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Foro internacional

versión impresa ISSN 0185-013X

Foro int vol.58 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2018

 

Reseñas

David A. Baldwin, Power and International Relations: A Conceptual Approach

Georgina Flores Méndeza 

aEl Colegio de México. México. georgina.flores@colmex.mx

Baldwin, David A.. Power and International Relations: A Conceptual Approach. New Jersey: Princeton University Press, 2016. 240p.


¿Desde cuándo el poder se convirtió en una de las ideas fundamentales para la ciencia política? Desde Tucídides y Catilina hasta Maquiavelo y Hobbes, hubo siempre estudios políticos relacionados con el poder. En los albores del siglo XX, con los estudios de Max Weber y Bertrand Russell se multiplicaron las contribuciones en la bibliografía especializada. Sin embargo, el parteaguas se originó, según David Baldwin, con los estudios, en 1950, de Lasswell y Kaplan. Comenzó por entonces el gran debate sobre el poder, que se convertiría en el objeto de no pocos estudios sobre ciencia política, sociología, filosofía, economía.

El debate se centró, como también ocurre en esta obra, en el muy controvertido concepto de Robert Dahl. El autor, profesor de Princeton y emérito de Columbia, propone tres objetivos principales en su nuevo libro: primero, redimir el conocimiento convencional acerca de la definición de poder de aquél, que, aunque a menudo se malinterpreta, se refuta y estudia para analizar numerosos problemas políticos contemporáneos; segundo, analizar doce aspectos controvertidos sobre el poder; tercero, describir y analizar el papel que ha desempeñado el concepto de poder en las Relaciones Internacionales, en especial en las teorías realista, constructivista y neoliberal.

El primero se presenta en el segundo capítulo, donde Baldwin hace un cuidadoso análisis de las críticas de Bachrach & Baratz y Steven Lukes en contra de las definiciones de Dahl para poder refutarlas después. Sobre El poder: un enfoque radical, lo primero que Baldwin apunta -al igual de otros detractores de Dahl- es cómo Lukes , al hacer de la clasificación de la definición de Dahl un concepto primitivo, cerrado, pluralista y sin capacidad de identificar el control de la agenda, y de las preferencias de B. Lukes una crítica, tomando como definición la aproximación operacional bajo el término influencia en Who Governs?: Democracy and Power in an American City (1962), cuando, por el contrario, la definición de Dahl se encuentra en un artículo de 1957, “The Concept of Power: «A has power over B to the extent that he can get B to do something that B would not otherwise do»”. El artículo incluye también las propiedades relacionales del poder, las dificultades de su comparación, una propuesta metodológica para medir el poder y, a modo de conclusión, la diferencia entre las definiciones conceptual y operacional del poder.

Baldwin logra reconocer perfectamente la importancia en esta distinción, pues la definición conceptual puede incluir muchas concepciones interiores en la noción central de poder como control, autoridad, influencia, dominación, entre otras. Por un lado, esta definición es el concepto abstracto que se encuentra en las definiciones operacionales. Es posible que incluso la definición operacional sea diametralmente opuesta a la conceptual, según advierte Baldwin. Por otro, la definición operacional debe basarse en la conceptual para después alcanzar los requerimientos y características del caso de estudio. Para alcanzar una buena definición operacional es necesario especificar las dimensiones del poder, como el alcance, el ámbito y otros, que se explicarán líneas abajo.

Al defender a toda costa el concepto dahliano, Baldwin argumenta que, en los últimos años, uno de los errores más comúnmente cometido por los críticos de Dahl ha sido ignorar toda bibliografía especializada acumulada en las seis ediciones de Modern Political Analysis desde 1963 hasta 2003. Lo que Baldwin no logra reconocer es que, si hubo tanta confusión y críticas alrededor de las definiciones de Dahl, pudo haber sido así, porque la definición que ofreció en aquel artículo del ’57 no era suficientemente clara. El hecho provocó muchas malas interpretaciones, pero no necesariamente porque los críticos no entendieran lo que quería decir Dahl, sino porque, en 2003, Dahl tenía ya un concepto revisado y analizado luego de cuarenta años de trabajo.

Baldwin es capaz de recopilar todos los elementos que estuvieron presentes en la evolución del concepto dahliano, porque tuvo a su alcance los textos necesarios que éste corrigió y analizó, es decir los capítulos 12 y 24 de Who Governs?, la entrada “Poder” que preparó para la Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales y las seis ediciones de Modern Political Analysis. Por tanto, tiene la capacidad de redimir el concepto para el futuro, al dar cuenta de las continuidades y discontinuidades que Dahl tuvo a lo largo de los años. Pero debe decirse que muchos de sus críticos sólo tuvieron un par de textos a su alcance, como Lukes. Uno de los ejemplos más claros de las discontinuidades de Dahl es que, en un principio, puso especial atención en cómo medir el poder, pero después señala que desafortunadamente los politólogos, a la inversa de los economistas, no tienen un elemento como el dinero que los ayude a medir la distribución del poder. Al concluir el segundo capítulo, Baldwin examina el concepto poder bajo los términos del criterio de Oppenheim para poder considerarlo útil en la ciencia política; evalúa, no sin éxito, el concepto y demuestra, con su análisis, la vigencia de la definición dahliana.

En el capítulo tercero, se halla el segundo objetivo del libro, que consiste en analizar doce aspectos controvertidos sobre el poder que han permanecido sin respuesta o análisis después de tantos años. Baldwin, de manera muy clara, establece tres aspectos fundamentales del poder para que sea más sencillo comprender el enfoque del libro. Primero, deja en claro que el poder es un concepto relacional, como lo defendieron Laswell y Kaplan, Dahl, Simon y March. Se debe describir la relación entre dos o más actores para hablar de poder, es decir no se puede estudiar sólo de un actor, pues no se podría analizar en términos de A y B. Segundo, el poder es multidimensional. Sus dimensiones son el ámbito, el alcance, el valor (peso), la base, los medios, los costos, el tiempo y el lugar. Éstas permiten entender que el poder puede aumentar en algunas dimensiones mientras disminuye en otras. Es muy importante definir las dimensiones para comparar el poder y operacionalizarlo en circunstancias específicas. Tercero, el poder se debe analizar considerando condiciones contrafactuales. Cuando se argumenta que el poder, porque se ejercerse, debe estudiarse empíricamente, se lo hace no tanto por una exigencia conceptual, como por conveniencia metodológica.

En la segunda parte del tercer capítulo, Baldwin revisa los problemas comunes en el análisis del poder: la dependencia del concepto a la teoría, poder e intereses, el poder como un concepto esencialmente controvertido, “zero-sum”, poder potencial, fungibilidad, intenciones y poder, medida, poder recíproco, poder estructural, “poder sobre” contra “poder de”, costos y poder. Baldwin logra revisar con éxito los problemas presentados en el estudio del poder, atendiendo en especial el concepto de Dahl para resolver los problemas. Concluye, aquí, que las teorías no determinan del todo los conceptos, aunque éstos dimanen de aquéllas.

Al hablar sobre el poder y los intereses es fundamental pensar en Lukes. La tercera cara del poder de éste sugiere considerar los intereses reales de B que están siendo negados hasta el punto en que B no los reconoce como suyos. Lo que Baldwin advierte es que aunque Lukes haya sido capaz de identificar esta dimensión del poder, el problema reside en que para él los intereses de B siempre se afectan de manera negativa. En el 2005, Lukes corrige esta afirmación, pero sigue sin ver que el poder no siempre será ejercido sólo en favor de los intereses de A. Baldwin dice, en fin, que él está en contra de incluir intereses en una definición de poder, como lo hace Dahl, pues éstos pueden incluir muchas otras alternativas que estaríamos simplificando, si lo definimos como Lukes.

En cuanto a ver el poder como un concepto controvertido, Baldwin argumenta que esa afirmación debe de ser cuestionada. Baldwin apoya sus argumentos diciendo que no fue hasta la segunda mitad del siglo XX que el término entró en el centro de atención de la ciencia política. Sin embargo, es importante considerar que el debate alrededor del concepto sí provocó controversia y discusiones en la disciplina. De no haber sido así, no haría falta una serie de aclaraciones y recopilaciones conceptuales para entender un sólo término. Sobre los demás problemas del poder, Baldwin hace por lo general un buen trabajo al evaluar cada uno cuidadosamente y con la bibliografía necesaria tanto para entender el origen de las discusiones, como para comprender la defensa dahliana.

El último objetivo se trata en la segunda parte del libro, en los capítulos que corren del cuarto al séptimo, el cual consiste en describir el papel que desempeña el concepto dahliano en las Relaciones Internacionales (§ 4) y en tres teorías: realismo, neoliberalismo y constructivismo (§§ 5, 6, 7, respectivamente).

Desde una perspectiva histórica, Baldwin recuerda que el papel del poder en las Relaciones Internacionales cobró importancia a partir de 1930 por el trabajo de algunos académicos como Frederick Sherwood Dunn y Harold Sprout. En las décadas de 1940 y 1950, el concepto se convirtió en el centro de la disciplina a manera de “poder nacional”. Baldwin advierte que aunque ése era ya un concepto fundamental, seguía habiendo desacuerdos generales sobre cómo se debía medir y definir el poder.

Desde la perspectiva analítica, Baldwin evalúa cómo el concepto del poder fue ganando importancia en la disciplina y cuáles problemas se presentaron. El poder militar de un Estado fue y sigue siendo el término que recibe más atención, cuando se habla de poder internacional. Aunque éste es no poco relevante, Baldwin destaca con acierto que se ha exagerado el papel del poder militar, cuando se habla de poder entre Estados, pues se estaría dejando de lado el lugar de otras técnicas de poder, como la negociación, el poder económico, la influencia cultural. Toma la idea de Lasswell y Kaplan acerca de considerar como lo más importante el poder militar. Las ideas de “balanza del poder”, “poder como capacidad” y los “grandes poderes” de las Relaciones Internacionales se descartan fácilmente por su ambigüedad de especificación en, por lo menos, ámbito y dominio.

En cuanto al papel del poder en las teorías, se puede concluir que las perspectivas de cada una llevan a resultados de políticas diferentes. El realismo es la teoría que adoptó el concepto como más importante. La importancia de la teoría realista ha sido reconocida incluso por sus críticos, como Robert O. Keohane. Sin embargo, las críticas, aunque reconocen su importancia, advierten que los realistas usan definiciones vagas o confusas del poder. Son precisamente ellos quienes atribuyen gran peso al poder militar.

Para la teoría constructivista también hace falta aclarar el concepto. Stefano Guzzini, por ejemplo, apoya la elaboración del concepto en las definiciones de Lukes, de 1974, y de Foucault. Baldwin opina que si los constructivistas siguen por este camino no harán contribuciones importantes o significativas en las Relaciones Internacionales, porque la definición de Foucault es muy amplia como para aplicarla a la realidad política entre Estados.

Por último, la teoría neoliberal se analiza por medio de Power and Interdependence, de Robert Keohane y Joseph Nye. Baldwin afirma que por este libro se puede hacer investigación significativa en varios ámbitos de las Relaciones Internacionales. Una importante aportación proveniente de esta teoría es el concepto de soft power (o ‘poder lenitivo’) de Nye, que para Baldwin ha sido muy significativa en las Relaciones Internacionales, porque ha ayudado al desarrollo de nuevas investigaciones y teorías y ha llamado la atención de estudiantes y académicos sobre el concepto de poder.

Una de las cosas que podrían pasar como debilidades de este libro es que Baldwin hace una fuerte crítica a Lukes, más que a cualquier otro crítico de Dahl. Alguien podría argumentar que Baldwin crítica muy arduamente a Lukes sin considerar que su aportación al análisis del poder es muy buena, al señalar la importancia de los intereses no observables o intereses subjetivos. Sin embargo, las aseveraciones que encontramos sobre Steven Lukes se hacen con respecto de sus críticas de Dahl y no de toda la teoría y aportación de Lukes (salvo aquella que condena el uso de intereses en las definiciones de poder). Al final, Baldwin protege el concepto dahliano arduamente en contra de sus críticos y, como se propuso, analizó las tres teorías, tomando este concepto como base.

Para un concepto tan importante era necesario un análisis conceptual tan riguroso como el que hace David Baldwin. Claramente se entiende el propósito de su trabajo en las conclusiones del libro, donde reitera la importancia del concepto para las Relaciones Internacionales. Su trabajo es relevante para que el concepto se siga aplicando atentamente en los estudios venideros y que no se olviden los grandes estudios anteriores.

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