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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.20 no.42 Hermosillo may./ago. 2008

 

Reseñas

 

Joyce Marcus y Charles Stanish (editores) (2006), Agricultural Strategies.

 

Jacinta Palerm Viqueira*

 

Los Angeles, Cotsen Institute of Archaeology, University of California, 428 pp.

 

* Profesora–investigadora de Estudios del Desarrollo Rural, del Colegio de Postgraduados. Nivel II en el Sistema Nacional de Investigadores.
Correo electrónico: jpalerm@colpos.mx

 

Luego de algunas décadas de afirmar de manera contundente: "Ya se probó que Karl Wittfogel estaba equivocado", hay un resurgimiento cauteloso. El libro Agricultural Strategies, editado por Joyce Marcus y Charles Stanish, se basa en los trabajos presentados en un simposio del Instituto Cotsen de Arqueología, que no se tituló "civilizaciones hidráulicas", sino "gestión del agua y estrategias agrícolas" y se redujo finalmente a "estrategias agrícolas".

Agricultural Strategies pertenece a una tradición de publicaciones que reúnen presentaciones en congresos, centrados en el debate sobre riego y civilización, iniciado en 1955 con Irrigation Civilizations. A Comparative Study, congreso al que asistieron Karl Wittfogel, Julian Steward, Angel Palerm y otros; en 1962 siguió Civilizations in Desert Lands donde, por ejemplo, Rene Millon presentó el trabajo Variaciones en la respuesta social a la práctica de la agricultura de riego; en 1974, Irrigation's Impact on Society; en 1996, sin embargo, Canals and Communities. Small Scale Irrigation Systems se enfocó en el efecto del pequeño riego en tanto distinto del de las grandes obras (Steward 1955; Woodbury 1962; Downing y Gibson 1974; Mabry 1996) y seguramente hay otros.

La problemática planteada en Agricultural Strategies se centra en el origen de la civilización (mayor complejidad social) y su relación, como base material e incluso causa, con el regadío o con la intensificación de la agricultura.

Lo positivo de Wittfogel —dicen— es que propone la existencia de una relación entre jerarquías e hidráulica, entre el origen del Estado y el fortalecimiento de la agricultura, que proveyó los medios para la producción de excedentes, lo que a su vez proporcionó la base material para la diferenciación socioeconómica. Sin embargo, —añaden— es motivo de debate cómo la intensificación de la agricultura se relaciona con el poder del Estado, es decir, los mecanismos por los cuales la elite expandió el control. En la propuesta de Wittfogel, el requerimiento de administradores para construir y dirigir las grandes obras de riego llevó al surgimiento de una elite y del Estado (Marcus y Stanish 2006).

Erickson, autor del capítulo "Intensification, Political Economy and the Farming Community: In Defense of a Bottom–Up Perspective of the Past" critica lo que llama el enfoque neo–wittfogeliano o de economía política, que señala la existencia de algún tipo de relación causal entre intensificación de la agricultura y el origen del Estado. También incorpora un concepto tocado brevemente por Gordon Childe (1942) —y criticado también por Erickson— el requerimiento de mecanismos de coerción para la producción y entrega de excedentes. En los análisis de Alexander Chayanov (1985) y de Marshall Sahlins (1977) sobre el modo doméstico de producción, las unidades domésticas despliegan trabajo para satisfacer sus necesidades de consumo y una vez cubiertas, la inversión de trabajo cesa y, por lo tanto, no producen excedentes.

Erickson argumenta que se presta poca atención a las capacidades de los campesinos para manejar sistemas agrícolas complejos intensivos, sin la ingerencia del Estado (p. 338–340). Da diversos ejemplos, entre ellos el estudio de Lansing sobre Bali, como caso de sistema agrícola intensivo regional, coordinado sin intervención del Estado. Vernon Scarborough, encargado del texto de discusión final, "Intensification and the Political Economy: Con textual Overview", sin negar la evidencia presentada por Erickson, pregunta: ¿qué hacen estas comunidades pequeñas con los excedentes, si no los invierten en todo lo que las elites y los Estados lo hacen: pirámides, palacios, gasto suntuario, etcétera? Lo que alude al problema planteado: ¿qué desencadena la formación de una elite capaz de captar excedentes, puesto que en el modo doméstico de producción hay resistencia a generarlos?

Las descripciones etnográficas y etnohistóricas sobre la indisposición, resistencia y negativa a la producción de excedentes, así como a obedecer a un jefe, subrayan la importancia crítica de mecanismos concretos de coerción. Destaca el trabajo pionero de Edmund Leach (1976), en el cual describe cómo los kachin, sociedad igualitaria, imitan a sus vecinos shan, con una sociedad jerárquica; pero, al carecer los kachin de la base material, de un jefe y entregarle excedente forma una organización inestable y efímera, y regresan a una igualitaria. En Agricultural Strategies hay dos capítulos que describen brevemente este mismo aspecto: "Agricultural Intensification: A Polynesian Perspective", de Patrick V Kirch, referido al caso de Hawai y "The Barren and the Fertile: Central and Local Intensification Strategies across Variable Landscapes", espléndidamente elaborado por Tina L. Thurston, sobre la consolidación de un Estado secundario (Dinamarca) y basado en evidencia arqueológica y etnohistórica. Inicia la descripción señalando la capacidad limitada de coerción, por ejemplo se considera una práctica socialmente aceptada matar a un rey demasiado autoritario (too kinglike).Thurston presenta un análisis muy interesante sobre la expansión del poder del Estado; diferencia la conducta de éste en regiones donde la organización local es pobre y también donde está organizada —y le puede hacer frente al Estado. La conducta analizada se refiere a iniciativas para la intensificación de la agricultura y la extracción de excedentes.

Es interesante la revaloración de Wittfogel, heroica si se considera el rechazo casi histérico al autor de Despotismo oriental; en Agricultural Strategies retoman a David Price (1994) y Jonathan Mabry (2000) como precursores de la recuperación de Wittfogel. La base para insistir en que él "sigue equivocado" en el vínculo gran obra hidráulica y civilización (la llamada "hipótesis hidráulica") no recupera los estudios más recientes de análisis sobre gran irrigación y organización social, en particular la necesidad de burocracias para dirigir los grandes sistemas.

El análisis sobre los requerimientos organizativos de obras magnas de riego en regadíos contemporáneos, enfatiza la construcción de infraestructura hidráulica enorme y la administración de presas grandes y su manejo al igual que el de sistemas de riego grandes por una tecnocracia (del Estado o contratada por los mismos regantes) (Price 1994; Worster 1985; Reisner 1986; Vaidyanathan 1985; Palerm 2006). Es decir, que el Estado no administre no implica ausencia de burocracias.

El caso aludido por Erickson en Agricultural Strategies (así como Mabry 2000), de sistema agrícola intensivo regional organizado sin intervención del Estado, se refiere al gobierno coordinado de una cuenca que riega 8 600 hectáreas, donde cada sistema riega entre 30 y 150 hectáreas (Lansing 1991, 42, 46, 118–119); es evidente la existencia de otros ríos en Bali y, en conjunto, al parecer riegan 100 mil hectáreas, con lo que se logra un paisaje extenso de agricultura intensiva de riego.

Sin embargo, hay otro cuestionamiento a la hipótesis hidráulica; como el problema planteado por el arqueólogo Robert Adams (1971) (incluido en la "Presentación" de Marcus y Stanish en este texto; y en el capítulo "Intensified Large–Scale Irrigation as an Aspect of Imperial Policy: Strategies of Statecraft on the Late Sasanian Mesopotamian Plain"), en el sentido de que el Estado precede a la gran obra hidráulica; aunque en su momento Pedro Carrasco (1981) señaló el debate sobre si primero son los cambios en la organización social y después el riego, es un tipo de discusión sobre qué fue primero el huevo o la gallina. En el mismo tenor que Carrasco, William Mitchell (1973, 533) afirma:

Un cierto número de estudiosos [...] han asumido que la gran irrigación debe preceder al Estado centralizado para así poder verificar la hipótesis hidráulica; los hallazgos de pequeño riego antecedentes al Estado centralizado, y la gran irrigación sólo posterior a éste, se consideran evidencia negativa. Esta suposición implica un sustento falso. Según la hipótesis, uno esperaría que se desarrollen simultáneamente el riego y el control político, interactuando entre sí de una manera sinergética [...]

En "Presentación", de Marcus y Stanish se cuestiona la hipótesis hidráulica desde otra perspectiva, el problema de civilizaciones basadas en pequeñas obras de riego, como parecen ser los casos de los valles de Indus y de Oaxaca (expuestos en los capítulos "Water Supply Labor Organization, and Land Ownership in Indus Floodplain Agricultural Systems" de Heather M. L. Miller y en "The Economic Underpinnings of Prehispanic Zapotec Civilization: Small–Scale Production, Economic Interdependence, and Market Exchange", de Gary M. Feinman).

En relación con el efecto sobre la organización social del pequeño riego, hay avances analíticos muy interesantes. Mabry (2007) plantea que con las primeras obras en comunidades de 70 a 175 personas hay un desarrollo de la esfera política, es decir, la aparición de una autoridad supra familiar (o supra unidad doméstica). Desde una perspectiva evolutiva, él señala que con la aparición del pequeño riego surge simultáneamente la propiedad privada y la corporada, dos novedades relacionadas con las sociedades de cazadores recolectores. La pequeña obra de riego es una propiedad corporada del conjunto de unidades domésticas, que tienen derechos y obligaciones, por ejemplo derecho al agua y obligación de cumplir faenas de trabajo. Así, se establece una cooperación y toma de decisiones colectivas. Mabry concluye que estas comunidades con agricultura de riego a pequeña escala representan el inicio de trayectorias hacia organizaciones supra comunitarias más complejas. El análisis de Mabry, con base en datos arqueológicos, no difiere del de Wade (1988) sobre la repercusión de la administración del riego en el desarrollo de la esfera política en las comunidades campesinas.

El enfoque de "intensificación de la agricultura" —para obviar el efecto organizativo de la obra hidráulica— parece poco útil. Parecería más interesante explorar a profundidad la variación en la organización social, vinculada tanto al pequeño riego como a la irrigación grande.

Finalmente, un aporte muy interesante en la discusión sobre los requerimientos organizativos de grandes obras de riego consiste en priorizar la repercusión del número de regantes y no única o principalmente el tamaño del sistema de riego. Proponen que el aumento en la cantidad de regantes significa un incremento en el grado de dificultad de coordinación. A esta problemática se le ha dado el nombre de scalar stress. Hay también algunas reflexiones un tanto confusas sobre la capacidad de coordinación de cantidades importantes de personas sin recurrir a "jerarquías", lo que llaman heterarquía y jerarquía–secuencial ("Presentación", de Marcus y Stanish; Mabry 2000; Johnson 1982).

Y el caso maya, presentado por Lisa J. Lucero, en el capítulo "Agricultural Intensification, Water, and Political Power in the Southern Maya Lowlands", sigue siendo sujeto a interpretaciones muy distintas del resto de las civilizaciones.

 

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