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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.7 no.14 Ciudad de México sep./dic. 2010

 

Reseñas

 

La derecha y los desafíos de la democracia en México

 

Ángel Sermeño*

 

LOAEZA, S. (2010), Acción Nacional, el apetito y las responsabilidades del triunfo, México, COLMEX.

 

* Doctor en Ciencia Política. Profesor Investigador de la Academia de Ciencia Política y Administración Urbana de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).

 

No es ningún secreto que la nación mexicana vive hoy un inusual tiempo sombrío. No únicamente es el horizonte de futuro el que se percibe como oscuro, amenazador y turbulento, sino que es el presente mismo el aquejado de una radical sensación de urgencia, de inseguridad e incertidumbre. No se trata, por lo demás, de una mera sensación subjetiva de vivir al borde del colapso. Los principales indicadores empíricos que definen la calidad de la vida social arrojan, en efecto, un preocupante y crítico descenso en rubros tan esenciales como: a) el incontrolable desbocamiento (una auténtica orgia de sangre a decir verdad) de la violencia vinculada al crimen organizado; b) un estancamiento y/o deterioro del desempeño económico; y c) una exasperante situación de parálisis institucional en el ámbito político.

Es justamente esta percepción de ingobernabilidad quizá el rasgo que mejor exprese el descontento generalizado entre la ciudadanía hacia el funcionamiento del sistema político. Y no es para menos. Han pasado diez años de alternancia en el poder. Diez años de consolidación de la democracia electoral con sus instituciones (un logro sin duda significativo en la lógica del proceso de cambio político en clave democrática aunque a todas luches insuficiente para consolidar de manera satisfactoria a dicha democracia). Sin embargo, priva un hondo desencanto hacia la clase política y sus instituciones con particular énfasis en sus representantes y los partidos político. Esto a pesar de que la parálisis institucional que implica un poder Ejecutivo débil —o acotado, si se prefiere— y un Congreso no sólo dividido sino sin mayoría, han provocado en los últimos tiempos una auténtica avalancha de propuestas de reforma política e ingeniería institucional que, no obstante, no han logrado abrirse camino en un sistema de partidos polarizado entre sí e internamente fragmentados. En una palabra, se reitera la tesis de que la situación política en el México de hoy es ambigua y contradictoria y que tal situación favorece a los defensores y beneficiarios (poderes fácticos, fuerzas conservadoras y groseras mutaciones del crimen organizado) de un agraviantemente impune y ya insostenible status quo.

En dicho contexto, ¿cómo recobrar el sentido de horizonte y destino de la nación en su conjunto?, ¿qué acciones y transformaciones en nuestras leyes, instituciones, hábitos e imaginarios deberíamos emprender para eliminar los obstáculos que obstruyen el camino hacia el futuro? Tales y otras preguntas de naturaleza similar son, por supuesto, más que pertinente en el momento presente. En estas breves reflexiones, evidentemente, no dispongo de espacio para siquiera intentar un mínimo boceto de cómo los actores políticos y la clase intelectual intentan responderlas. Sin ser, entonces, ese amplio propósito lo que se persigue en estas líneas, puedo, con todo, afirmar que el objetivo de seleccionar el texto que aquí se comenta y se presenta puede perfectamente inscribirse en esa tarea necesariamente colectiva de aportar insumos significativos a la explicación de por qué hoy estamos en un escenario de grave deterioro social e institucional y, más importante aún, por donde corren las estrategias y acciones que construyan las diversas y complejas soluciones a tal situación. Del ramillete de ingentes cuestiones que el presente mexicano presenta puede destacarse, en particular una de ellas, a saber: cuál es el aporte y cuáles los obstáculos emanados de la parte más visible e institucionalizada de la derecha mexicana. Aquella aglutinada alrededor del Partido Acción Nacional (PAN).

Pues bien, el libro de Soledad Loaeza: Acción Nacional, el apetito y las responsabilidades del triunfo, contiene una colección de incisivos y sugerentes artículos que fueron escritos en los diez años que transcurrieron desde su ahora ya canónico trabajo El partido acción nacional: la larga marcha, 1939-1994. Es un período que casualmente coincide casi puntualmente con los diez años en la conducción del poder Ejecutivo por parte de militantes de Acción Nacional. De esta suerte, en tales ensayos se examina en sus diversas facetas el controvertido y ambivalente rol desempeñado por el PAN en el, sin duda accidentado y lento, proceso de democratización de México. En tal sentido, estudiar con rigor, objetividad y a profundidad los derroteros del PAN es una tarea más que justificada, ineludible. Por supuesto, se trata de una tarea que no puede evitar ofrecer un balance controvertido.

Por un lado, desde el ángulo negativo, enjuiciar el equívoco y documentado empeño en el PAN de coludirse con la Iglesia católica en una ofensiva conservadora dirigida contra el Estado mexicano. Esa ofensiva ha tenido el objetivo de debilitar o incluso destruir la naturaleza laica de dicho Estado, valiéndose de una estrategia que ha buscado como objetivo producir cambios constitucionales de corte premoderno o "restauracionista". Por otro lado, reconocerle a Acción Nacional el positivo aporte que ha significado la lucha de largas décadas de resistencia frente a la hegemonía priista, así como la defensa de la pluralidad política y la apuesta por la apertura al cambio democrático adoptando el imaginario del pensamiento liberal.

Son doce los ensayos que contienen el presente volumen. Estos pueden ser agrupados, siguiendo la sugerencia de la propia autora, en tres bloques más o menos consistentes. El primero (capítulos I al III) es más plural, aborda desde los cambios en la cultura política gestados en la sociedad a lo largo de al menos dos décadas y que son los que explicarían la llegada de Acción Nacional al poder, hasta los dilemas internos en materia de definición doctrinaria e ideológica y que explicarían en dichas materias la modernización del PAN. El segundo (capítulos IV, V y VI) explora la relación entre Acción Nacional y los cambios en el sistema político durante la transición, en el período inmediatamente anterior a la victoria y una vez en el poder. El tercer y último bloque se ocupa de revisar cuestiones relevantes como la tensa relación entre Vicente Fox y el PAN y las consecuencias tanto para el partido como para la propia institución presidencial de tan heterodoxo liderazgo, hasta los factores que explicarían el surgimiento y fortalecimiento de un electorado de derecha a partir del arribo del PAN a la presidencia de México.

"Los trabajos aquí reunidos —sintetiza con su propia voz la autora— se ofrecen como una recapitulación de las funciones que ha desempeñado el PAN en distintos momentos: el partido tribunicio de los años de la hegemonía priista, en la década de los ochenta se convirtió en el partido electorero, vehículo privilegiado de la protesta antiautoritaria, y en los noventa era un partido normal con todos los privilegios y los costos que acompañan esa posición" (p. 13). Sin embargo, lo verdaderamente desconcertante estriba en que en dicha evolución, la marca de identidad de Acción Nacional más trascendente radica en su ambivalencia e inseguridad para asumir el poder. En opinión de Loaeza, la conquista del poder ejecutivo significó para dicho partido "más dilemas y conflictos que certeza y estabilidad". Lo trágico, por no decir patético, de tal situación consiste en que a diez años de ejercicio en poder, el PAN aún continua "bloqueado" en su capacidad para asumir la responsabilidad que el ejercicio del poder acarrea.

No es en mi opinión éste un problema menor. Lo mejor del PAN, visto desde la óptica de su contribución positiva al proceso de cambio político en clave democrática, ha consistido, como líneas arriba ya advertía, en apostar exitosamente por impulsar en la práctica un ideal de ciudadanización de la sociedad política, por creer en la importancia del pluralismo político y, en tal sentido, defender el poder del voto y la legitimidad de la oposición. Estos han sido los principales ingredientes de una más que incipiente formación de una cultura de derecha secularizada. Aquí radica la contribución genuina de Acción Nacional a la democratización de México. Es, además, un componente muy importante para la construcción de salidas al desafiante presente nacional. Es, por lo demás, una contribución similar que también se espera y/o exige de la izquierda democrática, aunque si bien por la evolución reciente de la misma, ofrece menos probabilidades de realizar.

Como se sabe, en efecto, Loaeza ha defendido una conocida tesis —ciertamente, no por todos aceptada y reproducida nuevamente en el presente volumen— que sostiene que lo que llevó al poder al PAN (organización con la que se identifica buena parte de la derecha tradicional mexicana) fue el apropiarse discursivamente de la bandera del cambio apelando a una suerte de retorica modernizante de la derecha. En contraste, los adalides de la sociedad progresista (léase, los representantes convencionales de la izquierda mexicana) exigieron la conservación de los usos y costumbres políticos del pasado en nombre de la tradición. Hoy ese aporte del PAN es el que se encuentra en entredicho en virtud tanto de su incapacidad para asumir la responsabilidad de gobernar cuanto por el ostensible fortalecimiento de las fuerzas conservadoras en su interior.

En este contexto de debate cabe traer a colación otra polémica tesis que defiende un sociólogo como Roger Bartra quien afirma que lo que mantiene entrampada la salida a los graves dilemas del presente mexicano es, precisamente, el peso de la tradición premoderna y conservadora en la mentalidad de los actores tanto de la izquierda como de la derecha. "Creo que el problema radica —sostiene Bartra— en el trágico hecho de que las tradiciones conservadoras tienen un peso excesivo tanto en la derecha como en la izquierda. Cada uno a su manera, los dos polos políticos están empapados de un fuerte conservadurismo: en la derecha se trata de la reacción católica tradicional y en la izquierda encontramos un populismo nacionalista arcaico. Y mientras el conservadurismo se expande a diestra y siniestra, las corrientes liberales se hallan débilmente representadas en ambos lados de la fractura política. De aquí provienen los enormes obstáculos que frenan el crecimiento del liberalismo democrático en la derecha y de la socialdemocracia en la izquierda" (Bartra, R., La fractura mexicana. Izquierda y derecha en la transición democrática, México: Debate, 2009, p. 13).

En conclusión, existe un álgido y urgente debate sobre el estado y los retos del cambio político en México. El libro acá presentado proporciona interpretaciones lúcidas y provocadoras que arrojan una importante perspectiva para entender los dilemas que encara el partido que mantiene el acceso al poder ejecutivo en el país. Un partido que por la referida condición tiene más responsabilidad que otros en enfrentar los exigentes desafíos del presente mexicano.

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