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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.56 Ciudad de México abr. 2005

 

Reseñas

 

Ortega Cantero, N. (ed., 2004), Naturaleza y cultura del paisaje

 

Manuel Mollá Ruiz-Gómez*

 

Fundación Duques de Soria / UAM, Madrid, 221 p., ISBN 84-7477-920-0

 

* Departamento de Geografía. Universidad Autónoma de Madrid

 

En una época en la que cada vez con más frecuencia nos encontramos con trabajos "geográficos" carentes de toda referencia espacial, resulta del mayor interés descubrir títulos como el que se presenta, donde un grupo de excelentes geógrafos se enfrentan a uno de los grandes conceptos que a lo largo de la historia de nuestra disciplina más páginas y más polémicas ha provocado, el paisaje. Porque, como dice el editor del libro en la nota preliminar, "Desde sus comienzos, a principios del siglo XIX, la geografía moderna vio en el acercamiento al paisaje uno de los modos más valiosos de descubrir el orden del mundo y el lugar que en él le corresponde al hombre". La obra que se reseña, Naturaleza y cultura del paisaje, es resultado del seminario que, bajo el mismo título, se celebró en Soria, entre los días 14 y 18 de julio de 2003. Ocho ponencias en las que se analiza el paisaje desde distintas perspectivas que nos llevan al nacimiento del concepto en el ámbito de la Geografía moderna, tanto en sus relaciones naturales como culturales, a distintos paisajes definidos como "modélicos" por el editor, y a la situación actual del concepto en la Geografía española; para acabar con un ejemplo de paisaje canario, síntesis de buena parte de las formulaciones desarrolladas.

Nicolás Ortega Cantero –"Naturaleza y cultura en la visión geográfica moderna del paisaje" –recorre, con su amplio conocimiento del tema, los orígenes del paisajismo moderno en el arte y en la ciencia. Descubierto por el movimiento romántico, el paisaje tiene su conformación conceptual desde la segunda mitad del siglo XVIII, bajo el impulso fundamental de autores como Rousseau, Saussure o Ramond. Y es precisamente el primero de ellos el que jugará un papel muy destacado en la obra de pintores como Friedrich, Turner o Constable, entre otros, y que se continuará a finales del XIX o principios del XX por Sisley, Carlos de Haes o Aureliano de Beruete. Pero también se reconoce esa influencia en los naturalistas, con las obras imprescindibles de Saussure sobre los Alpes o de Ramond sobre los Pirineos. En todos ellos aparece la montaña como paisaje por definición y La Nueva Eloisa como obra de referencia. El paisaje moderno, desde la nueva sensibilidad romántica, adquiere su máxima expresión geográfica en Los Cuadros de la Naturaleza de Humboldt, quien "demuestra sobradamente su capacidad para poner en práctica, con criterio geográfico, los nuevos modos de ver y de valorar el paisaje promovidos por la modernidad romántica".

En "El orden natural del paisaje", Julio Muñoz Jiménez camina con brevedad y precisión por los cambios que el concepto de paisaje va a tener desde las formulaciones humboldtianas hasta la situación actual. Del "orden universal" o "armonía del mundo" de los románticos, se pasa al "orden natural" positivista –la ciencia del paisaje–, donde las dimensiones subjetivas o culturales pierden su dimensión. De ahí, con el desarrollo de la Ecología, el paisaje incorpora el género de vida, dándole una doble dimensión, natural y cultural –la ecología de paisajes–. Bajo, en buena medida, la influencia de la Geografía soviética, el paisaje se convierte en la ciencia del geosistema, en un paso más hacia la objetivación del concepto, reducido, en palabras del autor, "a un sistema de componentes naturales en el que geomasas y geoenergías interactúan conforme a las leyes físicas y químicas en la superficie terrestre". Antes de finalizar con un balance del estado de la cuestión, Julio Muñoz nos explica las características del análisis integrado del paisaje, en lo que él llama "el orden natural antropizado en las modernas corrientes de Geografía física global".

Las siguientes ponencias nos llevan al análisis de los paisajes "modélicos". En la primera de ellas, Eduardo Martínez de Pisón –"El paisaje de montaña. La formación de un canon natural del paisajismo moderno" – nos sumerge de golpe en la montaña. Si bien el texto de Martínez de Pisón es una historia que responde al título, lo que nos permite entender cómo se fue fraguando ese canon, la realidad va más allá, convirtiéndose la historia en un reflejo de los sentimientos del autor hacia la montaña. Un viaje de los Alpes al Guadarrama que nos deja exhaustos, pero convencidos de que el, para algunos anticuado, entendimiento romántico del paisaje –con sus componentes científicos, estéticos, éticos y artísticos– sigue vigente y lleno de vida en el siglo XXI.

"Descubrimiento y conformación histórica de los paisajes rurales" es el título de la ponencia de Antonio López Ontiveros. Como él mismo explica en las primeras líneas, su análisis se centra en la Ilustración, el Romanticismo y en el paisajismo de los inicios de la Institución Libre de Enseñanza; periodos que conoce con sobrada maestría. Y con esa maestría nos lleva por el complicado proceso de arrancar a unos y a otros unos paisajes, los rurales, que no tuvieron el valor que tuvo la montaña. Frente a esa idea tan divulgada sobre los viajeros ilustrados del XVIII como incapaces de apreciar la belleza de los lugares que recorren, y con el desarrollo de los "jardines paisajísticos", nos ofrece López Ontiveros breves textos en los que se muestra la valoración de lo útil y lo bello en los paisajes agrarios. Pero también románticos e institucionistas, claramente enamorados de la naturaleza y de la montaña, tienen la sensibilidad suficiente como para conceptualizar lo rural. Y en el caso concreto de los viajeros románticos que visitan Andalucía, los campos cultivados con productos "exóticos" y los cultivos de montaña tienen su lugar en las descripciones.

Josefina Gómez Mendoza –"Paisaje y jardín: la plasmación de la idea de naturaleza"–, gran conocedora de la historia forestal de España, analiza el proceso de formación de los jardines y lugares arbolados en la ciudad de Madrid, y en la que juega un papel fundamental el hecho de ser la capital del reino, por lo que se dará una no siempre fácil convivencia entre el poder central y la administración local. Historia y Geografía para explicar cómo la jardinería y el paisajismo se fueron desarrollando entre los sobresaltos de un periodo muy agitado de la vida política española. Además, hay una interesante aportación sobre la llegada a Madrid de los conceptos de jardín paisajista y jardín inglés, así como de las polémicas surgidas entre los técnicos-jardineros y los jardineros-técnicos, hasta, ya en los primeros años del siglo XX, la incorporación por parte de los higienistas de la Sierra de Guadarrama como el auténtico "parque de Madrid".

La ponencia de Francisco Quirós Linares –"El paisaje urbano en la geografía española moderna"– tiene un arranque más próximo en el tiempo. Son los años treinta los del acercamiento de los geógrafos españoles a la Geografía urbana. Escribe Quirós:

La ciudad empieza a ser discernida geográficamente cuando empiezan a ser discernidos los espacios regionales, en cuanto la ciudad se halla inserta en esos espacios.

Especialista en temas urbanos, el autor hace, tras revisar los precedentes más próximos de la Geografía urbana española, un sintético y claro análisis de las aportaciones de la escuela de Casas Torres y de la obra de Manuel de Terán.

El trabajo de Valentín Cabero Diéguez –"El paisaje en la geografía española actual"– abandona el análisis de los paisajes "modélicos" para centrarse en la evolución, en los últimos años, del concepto de paisaje en la geografía española. Con la visión integradora de los buenos geógrafos de siempre –cualidad hoy poco apreciada en la disciplina–, Cabero hace un repaso de cómo la ciencia del paisaje, con una modesta aportación en la geografía española, ha ido, sin embargo, desarrollándose y consiguiendo algunos frutos en defensa de nuestros paisajes. El paisaje se convierte en objeto de atención desde disciplinas y ciencias muy diversas y, en ese ámbito, la Geografía tiene que recuperar su papel integrador:

El análisis geográfico encuentra en esta triple convergencia (soporte físico, lugares con identidad cultural e innovación del conocimiento y aprendizaje) un marco de reflexión sugerente de enseñanza y de estudio que entronca de lleno con las tradiciones epistemológicas más sólidas de la geografía española y europea.

El libro concluye con un ejemplo concreto –"Naturaleza, cultura y paisaje en las Islas Canarias: el ejemplo del bosque de Doramas"– hecho por Guillermo Morales Matos y Daniel Marías Martínez. Con la brevedad que el espacio impone, los autores, tras una sucinta historia de ese lugar, seleccionan una serie de textos que dividen en dos grupos, uno que habla de los "orígenes de una visión mítica e idealizada del bosque primigenio de Canarias" y, el otro, con el título "La aparición de una visión realista y nostálgica".

En definitiva, un excelente broche para un extraordinario trabajo que, como antes decía al hablar de uno de los autores, demuestra que el "anticuado" concepto de paisaje se mantiene vivo, al menos, en parte de la tradición geográfica española. Tradición que se refleja también en la buena escritura de todos los autores. Otra de las cualidades que parecen haber caído en desuso.

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