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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versión On-line ISSN 2448-6914versión impresa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.55 Ciudad de México dic. 2012

 

Reseñas

 

Margarita Vargas Canales, Del batey al papel mojado. Campesinos cañeros y vida cotidiana en Puerto Rico

 

Homero Quezada Pacheco*

 

México, CIALC-UNAM, 2011, 250 pp.

 

*Coordinación de Humanidades-UNAM

 

Desde un punto de vista formal, Del batey al papel mojado. Campesinos cañeros y vida cotidiana en Puerto Rico, de Margarita Vargas Canales, está dividido en cuatro capítulos y un epílogo. Temáticamente, no obstante, se distinguen dos grandes apartados. El primero abarca un recorrido panorámico en torno a la vida cotidiana de los campesinos cañeros, desde la época colonial hasta la tercera década del siglo xx. el segundo expone, discute e interpreta el origen de las ideas que dichos trabajadores esgrimieron antes y durante las huelgas de 1934, el vínculo establecido con los diversos organismos políticos (que a la sazón operaban ya sea en Puerto Rico o entre la comunidad radicada en Nueva York), así como las formas concretas de lucha adoptada y de organización sindical.

Ambos ejes temáticos se corresponden de manera natural, cuando se advierte que las motivaciones que llevaron a los campesinos a participar en dichas acciones colectivas se gestaron, sobre todo, a partir de su cotidianidad, de las enseñanzas y experiencias adquiridas en los cañaverales y, en definitiva, a partir de su forma de vida moldeada a través de los siglos.

El "batey" al que alude el título de la obra representa un umbral cronológico; en efecto, la zona ocupada por los barracones, las viviendas, los trapiches y otras edificaciones de los incipientes ingenios azucareros de la Colonia, funge como el inicio de las vicisitudes cotidianas de los trabajadores agrícolas puertorriqueños. A su vez, la expresión "al papel mojado", destino final del estudio, se refiere a que, durante la suspensión de actividades laborales de 1934, muchos campesinos cañeros consideraron los acuerdos firmados el año anterior como secuelas carentes de valor: documentos sin consistencia ni aplicación real.

Asistimos a la elaboración de un discurso a través del cual se entrelaza el acontecimiento público con el suceso íntimo, uno de cuyos efectos muestra los hábitos y las experiencias privadas de un sector que, a través de su perfil detallado, va enriqueciendo el matiz de los contextos materiales y sociales en los que se despliega cada acontecimiento presentado.

Puerto Rico, un caso único en el mapa regional, ha vivido procesos económicos y políticos diferentes a los de muchos otros países de América Latina. La razón, evidentemente, recae en su singular relación con Estados Unidos; por eso, la autora consideró de gran importancia que, si se buscaba entender a profundidad el entorno político-cultural isleño, era necesario construir un modelo de interpretación amplio, que no solamente atendiera la estructura general de la historia social, sino que también tomara en cuenta una óptica que englobara las aristas de la vida cotidiana.

La historia de la vida cotidiana ha ido cobrando un interés cada vez más visible en el quehacer historiográfico actual. Más allá de una mera descripción (pero también más allá de los grandes sucesos de la historia convencional), el enfoque ha contribuido a generar contenidos inéditos y a descubrir ángulos inexplorados del pasado. Por tanto, las escalas temáticas se expanden a la microhistoria, la historia oral, las relaciones de género, la interacción familiar, la sensibilidad, las representaciones sociales del amor, la sexualidad, el gusto, etc. La historia de la vida cotidiana ha favorecido la creación de un terreno propicio para elucidar comportamientos y tejidos sociales capaces de revelar fibras recónditas que surcan la sociedad y que, en gran medida, le dan forma.

Del batey al papel mojado subraya el hecho de que el proceso de elaboración de azúcar en Puerto Rico estuvo relacionado intrínsecamente con todos los eventos políticos, sociales y económicos, lo cual, desde luego, repercutió en dotar de rasgos culturales específicos a las familias de campesinos cañeros.

De este modo, durante el periodo correspondiente a la esclavitud, durante la denominada economía de plantación, la autora advierte la manera en cómo las familias cañeras se fueron definiendo de un modo característico, ajeno, en gran medida, a las pautas establecidas por las clases dominantes; en concordancia con lo que ocurría en otras latitudes continentales, se señala, entre otros aspectos, el modo en el que la posición social y económica de los protagonistas estaba determinada por los orígenes raciales.

Una segunda etapa la constituye la abolición de la esclavitud, en 1873, cuando comenzó el declive de las plantaciones y empezaron a proliferar las haciendas azucareras; en ese lapso, se hizo patente la contratación de trabajadores libertos a lo largo y ancho de la Isla, con lo cual, si bien estaban obligados a laborar con un mismo hacendado durante el transcurso de un tiempo acordado, se suscitó una mayor movilidad territorial y, con ello, un creciente trasiego e intercambio cultural.

Un tercer periodo es identificado después de 1898, luego de la Guerra Hispano-cubana-americana, cuando, formalmente, Puerto Rico fue cedido a Estados Unidos por España, con lo cual los derechos civiles y el estatus político de los boricuas comenzaron a dirimirse en el Congreso estadounidense. La época se caracteriza por el auge de las centrales cañeras, en menoscabo de las haciendas. Dependientes de los ciclos agrícolas del cultivo de la caña, las familias campesinas emprendieron una movilidad aún más dinámica, registrando una redistribución en su estructura tradicional.

El cuarto y último ciclo, en el cual se halla el núcleo de la investigación, comprende el primer lustro de la década de los años treinta, etapa que exhibe el deterioro del modelo político-económico en boga, además de la incorporación paulatina de las familias cañeras a un modo de vida signado por una modernización diseñada en Estados Unidos.

Los aspectos de vida cotidiana que sucesivamente aborda la obra son múltiples y minuciosos: las relaciones de pareja, la crianza de los hijos, el rol asignado a niños y niñas, las responsabilidades de los adultos mayores, la violencia intrafamiliar, el racismo, la pobreza, el alcoholismo, las problemáticas inherente a la falta de educación. En tal contexto, se va descubriendo, a través de un panorama diacrónico, la índole de las familias, sus vínculos afectivos, sus costumbres, sus valores, su vida espiritual.

Al respecto, destacan los episodios relativos a lo que la autora designa como "Los caminos de la fe, la esperanza y el alma". La devoción de los campesinos cañeros es mostrada en toda una gama de sincretismos, transculturaciones y prácticas religiosas. A las creencias, preceptos y rituales católicos se superponían y mezclaban no sólo las celebraciones de origen africano (como el Palo Mayombe y la religión yoruba), sino también la presencia del sistema espiritista (de gran penetración durante el siglo XIX), así como la progresiva evangelización de las iglesias protestantes procedentes de Estados Unidos, en particular del Pentecostalismo. A su vez, para la gente que trabajaba la tierra, el contacto con la naturaleza conducía a revelar en cada criatura, fruto o planta la voluntad de una presencia superior y proveedora.

Durante los años treinta, descubrimos que la gente dedicada al cultivo de la caña encontró en la confluencia pacífica de las distintas manifestaciones religiosas una vía franca para paliar la zozobra y la desventura cotidiana; además, ante la desilusión inducida por la controvertible actuación de organismos y líderes políticos, las prácticas espirituales alentaron la asociación y el sentido de pertenencia para enfrentar la devastación de los antiguos sistemas de vida.

La historia de la vida cotidiana, al contar con la posibilidad de aplicarse tanto en el pasado inmediato como en épocas remotas, ofrece resultados muy fructíferos; cabría añadir que, además de las fuentes oficiales y de archivo, la cantidad de datos disponibles para esta vertiente historiográfica refuerza una metodología sumamente versátil. Teniendo la ventaja de echar mano de periódicos locales, entrevistas, autobiografías y relatos testimoniales, entre otros soportes documentales, es posible escudriñar a fondo la vida común de los individuos, lo cual beneficia, entre otros aspectos, el análisis de los modelos de representación de la propia identidad.

Precisamente, el libro no sólo se sirvió de una nutrida bibliografía sobre historia general, historia regional, esclavitud, haciendas y campesinos, centrales cañeras, mujeres trabajadoras, movimientos obreros locales, etc., sino también, de manera importante, se valió de testimonios y hasta de novelas. Con respecto a aquéllos, sobresale el empleo fundamental de dos fuentes: una de ellas es Con valor y a como dé lugar; memorias de una jíbara puertorriqueña, de Carmen Luisa Justiniano; la otra, Memorias de Bernardo Vega. Ambas obras, a través de la palabra directa de protagonistas comunes, dan cuenta de los rasgos de tiempos y lugares desde una posición en la cual afloran espontáneamente sentimientos, creencias, recuerdos, dudas y perplejidades, dejando al descubierto aspectos sustanciales de lo que supone el cambio social y de cómo éste se concreta en la vida de las personas.

Por otra parte, llama la atención el uso bibliográfico que la autora realizó de algunas novelas. Además de un par de textos cuyas tramas, ambientadas hacia mediados del siglo pasado, abordan la derrota de algunos nacionalistas puertorriqueños (descalabro reflejado tanto en el recurso de la vía armada para conquistar triunfos políticos como en el propósito de adquirir popularidad entre sectores medios), Margarita Vargas recurre con alguna frecuencia a La llamarada, de Enrique Laguerre y a La gleba, de Ramón Juliá. La llamarada se publicó en 1935 y, pese a la cercanía temporal con las huelgas, los sucesos contados no se ocupan de éstas, pero sí retratan crudamente algunas peripecias y personajes del mundo cañero, como campesinos, peones, capataces, agrónomos y militantes socialistas. A su vez, La gleba, publicada por entregas entre 1912 y 1913, si bien corresponde a un periodo anterior al de la investigación (cuando sobrevino la aparición de la grandes centrales cañeras), recrea un entorno político y económico del cual, años después, surgirán los conflictos laborales de los años treinta.

Evidentemente, se trata de novelas vinculadas a los regionalismos estéticos, cuyas técnicas y procedimientos tanto debían al realismo y al naturalismo decimonónicos; se trata de textos que, en el transcurso del siglo XX, gozaron de un auge peculiar en distintos países latinoamericanos y que luego, tras confrontarse con otro tipo de narrativas, aplicadas en desestabilizar la seguridad del referente inmediato, muchas de ellas perdieron vigencia literaria, e incluso, algunas fueron olvidadas.

Es sugestivo y meritorio que ejercicios historiográficos como el libro de Margarita Vargas hagan una revaloración de este tipo de obras y que, implícitamente, emprendan un rescate de textos que, desde la ficción realista, pueden dar luz a la explicación del pasado. Si un historiador puede ocuparse tanto de los asuntos públicos como de la vida privada de sujetos determinados, es perfectamente válido acudir a referencias estéticas que han buscado reflejar el entorno inmediato y servirse de la realidad con la determinación de seleccionarla, desentrañarla y, sobre todo, interpretarla.

Entre otros de los logros de esta investigación, se encuentra el de tomar en cuenta elementos que trascienden la información institucional para estudiar la historia de los movimientos laborales, en este caso una huelga; aspectos como la familia, las religiones y las creencias de los campesinos puertorriqueños aportan grandes contribuciones en el análisis del discurso histórico-cultural. La aproximación interdisciplinaria desplegada demuestra una gran habilidad para ampliar la dimensión de un hecho histórico concreto. Se trata, como señala la autora, de ocuparse de las pequeñas historias para tejer las grandes historias.

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