis constructivista, desde la metodología de círculos narrativos, con el objetivo de identificar las particularidades de las prácticas de cuidado en distintos contextos. Con la información recabada en este documento, se presentan las “radiografías de los paisajes”, creadas como una representación gráfica para describir las prácticas de cuidado de los bienes comunes, determinados por los habitantes de las localidades, así como las motivaciones y su interrelación con los sistemas estudiados. Por último, se presentan algunas reflexiones sobre los resultados de dichas radiografías que conducen a la visibilidad de una “cultura de cuidado” en cada paisaje.

El estudio del cuidado en el paisaje cultural de Hecelchakán

De acuerdo con Fisher y Tronto, el cuidado puede entenderse como aquello que se hace para mantener, continuar y reparar el mundo, el cual incluye nuestros cuerpos, nosotros mismos y nuestro entorno, para vivir en él de la mejor manera posible (1990). El cuidado se establece en términos de interdependencia, reciprocidad y multidireccionalidad de los sistemas, de modo que, en los paisajes, se traduce como una responsabilidad colectiva e individual para emprender acciones que conlleven a la reproducción social y el sostenimiento de la vida (Tronto 1987).

En los paisajes culturales, las prácticas de cuidado son motivadas cuando éstos se consideran propios, mediante los sentimientos de pertenencia, conectividad y seguridad que se gestan (Rowles y Watkings 2003). Por consiguiente, se forjan lazos sociales para perpetuar las condiciones que les permitan desenvolverse como seres individuales y comunitarios. En este proceso, los grupos sociales recrean y dotan de significaciones tanto su espacio como su contenido, ya que es ahí donde vinculan el mundo físico, el social y el emotivo (Easthope 2004).

Los elementos incluidos en el paisaje se determinan en función de la evolución de las circunstancias sociales y culturales, y su capacidad para generar una sensación de bienestar social, que, por supuesto, son parte de dichas prácticas. Así, para comprender todo lo que abarca el cuidado en el paisaje, se deben recuperar aquellos bienes que se cuidan, quiénes se involucran y dónde ocurre (Middleton y Samanani 2021). En este contexto, la investigación se centra en identificar cómo los aspectos sociales, ambientales, culturales y económicos pueden influir en las prácticas de cuidado y su desenvolvimiento en dos regiones de Hecelchakán.

Metodología

Área de estudio

El estudio fue realizado en el municipio de Hecelchakán (20°10’0” N y 90°7’59” O), en el estado de Campeche, México. Al norte colinda con el municipio de Calkiní (20°23’8” N y 89°59’15” O), al sur con el municipio de Tenabo (20°2’23” N y 90°13’32” O) y al sureste con el municipio de Hopelchén

(19°44’39” N y 89°50’40” O). El municipio de Hecelchakán tiene relevancia ecológica al ser parte de la reserva de la lista indicativa de Los Petenes-Ría Celestún, y una región hidrológica prioritaria para el país. A su vez, cuenta con un patrimonio cultural diverso, reflejado en la lengua, el sistema agroecológico, la cocina tradicional y los saberes constructivos, por mencionar algunos.

Además de la importancia de su patrimonio natural y cultural, Hecelchakán es parte del proyecto Tren Maya y próximamente será uno de los paraderos en el tramo de Mérida hacia la ciudad histórica fortificada de Campeche (véase Figura 1). Este suceso repercutirá en la vida cotidiana, los sistemas económicos, ambientales y culturales, y se espera a que surta efectos en la dinámica del cuidado en el paisaje.

Fuente: elaboración propia. La ruta del Tren Maya es la presentada en el proyecto inicial, sin embargo, durante su proceso de construcción ha sufrido modificaciones.

Figura 1 Municipio de Hecelchakán como parte de la ruta del Tren Maya 

En cuanto a su organización territorial, el municipio de Hecelchakán se compone de la siguiente manera: la ciudad de Hecelchakán (cabecera del municipio) y la sección municipal de Pomuch (véase Figura 2). La primera, caracterizada por ser urbana, y la segunda, por contar con una amplia tradición rural. Esto ha creado dos paisajes culturales diferenciados, posibilitando analizar valoraciones y percepciones singulares que moldean las prácticas de cuidado.

Fuente: elaboración propia.

Figura 2 Ciudad de Hecelchakán y localidad de Pomuch, en el municipio de Hecelchakán, Campeche 

Método y procedimiento

Las prácticas de cuidado pueden diferenciarse acorde con el paisaje donde se producen, porque los individuos y las sociedades van construyendo simbólicamente los espacios desde los conceptos, los valores, las narrativas y su visión del mundo (Talmy 2000). Esto influye en la forma en que se emprenden acciones para mantener las condiciones de vida y experiencias que se quieren perpetuar en cada paisaje.

Esta investigación parte de un enfoque cualitativo y utiliza el método de “círculos narrativos”, puesto que la participación comunitaria es la base para identificar las prácticas de cuidado. En este caso, se aplicó una adaptación del método, facilitando la examinación de la dimensión sociocultural de los círculos (Deardorff 2020). Este factor es importante, pues su ausencia limitaría el estudio y no podría realizarse un análisis del cuidado integral desde la multidireccionalidad e interdependencia de todos los sistemas, como menciona Tronto (1987).

Entre otras bondades, para utilizar el método de círculos narrativos desde la interculturalidad, se encuentra el respeto a la integridad de las historias de los participantes, quienes expresan libremente sus ideas, sentimientos y percepciones sobre su paisaje, mediante de la autoconciencia cultural (Deardorff 2020), lo cual contribuye a disminuir los sesgos en el proceso de obtención de información, como pueden ser los métodos de entrevistas y encuestas, derivado de la identidad cultural de quienes realizan el estudio.

Para implementar los círculos, primero se realizaron observaciones para crear una proximidad sobre las formas de vida y la estructura social, así como identificar

cualidades de la ciudad de Hecelchakán, como paisaje urbano, y de la localidad de Pomuch, como paisaje rural, de tal suerte que el contexto general sirvió de base para plantear preguntas guía, aplicables para ambos paisajes y, por ende, evitar el surgimiento de narrativas inconexas o muy generales (Deardorff 2020). Las rutas para entablar el diálogo fueron las siguientes: 1) explicar la dinámica de vida de la localidad; 2) relatos sobre los rasgos distintivos de su comunidad; 3) ideas acerca de lo que creían era lo más valioso en su paisaje; 4) expresar qué era lo más importante de cuidar en su paisaje; 5) narraciones sobre cómo se organizaban o qué prácticas realizaban para salvaguardar lo primordial de su paisaje; y 6) identificar los actores que participaban en el cuidado de lo más elemental para la comunidad.

Posteriormente, se determinó que el número de sesiones fuera de tres al día y de diez participantes por círculo. La intención de llevar a cabo sesiones en diversos horarios, tuvo la finalidad de contar con la participación de diferentes rangos de edad y género de los grupos de interés (véase Tabla 1), sin que su jornada de actividades pudiera ser un obstáculo. En cuanto a los participantes, se estableció que los círculos se integrarían por diez personas máximo, para fijar un tiempo de seis minutos por cada individuo, y que la sesión de trabajo no fuera larga ni tediosa para ellos.

Tabla 1 Distribución de participantes en los círculos narrativos 

Localidad Sesión Adolescentes (15-18 años) Jóvenes (18-35 años) Adultos (más de 35 años) Participantes
Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres
Hecelchakán 1 2 0 3 4 1 0 10
Hecelchakán 2 0 1 1 3 2 3 10
Hecelchakán 3 1 1 2 0 2 4 10
Pomuch 4 0 1 2 3 1 3 10
Pomuch 5 0 1 2 1 4 2 10
Pomuch 6 0 0 1 3 3 3 10
Total 3 4 11 14 13 15 60

Fuente: elaboración propia.

Adicionalmente, se estableció un espacio de reflexión para los participantes con una duración aproximada de 30 a 40 minutos, para crear interconexiones entre las historias, así como lograr la sensibilización acerca de la importancia de sus vivencias, perspectivas y valoraciones que tienen sobre el contenido de sus paisajes, cuyo objetivo se centró en reconocer aquellas acciones que realizan de manera fraccionada o desarticulada, pero persiguiendo el mismo objetivo de cuidar su patrimonio como elemento que da vitalidad a sus paisajes.

Para apoyar la dinámica del diálogo en dicho espacio, se invitó a los participantes a compartir su postura sobre aspectos como: 1) lo que consideraban memorable de las narraciones; 2) si lograron aprender de las experiencias y los saberes de los otros; 3) si adoptarían prácticas de cuidado o se vincularían con otros para mejorar sus prácticas; y 4) conocer si cambió su perspectiva sobre la importancia de algún elemento cultural, ambiental, económico o social para la vida comunitaria.

Con la información recabada, se procedió a efectuar la sistematización mediante radiografías de los paisajes y de los bienes comunes, para crear una representación gráfica que describiera de mejor manera las prácticas de cuidado. Debido a que la propuesta del cuidado en el paisaje implica el reconocimiento de la interconexión del sistema ambiental, económico, cultural y social, se instauraron palabras clave para determinar su vínculo y peso en alguno de los sistemas. Por ejemplo, la mención de aquellas como “plantas medicinales” o “conservación de semillas”, son relacionadas con la dimensión ambiental, en cambio otras como “técnicas” o “ritos”, se consideraron dentro de la dimensión cultural.

Posteriormente, por medio de la estadística, se instrumentaron proporciones para determinar el peso de estas palabras clave en las narraciones, dependiendo del número de menciones. Con los valores obtenidos se precisó el tamaño de los círculos, seguido de su representación gráfica, con apoyo del software libre de diseño Inkscape.

Resultados y discusión

Las sesiones de trabajo tuvieron una nutrida participación de 60 personas, las cuales se repartieron de la misma forma en la ciudad de Hecelchakán y en la localidad de Pomuch. En los círculos narrativos se contó con participantes de distintos rangos de edad y género, como se observa en la Tabla 1.

Los bienes comunes identificados muestran la variedad de categorías del patrimonio, encontradas en el municipio de Hecelchakán, donde destacan: el patrimonio, vinculado con su proceso histórico y conocimientos ancestrales (como la casa maya); el gastronómico, que muestra la riqueza de su territorio a través de sus ingredientes y platillos; el natural, como resultado de la apreciación del medio ambiente; y el cultural inmaterial,2 que refleja la diversidad de costumbres, tradiciones, conocimientos, técnicas y prácticas (Tabla 2).

Tabla 2 Bienes comunes identificados por los participantes en el municipio de Hecelchakán 

Ciudad de Hecelchakán Localidad de Pomuch
Patrimonio
edificado
Iglesia de San Francisco de Asís,
Museo Arqueológico Camino
Real, haciendas cercanas.
Casa maya, haciendas cercanas,
Iglesia de la Concepción.
Patrimonio
gastronómico
Cochinita pibil, papadzul, tamal
pibipollo, relleno negro y sanchac,
entre otros.
Sopa de milpa, pan de Pomuch,
tamales torteados y colados,
jorochitos de xcaitas, pibipollo,
atole de maíz tierno, entre otros.
Patrimonio
natural
Cercanos a la ciudad, se habló de
los manglares, la selva, playa, ríos.
Selva, manglares, ríos.
Patrimonio
cultural inmaterial
Fiesta del Cristo de la Salud;
vaquería y jarana; celebración de
los fieles difuntos; el carnaval;
técnicas de bordados de hipiles y
urdido de hamacas; lengua maya.
Hanal Pixán (Comida de las
Almas), Limpia de los Santos Restos,
milpa maya, meliponicultura;
saberes constructivos de casa maya;
técnicas de bordado de hipiles;
medicina ancestral; lengua maya.

Fuente: elaboración propia.

Además del proceso de identificación de los bienes comunes, se obtuvo como resultado y aprendizaje que el cuidado es un acto de experiencia y remembranza, donde los individuos integran, a manera de rompecabezas, sus sentimientos, sensaciones y emociones, que les permiten concebir el valor e importancia de estos bienes para las generaciones presentes y futuras. Así, el cuidado como acto de experiencia, incide en la continuidad del paisaje, mediante la salvaguardia del patrimonio, que proporciona las bases para la construcción de formas de vida peculiares.

En la ciudad de Hecelchakán, las narraciones señalan que la vida cotidiana se centra en actividades económicas de comercios pequeños (venta de alimentos y/o productos al por menor); en el turismo y en actividades artesanales (el urdido de hamacas o la elaboración de hipiles). En cambio, en la localidad de Pomuch las actividades económicas se encuentran vinculadas con el sector agropecuario, como la milpa maya, la meliponicultura y la tradición textil (bordado de hipiles).

Tanto los paisajes culturales, como su patrimonio, se mantienen vivos por la función que desempeña la comunidad para cuidar esa realidad construida. Escobar señala que el espacio se convierte en una “categoría de pensamiento” (2001) o, en propias palabras, un constructo social que facilita la revelación de una identidad por conducto de aquellos elementos con los que se interactúan. De esta manera, la comunidad, a través del encuentro de experiencias y conocimientos, va definiendo aquellos bienes comunes de su legado que son dignos de ser cuidados en sus paisajes, los cuales pueden cambiar con el tiempo.

A continuación, se presentan las radiografías de cada paisaje para facilitar la comprensión de los bienes cuidados y los motivos de orden ambiental, cultural, social y económico por los que éstos son protegidos.

Ciudad de Hecelchakán

En las sesiones de trabajo, en la ciudad de Hecelchakán, los bienes comunes más destacados fueron la cocina tradicional (mencionada en el 90 % de las narraciones) y las fiestas tradicionales (86.7 %). En menor medida, se señalaron las prácticas productivas tradicionales (82 %), elementos de la naturaleza (67 %) y edificaciones (60 %) (véase Figura 3).

Fuente: elaboración propia.

Figura 3 Radiografía de los bienes comunes cuidados de la ciudad de Hecelchakán 

En una examinación detallada, la cocina tradicional fue el bien común más mencionado; como parte del patrimonio gastronómico representa conocimientos y técnicas ancestrales ligados a la riqueza de los ingredientes y alimentos de territorio (véase Figura 4 y Tabla 3). La cocina tradicional es una manera de expresión simbólica que provee de una identidad cultural a un grupo determinado (Alonso 2005; Vignolles y Pichon 2014) y cuenta con gran potencial para generar ingresos y empleos mediante el turismo, restaurantes y rutas gastronómicas; ejemplo de ello es Mérida, con el reconocimiento que obtuvo por parte de la UNESCO como Ciudad Creativa Gastronómica (UNESCO 2021).

Fuente: elaboración propia.

Figura 4 La cocina tradicional en la ciudad de Hecelchakán 

Tabla 3 Distribución de las palabras clave relacionadas con la cocina tradicional 

Bien común Dimensión Palabra clave Narraciones que lo incluyen
Cocina tradicional (incluido en el 90 % de las narraciones) Ambiental Ingredientes locales 15
Económico Turismo 22
Ingresos y empleo 27
Cultural Sabores y olores característicos (parte de la identidad) 27
Identidad cultural 26
Transmisión de conocimientos 25
Tradición 23
Utensilios / instrumentos (cultura material) 13
Dieta y hábitos alimenticios 20
Técnicas 15
Cochinita pibil 27
Pibilpollo 24
Relleno negro 23
Sanchac 20
Social Conexión comunitaria 25
Identidad de lugar
(sentido de pertenencia)
26
Recreación 12
Nostalgia/recuerdos 22

Fuente: elaboración propia.

La cocina tradicional representa mucho más que los sabores y olores, también fomenta la cohesión social al unir a todas las generaciones bajo dinámicas de cuidado, las cuales abarcan: las recetas de los platillos, los saberes, las prácticas, las técnicas y los utensilios asociados en la preparación de los alimentos (Abarca y Colby 2016). El cuidado del patrimonio gastronómico del paisaje se mantiene vivo, intra e intergeneracionalmente, al perdurar en las dietas y los hábitos alimenticios (Espinoza-Ortega 2021).

El segundo bien común más destacado, son las fiestas tradicionales que reflejan la fusión del legado maya-hispánico (véase Tabla 4 y Figura 5). Especialmente se mencionó la vaquería, la cual data del siglo xvii en las haciendas, cuyas celebraciones hacían partícipes a los mestizos, criollos e indígenas (Baqueiro 1970). Las vaquerías siempre van acompañadas de las jaranas (música), por lo que no se puede concebir la una sin la otra. Vela menciona que, aunque el origen de las jaranas es incierto, algunos atribuyen que se trata de un legado español (2007). Sin embargo, existe la posibilidad de que se relacione con música indígena maya. Durante la reflexión, se mencionó que las vaquerías y jaranas, el carnaval, las celebraciones a los fieles difuntos y la fiesta del Cristo de la Salud, son parte de las festividades más emblemáticas de la vida en Hecelchakán.

Tabla 4 Distribución de las palabras clave relacionadas con las fiestas tradicionales 

Bien común Dimensión Palabra clave Narraciones que lo incluyen
Fiestas tradicionales
(incluidas en el
86.7 % de las
narraciones)
Cultural Identidad cultural 26
Tradición 25
Fieles difuntos 25
Vaquería y jarana 24
Carnaval 23
Fiesta del Cristo de la Salud 23
Social Conexión comunitaria 23
Identidad de lugar
(sentido de pertenencia)
20
Recreación 23
Apego de lugar 21
Sentimientos positivos 22

Fuente: elaboración propia.

Fuente: elaboración propia.

Figura 5 Fiestas tradicionales en la ciudad de Hecelchakán 

Otros bienes comunes mencionados fueron las prácticas productivas tradicionales, el patrimonio edificado y el patrimonio natural, que son valorados primordialmente por el bienestar económico que ofrecen a la comunidad por medio de la actividad turística y la generación de empleos (véase Figura 6 y Tabla 5).

Fuente: elaboración propia.

Figura 6 Las prácticas productivas tradicionales, el patrimonio edificado y el patrimonio natural en la ciudad de Hecelchakán 

Tabla 5 Distribución de las palabras clave, relacionadas con prácticas productivas tradicionales, patrimonio edificado y patrimonio natural 

Bien común Dimensión Palabra clave Narraciones que lo incluyen
Prácticas productivas
tradicionales
(incluido en el 82 %
de las narraciones)
Económico Turismo 16
Ingresos y empleo 24
Cultural Identidad cultural 22
Tradición 16
Transmisión de conocimientos 19
Historia 8
Bordados 15
Técnicas 8
Hipil 11
Urdido de hamacas 7
Social Conexión comunitaria 12
Identidad de lugar (sentido de pertenencia) 19
Sentimientos positivos 10
Patrimonio natural
(incluido en el 67 %
de las narraciones)
Ambiental Playas 15
Selvas 13
Manglares 12
Económico Turismo 20
Ingresos y empleo 20
Cultural Identidad cultural 16
Social Conexión comunitaria 10
Identidad de lugar (sentido de pertenencia) 11
Apego de lugar 12
Sentimientos positivos 21
Cuidado 17
Patrimonio edificado
(incluido en el 60 %
de las narraciones)
Económico Turismo 15
Cultural Identidad cultural 16
Historia 9
Iglesia de San Francisco 5
Haciendas 4
Social Conexión comunitaria 9
Identidad de lugar (sentido de pertenencia) 11
Apego de lugar 4
Sentimientos positivos 7

Fuente: elaboración propia.

No obstante, en el espacio de reflexión de los círculos, se identificó que el cuidado de estos elementos comunes responde más a la función social que a la económica. El mantenimiento de sus actividades productivas (como el urdido de hamacas o el bordado de hipiles) les permite fortalecer un sentido de pertenencia, una conexión entre los individuos y reforzar su identidad cultural. Por su parte, los elementos naturales como las playas, selvas o manglares, se cuidan como parte del vínculo espiritual, emocional y simbólico de su paisaje.

Los tres bienes comunes también fomentan sentimientos positivos y apego al lugar, debido a que originan relaciones afectivas con el entorno, motivando a que los individuos se sientan cómodos, seguros y pueden desarrollar su identidad personal y social (Hidalgo y Hernández 2001), fortaleciendo así la función social que tienen los paisajes culturales.

Localidad de Pomuch

En Pomuch los bienes comunes se encuentran relacionados con las actividades productivas tradicionales, derivadas del manejo de los recursos naturales. En las narraciones se mencionaron: el solar maya (incluido en un 98 %), la casa maya (67 %), la milpa maya (60 %) y la meliponicultura (34 %) (véase Figura 7).

Fuente: elaboración propia.

Figura 7 Radiografía de los bienes comunes cuidados de la localidad de Pomuch 

En este paisaje rural, el solar maya, descrito como un sistema tradicional de producción agrícola, tiene un papel fundamental para apoyar los requerimientos alimentarios de la familia a través de los huertos, la crianza de animales de traspatio (usualmente cerdos y pollos) y las plantas frutales (véase Figura 8 y Tabla 6). En el solar se cuidan tanto las técnicas como los saberes que facilitan la conservación de la agrobiodiversidad (Cabrera 2014; Cahuich-Campos, Huicochea y Mariaca 2014), por ejemplo, los ka’ anchés, que son un estilo de camas de tierra elevadas donde se ponen hojas, tierra, raíces y se dejan procesar de 3 a 4 días para servir de germinadores durante las sequías.

Fuente: elaboración propia.

Figura 8 El solar maya en la localidad de Pomuch 

Tabla 6 Distribución de las palabras clave relacionadas con el solar maya 

Bien común Dimensión Palabra clave Narraciones que lo incluyen
Solar maya
(incluido en el 98 %
de las narraciones)
Ambiental Animales de traspatio 24
Hortalizas de traspatio 22
Ka’anché 19
Plantas medicinales 18
Conservación de semillas 17
Económico Árboles frutales 16
Apoyo a la economía familiar 24
Ingresos y empleo 22
Ahorro / inversión 22
Producción de autoconsumo 26
Cultural Identidad cultural 28
Costumbres 23
Sistema prehispánico 24
Tradiciones 23
Conocimientos ancestrales 23
Medicina prehispánica 19
Técnicas 21
Social Hogar 30
Sentido de pertenencia 28
Apego de lugar 26
Forma de vida 23
Responsabilidad / labores de cuidado 28
Sentimientos positivos 28
Recreación / conexión con otros 23
Lazos de solidaridad y reciprocidad 25

Fuente: elaboración propia.

Las narrativas reconocen que los ka’ anchés son una pieza clave en el cuidado de la dieta (alimentación), de prácticas ancestrales y de los saberes curativos que persisten en el paisaje, ya que ahí se siembran las mejores semillas nativas, y de maíz también, para mejorar su variedad. Asimismo, germinan plantas medicinales, hortalizas e incluso plántulas de árboles frutales clave, como el ramón, para evitar su pérdida en periodo de sequía. Cuando crecen los suficiente se les siembra en la milpa o en los huertos dentro del solar en época de lluvia.

Las actividades del solar son, además, una forma de cuidado de la reproducción social, ya que respaldan la economía familiar. Las hortalizas y animales de traspatio generan un ingreso al venderse en un corto plazo y también funcionan como un fondo de ahorro-inversión, porque los animales son cuidados por varios años para venderlos en caso de emergencia (por enfermedad), para realizar una fiesta significativa (bodas, aniversarios), o como un ahorro para pagar la educación de los hijos. Cabrera señala que los solares pueden representar mejores oportunidades para las familias si tienen una alta productividad (si albergan jóvenes), pues aumenta su capacidad para diversificar sus actividades; en cambio, si la mayoría son adultos mayores y niños, pierden su rendimiento (2014).

En el solar se puede distinguir el cuidado del sistema sociocultural, porque se continúan y resguardan las artes rituales como el hets’ lu’um, donde se realiza una ofrenda a los aluxes y los “vientos protectores” del espacio. En el hets’ lu’um, los miembros de la familia, que habitarán o trabajarán en el solar, son presentados a los vientos para que no se les quede “atrapado el viento en sus cuerpos”; este ritual también sirve para “curar” el solar. Las ofrendas realizadas en el hets’ lu’um denotan el cuidado del patrimonio gastronómico, ya que está acompañada de alimentos emblemáticos como el saka’ (una mezcla de pozol y plantas sagradas), el pib (pibipollo) y el balche’ (una especie de bebida alcohólica que ancestralmente se realizaba con miel de melipona, extracto del árbol de balché y agua recolectada de un cenote).

En Pomuch, el solar maya puede considerarse un claro ejemplo de que el cuidado en los paisajes culturales implica un enfoque holístico, dado que se fomentan actividades que sostienen la vida de seres humanos y no humanos, y se emprenden acciones para la reproducción social. Cada actividad tiene un vínculo con el cuidado y la tradición mediante la distribución de las tareas; por ejemplo, alguien se dedica a la cría de los animales, otra persona a la siembra de las semillas, hortalizas de traspatio y frutales, otros a actividades artesanales y aquellos que se enfocan en el cuidado de la familia (de la salud y alimentación); finalmente, hay unos cuantos designados a velar por el cuidado general de todos los elementos en el solar.

Para facilitar las tareas de cuidado, es costumbre que en el solar convivan varias generaciones en viviendas vernáculas, mejor conocidas como casas mayas (véase Figura 9 y Tabla 7), las cuales representan la adaptación de las técnicas ancestrales para el aprovechamiento de los materiales naturales de la región, que se incorporan al ciclo ecológico una vez que dejan de ser útiles (Cabrera 2014). La casa maya también es un símbolo de cohesión social, porque tradicionalmente se construye con el apoyo de la familia o la comunidad, lo cual fortalece las relaciones sociales (Tello y Chico 1995).

Fuente: elaboración propia.

Figura 9 . La casa maya en la localidad de Pomuch 

Tabla 7 Distribución de las palabras clave relacionadas con la casa maya 

Bien común Dimensión Palabra clave Narraciones que lo incluyen
Casa maya (incluido en el 67 % de las narraciones) Ambiental Materiales del entorno 15
Adaptaciones al entorno natural 10
Especies vegetales distintas 7
Económico Ahorro en mano de obra 11
Materiales asequibles 13
Cultural Identidad cultural 17
Técnicas tradicionales 15
Saberes constructivos 15
Rituales 9
Conocimientos ancestrales 14
Social Instrumentos / utensilios 15
Hogar 20
Sentido de pertenencia 19
Apego de lugar 29
Familia extensa 14
Cohesión social 12
Sentimientos positivos 17
Recreación / conexión con otros 12

Fuente: elaboración propia.

Albergar una familia extendida en el solar, permite fortalecer los lazos de reciprocidad y solidaridad que requiere el buen desarrollo de otras actividades productivas tradicionales. Como el caso de la milpa maya (véase Figura 10 y Tabla 8), donde se reparte la carga de trabajo para sembrar maíz y otras especies de la dieta tradicional. La milpa tiene diversas dinámicas de cuidado: es resultado de los conocimientos y las prácticas ancestrales de la roza-tumba-quema. Cuando se realiza la milpa, se cuida las semillas de los árboles para que posteriormente puedan crecer. Al abandonar la milpa, los campesinos protegen el área para que se “vuelva a levantar” y que no se queme hasta que se haya recuperado la vegetación. La comunidad también cuida que la selva no sea desmontada si los árboles no tienen un tamaño adecuado, y también se cuida la fertilidad de la tierra.

Fuente: elaboración propia.

Figura 10 La milpa maya en la localidad de Pomuch 

Tabla 8 Distribución de las palabras clave relacionadas con la milpa maya 

Bien común Dimensión Palabra clave Narraciones que lo incluyen
Milpa maya (incluido en el 60 % de las narraciones) Ambiental Cultivos tradicionales 18
Conservación de semillas 16
Cuidado de la tierra 16
Cuidado de la biodiversidad 13
Plantas medicinales 10
Relación humano-naturaleza 7
Económico Autoconsumo 18
Apoyo a la economía familiar 17
Ingresos por venta 16
Cultural Identidad cultural 18
Técnicas tradicionales 18
Sistema prehispánico 18
Rituales 16
Conocimientos ancestrales 18
Instrumentos tradicionales 11
Tradiciones 10
Siembra de plantas medicinales 8
Elementos sagrados según cosmovisión 12
Roza-tumba y quema 18
Social Responsabilidad / labores de cuidado 17
Apego de lugar 14
Cohesión social 12
Sentimientos positivos 13
Ayuda de familia extensa 15
Lazos de solidaridad y reciprocidad 18
Recuerdos / nostalgia 8

Fuente: elaboración propia.

Al igual que el solar, la milpa desempeña un papel destacado en el cuidado de la dimensión sociocultural mediante la diversidad de rituales, entre los que podemos mencionar los siguientes: saka’ (pedir permiso a los aj kanules-señores del monte para hacer la milpa); jo’oché kool (agradecimiento por la primera cosecha); ch’a’aj cháak (para la petición de lluvias); janli kool o huaji kool (agradecimiento comunitario a los vientos, a los señores de los montes por las cosechas); y loh-kax (se realiza cuando hay malas cosechas).

Por otra parte, la meliponicultura involucra el cuidado de la selva y la variedad florística, ya que le da a la miel diversos sabores y tiene propiedades curativas: endulzante de alimentos y para aliviar algunas enfermedades como resfriados, asma, conjuntivitis, y fortalecer la salud de la piel (Quezada-Euán, De Jesús y González-Acereto 2001).

El cuidado de las abejas también se encuentra motivado por el ingreso económico que representa la venta de miel, y, algunas veces, las colonias de melipona fungen como un seguro para eventos fortuitos (véase Figura 11 y Tabla 9). Pat et al. relatan que colonias de ko’olel kaab pueden venderse cuando un meliponicultor se enferma o fallece (2018). Sin embargo, no es una práctica usual, debido a que las familias mayas consideran que ellas son un legado ancestral, por lo tanto, se heredan a los hijos; otras veces se regalan a la familia o, en última instancia, se ponen a la venta a los vecinos y amigos.

Fuente: elaboración propia.

Figura 11 La meliponicultura en la localidad de Pomuch 

Tabla 9 Distribución de las palabras clave relacionadas con la meliponicultura 

Bien común Dimensión Palabra clave Narraciones que lo incluyen
Meliponicultura (incluido en el 34 % de las narraciones) Ambiental Cuidado de las abejas 18
Conservación de las selvas 16
Cuidado de variedad florística 16
Abejas nativas 13
Económico Ahorro / inversión 18
Autonomía económica de las mujeres 17
Ingresos extra 16
Cultural Patrimonio 18
Técnicas tradicionales 18
Conocimientos ancestrales 18
Tradiciones 16
Identidad cultural 18
Instrumentos / utensilios 11
Elementos sagrados según cosmovisión 12
Social Responsabilidad / labores de cuidado 17
Lazos de solidaridad y reciprocidad 12
Sentimientos positivos 14
Cohesión social 12
Apego de lugar 13

Fuente: elaboración propia.

Actualmente, el cuidado de la meliponicultura se está diluyendo por el desconocimiento del manejo de las colmenas, por la falta de interés de los jóvenes en esta actividad y por la incapacidad de transmitir los conocimientos y las técnicas a las nuevas generaciones (Pat et al. 2018; González y Quezada 2011). Asimismo, el cuidado de los saberes curativos, asociados a la miel, se ha deteriorado, quedando presente sólo en las generaciones mayores.

De las radiografías de los paisajes culturales de Hecelchakán, hemos observado que las motivaciones para cuidar los bienes comunes se asocian por las diferentes funciones que desempeñan en cada espacio. En la localidad de Pomuch, las prácticas de cuidado se encuentran estrechamente vinculadas con el modo de vida tradicional. Mientras que en la ciudad de Hecelchakán, se nota el proceso evolutivo del paisaje y una dinámica de cuidado, relacionada con el mantenimiento de la identidad cultural, sin embargo, se han realizado adecuaciones para ser más atractivo al turismo sin perder su esencia.

A pesar de las diferencias en las prácticas de cuidado de ambos paisajes culturales, es posible distinguir un mismo factor: las relaciones comunitarias socializan las necesidades de cuidado de aquellos elementos más preciados, para así mantenerlos en el presente y futuro. De esta forma, las relaciones sociales se convierten en un bien común porque articulan las identidades individuales y colectivas, facilitando consensos de los elementos que deben cuidarse como base para construir un bienestar compartido (Giddens 1998; Federici 2019).

Entonces, la solidez de las prácticas del cuidado en los paisajes, depende en mayor medida del sentimiento de “comunalidad” que fomenta el establecimiento de lazos de solidaridad, cooperación y apoyo mutuo en el grupo que comparte un mismo espacio (Olson 1965; Federici 2019). Por lo tanto, la comunalidad instala un sentido de pertenencia y de conexión con otros, donde el cuidar y ser cuidado, se convierten en objetivos que buscan mantener los elementos que sostienen la calidad de vida (Ryan y Deci 2001; Throsby 2003).

En este sentido, las narrativas de Hecelchakán muestran la existencia de un sentimiento de comunalidad que fortalece las prácticas de cuidado, porque pudieron llegar a un consenso sobre sus bienes más preciados y también reflexionaron en cómo éstos generan una sensación de bienestar en distintos ámbitos (vése Tabla 10).

Tabla 10 Elementos del cuidado en los dos paisajes de Hecelchakán como parte del bienestar 

Bienes comunes Motivaciones para su cuidado Bienestar que generan
Iglesias,
haciendas
y monumentos
históricos
Fomentan el atractivo turístico,
favorecen la cohesión social
comunitaria y conservan una memoria histórica.
Conexión con otros; sentido
y apego al lugar; recuperan la
memoria del lugar.
Gastronomía
tradicional
Apoyan la alimentación, es atractivo
turístico y generan ingreso
económico. Se le ve como un legado
familiar-comunitario.
Identidad cultural fortalecida,
nutrición, conexión con otros,
con la familia y con el espacio.
Fiestas típicas Generan atractivo turístico;
resaltan la importancia de cuidar el
legado cultural, compartiéndolo y
enseñándole su valor a las
generaciones futuras.
Identidad cultural fortalecida
y cohesión social.
Solar maya Apoyan la alimentación familiar;
contribuyen a cuidar la salud
con las plantas medicinales y los
saberes; contribuyen al ingreso
económico familiar a través de los
animales y plantas de traspatio.
Nutrición, salud, economía
familiar, medio ambiente sano
y conservan parte del patrimonio cultural, reflejado en los
conocimientos tradicionales.
Casa maya Proveen de lugar para habitar a bajo
costo con elementos naturales.
Vivienda; aprovechamiento
sostenible de los recursos naturales;
se mantiene parte del patrimonio
cultural, a través de los saberes constructivos.
Milpa maya Apoyan la alimentación; representan
ahorro en la compra de alimentos;
ayudan a cuidar el medioambiente
(fertilidad de suelo, conservación
de especies arbóreas, entre otras);
permiten la continuidad de una
práctica productiva tradicional y la
dimensión cultural asociada.
Bienestar económico y ambiental;
estimulan los lazos de
solidaridad y reciprocidad en
el núcleo familiar-comunitario;
fortalece la identidad cultural a
través de saberes y rituales.
Meliponicultura Mantiene una práctica productiva
tradicional, conserva saberes
ancestrales, ayuda a cuidar el medio
ambiente y apoya la economía
familiar.
Bienestar económico y ambiental.

Fuente: elaboración propia.

En este mismo proceso, los participantes reconocieron que la organización social, sus arreglos y negociaciones para involucrarse en el mantenimiento de las condiciones y experiencias de vida, van moldeando el papel de la comunidad como institución informal para el cuidado del paisaje. Desde ahí, emanan diferentes actividades que explican la importancia de su participación, como las brigadas para preservar los manglares, el apoyo para la producción y comercialización de la miel, la ayuda para realizar la roza-tumba-quema de la milpa, el cuidado de las hortalizas y animales de traspatio, el mantenimiento de las tradiciones y costumbres como el Hanal Pixán o la Limpieza de los Santos Restos, la transmisión de los conocimientos ancestrales, el seguimiento de prácticas tradicionales productivas y artes rituales y la continuidad de la lengua maya como parte de la identidad cultural.

Configurarse como una institución informal del cuidado sugiere que, a pesar de las perturbaciones en el contexto, como podrían ser la instauración de proyectos de ordenamiento territorial, de infraestructura o la misma evolución del paisaje, puede esperarse que exista una salvaguardia adecuada de la identidad cultural y del patrimonio en su paisaje. Como señalan Greider y Gargovich (1994) y Gudykunst (2001), se ha observado que una identidad cultural fortalecida, genera lazos sólidos que favorecen para pensar y actuar hacia metas comunes, por lo tanto, la identidad cultural es la promotora que impulsa la socialización de las necesidades de cuidado, para preservar lo más valioso de sus paisajes en el tiempo.

Esta idea pone de manifiesto que, en los paisajes, como el caso de Hecelchakán, nos encontramos ante algo mayor que una diversidad de prácticas de cuidado. Se trata más bien de una “cultura de cuidado”, que se compone de dos vertientes: la primera se refleja en el conjunto de prácticas y actores que tejen lazos para hacer frente a las necesidades de cuidado; y la segunda, muestra que su esencia se extiende a la forma en cómo se valora el paisaje y los bienes (tangibles e intangibles) como elementos significativos que se encuentran íntimamente relacionados con su acepción de bienestar.

Desde esta perspectiva, recuperar la cultura de cuidado de los paisajes, conduciría a crear estrategias para mantener y mejorar las condiciones económicas, ambientales, sociales y culturales, de un espacio que pueda ser habitable de la mejor manera posible, favoreciendo la meta trascendental del cuidado (Fisher y Tronto 1990). Por otra parte, su estudio debe profundizarse y continuarse para identificar los actores formales e informales que participan, o que se pueden integrar para mejorar la capacidad de acción y, por tanto, su capacidad de cuidar la riqueza de los paisajes culturales.

Conclusiones

El análisis constructivista, desde las narrativas y las radiografías, logró alcanzar el propósito de identificar los bienes comunes más importantes en la ciudad de Hecelchakán y la localidad de Pomuch, al igual que las prácticas de cuidado. Las radiografías se presentan como una buena herramienta para mapear las dinámicas sociales que apoyan la conservación del patrimonio. Tal vez, la mayor aportación de las radiografías ha sido facilitar el reconocimiento de la “cultura de cuidado”, porque se logra visualizar las interconexiones entre el conjunto de prácticas, las necesidades e importancia de cuidar esos bienes comunes, vinculados a todos los sistemas (económico, ambiental, cultural y social).

Recuperar la “cultura de cuidado”, resalta el papel de las relaciones sociales como un bien común y piedra angular para mantener la continuidad del paisaje. Asimismo, se documenta cómo las comunidades e individuos, especialmente los adultos mayores, se desempeñan como portadores culturales del cuidado desde la experiencia. Este proceso implica recordar los sentimientos, las sensaciones y las emociones que generan los bienes comunes y lograr transmitir el valor inconmensurable que tienen como parte de la vida colectiva. Cuando las actuales generaciones se apropian de las motivaciones y las necesidades de cuidar dichos bienes, fomentan la organización y producción de redes para crear soluciones que deriven en la preservación hacia el futuro.

Continuar con el estudio de la cultura del cuidado en los paisajes podría redefinir la forma en cómo se gestionan los territorios y crear alternativas a partir de la visión de los actores locales, con el propósito de perseguir una transformación armónica del espacio, respetando los valores, percepciones y significaciones que se encuentran ahí contenidos.

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2La UNESCO (2003) define al patrimonio cultural inmaterial como los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas (junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes) que las comunidades, los grupos y, en algunos casos, los individuos reconozcan como parte de su identidad.

Recibido: 27 de Mayo de 2022; Aprobado: 14 de Noviembre de 2022

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