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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.2 no.2 Mérida sep./dic. 2007

 

Reseñas

Pierre, Vidal-Naquet, La Atlántida. Pequeña historia de un mito platónico. Madrid. Akal. 2005. ISBN 9788446024163. 189 pp.

Romina España Paredes1 

*Universidad Autónoma de Yucatán

Vidal-Naquet, Pierre. La Atlántida. Pequeña historia de un mito platónico. Madrid: Akal, 2005. ISBN: 9788446024163. 189p.


Desde que la Atlántida fue mencionada en los Diálogos de Platón Critias y Timeo, el continente perdido ha formado parte de la historia de los mitos y su alcance ha trascendido a los relatos de viaje, las crónicas, las novelas y la historia de las naciones. En tales casos, el mito platónico ha funcionado ideológica y socialmente según las condiciones o las necesidades de una época, como recurso para explicar las eventualidades del descubrimiento de un nuevo continente, a la vez que como representación filosófica y literaria de los otros lugares. Incluso en la actualidad es un tema que despierta gran interés de los científicos que intentan estudiar la geografía de un continente supuestamente perdido por una catástrofe natural, tal como ha quedado manifiesto en la conferencia internacional The Atlantis Hypothesis: Searching for a Lost Land, llevada a cabo en julio de 2005, en Grecia. Y no se trata de un esfuerzo aislado.

El estudio de los mitos en general ha objetivo de diferentes disciplinas y bajo diversas perspectivas: en cerca de dos siglos, tanto literatos como psicólogos, historiadores, filósofos, psicoanalistas, sociólogos y antropólogos -entre otros estudiosos- han abordado su análisis a partir de sus perspectivas teóricas. Puede ser que la amplitud de enfoques teóricos haya influido en la difícil caracterización del mito de la Atlántida, sin embargo, la dificultad en su sistematización realmente tiene que ver con las actualizaciones de su significado y su constante reestructuración.

En efecto, a lo largo de la historia, las múltiples "Atlántidas" descritas en discursos de diverso tipo, pocas veces asumen las características presentadas en los diálogos platónicos. No es de sorprender, entonces, que este continente se asemeje a la anhelada Edad de Oro, a modo de isla afortunada situada en la mitad del mar tenebroso, habitada por una sociedad ideal, que -según algunas propuestas- puede incluso reconocerse en un espacio geográfico contemporáneo. Por lo tanto, en algunos casos la Atlántida se ha pensado como una utopía que puede ubicarse adelante en el tiempo, y que presenta una posibilidad o más bien, una versión contraria a la topía. Es este carácter alternativo lo que le otorga al mito el aspecto de imaginario, de ahí que la Atlántida no sólo marque un distanciamiento de lo existente, sino que al igual que una utopía, entraña una opción a los males sociales y creencias o ideologías de civilizaciones actuales.

Tras una larga trayectoria, de casi medio siglo de investigación sobre la Atlántida, en enero de 2005 aparece en su edición francesa el trabajo del historiador Pierre Vidal-Naquet (1930-2006), Petite histoire d'un mytheplatonicien. En el "Prólogo a las ediciones italiana y española" de este libro traducido al español como La Atlántida. Pequeña historia de un mito platónico, el mismo autor explica que su interés por el tema surgió en 1955, tras haber escuchado la conferencia de un helenista de la Soborna en Orleáns. A partir de ese momento, su labor se enfocó en el estudio de la oposición entre una Atenas antigua descrita por Solón, y la Atlántida como alegoría primordial de la Atenas contemporánea de Platón, confrontación paradójica que enfrenta a Atenas contra Atenas. La perspectiva crítica de Vidal-Naquet sobre el mito de la Atlántida lo llevó a participar en coloquios y a desarrollar ensayos desde los años setenta sobre las historiografías nacionales.

La historia del mito platónico elaborada por Vidal-Naquet, es un estudio sobre el desarrollo cronológico de la Atlántida, enfocándose en la resignificación de cada una de sus versiones. Se trata entonces, de un estudio de corte diacrónico, que intenta desentrañar las múltiples interpretaciones e innovaciones que el mito ha alcanzado en diferentes momentos, tanto en la literatura, como en la filosofía y en los discursos ideológicos de las naciones.

En el capítulo I, "Al principio era Platón", el autor aborda una de las polémicas centrales en torno al Critias, y que radica en el carácter inconcluso del diálogo. Es bien sabido que el texto finaliza con la observación de Zeus que advierte "la depravación de un pueblo antes tan generoso y deseando castigarlo para que volviera a la virtud y sabiduría, reunió a todos los dioses [...], y al verlos les dijo...". El suspenso de Platón es, para Vidal-Naquet, una estrategia discursiva y no una deficiencia: parte de la intención original del filósofo de presentar un diálogo incompleto. De ahí que, un aporte significativo del autor consista en explicar que en el Timeo, Platón va a multiplicar lo que Roland Barthes denomina "efecto de lo real", que consiste en reiteradas advertencias que indican que lo relatado no es una ficción.

Atendiendo el trabajo discursivo de los Diálogos, Vidal-Naquet señala los juegos narrativos con los que cuenta su "ficción poética": "Platón da forma al poema que Solón no escribió [el mismo Solón es un personaje de ficción], y el relato que hace Critias se basa en las notas escritas en griego por Solón y conservadas por la familia de Critias" (29).

Ahora bien, ¿cuál es la necesidad de contar la historia de la Atlántida? Según el autor, la respuesta a esta pregunta la encontramos en la Atenas primitiva, que se describe en el mito platónico, y que, de hecho, ajusta a la representación realizada en la historia oficial ateniense, la de Herodoto. Así, la descripción del enfrentamiento de una Atenas representada en el marco de una sociedad primitiva y austera, ante una Atlántida, militar y desarrollada, es en realidad el relato de la guerra "de la Atenas llamada primitiva, contra la Atenas imperialista tal como se formó tras las guerras médicas" (Vidal-Naquet, 2006: 35). De esta manera, el primer capítulo anticipa el conflicto y oposición a partir del principio de alteridad entre estas dos sociedades en contraste y en guerra militar: Atenas es la ciudad de "lo mismo", y la Atlántida "es el imperio en donde la alteridad se desarrolla" (Vidal-Naquet, 2006: 41). En este sentido, las historias de Platón sobre la Atlántida siguen, según De Gandía en su Historia crítica de los mitos de la Conquista, "su costumbre de imaginar sociedades ideales para exponer con ellas sus enseñanzas, tiene un fondo científico y muy difícil de descubrir". En su discurso, Platón presenta el motivo de la Atlántida con fuerte sentido alegórico, empleándolo, en realidad, para referirse críticamente a su propia época y a los problemas de la Atenas contemporánea.

Cercano a la idea de Vidal-Naquet, Raymond Trousson en Historia de la literatura utópica. Viaje a países inexistentes, explica que la oposición entre la Atenas del pasado y la Atlántida, se presenta cuando Platón hace triunfar a la Atenas mítica sobre una Atlántida dominadora e injusta, lo que significa trasponer el conflicto que de 492 a 449 a.C. había alzado a la ciudad contra los invasores persas. Podríamos decir entonces, que la utopía no está en la Atlántida, sino en la Atenas primitiva, platónica, donde se encuentra el verdadero ideal, tal como señala Vidal-Naquet.

Es interesante observar que para el autor es sólo la riqueza de la isla fabulosa lo que convierte a la Atlántida, una utopía negativa, en "una utopía positiva, una especie de paraíso terrenal". Cabe señalar que para otros estudiosos como Trousson o Pierre-François Moreau, el carácter ideal radica, desde la Antigüedad, precisamente en su insularidad.

En el segundo capítulo titulado "Atlántidas antiguas", Vidal-Naquet analiza el desarrollo del mito en la Antigüedad griega, romana y protobizantina. En este apartado, el autor plantea un fundamento básico que será retomado a lo largo del libro: la consideración a partir de la cual establece que el mito de la Atlántida tuvo una utilidad ideológica en los períodos de transición política y cambio social. De este modo, en el transcurso de la historia, aquella se transformó en un mito conciliador, en un punto de contacto entre distintos frentes ideológicos.

Situándose en la segunda mitad del siglo IV, cuando el mundo grecorromano se volvía judío (del imperio romano al cristiano), Vidal-Naquet refiere cómo Amiano Marcelino, el último de los grandes historiadores romanos, afirmó la existencia de la Atlántida sin ningún escepticismo. Pero tal vez más significativo sea el caso de autores judíos que en el siglo I tradujeron sus obras al griego, entre ellos Filón de Alejandría, quien se refiere al mito para acentuar la consolidación de la autoridad de la Biblia. En cualquier caso, hasta el siglo XI el mito platónico siguió conciliando ideas y religiones, tal es el caso del último cristiano antiguo, Cosmas Indicopleus, quien consideró que la Atlántida del mito de Platón era la versión transformada del logos de Moisés.

En el siguiente capítulo, "El retorno de los atlantes. 1484-1710", el autor destaca dos elementos en la caracterización de este período histórico. Uno se relaciona con el descubrimiento de América en 1492, que abrió nuevas posibilidades para la ubicación de la isla, y otro, el surgimiento del nacional-atlantismo, a partir del cual determinados estados asumieron una posición de superioridad frente a otros, retomando las cualidades míticas asociadas a la caracterización de aquella sociedad.

Como hemos mencionado, la idea de la Atlántida se mantuvo vigente en la imaginación de los viajeros. Vidal-Naquet advierte que "los hombres del siglo XVI abordan el Nuevo Mundo con dos marcos esenciales. Uno está formado por la tradición grecorromana de la que se alimentaron -y la Atlántida de Platón forma parte de esta tradición-, y el otro es la tradición bíblica, que para ellos representa la verdad" (2006: 69). El nuevo mundo hará resurgir a las Islas Afortunadas, que como Gómez Espelosín explica en El descubrimiento del mundo. Geografía y viajeros en la antigua Grecia, en la mentalidad grecorromana serán "el escenario adecuado para albergar toda clase de maravillas. Su aislamiento natural les permitía preservar inalteradas unas condiciones de vida [...]. Una isla era, por tanto, el espacio más apropiado donde ubicar sociedades ideales o al que relegar los seres semidivinos o de carácter extraordinario y monstruoso". Entre éstas se encuentra la misma Atlántida que, conocida también en la Edad Media como Antilia, Colón buscó a raíz de sus lecturas sobre una isla occidental que figuraba en las cartas del Océano Tenebroso.

En su Pequeña historia..., Vidal-Naquet refiere algunos comentarios sobre el alcance que tuvo el mito de la Atlántida, al momento de resignificar la brecha entre el Nuevo Mundo y el Viejo. En ese contexto, el autor señala el caso de fray Bartolomé de las Casas, quien en 1527, en defensa de los indios de Chiapas, afirma que una parte del continente descrito por Platón no fue destruido. Pero sin duda uno de los ejemplos más interesantes es de Gerolamo Fracastore, quien publica en latín, en 1530, su poema La sífilis o el mal francés, en el cual sugiere que los americanos son los sobrevivientes de la Atlántida, castigados con la sífilis y el hundimiento de su continente por la cólera divina (Vidal-Naquet, 2006: 69). En el libro también se advierte que las historias sobre la Atlántida se cruzan con el mito de origen bíblico sobre la tribu perdida de Israel, y que, en cualquier caso, aquellos relatos mantienen estrecha relación con los mitos utópicos.

En De la edad de oro a El Dorado. Génesis del discurso utópico americano, Fernando Ainsa explica que la diferencia entre la Atlántida y la utopía resulta particularmente difícil en esta etapa, porque "es casi imposible separar en el momento del encuentro, de la conquista y colonización, el proceso de mera transculturación de mitos clásicos como los de la Edad de Oro, el Paraíso terrenal, las Islas Fortunadas, la Arcadia, el país de Jauja o de Cuña, de lo que es la prepuesta de la 'ciudad ideal' de la utopía".

El nacional-atlantismo, por su parte, uno de los tópicos centrales del trabajo de Vidal-Naquet, consiste en atribuir a una sociedad, un origen atlante, con lo cual se le confieren determinados derechos o una posición de superioridad con respecto a otras. Por ejemplo, en 1580 J. van Gorp (1580) explica que España tiene derechos divinos sobre África y América, y Pedro Sarmiento de Gamboa, en 1572, señala a Felipe II que la Atlántida, entendida como América, pertenece a España por derecho divino. A finales del siglo XVII, el sueco Olaus Rudbeck busca en la Atlántida su patria imaginaria e identifica en ella a Suecia como origen de todas las naciones, de modo que reemplaza a Israel por la Atlántida en su papel de pueblo elegido. Este nacional-atlantismo, que nace en España, se prolonga hasta el siglo XIX.

Es interesante observar que en el Renacimiento, Bacon habla de la isla de Bensalem en su obra Nueva Atlántida (publicada en 1627). Vidal-Naquet explica que aquella "hereda, por una parte, la Atlántida de Platón, pero fue evangelizada por san Bartolomé" (75). Queda claro que en este momento los problemas éticos de Platón son presentados por este utopista clásico como un problema social. Tal vez ahora estemos ante una Atlántida no alegórica, sino más bien utópica, en la medida que presenta una sociedad con una organización ideal, ubicada en un espacio lejano en los mares del Sur.

Luego de referirse a la época de los grandes descubrimientos, en el capítulo IV, "Luces de la Atlántida 1680-1786", Vidal-Naquet recuerda que hubo un esfuerzo por parte de los filósofos de este período por lograr una unidad en la historia religiosa de la humanidad. De este modo el autor se pregunta si hubo, como se ha dicho, una tentativa deliberada para resucitar el paganismo sobre los restos judeocristianos. En este sentido, el estudioso analiza si los filósofos del siglo XVII y XVIII, al retomar la mitología antigua -que desde el siglo xv estuvo al alcance de los hombres cultos-, destruyen la historia universal que había sido fundada en la tradición bíblica dominante -mitos judeocristianos-. Así podemos verlo en el caso de Nicolas Boulanger (1722-1759), un importante personaje de la Ilustración que utiliza el mito de Platón para demoler la cronología bíblica; mientras en la Italia del siglo XVIII, Gian Rinaldo Carli designa a su nación la heredera de la Atlántida y de la sabiduría antigua.

En el capítulo V, "El gran viaje. 1786-1841", el autor se sitúa en la etapa de transición entre la Ilustración y el Romanticismo. Por un lado las ideas de aquella se proyectan en la secularización del mito, y por el otro, éste hace de la Atlántida "un lugar de belleza ideal". En la Italia del siglo XIX, Platón es retomado como el maestro del nacionalismo, con el cual los italianos buscan apoderarse "del pasado más lejano para imponerse mejor en el presente" (124). Así, Vidal-Naquet destaca la existencia de dos versiones británicas y una irlandesa del mito nacional-atlántico, "las tres son tardías y tienen que ver con la tradición ocultista y romántica más que con la filosofía de la Ilustración" (125).

Con respecto a las múltiples Atlántidas, en el capítulo VI -"Es preciso que una nación esté abierta o cerrada"- se retoma el tema del nacionalismo presentado en los capítulos III, IV y V. Resulta revelador para el estudio histórico de la Atlántida el trabajo que Vidal-Naquet hace en este apartado, ya que pone en evidencia el esfuerzo de apropiación de este mito fundacional. Así, el autor plantea que "los tiempos positivistas no ven el término de los delirios atlantómanos, pero sin duda facilitan el desplazamiento del mito a la novela" (131). El personaje paradigmático para Vidal-Naquet será Julio Verne. En el caso de Es paña, sobresalen algunas epopeyas como la de Jacint Verdeguer (1877), mientras que en la Francia del siglo XX, la Atlántida se convierte en un "figura esencialmente novelesca" con la obra L'Atlantide de Pierre Benoit (1919). Vidal-Naquet hace especial mención de Thomas-Henri Martin, quien en 1841 busca poner fin a las valoraciones ambiguas que la isla había mantenido con las ciencias, e interpreta al mito tal como Platón lo había concebido: una crítica a la Atenas imperialista.

En este mismo capítulo también sobresale el tema del nacionalismo alemán. Al respeto el autor explica que, en aquel país, el tópico de la Atlántida se desarrolló principalmente tras el desastre de 1918, bajo formas supuestamente científicas, aunque en realidad tuvieron un contenido meramente ideológico en el pensamiento prenazi y nazi que se apoderó del tema. Es verdad que el papel ideológico del mito puede responder a varios de sus principios constitutivos, sin embargo, entre los más significativos se encuentran su vínculo con el ideal de espacio utópico, ya que la Atlántida es -con frecuencia- normativa, y representa el deber ser, al mismo tiempo que es un mito de carácter alegórico, que asume en su discurso la crítica de una sociedad a partir de la comparación y el contraste. Tales asociaciones las podemos ubicar con claridad en el capítulo VII, "El interludio: notas sin música", donde Vidal-Naquet presenta un anexo a la sección alemana o hitleriana, en la que consagra su estudio a dos obras inspiradas en el mito de Platón. La primera sería la ópera compuesta por Víctor Ullman (1898-1944), con un libreto de Peter Kien (1919-1944), en la cual se identifica al Reich alemán con la Atlántida, de modo que ésta funciona como el símbolo de un imperio totalitario. La otra, sería la novela autobiográfica de Georges Perec (1936-1982), W ou le souvenir d'enfance (1975). En esta última, encontramos una nueva versión del mito, en el que la isla W pasa de ser un lugar de ensueño a convertirse en una pesadilla, una suerte de utopía negativa -dystopía-, de modo que aquel lugar privilegiado "se convierte en Auschwitz igual que la Atlántida se convierte en el mundo del Otro y la diferencia" (2006: 152).

El último capítulo del libro, "El agua, la tierra y los sueños", está dedicado a Gaston Bachelard. En él, Vidal-Naquet se refiere a la manera en que los elementos agua, tierra y sueño están presentes en todos los textos que hablan de la Atlántida, de la "historia de imaginarios" que él ha intentado presentar en el libro. En este apartado se retoma el contacto de las historias sobre la isla con las "ciencias ocultas", pero ya no en el siglo XVIII, sino a finales del siglo XIX. Incluye casos como el del pastor de la teosofía William Scott-Elliot, y el del "cuentista" Augustus Le Plongeon, quien creía que un tercio de la lengua maya era griega. Vidal-Naquet concluye su libro con una declaración para sus lectores: "devolver el mito a la imagen y a la poesía, tras haber desentrañado su historia, es la gracia que deseo a todos los que hayan leído este pequeño libro" (162).

Para finalizar, destacaremos la postura crítica del autor ante los estudios historiográficos, como una de las principales aportaciones de La Atlántida. Pequeña historia de un mito platónico, quien en un esfuerzo por establecer un panorama general y definir el alcance del tópico de la Atlántida en la historia, analiza las propuestas de una multitud de especialistas en diversas disciplinas. Mención especial merece el "Apéndice" de este libro, que incluye dos artículos publicados en Times en 1909, "El continente perdido" y "Atlántida", ambos escritos por el arqueólogo K. T. Frost.

El estudio de Vidal-Naquet en torno a la Atlántida a partir de su carácter alegórico caracteriza los distintos momentos de la historiografía de las naciones, a través de la búsqueda geográfica de la mítica isla, de la intención utopista, del propósito conciliador de (re)ubicar esta isla en un continente recién descubierto, o de reconocer en ella la fundación de un nacionalismo etnocentrista. Con esto, Vidal-Naquet cumple con su objetivo de comparar el motivo de la Atlántida en los distintos nacionalismos de la historia europea y americana, a la vez que aporta un estudio completo sobre los alcances sociales e históricos del mito.

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