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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.24 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2017

 

NOTAS DE INVESTIGACIÓN

Momento de decisión del voto en la era del desalineamiento: El caso de Costa Rica en 2014

Time of Voting Decision in the Era of Dealignment: The Case of Costa Rica in 2014

Adrián Pignataro* 

*Profesor de la Escuela de Ciencias Políticas e investigador del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica, sede Rodrigo Facio, San José, Costa Rica. Tel: +506 2511 6401. Correo-e: adrian.pignataro@gmail.com.


Resumen

Los procesos de desalineamiento electoral en democracias consolidadas han estado acompañados de un aumento en la postergación del voto. Se analiza el caso de Costa Rica en 2014, elección caracterizada por alta volatilidad electoral, erosión de las lealtades partidarias y baja participación. Los modelos estadísticos encuentran que, al contrario de lo predicho por teorías culturales de la modernización, los votantes tardíos -quienes deciden su voto cerca del día de la elección- están menos informados e interesados en la política; sin embargo, se identifican menos con los partidos políticos, en concordancia con lo esperado por las tesis de desalineamiento. Por ende, no se puede afirmar que la postergación del voto en Costa Rica obedezca a una mayor sofisticación del electorado.

Palabras clave: tiempo de decisión de voto; desalineamiento partidario; sofisticación; volatilidad electoral; comportamiento político

Abstract

The processes of electoral dealignment in consolidated democracies have been accompanied by an increase in the postponement of the vote. We analyze the case of Costa Rica in 2014, election characterized by high electoral volatility, erosion of partisan loyalties and low participation. Statistical models find that, unlike predicted by cultural theories of modernization, late voters -who decide their vote near the day of the election- are less informed and interested in politics; however, they are less identified with political parties, in line with expectations for dealignment theses. Therefore, it cannot be said that the postponement of the vote in Costa Rica is due to a greater sophistication of the electorate.

Keywords: time-of-voting decision; partisan dealignment; sophistication; electoral volatility; political behavior

Introducción

Como demuestra la literatura, el comportamiento político como campo de estudio es vasto; incluye procesos de socialización, toma de decisiones, creencias, actitudes, valores, formas de participación, etc. (véase Dalton y Klingemann, 2007). A pesar de su amplitud, los tiempos de decisión -y en particular, el momento de la escogencia del voto- no han constituido, tradicionalmente, el aspecto más abarcado (Catellani y Alberici, 2012; Gopoian y Hadjiharalambous, 1994; McGregor, 2012). Sin embargo, pueden identificarse al menos tres razones por las cuales la ciencia política debería tener más conocimiento sobre los momentos de decisión.

En primera instancia, estudios comparados han registrado un incremento de la proporción de electores que escogen tardíamente su candidato (Dalton et al., 2000). Este hecho es visible, por ejemplo, en los amplios sectores del electorado que se registran como “indecisos” en el periodo preelectoral y que, finalmente, muchos de ellos asisten a las urnas a votar por un candidato (otros pueden escoger la abstención). En otras palabras, muchas elecciones reflejan una incertidumbre y volatilidad sin precedentes, generando ganadores y perdedores imprevistos o con márgenes de victoria muy estrechos. Esto termina sorprendiendo tanto a la ciudadanía como a casas encuestadoras, centros de investigación y entes fiscalizadores de los procesos electorales.

En consecuencia, se argumenta que conocer a quiénes escogen tardíamente el voto constituye información valiosa para los actores políticos, estrategas de campaña y mercadólogos políticos, ya que son precisamente los decisores tardíos quienes pueden ser convencidos para votar por un candidato o partido determinado, de manera que pueden alterar las posibilidades de éxito de los candidatos (McGregor, 2012, pp. 2-3; Fournier et al., 2004).

Finalmente, el tiempo de decisión se enmarca en fenómenos más amplios de transformaciones de los electorados. En los últimos años, las democracias largamente instauradas -también llamadas consolidadas- han atravesado procesos de cambio en el comportamiento electoral, tal como lo muestra la evidencia comparativa que habla del declive de identificaciones partidarias (Dalton, 2000) y de los clivajes sociales (Franklin et al., 2009), la caída en la participación electoral (Franklin, 2004), el surgimiento de nuevas demandas posmateriales (Inglehart y Welzel, 2006), la desafección institucional (Torcal, 2006) y la disminución del apoyo político, la cual se acompaña de una ciudadanía más crítica (Norris, 1999).

Estas transformaciones del comportamiento electoral, en general, se repiten en las recientes elecciones en Costa Rica, en el periodo que va de 1998 a 2014, pues muestran características semejantes a las experimentadas en países postindustriales “desencantados”, tales como el aumento del abstencionismo (Raventós et al., 2005), la erosión de las lealtades partidarias (Sánchez, 2002), la pérdida de legitimidad política (Alfaro-Redondo y Seligson, 2012) y el incremento en las movilizaciones sociales y protestas (Raventós et al., 2012).

Ante lo que podría llamarse la “era del desalineamiento”, se ha promovido un mayor interés en el tema de los tiempos de decisión (Steinbrecher y Shoen, 2013) y se ha asumido la postergación de la decisión como consecuencia del desalineamiento partidario (Dalton, et al., 2000); no obstante, siguen sin existir estudios para las elecciones de Costa Rica, lo cual resulta paradójico ya que, como se señaló, este país constituye un caso paradigmático de democracia consolidada que ha atravesado procesos de desalineamiento, desafección partidaria y mayor volatilidad electoral a partir de 1998 (Alfaro-Redondo y Gómez-Campos, 2014a; Raventós, 2008; Sánchez, 2002 y 2003).

Por lo tanto, esta nota de investigación examina el momento de decisión del voto en la elección de la primera ronda de 2014 de Costa Rica, bajo la noción de que el fenómeno responde a una tendencia amplia de cambio en el electorado, para responder la pregunta: ¿quiénes deciden su voto temprana y tardíamente y por qué lo hacen? Asimismo, se examinan las correlaciones del tiempo de decisión con otros fenómenos relacionados, como la volatilidad en la elección y la afiliación partidaria.

La siguiente sección dará cuenta de la evidencia empírica acumulada sobre los tiempos de decisión; con base en esta revisión de la literatura será posible formular algunas hipótesis. De forma complementaria, se contextualiza la elección nacional de 2014 en Costa Rica, subrayando las principales tendencias que se han identificado en los últimos años. Con ello se da paso al análisis empírico, primero, con la descripción de los datos y las variables, luego, con los resultados y la discusión final.

Revisión de la literatura

Los diversos estudios que han encontrado factores relacionados con el momento de decisión del voto se han centrado en elecciones de Estados Unidos (Box-Steffensmeier y Kimball, 1999; Box-Steffensmeier et al., 2015; Brox y Giammo, 2009; Gopoian y Hadjiharalambous, 1994; Kenski, 2007) y Canadá (Fournier et al., 2004; McGregor, 2012 y 2012a), con incursiones ocasionales en países europeos (v. g. Catellani y Alberici, 2012; Lisi, 2010).

Los textos clásicos sobre comportamiento electoral en Estados Unidos, The People’s Choice de Lazarsfeld et al. (1948) y The American Voter de Campbell et al. (1960), identificaban claramente las razones del momento de decisión del voto. Para los primeros, los votantes escogen tardíamente debido a determinantes sociodemográficos que producen presiones que dificultan la elección. Para los segundos, la facilidad de escoger un candidato de manera temprana proviene de fuertes sentimientos partidistas que están ausentes en los votantes tardíos (McGregor, 2012).

Aunque el conjunto de las variables explicativas se ha ampliado, ha permanecido la especificación de variables sociodemográficas en conjunto con identificación partidaria. De esta forma, Gopoian y Hadjiharalambous (1994) sostienen que una constante es que los decisores tardíos no están fuertemente vinculados con partidos políticos y tienen menos información. Pero, hacen la salvedad, los votantes tardíos no son necesariamente los mismos en diversas elecciones, lo que muestra que el fenómeno puede depender del contexto de la competencia electoral y de la situación histórica.

En particular, el efecto de las campañas electorales en términos de información ha sido el aporte más robusto en las recientes investigaciones (Fournier et al., 2004). De esta manera, el estudio del tiempo de decisión del voto es coherente con la literatura sobre comportamiento electoral al identificar predisposiciones de largo plazo -como valores, ideología, identificación partidaria- y factores de corto plazo, en particular los eventos de las campañas y los asuntos coyunturales relevantes (Miller y Niemi, 2002; véase también Box-Steffensmeier et al., 2015).

Por ejemplo, Box-Steffensmeier y Kimball (1999) y Box-Steffensmeier et al. (2015) encuentran evidencia a favor de que los votantes tempranos están influidos por fuerzas de largo plazo, mientras que los votantes tardíos son susceptibles a los aspectos particulares de las campañas y las características del candidato. Además, quienes tardan más en escoger presentan ambivalencia entre candidatos competidores.

Otros han detallado aún más el papel de los candidatos al observar que las características personales del candidato inciden en votantes tardíos sólo en el caso de candidatos que sean presidentes (incumbents), mientras que para los decisores tempranos el efecto proviene de los candidatos que retan a los gobernantes. Estas asociaciones se modifican además según el nivel de sofisticación de los votantes, medido como la combinación de conocimiento y de interés en la política (Catellani y Alberici, 2012).

Dicha sofisticación se ha convertido en una variable central, entendida como un proceso en el que algunos electores están más informados, más interesados en la política y menos movilizados por estructuras tradicionales como partidos políticos, consecuencia de un proceso de modernización que implica, entre otras cosas, un aumento en los niveles de educación. Como muestran Dalton et al. (2000), los procesos de desalineamiento y de sofisticación están vinculados a un aumento en la decisión tardía. Sin embargo, el punto de discordancia se encuentra en que algunos estudios del tiempo de decisión han concluido que los decisores tardíos están, por el contrario, menos informados (Gopoian y Hadjiharalambous, 1994). Otros no detectan diferencias en los niveles de información política, atención a los medios e interés en la política entre decisores antes de la campaña y durante ésta (Fournier et al., 2004).

Esta controversia en los hallazgos previos sugiere la necesaria búsqueda de respuestas en nuevos estudios que permitan probar si la postergación del voto responde a una mayor sofisticación educativa y cognitiva de los electores, como indica la teoría de la modernización, producida por cambios sociales y culturales que erosionan las lealtades partidarias y hacen más contingentes las elecciones de los votantes (Norris, 2004). Por el contrario, podría suponerse que entre personas con menor sofisticación resulte racional decidir de forma tardía ya que usualmente los costos de informarse sobre la política exceden los beneficios otorgados (Downs, 1957; véase también la discusión teórica de Sáez y Jaime, 2010). Por último, podría asumirse que el tiempo de decisión es contingente o aleatorio y no existen factores que lo puedan predecir. Para contrastar estas explicaciones, se formulan las hipótesis que se presentan en la siguiente sección.

Hipótesis

En primer lugar, se sostiene que existe una correlación entre la postergación del momento de decisión del voto y la volatilidad en la decisión. Es decir, quienes tardan más en decidirse son también más cambiantes en por quién decidirse (Blumenstiel y Plischke, 2015). La explicación proviene del hecho de que resulta menos probable que el votante tardío e indeciso se identifique con algún partido político; la identificación con partidos predispone el voto con anterioridad a una elección (Dalton et al., 2000). En ese caso, también debe existir una correlación entre identificación partidaria, decisión temprana y estabilidad de la elección (hipótesis 1).

Por otro lado, la literatura previa sugiere dos explicaciones para el momento de decisión. Primero, se puede sostener que los votantes tardíos están menos informados, se interesan menos en la política y, por ello, les toma más tiempo decidir por quién votar; mientras que los votantes tempranos están más informados por su interés inherente en la política y su mayor identificación partidaria (argumento racionalista). La explicación alternativa indica que los votantes tardíos son más sofisticados por razones de cambio cultural; esto los hace electores más informados, interesados y, en general, sofisticados, además de ajenos a los partidos políticos, pues no requieren los atajos informativos que estos últimos proveen (teoría de modernización). En seguimiento a esta corriente de desalineamiento y cambio cultural (Dalton et al., 2000; Sánchez, 2002) se puede argumentar que los votantes tardíos son más sofisticados -es decir, informados e interesados en la política- (hipótesis 2) y menos identificados con partidos políticos (hipótesis 3).

Además, puesto que los votantes tardíos deberían estar motivados por factores de corto plazo, mientras que los votantes tempranos deciden el voto por factores de largo plazo (tradición política familiar, simpatía partidaria), se espera que las características personales de los candidatos influyan más a los votantes tardíos que a los votantes tempranos (hipótesis 4). Con esta hipótesis se contrasta un aspecto ampliamente estudiado entre el conjunto de factores de corto plazo (v. g. Lawson et al., 2010; Rosenberg et al., 1986; Schoen y Schumann, 2007), aunque no se abarca la totalidad de éstos.1

Contexto electoral de Costa Rica

Costa Rica ha sido considerada una de las primeras democracias de América Latina, fijándose su transición en 1949 -es decir, antes de la tercera ola democratizadora (Huntington, 1991; Hagopian y Mainwaring, 2005; Mainwaring, Brinks y Pérez-Liñán, 2007; sobre la competencia electoral antes de 1949, véase Lehoucq y Molina, 2002)- aunque otros han argumentado que su completa clasificación como democracia no se cumplió sino hasta 1975, cuando se levantó la prohibición contra partidos antidemocráticos (Programa Estado de la Nación, 2001). Lo que ha sido incuestionable es que desde 1953 hasta la fecha se han realizado elecciones de forma ininterrumpida, limpia y competitiva (Furlong, 2008; sobre inconsistencias menores en los resultados electorales, véase Hernández et al., 2009).

Sin embargo, dentro de este amplio periodo de estabilidad democrática, en los últimos veinte años se han experimentado cambios importantes en lo económico, político y social. Por la naturaleza de esta nota de investigación, se enfatizará el ámbito electoral (cuadro 1).

CUADRO 1 Evolución de indicadores electorales en Costa Rica (1953-2014) 

Fuente:Alfaro-Redondo y Gómez-Campos (2014a); Brenes (2010); TSE (2014). Notas: *El Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) recibió otros nombres antes de 1986 que contemplan la fuerza política socialcristiana opositora a Liberación Nacional. **N.A.: no aplica ya que los mencionados partidos no existían (participaron otros partidos políticos que no lograron consolidarse como tercera fuerza política).

Durante casi cinco décadas, el sistema costarricense se caracterizó por una participación electoral comparativamente alta -alrededor de 80 por ciento- y una competencia partidaria concentrada alrededor de dos partidos políticos, Liberación Nacional (PLN) y Unidad Social Cristiana (PUSC),2 que capturaban -casi siempre- más de 90 por ciento de los votos válidos (TSE, 2014). Por ende, el sistema de partidos fue catalogado como un bipartidismo incompleto antes de 1986 y nítido a partir de esa fecha (Rovira, 2007). El proceso de cambio se inicia en 1998 (Raventós, 2008), cuando la participación electoral disminuyó en 10 puntos porcentuales y, como resultado, se ha mantenido en alrededor de 68 por ciento hasta la fecha, aunque sin por ello convertirse en el país de menor participación en la región (véase Pignataro, 2014). Investigaciones sobre el aumento de la abstención han apuntado hacia la erosión de las simpatías por los partidos tradicionales (Raventós et al., 2005; véase también Ramírez, 2010), la cual se vincula con el proceso de desalineamiento electoral en el cual los principales partidos pierden no sólo simpatizantes sino caudal electoral (Sánchez, 2002 y 2003); además, se ha identificado que los vínculos existentes entre electores y partidos son poco ideológicos en Costa Rica (Otero y Rodríguez, 2014). El fenómeno de desalineamiento se manifiesta, además, en el surgimiento de nuevas opciones políticas: Movimiento Libertario (en 1998), Acción Ciudadana (en 2002) y Frente Amplio (en 2010). Estas tres nuevas opciones lograron capturar 59.2 por ciento del total de votos válidos en la elección de 2014.

Por lo tanto, las elecciones generales de 2014 se dan en un contexto electoral mucho más pluralista, fragmentado y volátil en términos de actores, desenvuelto en un ambiente de malestar general con la política (Raventós et al., 2012) y un declive sostenido del apoyo al sistema político (Alfaro-Redondo y Seligson, 2012).

En el periodo preelectoral predominó la indefinición de por quién votar. Según las encuestas del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP), más de 30 por ciento no tenía candidato hasta incluso una semana antes de las elecciones (cuadro 2). Este porcentaje está corroborado por el estudio de panel realizado por el Programa Estado de la Nación (Alfaro-Redondo y Gómez-Campos, 2014, p. 33).

CUADRO 2 Intención de voto y resultados electorales 

Fuente: Elaboración propia con base en encuestas preelectorales del CIEP y TSE (2014). Notas: *El Partido Unidad Social Cristiana presentó primero como candidato a Rodolfo Hernández, quien renunció durante la campaña; luego, Rodolfo Piza asumió dicha candidatura. **N.A.: no aplica.

La magnitud de la indecisión en dicho periodo es consecuencia de dos fenómenos: volatilidad -cambio entre un candidato y otro, es decir, inestabilidad en la decisión- y postergación del momento de escoger el candidato. Por ello, los resultados del 7 de febrero se han designado como inesperados y sorpresivos (Treminio, 2016): el candidato Luis Guillermo Solís de Acción Ciudadana, partido emergente que nunca había gobernado, quien estuvo tercero en la intención de voto, alcanzó el primer lugar en los resultados, mientras que Johnny Araya de Liberación Nacional (partido entonces gobernante), quien se encontraba en primer lugar en el periodo preelectoral, quedó segundo. Sin embargo, el candidato Solís no obtuvo 40 por ciento de los votos válidos necesarios para alcanzar la presidencia (artículo 138 de la Constitución Política), por lo que se realizó una segunda ronda el 6 de abril. En esta segunda vuelta entre Solís y Araya, este último se rehusó a participar en la campaña (legalmente, un candidato presidencial no puede renunciar); Solís alcanzó 77.8 por ciento de los votos válidos, por lo cual quedó electo.

Estos resultados dejan entrever la alta volatilidad electoral y los cambios en el sistema de partidos que ha experimentado la democracia costarricense (Alfaro-Redondo y Gómez-Campos, 2014 y 2014a). Por lo tanto, si se supone que el momento de decisión de voto responde a las mismas fuerzas causales de la inestabilidad y la volatilidad, las elecciones de 2014 en Costa Rica proveen un contexto apropiado para el estudio de los factores sistemáticamente relacionados con los tiempos de decisión.

Datos

Para resolver las preguntas y contrastar las hipótesis se utilizan datos del proyecto “Estudios de opinión pública” del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP), en particular de la encuesta postelectoral realizada entre el 3 y el 13 de febrero de 2014.3 La modalidad fue telefónica y la selección de hogares se realizó por medio de la técnica Waksberg, con muestra estratificada en tres regiones geográficas y con selección de personas dentro del hogar por medio de cuotas probabilísticas. Aunque la muestra total es de 1200, se trabaja con los 1057 casos correspondientes a las personas votantes.4

Variable dependiente: Momento de decisión del voto

El tiempo de decisión del voto final -i. e. voto por un candidato o partido, voto nulo o voto en blanco- es de naturaleza continua, desde momentos previos a la campaña hasta el propio día de las elecciones o el instante para emitir el voto en la urna. Los datos disponibles para medirla, no obstante, son mucho más limitados, ya que usualmente se basan en categorías cualitativas. A manera de ejemplo, el cuestionario utilizado en Fournier et al. (2001) pregunta si decidió 1) antes de que la campaña iniciara, 2) antes de los debates televisivos, 3) durante o después de los debates, 4) en las últimas dos semanas de la campaña o 5) el día de las elecciones; Box-Steffensmeir y Kimball (1999) dividen el tiempo entre 1) antes del final de las convenciones, 2) desde el fin de las elecciones hasta tres semanas antes de las elecciones y 3) durante las últimas tres semanas.

En la encuesta postelectoral de febrero del CIEP, las categorías de respuesta consistían en: 1) hace más de un año, 2) antes de la campaña electoral (entre enero y septiembre de 2013), 3) durante la campaña electoral (entre octubre y diciembre de 2013), 4) en enero, 5) en la última semana, 6) el día de las elecciones (7 de febrero de 2014). Para facilitar el análisis y evitar categorías que no son mutuamente excluyentes (como la 4 y la 5) se recodificó la variable en dos grupos (cuadro 3): votantes tempranos (47.6%), aquellos que escogieron su candidato desde un año antes y hasta durante la campaña electoral (categorías de la 1 a la 3) y votantes tardíos (52.4%), quienes se decidieron entre el mes de enero y el propio día de las elecciones, lo cual abarca un periodo de 37 días (categorías de la 4 a la 6).5 Esta categorización, es importante señalarlo, se realiza a la luz de los propios datos, ya que de pensarse replicar la división entre votantes que se deciden antes y durante la campaña (como en Fournier et al., 2004) se obtendrían porcentajes muy bajos en la primera categoría, pues solamente 17.9 por ciento se decidió antes de que empezara la campaña electoral.

CUADRO 3 Operacionalización de la variable dependiente 

Fuente: Elaboración propia con base en CIEP (2014).

Vale agregar que el momento de decisión ha cambiado a lo largo del tiempo, en consonancia con las transformaciones del electorado costarricense que se detallaron en la sección anterior. En una encuesta de 1998 (Cortés et al., 1999) -punto de inflexión de las elecciones- 80.5 por ciento corresponde a la definición establecida de votantes tempranos, mientras que 19.5 por ciento son tardíos. Asimismo, el porcentaje de personas que deciden el día de la elección se duplicó en estos 16 años: de 8.8 por ciento a 16.0 por ciento. En breve, actualmente más personas postergan su decisión de por quién votar.

Variables explicativas

De la literatura reseñada se identifican principalmente cuatro factores asociados con el momento de decisión del voto: el nivel de información, el interés en la política, la identificación partidaria y las características personales del candidato. Éstos permiten contrastar las hipótesis explicativas del momento de decisión. Además, se contemplan la identificación partidaria y la volatilidad de la decisión para evaluar la hipótesis 1.

A falta de preguntas directas sobre conocimiento de la política en la encuesta postelectoral, el nivel de información se basa en un autorreporte de la diversidad de medios utilizados para decidir el voto para presidente; concretamente, si tomó mucho, algo, poco o nada las siguientes fuentes de información: conversaciones con familiares, amigos, conocidos y vecinos, programas de opinión en televisión, programas radiales, periódicos, encuestas, la campaña electoral, los debates y las redes sociales como Facebook y Twitter. Con estos ítems se construyó un índice de influencia de medios basándose en una escala de tres (mucho) a cero (nada), sumando cada fuente para obtener un promedio equiponderado de diversidad e intensidad de información (los casos perdidos o no sabe/no responde se contabilizan como cero). El índice se transformó para que varíe entre cero (mínimo) y uno (máximo); tiene un promedio de 0.46 y una desviación estándar de 0.24.

La variable de interés en la política combina dos preguntas: una sobre cuánto le interesa la política y otra sobre cuánto le interesan las elecciones nacionales. Al igual que para el índice de información, se agregaron las escalas en una única variable y se estandarizó el índice entre cero y uno. El índice de interés tiene un promedio de 0.67 y una desviación estándar de 0.30.

La identificación partidaria puede determinarse con el autorreporte sobre si simpatiza con algún partido político (e.g. Lupu, 2015). Sin embargo, este indicador conlleva dos desventajas: la primera, que se haya sobreestimado la simpatía partidaria producto del contexto electoral, es decir, que se registre una simpatía coyuntural y no una estructural de más larga data6 y, la segunda, que en el modelo exista un problema de causalidad recíproca dado que el interés temprano por un partido o candidato puede originar la simpatía expresada en la entrevista.

Por ello se recurre al historial electoral de cada persona como indicador de identificación. Si en las dos elecciones pasadas (2006 y 2010) y en la presente (2014) votó por el mismo partido, entonces se codifica como identificado con un partido, de lo contrario se registra como no identificado (sobre estabilidad del voto e identificación partidaria, véase Dinas, 2014).7 Debido a la disponibilidad de los datos, sólo se pueden examinar los casos de reiteración del voto para los partidos mayoritarios en las últimas elecciones (Acción Ciudadana, Liberación Nacional, Movimiento Libertario y Unidad Social Cristiana). Esto implica que no se está contabilizando la identificación por partidos minoritarios y por lo tanto el resultado obtenido podría ser menor del real. Con este procedimiento se obtiene que 20.4 por ciento se identifica con algún partido político.8

Para comprobar la hipótesis 3 sobre la relevancia de las características personales del candidato se utilizó como base una pregunta abierta que indagaba cuál es el aspecto más importante que influyó en la decisión de por quién votar. Las categorías codificadas que se consideraron, que atañen a características personales, son “personalidad, forma de pensar, ideas y desempeño del candidato” y “desempeño del candidato en debates y entrevistas” (en total, 24.5%). Los demás casos (75.5%) se consideran como aspectos influyentes no personales (entre ellos votar por el partido, votar a ganar, el programa y las propuestas).

De forma complementaria a las variables explicativas citadas, las investigaciones previas han destacado permanentemente la relevancia de las variables sociodemográficas en el momento de decisión del voto. Por ejemplo, se podría esperar que los votantes tardíos provengan de grupos etarios jóvenes, de mayor nivel educativo e ingresos, siguiendo implicaciones de la teoría de modernización (Dalton, 2000; Inglehart y Welzel, 2006).

De manera que, para probar las hipótesis teóricas, es necesario controlar por las siguientes variables sociodemográficas: sexo (54.9% mujeres; 45.1% hombres), grupo etario (15.7% de 18 a 24 años; 16.4% de 25 a 34 años; 19.7% de 35 a 44 años; 18.7% de 45 a 54 años, y 29.5% de 55 años y más), nivel educativo (34.4% con primaria o sin estudios; 35.4% con secundaria, y 30.2% con universitaria) e ingreso subjetivo (58.4% los ingresos le alcanzan; 40.7% los ingresos no le alcanzan; 0.9% no responde y se excluye).

Resultados

Se formuló como hipótesis que debería existir una relación entre volatilidad, identificación partidaria y tiempo de decisión en el sentido de que los electores más volátiles son aquellos que no se identifican con partidos y que, además, deciden el voto de forma tardía. La gráfica 1 muestra que entre quienes se identifican con un partido -medido como el voto por el mismo partido en tres elecciones (2006, 2010 y 2014)- existe mayor porcentaje de personas que estuvieron decididas siempre por el mismo candidato durante 2014: 69.0 por ciento. Entre quienes no existe identificación partidaria, los porcentajes de indecisión son mayores: entre personas sin identificación partidaria 42.8 por ciento pensó en votar por otro candidato y 16.6 por ciento estuvo siempre indeciso; mientras que los porcentajes son 25.0 y 6.0 por ciento entre los partidistas fuertes (χ2 = 57.293; p = 0.000; V de Cramer = 0.233).

Fuente: Elaboración propia con base en CIEP (2014).

GRÁFICA 1 Volatilidad e identificación partidaria 

Fuente: Elaboración propia con base en CIEP (2014).

GRÁFICA 2 Volatilidad y momento de decisión del voto 

Asimismo se observa mayor concentración de decididos por un mismo candidato entre votantes tempranos, 67.9 por ciento, que entre votantes tardíos, 26.6 por ciento (χ2 = 183.384; p = 0.000; V de Cramer = 0.419). Los indecisos tardan, como es natural esperar, en escoger su candidato. En resumen, existe evidencia a favor de la hipótesis 1.

Por otro lado, el análisis explicativo del momento de decisión de voto se realiza a través de modelos de regresión logística (cuadro 4). Se encuentra que las variables nivel de información, interés en la política e identificación partidaria están estadísticamente relacionadas con el tiempo de decisión al 5 por ciento. Cuanto mayor es el nivel de información, específicamente si aumenta de cero a uno en la escala, la probabilidad de que el votante escoja de forma tardía su candidato disminuye 61 por ciento. Cuando el interés en la política aumenta de cero a uno, el chance de decidir tardíamente disminuye 57 por ciento. Entre personas con identificación partidaria es 60 por ciento menos probable ser votante tardío9. Por el contrario, las características personales del candidato no se relacionan con el momento de decisión del voto.

CUADRO 4 Modelos de regresión logística para el momento de decisión del voto (votante tardío = 1) 

Fuente: Elaboración propia con base en CIEP (2014).

Entre las variables sociodemográficas, solamente el sexo y el grupo etario de 35 a 44 se relacionan con el momento de decisión del voto. Por un lado, entre mujeres existe mayor probabilidad de que sean votantes tardías, en comparación con los hombres; por otro lado, entre personas de 35 a 44 años es también más probable ser votante tardío, en relación con el grupo de 55 años de edad o más.

Se especificó un segundo modelo que incluye interacciones entre el nivel de información con la identificación partidaria y el nivel de información con el interés en la política. No obstante, ambos términos resultaron no ser significativos, mientras que los efectos principales de las variables nivel de información, interés en la política e identificación partidaria mantienen su significancia.

En cuanto a la bondad de ajuste de los modelos, los resultados son contradictorios, ya que el modelo 1 predice correctamente 61.3 por ciento de los casos, pero el estadístico de Hosmer y Lemeshow indica un especificación errónea del modelo (p = 0.031), mientras que en el modelo 2 se mejora el ajuste según la misma medida (p = 0.351), aunque el porcentaje de casos predichos correctamente desciende ligeramente a 60.6 por ciento; además, los coeficientes “pseudo” R2 de Nagelkerke de ambas especificaciones son prácticamente iguales. Aunque la prueba formal apoye en mayor medida el modelo 2, éste no aporta información relevante, ya que las interacciones no alcanzan la significancia estadística bajo ningún umbral convencional. Por ende, se discutirán los resultados según el modelo 1.

Los resultados no permiten comprobar la hipótesis 2, la cual esperaba encontrar que los votantes que escogen tarde su candidato están más informados e interesados en la política; aunque sí se encuentra, como se esperaba, que éstos tiendan a identificarse en menor medida con partidos políticos.

La hipótesis 3, que formulaba que las características personales del candidato incidían más en votantes tardíos que en tempranos se rechaza rotundamente, ya que la variable no es significativa en ninguno de los dos modelos estimados. Por lo tanto, no hay una relación sistemática entre las características personales del candidato como factor de voto y el momento de decisión.

Puesto que los votantes tempranos aparecen como aquellos más informados e interesados en la política y a la vez más identificados con partidos políticos, conviene examinar si existe relación entre estas tres variables. Aunque las medias de información no varían según identificación partidaria, el interés por la política sí: quienes se identifican (votan tres veces por el mismo partido) tienen mayor interés que los no identificados (cuadro 5).10 Estos datos arrojan más luces sobre los resultados multivariados vistos antes: hay simultáneamente mayor interés e identificación partidaria entre votantes tempranos.

CUADRO 5 Relación de identificación partidaria con información e interés 

Fuente: Elaboración propia con base en CIEP (2014).

Otra forma de analizar los resultados de la regresión, específicamente del modelo 1, carente de interacciones, es por medio del cálculo de probabilidades predichas de pertenencia al grupo de votantes tardíos (cuadro 6). Para ello se utiliza la ecuación del modelo de regresión logística11 con base en la escogencia de algunos patrones de covariación relevantes, en particular los relativos a las variables teóricas significativas: nivel de información, interés en la política e identificación partidaria. Utilizando los valores mínimos (0) y máximos (1) para las primeras dos variables y la ausencia (0) y presencia (1) de identificación partidaria se obtienen ocho combinaciones diferentes. En otras palabras, ocho “tipos” de electores, para los cuales se mantienen constantes las restantes características sociodemográficas.12

CUADRO 6 Probabilidades predichas según patrones de covariación 

Fuente: Elaboración propia. Nota: Los cálculos se realizan manteniendo constantes las siguientes características: sin influencia de las características personales del candidato, hombre, edad de 55 años o más, educación universitaria e ingresos no alcanzan.

La mayor probabilidad de ser votante tardío se predice para personas con mínima información, mínimo interés en la política y sin identificación partidaria (probabilidad de 0.739). Si se añade alguna característica -máxima información, máximo interés o identificación partidaria- disminuye la probabilidad de ser votante tardío. Asimismo, si se suman dos características (cualesquiera), es todavía menos probable que la persona haya votado en un momento tardío. Por último, cuando cuenta con los valores máximos de información e interés y se identifica con algún partido, la probabilidad de ser votante tardío resulta bastante baja (0.155).

Discusión

Los procesos de cambio en los electorados han motivado numerosos estudios sobre la sofisticación de los votantes, su desalineamiento partidario y las nuevas actitudes respecto a la política. Se ha aducido que una consecuencia de estas transformaciones ha sido el incremento de votantes que deciden por quién votar en un momento cercano al día de la elección.

Costa Rica, democracia consolidada que ha experimentado desalineamiento partidario, incremento en la volatilidad, descenso en la participación y aumento en la postergación del voto, surge como una caso apropiado para contrastar la explicación de la modernización cultural, según la cual los votantes más informados e interesados pero menos identificados e influidos por los partidos son quienes deciden de forma tardía su voto.

En un primer lugar, se confirman ciertas correlaciones esperadas: cuanta mayor volatilidad o indecisión en el voto existe menor identificación partidaria y mayor postergación de la decisión del voto. En otras palabras, los datos a nivel individual confirman que quienes fueron más indecisos presentan menor porcentaje de simpatía partidaria y deciden más tarde su voto.

Por otro lado, el momento de decisión no es aleatorio ni idiosincrático, pues existen correlatos sistemáticos en los votantes: el nivel de información, el interés en la política y la identificación partidaria son relevantes para explicar el momento de decisión; sin embargo, las relaciones son de signo contrario a lo previsto por las teorías del cambio cultural, excepto para identificación partidaria. En relación con la literatura previa, se concuerda con Gopoian y Hadjihalambous (1994) al encontrar que los electores tempranos presentan mayor información e interés que los tardíos, en las elecciones estadounidenses; además, el electorado costarricense coincide con el canadiense al estar los votantes tempranos más identificados con los partidos políticos (Fournier et al., 2004). Pero, a pesar de la importancia que dan Catellani y Alberici (2012) a los aspectos personales de los candidatos como factores de corto plazo en elecciones italianas, la variable no resulta significativa para decidir el momento de decisión en Costa Rica en 2014.

En breve, no se puede aducir que escoger tardíamente el candidato venga acompañado de una sofisticación de los votantes, definida como mayor información e interés. Por el contrario, quienes tienen más información e interés escogen rápidamente su candidato. Ellos son, a su vez, quienes más identificados están con los partidos políticos.

Por lo tanto, los votantes tardíos se asemejan a los abstencionistas en términos de las variables actitudinales: ambos grupos de electores muestran bajo conocimiento e interés en la política y menor identificación partidaria, según estudios previos sobre abstencionismo en Costa Rica (Hernández, 1990-1991; Ramírez, 2010; Raventós et al., 2005; Raventós et al., 2012; Treminio y Pignataro, 2015) y en América Latina (Carlin y Love, 2015). Sin embargo, los votantes tardíos se diferencian de los abstencionistas pues, mientras para los segundos se ha encontrado un claro perfil sociodemográfico -diferencias por sexo, edad y estatus socioeconómico-, para los primero no.

El hallazgo principal es que los votantes informados e interesados siguen siendo tradicionalistas al identificarse con partidos políticos, por lo que deciden tempranamente su voto. De tal forma que no se encuentra evidencia a favor de teorías de la modernización cultural sino más bien de expectativas racionales: la postergación del voto se realiza en contextos de baja información e interés. En términos de anteriores interpretaciones del comportamiento del electorado costarricense (Raventós et al., 2012), se puede concluir que mientras los votantes tempranos son mayoritariamente partidarios “leales”, los tardíos buscan la “salida” del sistema no por abstención sino por desafección: no dejan de votar pero retrasan su decisión (Hirschman, 1970, p. 82).

Para finalizar, parecería importante construir modelos explicativos con datos de tipo longitudinal y multinivel para examinar la evolución histórica del electorado costarricense, incorporando variables contextuales al lado de las variables individuales, así como buscar comparaciones con otros países (véase Rose, 2007). Además, se debería plantear en el futuro una medición más precisa -por semanas o incluso días- del momento de decisión, de preferencia mediante una encuesta probabilística longitudinal.

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*Este artículo se elaboró en el marco del proyecto “Estudios de opinión pública” (código 833-B4-704) del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) y la Escuela de Ciencias Políticas.

1Como indican Box-Steffensmeier et al. (2015, p. 182), el número de factores de corto plazo es prácticamente infinito y, por lo tanto, son particularmente difíciles de medir.

2Esta fuerza política, sin embargo, se presentó con otros nombres en las elecciones previas a 1982: Coalición Unidad, Coalición Unificación Nacional, Partido Republicano, entre otros (Sánchez, 2002, p. 50).

3La encuesta de febrero 2014 fue financiada con recursos de la Rectoría de la Universidad de Costa Rica, el Semanario Universidad, la Escuela de Ciencias Políticas, el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) y el Instituto de Estudios Sociales en Población (Idespo) de la Universidad Nacional. Datos disponibles por medio de solicitud al autor.

4En esta encuesta la participación reportada fue mayor que la oficial: 88.1 por ciento contra 68.2 por ciento. Las sobreestimaciones de participación son comunes en encuestas, aunque las explicaciones sobre la discrepancia han diferido. Algunos consideran que se debe a un efecto de deseabilidad social (de no obtener reprobación con el encuestador declarándose abstencionista), otros creen que hay un sesgo de selección según el cual los no votantes rechazan mayoritariamente la encuesta, mientras que también se alega que las personas examinan retrospectivamente no el acto de votar en una elección en particular sino en general su historial de votación y tienden a confundir en cuáles años votaron y en cuáles no (Rolfe, 2012).

5 Alfaro-Redondo y Gómez-Campos (2014, p. 33), en su estudio de panel para el Programa Estado de la Nación, coinciden al concluir que la “decisión electoral se construye, mayoritariamente, en los últimos días o el propio día de las elecciones”.

6Este incremento en la declaración de simpatías electorales se registró en varias encuestas del CIEP. En abril de 2013, 28.7 por ciento afirmaba simpatizar con algún partido. En febrero de 2014, medición posterior a la primera ronda electoral, 52.2 por ciento afirmaba su simpatía.

7Evidentemente se está contando sólo a los nuevos votantes como posibles personas con identificación partidaria (aquellos mayores de 26 años para que hayan podido votar en las tres elecciones y por eso considerarse para la medida de identificación). Empero, la decisión no parece errada dado que entre las personas jóvenes en 2014 la simpatía partidaria autorreportada es menor: 45.5 por ciento para personas entre 18 y 24 años, 51.8 por ciento para personas entre 25 y 49 años y 52.2 por ciento para personas de 50 y más años (datos con el total de la muestra y no sólo los votantes).

8Sin embargo, existe amplia coincidencia entre el reporte de simpatía y la reiteración del voto: 42.0 por ciento del total dice no simpatizar y a la vez no votó por el mismo partido en las tres elecciones. A su vez, el indicador de identificación basado en la consistencia del voto es más conservador que el reporte de simpatía que estima la identificación partidaria en 52.6 por ciento. En el análisis multivariado se demuestra la coherencia de los resultados basados en cualquiera de los dos indicadores.

9Las estimaciones de los coeficientes de las variables teóricas y su significancia son consistentes al especificar el modelo utilizando la simpatía partidaria reportada en lugar del indicador propuesto de estabilidad del voto. Estos resultados no se muestran pero están disponibles solicitándolos al autor.

10Entre los electores latinoamericanos, los simpatizantes de partidos tienden a estar, en promedio, más informados e interesados en la política (Lupu, 2015).

11El modelo es P(Y = 1) = e Z /(1+ eZ) , donde Y = 1 indica ser votante tardío y Z = –0.955 (nivel de información) –0.860 (interés en la política) –0.921 (identificación partidaria) + 0.085 (características personales del candidato) + 0.299 (mujer) + 0.282 (edad 18 a 24) + 0.270 (edad 25 a 34) + 0.460 (edad 35 a 44) + 0.299 (edad 45 a 54) –0.287 (primaria o menos) –0.151 (secundaria) –0.028 (ingresos alcanzan) + 1.042.

12Se mantienen constantes igualando sus valores a cero. Es decir, las probabilidades se calculan para electores sin influencia de las características personales del candidato, hombres, con edad de 55 años o más, con educación universitaria y cuyos ingresos no alcanzan. Si se cambian los valores de estas variables, los resultados no se alteran sustancialmente pues, debe recordarse, únicamente sexo y un rango de edad mostraron tener significancia estadística.

Recibido: 07 de Marzo de 2016; Aprobado: 13 de Septiembre de 2016

El autor agradece a María José Cascante, Alberto Cortés, Juan Manuel Muñoz, Ciska Raventós, Mariano Torcal, Ilka Treminio y Fernando Zeledón por los comentarios realizados a una versión previa de esta nota, así como a los tres dictaminadores de la revista Política y gobierno. Las críticas mejoraron incuestionablemente el manuscrito. No obstante, todos los errores son responsabilidad única del autor.

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