No fueron pocos los extranjeros involucrados en la Revolución mexicana, más aun, en la revolución encabezada por Francisco I. Madero. Es el caso de Matías Oviedo Pastor, originario de Honduras, quien se vinculó a los antirreleccionistas, al menos, desde 1909 hasta marzo de 1914, cuando retornó a su país.1 Durante esos más de cinco años, fue redactor en periódicos de oposición, participó en el movimiento armado en Coahuila, dirigió un diario en Zacatecas, perteneció a la directiva de Nueva Era -el famoso periódico del gobierno maderista- y se desempeñó como funcionario en el gobierno de Francisco I. Madero. Tras participar en los inicios de la revolución carrancista, junto a Francisco Villa, regresó a Honduras para iniciar un largo y casi interminable éxodo periodístico por Centroamérica que lo llevó a San Salvador, su última morada.
El maderismo, en mi opinión, comprendió varias etapas: el antirreleccionismo, las elecciones presidenciales de 1910, la guerra contra el gobierno de Porfirio Díaz, la elección de Francisco I. Madero como presidente, su gobierno y la Decena Trágica,2 además de los movimientos promaderistas organizados por antiguos simpatizantes y colegas en México y en el extranjero, luego de su asesinato. Como se leerá enseguida, Oviedo participó en cada una de éstas, en el país o desde Centroamérica.
En la prensa antirreleccionista
Su primera aparición pública localizada, en 1909, estuvo relacionada con la detención de todos los trabajadores de El Antirreleccionista, periódico que dirigía Félix F. Palavicini. Oviedo era el "repórter" que "tomaba en la mañana las noticias de policía y en la tarde las de la Cámara de Diputados y los centros políticos".3 Sin embargo, poco después de cumplir un mes de su relanzamiento, y con la "evidencia" de haber injuriado al gobierno, el jefe de la Policía Reservada, Francisco Chávez, arrestó a todos los trabajadores de la publicación. Era el 28 de septiembre de 1909.4
La detención ameritó un extrañamiento del gobierno hondureño. Otto Reinbeck, a la sazón cónsul general de ese país en México, escribió al ministro de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal, abogando por su paisano. Exponía que el joven tenía, antes bien, un "empleo secundario en ese periódico, en la parte no relacionada con la política, pues era el repórter encargado de recoger las notas de Policía". Reinbeck pedía su libertad: "en mi creencia no tiene responsabilidad por las opiniones sostenidas" en la publicación.5
Como no fuera excarcelado con prontitud, en una nueva carta, de fecha 24 de octubre de 1909, importantes líderes hondureños insistían en su libertad. Entre los peticionarios figuraban miembros del Partido Unionista, estudiantes de la Universidad Nacional, del Instituto Nacional, de la Escuela Normal de Varones y de la de Comercio del Estado de Honduras; pero, sobre todo, tres líderes importantes del país como Edmundo Lozano, Alonso Brito y Eusebio Fiallos. Advertía Reinbeck:
[... como usted puede apreciar enlistados en esta carta,] no hay solo estudiantes, muchos de ellos de la Facultad de Derecho, sino también periodistas, miembros del Poder Judicial, como Secretarios de Juzgados, Jueces, el Secretario Interino de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, siendo también, algunos de los firmantes, empleados en distintas oficinas de la Administración Pública.
En esa misma, pedían a Mariscal que intermediara con el general Díaz para su salida de la cárcel de Belén:
Como corrector de pruebas, no ha hecho más que ejercer uno de los derechos naturales del hombre, pues no cabe duda, señor Ministro, que Oviedo, lejos de su terruño, se ha dedicado, exclusivamente, a trabajar, para proporcionarse los medios de subsistencia, en un país, donde, en honor a la verdad, la lucha por la vida es sumamente difícil, sin ser responsable de las opiniones políticas que sustente dicho periódico.6
Mariscal respondió a los principales remitentes que la detención de Oviedo debió ser "con causa justa": "[el presidente Díaz,] no obstante ser generoso, según el mundo entero lo reconoce, y ustedes lo dicen, carece de facultad para ordenar, como ustedes lo piden, sea puesto en libertad el citado señor Oviedo".
Quizá para noviembre de 1909, el hondureño salió de la cárcel de Belén. Pero no sólo colaboraba en El Antirreleccionista: lo hallé en El Partido Democrático y en México Nuevo. Diario Democrático.7 A la cabeza de ambos estaba Juan Sánchez Azcona. Un primer intento de cierre de México Nuevo se verificó antes, en marzo de 1909, cuando la policía confiscó la linotipia por el "delito" de haber promovido el libro La sucesión presidencial, de Madero, de quien también publicaba documentos y artículos.
Que Oviedo trabajaba en México Nuevo quedó confirmado en el primer número de 1910, en el cual, incluso, apareció una fotografía suya. La directiva presentaba a los trabajadores que habían hecho posible mantener la circulación del diario durante un año. El periodista, por lo común, no firmó artículos políticos, sino hasta que pasó a Nueva Era. Órgano del Partido Constitucional Progresista. En México Nuevo pudo haber redactado varios. A la requisa definitiva de éste, la clausura del rotativo se formalizó el 21 de junio de 1910.8
De méxico nuevo a... La revolución maderista
Desde el cierre de México Nuevo y hasta enero de 1911, no aparecieron más pistas sobre Oviedo. Es muy probable que haya hecho agencias confidenciales, pues su nieta Cristina, radicada en Tegucigalpa, recordó en entrevista que, de pequeña, escuchaba las historias de su abuelo, como aquella cuando tuvo que esconderse dentro de un árbol, al saber que venían tras de él soldados porfiristas:
En su desesperación vio un árbol enorme, entró a él porque descubrió un hueco, y cuando estaba dentro se escondió y se sentó en algo liso. A los pocos minutos empezó a sentir en su trasero un movimiento y no podía hacer nada porque pasaban y pasaban soldados. Él llevaba un documento que tenía que entregar. Se dio cuenta que lo que había adentro era una enorme serpiente.9
La revolución maderista estalló el 18 de noviembre y Oviedo apareció meses después, pero preso por sedición. A principios de enero de 1911, fue conducido -junto con Gregorio Alcalde, José Ángel Cadena, Francisco de Anda, Juan E. Guerra y Ernesto Treviño Garza, general brigadier en la revolución carrancista- de la cárcel de Monclova a la Penitenciaría de Saltillo, reportaba Regeneración.10 Salió de la mazmorra el 28 de mayo de ese año. Iba a participar en la toma de Saltillo. Como uniformado, luce en una fotografía del Fondo Roque Estrada: posa la plana mayor de la Zona Local Revolucionaria de Coahuila, que la integraban, además de Oviedo, el general Ernesto Santoscoy, Francisco J. Múgica (a quien había conocido en México Nuevo), Francisco Cos, Ernesto Treviño Garza, Luis Gutiérrez, su amigo José Ángel Cadena y Rafael Cepeda, entre otros.11
En una postal-retrato que conserva la familia Oviedo Valle, dirigida a su madre, Luisa, compartió su liberación. Era remitida a San Pedro Sula:
Saltillo, Coahuila, [número ilegible] de junio de 1911.
Querida mamá: El 28 del mes próximo pasado, salí de la cárcel. Ahora me encuentro perfectamente bien, sin peligro; porque la tiranía del general Porfirio Díaz cayó ya, para bien de la civilización. Hemos triunfado. La justicia ha sido reivindicada. Creo que esto debe satisfacerle, más que por otro motivo, porque tu hijo, en la medida de sus fuer[zas...]12
El Diario de Zacatecas
A la firma de los tratados de paz, en Ciudad Juárez, Matías Oviedo -ya para entonces, de 23 años de edad- se mudó a la capital de Zacatecas. Allí fundó, con Juan Antonio Carrillo, El Diario de Zacatecas. Periódico de Política, Información y Variedades: tenía cuatro páginas y su primer número circuló el 6 de julio de 1911. El contenido era, sin ambages, pro-maderista. Y en el entremedio, la "Sección Neutral", daba cabida a señalamientos opositores o publicaban sendas discusiones o quejas de y hacia la clase política local. Sólo pedían a sus responsables dejar atrás el anonimato y, con él, la "apatía" y el "miedo serval", "causantes de nuestras desgracias".13
Oviedo y Carrillo redactaban los editoriales. Tres alias podrían ser del primero: "Pedro P. Nélope", "Ludovico" (o "Ludovino") y "Nemo". El periodista centroamericano muy pocas veces firmó alguno, pero se sobreentiende que ése era su trabajo. Lo mismo hacía Carrillo, quien bien pudo ser "Paco Repollo".
"En alto la bandera" fue el editorial de presentación. De los pocos atribuidos. En él, hay una combinación de autobiografía e ideario de vida que vale recoger aquí. El joven hondureño presumía su sangre de indio, "que se derrama como una ofrenda, en los altares de la soberbia, antes que hacerse cómplice infame de la traición". Ha bruñido su mente y su piel en la oscuridad de los calabozos, y ello no lo ha amilanado. La reciedumbre, al contrario, lo ha forjado como "alma colérica a la bondad abierta" que rechaza la esclavitud. A bordo de la "nave del ideal", ha tenido que escuchar los bramidos y cizañas de los "obcecados", "serviles" e "impotentes", hechos ahora "cuervos humanos":
[…] yo los perdono, yo los desprecio; les tengo lástima á los canallas, por eso nunca a fustigarlos descenderé. Mi credo es uno; arca vacía es el tesoro que guardo hoy; en la mazmorra penitenciaria ha transcurrido mi juventud. Digan lo mismo los que ayer fueron, los que mañana también serán, aduladores de tiranías, incensadores de los magnates, á cambio de oro, de escupitajos, y de baldón. Voy por la senda con mi bandera, que es la bandera de la honradez. […] Esa es mi historia, pobre y sencilla; ladrad, cobardes, seguid lebreles; vuestros mordiscos en carne hercúlea, son á manera de puñetazos en la pared.14
Un análisis al periódico revela tres propósitos: el primero, ser portavoces "de la obra revolucionaria en Zacatecas", expresado por ellos mismos, en una nota del 14 de noviembre de 1911; el segundo, ser formadores de doctrina, y, el tercero, esparcir la convicción de que la prensa debe ser libre y democrática. Unos cuantos encabezados demuestran ese triple desafío que imaginaban: "Cumple a la prensa democrática enseñar al pueblo sus derechos ya que la tiranía se ha encargado siempre de incrustarle sus deberes a latigazos"; "Los enemigos de la triunfante revolución, son enemigos de la Libertad"; "La prensa honrada debe ser respetada", y "La prensa debe contribuir al bien común", de Maximiano (o Maximiliano) Avilés. Propagar el socialismo, a la par del pensamiento democrático, del mismo modo estaba entre sus líneas. En septiembre se alegraban de que ya daba frutos "la propaganda entre trabajadores", pues 27 herreros firmaban su adhesión a una confederación obrera. "El socialismo agrario no significa el desconocimiento de los derechos creados", encabezaba, entre muchos otros artículos, Juan Antonio Carrillo.
Y si no se conocieron antes -lo cual no fue posible confirmar-, el 1 de noviembre de 1911, Madero y Oviedo estuvieron frente a frente por primera vez. La visita del presidente electo a la capital zacatecana, escribió, "debe consolarnos, debe llenarnos de esperanza", confiaba en la nota.15 A finales de noviembre de ese año, Carrillo anunció la salida del hondureño. Al decir adiós al colega, elogiaba su trabajo, elaborado con toda "dignidad y entereza", y expresaba:
El señor Oviedo es un periodista viril, de altos vuelos; revolucionario de buena cepa, de ideas nobles y levantadas, ha combatido con denuedo los sedimentos de la tiranía, las raigambres de la dictadura; ha provocado con ello las iras de los enemigos de la justicia y de la democracia, lo que le honra como a todo buen luchador [...]. Su labor en Zacatecas fue ruda, pero altamente provechosa; ahora ha querido seguir combatiendo como paladín incansable, en otro medio, y al efecto marchó hoy en la madrugada rumbo a la Ciudad de México, donde trabajará en la prensa independiente, siempre en defensa de la causa del pueblo.16
Al mes siguiente, El Diario de Zacatecas anunciaba su quiebra. Carrillo admitía que las deudas los habían ahorcado y, pese a su novedoso servicio informativo, "no nos fue posible obtener que nuestro esfuerzo fuera comprendido en toda su extensión". Quedaba la satisfacción de que, en la sociedad, "[saben que somos] periodistas incapaces de corrompernos ni de vender nuestras ideas".17
Editorialista estelar de Nueva Era
Valorado por su compromiso, Matías Oviedo retornó al Distrito Federal para reincorporarse al equipo periodístico de Juan Sánchez Azcona, quien era, a la vez, secretario particular de Francisco I. Madero. Fue nombrado, por instrucción presidencial, "oficial" de la Secretaría de Estado y Despacho de Justicia el 6 de diciembre de 1911. Era subsecretario Federico González Garza, con quien entablaría una amistad que continuaría lustros después. Según el oficio, el hondureño revisaría todos los días la prensa y, como se percatase de un foco rojo, debía "llamar la atención de las Secretarías de Estado sobre todo lo que en ella se relacione con sus correspondientes ramos"; en especial, aquello que revistiera un carácter de "censura" hacia los titulares de esas oficinas. De encontrar éstas -que, entiendo, debían ser críticas-, lo siguiente sería alertar al funcionario sobre la noticia, recabar las instrucciones convenientes y, "si procede, se hagan por la Prensa amiga las aclaraciones respectivas".18
Oviedo, de puño y letra, llevó a cabo tales enmiendas. Y Nueva Era fue el espacio donde escribió toda la plana maderista, él incluido. Al mismo tiempo, colaboraba en El Despertador del Pueblo. Semanario Liberal, Independiente y de Actualidad, editado en Zamora, y que Antonio Navarrete codirigía con Francisco J. Múgica.19
En Nueva Era, el centroamericano no siempre firmó sus artículos. Ello lo explicaría, en parte, su condición de inmigrante, sobre todo al aproximarse la Decena Trágica, cuando dicha condición se convirtió en un alegato muy importante entre los periodistas. No hay documentación relativa a una naturalización en el Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y, en abono a lo anterior, su nieta Irma aseguró que su abuelo nunca pretendió la nacionalidad mexicana. De esta etapa en el órgano de difusión maderista (1912), destacan editoriales como "La actitud del gobierno mexicano", en el que defendía a la Presidencia ante Estados Unidos y la presunta amenaza de intervenir el país, como acababa de ocurrir en Nicaragua y en Honduras. En "El pretexto de la intervención", por otro lado, el periodista criticaba la actitud estadounidense de intromisión en las naciones latinoamericanas. Tomo un fragmento:
Los pueblos libres de la América Latina, por el solo hecho de serlo, rechazan la tutoría [de Estados Unidos] [... y, por tanto,] la doctrina Monroe [...] significa un tremendo ultraje a nuestros pueblos, dado que los hace aparecer como incapaces para garantizar las vidas y los intereses de los extranjeros.
En "A propósito del 2 de abril", juzgó incorrecto que, a contracorriente de lo declarado por Madero, los diputados se empeñaran en fijar ese día como fecha de asueto nacional (el 2 de abril de 1867 fue la Batalla de Puebla, con la que se ponía fin al asedio de las fuerzas imperiales de Maximiliano de Habsburgo). Los legisladores que así lo habían decidido ofendían "á los hombres que derrocaron a la tiranía; es decir, al pueblo". En vez de conmemorar el 2 de abril, debió ponerse como fiesta la victoria sobre Cuautla, cuando Morelos fue sitiado en esa ciudad durante 72 días. Y condenaba: "los libertos, nostálgicos de la esclavitud han pretendido colocar en entre dicho al Ejecutivo, y lo que han hecho es manifestarse de nuevo como son: abyectos é insolentes; abyectos ante el látigo, é insolentes ante la verdad". Les preguntaba: "¿en qué forma fue grande el Gral. Díaz?", y respondía: "Millares de asesinos y despojados, y millones de oprimidos, se levantan para respondernos á coro: [¡]el Gral. Díaz fue únicamente grande para el crimen!".20
El Mañana se tomó de manera personal la recusación de Oviedo y, en un editorial, devolvieron la hoz en estos términos:
Es una verdadera calumnia, como lo hace el autor del artículo, un tal Matías Oviedo […]. Lo que le importa es insultar con razón o sin ella a los políticos independientes, denigrar al Congreso y difamar al general Díaz para dar gusto a los actuales gobernantes. Da verdadero asco descender al terreno en el que se ha colocado nuestro hombre.21
Entrada la Semana Santa de ese 1912, el periodista seguía defendiendo y fustigando desde Nueva Era. No era necesario ir a los tiempos en que Jesús había sido crucificado para conocer la traición. Aquí, en México, nuevos felones azuzaban; y no sólo a Madero, sino también a la patria. En vez de sostener al primer gobierno emanado del voto popular, execraban al libertador. En "Los Judas", el periodista invitó a rendir culto, también, a la miseria, la abyección y la cobardía, las "tres calamidades morales" del país, que tenían un representante: la miseria estaba encarnada en Pascual Orozco; la abyección, en Emiliano Zapata, y la cobardía, en Emilio Vázquez Gómez. Reflexionaba:
México es parte principal en una crisis de salvación próxima; la sociedad, si no está en posesión de las mortales flechas de Filoctetes, tiene la potencia de Hércules niño y hombre para ahogar á las serpientes y para vencer á la Hidra legendaria [...]. La lucha que encarna en el gobierno del señor Madero, resplandece victoriosa, con una diadema de bondades y sobre una peaña de entusiasmos motivados é imperecederos.22
En total, localicé 15 editoriales firmados por él, en donde disertaba los temas del momento, como la inminente victoria que tendría "el valeroso y honorable militar", Victoriano Huerta, en contra de los orozquistas, con el título "La hora del triunfo". En "Los de la Liga se indignan", hacia abril de 1912, se recargaba en los artículos periodísticos de Ricardo García Granados (hermano de Alberto) para defender a Fernando Iglesias Calderón, quien "fue siempre veraz y [...] libre, en tiempo de la mentira y de la esclavitud". Esta Liga de la Defensa Social era de reciente formación, y la conformaban opositores al gobierno, a la cabeza de Francisco León de la Barra.
El hondureño estaba, por entonces, en la fase periodística más provocadora, o bien, respondía a las bravatas de la prensa de oposición. "La sociedad ante la contrarrevolución", "El voto popular es la palabra de honor de la masa social", "La delincuencia de La liga está comprobada" y "A pactar con Orozco" fueron otras de sus colaboraciones, que aparecen firmadas todavía hasta finales de mayo de 1912.
A la "prensa vendida" o "sensacional" le dedicó varias reflexiones. Tomo la titulada "Sobre la censura", en la cual rechazaba que el gobierno de Madero cortapisara al periodismo. La libertad alcanzada por la rebelión de 1910 se traducía, ahora, en libertad de prensa: "El gobierno hasta la fecha no ha obligado a periódico alguno a que le cubra desastres y reveses" políticos o militares. "Que los periodistas y reporteros gozan de una ilimitada libertad lo prueba el hecho, que nadie puede negar, de que los periódicos enemigos del actual orden de cosas, todos los días publican noticias pregoneras de colosales triunfos de las armas de los traidores".23
En "Prosigue la orgía del amarillismo", las críticas fueron aun más fuertes, directas y sin aliños. Hasta cierto punto, desesperadas. La manga ancha del gobierno la utilizaban para atacarlo:
Esa tolerancia, precisamente, es una de las causas de los males que agobian al país; esa tolerancia [...] que se ha interpretado como cobardía en las filas de la oposición, es uno de los motivos de este ulular sombrío de las pasiones insanas […]. Hoy los periódicos y los periodistas de la fácil oposición, hacen de la honradez un guiñapo, de la conciencia ludibrio, y del pensamiento cloaca.24
Y, enseguida, Matías repasaba el comportamiento de los periódicos contemporáneos. El Imparcial perjudicaba a diario con sus exageraciones sin fundamento sobre batallas y al dar voz a todos los contrarios al gobierno. Trinidad Sánchez Santos "no deja de arrojar cieno" en El País, el cual "sigue estimulando los instintos criminales, con noticias de todo punto inexactas, completamente sediciosas y mal intencionadas". Y cuando el gobierno ha querido frenarlos en cumplimiento de la ley, "surgen las imprecaciones, se desbordan los insultos, se erigen en acusadores implacables, las calumnias". Oviedo remataba este fuerte artículo con su solicitud al gobierno de castigar "a los que del periódico hacen cátedra del Mal, y a los que de la pluma hacen estilete para destrozar las fibras del decoro y las sagradas entrañas del honor".25
La Decena Trágica
Así, sin firmar artículos, Oviedo continuó en Nueva Era, puesto que alternaba, ahora, como empleado en la Oficina de Informaciones del Ministerio de Gobernación, dirigida por Emeterio de la Garza Jr. Desde junio de 1912 y hasta los fatales días de febrero de 1913, su autoría editorial se disolvió en el anonimato.
Matías Oviedo se hallaba en Palacio Nacional cuando los rebeldes que encabezaba el general Bernardo Reyes pretendían asesinar a Madero, aquel 9 de febrero de 1913. Las fuerzas de Lauro Villar depositaron el cuerpo del general en una "sala del departamento bajo del gran Palacio", para mostrarlo al Presidente. Enterado de los hechos -como él mismo narró años después-, Sánchez Azcona se dirigió, de inmediato, al Zócalo. Ahí lo esperaba el hondureño, quien le resumió los hechos y lo llevó a aquella alcoba:
No lo identifiqué por el momento y hasta me pareció el [rostro] de un individuo bastante desconocido, de pelo azafranado, pues tal era el color de la barba que, hirsuta, cubría su rostro. Pero fijándome en su diestra, que colgaba de la mesa, y en los pies pequeños, calzados con guerrera bota "Federica", desgarrada por cierto, que tuve frente a mí, reconocí sin vacilación al general Bernardo Reyes, cuya barba estaba ensangrentada.26
Juan recordó la escena con las anteriores palabras. Y, de paso, a "mi querido amigo" Matías Oviedo, "un estudiante hondureño, redactor que había sido de mi México Nuevo, que muy sinceramente compartía con nosotros los ideales de la revolución".27
El centroamericano huyó a La Habana con el nicaragüense Solón Argüello, quien dirigía para entonces Nueva Era, hasta que el edificio que lo albergaba fue incendiado. En la isla, ambos ofrecieron una conferencia de prensa en el teatro Politeama, el 8 de marzo de 1913, para dar su versión sobre los trágicos sucesos.28 A ellos se unió, días después, Sánchez Azcona, quien había logrado escapar de Palacio Nacional, acompañado de Jesús Urueta. Argüello y Oviedo se embarcaron en el Monterey con rumbo a Nueva York.29 Allá los alcanzó el abogado Luis G. Malváez, y los tres vivieron "estrechamente en una buhardilla" por algunas semanas.30
El 1 de abril de 1913, Oviedo se encontraba en San Antonio, pues desde esa ciudad texana remitió una carta a Federico González Garza. Preguntaba sobre la situación en México para reingresar o no. Sobre una reorganización revolucionaria, decía, "aún no se hace en esta población nada serio en favor del movimiento revolucionario. Este, como el de 1910, goza de grandes simpatías entre los habitantes de estos rumbos". Así también, le hacía saber que tenía noticias de que los "emigrantes en La Habana" no habían recibido ayuda.31
En una carta dirigida a su hermano Federico, del 31 de marzo de 1913, Roque González le notificaba a su vez que él y Oviedo llegaron a Texas "sin novedad". Partiría a Piedras Negras, pues por Monclova se encontraba Carranza. Después de reunirse con otros emigrados, se dieron cuenta de que Carranza había ya logrado formar un movimiento "sencillamente formidable" que contaba con más de mil elementos armados y organizados, operando en Coahuila y el norte de San Luis Potosí. Coincidía con el hondureño en que, por más entusiasmo popular en favor de la Revolución, no percibía en Texas "personalidades debidamente competentes" para servir de soporte a la nueva insurrección y hacer propaganda.32
Para mayo, Argüello, Malváez y Oviedo se internaron en México. Cada uno siguió caminos diferentes. El primero fue asesinado en agosto de 1913, en su intento por matar, con sus propias manos, a Victoriano Huerta; el segundo fue al encuentro de Francisco J. Múgica y Manuel Urquidi en Matamoros, Tamaulipas.33 Carranza lo aprehendió luego, según Martín Luis Guzmán en El Águila y la Serpiente (1928). Por su parte, Roque González Garza se convirtió en presidente provisional por la Soberana Convención Revolucionaria, entre enero y junio de 1915, y su hermano Federico participó en la misma, pero sus desavenencias con Carranza lo llevaron al exilio en Estados Unidos.
El regreso a Honduras
Es muy probable, entonces, que hasta su retorno a Honduras, Oviedo Pastor haya seguido los pasos de los hermanos González Garza. Ellos se unieron a la División del Norte, de Francisco Villa. Fallecido Madero, como se sabe, muchos de sus antiguos colaboradores buscaron reivindicar la lucha democrática y los principios del maderismo, y se vincularon a los nuevos dirigentes que iban descollando. Algunos optaron por militar con Venustiano Carranza o con Emiliano Zapata.
En 1915, como sea, encontré a Oviedo activo como socio en El Ateneo de El Salvador, que publicaba la Revista de Ciencias, Artes y Letras. Ahí escribían sus paisanos Rafael Heliodoro Valle, Paulino Valladares y Adán Canales. Apareció activo en esta sociedad literaria, entre 1917 y 1918.
El 4 de agosto de 1916, Federico y Oviedo habían restablecido su comunicación epistolar. El primero enviaba una carta al segundo, radicado en Tegucigalpa, y como director de La Semana Ilustrada. Semanario Gráfico de Información y Variedades, editado en Comayagüela. Le comunicaba que él y su hermano Roque habían tomado la decisión de retirarse de la política; él, ahora, se dedicaba de tiempo completo a la abogacía en Nueva York. Y anticipaba: "No le hablo de política porque sería necesario llenar un libro; día vendrá en que podamos volver a nuestro país honrados y satisfechos, y para ese día esperamos que Ud. nos vuelva a acompañar, así como nos acompañó en los malos días".34
El 30 de septiembre de 1916, Oviedo enviaba otra carta a Federico. Le explicaba que su retorno a Tegucigalpa, desde hacía dos años y medio, estaba relacionado con la necesidad de "hacerme de unos recursos para volar a México". Le compartía que, en el ínterin, se había casado. La dama era Adriana Valle Lazo, su primera esposa, con quien tuvo seis hijos: Marina (1917), Jorge (1918), Irma (1919 o 1920), Norma Elena (1921), Olga (1928) y Carlos (1930). Dicho sea de paso, todos ellos nacieron en medio de sus exilios en Costa Rica, Nicaragua, Guatemala y El Salvador, además de su estancia en México como cónsul, como se leerá más adelante. En dicha carta a González Garza, Oviedo le informaba: "[permaneceré en mi país] hasta que México se pacifique pues como Ud. sabe, México es para mí un país muy simpático y en él deseo radicarme para siempre".35 El 30 de octubre siguiente, Federico le aseguraba que podría ayudarlo en la importación de una imprenta, negocio que -se deduce- Oviedo le habría propuesto echar a andar. Sobre retornar al país, le advertía: como "ya no hay esperanza alguna de que los que se llaman constitucionalistas puedan jamás dar honor a su nombre", mejor posponer "indefinidamente su amable proyecto" de radicarse en el país otra vez, porque "pronto se arrepentiría" ante el "estado de cosas" en el que México se encuentra.36
En efecto, en Tegucigalpa -siguiendo a Rafael Heliodoro Valle-, dirigía La Semana Ilustrada, cuyo primer número circulaba el 15 de noviembre de 1915, en las manos de su amigo Luis Andrés Zúñiga Huete y de Augusto "Tito" Monterroso como responsable artístico. En 1916, Matías asumió la dirección, mientras "Tito" continuaba en la producción artística (el diario, más adelante, fue dirigido por otro amigo y colega: Céleo Dávila). Ese año, Oviedo también asumió la jefatura de La Semana. Periódico de la Vida Nacional, desde Tegucigalpa, y se sumaba como escritor a Patria. Órgano del Comité Central Unionista, también de la capital. El primer número era presumido en los puestos de periódicos el 28 de agosto de 1917: lo dirigía Manuel F. Barahona y colaboraban, entre otros, Carlos Lagos, Paulino Valladares, José Jorge Callejas y Rafael Díaz Chávez. Había gobernado el país Vicente Tosta Carrasco, por un periodo menor a un año, y le sucedía el hombre fuerte, el médico Miguel Paz Barahona, proveniente del Partido Nacional. Esta administración fue lo más estable posible, si se piensa en el pasado inmediato, aunque a su término se desatara una nueva guerra civil.
En efecto, Matías no volvió al país sino hasta 1922, y no como revolucionario. De entrada, en Tegucigalpa se unió al equipo del famoso poeta y periodista Froylán Turcios. Rafael Heliodoro Valle colocó a éste en el quinteto de "periodistas eminentes" de su país.37 En Esfinge. Revista de Altas Letras (Tegucigalpa, 1905-1918) y Ariel (San José de Costa Rica, 1925-1940), dirigidas por Turcios,38 el otrora maderista publicó trabajos menores. Froylán dirigía, a la vez, la segunda época de la revista homónima, en Tegucigalpa, en donde apareció un artículo de Oviedo titulado "El acuarium (recuerdo de Nueva York)". Por la fecha, marzo de 1916, se deduce que habría vuelto a viajar a Estados Unidos. El relato de Oviedo concluye con una reflexión:
Los Estados Unidos han realizado la convergencia del espíritu y de la acción y de esa manera han llegado a la prosperidad que admiran hasta sus más enconados enemigos. Pueblo que se entrega al espiritualismo se desintegra y pueblo que se entrega al materialismo se embrutece: el ideal está en hermanar espiritualismo y materialismo a fin de que el desarrollo en los diversos órdenes sea paralelo. Es lo que han hecho los Estados Unidos; debemos decirlo siempre que haya oportunidad, no sólo por un imperativo de justicia sino además, como estímulo para las nacionalidades hispanoamericanas tan pagadas de las cosas del alma y tan desentendidas de las cosas del cuerpo.39
Para 1917, el periodista hondureño estaba plenamente integrado en la política nacional. Firmó, por ejemplo, el Manifiesto de Apoyo Unionista y formó parte del Comité Central Unionista que, si se recuerda, ya existía en Honduras desde que Oviedo vivía en México, pues dicha organización abogó por él tras su encarcelamiento de 1909. El propósito de los agremiados era reintentar la unificación de Centroamérica. A San Salvador, incluso, acudió dos años después como delegado del Partido Unionista Centroamericano, el cual propagaba: "Centroamérica puede y debe reclamar su puesto en el concierto de los Estados autónomos, pero es natural que lo haga formando un solo sujeto de derecho, para merecer mayor respeto y consideración de parte del mundo civilizado", como afirmaban sus miembros -entre ellos, Oviedo- en un manifiesto publicado en junio de 1919, en Madrid.40
Ese año, colaboraba en El Nuevo Tiempo, lanzado por Turcios, quien se allegó de periodistas reputados, entre los que se encontraban, además, Rafael Heliodoro Valle, Julián López Pineda, Enrique Pinel y Francisco Lagos Cházaro, entre otros.41El Nuevo Tiempo comenzó a publicarse el 11 de abril de 1911 y su último número se imprimió en septiembre de 1919.42 Matías también fue director, con Manuel Barahona, de El Constitucional de Honduras, dada su cercanía con José Ángel Zúñiga Huete.
El año anterior, se había abierto una nueva oportunidad democrática para el país con la candidatura de Rafael López Gutiérrez -quien gobernó su país del 1 de febrero de 1920 a 1924- por el Partido Nacional. Zúñiga Huete y todos sus colaboradores y simpatizantes -entre ellos, Oviedo- se dispusieron a apoyarlo en la prensa escrita, en la organización y como oradores en actos proselitistas. Sin embargo, una nueva crisis política emergió en Honduras. Sobre ese convulso periodo de su país, Oviedo, en 1919, publicó su primer libro, titulado De política hondureña: dos usurpaciones y una candidatura dinástica (San Salvador, Imprenta de la República). Vivía para entonces en El Salvador, mientras ocurría la Revolución del 19, como es conocida. Apenas si alcanzó a dirigir, por sólo unos meses, la Biblioteca Nacional de Honduras, en 1920.43
Paralelo al periodismo y los cargos oficiales, se ocupó de asistir, el 2 de abril de 1920, a la segunda convención del Partido Liberal -que tuvo como antecedente el Partido Unionista-, encabezado por Zúñiga Huete, como prosecretario. En un futuro, Zúñiga Huete buscó la candidatura a la presidencia de su país por esa formación, en dos ocasiones (1931 y 1948), sin triunfar. Terminó sus últimos días en México, donde murió en 1953.44
La llegada de López Gutiérrez a la presidencia le permitió a Zúñiga Huete ser gobernador de Tegucigalpa y, a la vez, presidente de la Convención Nacional Liberal. A su ya lustroso trabajo periodístico, Matías sumó una nueva ocupación: diputado en el Congreso Nacional de Honduras, cuando menos, desde el 1 de febrero de 1922, teniendo como compañero de bancada a Turcios. Con Turcios, José B. Henríquez y Teodoro F. Boquín, editó el quincenal Boletín Legislativo, desde el 1 de febrero de 1922, en Comayagua. Durante el gobierno de López Gutiérrez, Oviedo participó en algunos periódicos: Excélsior; para 1923, en el Diario de la Tarde -en 1923 lo dirigía Edmundo Lozano-, y en Los Sucesos, todos de Tegucigalpa.45 También colaboró en El Combate. Todas sus colaboraciones las habría enviado desde México.
Diplomático en México y vuelta a Honduras
Matías Oviedo debió haber pedido licencia como diputado, pues el ansiado retorno a México se consumó en 1922. El presidente Rafael López Gutiérrez lo nombró cónsul general y encargado de negocios. Su expediente en Relaciones Exteriores indica que sus funciones abarcaron de noviembre de 1922 a abril o mayo de 1924.46 Tuvo que dejar el cargo cuando López Gutiérrez murió el 10 de marzo de 1924, de causas naturales, pero en medio de una nueva crisis política: el grupo de Tiburcio Carías Andino había tomado el poder.
Matías Oviedo habría vuelto a su país hacia 1925, o bien, vivía indistintamente allá y acá. Acapulco era su lugar favorito para escribir, según su nieta Irma. No dejaba el periodismo y, de nueva cuenta, lo hallé junto a Turcios en el Boletín de la Defensa Nacional. Se publicó por primera vez el 21 de enero de 1924, con la misma tónica nacionalista que distinguió a esa generación, incluso, en México. "Apareció como protesta por el desembarco de marinos norteamericanos en Amapala y Puerto Cortés".47 Luego de la invasión estadounidense, el Boletín manifestó su oposición a la política de la Doctrina Monroe y trató de avivar los ánimos hondureños en favor de la patria independiente. Con el mismo grupo de periodistas con el que empeñó cada proyecto, Froylán pudo publicarlo tres veces a la semana. Se trataba de una "hoja impresa que expresaba condenas explícitas contra el 'imperialismo yanqui' y su intervención en Honduras".48 Además de Oviedo, escribieron Luis Andrés Zúñiga Huete, Alfonso Guillén Zelaya, Céleo Dávila y Porfirio Hernández, entre otros, más los miembros del Ateneo de Honduras y Acción Ibero-Americana.49 Todos sus escritores determinaron también la fundación del Partido Autonomista, dirigido por Turcios.50
Oviedo no se había ido del todo de México, su país de juventud. Su nieta Irma relató que, para sus estancias en Acapulco, se hospedaba en el Hotel Papagayo -construido en 1930-, siempre en la misma habitación con vista al mar. Y siempre quiso volver a nuestro país.
Dos cartas escritas a Rafael Heliodoro Valle atestiguan su nueva estancia en tierras mexicanas. En la primera, revela que su situación económica era precaria, pues le solicitaba un préstamo por 7 500 pesos el 9 de febrero de 1925. Esperaba sus "sueldos de Tegucigalpa", con los que podría liquidar el préstamo. La segunda misiva era firmada con papel membretado del Comité propartido Laborista Hondureño. En ella, se quejaba de la poca asistencia a una reunión proselitista que iba a verificarse el 1 de marzo en México, la cual, a falta de quórum, había sido cancelada y reagendada para el 8 de marzo, y a la cual se esperaba su asistencia "en nombre del compromiso que hemos contraído los que suscribimos el acta constitutiva".51
De Honduras a Guatemala
El periodista tuvo que marcharse, de nuevo, de Honduras. Su mudanza estuvo relacionada con el apoyo que pretendía ofrecer al general Lázaro Chacón González, quien iba a contender en las elecciones presidenciales de Guatemala. Matías Oviedo fue contratado para escribir La vida de un hombre (Guatemala, Imprenta Latina, 1926), un encomio de 48 páginas publicado a finales de 1926. En ese volumen, el periodista resaltaba que los tiempos en política habían cambiado y que ya no era necesario tener pedigrí o "sangre pura" para dirigir una nación; ahora, era de mérito "haber nacido en cuna modesta, y a golpe de voluntad, de honradez y de aptitud", poder ascender "y significarse como hombre de valía en un esfuerzo incesante".52
Oviedo quería que se entendiera que, en las democracias, "el hombre vale por lo que es en sí". Para ejemplificar, estaban los casos de Lloyd George, en Inglaterra, y Benito Musolini, en Italia. Ambos provenían de las clases pobres. En América Latina se repetía el nuevo modelo: "¿quiénes eran y cómo nacieron un Álvaro Obregón y un Plutarco Elías Calles? Nacieron en hogar obscuro y eran hombres ignorados, el uno guiador de recuas en comercio honesto [...] y el otro, maestro de escuela". El general Chacón era como estos últimos: nació en cuna humilde, pero sus virtudes le proyectaron la luz "que irradia del humilde hogar al país a que pertenece".53 Éste era el estilo de la biografía del general guatemalteco, un "liberal reformista". Y definía:
Liberalismo tiene que ser tolerancia, libertad, justicia y derecho, en una amplitud que abarque todos los credos y [a] todos los hombres; tiene que ser término opuesto a partidismo, porque éste se estrecha en el círculo de los amigos de la causa, y al amigo pan, y al enemigo palos.54
El general Chacón ganó las elecciones y, dos años después, Matías escribió su tercer libro también con porte oficial: Un año de labor administrativa bajo el gobierno del general Chacón, 1927-1928 (Guatemala, Tipografía Nacional, 1928). El objetivo era probar, "a los ojos de propios y extraños, que Guatemala ha entrado de lleno a la vida de progreso integral".55 Como en el anterior, la tarea del periodista era destacar los aciertos del gobernante. Y uno de los más elevados fue haber propiciado una prensa libre.
A El Salvador
Hacia la década de 1930, Matías Oviedo pudo haberse mudado, por segunda vez, a El Salvador, como exiliado del gobierno de Tiburcio Carías Andino. Puedo suponer que, al principio, Oviedo fue simpatizante del cariísmo. Para apoyar su candidatura, varios periodistas crearon la Federación Obrera Hondureña y su órgano de difusión, el periódico El Cronista; ahí escribían, además de Matías, Rafael Díaz Chávez, Manuel F. Sosa, Miguel Amílcar Girón, Manuel Ramírez, Tomás P. Montoya y Fernando Zepeda Durón. El acta de fundación está fechada el 18 de mayo de 1921.56 Sin embargo, a los pocos meses y por las privaciones en el tema de la libertad de imprenta, él y otros periodistas se vieron forzados a emigrar de su país.57
Los liberales insistieron. En su país, Oviedo tuvo fama de buen orador cuando acompañó la candidatura de José Ángel Zúñiga Huete, en 1932, a la presidencia de Honduras, pueblo por pueblo.58 Sin embargo, el candidato del Partido Liberal no ganó, en medio de protestas de fraude atribuidas a Carías Andino. Después de estos comicios, Zúñiga Huete y Oviedo se exiliaron en México. Ahora vivía en la capital del país con su nueva esposa: la salvadoreña María Malagamba, cuando menos desde el 21 de abril de 1933, en Marsella núm. 18.
¿Por qué la Secretaría de Relaciones Exteriores sabía hasta su domicilio? Nada menos que para reportar a su par en Honduras los movimientos que efectuaba con Zúñiga Huete. Con esa fecha, el país centroamericano telegrafiaba a México para pedirle vigilancia sobre las actividades de ambos.59 El gobierno de Carías Andino suponía que, desde nuestro país, ambos tratarían de formar un "centro director [de] movimientos hostiles", resumía el telegrama. El gobierno informó a Tegucigalpa que ya trabajaban en ello; pero no hay otro documento en el expediente que amplíe esta información. Para 1935, bautizaba, en México, a su hija María Margarita, nacida el 22 de enero del mismo año.
De su salida de México, hacia finales del gobierno cardenista y hasta 1948, aproximadamente, es poco lo que pude localizar. Una fotografía de la familia Oviedo Valle -que estimo fue tomada hacia 1938- revela algunas de sus relaciones políticas en México: aparece junto a Vicente Lombardo Toledano, Fidel Velázquez y Graciano Sánchez, entre otros personajes no identificados. Es muy probable que, en vez de acusarlo, el gobierno mexicano lo haya ayudado en el exilio.60
He calculado que hacia 1944 tomó a El Salvador como su segunda patria. Todos los indicios me llevan a afirmar que allí ya no editó ningún periódico, aunque escribió colaboraciones para distintos diarios de ese país. Comenzó, pues, a retirarse de los vaivenes políticos. Al revisar Diario Latino en todas sus ediciones de 1948, no encontré ningún artículo firmado con su nombre. Pudo no firmar o emplear un seudónimo. Sin embargo, fue posible hallar las declaraciones del viejo periodista -ya tenía 64 años-, las cuales, mediante una carta al director de ese diario, Miguel Pinto, se publicaron en la edición del 9 de octubre de 1948. Allí informaba los motivos de su partido -el Partido Liberal, que postulaba, por segunda vez, a José Ángel Zúñiga Huete a la presidencia de Honduras- de retirarse de la elección que se verificaría al día siguiente. El antiguo maderista declaraba que Carías Andino utilizaba a su candidato Juan Manuel Gálvez como fachada, para continuar en el poder. Con el objetivo de frenar los avances electorales de Zúñiga Huete, sostenía, el dictador tenía planeado generar violencia y miedo para propiciar abstención y, así, imponer a su incondicional: "en dieciséis años de terror y de dilapidación de la hacienda pública [Carías] ha hecho retroceder al país a los tiempos de Domingo Vásquez, destruyéndolo y provocando [...] una reacción cívica de carácter inminentemente nacional".
Se quejaba de que los exiliados políticos no pudieran, como él, regresar a su país:
Carías nunca se ha creído obligado a respetar la Constitución de su Patria, y como buen nazifascista indígena, piensa que los pactos internacionales son "simples pedazos de papel". De ahí que de una parte haya forjado censos electorales ad hoc y de otra haya instruido a sus diplomáticos y cónsules para negar pasaportes y visas a los millares de emigrados políticos hondureños que han estado dispuestos a regresar a su país para tomar parte en el debate que está por cancelarse en el terreno pacífico.
Procede de tal manera Carías porque como Somoza (como Martínez y como Ubico en su tiempo) considera y se lo han hecho creer así sus turiferarios, que Honduras es hacienda de su propiedad y que los hondureños somos sus semovientes.61
La carta a Pinto concluía con escepticismo. El periodista no sabía cuál sería el desenlace de la jornada electoral:
Ya está visto que los pactos pro democracia americana carecen de vigencia y de respaldo, y por ello sería pueril acudir a los demás gobiernos de América en solicitud de auxilio o de sanción contra ese empecinado y sangriento transgresor. El caso de Somoza es demasiado conocido y purulento y cierra las puertas a toda esperanza internacional. Pero algo hará la oposición, no cabe duda, y por su propio esfuerzo ha de lograr una situación semejante a la de Guatemala y El Salvador.62
Gálvez ganó y Zúñiga Huete tuvo que huir de su país: primero, se asiló en la embajada de Cuba en Honduras, y luego fue escoltado por personal diplomático de esa legación, hasta México. Ya para entonces, Oviedo había reducido al mínimo sus actividades políticas y periodísticas.
Los últimos años
Matías Oviedo Pastor, desde San Salvador, contribuyó a la causa de Juan José Arévalo Bermejo, quien gobernó Guatemala de 1945 a 1951. Esto pude saberlo por tres cartas que obran en el Archivo Histórico de Guatemala. En la primera: el 13 de noviembre de 1945, desde la oficina de la Presidencia solicitaban al Ministro de Relaciones Exteriores la erogación del Fondo Permanente por 500 quetzales, destinados a pagar "artículos de propaganda" realizados por Matías Oviedo en el Diario Latino. La segunda carta fue del 20 de febrero de 1948. En ella, Oviedo solicitaba a Arévalo Bermejo el "resarcimiento de gastos ocasionados" por la propaganda que hacía a su favor, para poder trasladarse a México: en verdad, quería volver a México a vivir. La tercera carta, por el mismo monto y motivo, de fecha 23 de noviembre de 1949.63
El gobierno de la República mexicana le otorgó el diploma como Huésped de Honor el 9 de septiembre de 1955. Lo firmó el secretario de Gobernación, Ángel Carbajal Bernal, en tiempos del presidente Adolfo Ruiz Cortines.64
Sin embargo, y pese a su gran afecto por México, falleció en San Salvador, el 15 de noviembre de 1964, a la edad de 80 años. Padecía enfisema pulmonar, depresión y diabetes, y ya vivía rodeado de soledad y pobreza, según tres de sus nietos: Irma Oviedo Hernández, Cristina María Lardizábal Oviedo y Joaquín Medina Oviedo.65 Muy atrás habían quedado las glorias del maderismo, y sus luchas liberales y democráticas al lado de Turcios y Zúñiga Huete. Jamás pudo radicar definitivamente en México.