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Estudios políticos (México)

versión impresa ISSN 0185-1616

Estud. polít. (Méx.)  no.46 Ciudad de México ene./abr. 2019  Epub 27-Mayo-2020

 

Reseñas

Fernando Vallespín y Máriam M. Bascuñán, Populismos, Madrid, Alianza Editorial, 2017

Héctor Zamitiz Gamboa* 

*Doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Profesor de Tiempo Completo adscrito al Centro de Estudios Políticos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM.

Vallespín, Fernando; Bascuñán, Máriam M. Populismos. Madrid: Alianza Editorial, 2017.


El término populismo se ha hecho omnipresente durante los últimos años y en este libro, los autores lo relacionan especialmente con un deterioro de la democracia representativa y sus partidos políticos tradicionales. Algunos de los portavoces del populismo han querido hacer el diagnóstico del presente, como un “momento populista” que vendría a confirmar el agotamiento de las premisas fundamentales de un determinado orden. La democracia pierde atractivo, viejos autoritarismos recobran su fuerza y emergen nuevas formaciones políticas, mientras las viejas van dejando de presentarse como legítimas o legitimadoras.

En unos momentos en los que se venía predicando la “fatiga civil”, la democracia sin alternativas, el gobierno tecnocrático y el creciente divorcio entre gobernantes y ciudadanos, el populismo ha entrado “como elefante en cacharrería” en las rutinas de los sistemas representativos. Entre otras razones, porque la estrategia básica del populismo, la definición de un “nosotros” respecto de un “ellos” se ha trasladado ya también a la otra orilla.

El eje tradicional izquierda/derecha está dando paso a esta nueva polarización entre los partidos del establishment y quienes los retan desde la nueva trinchera. Y aquí lo sorprendente es que los primeros, los de toda la vida, han caído en la provocación buscando su seña de identidad en presentarse, precisamente, como no populistas. Ser o no ser populistas esa es la cuestión. Con ello han asumido implícitamente la línea de diferenciación que interesa al adversario. En este sentido, y con independencia de su mayor o menor éxito electoral, estos han ganado ya la primer batalla.

El fenómeno ha provocado un gran desconcierto en las sociedades europeas y entre los analistas políticos porque hasta ahora el populismo venía asociándose con gobiernos de izquierda, vinculados a las reflexiones políticas desarrolladas por gobiernos latinoamericanos de la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI1, los cuales habrían activado en la región lo que se conoce como un “populismo de alta intensidad”, entendiendo por tal el régimen político que comprende una “ruptura fundacional ( que da paso a la exclusión de lo excluido), pero también la pretensión hegemónica de representar a la comunidad como un todo”. Sin embargo, los autores se centran en la revitalización del populismo como fenómeno en las democracias maduras, relacionado con la activación de ejes de conflicto en el interior de sistemas políticos liberales ya consolidados.

Por esta razón los autores registran un extenso “índice del populismo” para los países desarrollados, que incluye a Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Francia, España e Italia y coinciden con otros estudiosos que hoy en día el populismo se encuentra en su punto más elevado -por porcentaje de voto a partidos de esa naturaleza- desde los años treinta, y afirman que se puede decir que es una preocupación que afectan sobre todo a sectores de la casta o a las élites académicas, periodísticas o económicas, al grupo que se siente más amenazado con el fenómeno. Pero lo cierto es que tiene consecuencias ciertas sobre el funcionamiento de la democracia, lo que consideran el aspecto más sensible de toda esta discusión.

Contrariamente a su propio relato, que lo presenta como una nueva y original conexión entre gobernantes y gobernados, el populismo si puede significar una importante amenaza para algunas de las instituciones centrales de la democracia liberal, todas aquellas que velan por el control del poder y la protección del pluralismo social.

Vallespín y Bascuñán afirman en este interesante, actual y ameno libro de teoría política, que llevamos unos años de intensa vida política marcada por esta nueva polarización entre los partidos representativos del “sistema” de la democracia liberal y las “hordas populistas”, mostrados como los nuevos bárbaros a las puertas de la apacible Politeia de las democracias avanzadas. Por ello, el populismo ha sido señalado como la principal amenaza para la estabilidad de los Estados, por encima de la economía, las migraciones o el terrorismo. 2

El populismo no es una ideología política, a juicio de los autores, es una forma de hacer política, una lógica común, estrategias de comunicación. Dividir el espacio político en dos: “los corruptos y nosotros los buenos”. Se hace una simplificación del debate. Se trata de movilizar dividiendo.

¿Qué es el populismo? El libro que reseñamos es un trabajo académico que al igual que otros, comienza advirtiendo sobre la dificultad de la definición. El populismo, afirman los autores, “siempre ha sido un concepto en disputa, aun más que cualquier otro de las ya de por sí irrefrenablemente irresolutas ciencias sociales; o quizá mejor, un concepto que se expande en exceso para dar cabida a un sinnúmero de formas y actitudes políticas”. Es un conceptual stretching que se ha acentuado todavía más como consecuencia de su indiscriminado uso en el espacio público para referirse, tanto a un roto como a un descosido, por tanto, afirman los autores:

Toda manifestación de halago al pueblo se predica en seguida como “populista”, aunque en realidad deberíamos llamarla con el más castizo término de populachera´. Si esto no fuera así, no hay líder político que no lo sea, sobre todo durante las siempre entusiastas campañas electorales en las que la lisonja del elector forma parte ineludible del guion.

En momentos en que todos los partidos tratan de dirigirse al grueso de los votantes y no a un sector específico de los mismos, la apelación al “pueblo” o la “gente” se hace, además, casi inevitable, aunque ahora se prefiera el más discreto vocablo de “ciudadanía” o “ciudadanos”.

En este sentido, el populismo no es una ideología política, es una forma de hacer política, una lógica común, son estrategias de comunicación. Dividir el espacio político en dos: “los corruptos y nosotros los buenos”. Se hace una simplificación del debate. Se trata de movilizar dividiendo.

El término populismo como adjetivo tiene una acepción delimitable con facilidad y admite ser aplicada a las actitudes o declaraciones de cualquier político, en el sentido de que es la asociación a la idea de la demagogia, simplificación del discurso, polarizaciones simples, atribución de representar el auténtico sentir del pueblo.

¿Por qué el populismo? Una vez desbrozado el campo en el orden conceptual, los autores arrojan luz sobre las causas que subyacen en la presente explosión populista. Si el populismo es un concepto relativamente simple, la raíz de su omnipresencia actual responde a fenómenos mucho más complejos.

Algunos hablan del gran resentimiento hacia las élites, fruto de un conjunto de agravios, que sería lo que alimenta esta nueva reivindicación de un pueblo no mediado; pero en todo caso se deberá especificar qué es lo que lo provoca. Otros dan prioridad al desorden inducido por la globalización, teniendo en la gran crisis financiera y económicamente del 2008, el punto de referencia fundamental

La tesis de los autores es que el populismo es un fenómeno de reacción en el que se entrecruzan factores:

  1. Socio-económicos.

  2. Culturales y psicosociales.

  3. Políticos.

  4. Nuevas formas de comunicación producto de una profunda reestructuración de nuestro espacio público.

Del resultado del análisis de los autores del libro, es posible afirmar que “la nueva ola populista” debe considerarse más como una consecuencia que como una causa de la actual crisis de la democracia; sería expresiva de la pérdida de eficacia del tradicional consenso liberal-democrático que nos acompañó desde la posguerra y de todas las transformaciones habidas últimamente en las prácticas e instituciones políticas

Uno de los capítulos trata de casos de estudios seleccionados que se centran en lógicas locales que van marcando tendencias globales, variedades de populismos, pues “desde Europa hasta Estados Unidos asistimos a la proliferación y auge de un conjunto de fuerzas políticas y directrices populistas que tienen visos de contrarrevolución político-cultural”.

A pesar de que hay politólogos que afirmamos que el impacto del populismo se ha exagerado, los autores señalan, que desde 1960 el porcentaje de voto en parlamentos nacionales europeos a favor de partidos populistas se ha duplicado en perjuicio de los partidos tradicionales: del 5,1 por ciento de la media se ha pasado al 13, 2, además de haberse triplicado el número de escaños, pasando del 3,8 por ciento al 12, 8 en la actualidad (R. Inglehart y P. Norris,). Por tanto, en términos cuantitativos, el impacto populismo es obvio, sin necesidad todavía de entrar a valorar la sorprendente victoria electoral de Trump en el país más poderoso del planeta.

Se puede confirmar con la lectura de este libro que la discusión sobre el populismo es pertinente, pero sobre todo entender en forma clara y sin posiciones ideológicas extremas, su naturaleza, la variación en sus posiciones y el por qué ha irrumpido como estrategia para llegar al poder, o como forma de gobierno, en buena medida porque ha incubado las contradicciones de la democracia liberal.

1Hugo Chávez en Venezuela (1999-2013; Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina (2003-2007 y 2007-2015 respectivamente); Rafael Correa en Ecuador (2007-2017) y Evo Morales en Bolivia (dese 2006).

2Los autores afirman que el populismo es un espectro que recorre las democracias y registran como un primer acto en la escena política, el Brexit, la salida del Reino Unido de la Unión Europea que fue votada en referéndum el día 23 de junio de 2016; el segundo acto fue la inesperada elección a la Presidencia de los Estados Unidos de Donald Trump el 8 de noviembre del mismo año. La ocasión en que volvió a reaparecer el temor al fantasma del populismo fueron las elecciones presidenciales austriacas en Europa del 4 de diciembre de 2017, en que el candidato verde Van derBellen, superó por un estrecho margen a su antagonista, NorbertHofner, representante del partido de la libertad derechista Xenófobo. Por esas mismas fechas fracasó en Italia el referéndum de reforma constitucional auspiciado por M. Renzi, el político señalado por los medios internacionales como muro de contención frente a uno de los populismos más multiformes, activos y eficaces de Europa. La siguiente prueba se celebró en 2017 con las elecciones holandesas, donde el PVV de Geert Wilders logró aumentar en cinco escaños su representación parlamentaria; en contra de lo que auguraban las encuestas sólo obtuvo el segundo puesto el 16 de marzo.

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