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Estudios de cultura maya

versión impresa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.36  Ciudad de México ene. 2010

 

Artículos

 

Los conjuntos palaciegos reales de las Tierras Bajas Mayas del sur: una evaluación de los datos arqueológicos e iconográficos

 

Royal palace complexes in Southern Maya Lowlands: evaluating archaeological and iconographical data

 

Kai Delvendahl*

 

* Universidad Nacional Autónoma de México. kaidelvendahl@gmx.net y huunnah@gmail.com

 

Recepción: 14 de enero de 2010.
Aceptación: 28 de junio de 2010.

 

Resumen

Este artículo va a trazar algunas conclusiones de una evaluación de los aspectos físicos, espaciales, funcionales y sociales de los conjuntos palaciegos reales tomando en cuenta evidencia arqueológica e iconográfica. Para el componente iconográfico se analizaron representaciones de escenas palaciegas pintadas sobre 87 vasijas cilíndricas de cerámica, mientras que para el componente arqueológico se evaluó información de conjuntos palaciegos bien documentados como el Grupo Palaciego M7 de Aguateca, el Palacio de Palenque, Los 27 Escalones de Kohunlich, el Grupo 10L-2 de Copán, la Acrópolis Central de Tikal y el Grupo Gran Acrópolis de Calakmul. Uno de los objetivos generales de este trabajo es proporcionar un ejemplo de cómo se puede capitalizar la información que las escenas palaciegas proveen (al comparar el corpus iconográfico con el dato arqueológico). Esto permitiría plantear ideas más ajustadas sobre los aspectos físicos, espaciales, funcionales y sociales de los conjuntos palaciegos del Clásico Tardío en el área maya.

Palabras clave: palacios, élite, Clásico Tardío, arqueología, iconografía.

 

Abstract

This paper will present some conclusions of an evaluation of the physical, spatial, functional, and social aspects of Classic Maya royal palaces taking into account archaeological and iconographic evidence. For the iconographic evaluation, the analysis examined representations of palace-like ambience on 87 cylindrical ceramic vases, while the archaeological information includes data from the better documented palace groups of the Southern Maya Lowlands, including the Palace Group M7 of Aguateca, the Palace of Palenque, Los 27 Escalones of Kohunlich, Group 10L-2 of Copan, the Central Acropolis of Tikal and the Grand Acropolis Group of Calakmul. In comparing the iconographic corpus with the archaeological evidence, one of the general objectives of this presentation is to provide an example of how the information inherent in the palace scenes can be capitalized to propose more adjusted ideas about the physical, spatial, functional, and social aspects of Late Classic Maya palace groups.

Keywords: Palaces, Elite, Late Classic, Archaeology, Iconography.

 

Edificios y conjuntos de edificios clasificados arqueológicamente como palaciegos forman una parte integral de muchos sitios mayas y, en algunas urbes mayores, incluso constituyen el rasgo arquitectónico predominante de los centros de las ciudades. La comprensión de estas estructuras es, por lo tanto, fundamental para el estudio de la sociedad maya en general. Este artículo resume las conclusiones obtenidas a partir de una reciente evaluación de los aspectos físicos, espaciales, funcionales y sociales de algunos conjuntos palaciegos reales mayas del Clásico Tardío, tomando en cuenta información arqueológica e iconográfica (cf. Delvendahl, 2005, 2010). Como información arqueológica se entiende el cuerpo de datos de caracter físico o espacial, así como aquella deducible a partir de artefactos recuperados en excavaciones controladas; la información iconográfica procede de datos visuales referentes a un potencial ambiente palaciego, así como a la gente que circulaba en estos espacios y las actividades que ahí realizaban, datos obtenidos en su mayoría de representaciones pictográficas sobre cerámica pintada en el Clásico Tardío.

Este enfoque sostenido en dos disciplinas parte de la impresión de que la evidencia arqueológica por sí sola es limitada y no permite penetrar lo suficiente en aspectos tan claves como lo funcional o lo social, tal como se hace aparente en muchas de las recientes publicaciones sobre el asunto. No obstante, la información arqueológica ha sido utilizada repetidamente para la construcción de una serie de suposiciones a partir de las cuales se fundamentan los argumentos que han alimentado el debate en los últimos años. En cambio, la información combinada de datos arqueológicos y evidencia iconográfica en el estudio de los conjuntos palaciegos resulta sumamente reveladora, puesto que la arqueología provee los espacios físicos a los que las imágenes solamente aluden, mientras que las imágenes llenan los espacios físicos vacíos con actividades y actores (cf. Harrison y Andrews, 2004: 124).

Las imágenes históricas que tienen lugar dentro de un ambiente arquitectónico representan un valor de peculiar importancia para el estudio pictográfico de los espacios palaciegos mayas. Generalmente estas imágenes se han llamado "escenas palaciegas", asumiendo que la arquitectura indicada gráficamente pars pro toto con cortinas atadas, jambas lisas o decoradas, escalones y banquetas/tronos, corresponde a la de una estructura palaciega (Delvendahl, 2000). Si bien una cantidad considerable de este tipo de escenas se encuentra esculpida en monumentos de piedra (por ejemplo la Estela 2 de Dos Caobas, el llamado panel Kimbell de la región de Yaxchilán, los paneles 1 y 3 y la Estela 12 de Piedras Negras, los paneles de las Estructuras XIX y XX de Palenque, por mencionar algunos), la mayoría fue representada sobre vasijas pintadas (cf. Clarkson, 1978; Coe, 1973, 1977; Coe y Kerr, 1998; Delvendahl, 2000, 2005, 2010; Houston, 1998a; Jackson 2009; Kahn, 1990; Kerr, 1989-2001, sin año; Miller, 1986; Miller y Martin, 2004; Reents-Budet, 1994, 1998, 2000, 2001; Schele y Miller, 1986; Taylor, 1982, 1983, 1992, entre otros). Escenas de este tipo son una fuente invaluable de información acerca del entorno arquitectónico, del mobiliario y de los artefactos en uso, así como referente de algunas de la gran variedad de actividades que tuvieron lugar en los edificios y patios de los conjuntos palaciegos. Al mismo tiempo, estas representaciones de momentos históricos precisos constituyen una de las fuentes principales para la identificación de los miembros de la corte del gobernante, que poblaban y habitaban los espacios arquitectónicos.

Para analizar el componente iconográfico la evaluación tomó en cuenta imágenes plasmadas sobre 86 vasijas cilíndricas del Clásico Tardío que fueron pintadas mediante la técnica denominada wraparound, donde una sola escena —y de esta manera un sólo momento— está pintada alrededor de una vasija (monoscenic, según Weitzmann, 1947: 21). La selección se considera como una muestra representativa, aunque no exhaustiva, de escenas palaciegas históricas sobre vasijas del Clásico Tardío hasta el momento publicadas por Justin Kerr en los Maya Vase Books y en la Maya Vase Database (K558, K625, K680, K694, K767, K868, K1392, K1452, K1453, K1454, K1463, K1599, K1643, K1728, K1785, K1790, K2026, K2573, K2695, K2697, K2698, K2707, K2711, K2732, K2784, K2914, K2923, K3008, K3009, K3203, K3270, K3412, K3478, K4030, K4120, K4169, K4338, K4355, K4549, K4688, K4825, K4959, K4996, K5037, K5062, K5085, K5109, K5176, K5233, K5353, K5416, K5418, K5450, K5453, K5456, K5505, K5609, K5737, K5850, K5940, K6059, K6315, K6316, K6341, K6418, K6437, K6552, K6650, K6674, K6812, K6984, K7021, K7182, K7183, K7184, K7288, K7461, K7516, K7796, K7797, K8006, K8089, K8123, K8385, K8469, K8484; cf. Kerr, 1989-2001, sin año).

Para estudiar el componente arqueológico se revisaron los datos disponibles en contribuciones publicadas e inéditas de las últimas décadas. Los grupos palaciegos así reexaminados incluyen conjuntos relativamente recientes y estructuralmente simples como el Grupo Palaciego M7 de Aguateca, conjuntos medianos como el Palacio de Palenque, Los 27 Escalones de Kohunlich y el Grupo 10L-2 de Copán, así como conjuntos antiguos y complejos como la Acrópolis Central de Tikal. Estos datos se ampliaron con información procedente de investigaciones y excavaciones propias por parte del autor en el Grupo Gran Acrópolis de Calakmul —indudablemente el conjunto palaciego más grande del área maya— entre los años 2001 y 2003, bajo la dirección general del arqueólogo Ramón Carrasco Vargas (cf. Adams, 1974; Álvarez, 1998, 1999; Ambrosino, 2003; Andrews, 1975; Andrews y Fash, 1996; Andrews et al., 2003; Arnauld, 2001; Ball, 1993; Ball y Taschek, 2001; Campaña, 1998; Chase y Chase, 2001; Christie, 2003, 2006; Christie y Sarro, 2006; Ciudad Ruiz, 2001; Clark y Hansen, 2001; Coe, 2001; Delvendahl, 2002, 2003, 2004, 2005, 2008, 2009, 2010; Demarest, 2006; Demarest et al., 2003; Evans y Pillsbury, 2004; Fash et al., 1996; Gómez y Grazioso, 1997; González y Bernal, 2000; Greene, 1985a, 1985b; Guderjan et al., 2003; Harrison, 1970, 1999, 2001, 2003; Harrison y Andrews, 2004; Hartung, 1980; Hendon, 1987; Houston 1998b, 2004; Houston y Stuart, 2001; Inomata, 2001a, 2001b, 2003, 2008; Inomata y Houston, 2001, 2001a, 2001b; Inomata y Stiver, 1998; Inomata y Triadan, 2003; Kidder, 1950; Kowalski, 1987, 2003; Le Fort, 2000; Liendo Stuardo, 2003; Marcus, 1987; Martin, 2001; McAnany y Plank, 2001; Miller, 2001; Miller y Martin, 2004; Nalda, 2004; Nalda et al., 1997a, 1997b; Pincemin, 1994; Reents-Budet et al., 2000; Reyes Ayala, 2006; Ringle y Bey, 2001; Ruppert y Denison, 1943; Schele y Mathews, 1998; Schele y Miller, 1986; Sheeny, 1996; Stephens, 1969; Stomper, 1996; Stuart y Stuart, 2008; Tovalin Ahumada, 1992; Traxler, 2001, 2003; Valdés, 1992, 2001; Webster, 1989, 2001; Webster et al., 1997; Webster e Inomata, 2004, entre otros).

A pesar de que el énfasis reside en la información arqueológica y en la evidencia iconográfica de los conjuntos palaciegos mayas, datos de otras disciplinas antropológicas, especialmente de la epigrafía, la etnohistoria y la etnografía, han sido incorporados con el fin de complementar las conclusiones y propuestas presentadas en seguida. Al comparar el corpus iconográfico con el dato arqueológico, uno de los objetivos generales es proporcionar un ejemplo de cómo se puede capitalizar la información que estas escenas proveen, de manera que sirvan como inspiración para plantear ideas más ajustadas sobre los aspectos físicos, espaciales, funcionales y sociales de los conjuntos palaciegos del Clásico Tardío en el área maya.

 

Aspectos físicos

Conjuntos palaciegos forman un rasgo distintivo dentro de las ciudades mayas, identificables como tales gracias a la distribución característica de edificios alrededor de uno o varios patios, muchas veces sobre una plataforma compartida u otro tipo de elevación (Andrews, 1975: 59). Diversos en su extensión y apariencia, las formas más simples teóricamente consisten en cuatro estructuras alrededor de un patio sobre una plataforma de poca elevación o a nivel de plaza, semejantes a los "grupos de patio" de estratos más bajos, pero más extensos y generalmente construidos con materiales de mejor calidad (llamados por Harrison [1999: 184] "limited courtyard palace groups"). Los conjuntos más complejos pueden abarcar múltiples patios y decenas de edificios sobre plataformas elevadas poco accesibles. La fuerte unidad de los edificios en un espacio delimitado —característica principal de los conjuntos— sugiere funciones específicas, a pesar de que los edificios dentro de los conjuntos compartan los rasgos arquitectónicos básicos de los demás edificios de un sitio.

Los edificios en el interior de los conjuntos palaciegos presentan solamente una cantidad limitada de formas que pocas veces permiten llegar a conclusiones sobre la función original de los espacios (Harrison, 1970: 94; 2003). Las diferencias se limitan, en gran parte, al tamaño y a la distribución de los cuartos, así como al tamaño y a la distribución de los accesos. La mayoría de los edificios eran concebidos como construcciones de un solo nivel aunque algunos pueden haber tenido hasta tres, o más, pisos. Las estructuras alargadas de múltiples crujías y de múltiples entradas presentan la forma más común y característica de los conjuntos palaciegos; su impresión visual es determinada por el hecho de formar parte de la periferia de los conjuntos. No obstante, adentro de un conjunto palaciego se pueden encontrar desde edificios sencillos de un solo cuarto, hasta edificios de varios pisos con plantas complejas de hasta doce o más cuartos alrededor de patios interiores pequeños. Aunque las diferentes formas sugieren diferentes funciones, de la complejidad de un edificio no se puede deducir su importancia política o ritual.

Con base en las líneas de evidencia usadas en la investigación, se puede asumir que la vida alrededor del gobernante dentro de los conjuntos palaciegos reales era lujosa, en comparación con estratos más bajos, pero no exuberante. Seguramente no eran "hogares opulentos" parecidos a los palacios occidentales, tal como lo sugiere Houston (2004: 271). La arquitectura de los edificios con sus muros burdos y espacios interiores angostos crea un fuerte contraste con los espacios abiertos relativamente amplios enfrente de los edificios y hace sospechar que gran parte de la vida cotidiana tenía lugar afuera de las estructuras, en las plazas y patios, así como en algunas áreas sombreadas por el uso de tapescos frente a algunos de los edificios. Mientras que el carácter muchas veces abierto de las crujías frontales de los edificios hubiera promovido la ventilación y el confort durante días y noches calurosas y secas, en época de lluvias y durante el invierno la misma característica hubiera causado la penetración de la humedad y del frío hasta los cuartos posteriores. La limitada ventilación en estos últimos, especialmente en edificios que no contaban con ventilas adicionales, hubiera impedido el uso de fuego de antorchas o acumulaciones pequeñas de carbón candente para iluminar y calentar estos cuartos posteriores. Inevitablemente cualquier tipo de fuego hubiera producido una cantidad de humo poco tolerable durante periodos prolongados. Por lo tanto, se puede asumir que las antorchas, a veces representadas en las llamadas escenas palaciegas, sólo se usaban en las crujías frontales abiertas, cerca de los accesos.

La presencia de banquetas, tanto en las escenas palaciegas como en el registro arqueológico, apunta hacia el uso de algunos edificios fácilmente accesibles como espacios escénicos y eventualmente administrativos, así como hacia el uso de algunos edificios más retirados como espacios residenciales. Las banquetas alineadas con los accesos y ubicados en edificios cerca de la periferia, asociados con plazas o patios grandes, muy probablemente servían como tronos o plataformas para atender asuntos oficiales, tal como está representado en las escenas palaciegas, o como una especie de altares para la exhibición de objetos sagrados. Banquetas no alineadas con los accesos y, por lo tanto, escondidas de la vista del exterior, especialmente en aquellos edificios retirados de las zonas más expuestas pudieron ser usadas, entre otras cosas, para la convivencia y para dormir. Tal como se puede deducir de algunas escenas, muchas de las banquetas eran acomodadas con petates, telas de algodón y almohadas grandes con rellenos de materiales suaves como algodón. En el caso de que sirvieran como banquetas para dormir, tal como se ha preservado en algunas escenas mitológicas, es bien probable que varias personas, tal vez hasta cuatro, compartieran la superficie elevada. Es posible que varios miembros de una familia, como los niños y adolescentes, tuvieran que acomodarse sobre los pisos, encima de petates y cubiertos con una tela de algodón.

Los accesos se cerraban provisionalmente con cortinas de algodón o con entramados de fibra; cortinas en los interiores de los cuartos tal vez servían para separar visualmente el espacio en diferentes secciones. El espacio para pertenencias personales era limitado, si no se asume que cuartos enteros fueran apartados como bodegas para las indumentarias personales y/o valiosos objetos de la herencia del gobernante. Que esto fue eventualmente el caso parecen indicar datos arqueológicos de Aguateca, aunque las circunstancias que llevaron a colocar los artefactos en un cuarto separado y posteriormente sellado fueron, al parecer, de carácter bélico (Inomata, 2003; Webster e Inomata, 2004: 162). Es probable que pertenencias como ropa, cobijas, etcétera, fueran guardadas en pequeños espacios arriba de las vigas que servían como almacenes o colgados de las vigas en redes o bultos. Nichos, generalmente de espacio limitado, no parecen haber servido al propósito de guardar pertenencias personales sino, eventualmente, pequeñas esculturas de deidades u otros objetos sagrados.

A pesar de estas limitaciones impuestas por la arquitectura y el mobiliario, la gran cantidad de objetos que se observan en las escenas analizadas, y que muchas veces se encuentran fragmentados en las excavaciones, dan testimonio de la riqueza relativa de los espacios palaciegos: cortinas de piel de jaguar o de tela de algodón pintada o brocada fueron usadas para decorar y separar el espacio, así como para cerrar los accesos. Vasijas y ollas, decoradas con pintura y escritura, contenían bebidas refrescantes o intoxicantes tal como el chocolate, el atole o el pulque para la celebración de rituales de bebida. Platos y cajetes se usaban para servir comida al gobernante y sus visitantes, como tamales cubiertos de salsa o pozol. Cestas de diferentes tamaños se llenaban con objetos como plumas, telas, códices o piezas sagradas. Abanicos de diferente tipo, hechos de pluma o de tela, fueron agitados para mejorar la ventilación y refrescar a la gente presente. Espejos de obsidiana o pirita encuadrados en madera, en los cuales se observa al gobernante, almohadas grandes y a veces decoradas, y cobijas de algodón muchas veces pintadas o brocadas para la comodidad del mismo, diferentes instrumentos de música tocados durante festividades, el arribo de visitantes (miembros de la élite que llegaban probablemente para su mero entretenimiento), códices, indumentaria de juego de pelota, máscaras, armas ofensivas y defensivas, antorchas, bolsas de incienso y, por supuesto, joyería como collares, brazaletes y orejeras de jade, las plumas, los tocados y los vestidos finamente elaborados que portan los personajes: todos estos objetos llenan la arquitectura austera con la sustancia necesaria para imaginarse y entender a los conjuntos palaciegos reales como espacios interactivos y dinámicos.

 

Aspectos espaciales

Afirmaciones sobre los aspectos espaciales de los conjuntos palaciegos son difíciles de lograr dado los pocos conjuntos investigados arqueológicamente y la casi ausencia de datos iconográficos. La cantidad de conjuntos palaciegos identificables, al parecer, depende en parte del tamaño del asentamiento, y fluctúa desde sólo uno o dos, o incluso ninguno en asentamientos pequeños y medianos, hasta una docena o más en algunas ciudades medianas y en las urbes más grandes (Houston y Stuart, 1993: 148-149). Es posible que en la cantidad de los conjuntos palaciegos se refleje la complejidad y el grado de jerarquización social interna de los asentamientos, con marcadores sociales más pronunciados en ciudades grandes con un número mayor de miembros de la élite. Mientras que se puede asumir que en asentamientos con pocos conjuntos éstos solamente fueron usados y, tal vez, habitados por el gobernante y miembros de su linaje, el número de conjuntos palaciegos dentro de las ciudades grandes sugiere que no todos eran para la realeza, sino que, al contrario, la mayoría estaban poblados por miembros de la alta, o no tan alta, élite y sus linajes respectivos; es decir, por personas que disfrutaban el privilegio de vivir en la cercanía del centro de la ciudad y de tener contacto constante con el soberano.

Por lo tanto, dentro de las ciudades medianas y grandes solamente los conjuntos palaciegos más extensos y céntricos (que también fueron los más antiguos, complejos, y adornados), se pueden interpretar con cierta seguridad como sedes políticas, religiosas y, posiblemente, residenciales de los gobernantes. Junto con los templos más importantes, estos espacios palaciegos reales formaron un área sagrada para interacciones escénico-ceremoniales y político-administrativas, cuyo acceso en muchos casos parece haber sido restringido para la gente común. Es probable y, arqueológicamente comprobable, que estos conjuntos fueran usados por generaciones de gobernantes descendientes de un mismo linaje, que ampliaron, modificaron y/o restringieron el espacio según sus necesidades y exigencias (cf. Delvendahl, 2002, 2003; Greene, 1985a, 1985b; Harrison, 1999; Harrison y Andrews, 2004; Houston, 2004: 273; Martin y Grube, 2008: 142; Stuart y Stuart, 2008). No obstante, pudo haber casos de conjuntos palaciegos espacialmente separados del conjunto principal que fueran usados como residencias por gobernantes de una línea de sucesión. Esta situación se ha propuesto para Tikal (Harrison, 1999: 184-185, 2001: 76) y, en teoría, parece ser igualmente aplicable para otras ciudades. Sin embargo, por el momento estas identificaciones quedan a un nivel especulativo, dado que sin excavaciones extensivas y comparativas de varios conjuntos palaciegos céntricos no se podrán establecer las diferencias más sutiles en el estatus de los habitantes y las eventuales diferencias cronológicas en cuanto a la construcción, ocupación y uso de dichos espacios.

Los mapas revisados de las ciudades no solamente muestran grandes discrepancias en cuanto a la cantidad de conjuntos palaciegos sino también en cuanto a su ubicación dentro del sitio (Martin, 2001). En parte estas discrepancias se explican por diferencias en tamaño, antigüedad, complejidad y compacidad de las ciudades, así como por la diversidad del medio ambiente en el cual están insertas. No obstante, hasta ciudades de tamaño, antigüedad, complejidad, compacidad y medio ambiente semejantes pueden exhibir diferencias notables. En Tikal y Calakmul, por ejemplo, las diferencias no sólo se limitan a la cantidad y ubicación respecto a los puntos cardinales sino comprenden además otros factores, como el tamaño mismo de los conjuntos, la extensión de la superficie cubierta, o la fracción porcentual del espacio palaciego en comparación con otros espacios arquitectónicos. No aparece un patrón consistente, sino al contrario: el mismo grado de singularidad que se observa en los planos generales de las ciudades también se observa en la cantidad, distribución espacial y conformación de los conjuntos palaciegos. Al parecer, diferentes ciudades, si bien a veces cercanas una de la otra, siguieron muy diferentes procesos de planeación, ampliación o modificación de sus centros, así como de ubicación y extensión de sus conjuntos palaciegos, lo cual probablemente se debe a razones y decisiones particulares en momentos históricos dados.

Diferencias de un conjunto a otro también predominan en la organización interna del espacio palaciego. No obstante, dentro de la diversidad por lo menos dos componentes estables son notables. Uno consiste en que todos los conjuntos presentan una organización básica compartida, expresada en la distribución de varios edificios alrededor de patios más o menos rectangulares. Esta organización básica probablemente refleja la evolución conceptual de los conjuntos palaciegos de grupos de patios domésticos más simples, la tradicional organización espacial de la arquitectura doméstica en Mesoamérica desde el Formativo (cf. Benavides Castillo y Manzanilla, 1985; Nalda y Balanzario, 1997). Otro componente estable consiste en que todos los edificios que constituyen los conjuntos palaciegos de diferentes ciudades presentan una y la misma orientación longitudinal, sobre ejes norte-sur o este-oeste. No hay edificios que se orientan longitudinalmente sobre ejes sureste-noroeste o suroeste-noroeste. Esta orientación longitudinal generalmente sigue la misma orientación básica de los demás edificios de un asentamiento, razón por la cual se pueden asumir creencias subyacentes, probablemente vinculadas con conceptos cosmológicos que intentan recrear la espacialidad horizontal del cosmos en el plano de los edificios.

Diferencias en la organización interna entre un conjunto palaciego y otro son especialmente notables en la orientación de las fachadas principales de los edificios y en los patrones de acceso. Así, a pesar de la constante orientación longitudinal, no se puede confirmar la hipótesis de Harrison (1970: 121) de que la orientación está determinada por la función y que edificios palaciegos siguen una orientación preestablecida, con el este como la preferida, seguida por el norte, el sur y finalmente el oeste. El examinar un corpus ligeramente más amplio que los tres ejemplos geográfica y temporalmente alejados considerados por Harrison (Tikal, Uaxactún y Mayapán), reveló que estas suposiciones preliminares eran, probablemente, limitadas por los pocos ejemplos entonces conocidos y estudiados. La revisión de los conjuntos palaciegos de Aguateca, Kohunlich, Copán, Palenque y Calakmul en relación con este aspecto, en cambio, demostró diferencias marcadas entre ellos y entre estos conjuntos y los datos proporcionados de la Acrópolis Central de Tikal. De hecho, ningún conjunto coincide en la orientación de sus edificios con otro conjunto, haciendo imposible ratificar que los edificios palaciegos mayormente se orienten hacia una dirección en particular. Al contrario, en aquellos casos donde los patios o los espacios abiertos determinan la ubicación de los edificios —la distribución más común en los conjuntos revisados— la orientación de dichas estructuras es hacia ellos, resultando en una orientación diversa según la ubicación del edificio con respecto al patio (Delvendahl, 2005: 159-164, 2010: 235-242).

Si bien la orientación de un edificio no necesariamente se determina por la finalidad del mismo, la funcionalidad general de un espacio específico al interior de un conjunto seguramente influye en su accesibilidad, y, por lo tanto, en el patrón de ingreso de un conjunto. Otros factores determinantes para el patrón de acceso son, sin duda, el tamaño y la complejidad del conjunto. Aquellos pequeños y estructuralmente simples de sólo un patio poseen accesos relativamente estrechos, mientras que conjuntos gradualmente más grandes y complejos tienden a tener accesos restringidos y desplazados, así como vías de acceso internas serpentinas y parcialmente bloqueadas.

Partiendo de ejemplos como la Estructura 5D-60 de la Acrópolis de Tikal o la Estructura XX del Grupo Gran Acrópolis de Calakmul, resulta interesante notar que en los conjuntos grandes no necesariamente las estructuras más voluminosas, elaboradas, escénicas e impresionantes sirvieron como accesos principales, sino las estructuras más estratégicamente ubicadas (en ambos casos casi perfectamente en el centro de la periferia principal, es decir, aquella fachada del conjunto que se orienta hacia las plazas y estructuras más importantes del sitio). Así, a pesar de accesos exteriores e interiores restringidos y controlados, el tránsito para los que tenían acceso frecuente era facilitado y optimizado para llegar a la mayor cantidad de los distintos patios por medio de puntos de intersección, de los cuales el más importante era el acceso principal.

 

Aspectos funcionales

Los conjuntos palaciegos eran sin duda lugares donde se llevaban a cabo muchas actividades. No obstante, solamente una fracción de estas actividades es reconocible e identificable a través de los restos arqueológicos y las imágenes pictóricas para establecer posibles funciones de los diferentes espacios palaciegos. Mientras que la evidencia arqueológica, constituida por aspectos espaciales (ubicación, accesibilidad), restos arquitectónicos (tamaño, forma, accesos, distribución de cuartos y mobiliario) y la distribución, cantidad y calidad de los artefactos (cerámica, lítica, herramientas, etcétera) puede apuntar hacia funciones generales, la evidencia pictórica, y, en menor grado, la información epigráfica y etnohistórica, ayudan a determinar funciones y actividades más específicas.

Las actividades representadas de una u otra manera en el registro arqueológico / iconográfico / epigráfico / etnohistórico se pueden resumir en tres complejos de funciones para las cuales los conjuntos palaciegos con cierta seguridad proporcionaron los espacios: el complejo de funciones doméstico-residenciales, el complejo de funciones político-administrativas y el complejo de funciones escénico-ceremoniales. Puesto que la individualidad de un conjunto palaciego refleja su funcionalidad, se debe asumir que no todos los conjuntos palaciegos reales presentan estos tres complejos. De tal manera es perfectamente posible que algunos conjuntos de las Tierras Bajas mayas hayan servido para un sólo propósito específico, por ejemplo un uso administrativo o residencial, mientras que otros fueron multifuncionales.

Mientras que las actividades doméstico-residenciales probablemente estaban separadas de las actividades político-administrativas y escénico-ceremoniales, las de estos últimos dos complejos pueden haber tenido lugar parcialmente en los mismos espacios, especialmente adentro, sobre o alrededor de las estructuras periféricas, o bien adentro, sobre o alrededor de las estructuras relacionadas con los patios interiores grandes (tomando en cuenta que la actividad ejecutada tenía un carácter público o, por lo menos, semipúblico). Todas estas estructuras periféricas que bordean a plazas grandes y, de esta manera, están expuestas a la vista pública, se pueden considerar, básicamente, como político-administrativas/escénico-ceremoniales. Construidas y, muchas veces, embellecidas para impresionar tanto a la gente común como a los visitantes nobles de otros lugares, fueron usadas como escenario para actividades política y ritualmente simbólicas tal como se les ha representado en las escenas palaciegas: recepciones de visitas estatales para manifestar alianzas, entregas de tributo para declarar dependencias políticas, exposición de botín de guerra y sacrificio de prisioneros para demostrar poder militar y dominación, así como bailes y ceremonias para señalar el bienestar y la continuidad del régimen político.

Un elemento escénico importante, por lo tanto, está implícito en la arquitectura misma: la grandeza de muchos conjuntos en tamaño, volumen, altura y decoración, así como los monumentos muchas veces asociados a ellos, reflejan claramente el intento de los gobernantes mayas de impresionar e intimidar a quien fuera que se les acercara. La ubicación céntrica de los conjuntos palaciegos reales, muchas veces contiguos a grandes plazas adecuadas para la reunión de miles de personas, y las plataformas y/o escaleras amplias que se encuentran frente de los edificios que se abren hacia estas plazas sirven al propósito de ver y ser visto, permitiéndole tanto al gobernante observar los eventos que tomaban lugar en las plazas u otras estructuras, tales como canchas de juego de pelota, como a los espectadores observarlo a él realizar sus actividades (Inomata, 2001b).

No obstante, al mismo tiempo de presentar partes expuestas y públicas o semipúblicas, los conjuntos palaciegos tienden a ser cerrados y con accesos restringidos solamente a un grupo controlado de personas, muy probablemente sólo a miembros de la élite. La altura de las estructuras periféricas, por lo tanto, también tenía la obvia función práctica de mantener distancia y control del flujo de gente, así como de privatizar el espacio más allá de las estructuras periféricas por medio de la elevación. Elevación y encierro mediante accesos restringidos y desplazados señala claramente un tipo de actividades que no requiere ni desea la participación de multitud de gente. Sobre la mayoría de estas actividades más privadas solamente se puede especular, dado que por su naturaleza privada tampoco fueron representadas en el arte figurativo ni registradas en las inscripciones.

Dado que no existe ninguna inscripción o representación de actividades domésticas del Clásico, la evidencia para poder postular funciones del complejo doméstico-residencial en los conjuntos palaciegos reales de este periodo es casi únicamente arqueológica. Una combinación particular de factores espaciales (ubicación, accesibilidad) y arquitectónicos (tamaño, forma, acceso, distribución de cuartos y mobiliario), así como la distribución, cantidad y calidad de los artefactos hallados (cerámica, lítica, herramientas, etcétera) debe coincidir para poder concluir sobre funciones de este complejo. La existencia de áreas de funciones doméstico-residenciales dentro de los conjuntos palaciegos se puede sospechar en las zonas más retiradas y menos accesibles de los conjuntos, formando, a veces, un grupo separado dentro del grupo. Por lo menos tres áreas de actividad —áreas de dormitorio, áreas de preparación y almacenamiento de comida y áreas de uso común— se deberían localizar adentro y alrededor de las estructuras doméstico-residenciales. Es probable que las áreas para dormir estuvieran espacialmente separadas de las áreas de preparación de alimentos, tal como todavía hoy en día es el caso. Es muy posible que para las actividades de preparación y cocción de alimentos existieran estructuras apartadas, tal vez de construcción más ligera con techos de palma. En contraste, áreas para dormir y para actividades comunes posiblemente se sobrepusieron parcialmente, si bien la existencia de las primeras se puede sospechar tal vez en los cuartos más retirados y la de las últimas en los cuartos más accesibles. Otras áreas para actividades comunes y artesanales, especialmente el tejido, probablemente se ubicaron en los patios, y tal vez sobre los techos de las estructuras.

En cambio, para actividades del complejo político-administrativo casi no existe evidencia arqueológica, mientras que la evidencia pictórica y epigráfica es lo suficientemente amplia para permitir algunas conclusiones. De estas dos, la iconografía especialmente vincula las actividades político-administrativas con espacios palaciegos y, en específico, con las estructuras periféricas de los conjuntos o con aquellas adyacentes a los patios más grandes, dado que la mayoría de las escenas insinúa la reunión de una multitud de gente para observar los actos del gobernante. Dentro del complejo político-administrativo representado en estas escenas destacan actividades como la recepción de visitas estatales, reuniones del gobernante con la nobleza local y, especialmente, entregas de tributo al gobernante. Las primeras dos actividades en muchos casos solamente se pueden identificar vagamente por diferencias o semejanzas en los vestidos, los tocados, la pintura corporal, las posiciones, los gestos y otros atributos de las personas que estén interactuando con el gobernante sentado sobre su trono. Las escenas de entrega de tributo además incluyen representaciones del tipo de ofrecimiento y, en algunos casos, incluso inscripciones que indican la cantidad. Generalmente se representa el momento justo de la entrega de estos tributos con un grupo de subordinados sentados o de rodillas frente al gobernante. No obstante, en algunas escenas se muestra tanto la entrega de los tributos como el control y probable registro de éstos. Con la excepción de algunos casos, los objetos ofrecidos generalmente no están nombrados y se puede asumir que la pequeña cantidad representada debe entenderse como pars pro toto de una cantidad mayor. De cualquier forma, todas las escenas del complejo político-administrativo, y especialmente las que plasman entregas de tributo, se pueden entender como representaciones del poder en las cuales se establece claramente la constelación de dependencia. Indirectamente también nos hablan de las medidas que han llevado a estas constelaciones: la guerra y la sumisión.

Las presentaciones y sacrificios de prisioneros como parte del complejo escénico-ceremonial enfatizan todavía más drásticamente estas constelaciones. En estas escenas se ilustra lo que probablemente fue el resultado de muchas guerras peleadas en las Tierras Bajas: la exhibición de múltiples prisioneros y del botín frente al gobernante. De hecho, muchos de los objetos que se muestran como botín de guerra son parecidos a los objetos de tributo en las escenas de entrega de éste y, tal vez, la semejanza ya debe indicar el destino que espera a las ciudades vencidas como tributarias de las ciudades victoriosas. Así, escenas de presentación de prisioneros y de botín de guerra se pueden considerar como eventos temporalmente anteriores a aquellos representados en las escenas de tributo.

A pesar de que solamente sobre algunas actividades hay evidencia directa, ya sea arqueológica, epigráfica o figurativa, otros espacios de actividades o actividades que definen las funciones de espacios particulares se pueden asumir con alguna certeza mediante implicaciones indirectas:

• Las múltiples visitas interestatales descritas en las inscripciones (Schele y Mathews, 1991) hacen suponer que existían edificios o conjuntos especiales cercanos al gobernante para alojar visitantes de la nobleza de otras ciudades. Invitados importantes que se quedaron durante periodos prolongados probablemente llevaron consigo una buena parte de su familia, de sus consejeros, servidores y cargadores, así como tal vez guerreros (para la defensa y la caza en el camino), requiriendo espacios grandes para el séquito. Aunque estos últimos no necesariamente se encontraban dentro de los palacios reales y por lo general eran ocupados sólo temporalmente, constituyen conjuntos que arqueológicamente se identificarían como palaciegos. Conjuntos pequeños, como por ejemplo la unidad residencial Utsiaal Caan en Calakmul (un pequeño grupo en la parte norte del conjunto palaciego Grupo Gran Acrópolis), podría haber servido para tales propósitos. Para visitas de grupos más numerosos o de diferentes ciudades al mismo tiempo, como se ha registrado en diferentes inscripciones, seguramente se hizo necesaria la ocupación de conjuntos más grandes.

• Dada la cantidad de tributos que se exigía a ciudades subordinadas, especialmente tela y alimentos como maíz, fríjol, chile y cacao, pero también concha, jade, obsidiana y otros productos, se puede asumir la existencia de edificios que únicamente servían como bodegas y almacenes. Lo mismo puede intuirse de los objetos capturados durante guerras, como por ejemplo los palanquines de los gobernantes, esculturas de deidades titulares de las ciudades vencidas, estandartes y otros objetos considerados sagrados y animados. Aunque no hay evidencia pictórica de que estos espacios se encontraran dentro de los conjuntos palaciegos reales, la importancia que el tributo y la exposición del tributo y del botín tenía para los mayas, tal como se observa en obras monumentales y en las escenas palaciegas, hace especular que éste era el caso. Varios cronistas reportaron en los palacios mexicas bodegas de tamaño considerable para los tributos de ciudades subyugadas, al igual que espacios donde se guardaban las deidades capturadas de ciudades vencidas casi como rehenes. Es posible que estos espacios de almacenamiento y exposición se encontraran en la periferia de los conjuntos, en estructuras, por ejemplo, donde las riquezas eran visibles pero no alcanzables.

• Probablemente existían edificios especiales para guardar la indumentaria ceremonial del gobernante (Grube, 2000: 96). Es factible asumir que éste poseía una buena cantidad de trajes, máscaras y tocados, así como cetros, bastones y figurillas de deidades para las diversas festividades que tenían lugar durante el año, así como trajes de guerra con tocados representando su way, su "compañero espiritual animal", y su armamento. Muchas de estas prendas eran más que objetos materiales inanimados; eran semejantes a las estelas con su retrato, incorporaciones del gobernante mismo (Grube, 2000: 97). Algunas de las escenas que retratan la preparación del gobernante para ceremonias o para guerras posiblemente aluden a estos espacios, que supuestamente no se ubicaron muy lejos de los edificios periféricos que servían como escenario de un conjunto palaciego real donde el espectáculo tomó lugar.

• Debido a la posibilidad de que algunas de las escenas de sacrificio no representan actos rituales sino ejecuciones por razones mundanas, se tiene que considerar la presencia de estructuras donde se tomaron decisiones jurídicas. Dada la detallada descripción de edificios de audiencias en las fuentes etnohistóricas y en la etnografía de comunidades mayas tradicionales contemporáneas, su existencia en el Clásico parece factible. Lamentablemente no se tiene información ninguna sobre la legislación entre los mayas clásicos, pero como parte del complejo político-administrativo estos espacios deberían haber pertenecido a las zonas fácilmente accesibles desde áreas públicas, probablemente en la periferia de los conjuntos palaciegos.

 

Aspectos sociales

Las escenas palaciegas en el arte pictórico del Clásico Tardío representan la fuente más vasta sobre la vida palaciega y los personajes que circulaban en estos espacios. No obstante, la selección de personajes está limitada a aquellos que los responsables de las obras pictóricas consideraron dignos de ser representados y quienes, en su mayoría, probablemente formaron parte de los estratos más altos de la sociedad maya y de la exclusiva vida de la nobleza dentro de las ciudades. El gobernante mismo, como centro de la atención en todas las escenas, cortesanos de alto estatus, visitantes, señores subordinados, mujeres, guerreros, prisioneros, escribas, músicos, enanos y jorobados, así como una gran cantidad de espectadores nobles sin relación y función directa aparente en el contexto, son los protagonistas en las escenas y se pueden considerar como habitantes permanentes o visitantes temporales de los espacios céntricos de las ciudades mayas y, por lo tanto, también de los conjuntos palaciegos reales.

Sin embargo, no todos los personajes representados en las escenas se pueden considerar como parte de la corte permanente del gobernante, definida como el círculo más íntimo alrededor de éste y compuesta exclusivamente por nobles de alto rango. Especialmente los guerreros de rangos bajos, todos los prisioneros, la mayoría de los músicos y de los sirvientes, así como algunos de los enanos y jorobados, no necesariamente vivían dentro del mismo conjunto palaciego que el gobernante y su linaje, si bien casi todos se pueden identificar por su vestido y joyería como miembros de la nobleza. La permanencia de estos personajes en el conjunto palaciego del gobernante probablemente era temporal y su acceso eventualmente restringido a ocasiones, tareas o áreas especiales. Por otro lado, aparentemente también hay personas que se deben considerar miembros de la corte permanente que no están representados en las escenas palaciegas. Así, es especialmente notable la ausencia de niños y jóvenes adolescentes alrededor del gobernante. La única representación de un adolescente en las escenas palaciegas es en una ceremonia de entronización, a pesar de que la evidencia de inscripciones e imágenes en monumentos de piedra sugiere que muchachos de la nobleza sirvieron algún tiempo como cortesanos, aparte de ser instruidos en las diferentes artes de los nobles, incluyendo la escritura, la caligrafía, la pintura, la escultura, las matemáticas, la astronomía, etcétera.

La diferenciación entre los rangos dentro de la nobleza representada en las escenas palaciegas parece muy sutil y muchas veces se debe basar en evidencias frágiles como la posición o la actividad de un personaje. Aparte del gobernante que, en la mayoría de los casos, se encuentra en una posición elevada, y los guerreros, que entre ellos se distinguen por sus trajes, tocados, posición y armamento, no se observa una jerarquía claramente preestablecida ni rígida. Sin duda la persona con la cual el gobernante interactúa tenía una posición privilegiada dentro de la imagen, pero este personaje cambia según la temática y puede incluir hasta prisioneros. Se puede asumir que muchos de los rangos y puestos importantes se distribuyeron entre los miembros adultos de la familia extensa, la cual trataba de mantener el poder entre los suyos. Tampoco se notan regularidades en los vestidos, en la joyería, en las posturas o gestos suficientes para poder establecer o definir un grupo en particular. La única excepción, los llamados escribas, definidos por atributos distinguidos en sus tocados, y a veces por conchas cortadas que llevan como collares, generalmente no están representados durante la ejecución de sus habilidades, así que su función específica no se puede confirmar con absoluta certeza. Debido a la cantidad de supuestos escribas representados en las escenas, es bien posible que se trate de un grupo más amplio, tal vez de toda una clase de burócratas, administradores y oficiales, incluyendo eventualmente hasta sacerdotes y/o maestros de ceremonias.

Aunque para el análisis cada uno de los personajes revisados en las escenas fue reconocido mediante atributos y posiciones propios que lo identifiquen, resultó claro que una misma persona podría haber unido diferentes peculiaridades y habilidades. Así, un gobernante obviamente podía haber tanto combatido como guerrero de rango más alto en las batallas como dedicado tiempo libre a las artes y las ciencias como músico o escriba. No hay duda de que los prisioneros representados y nombrados en las escenas palaciegas fueron gobernantes o altos cortesanos de otras ciudades. Existe una alta probabilidad de que muchos de los escribas nobles representados no se dedicaron de tiempo completo a la escritura o las artes sino también participaron en guerras y probablemente tenían otras ocupaciones dentro del aparato político-administrativo y/o escénico-ceremonial.

Resulta muy difícil vincular a los personajes con algún tipo de estructura arquitectónica en particular. Se puede asumir que la mayoría de las personas representadas en las escenas palaciegas en teoría tenía acceso a cualquier tipo de estructura dentro de la ciudad y más allá, lo que lógicamente incluye las estructuras y conjuntos palaciegos. Ocasionalmente, el vestido ligero y poco ceremonial de algunos personajes apoya la caracterización del evento como semipúblico o privado, lo que, a su vez, sustenta la identificación de la localidad de los eventos representados como más alejado de los espacios públicos. En estos casos las estructuras poco accesibles dentro de los conjuntos palaciegos parecen espacios adecuados. En cambio, la temática de las escenas muchas veces favorece un espacio más público, como serían los edificios periféricos de los conjuntos grandes o los edificios alrededor de plazas amplias dentro de un conjunto palaciego real. En cualquier caso resulta fructífero, si bien especulativo, interpretar las escenas un poco más allá de lo representado. Implícitos en las imágenes y en los personajes pintados se encuentran datos importantes sobre la arquitectura, organización y función del espacio urbano en las ciudades mayas en general y de los conjuntos palaciegos reales en particular:

• Así, la aparición del gobernante sobre su trono en eventos que parecen ser públicos o semipúblicos apunta hacia la existencia de "estructuras de trono" en las periferias de los conjuntos palaciegos o, por lo menos, de banquetas del tipo "trono" en edificios periféricos o adyacentes a los patios más grandes. Tronos como el que ha existido en la Casa A-D de Palenque o banquetas como los de la Estructura XX de Calakmul seguramente servían para este propósito.

• Los elegantes huipiles que algunas mujeres presentan podrían implicar talleres o espacios donde mujeres de la nobleza se reunieron para tejer vestidos lujosos de la élite. Puesto que estos trabajos eventualmente se hicieron en grupo, tal como lo ha anotado fray Diego de Landa, para "ayudarse unas a otras al hilar las telas" (Landa, 1994: 134), la existencia de talleres semejante a los de los escribas podría ser posible. Seguramente estos espacios se caracterizaran por un aumento de malacates (McAnany y Plank, 2001: 95-96). Escenas donde mujeres sirven alimentos o bebidas al gobernante y sus visitantes podrían apuntar posiblemente hacia estructuras especiales donde se preparaban alimentos para eventos sociopolíticos y comida ritual para ceremonias religiosas.

• La aparición de los llamados artistas en las escenas palaciegas apunta hacia la posible existencia de talleres donde se elaboraban y pintaban vasijas policromas de alta calidad, códices de diferentes contenidos, así como otros objetos portátiles de jade, madera, concha, etcétera, especialmente la joyería para el uso de la nobleza que vivía cerca. Se puede sospechar que estos talleres se encontraban en, cerca de, o vinculados con los conjuntos palaciegos grandes y medianos como se ha comprobado arqueológicamente en Aguateca (Inomata, 2001b: 349) y en el Grupo 9N-8 de Copán (Webster, 1989). Próximos a los talleres se pueden visualizar escuelas para la educación de los jóvenes de la nobleza en mitología, historia, matemáticas y otras materias, semejantes a los calmecac entre los mexicas, tal como se observa en algunas escenas pintadas en cerámica (especialmente Kerr, 1989: 67 [K1196]), y, menos claramente, en el arte monumental (Piedras Negras Lintel 2; Martin, 2001: 182; Schele y Miller, 1986: 148-149).

• Los guerreros representados sugiere que parte de ellos tenían sus espacios propios dentro de un conjunto palaciego real, tal vez en algunos de los edificios alargados que se encuentran en la periferia, como lo ha propuesto Arnauld (2001: 368). Aunque los palacios cerrados de accesos restringidos en las ciudades grandes probablemente representaron una intimidación suficiente para la gente que no debería entrar, parece factible pensar que el conjunto era controlado por un escuadrón de guerreros, puesto en posición a los lados de los accesos. Aparte de controlar el flujo de gente, algunos de ellos seguramente vigilaron a los prisioneros en estructuras especiales hasta su sacrificio. Se ha sugerido que un edificio ritual (Estructura 51) en el patio 4 de la Acrópolis Central de Tikal fue convertido a finales del Clásico Terminal en una cárcel (Schele y Mathews, 1998: 84-85), aunque generalmente se puede asumir que este tipo de edificios no se encontraron dentro de los conjuntos palaciegos. Sin embargo, en el caso de prisioneros prestigiosos de alto rango, que sirvieran como objeto de presentación y humillación durante ceremonias, es válido pensar que fueron retenidos en estructuras cercanas.

 

Conclusiones

En este trabajo se expusieron algunas de las inferencias que han podido perfilarse sobre diversos aspectos de los conjuntos palaciegos reales en las ciudades mayas del Clásico Tardío. Para tal objetivo se ha tomado en cuenta la evidencia de dos líneas de investigación que se consideran elementales: la arqueología y la iconografía, enriqueciéndolas con información proveniente de otras áreas, especialmente la epigrafía, la etnohistoria y la etnografía. Se partió de la idea de que el enfoque interdisciplinario, centrado en este caso en la arqueología y la iconografía, conduce, gracias a su complementariedad, a una mejor explicación de las estructuras arquitectónicas, espaciales y sociales que componen los conjuntos palaciegos.

Lamentablemente, para el estudio de los conjuntos palaciegos los datos que aportan las disciplinas de la arqueología y la iconografía son limitados tanto por su cantidad como por su calidad. La arqueología, con sus aportaciones logradas mediante el registro, levantamiento, excavación, catalogación y análisis de los espacios arquitectónicos y de los restos culturales, proporciona principalmente las herramientas para hacer una reconstrucción física del espacio usado, así como los medios que permiten fijar su ubicación dentro del entorno y en el tiempo. Ayuda en la investigación de diversos puntos de interés, como la técnica constructiva, los materiales utilizados, la distribución espacial, los patrones de acceso, etcétera. Tomando en cuenta una combinación de varios aspectos (arquitectura, espacio, artefactos), eventualmente es posible proponer funcionalidades generales para áreas amplias. Bajo circunstancias extraordinarias y/o utilizando métodos más sofisticados, tal como el análisis químico de los pisos, incluso se podría llegar a conclusiones más concretas sobre el uso de espacios específicos. No obstante, en muchos casos prevalece la impresión de que los datos obtenidos mediante los diferentes métodos de la arqueología se ajustaron a las preguntas y/o enfoques individuales del investigador. Datos así construidos, y, posteriormente, legitimados mediante su publicación y repetición, obviamente representan un obstáculo grave para cualquier investigación, lo cual parece ser especialmente notorio en el caso de los estudios palaciegos. Un permanente cuestionamiento del dato arqueológico, por lo tanto, es necesario.

La iconografía, por su parte, mediante el análisis de la evidencia plástica y especialmente gracias a los datos que proveen las llamadas escenas palaciegas tanto en el arte monumental como en el arte pictórico, aporta información valiosa acerca de la diversidad de objetos en uso dentro del ambiente arquitectónico representado (mobiliario, artefactos), así como sobre ciertas actividades que tuvieron lugar en dicho espacio; la misma iconografía también nos otorga una muestra de la gente que lo poblaba. Gracias a inscripciones acompañantes es posible, en casos aislados, identificar o verificar positivamente la actividad representada o a los personajes involucrados; esto provee datos ventajosos para la reconstrucción tanto de las interacciones como de la organización de la sociedad palaciega. No obstante, la información de las imágenes gráficas es limitada por exponer sólo una fracción de las actividades, personajes y objetos que constituyeron la corte maya, así como por no revelar explícitamente dentro de o frente a qué tipo de ambiente arquitectónico las actividades representadas tuvieron lugar. Si bien estas actividades, así como la presencia de banquetas y ocasionalmente la de múltiples accesos en las escenas, descubren los edificios alargados periféricos y/o fácilmente accesibles de los conjuntos palaciegos, en muchos casos no se puede excluir la posibilidad de que otros espacios fueran usados para tal motivo.

A pesar de estas limitaciones, la correlación de los datos arqueológicos con la evidencia plástica, por un lado, y de ambos con información proveniente de otras fuentes, por otro lado, resulta fructífera o, por lo menos, inspiradora en muchas ocasiones y ayuda claramente a desarrollar una concepción más exacta de los espacios palaciegos durante el Clásico Tardío en el área maya.

 

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Información sobre el autor

Kai Delvendahl. Alemán. Doctor en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México, su tesis lleva por título: "Las sedes del poder. Arquitectura, espacio, función y sociedad de los conjuntos palaciegos del Clásico en el área maya evaluados desde la arqueología y la iconografía". Maestro en Estudios Mesoamericanos (anteriormente Antiguas Lenguas y Culturas de América) por la Universidad de Hamburgo, Alemania, con estudios en Etnología e Historia. El título de su tesis de maestría fue: "El gobernante y su corte. Un análisis iconográfico de las escenas palaciegas históricas sobre vasijas mayas del Clásico Tardío". Obtuvo el tercer lugar en el Premio Palenque 2008, con el trabajo: "Evidencia arqueológica e iconográfica de los conjuntos palaciegos del Clásico Tardío en el área maya", otorgado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y el premio Alfonso Caso 2007 a la mejor tesis de doctorado correspondiente al área de Arqueología, también otorgado por el INAH. Entre sus publicaciones podemos citar: Las sedes del poder. Arquitectura, espacio, función y sociedad de los conjuntos palaciegos del Clásico en el área maya evaluados desde la arqueología y la iconografía (2009); Calakmul in Sight. History and Archaeology of an Ancient Maya City (2008) y The Sacred and the Profane - Architecture and Identity in the Maya Lowlands, 3rd European Maya Conference (2000).

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