Introducción
Si bien los procesos migratorios son propios de la historia humana, hoy adquieren características particulares con los desplazamientos internacionales y el traspaso de las fronteras entre estados. Estamos en un mundo cada vez más interconectado, pero los límites nacionales siguen teniendo gran relevancia a nivel institucional y social (Castles, 2010; Ramírez Gallegos y Álvarez Velasco, 2009).
El fenómeno migratorio y sus procesos de inclusión/exclusión derivados involucran tanto a quienes dejan su país -que en este estudio entenderemos como migrantes-, pero también concierne a la sociedad de acogida, comportando así una naturaleza relacional e intergrupal (Mains et al., 2013). Así, el presente estudio propone un instrumento que, desde un enfoque intercultural, mide la calidad de las relaciones cotidianas que la misma población que llega a Chile dice experimentar.
Para ello, se expone inicialmente un breve contexto de los procesos migratorios en Chile; luego se presenta el enfoque teórico intercultural y los estudios relacionados con la temática que resultan esenciales para entender los resultados que arroja el instrumento. Posteriormente, se presenta la operacionalización y el ejercicio estadístico desarrollado, para terminar con la exposición de sus resultados y principales conclusiones.
Migración en Chile
Para describir el proceso migratorio en Chile, es importante destacar que no se trata de un fenómeno nuevo en la historia de dicho país, siendo más bien constitutiva de su historia y de su propia conformación como Estado nacional en los siglos XIX y XX, donde existieron sucesivas políticas estatales de atracción de inmigrantes europeos.
En la actualidad, el proceso de migración internacional hacia territorio chileno se diferencia de la primera ola recién señalada, tanto por el rol del Estado como por los orígenes de quienes llegan a Chile. Este nuevo flujo comienza en la década de 1990, proveniente principalmente de países fronterizos como Perú, Bolivia y Argentina (Cano y Soffia, 2009), incrementándose en la década de 2010 tanto en cantidad como en diversidad de orígenes, principalmente intracontinentales. Así, desde 2010 aumentó la presencia de inmigrantes colombianos y dominicanos, para destacar desde 2015 la de haitianos y venezolanos. En este nuevo escenario, la última estimación de población migrante del Instituto Nacional de Estadísticas y el Departamento de Extranjería y Migración (INE y DEM, 2021), la comunidad extranjera ascendería en diciembre de 2020 a 1 492 522 personas, representando cerca de 8 por ciento del total de habitantes del país, e incrementándose significativamente en relación a 2017, donde según datos censales habitaban 746 565 extranjeros. Este drástico incremento se hace evidente al cotejar las cifras actuales con el Censo de 2002 (INE, 2003), donde la población extranjera residente ascendía sólo a 195 320 (Servicio Jesuita a Migrantes, 2020).
Dicho panorama es más complejo y diverso que en décadas anteriores, pues se ha encontrado con una legislación migratoria (Decreto Ley 1094) que data de 1975, propia de un contexto económico, social y político muy diferente al que vive Chile y el mundo actualmente. Dicha legislación ha sido evaluada como un marco normativo insuficiente para las complejidades del proceso migratorio actual. Por un lado, el órgano encargado (Departamento de Extranjería y Migración) fue diseñado en momentos en que la migración era menor, lo cual ha provocado obstáculos en los procesos de regularización de personas extranjeras en los últimos años (Aninat y Sierra, 2019; Galaz Valderrama, Rubilar Donoso, Álvarez Martínez-Conde y Viñuela Evans, 2017) y, por otro, ha presentado vacíos en materia de derechos humanos al centrarse en un enfoque securitista propio de la doctrina de Seguridad Nacional, con énfasis en el control de la frontera y no en las condiciones de vida de las personas migrantes (Vásquez, Finn y Umpierrez de Reguero, 2021). Producto de este desajuste entre la institucionalidad y las nuevas tendencias de la migración, en 2021, luego de varios años de trámite en el Congreso chileno, se promulgó una nueva ley migratoria que incorpora, por un lado, avances en las garantías de los derechos de las personas migrantes, como también elementos de continuidades basadas en la gestión de la movilidad humana desde el enfoque securitista (Oyarzún Serrano, Aranda y Gissi, 2021; Vásquez et al., 2021).
En cuanto al ámbito de acogida y a las relaciones con la sociedad chilena, estudios recientes han dado cuenta de la presencia de percepciones poco favorables hacia los nuevos flujos migratorios andinos y caribeños (Márquez y Correa, 2015; Méndez, 2019; Rodríguez y Gissi, 2019; Rojas Pedemonte, Gálvez y Silva, 2019). Algunos expertos lo asocian con la manera en que se ha construido la identidad chilena, como un enclave colonial en el sentido común nacional: desde “lo blanco” en exclusión de lo “indígena” y lo “negro” (Larraín, 2010; Tijoux, 2019). Otros estudios complementan lo anterior exponiendo que, en sociedades inequitativas como Chile, las personas migrantes son observadas más aún desde sectores excluidos como competencia ante los recursos escasos (Méndez, 2019; Roessler, 2018). Así mismo, se ha identificado que en los momentos en que se percibe que la situación económica de Chile es negativa, las actitudes hacia la inmigración empeoran (González, Muñoz y Mackenna, 2019). Sin duda, el actual panorama migratorio no trae consigo solamente nuevos habitantes al país, sino que también nuevas relaciones sociales. Mucho se ha teorizado respecto de la convivencia entre comunidades de diversos orígenes, por lo que a continuación se presentan brevemente algunos de estos desarrollos teóricos.
En las visiones más tradicionales está el modelo asimilacionista, el cual supone integrar a la población extranjera o grupos minoritarios a las lógicas de la sociedad, con el costo de abandonar sus expresiones culturales particulares, otorgándoles un bajo reconocimiento. Como respuesta al modelo anterior, el multiculturalismo institucionaliza la diversidad cultural con políticas de reconocimiento y tolerancia, pero se le crítica por desestimar las relaciones de poder que existen entre grupos minoritarios y hegemónicos (Vansteenberghe Waeterschoot, 2012). Las perspectivas críticas han desarrollado un tercer modelo que recoge el presente estudio y se detalla a continuación.
Un enfoque intercultural para el estudio de la inclusión de personas migrantes
Considerando las limitaciones de los modelos anteriores, este artículo utiliza como enfoque la interculturalidad crítica. Este modelo destaca la comunicación y el diálogo como ejes centrales en la promoción de relaciones positivas y simétricas entre grupos humanos diversos (Stefoni Espinoza, Stang Alva y Riedemann Fuentes, 2016). Dicho enfoque propone que en la diversidad la comunicación horizontal permite el encuentro y con ello el conocimiento del “otro”, ocupando el espacio que de una manera distinta utilizaría el desconocimiento y el prejuicio. Al ejercer cotidianamente dicha intención en este tipo de relaciones, el presente enfoque crítico busca develar y transformar las estructuras de poder coloniales y las relaciones jerárquicas que inferiorizan, deshumanizan, racializan y niegan a determinados colectivos, dificultando el acceso de éstos a sus derechos y a la participación plena en la sociedad (Diez, 2004; Walsh, 2012).
Pero ¿cómo serían las relaciones cotidianas entre personas migrantes y no migrantes vistas desde un enfoque intercultural? Se plantea que éstas irían más allá de la coexistencia entre “lo diferente”, siendo central la comunicación en igualdad de derechos (Diez, 2004). Dicha raíz posibilitará sentimientos de pertenencia y arraigo con la comunidad de acogida, que los vínculos sean simétricos y horizontales entre sus miembros, y que exista contacto profundo que dé pie al diálogo y al intercambio de saberes (Tubino, 2005). Este encuentro en diversidad merma la emergencia de prejuicios basados en estructuras sociales deshumanizantes que inferiorizan a determinados seres humanos y colectivos, como es el racismo derivado del modelo colonial (Diez, 2004; Walsh, 2012).
En línea con lo anterior, la inclusión de personas migrantes depende de las condiciones institucionales y socioculturales incorporadas al sentido común de la sociedad de acogida y con ello de la relación que se tenga con las comunidades migrantes. En cuanto a lo primero, son elementales las condiciones institucionales y las políticas públicas en materia migratoria, en concreto si estas facilitan la regularización (o no) y con ello el acceso a oportunidades (Galaz Valderrama et al., 2017; Galaz Valderrama y Montenegro Martínez, 2015). Por su parte, en el ámbito de las relaciones cotidianas se requiere desmontar la construcción social y política de la inmigración como presencia ilegítima en un territorio nacional, como “problema” y no como una oportunidad o realidad propia de la historia humana (Domenech, 2014; Roessler, 2018). Junto con ello, esta perspectiva crítica invita a desmontar la racialización que se imprime hacia orígenes nacionales específicos que llegan con los actuales flujos hacia Chile, alimentada por la construcción colonial de la identidad nacional, lo cual deviene en experiencias de discriminación y segregación (Stang Alva, Roessler Vergara y Riedemann Fuentes, 2019; Stefoni Espinoza et al., 2016).
Basado en lo anterior, este artículo se propone el desafío de construir un instrumento para medir la calidad de las relaciones cotidianas que la población migrante experimenta en Chile. El análisis se fundamenta teóricamente en el enfoque intercultural, pero también en la experiencia de intervención y los estudios realizados por el Servicio Jesuita a Migrantes en las últimas dos décadas en Chile.1 Al centrarse en los vínculos percibidos desde las y los migrantes con la comunidad de acogida, se descartan las dimensiones materiales como el acceso a derechos, empleo y/o capital económico, que sin duda es esencial medirlos en futuros estudios sobre inserción socioeconómica. De igual modo, en el análisis se indagará sobre las variaciones de este índice relacional según características como capital económico, acceso a derechos y situación migratoria.
Dimensiones de la inclusión en personas migrantes
Con base en el enfoque intercultural adoptado, las dimensiones consideradas en el presente estudio para conformar un índice de inclusión relacional (INIR) son las siguientes:
Arraigo percibido por la persona migrante en su comunidad de acogida: intención de permanecer y pertenecer a la sociedad receptora.
Convivencia cotidiana con la comunidad receptora: existencia de relaciones horizontales, amistosas y sin presencia de discriminación percibidas.
Redes de apoyo disponibles: vínculos que permiten a la persona migrante el encuentro y contacto más profundo con otros en el país, y el acceso a las oportunidades que brinda la sociedad.
A continuación, se detalla la manera en que estudios y evidencias actuales han abordado dichas dimensiones sobre la población migrante en las sociedades receptoras. Vale destacar que si bien el INIR contiene el concepto “relacional”, éste busca ir más allá de lo que Walsh (2012) denomina “interculturalidad relacional”, pues dicha perspectiva hace referencia mayormente al intercambio de saberes entre culturas diferentes, omitiendo las relaciones de poder que puede existir en dicho nexo. En ese sentido, el INIR recoge la perspectiva de interculturalidad crítica.
Arraigo y proyección
La presente dimensión aborda la identificación de las personas migrantes con el contexto social al que arriban y con ello sus proyectos de vida en dicho lugar.
El concepto de arraigo podría entenderse como “el proceso y efecto a través del cual se establece una relación particular con el territorio, en la que metafóricamente ‘se echan raíces’ en él por diversas situaciones, creando lazos que mantienen algún tipo de ‘atadura’ con el lugar” (Quezada, 2007, p. 43). El arraigo habla de que se crea una relación al asentarse en un lugar para desarrollar un proyecto de vida.
Por el contrario, dejar atrás familia, amigos2 y grupos de referencia constituye una experiencia de ruptura y “desarraigo” con el origen: se rompen espacios de representación, identidad, cotidianidad y relaciones sociales (Márquez y Correa, 2015).
La discriminación, por su parte, acentúa dichas percepciones de desarraigo de la persona migrante dificultando sus procesos de inclusión, afectando las posibilidades de acceso a oportunidades y a construir amistades (Cuchumbé-Holguin y Vargas-Bejarano, 2008). Por el contrario, siguiendo a Güell (2011), la identificación con una comunidad permitirá que las personas migrantes puedan ejercer sus opciones de vida de manera más plena. Para ello se requiere que se les reconozca como sujetos legítimos (y no parciales) de derecho (Domenech, 2014; Roessler, 2018). De acuerdo con Gissi Barbieri, Ghio Suárez y Silva Dittborn (2019), elementos como el éxito laboral, la participación en procesos de mestizaje cultural y de convivencia intercultural son situaciones que generan arraigo en la población migrante, facilitando proyectos familiares y personales en el lugar receptor.
Se considera entonces al arraigo como una dimensión importante a la hora de medir la inclusión relacional, pues visibiliza hasta qué punto la presencia de la persona migrante es más que física, generando un sentido de pertenencia (Diez, 2004) y, por ende, proyectos más duraderos en la sociedad receptora (Gissi et al., 2019). En ese sentido, con el objetivo de medir el arraigo se seleccionaron para el INIR indicadores que señalan las intenciones de permanencia y proyección en Chile, así como los deseos de nacionalización.
Convivencia simétrica con la sociedad receptora
Esta dimensión busca identificar potenciales asimetrías relacionales entre la población migrante y la no migrante, o si, de lo contrario, dichos vínculos son construidos más simétricamente (Tubino, 2005). Giménez Romero (2005) propone que la convivencia significa vivir en armonía con los demás, la cual se logra a través de un proceso de construcción, aprendizaje, tolerancia, creación de normas comunes y regulación del conflicto. Por lo tanto, dicho proceso exige la adaptabilidad desde las distintas culturas que se desarrollan en una región determinada, es decir, se trata de una tarea conjunta.
Estudiar la presencia de experiencias de discriminación es fundamental dado el impacto que ésta puede generar en la vida actual de quienes arriban a un nuevo país (Urzúa, Heredia y Caqueo-Urízar, 2016). En ese sentido se ha observado que las experiencias de discriminación en Chile se acentúan entre las personas inmigrantes y más aún en aquellas provenientes de países con mayor componente afrodescendiente (Rojas Pedemonte et al., 2019).
Detrás de las visiones negativas y formas de discriminación hacia la población migrante en Chile subyacen diferentes raíces que han sido expuestas en diversos estudios. Por un lado, la existencia de racismo y herencias coloniales originadas en la conformación de la identidad chilena (Tijoux, 2019), así como un contexto de desigualdad e inequidad social (González et al., 2019; Roessler, 2018). Ciertamente, el rol de los medios de comunicación y de los discursos políticos tampoco es inocuo (Méndez, 2019).
De tal manera, para medir la dimensión de convivencia simétrica se indagó sobre la presencia de relaciones amistosas entre migrantes y locales, las malas experiencias con chilenos, así como las experiencias de discriminación directa.
Redes de apoyo
Para las personas migrantes es crucial contar con redes de apoyo, tanto para la generación de oportunidades, como para el mismo bienestar personal.
Por un lado, las redes de apoyo familiar, como grupo primario, son fundamentales en términos de bienestar, contención y seguridad (Guzmán-Carrillo, González-Verduzco y Rivera-Heredia, 2015). En ese sentido, desde los propios estudios migratorios se piensa en la migración no sólo como desplazamiento individual para la subsistencia, sino como una estrategia familiar (Stark y Levhari, 1982).
Ahora bien, la literatura ha señalado la importancia de la cantidad, la diversidad y la calidad de las redes de apoyo tanto en relación al acceso de oportunidades como en términos de salud mental y bienestar para la población migrante. Estudios afirman que el apoyo y la presencia de la familia, amigos y/o vecinos migrantes y no migrantes resultan más significativos que la asistencia que otorgan las instituciones locales, pues las primeras se adecúan más a las necesidades de los migrantes (Hombrados-Mendieta, García Cid, Gómez- Jacinto y Palma García, 2016).
En este sentido, es relevante la movilización de redes de connacionales ya asentadas para buscar trabajo y desarrollar trayectorias de movilidad ocupacional. Aquí las redes locales de apoyo muestran mayor efectividad (Badwi, Dziwornu y Overå, 2017). Tener contactos cercanos constituye un apoyo para migrantes y refugiados recién llegados, tanto para la inserción al mercado laboral como en el ámbito de la vivienda (Ahmad et al., 2020). En Chile se ha estudiado la importancia de las redes familiares, así como las que van más allá de la familia, sobre todo las locales que sirven de guías o baquianas3 (Servicio Jesuita a Migrantes, TECHO-Chile, Departamento Sociología Universidad de Chile, Centro Vives UAH, 2020; Troncoso, Troncoso y Link, 2018). Son estas últimas las que, en la mayoría de los casos, entregan la información necesaria sobre las dinámicas locales (López-Morales, Flores Pineda y Orozco Ramos, 2018).
Además, las redes de apoyo extensas son fundamentales no solo para el acceso a oportunidades como trabajo y vivienda, sino también para la estabilidad en términos de bienestar, dado que existen antecedentes de su rol crítico como determinante de la salud (Wang y Dong, 2018). En este sentido, se han señalado como factores que aumentan el bienestar en la población migrante ya que contrarrestan las experiencias discriminatorias y la dificultad de generar relaciones con la comunidad local (Urzúa et al., 2016). La existencia de redes más amplias, con lazos estrechos y altos niveles de cercanía conlleva a una menor propensión a la depresión, lo que demuestra que la cantidad y la calidad de las redes sociales son factores que protegen la salud mental (Li, Dong y Kong, 2019).
Entonces, según los estudios, la familia (nuclear o extensa) constituye una red primaria de apoyo que puede ayudar a la inserción de las personas migrantes en la sociedad de acogida en términos de contención y seguridad. Pero es esencial poseer redes más amplias (y más aún si en ellas hay redes baquianas), pues éstas posibilitan un mejor acceso a la información y dan un mayor soporte que aquellas que se constituyen solo por familiares. De este modo, para la dimensión de redes de apoyo se incluyen como indicadores la diversidad de redes señaladas: familiares, extrafamiliares migrantes, y locales/baquianas.
Variables de segmentación
Para probar la efectividad del INIR -como se describirá más detalladamente en la sección metodológica- junto con la realización del análisis factorial, se realizaron cruces y test de hipótesis con ciertas variables consideradas críticas en la inclusión de personas migrantes en Chile. Particularmente, se han seleccionado las variables de segmentación: inserción económica, situación migratoria, tiempo en Chile, acceso a vivienda, años de educación, sexo y edad.
La inserción económica es un ámbito fundamental, dado que una de las principales motivaciones que impulsa el desplazamiento es la búsqueda de oportunidades laborales (Stefoni y Bonhomme, 2014). Si bien encontrar trabajo es central al llegar al país de acogida, hay que considerar que en los primeros años existen mayores tasas de desempleo, como también de empleos informales, lo que va en desmedro de sus capacidades de generar ingresos (Comisión Nacional de Productividad, 2019; Fuentes y Vergara, 2019). Esta merma produce dificultades en la vida cotidiana y en el proyecto migratorio.
En los primeros años de asentamiento, además de las dificultades de índole económica, la población migrante presenta menor asistencia a las escuelas (Expósito, Lobos y Roessler, 2019), a los servicios de salud (Benítez y Velasco, 2019) y tiene menos acceso a una vivienda formal (Servicio Jesuita a Migrantes et al., 2020; Troncoso et al., 2018). Ello se explica mayormente por el limitado acceso a la información y a oportunidades, dado el escaso capital social con el que cuentan durante el primer período en el país de destino (Hernando, 2019), sumado a la falta de canales oficiales de orientación (Agencia de Calidad de la Educación, Servicio Jesuita a Migrantes y Estudios y Consultorias Focus, 2019; Troncoso et al., 2018).
Ahora bien, gran parte de lo que ocurre en el período inicial tiene relación con la situación migratoria, dadas las dificultades para acceder a los permisos de residencia en Chile por lo engorroso, costoso y extenso que resulta el proceso actual (Aninat y Sierra, 2019). No tener un permiso de residencia dificulta aspectos cotidianos básicos como, por ejemplo, el acceso a una vivienda formal (Troncoso et al., 2018) o a servicios de salud (Cabieses, 2019).
Un punto crítico que se ha estudiado en la población migrante es el acceso a la vivienda y las condiciones de habitabilidad. En este ámbito se observan mayores niveles de hacinamiento que en la comunidad local (Razmilic, 2019; Servicio Jesuita a Migrantes et al., 2020), lo cual impacta en la calidad de vida y en las condiciones de saneamiento (Benítez y Velasco, 2019). Esta realidad, sin duda, no es homogénea entre la población migrante, siendo algunas comunidades migrantes específicas las más afectadas en cuanto a temas de acceso a vivienda (Servicio Jesuita a Migrantes et al., 2020).
Se ha detectado también que no es posible afirmar que el nivel educacional de las personas migrantes sea un factor efectivo que proteja frente a la pobreza y a la exclusión como en la población local (Bravo, 2019; Expósito et al., 2019). En este sentido, se sostiene que el subempleo por competencias -que ocurre cuando una persona se desempeña en un empleo que requiere calificaciones inferiores a las que posee- se hace evidente entre los extranjeros con educación superior. De igual forma los años de educación podrían ser relevantes en la consecución de empleo para la población migrante, más allá de la cualificación de éste (Comisión Nacional de Productividad, 2019).
Por otro lado, una de las principales demandas por parte de los docentes que trabajan con migrantes tiene relación con la idiomática que enfrentan los estudiantes extranjeros en las escuelas nacionales, principalmente los no hispanohablantes (Agencia de Calidad de la Educación et al., 2019; Stefoni Espinoza et al., 2016). En dicha línea, el no hablar el idioma del país receptor implica una serie de dificultades en el proceso de adaptación que provoca un déficit de información y mayores obstáculos para acceder a los ámbitos de trabajo, salud y otros. Al respecto, es la comunidad haitiana la población no hispanohablante mayoritaria en Chile, misma que, además de la diferencia idiomática, enfrenta dificultades derivadas del racismo y de la discriminación contra las personas afrodescendientes (Rodríguez y Gissi, 2019).
Metodología
La construcción del índice se realizó a partir de la encuesta Voces Migrantes, la cual fue realizada durante el cuarto trimestre de 2019 de manera presencial por el Servicio Jesuita a Migrantes, en colaboración con la consultora Ekhos y el Centro Vives de la Universidad Alberto Hurtado. Ésta constituye la primera encuesta representativa a nivel nacional para la población migrante, con presencia en todas las regiones, alcanzando una muestra de 1 025 casos, con un error muestral de +/-3.05 por ciento y 95 por ciento de confianza. Se destaca que 52 por ciento de la muestra eran mujeres cuyos rangos de edad se concentraron entre los 30 y 54 años (62.5%). Por su parte, la mayoría de los encuestados nacieron en Venezuela (23%), Perú (18%), Haití (14%) y Colombia (12%) (Servicio Jesuita a Migrantes y Consultora Ekhos, 2019). Estas distribuciones se condicen con la estimación de población migrante de 2018 del INE, que fue con la cual se elaboró la muestra (Instituto Nacional de Estadísticas y Departamento de Extranjería y Migración, 2019).
Utilizando las preguntas de este cuestionario se procedió a operacionalizar el concepto de inclusión relacional, a partir del desglose señalado con anterioridad sobre las relaciones entre personas migrantes y no migrantes desde un enfoque intercultural. De ese modo se llegó a la siguiente propuesta.
Concepto | Dimensiones |
---|---|
Inclusión relacional: vinculación comunitaria y subjetiva de las personas migrantes en sus contextos sociales de destino, considerando tanto su arraigo, como la cantidad y horizontalidad en las relaciones cotidianas con la comunidad establecida en Chile. | Arraigo y proyección |
Convivencia con sociedad de recepción | |
Redes de apoyo en Chile |
Fuente: Elaboración propia.
Las preguntas seleccionadas desde la encuesta VM se recodificaron en variables dummy (dicotómicas con valores 0 y 1), asignando puntaje 1 a las opciones que apuntaban hacia elementos positivos o de inclusión y 0 a todas las demás (tanto intermedias, como negativas).
El análisis para la validación del índice tuvo dos etapas. La primera consistió en la realización de un análisis factorial exploratorio (AFE) para indagar en el comportamiento de los diferentes indicadores en la construcción del índice, como en la fiabilidad estadística del modelo. Dicho análisis se desarrolló a partir del diálogo entre decisiones teóricas con los resultados obtenidos, seleccionando el modelo más parsimonioso (Watkins, 2018). La segunda etapa consistió en confirmar lo observado en la fase exploratoria por medio de un análisis factorial confirmatorio (AFC) donde se utilizaron los índices de ajuste comparativo.4
Finalmente, las preguntas seleccionadas luego del proceso de validación mencionado y su consiguiente transformación en variables dummy, son las que se presentan en el cuadro 2.
Dentro de las limitaciones metodológicas es importante señalar que el objetivo inicial de la encuesta no tuvo relación con la elaboración del presente índice, por lo que no existieron ítems de preguntas con una escala estandarizada que buscaran abordar el concepto planteado. A esta limitación se le suman posibles sesgos de deseabilidad social en la respuesta de personas migrantes ante encuestadores chilenos acerca de cómo ha sido su experiencia de inclusión. Sin embargo, es una encuesta actualizada y representativa a nivel nacional para la población migrante.
Pregunta original utilizada | Indicadores |
---|---|
P46. En caso de que perdiera su trabajo actual, ¿se quedaría acá,se cambiaría a vivir a otra ciudad dentro de Chile, se iría a otro país o regresaría a su país de origen? | i1. Intención de permanencia en Chile (ante la situación de perder sustento económico): |
1. Me quedaría acá / 2. Me cambiaría de ciudad dentro de Chile / 3. Me iría a otro país / 4. Regresaría a mi país de origen | 0) "Se iría" 1) "Se quedaría" |
P48. ¿Cuánto tiempo se proyecta viviendo en Chile? | i2. Tiempo de proyección en Chile igual o mayor a cinco años: |
1. Por mí, me iría hoy mismo / 2. Dentro de 1 año / 3. Entre 1 y 5 años / 4. Entre 5 y 10 años / 5. Me quiero quedar para siempre | 0) "No" 1) "Sí" |
P44. Si una persona se nacionaliza chileno/a pierde su nacionalidad de origen. Teniendo ello como antecedente usted, ¿se nacionalizaría chileno/a? | i3. Intención de nacionalizarse: |
1. Sí / 2. No | 0) "No" 1) "Sí" |
P35. Cuando interactúa con personas de nacionalidad chilena, ¿cuán amistosa ha sido esa experiencia? | i4. Cuan amistosa es la relación con chilenos/as: |
1. Muy amistosa / 2. Bastante amistosa / 3. Poco amistosa / 4. Nada amistosa | 0) "Poco o nada amistosa" 1) "Bastante o muy amistosa" |
P36. ¿Con qué frecuencia ha tenido malas experiencias con chilenos tales como tensiones, peleas o conflictos? | i5. Frecuencia de malas experiencias con chilenos: |
1. Siempre / 2. Casi Siempre / 3. A veces / 4. Casi nunca / 5. Nunca | 0) "Siempre, casi siempre, a veces" 1) "Casi nunca, nunca" |
P38. ¿Y usted se ha sentido discriminado por alguno de los siguientes motivos que le nombraré? (Opciones: Sí o No) | i6. Experiencia de discriminación: |
Ser inmigrante / Color de piel / Apariencia física / Nacionalidad | 0) "En al menos un ámbito" 1) "En ningún ámbito" |
P16.1. En caso de necesitar ayuda en torno a temas laborales, problemas legales, económicos, de salud u otros, ¿a quién de las siguientes personas acudiría primero?: A un familiar o pareja | i7. Ante problemas diversos: algún familiar lo apoyaría |
1. Sí / 2. No | 0) "No" 1) "Sí" |
P16.2. En caso de necesitar ayuda en torno a temas laborales, problemas legales, económicos, de salud u otros, ¿a quién de las siguientes personas acudiría primero?: Algún amigo, vecino o compañero de trabajo/estudio de su misma nacionalidad | i8. Ante problemas diversos: alguien de su misma nacionalidad lo apoyaría |
1. Sí / 2. No | 0) "No" 1) "Sí" |
P16.3. En caso de necesitar ayuda en torno a temas laborales, problemas legales, económicos, de salud u otros, ¿a quién de las siguientes personas acudiría primero?: Algún amigo, vecino, o compañero de trabajo/estudio chileno/a | i.9 Ante problemas diversos: alguien chileno lo apoyaría |
1. Sí / 2. No | 0) "No" 1) "Sí" |
Fuente: Elaboración propia con base en el cuestionario de la encuesta Voces Migrantes (Servicio Jesuita a Migrantes y Consultora Ekhos, 2019).
Resultados
Resultados AFE y AFC
En cuanto a los resultados del AFE, se testearon sucesivamente diferentes preguntas de la encuesta para la construcción de los distintos indicadores que permiten medir las tres dimensiones del índice de vistas en la sección de metodología. Se optó por la estructura de indicadores que tuvo mejor carga factorial y fiabilidad. Así, en un proceso selectivo se fueron eliminando algunas preguntas y agregando otras. El mejor modelo dio cuenta de tres factores que se condicen con las dimensiones teóricas creadas con antelación, como se muestra a continuación en el cuadro 3.
Factores | ||||
---|---|---|---|---|
I | II | III | ||
i1 | Intención de permanencia en Chile (ante la situación de perder sustento económico) | .535 | .127 | -.064 |
i2 | Tiempo de proyección en Chile igual o mayor a cinco años | .626 | -.043 | -.029 |
i3 | Intención de nacionalizarse chileno/a | .491 | -.132 | .125 |
i4 | Cuan amistosa es la relación con chilenos/as | .126 | .371 | .186 |
i5 | Frecuencia de malas experiencias con chilenos/as | .036 | .613 | -.045 |
i6 | Experiencias de discriminación | -.038 | .662 | .068 |
i7 | Ante problemas diversos: algún familiar lo apoyaría | .171 | .071 | -.005 |
i8 | Ante problemas diversos: alguien de su misma nacionalidad (extrafamiliar) lo apoyaría | -.01 | .155 | .54 |
i9 | Ante problemas diversos: alguien chileno lo apoyaría | .017 | -.08 | .86 |
N=1.025.
Fuente: Elaboración propia con base en la encuesta Voces Migrantes (Servicio Jesuita a Migrantes y Consultora Ekhos, 2019).
El cuadro 3 muestra cargas factoriales mayores en los factores I y II, que corresponden a las dimensiones de proyección en Chile y de convivencia con la sociedad de recepción.5 En el factor III, por su parte, se ve la nula carga factorial de las redes familiares, indicador que decidió mantenerse de todos modos con el fin de incorporar la diversidad y cantidad de redes de apoyo a las que una persona migrante puede acceder en la sociedad de acogida (Hombrados-Mendieta et al., 2016), como también para visibilizar (en lugar de omitir) que dicha variable no estaría incidiendo de manera clara en las experiencias de inclusión relacional de una persona extranjera en la sociedad de recepción como sí lo hacen las redes extrafamiliares migrantes y sobre todo las locales o baquianas (Badwi et al., 2017). Es más, las redes familiares podrían tener un rol de mayor clausura, debido a que el resguardo de las redes primarias no estimularía mayormente el vínculo con la comunidad asentada en Chile.
Por su parte, se observa una carga factorial alta en los indicadores de tiempo de proyección en Chile (i2), en la dimensión 1 de arraigo; en el de experiencias de discriminación (i6), en la dimensión 2 de convivencia; y sobre todo el de redes de apoyo local (i9), en la dimensión 3 de redes de apoyo. Lo anterior expone la relevancia de que existan sentimientos de proyección en Chile, para reflejar arraigo y pertenencia en la comunidad local (Gissi Barbieri et al., 2019). También destaca la relevancia de experimentar discriminación y rechazo en las experiencias de inclusión por parte de quienes arriban a Chile (Urzúa et al., 2016), pero sobre todo la importancia de tener redes locales o baquianas y cómo éstas permiten una mejor inserción en las lógicas y cultura local (Badwi et al., 2017; Hombrados-Mendieta et al., 2016). Lo anterior puede explicar que la comunalidad de dicho indicador sea de 0.72. Así, la generación de redes de apoyo entre personas migrantes y no migrantes es un fuerte indicador de inclusión. Ello es relevante porque revela una gran capacidad de derribar prejuicios, instalando el conocimiento sobre el “otro” en el lugar que, de otro modo, ocuparía el estigma (Ikeda y Richey, 2009).
Las correlaciones intrafactoriales muestran dimensiones independientes entre sí.6 Estas dimensiones con las que se mide la inclusión relacional son: Arraigo y proyección,7Convivencia con la sociedad receptora8 y Redes de apoyo en sociedad receptora.9
Finalmente, el modelo con un mejor ajuste al que se llegó obtuvo el Alfa Ordinal de 0.65.10 Si bien no supera el 0.7 recomendado, se aproxima al funcionamiento óptimo con dimensiones que sí son independientes entre sí.11
Por último, se debe tener en cuenta: a) el carácter de ejercicio inicial e inédito en el contexto nacional sobre medición de las experiencias de inclusión desde las relaciones cotidianas de la población migrante; b) que se trabajó con la única encuesta representativa a nivel nacional para personas migrantes que permite conocer su proceso de inclusión relacional, cuyas preguntas no fueron construidas como una escala homogénea (por ello se transformaron en dummy), ni pensadas para generar un índice, y que además; c) con el presente artículo se busca generar consideraciones para una nueva batería de preguntas que permitan medir el concepto de inclusión relacional de manera consistente.
Distribución del índice de inclusión relacional (INIR)
Luego se procedió a calcular el índice con los indicadores expuestos en la metodología. La gráfica 1, ilustra una distribución concentrada a la derecha, lo cual se refleja en que la media es de 0.69 y que 50 por ciento de los casos tiene un puntaje de 0.67 o más. Lo anterior refleja cifras “positivas” sobre el proceso de inclusión de las personas migrantes, pero será relevante observar cómo varían en diferentes grupos de la comunidad extranjera residente en Chile.
Fuente: Elaboración propia con base en la encuesta Voces Migrantes (Servicio Jesuita a Migrantes y Consultora Ekhos, 2019).
Para conocer cómo funciona el índice de manera más “didáctica” se dividió en tercios según su distribución. Así 35 por ciento tiene un puntaje de 0 a 0.56, 33.2 por ciento un puntaje de 0.57 a 0.78, y 31 por ciento de 0.79 o más. Con ello se crearon tres grupos según el nivel del INIR: uno con nivel “bajo”, otro con nivel “medio”, y finalmente otro con nivel “alto”. Luego, se realizaron cruces con variables que la literatura considera como relevantes para la inclusión de extranjeros en Chile y de este modo se pudo saber qué grupos de la comunidad migrante concentraban mayor porcentaje en el nivel bajo.
Funcionamiento del índice en grupos de la comunidad migrante
Con el fin de conocer si el INIR varía según ciertas características de la población migrante, se realizaron cruces con variables “críticas” relacionadas con inserción sociolaboral, acceso a vivienda, situación migratoria, nivel educacional, lengua materna, tiempo de estancia en Chile, nacionalidad y otras de índole sociodemográfico (cuadro 4).12
En el cuadro 4 se observan ciertos grupos de la comunidad migrante en los que se da un mayor porcentaje de personas en el grupo de bajo INIR. Así, en variables asociadas con la inserción económica en Chile, existen desventajas significativas en los grupos más vulnerables en cuanto a sus experiencias de inclusión relacional en Chile. Entre quienes tienen una situación ocupacional carente, 42 por ciento tiene un INIR bajo, lo que representa solo 34 por ciento de los no carentes, con una diferencia estadísticamente significativa entre ambos grupos (p=0.005). Como carentes, en este caso, se considera a quienes se encuentran sin trabajo pero que están buscando (Ministerio de Desarrollo Social, 2016) y, además, se agrega a quienes no trabajan por impedimentos físicos, como también a las personas jubiladas, debido a la difícil situación de estos grupos en Chile (Tobar Pailamilla, 2018; Vidal Espinoza y Cornejo Valderrama, 2016).
Variables de interés | Categorías | Bajo nivel de INIR según categoría (%) |
---|---|---|
Situacional ocupacional *** | Carente | 42.2 |
No carente | 33.6 | |
Ingreso per cápita del hogar *** | Bajo línea de pobreza | 40.9 |
Sobre línea de pobreza | 32.6 | |
Cuenta con permiso de residencia *** | No | 57.5 |
Sí | 32.3 | |
Año de arribo a Chile ** | Desde 2017 | 38.5 |
Antes de 2017 | 31.9 | |
Reside en vivienda hacinada * | Sí | 43.4 |
No | 33.2 | |
Educación superior alcanzada *** | No | 38.8 |
Sí | 30 | |
Lengua materna *** | Diferente al español | 52.4 |
Hispana | 30.7 | |
País de nacimiento *** | Haití | 53.1 |
Otros países | 30.2 | |
Colombia | 39.6 | |
Otros países | 34 | |
Tramos de edad *** | 18 a 29 años | 41.2 |
30 o más | 32.3 | |
Sexo * | Mujeres | 36.8 |
Hombres | 33 |
N=1.025
Nota: Los asteriscos señalan las asociaciones estadísticamente significativas entre los grupos comparados. *** p<0.01 **p<0.05 *0<0.1
Fuente: Elaboración propia con base en la encuesta Voces Migrantes (Servicio Jesuita a Migrantes y Consultora Ekhos, 2019).
También es mayor la proporción de personas con bajo nivel de INIR entre quienes viven en un hogar con ingreso per cápita bajo la línea de pobreza -que, en 2019, al momento de la encuesta, era 164 605 pesos chilenos por persona- en relación con quienes viven con uno sobre la línea de pobreza, donde en los primeros es más de 40 por ciento (p=0.000). La relevancia de estos elementos en la variación del INIR se puede explicar por la importancia del factor económico en la experiencia relacional del proceso migratorio en el país de destino (Gissi et al., 2019; Stefoni y Bonhomme, 2014), lo que, desde un enfoque intercultural, impacta en las percepciones de arraigo, pertenencia y bienestar en el país (Tubino, 2005).
Los migrantes que más se concentran en un INIR bajo -dentro de los grupos indagados en el cuadro 4- son quienes no poseen permiso de residencia, ni temporal ni definitivo,13 alcanzando casi 60 por ciento, frente a solo 32 por ciento de quienes cuentan con permiso (p=0.000). También se da, pero en menor medida, una diferencia a partir del tiempo de estancia en Chile. Así, 38.5 por ciento de quienes llevaban al momento de la encuesta dos años en dicho país (porque arribaron en 2017), se localiza en el grupo bajo, mientras que disminuye a 31.9 por ciento entre quienes llegaron antes de 2017 (p=0.037). Lo anterior puede explicar que gran parte de las dificultades que ocurren en un primer período se relacionan con la irregularidad migratoria (Fuentes y Vergara, 2019; Servicio Jesuita a Migrantes et al., 2020), lo cual puede generar percepciones de exclusión en la comunidad local, y con ello un nivel menor de relacionamiento en igualdad de condiciones, mermando la comunicación intercultural (Tubino, 2005; Walsh, 2012).
En cuanto a la habitabilidad, la encuesta Voces Migrantes (Servicio Jesuita a Migrantes y Consultora Ekhos, 2019) permite medir la presencia del hacinamiento, como un buen proxy a la calidad de vida en Chile (Razmilic, 2019; Servicio Jesuita a Migrantes et al., 2020). Así,
43.4 por ciento de quienes viven hacinados tiene un nivel bajo de INIR, lo que llega solo a 33 por ciento en quienes no viven hacinados (p=0.055). Dichas condiciones de vida también muestran entonces una asociación con la experiencia de inclusión relacional con la comunidad de recepción al generar experiencias diarias de exclusión en el mismo lugar donde se habita.
Para indagar si el nivel educacional se podría relacionar con mejores experiencias de inclusión en Chile, se observa que 38.8 por ciento de quienes no cursaron la educación superior se encuentra en el grupo de INIR bajo, siendo 30 por ciento los que sí lo hicieron (p=0.001). Si bien el nivel educacional no asegura a las personas migrantes ejercer una actividad laboral acorde con sus capacitaciones (Bravo, 2019), se ha visto que sí incide en menores tasas de desempleo (Comisión Nacional de Productividad, 2019), lo cual, a la postre puede generar sentimientos de inclusión y arraigo (Gissi Barbieri et al., 2019).
Otro grupo que también se concentra -con más de 50 por ciento- en el grupo de bajo INIR, es el integrado por personas cuya lengua materna no es el idioma español. Mientras tanto, solo 31 por ciento de los hispanohablantes está en el grupo bajo (p=0.000). Para ello se debe considerar que en la muestra 84 por ciento de los no hispanohablantes señalaron el creolé como lengua materna. Ello se ve reflejado en la distribución que tiene la comunidad haitiana, con 53 por ciento en el grupo de bajo INIR, frente al resto de migrantes que solo registra 30.2 por ciento en el grupo bajo (p=0.000). Esto puede estar evidenciando las mayores dificultades que tienen las personas haitianas en su proceso de inclusión por razones de diferencia idiomática, como también por elementos de racismo presentes en la sociedad chilena (Rodríguez y Gissi, 2019; Tijoux, 2019), producto de relaciones coloniales arraigadas que inferiorizan, deshumanizan y niegan a determinados colectivos por su origen cultural y genético (Diez, 2013; Walsh, 2012). Ello es relevante, dado que también se intensifica (aunque en menor medida) en las personas colombianas, como se expone en el cuadro 4. Se trata de una comunidad a la que también se le imprimen atributos racializantes desde la sociedad de acogida (Gissi Barbieri, Pinto Baleisan y Rodríguez, 2019).
Por último, observando algunas variables de índole sociodemográficas, el grupo etario que va de los 18 a los 29 años es el que concentra un mayor porcentaje de INIR bajo, con
por ciento, en relación con 32.3 por ciento del resto (p=0.000).14 Por otro lado, las mujeres tendrían mayor porcentaje en el tercio más bajo de inclusión (36.8 %), frente a los hombres (33 %) (p=0.051). Esto último también puede ser interesante estudiarlo desde una perspectiva interseccional, al ser la cultura patriarcal también una manifestación de relaciones deshumanizantes e inferiorizantes (Walsh, 2012).
Según lo observado, se puede señalar que el INIR sería efectivamente más crítico en los grupos más vulnerables de la población migrante. En específico, donde hay más prevalencia de INIR bajo es entre quienes no poseen permisos de residencia (58 %), quienes nacieron en Haití (53 %), y entre quienes tienen una lengua materna diferente al español (52 %). De tal manera, se exponen más probabilidades de tener INIR bajo en los grupos críticos de la población migrante, lo cual da luces de una buena construcción metodológica del índice en cuestión.
Conclusiones
Dentro de los principales hallazgos del presente estudio destaca la relevancia de las siguientes dimensiones para medir los niveles de inclusión relacional de una persona migrante, es decir, respecto de su experiencia relacional dentro de la sociedad de acogida:
La proyección en el país receptor respecto de la existencia de proyectos de más largo plazo.
Experimentar discriminación y rechazo.
El rol fundamental de las redes de apoyo locales, como orientadoras o baquianas en la cultura y lógicas locales.
Ello cobra sentido dado que, para generar comunicación en igualdad de condiciones entre migrantes y no migrantes, como expone el enfoque intercultural, son relevantes: los sentimientos de pertenencia y con ello la proyección de vida en la comunidad de acogida; la existencia de vínculos simétricos sin experiencias de discriminación o inferiorización, así como el contacto profundo que posibilita el encuentro e intercambio de saberes para conocer por medio de la experiencia al “otro” (Diez, 2004; Stefoni Espinoza et al., 2016; Tubino, 2005; Walsh, 2012).
Se evidencia que el INIR sería más bajo en aquellos grupos más vulnerables y excluidos de la población migrante que habita Chile. Así, es mayor la prevalencia de nivel bajo de INIR entre quienes no poseen permisos de residencia y entre las personas nacidas en Haití. En el primer caso, esto expone la manera en que la irregularidad migratoria puede generar experiencias de exclusión al limitar el acceso igualitario a los derechos en relación con los nacionales, y con ello crear una percepción de menor nivel de relacionamiento simétrico, lo cual merma las posibilidades de comunicación intercultural (Tubino, 2005; Walsh, 2012). En relación con la comunidad haitiana, se refleja el significativo impacto de experimentar discriminación debido a que se le atribuyen características y valoraciones racializantes e inferiorizantes desde la sociedad receptora (Rodríguez y Gissi, 2019), lo que puede provocar graves mermas en la percepción de inclusión desde la comunidad de acogida (Diez, 2004; Walsh, 2012).
Por otro lado, en cuanto al funcionamiento del mismo índice (INIR), el presente estudio constituye un alentador ejercicio de construcción de un dispositivo orientado a la medición de la calidad de las relaciones en la vida cotidiana de las personas migrantes en Chile desde un enfoque intercultural a partir de una encuesta representativa a nivel nacional. Relativo a su validación, los resultados del Análisis Factorial Exploratorio (AFE) y del Análisis Factorial Confirmatorio (AFC) exponen que se trata de un modelo perfectible que presenta virtudes y potencialidades para el estudio de la inclusión relacional de la población migrante. Las debilidades exponen la necesidad de generar -en una nueva encuesta- una batería de preguntas con una escala estandarizada (idealmente tipo Likert, con cuatro opciones, siendo 1=Muy en desacuerdo y 4=Muy de acuerdo). Esto invita a que en futuros ejercicios se ajusten los indicadores aquí trabajados a afirmaciones y posiciones claras. Sin duda, también se reconoce que es oportuno evaluar la incorporación de encuestadores migrantes en el mismo proceso, para disminuir posibles sesgos de deseabilidad social ante encuestadores locales.
Ahora bien, dentro de las virtudes del índice presentado se destaca la existencia de tres dimensiones independientes entre sí, lo que evidencia un alto potencial para futuros ejercicios. En efecto, la futura batería de preguntas podría realizarse siguiendo el modelo de operacionalización aquí planteado. Por lo demás, el modelo construido arrojó buen ajuste al realizar el Análisis Factorial Confirmatorio (CFI de 0.89, y un RMSEA de 0.07).
En suma, esta investigación plantea oportunidades para el análisis estadístico de la experiencia migratoria a nivel relacional, pero también importantes retos respecto de la construcción de nuevos instrumentos de estudio. Destaca el potencial heurístico de la perspectiva intercultural crítica y, sobre todo, la posibilidad real de operacionalizar multidimensionalmente la inclusión social de la población migrante con énfasis en el ámbito relacional. Con ello, en este estudio se identificaron aquellos grupos de la población migrante con condiciones más críticas, lo cual puede ser un gran aporte en el despliegue de políticas públicas que busquen aumentar las redes de apoyo de quienes buscan en Chile una nueva oportunidad de vida.
Ciertamente, futuros ejercicios permitirán ajustar el índice propuesto, y podrán abordar con mayor profundidad los vínculos aquí explorados entre la inclusión socioeconómica y la relacional. Las carencias económicas tienen un correlato relacional y este estudio abre nuevas interrogantes, pero sobre todo oportunidades para nuevos ejercicios y análisis.