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Cuicuilco

versión impresa ISSN 0185-1659

Cuicuilco vol.17 no.49 México jul./dic. 2010

 

Miscelánea

 

Las lógicas del no–reconocimiento y la lucha cotidiana de las migrantes zapotecas en Estados Unidos. Breve etnografía del servicio doméstico

 

Alejandra Aquino Moreschi

 

Universidad Autónoma Metropolitana–Xochimilco, Departamento de Relaciones Sociales, México*

 

Resumen:

En los países del Norte, el trabajo en el servicio doméstico está reservado casi exclusivamente a mujeres migrantes originarias de países del Sur. En las últimas décadas, miles de mujeres oaxaqueñas han emigrado a Estados Unidos y se han insertado mayoritariamente en este nicho laboral. A partir de una investigación etnográfica en la ciudad de Los Angeles con migrantes zapotecas de la Sierra Norte de Oaxaca y la conexión de este material empírico con algunas reflexiones de Axel Honneth en torno al reconocimiento, me propongo dar cuenta de la experiencia de estas mujeres como trabajadoras domésticas y del tipo de relaciones laborales y personales que se establecen en este nicho laboral. La experiencia como unidad analítica me permitirá aprehender las subjetividades de estas mujeres, restituyendo así su papel como actoras sociales.

Palabras clave: Servicio doméstico, migración, luchas por el reconocimiento, Los Angeles, Oaxaca.

 

Abstract:

In Northern countries, domestic service is reserved almost exclusively to migrant women from countries of the South. In recent decades, thousands of Oaxacan women have migrated to the us and mostly have been inserted in this occupational niche. Based on ethnographic research in the city of Los Angeles with Zapotec migrants from the Sierra Norte of Oaxaca and the connection of this empirical material with some thoughts by Axel Honneth, I intend to report the experience of these women as domestic workers and the type of work and personal relationships that are established. The analytical unit experience will allow me to capture the subjectivities of these women, thereby restoring their roles as social actors.

Keywords: Domestic service, migration, struggles for recognition, Los Angeles, Oaxaca.

 

Introducción: el servicio doméstico en la migración internacional

Históricamente, el trabajo en el servicio doméstico ha sido devaluado.1 Por mucho tiempo ni siquiera fue considerado un "verdadero trabajo" y quien lo desempeñaba tampoco era percibido como un "verdadero trabajador"; este tipo de actividades se veía más bien como un "servicio" aportado por un miembro de la familia [Pasleau y Schopp, 2002:3], por lo general, una mujer o cualquier persona que al interior de una sociedad se encontrara en la parte más baja de las jerarquías económicas, sociales y de género. Hoy en día, el trabajo doméstico sigue careciendo de un reconocimiento social y de una adecuada remuneración. Incluso en las sociedades democráticas del primer mundo en las que se supone predominan representaciones igualitarias de las relaciones sociales, este trabajo se desarrolla en medio de lazos de dependencia personal que contradicen el ideal del trabajador libre bajo relaciones contractuales [Vidal, 2007:9].

A partir de una investigación etnográfica con migrantes zapotecas originarias de la Sierra Norte de Oaxaca, me propongo dar cuenta de su experiencia como trabajadoras domésticas en la ciudad de Los Ángeles, así como del tipo de relaciones laborales y personales que se establecen en este nicho laboral y de las formas de resistencia de las trabajadoras. La migración de las mujeres zapotecas a Estados Unidos forma parte de un fenómeno planetario que ha sido analizado por distintas académicas: la inserción laboral de millones de mujeres provenientes de países del Sur al trabajo doméstico en hogares del Norte [Hondagneu–Sotelo, 2007, 2001; Ehrenreich y Hochschild, 2003; Hochschild, 2000; Anderson, 2000; Salazar–Parreñas, 2001; Henshall, 1999]. La creciente presencia de mujeres en una gran variedad de circuitos transfronterizos es interpretada por Sassen [2003] como un indicador de la "feminización de la supervivencia", es decir, del hecho que cada vez más mujeres de los países del Sur sean las responsables del sustento de sus familias, así como de las economías de sus países, vía el envío de remesas.

Pese a la importancia creciente del servicio doméstico a escala mundial, es difícil ofrecer cifras confiables sobre el número de personas que trabajan en este sector, así como de su importancia económica, ya que el carácter informal de este tipo de empleo y el hecho de que gran parte de las personas que lo ejercen son migrantes irregulares, dificulta la obtención de estadísticas de la población activa en este sector [D'Souza, 2010:15]. Pese a lo anterior, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha hecho recientemente algunas estimaciones en las que calcula que más de 100 millones de personas trabajan en este nicho laboral [OIT en Red Internacional de Trabajadoras del Hogar, 2010:3], lo que ayuda a darnos una idea de la importancia del sector. En el caso particular de Estados Unidos se calcula que el número de trabajadores en este nicho va de 1.5 a 2.5 millones de personas [Red Internacional de Trabajadoras del Hogar, 2010:4], y se estima que por lo menos l.23% de las empleadas en hogares particulares son migrantes irregulares [Passel y Cohn, 2009:16].

Ehrenreich y Hochschild [2003:3] muestran cómo la demanda creciente de servicios domésticos en los países del Primer Mundo tiene que ver con la incorporación de las mujeres de estos países al mercado laboral, quienes al convertirse en un importante sostén de sus familias, tienen que hacer frente a una sobrecarga de trabajo, pues, por lo general, los hombres no están dispuestos a compartir las tareas del hogar, ni el cuidado de los niños, y como afirman Pasleau y Schopp [2002:2], el sector público no tiene la capacidad para satisfacer las nuevas necesidades de las familias.

La llamada "doble jornada" de trabajo femenino se ha "resuelto" contratando a mujeres que se encuentran en una situación económica más desfavorable. Así, la fórmula perfecta para sostener el modelo patriarcal capitalista y el estilo de vida de las clases medias y altas de los países industrializados ha sido la transferencia de las tareas asociadas con el rol tradicional de madres y esposas a las mujeres de países del Sur [Ehrenreich y Hochschild, 2003]. Esta transferencia de tareas no sólo permite que las mujeres del Primer Mundo se incorporen al mercado laboral asalariado, sino también que tengan tiempo para actividades más interesantes, prestigiosas y gratificantes [Rollins, 1990:67; Kaufmann, 1995]; todo esto sin necesidad de transformar el sistema patriarcal de familia, en el que las tareas del hogar son concebidas como un trabajo "natural" de la mujer [Henshall, 1999:4]. Así, la presencia de mujeres inmigrantes en servicios de atención personal permite que las jerarquías de género se conserven en los hogares de sus contratantes [Morokvasic, 2007:39; Rollins, 1990:74].

Ehrenreich y Hochschild [2003:4–5] han demostrado cómo a escala planetaria estamos viviendo una fase del capitalismo en la que las naciones del Norte ya no sólo extraen recursos naturales del Sur, ahora también extraen afecto y cuidados maternos y, por supuesto, mano de obra barata. De tal forma que las mujeres migrantes no sólo aportan su trabajo a las economías del Norte, también aportan recursos emocionales indispensables y se encargan de los detalles y cuidados que permiten que funcionen los hogares de los países ricos [Ehrenreich y Hochschild, 2003:4–5]. Para dar cuenta de este fenómeno, Hochschild [2001] desarrolló el concepto de "cadenas mundiales de afecto y asistencia", mediante el cual muestra cómo se globaliza la "reproducción social" y se conecta el ámbito público con el privado. Otro aporte de la autora es señalar cómo la "plusvalía" del trabajo de estas mujeres —en este caso una plusvalía que es también emocional— se queda en el Norte en detrimento de las familias del Sur.

La investigación que se presentará a continuación se ubica dentro de esta tesis general sobre la globalización de la reproducción social, es decir, consideramos que la migración de las mujeres zapotecas se enmarca en esta dinámica global. Sin embargo, se propone un análisis etnográfico a la luz de las reflexiones de Axel Honneth [2000 y 2004] en torno a las luchas por el reconocimiento y el concepto de "experiencias morales" de desprecio en las que las expectativas de ser reconocidas no se realizan. Este marco analítico me parece adecuado, ya que las mujeres zapotecas analizan y expresan su experiencia en este mercado laboral a partir de categorías morales; además, me permite mejor que otros aprehender las subjetividades de estas mujeres, enfatizar su papel como actoras sociales y captar los efectos concretos de la estructura sobre su vida cotidiana y su persona.

Toda la información aquí presentada proviene del trabajo de campo desarrollado entre 2005 y 2007 en el municipio de Yalalag, Oaxaca y, principalmente, en la ciudad de Los Ángeles, California.2 La metodología privilegiada fue la etnografía, entendida como un tipo de aproximación a la realidad que "reposa sobre una inserción personal y de larga duración en el grupo que se estudia" [Schwartz, 1993:267], en este caso la comunidad de migrantes yalaltecas establecida en Estados Unidos, con cuyos miembros tengo lazos de parentesco, lo que fue clave para mantener una convivencia cotidiana intensa y acceder a sus espacios de socialización más íntimos. El trabajo etnográfico fue complementado con 40 entrevistas a profundidad dirigidas a mujeres yalaltecas de entre 15 y 55 años, es decir, tres generaciones de migrantes zapotecas que desde que llegaron han trabajado en el servicio doméstico.3

El análisis del servicio doméstico en una de las grandes ciudades del primer mundo nos permite comprender una de las principales modalidades bajo las cuales se insertan al mercado de trabajo estadunidense la mayor parte de las migrantes mexicanas; al mismo tiempo que arroja luz sobre algunos de los límites de las democracias del primer mundo que se dicen fundadas en un principio de libertad e igualdad, donde se creían abolidas este tipo de relaciones sociales y laborales. Finalmente también nos da la oportunidad de reflexionar sobre las luchas cotidianas por el reconocimiento de aquellos actores que, como las mujeres zapotecas, se encuentran situados en lo más bajo de las jerarquías económicas y sociales.

 

Las lógicas del no–reconocimiento

En Estados Unidos, el trabajo doméstico siempre ha sido una actividad reservada casi exclusivamente a las mujeres inmigrantes: irlandesas, alemanas, escandinavas, holandesas, afroamericanas y latinoamericanas, se han sucedido en este empleo a lo largo del tiempo [Schneider, 2003]. Este tipo de trabajo ha sido históricamente devaluado, de forma que quienes lo han desempeñado han sufrido de un déficit de reconocimiento. Siguiendo a Honneth [2004:140], entiendo por reconocimiento "la atribución de un valor y un significado afectivo a otro"; este autor, en su relectura de Hegel y de Mead, distingue tres esferas y tres formas en las que se constituye la identidad personal y su reconocimiento. La primera proviene de lo que Hegel analiza bajo la rúbrica del amor (incluyendo las relaciones familiares y de amistad) y da acceso a la confianza en sí mismo; la segunda proviene del campo del derecho (es el reconocimiento jurídico, lo que en el caso analizado sería la posesión de "papeles") y da acceso al respeto de sí; la tercera se refiere a solidaridad que se despliega al seno de una comunidad política y permite la realización de la autoestima [Honneth, 2000].

La experiencia de las migrantes zapotecas en el servicio doméstico de la ciudad de Los Ángeles está marcada por lo que Honneth [2000:195–196] llama "experiencias morales" de desprecio, en las que las expectativas de reconocimiento, profundamente enraizadas en todo ser humano, no se realizan. Este concepto resulta pertinente para dar cuenta de la vivencia de estas mujeres, ya que cuando describen su experiencia en el servicio doméstico apelan sobre todo a categorías morales como la ofensa, la humillación, la burla, la indiferencia, todas ellas directamente vinculadas con la ausencia de reconocimiento.

A partir de los relatos de las mujeres zapotecas sobre su trabajo, pude ubicar cinco lógicas o formas en las que se expresa el no–reconocimiento y que provocan "experiencias morales" de desprecio entre las trabajadoras: la inferiorización, la infantilización, la invisibilidad, la sospecha y la dominación "consentida". Estas lógicas estructuran las relaciones laborales en el servicio doméstico y permiten, más que en otros trabajos, la existencia de relaciones sociales degradadas y discriminantes.

La falta de reconocimiento puede provocar que las personas o grupos que son objeto de ésta no logren tener una relación positiva consigo mismos y que se abra en su personalidad una brecha psíquica por la que se introducen emociones negativas, como la vergüenza o la tristeza, entre otros sentimientos que expresan la pérdida de confianza, respeto y autoestima [Honneth, 2000:166]. A continuación voy a presentar cómo funciona concretamente cada una de estas formas de no–reconocimiento y el tipo de agravios morales que provocan en las trabajadoras. Por supuesto, la separación de lo que llamo las lógicas del no–reconocimiento sólo tiene fines analíticos, pues en la realidad se encuentran interconectadas y resulta muy difícil diferenciar claramente una de otra.

La inferiorización

"Hay unos [patrones] muy déspotas, te tratan [como] lo que creen que eres, porque para ellos eres una 'sirvienta', y sí, de hecho aquí lo eres, ¿no? Entonces así te tratan".4 Este testimonio es revelador de la primera forma en la que se expresa el no–reconocimiento en el servicio doméstico: la inferiorización de la trabajadora, quien muchas veces es denominada, percibida y tratada como una "sirvienta" y no como una trabajadora. Entiendo por inferiorización aquellas acciones o actitudes encaminadas a rebajar el estatus del otro y afirmar la superioridad del propio. La inferiorización de estas trabajadoras se manifiesta de forma burda o sutil, según el estilo de cada empleadora, y puede tomar formas muy variadas: rituales de cortesía en una sola dirección, malos tratos, restricciones en el uso del espacio o en el acceso a la comida, desarrollo de tareas consideradas ingratas o humillantes, etcétera.

Una primera forma de inferiorización se expresa bajo la forma de expresiones y actos de deferencia no recíprocos [Rollins, 1990: 71]. Como explica esta autora, para afirmar su superioridad la "patrona" le exige a la trabajadora que siga una serie de rituales de deferencia que tienen como función valorizar a la empleadora. Entre ellos destacan: hablarle de usted, mantenerse de pie en su presencia, hacer pequeñas reverencias, bajar la cabeza, siempre estar de acuerdo o cualquier acto o expresión que sirva para mostrar respeto ante la "patrona" [Rollins, 1990:71].

Otra forma en la que se trata de inferiorizar a las trabajadoras es restringiéndoles el uso del espacio. Es común que las "patronas" les prohíban a las empleadas hacer uso de ciertos espacios u objetos de la casa: "Llévate tu comida y la comes en tu cuarto, porque no quiero que te sientes ahí, así me dijo la patrona", explica una mujer zapoteca [Lola, Los Ángeles, 2005]. El mensaje implícito que la empleadora intenta transmitirle a Lola por medio de esta restricción es que su estatus social es tan insignificante que no es posible que compartan el mismo espacio para comer. También hay casos en que las empleadoras les prohíben a las trabajadoras consumir ciertos alimentos, por lo general, productos de lujo que reservan para ellos o sus invitados. Todo este tipo de restricciones son mucho más frecuente de lo que uno podría imaginar5 y siempre tienen la misma función: inferiorizar a las trabajadoras y al mismo tiempo afirmar la supuesta superioridad de clase y raza de la "patrona".

La infantilización

La segunda lógica del no–reconocimiento es la infantilización; entendiendo por esta toda acción encaminadas a marcar la minoría de edad de las trabajadoras migrantes, es decir, el trato como si fueran menores de edad o personas "en formación", sin autonomía, sin derechos, ni capacidad de discernimiento [v. Rollins, 1990:71]. Como explica una de las mujeres zapotecas: "Hay patronas que no más están atrás de uno, como si fuéramos niños y hasta te pasan el dedo por donde ya limpiaste para ver si lo hiciste bien". Las mujeres, en cambio, aprecian cuando la empleadora les tiene confianza y las dejan hacer su trabajo como ellas consideran, porque esto se ve como una forma de reconocer los conocimientos de su profesión.

Su infantilización también se manifiesta en comentarios cotidianos o señalamientos humillantes o incluso racistas que los patrones se autorizan a hacer; por ejemplo, sobre su peso, su salud, su alimentación, la forma en la que cuidan a sus hijos. Estos actos aparentemente "inocentes" o bien intencionados revelan, en el fondo, hasta qué grado las "patronas" se perciben como personas superiores frente a sus empleadas. Veamos una escena reveladora de esta situación.

Ese día llevé temprano a mi patrona a la clínica y ahí la estuve esperando todo el día, ya como a las 2:00 p.m. salió de la consulta y me dijo que la llevara a comprar un caldo de pescado porque tenía hambre. "¿Tú vas a comer?", me dijo. "Sí, ya pasé a Mac Donalds y compré unos nougets con soda", le digo. "Entonces vas a comer shit food", me dice. "Sí", le dije. "No, eso no está bien para ti, tú tienes diabetes; además huele muy feo en el carro, abre la ventana". Llegamos en el súper y me "parquié" y cuando se bajó del carro me dice: "Me voy a llevar esto". Y se llevó la bolsa de mi comida y me dice: "Lo voy a tirar". "Pero ese es mi lunch", le digo. "Si ya se que es tu lunch, pero esto es una shit food, es una mierda, mejor te compras un sándwich, pero este shit food, no lo comes". Y agarró la bolsa y lo fue a tirar, ¡un coraje que me dio! Y esa viejita ya después se arrepintió y pasamos por un In–n–out y me dice: "Rosi entra, entra pues allá para comprar una hamburguer". "No, is the cheet food" le dije. "Hohohoho, Rosi tú sabes cuales son los buenos vocabularios". "Sí pero como tú dijiste que era una "shit food". "Ay Rosi tú sí eres un buen estudiante!!!, es un placer tenerte como alumna". Porque ella dice que es mi maestra...6

La "preocupación" por la salud de Rosi no es un acto desinteresado o filantrópico, es un deseo de dominación y de afirmación de sí por parte de la "patrona", que se lleva a cabo a partir de un acción "maternalista". Como explica Rollins [1990:73–74], la relación entre empleada y empleadora se basa en lo que ella denomina maternalismo; es decir, una relación entre superior y subordinada en la que la representante de la autoridad, al mismo tiempo que ofrece protección y afecto materno, ofende y rebaja: "La empleadora con su generosidad, su capacidad de amar y proteger, expresa a su propia manera su falta de respeto hacia su empleada en tanto que adulta autónoma" [Rollins, 1990: 74].

La "invisibilidad"

La "invisibilidad" es la tercera modalidad en la que se expresa el no–reconocimiento de las mujeres zapotecas. Como explica Honneth [2004:136137], la historia ofrece numerosos ejemplos de situaciones en las que los dominantes expresan su superioridad social no percibiendo a aquellos que dominan: la situación más notoria es posiblemente cuando los nobles se autorizaban a desvestirse delante de sus empleadas domésticas, porque en un cierto sentido, éstas se encontraban simplemente ausentes. La "invisibilidad" de las trabajadoras domésticas es una práctica muy antigua que pervive hasta nuestros días en los más diversos contextos sociales, y que provoca un agravio moral a quien lo sufre.

La "invisibilidad" de una persona se consigue mediante la indiferencia hacia su persona, actuando como si no estuviera presente. Como explica Honneth [2004:137]: "ver a través" de alguien tiene un aspecto preformativo, porque exige de gestos o de maneras de comportarse que testifiquen claramente que el otro no es visto de forma intencional. Es común en las narraciones de las mujeres zapotecas escuchar, por ejemplo, que cuando están limpiando el piso, sus patrones pasan con los zapatos sucios sin disculparse, sin pedir permiso o al menos hacer un gesto que muestre que se dan cuenta de que la empleada está realizando su trabajo: "Ellos pasan como burros, sin decir siquiera 'con permiso' ".7 Otro ejemplo común en el que opera la "invisibilidad" es cuando los "patrones" se sientan a comer frente a la empleada y hacen como si no estuviera presente. Para las mujeres zapotecas, una regla de cortesía y reconocimiento elemental es "ofrecer" del alimento que se va a comer, y el no hacerlo representa una muestra de desprecio hacia el otro. No es casualidad que cuando las mujeres analizan en cuáles casas las tratan bien y en cuáles no, uno de los criterios que frecuentemente utilizan es si les "ofrecen" o no de comer, como cuenta Rosi: "La señora Nancy sí me quiere porque ahí sí me ofrecen la comida (...) porque cuando se quiere a una persona se le ofrece, no es necesario que se siente en la misma mesa, pero cuando menos se le ofrece, y ellos nunca ofrecen".8 "Ofrecer", en este contexto, se convierte en un pequeño acto de reconocimiento público que Rosi valora porque es una forma de tomarla en cuenta.

Otra situación en la que se expresa la invisibilidad de las trabajadoras es cuando los patrones ensucian lo que ellas acaban de limpiar, como si no "vieran" que ellas se encuentran trabajando, de modo que su trabajo no tiene fin. Como explica Eva: "Cuando limpio la cocina, ellos vienen y me dejan más trastes, los vuelvo a lavar y cuando termino me dejan otros, y al rato otros, y puros trastes (...) Y yo a veces pienso: ¿Qué no ven que estoy lavando?, ¿acaso están ciegos o soy transparente?".9

La sospecha

La relación empleada–empleadora también está marcada por la lógica de la sospecha. Las trabajadoras tienen que hacer frente a la desconfianza, la duda y el recelo de sus empleadoras. Esta sospecha no es más que una duda sobre la calidad moral, la integridad y la honestidad de la empleada; y aunque con el tiempo la sospecha puede desaparecer, la empleada está obligada a demostrar su calidad moral y honestidad. Esto significa que a priori no se reconoce a la empleada como alguien digno de confianza.

La sospecha se basa en creencias, prejuicios y estereotipos que tienen las clases medias y altas sobre los migrantes mexicanos. Muchos de estos prejuicios están estrechamente asociados con el origen cultural y de clase social de las trabajadoras. En los testimonios de las mujeres podemos observar cómo la sospecha y la desconfianza provocan "experiencias morales" de desprecio, pues la duda sobre su honestidad es vivida como una ofensa, una humillación y una falta de respeto que pone en entredicho su integridad moral y dignidad. Esta lógica de la sospecha está estrechamente relacionada con la lógica de la inferiorización: las "patronas" tienen dudas de sus empleadas porque las consideran moralmente inferiores a ellas. El principal miedo de las empleadoras es que les roben algún objeto de su casa.

Para ilustrar cómo opera la lógica de la sospecha, presentaré el caso de Flor: esta mujer zapoteca cruzó por primera vez la frontera en 1990 a los 19 años de edad. A la semana de haber llegado, fue contratada como empleada de planta por una pareja de abogados estadunidenses clase media, padres de dos niñas de siete y nueve años. Flor tenía que encargarse de todas las tareas de limpieza y cuidados del hogar, su jornada laboral empezaba a las seis de la mañana y terminaba a las nueve de la noche. El trabajo de planta es denominado por las mujeres zapotecas trabajo como "encerradas", la metáfora del "encierro" es muy atinada, ya que es el término que mejor define una experiencia marcada por el aislamiento, la incomunicación, la soledad y la tristeza. Después de tres meses de trabajar "encerrada" en una casa en la que no recibía un buen trato, Flor llamó a un tío que vivía en Los Ángeles para que fuera por ella. Cuando le avisó a su empleadora que tenía pensado dejar el trabajo, ésta se enfureció y la acusó de ladrona: "Te vas porque seguramente algo te estás llevando". Su reacción resulta reveladora de cómo siempre está presente la sospecha y la desconfianza.

La empleadora no puede deshacerse de sus prejuicios y estereotipos frente a un "otro" que considera de dudosa moralidad; por eso, en el momento en que Flor le dice que se va, lo único que se le ocurre es que le quiere robar, en ningún momento pudo pensar que tal vez después de tres meses de encierro, Flor extrañaba a su familia, se sentía sola, se sentía cansada de los malos tratos, etcétera. Como ella misma explica:

Ese día yo me cansé y le hablé a mi tío Pedro. Creo que estaba cansada de todo y le hablé y le digo: "¿Sabe qué tío?, venga a traerme porque yo ya no soporto más". Cuando yo le dije a la señora que me iba se portó muy grosera, abrió mi maletita y me dijo, "¿A ver que te estás robando?". Yo lo único que tenía era mi ropa y ella abrió mi maletita. Y pues es una humillación muy fea porque uno como quiera tiene un poquito de preparación, no vives en la ignorancia total, y entonces yo tenía una moralidad por la que estaba yo cuidando.10

Para Flor esta experiencia representa una humillación directa a su dignidad, una vergüenza que marcó su trayectoria migratoria. Este tipo de experiencias no son raras, por eso las trabajadoras tienen que hacer grandes esfuerzos por demostrar su honestidad y cuidar su honorabilidad de acusaciones fundadas únicamente en prejuicios de sus empleadoras. Como explica Bertha: "Ellos (sus 'patrones') piensan que porque somos pobres, que como no estudiamos o porque venimos de un pueblo, somos capaces de robar".11

La dominación "consentida"

Las empleadoras se esfuerzan por mantener a las trabajadoras en una situación de dominación "consentida" y para ello hacen todo por establecer lazos de dependencia emocional que les permitan afirmarse en una relación asimétrica y beneficiarse del trabajo de la empleada. A diferencia de las otras lógicas analizadas que se derivan de una falta de reconocimiento, en el caso de la dominación lo que tenemos es un "falso reconocimiento"; es decir, una actuación mediante la que se intenta hacerle creer a la trabajadora que se le estima y se le atribuye un valor social, pero que de forma consciente o inconsciente crea lazos más profundos de subordinación y acaba con la autonomía de la trabajadora.

El "falso reconocimiento" moviliza principalmente los vínculos emocionales que se construyen en la relación empleada–empleadora. El trabajo doméstico, en especial el cuidado de niños o ancianos, involucra un fuerte vínculo afectivo, pues una de sus funciones es justamente proveer de "afecto y cuidados". Los recursos emocionales que aportan las mujeres migrantes resultan indispensables para el buen funcionamiento de los hogares del Norte. El vínculo emocional que crea la empleada con la familia para la que trabaja también es importante, sobre todo cuando se trata de niñeras o empleadas de planta que viven largos periodos en el seno de la familia. En algunas investigaciones se ha mostrado cómo para las trabajadoras domésticas el aspecto principal para evaluar su trabajo es el trato que reciben [Rollins, 1990:68]; es decir, ni el salario, ni los horarios tendrán tanta importancia como la dimensión afectiva: sentirse queridas, apreciadas y respetadas es fundamental. Como explica Flor:

En esa casa sí me fue bien (...) me "encerré" otra vez, pero fue diferente que en la otra casa, porque esas personas me agarraron como si yo fuera su hija, porque ellos me querían mucho, ellos cenaban conmigo en la mesa y siempre decían: "Tú eres mi familia".12

Que la dimensión afectiva juegue un lugar central en la relación entre empleada y empleadora no significa necesariamente que esto produzca relaciones laborales más justas. De hecho, lo que quiero mostrar en este apartado es cómo las "patronas" utilizan los vínculos emocionales para dominar a la trabajadora. En las narraciones de las mujeres zapotecas ubicamos tres formas distintas en las que se manifiesta lo que hemos llamado un "falso reconocimiento": la primera es decirles que son "como de la familia", la segunda forma es hacerles diferentes tipos de promesas y la tercera es el don de regalos.

Una práctica común entre las empleadoras es decirles a sus trabajadoras que "son como de la familia" y que "las quieren mucho". Este aparente reconocimiento es con frecuencia una puesta en escena, una representación que apela a los sentimientos para exigirle a la trabajadora migrante más trabajo, lealtad y gratitud. Reconocer a la empleada como un "miembro de la familia" no se traduce en una mejor situación laboral; en cambio, sí asegura mayor carga de trabajo y mayor control, sobre todo cuando se trata de mujeres muy jóvenes o recién llegadas.

Otra estrategia frecuente para mantener a las trabajadoras sujetas y bien disciplinadas es prometerles su legalización. Esta "promesa" se disfraza de acto altruista, generoso y desinteresado por parte del empleador: una prueba del "gran cariño" que le tienen a la trabajadora que las deja con una enorme deuda moral.13 Las empleadoras saben que si las trabajadoras mantienen la esperanza de ver arreglada su situación legal, son capaces de aguantar todo tipo de abuso. Por ejemplo, Linda trabajó más de diez años con la familia que le arregló sus papeles, su experiencia no fue fácil, tuvo que "aguantar de todo". En diferentes momentos tuvo ganas de dejar a su empleadora porque con el paso del tiempo se dio cuenta que la estaban explotando y que en otras casas podría encontrar mejor salario y condiciones, sin embargo, no lo hizo, siempre la detuvo la esperanza de arreglar sus papeles y la cantidad tiempo y dinero que ya había invertido en su trámite pues mensualmente le descontaban para el pago de su abogado. Ahora Linda considera que "valió la pena tanto sufrimiento", pero no todas las mujeres corren con la misma suerte y muchas jamás llegan a ver sus papeles.14

 

Crítica y resistencia

Tal vez a simple vista, uno podría pensar que la vida de las mujeres zapotecas transcurre pasivamente, de forma discreta, siempre igual: limpiando casas en los barrios residenciales de la ciudad, resignadas a soportar las "experiencias morales" de desprecio que caracterizan el empleo doméstico de todas partes del mundo, paralizadas ante lo que algunos considerarían su destino social. Sin embargo, detrás de la aparente monotonía de sus jornadas de trabajo y una ilusoria actitud de docilidad frente a sus empleadores, las mujeres zapotecas realizan una crítica permanente de su situación laboral y emprenden diferentes acciones de insubordinación y resistencia que las ayudan a hacer frente a las experiencias de no–reconocimiento. Este tipo de acciones, así como la militancia política, representan según Honneth [2000:147]: "La única forma de liberarse del sentimiento paralizante de vergüenza social que provocan las 'experiencias morales' de desprecio".

A continuación presentaré cómo las mujeres zapotecas han desarrollado un discurso crítico de su situación laboral, así como diferentes formas de resistencia cotidiana que les ha permitido enfrentar una situación de trabajo DIFícil y preservar su dignidad. En otras palabras, me propongo mostrar cómo las cinco lógicas del no–reconocimiento que estructuran las relaciones laborales en el servicio doméstico son contestadas por las mujeres zapotecas.

El conocimiento de la intimidad y la crítica del estilo "americano"

Las trabajadoras que limpian casas particulares llegan a adquirir un profundo conocimiento del estilo de vida de las familias estadounidenses con las que trabajan. Las mujeres observan silenciosamente y con atención las costumbres, los gustos, los valores, los prejuicios, las formas de relacionarse, los problemas, las alegrías, y hasta los sufrimientos de estas familias. Este conocimiento profundo de la intimidad del "otro" coloca a las mujeres en una posición desde la que también pueden emitir juicios de valor sobre sus "patrones" y su estilo de vida. Es decir, al igual que sus "patrones" las juzgan y se hacen representaciones de ellas (en tanto extranjeras y miembros de las clases pobres), las mujeres zapotecas construyen sus propias representaciones de las clases altas, y en estas la mayor parte de sus empleadoras son puestas en cuestión. Se trata de echar abajo la imagen idealizada de la familia estadounidense acomodada y de su estilo de vida proyectado permanentemente en los medios de comunicación y considerado como el ideal a alcanzar por el resto de la sociedad. Por ejemplo, una idea generalizada entre las mujeres zapotecas, que pone en cuestión el modelo de "familia feliz" estadounidense, es que "no les gusta cuidar a sus hijos y por eso los entregan' a las 'nanas' ", como explica una mujer zapoteca:

Yo he visto que lo que hacen los "americanos" es que al nacer entregan completamente sus bebés con las "nanas". A mí me han entregado varios bebés de un mes de nacidos. Saliendo del hospital entregan a su hijo y ya uno se encarga de cuidarlos como si fueras mamá (...). Yo no entiendo por qué los "americanos" tienen hijos si no los quieren cuidar. Yo le pido a Dios que nunca me deje ser como ellos.15

Al emitir este tipo de juicios sobre sus patronas, las zapotecas ponen en cuestión el modo de vida idealizado de sus empleadoras, al mismo tiempo que afirman el propio. Esto permite, por ejemplo, que su inferiorización no se realice. Otra de las críticas que buscan cuestionar el estilo de vida estadounidense es que no hay solidaridad en las familias, ni respeto y cariño de los hijos a los padres:

Los "patrones" de mi mamá son abogados, tienen dinero los señores, pero a nosotras nos dan lástima porque, mira, el señor tiene un hijo de treinta y tantos años y lo sigue manteniendo, y el hijo llega y sólo le dice al señor: "¿Ya tienes mi cheque?" Incluso cuando el señor estaba en un hospital, el hijo sólo fue a verlo para pedirle su cheque. En cambio, nosotras llegábamos con el señores y les decíamos: "¿Cómo estás?, ¿qué te duele?, ¿necesitas algo?"; y el señor hasta lloraba, y nos dijo: "Cómo me hubiera gustado tener unas hijas como ustedes".16

Rita, al mismo tiempo que critica cómo los lazos afectivos al interior de las familias estadounidenses pasan por un interés económico, destaca cómo ella y su familia no actúan movidas por el dinero sino por un "verdadero cariño" o "compasión". Muchas mujeres zapotecas mantienen un discurso compasivo hacia sus "patrones": sienten piedad y lástima al ver qué tipo de vejez les ofrece su sociedad, incluso a aquellos que tienen más dinero. Ellas mejor que nadie saben que estos ancianos a los que cuidan pasan la mayor parte del tiempo solos, saben que sus hijos o familiares raras veces los visitan o los llaman por teléfono, ellas los han visto enfermarse, pasar semanas en el hospital sin visitas e incluso morirse solos. El sentimiento de compasión las coloca por encima de sus empleadores y de alguna forma deja sin efectos la falta de reconocimiento.

Un ejemplo de resistencia contra la "invisibilidad"

Rosi está harta de la familia con la que trabaja los miércoles, porque "siempre la ignoran" y "no valoran su trabajo". Siente que para ellos es como si ella "no existiera", esto lo nota, por ejemplo, cada vez que está lavando los trastes, sus "patrones" pasan y le dejan otros, o cuando está trapeando pasan con sus zapatos sucios sin decirle "con permiso". Rosi no soporta que la ignoren y, como ella no puede enfrentar abiertamente a sus patrones sin el riesgo de ser despedida, prefiere aplicar una estrategia disfrazada por medio de la cual intenta "castigarlos" y demostrarles la importancia de su trabajo, lo imprescindible que es para ese hogar en el que la ignoran:

Por eso a veces aunque necesito dinero, digo: ¡hoy los voy a castigar!, y en la mañanita les hablo y les digo que se descompuso mi carro. ¡Que laven sus trastes! y aunque necesito el dinero, pero nomás para que vean todo lo que yo hago, para que prueben ellos lo que se siente lavar todos esos trastes. ¡Que pongan sus setenta dólares que me pagan a ver si ese dinero va a hacer lo que uno hace! No lo va a hacer, ahí va a estar el dinero donde lo dejaron, para que vean que el dinero no hace todo, que la gente es quien lo hace, no el dinero, porque si ellos creen que es el dinero, pues que pongan su dinero y a ver si lo hace.17

"Ausentándose", Rosi logra hacerse visible, hace notar lo importante de su presencia y, de paso, "castiga" a sus "patrones" o, mejor dicho, se hace justicia por propia mano. Pequeños actos como estos les permiten a las trabajadoras resistir ante situaciones injustas. Aunque posiblemente esas acciones nunca llegarán a modificar el comportamiento de sus empleadores, sí les permiten afirmar su dignidad y les dan la satisfacción de demostrar lo que pasa en las casas cuando ellas no van. Las trabajadoras son conscientes de que para muchas familias constituye un problema mayor que ellas se ausenten, pues muchas veces el equilibrio de la pareja depende de que la empleada realice las tareas de la casa. Estas acciones de resistencia son socializadas en los hogares de las trabajadoras y son motivo de risa y diversión, producen una satisfacción colectiva y, sobre todo, cuestionan prácticas naturalizadas en su espacio de trabajo.

Con su ausencia, Rosi además hace una crítica a lo que muchos zapotecas llaman "el materialismo" de la sociedad estadounidense, donde, desde su perspectiva, se sobrevalora el dinero por encima del ser humano. Rosi trata de demostrarles cómo el dinero nunca podrá sustituir el trabajo de los migrantes. Trata de hacerles ver que los 70 dólares que le pagan no sirven de nada si ella no está, porque se necesita una persona que aporte su fuerza de trabajo.

Cuestionando el falso reconocimiento

Como vimos en la primera parte del capítulo, las empleadoras han apelado al discurso afectivo para tener un mejor control sobre las trabajadoras. Aunque esta forma de dominación suele ser bastante efectiva, con la experiencia, las trabajadoras se dan cuenta que la mayoría de las veces las expresiones de afecto del tipo "te queremos mucho", "eres como de la familia", constituyen un falso reconocimiento y desarrollan un discurso crítico al respecto. Como explica Rosi:

Mis "patrones" dicen que me quieren mucho, que soy como de la familia, pero pues el día de navidad, "la familia" está en la cocina lavando los trastes mientras ellos comen (...) Yo no soy ninguna tonta para decir sí, sí, como soy de la familia, ya voy y me siento con ellos a comer; no, yo sé mi lugar, para ellos yo soy una house keeper. Yo no soy de la familia.18

Con el paso del tiempo, las trabajadoras aprenden también a utilizar a su favor el discurso del afecto: "Yo sé que ustedes me aprecian mucho, que me tienen casi como una hija, por eso con confianza quiero pedirles que me den un adelanto para pagar lo de mi niño". Muchas veces, las mujeres afirman el discurso "afectivo" de sus "patronas" y participan en su puesta en escena, para ellas también sacar alguna ventaja. Pero esto no significa que verdaderamente hagan suyo este discurso:

Mis "patrones" me dicen: "Rosi, te apreciamos, te queremos mucho", y yo también les digo que los aprecio y que les agradezco que me quieran y que me den trabajo. Pero yo sé que cada dinero que me están pagando no me lo están regalando, lo estoy yo ganando a base de trabajo. Si yo no trabajara, no me regalan. Cuando ellos se van de vacaciones, no me dicen "Rosi, tú también necesitas vacaciones". Me dicen: "No vengas Rosi, hasta en dos semanas regresamos", y no me pagan. ¿Eso es querer a una persona?19

Las mujeres aprenden a distinguir un falso reconocimiento de uno verdadero. En el siguiente testimonio, Rosi reproduce un diálogo que tuvo con una de sus empleadoras y luego devela lúcidamente la diferencia que para ella existe entre un falso reconocimiento y uno verdadero:

Ese día me dijo mi "patrona" que no tenía que terminar el quehacer porque quería entrevistarme, saber cuál era la historia de mi vida porque estaba estudiando (...). Mi patrona me hizo muchas preguntas personales, al final me dijo: "Me gustaría saber si tú estás contenta con todos tus trabajos y si sabes que te queremos". "Sí, ustedes son muy buenas personas, pero de que yo diga que ustedes me quieran, pues tal vez sí me aprecian, pero de que me quieran, no creo". "¡Ay Rosi!, nosotros te queremos mucho", me dijo. "Discúlpame, le dije, yo los aprecio mucho pero de que yo diga que ustedes me quieran, me quieran de verdad no creo, porque si de verdad ustedes me quisieran, cuando ustedes se van de viaje me dirían 'Rosi, yo voy a ir de vacaciones, tú también necesitas vacaciones, toma tu dinero', pero no, en vez de eso me dicen 'no vengas hasta en dos semanas' y no me pagan: ¿Eso es querer a la persona?".20

La socialización de los actos de resistencia y las críticas

Como sostiene James Scott [2000:31], las prácticas de la dominación y la explotación producen insultos y ofensas a la dignidad humana, al tiempo que alimentan un discurso oculto de indignación que, aunque no se le pueda gritar directamente al poder, logra manifestarse en diversos espacios. En la seguridad de sus hogares y otros espacios propios (como las fiestas y los autobuses), las mujeres zapotecas han construido un discurso de crítica que nada tiene que ver con la aparente actitud deferente y condescendiente de cara a sus "patrones". En estos espacios, ellas expresan libremente su inconformidad ante las situaciones injustas que tienen que soportar. Al igual que los grupos que describe Scott [2000] en su libro, estas mujeres ensayan en la seguridad de su hogar declaraciones imaginarias que les hubiera gustado decir a sus patronas o que fantasean decirles algún día, declaraciones en las que les gritan en la cara lo que piensan de ellas y les muestran lo injusto de su trato:

Pero va a ver esa viejita condenada. El día que la deje no va encontrar quien la soporte, por eso ni sus hijos la quieren. De qué le sirve tener tanto dinero si no tiene educación para tratar a la gente como gente. 21

Aunque no pueden sostener este tipo de discurso frente a sus empleadores porque si lo hacen son despedidas, en los espacios seguros no escatiman sus críticas y fantasías de desquite. Por ejemplo, los autobuses que las transportan a los barrios residenciales en los que trabajan son espacios propicios para socializar sus críticas, siempre están llenos de mujeres migrantes trabajadoras que sufren el mismo tipo de agravios y están sujetas a los mismos términos de subordinación, por lo que se crea un discurso crítico común sobre qué es lo justo y lo injusto; se trata de desnaturalizar prácticas de sus "patronas" que consideran inaceptables.

Entre los migrantes mexicanos, existe además todo un repertorio colectivo de canciones y películas en las que se exponen abiertamente las injusticias que viven en el trabajo y se exalta y engrandece el papel de los migrantes. Las mujeres zapotecas echan también mano de este repertorio y disfrutan escuchándolas.

La afirmación de la dignidad personal

Entre los grupos subordinados, la afirmación de la dignidad personal puede convertirse en un peligro fatal [Scott, 2000:63]. Las mujeres zapotecas lo saben muy bien, por eso no es frecuente que desafíen directamente a sus empleadoras. Sin embargo, hay momentos en los que la indignación es tan grande que, sin pensarlo dos veces, cuestionan abiertamente a sus empleadoras y les señalan lo injusto de la situación. El siguiente testimonio nos permite ver cómo se produce este desafío y cuál es la reacción de los empleadores.

Fui a conocer a unos patrones que iban a tener un bebé y necesitaban una "nana"; el señor me dijo: "Te ofrezco esto, te ofrezco el otro, te ayudo a sacar tu seguro, te voy a pagar bien, quiero que trabajes 'encerrada' de domingo a domingo, pero es sólo por un tiempo y ya después que crezca un poco el bebito te vamos a poner tus horarios". Prometieron pagarme 700 dólares a la semana, porque era trabajar los siete días, día y noche. La señora tuvo complicaciones al dar a luz, se quedó un mes en el hospital, entonces me entregaron a la nena a los dos días de haber nacido. Fue durísimo porque lloraba mucho. Trabajé los siete días de la semana por dos meses y yo ya no aguantaba, yo le decía al señor: "Por favor ya me quiero ir a mi casa, yo extraño a mi mamá, ya me quiero ir", y ya empezó a dejarme salir por unas horas los fines de semana.

Un día me enfermé y falté día y medio al trabajo; cuando la señora me pagó mi semana me descontó 250 dólares de mi cheque por las horas que no estuve. Entonces que me enojo y no me aguanto y le digo: "Cuando hice la entrevista, usted me dijo que si me enfermaba se me iba a pagar, yo me enfermé y enferma no podía estar cerca de la niña". "¿Sabes qué? yo no te voy a pagar porque tú faltaste". "Pero ¿por qué?, si así quedamos en el acuerdo", le digo. "Pues no, tú saliste esas horas y yo no te lo voy a pagar, porque tú no estabas aquí", me dice la señora. Entonces le contesto y le digo: "Para mí no es justo que me esté descontando los días que ya salí, no estoy de acuerdo". Entonces que empieza a alzarme la voz y yo que no me dejo y le grito: "Yo estoy aquí matándome las 24 horas del día y me viene saliendo menos de 100 dólares al día cuando yo en mi otro trabajo ganaba 80 dólares por mis ocho horas". "Ok, me dice, pues vete" y me "corrió" y no me pagó más que 300 dólares. Yo me salí llorando porque además yo quería mucho a la niña. Cuando llegué a mi casa le conté a mi mamá y me dijo: "Qué bueno que no te dejaste, porque si uno se deja al rato se aprovechan peor".22

Cuando las mujeres zapotecas han llegado a oponerse abiertamente a las injusticias de sus empleadoras el resultado siempre fue el mismo: fueron despedidas. Sin embargo, esto no se vive como una derrota, las mujeres experimentan una liberación, una sensación plena de satisfacción; este pequeño acto representa una afirmación pública de su dignidad y restaura la imagen de sí. Cabe mencionar que todos estos actos de valentía serán ampliamente socializados con otras trabajadoras y pasarán a formar parte de los repertorios colectivos de venganzas; además, desatarán la admiración y el respeto de otras trabajadoras que viven las mismas situaciones, pero que no se han atrevido a desafiar abiertamente a sus "patronas" por miedo a perder su trabajo.

 

Conclusiones

A lo largo de este artículo he tratado de mostrar cómo dadas las características bajo las cuales se estructura el servicio doméstico en la ciudad de Los Ángeles —relaciones marcadamente asimétricas, subordinación de la trabajadora, baja remuneración, horarios y tareas indefinidos, no–acceso a derechos laborales ni sociales, realización de tareas consideradas degradantes, limitación de la autonomía personal, lazos de dependencia no recíprocos—, y dadas las formas en que se intercepta el estatus migratorio de estas mujeres y las variables de género, clase y raza —siendo mujeres indígenas, latinas, de origen modesto y en situación migratoria irregular—, las migrantes zapotecas sufren de un déficit de reconocimiento que provoca "experiencias morales" de desprecio.

A partir del análisis de los relatos de las mujeres migrantes sobre su propia experiencia en el trabajo y con el apoyo de la teoría de Honneth [2000 y 2004] sobre las luchas por el reconocimiento, pude ubicar cinco formas bajo las cuales se expresa el no–reconocimiento de las mujeres: la inferiorización, la infantilización, la invisibilidad, la sospecha y la dominación. Estas cinco lógicas estructuran las relaciones laborales y sociales en el servicio doméstico de la ciudad de Los Ángeles y exponen cotidianamente a las trabajadoras migrantes a situaciones en las que son blanco de "experiencias morales" de desprecio. Estas experiencias provocan heridas morales y un sentimiento de agravio e indignación que, como señala Honneth [2000], amenaza la realización de la confianza en sí mismas, el respeto de sí y la autoestima.

En el artículo también se mostró cómo las mujeres zapotecas no se han contentado con interiorizar la identidad deteriorada impuesta por sus o patronas —y por una sociedad que las criminaliza y estigmatiza—; ellas han emprendido una lucha permanente por el respeto y el reconocimiento y han desarrollado una crítica personal y colectiva a estas formas de no–reconocimiento. Por ejemplo, aprovechando el profundo conocimiento de la intimidad de sus empleadoras, las trabajadoras construyen representaciones críticas de las clases altas que les permiten poner en cuestión a sus empleadoras y echar abajo la imagen idealizada que los medios masivos de comunicación proyectan de la familia estadounidense acomodada.

El análisis del servicio doméstico desde la perspectiva de los propios actores nos da la oportunidad de comprender el funcionamiento de uno de los mercados de trabajo estadounidense en los que se insertan la mayor parte de las mujeres migrantes mexicanas y nos permite aprender la forma en que las propias trabajadoras experimentan su trabajo como empleadas domésticas. La experiencia de estas mujeres nos habla tanto de las luchas individuales de las personas por obtener el reconocimiento social que la sociedad les niega como de los límites de las democracias del primer mundo en las que, se supone, este tipo de relaciones sociales fueron abolidas desde hace mucho tiempo.

 

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Notas

* Posdoctorado dentro del proyecto "Cultura política en regiones y localidades de alta intensidad migratoria. Perspectivas generacionales".

1 Servicio doméstico: "el conjunto de empleos a domicilio concernientes a las actividades de limpieza y asistencia a niños o a personas dependientes" [Scrinzi, 2007:91].

2 El siguiente artículo está basado en un capítulo de mi tesis doctoral: Entre luttes indiennes et "reve américain". L'expérience migratoire des jeunes indiens mexicains aux Etats–Unis, École des Hautes Études en Sciences Sociales, París, 9 de abril de 2010.

3 Setenta y cinco por ciento de estas mujeres se encuentran en situación irregular y el 25% cuenta con residencia legal o ciudadanía.

4 Entrevista personal a Lola, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2005.

5 Por ejemplo, v. para el caso de Madrid y Lisboa el artículo de Catarino y Oso [2000: 200–2002]

6 Entrevista personal a Rosi, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2006.

7 Entrevista personal a Gina, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2006.

8 Entrevista personal a Rosi, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2006.

9 Entrevista personal a Eva, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2006.

10 Entrevista personal a Flor, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2006.

11 Entrevista personal a Bertha, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2005

12 Entrevista personal a Flor, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2006.

13 Cabe mencionar que, en la década de los ochenta, era mucho más frecuente que las empleadoras hicieran este tipo de ofrecimientos; actualmente, pocos empleadores se comprometen en este largo y pesado trámite.

14 Entrevista personal a Linda, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2006.

15 Entrevista personal a Irma, migrante zapoteca, Oaxaca, 2005.

16 Entrevista personal a Rita, migrante zapoteca, Oaxaca, 2005.

17 Entrevista personal a Rosi, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2005.

18 Entrevista personal a Rosi, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2005.

19 Entrevista personal a Rosi, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2005.

20 Entrevista personal a Rosi, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2005.

21 Entrevista personal a Linda, migrante zapoteca, Los Ángeles, 2006.

22 Entrevista personal a Irma, migrante zapoteca, Oaxaca, 2005.

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