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Nueva antropología

versión impresa ISSN 0185-0636

Nueva antropol vol.29 no.85 México jul./dic. 2016

 

Reseñas bibliográficas

Joe Bryan y Denis Wood, Weaponizing Maps: Indigenous Peoples and Counterinsurgency in the Americas (Mapas militarizados: pueblos indígenas y contrainsurgencia en las Américas)

Gilberto López y Rivas* 

* Centro INAH Morelos. México.

Bryan, Joe; Wood, Denis. Weaponizing Maps: Indigenous Peoples and Counterinsurgency in the Americas (Mapas militarizados: pueblos indígenas y contrainsurgencia en las Américas). Nueva York: Guilford Press, 2015.


Esta obra es especialmente importante para comprobar el contenido contrainsurgente de las Expediciones Bowman que llevan a cabo geógrafos de la Universidad de Kansas al servicio de la Oficina de Estudios Militares Extranjeros del Departamento de Defensa del gobierno de Estados Unidos, con fondos canalizados por medio de un programa de investigación del Pentágono llamado Minerva Initiative, el cual financia estudios en Ciencias Sociales en áreas estratégicas para la política de seguridad nacional del gobierno de ese país.

Bryan y Wood analizan los usos militares y corporativos de la elaboración de mapas en territorios indígenas, con base en una revisión exhaustiva de fuentes documentales y bibliográficas, y a partir de trabajo de campo durante el cual entrevistaron en Oaxaca a intelectuales indígenas y a participantes en el proyecto México Indígena que denunciaron en 2009 a los geógrafos encabezados por Peter Herlihy, quien según noticias periodísticas y correos provenientes de Honduras y Costa Rica, continúa con sus trabajos entre los pueblos indígenas en el primer país, mientras en el segundo ha intentado convencer a audiencias universitarias, sin mucho éxito, sobre su meritoria labor indigenista y su vocación de académico al servicio de la paz. Los autores señalan al respecto: “Al afirmar que él está simplemente mapeando los territorios, Herlihy se hace de una coartada poderosa para encubrir el papel activo que juega en su transformación en […] inteligencia para el ejército de Estados Unidos. También permite a Herlihy seguir presentándose como el ‘chico bueno’, el elaborador de mapas benevolente, cuyo trabajo es impulsado por el interés académico de documentar el mundo, en lugar de por el interés estratégico de sus benefactores del ejército”.

El libro hace un recorrido que se inicia en las comunidades zapotecas de la Sierra de Juárez, Oaxaca, donde el equipo de Herlihy, en 2006, elabora mapas de Yagila y San Miguel Tiltepec, Ixtlán de Juárez, y recolecta información clave de estos pueblos oaxaqueños.

Bryan y Wood confirman que Herlihy ocultó convenientemente a las autoridades comunitarias sus conexiones con los militares estadounidenses, y no dijo que él entregaba toda la información recabada al Ejército de Estados Unidos mediante la compañía Radiance Technologies, administradora del proyecto por encargo del Departamento de Defensa. Cuando esto se hace de dominio público en 2009, las autoridades de San Miguel Tiltepec difunden una declaración en la que manifiestan su completo desacuerdo con la investigación realizada y alertan a “todos los pueblos y comunidades indígenas de México y el resto del mundo a que no se dejen sorprender por los investigadores de las Expediciones Bowman, o por otros investigadores interesados solamente en beneficiar a los grupos que ellos representan”.

Bryan y Wood señalan que la Oficina de Estudios Militares Extranjeros apoya las Expediciones Bowman con base en dos objetivos: “Por un lado, se pone a prueba la posibilidad de utilizar científicos sociales para obtener información de inteligencia abierta, que el Ejército no puede recolectar de otra forma; mientras que, por otra parte, trata de construir un catastro mundial que permita monitorear la transferencia de la propiedad, especialmente en áreas indígenas, centros del ‘crimen organizado’, y los grandes cinturones de miseria urbanos, donde la Oficina de Estudios Militares Extranjeros considera que se originarán las amenazas militares en el futuro”.

En la obra se estudian las trayectorias de la American Geographical Society; las tempranas actividades de geógrafos en el río Coco, Nicaragua, durante la invasión estadounidense en guerra contra el general Sandino y el desarrollo de un Manual de guerras pequeñas (Small Wars Manual), antecedente de los actuales manuales de contrainsurgencia; la producción de mapas en Canadá y su papel en la expropiación territorial de los pueblos indígenas; la intervención de geógrafos estadounidenses en Nicaragua durante la guerra contrarrevolucionaria de los años ochenta, tema de particular interés para quienes estuvimos en ese país en tareas internacionalistas relacionadas con la autonomía. Aquí, por cierto, los autores no registran a profundidad los cambios políticos que el gobierno revolucionario sandinista pone en práctica a partir de 1984 y 1985, en que tienen lugar conversaciones de paz con la dirigencia de Misurasata (en las ciudades de México y Bogotá), y se establece la Comisión Nacional de Autonomía, que lleva al reconocimiento constitucional y el establecimiento de dos regiones autónomas en la Costa Caribe de Nicaragua (1987).

Bryan y Wood desarrollan con extraordinaria precisión, argumentación y fundamentación el surgimiento de los académicos de la guerra (warrior scholars, como Peter Herlihy, Geoffrey Demarest, Jerome Dobson), en un contexto contrainsurgente en el que el reconocimiento de los derechos de propiedad facilitados por los mapas coinciden con las perspectivas castrenses de seguridad, que priorizan la propiedad privada y el valor de la tierra-mercancía como esenciales para una estrategia de contrainsurgencia exitosa y para el mantenimiento, sin problemas, del libre mercado, esto es, del capitalismo en su actual etapa neoliberal.

Por cierto, el 8 de mayo de 2015, Peter Herlihy, operador académico de las Expediciones Bowman, fue invitado a un conversatorio en la Universidad Nacional de Costa Rica para responder a las denuncias que se han hecho sobre el Proyecto Centroamérica Indígena, intitulado por su investigador principal, Jerome E. Dobson: “La geografía humana de la resiliencia y del cambio: los derechos de tierra y la estabilidad en las sociedades indígenas de América Central”.

Acusándome de fabricar discursos para entorpecer su trabajo en México, Honduras y Costa Rica, “grabarlos en la mente de profesores y alumnos”, y de mentir sobre su relación con los militares estadounidenses, Herlihy declara sentirse orgulloso de recibir fondos (3 millones de dólares durante los primeros tres años) por medio de la, considerada por el investigador, prestigiosa Iniciativa Minerva, un consorcio que estableció el entonces secretario de Defensa de Estados Unidos en 2008 con el propósito de financiar investigaciones de interés estratégico para la seguridad nacional de ese país. Sostiene, con humor involuntario, que recibir financiamiento de Minerva es como una beca en el Departamento de Educación, y que dicho consorcio no tiene fines militares sino educativos. El profesor Herlihy, quien no escatima en adjetivos para calificar su trabajo de 30 años para beneficio de los pueblos indígenas, afirma tajantemente que no está trabajando para el Ejército, “no tenemos vínculos o contactos, no tenemos amigos, no hemos entregado información al Ejército”.

¿Será cierto que los militares estadounidenses adjudican a esforzados investigadores, protectores de los pueblos indígenas, millones de dólares para no recibir nada a cambio? ¿Que al igual que las oblatas de María o los franciscanos, hacen el bien sin ver a quién? Para consternación de los geógrafos ¿Ingenuos?, la propia página de la Iniciativa Minerva se encarga de refutar tales aseveraciones, ya que establece, sin lugar a dudas, el propósito por el cual fue fundada:

Al igual que nuestras fuerzas militares no podrían funcionar eficazmente sin entender el terreno y el entorno físico, la detección de los actores radicales y las rupturas de régimen está limitada por nuestra comprensión de los ambientes culturales y políticos en los que se desarrollan esas amenazas. La Iniciativa de Investigación Minerva […] producirá decisiones políticas estratégicas y operacionales más eficaces. Los académicos [financiados por] Minerva ya han informado ideas relevantes para el soldado en combate [warfighter] a altos funcionarios como el jefe del Estado Mayor Conjunto, a quienes toman decisiones en la política de la comunidad de defensa y, en el terreno, a nuestros comandos combatientes.

En su charla universitaria en Costa Rica, Herlihy tampoco informó sobre la presencia en el equipo coordinador de las Expediciones Bowman del teniente coronel Geoffrey Demarest, doctorado en geografía precisamente por la Universidad de Kansas (alma mater de las Expediciones Bowman), cuya hoja de servicios distinguidos en la contrainsurgencia en América Latina (Escuela de las Américas, Guatemala, Colombia, etcétera) ha sido difundida am pliamente, igual que su conocida hipótesis de trabajo sobre que la tenencia comunal de la tierra es la matriz del crimen y la insurgencia. Este teórico de la guerra asimétrica, en su primer libro (Geopropiedad: seguridad nacional y derechos de propiedad) sostiene que la tenencia de la tierra es un asunto crucial para la seguridad nacional de Estados Unidos, mientras que en su publicación más reciente (Ganando guerras insurgentes: regreso a lo básico), este amigo de Herlihy sostiene que el éxito de una guerra contrainsurgente requiere del control de la tierra, y es vital un conocimiento empírico de la geografía, tanto física como humana, ambas inseparables.

También en esa charla fue convenientemente silenciado el señalamiento hecho por el colega Joe Bryan sobre el informe final del Proyecto México Indígena presentado por el mismo Herlihy a la Oficina de Estudios Militares Extranjeros (FMSO, por sus siglas en inglés), así como la visita que hicieron éste y Dobson el 20 de octubre de 2006 al Fuerte Levenworth, donde se reunieron con el general David Petraeus, quien apoyó el uso de antropólogos empotrados en las brigadas de combate en Irak y Afganistán, y con quien conversaron acerca de las bondades de la geografía digital del terreno humano, por medio de la cual se puede identificar en un mapa multiescalas un lugar específico y el pueblo que lo habita, “mostrando el idioma, la etnicidad, religión, afiliación política y otras características consideradas importantes por razones humanitarias, militares, científicas y económicas”. Después de esa reunión, disfrutaron de una visita privada a la base, que incluyó una foto frente a la estatua del Soldado Búfalo, que conmemora precisamente las guerras indias estadounidenses, y una miradita al cuartel del general George Armstrong Custer (Joe Bryan, “Multiplicadores de fuerza: geografía, militarismo, y las Expediciones Bowman”).

En el alegato de Herlihy, básicamente laudatorio, empirista y autoexculpatorio, no sólo no existe una historia del proyecto y su cauda de denuncias y controversias sobre lo que se calificó como geopiratería en la primera de las Expediciones Bowman con el Proyecto México Indígena, que obligó a la Asociación Estadounidense de Geógrafos (AAG, por sus siglas en inglés) a conformar una comisión que investigara si hubo violaciones a su código de ética. Tampoco hay una mención, al menos, del contexto sociopolítico en tiempos del capitalismo neoliberal y del papel que desempeña Estados Unidos en esta guerra planetaria contra los pueblos indígenas y no indígenas en busca de su desterritorialización y desposesión de los recursos naturales y estratégicos. Sin historia, memoria, contexto o teoría, el Proyecto Centroamérica Indígena es la expresión misma de una ciencia al servicio de quienes pagan las investigaciones y centralizan las informaciones: en este caso, los militares estadounidenses.

Libros como Weaponizing Maps: Indigenous Peoples and Counterinsurgency in the Americas debieran ser traducidos para dar a conocer el pensamiento de esa otra valiosa intelectualidad estadounidense que, a contracorriente, lleva a cabo investigaciones realmente en favor de la paz y de los pueblos indígenas en resistencia.

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