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Política y cultura

versión impresa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.23 México ene. 2005

 

Presentación

 

En el mundo contemporáneo, dicen dos expertos en migraciones internacionales, Stephen Castles y Mark J. Miller, los movimientos de personas en gran escala surgen del acelerado proceso de la integración global. Las migraciones no son un fenómeno aislado: los movimientos de mercancías y de capital casi siempre dan lugar a movimientos de gente. El intercambio cultural global, facilitado por el transporte mejorado y la proliferación de medios impresos y electrónicos, también conduce hacia la migración. Las migraciones internacionales han crecido en volumen y significado desde 1945, y más particularmente desde mediados de los años ochenta del siglo XX. La predicción para principios del XXI, apuntaban estos autores a comienzos de los noventa, es que la migración continuará creciendo, y es probable que éste sea uno de los factores más importantes del cambio global.

En efecto, a partir de comienzos de la década de los noventa y hasta mediados de la actual, ha tenido lugar un notable incremento en los flujos migratorios en el plano global. De acuerdo con la Organización Internacional para la Migración (OIM), en 1990 se estimaban en más de 80 millones de personas, incluyendo todos los tipos de migrantes, documentados o no. El Informe sobre la Migración Internacional, dado a conocer por la División de Población de la Organización de las Naciones Unidas en octubre de 2002, remonta la cifra hasta 175 millones de personas que residen actualmente en un país diferente del que nacieron. Casi una de cada 10 personas que reside en las regiones más desarrolladas del mundo es un inmigrante; en contraste, casi una de cada 70 personas en los países subdesarrollados es un emigrante. En un lustro, de 1995 a 2000, apunta el informe, las regiones más desarrolladas ganaron aproximadamente 12 millones de migrantes provenientes de las regiones menos desarrolladas; de ellos, Estados Unidos y Canadá atrajeron 1.4 millones anualmente, seguido por Europa con una ganancia neta anual de 800 000 y por Oceanía con 90 000.

De acuerdo con la División de Población de la ONU, en su revisión de cálculos y proyecciones demográficas de 2002, mientras que hoy la población de las regiones más desarrolladas del mundo está creciendo a una tasa anual de 0.25%, la de las regiones menos desarrolladas lo hace a una tasa de 1.46% y la de los países aún menos desarrollados está experimentando un incremento de población todavía mayor (2.4% anual). Tales diferencias persistirán más o menos así hasta 2050. El caso de Estados Unidos es único entre estos países, pues siendo una de las naciones más poderosas del mundo, su crecimiento poblacional será una combinación, por un lado, de tasas de natalidad diferenciales (menores entre los anglo y afroamericanos, mayores en los asiaticoamericanos y aún mayores entre los latinos, de los cuales los mexicanos tienen las tasas más altas, y son también la población más joven); y, por otro lado, de altas tasas de inmigración, donde los mexicanos llevan asimismo la mayor parte (de los 40 millones de latinos que existen en Estados Unidos, 63% son de origen mexicano, o sea, 24 millones; y de éstos, 11 millones son nacidos en México, 6 millones de los cuales son indocumentados).

Siguiendo la revisión de la ONU de 2002, la migración internacional permanecerá alta durante la primera mitad de este siglo. Se espera que las regiones más desarrolladas se mantendrán como receptoras netas de migrantes internacionales, con una ganancia promedio de casi 2 millones por año, y continuará una transferencia constante y creciente de personas de los países de regiones menos desarrolladas -pero no los más pobres- a países de regiones más ricas, pero que cuentan con tasas de fecundidad por abajo del reemplazo de sus propias poblaciones.

Castles y Miller plantean que si bien es cierto que la cantidad de migrantes respecto a la población mundial podría parecer pequeña, el impacto de la migración es mucho más grande que lo que sugiere el porcentaje de los mismos. La gente tiende a moverse en grupos antes que individualmente. Su partida puede tener considerables consecuencias para las relaciones sociales y económicas en el área de origen (i.e., por las remesas que envían los trabajadores migrantes). En el país de recepción, el asentamiento de los migrantes se encuentra estrechamente ligado a las oportunidades de empleo, y se concentra casi por completo en las áreas urbanas e industriales, donde el impacto sobre las comunidades receptoras es por demás considerable. La migración afecta entonces no sólo a los migrantes mismos, sino incluso a las sociedades expulsoras y receptoras en su totalidad.

Y es que la migración de trabajadores que se produce en el marco de las economías capitalistas adquiere características específicas derivadas de la particular forma de organización de los procesos productivos y constituye uno de sus elementos estructurales. Sus características están vinculadas directamente a los requerimientos de la acumulación. En este sentido, las necesarias y profundas transformaciones que de manera permanente debe enfrentar el capitalismo son los elementos que le asignan a la migración su dimensión y su permanencia. Así, aunque la decisión de emigrar aparece generalmente como un hecho individual, o a lo mucho familiar, las migraciones son procesos sociales producidos por múltiples factores globales, tales como las necesidades de los mercados laborales, los desequilibrios demográficos, las políticas migratorias y las políticas de desarrollo de los estados de expulsión y de recepción, los vínculos de dependencia económica entre los países centrales y periféricos, los lazos socioculturales y las redes migratorias.

La actual explosión migratoria constituye la continuación directa de un proceso iniciado en el siglo XIX y retomado en la segunda posguerra en la que Estados Unidos, Europa Occidental y otros centros secundarios de acumulación capitalista, ante problemas de escasez de sus propios ejércitos industriales de reserva, tuvieron que recurrir a trabajadores migratorios. Proceso con características diferentes, pero que debe ser considerado como un mismo movimiento cuya lógica se inscribe en la consolidación de un mercado laboral mundial, sobre la base de la internacionalización de la producción. En este sentido, la migración de trabajadores ha adquirido la forma de un mercado mundial de fuerza de trabajo, un verdadero ejército industrial de reserva que puede ser reclutado en cualquier parte del mundo, con lo que se presenta una verdadera explosión de las corrientes migratorias, que constituye uno de los elementos de la "globalización económica".

En la conformación de los mercados laborales en los niveles global, regional y subregional, los países desarrollados receptores tratan de regular los flujos migratorios para controlarlos y adecuarlos a sus necesidades de acumulación. En los niveles regional y subregional, en el continente americano, Estados Unidos ha venido impulsando la regulación de los flujos migratorios (particularmente la migración indocumentada) no sólo en sus fronteras (militarizándolas) y en el ámbito geográfico inmediato, sino apuntando tendencias para hacerlo en el plano continental. En el caso de la Unión Europea también se han impulsado algunas medidas, de carácter regional, para regular estos flujos. En países como España, Inglaterra, Francia, Italia y Suiza se han establecido mecanismos, mediante leyes de extranjería o nuevas políticas de inmigración y asilo, para controlar más estrechamente los flujos migratorios. Con ello se pone a los trabajadores migrantes en un mayor grado de vulnerabilidad y explotación, y se les expone a sufrir mayores riesgos en el proceso migratorio.

En todo este proceso, los migrantes reconfiguran o fortalecen identidades; desarrollan estrategias adaptativas de carácter étnico o nacional, y aun de género; crean y amplían redes sociales transnacionales, y se organizan social y políticamente, tratando de regionalizar y globalizar sus luchas para defender sus derechos plenos como trabajadores migratorios.

 

COMITÉ EDITORIAL

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