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Revista de la Facultad de Medicina (México)

versión On-line ISSN 2448-4865versión impresa ISSN 0026-1742

Rev. Fac. Med. (Méx.) vol.64 no.4 Ciudad de México jul./ago. 2021  Epub 25-Oct-2021

https://doi.org/10.22201/fm.24484865e.2021.64.4.08 

Arte y Medicina

Nuestro señor el desollado. El portador del maíz y la guerra

Our lord the skinned. The carrier of corn and war

Teresa I. Fortoul van der Goes


La medicina en general ha utilizado diversos términos derivados de la mitología para nombrar fenómenos, eventos o partes anatómicas que, en su explicación etimológica, tienen algunas similitudes con diferentes historias mitológicas, como las relacionadas con dioses. En muchas culturas, para justificar la causa sobrenatural y religiosa de la enfermedad, han creado numerosas divinidades. De esta forma, los dioses de las distintas culturas podrían producir o sanar las enfermedades. En todas las mitologías las divinidades aparecen con nombres diferentes, pero conservan sus cualidades y atribuciones esenciales. En la mitología azteca, uno de los dioses relacionados con la medicina era Xipe Tótec (o Xipelotec). Este dios también tenía una estrecha relación con el maíz.

Este grano es para nosotros la fuente de nuestro sustento, lo que heredamos de los antiguos mexicanos, lo que quedó plasmado en los diferentes mitos que se relatan en los códices y que los diversos trabajos arqueológicos han sacado a la luz. De igual manera, la sangre que se derramaba y llegaba a la tierra era necesaria para alimentar a los dioses y mantener un ciclo de regeneración y vida. La religión jugaba un papel relevante para los mexicas, y tenían un calendario que los regulaba.

El calendario de las fiestas religiosas de los mexicas dividía el año en 18 periodos de veinte días, o veintenas, cada uno. Quedaban cinco días en los que no se realizaba festividad alguna y se consideraban días de mala suerte. Con estos días se completaban los 365. Cada veintena era dedicada a una deidad y en cada una había un ceremonial establecido1.

Aunque todas eran importantes, en especial para Tenochtitlan, la fiesta de panquetzaliztli, cuyo significado es ‘levantamiento de banderas’, estaba dedicada al dios Huitzilopochtli, y tlacaxipehualiztli o ‘desollamiento de personas’, la festividad de Xipe Tótec, era de especial relevancia para el gobernante supremo o hueitlatoani. La de tlacaxipehualiztli era la oportunidad de festinar las victorias que se habían alcanzado durante el año, y ocurría también la oportunidad de premiar y promover a aquellos guerreros que se habían distinguido en esas batallas2.

Si tomamos como referencia a fray Bernardino de Sahagún, esta fiesta ocurría entre el 5 y el 24 de marzo, y los días más importantes eran los últimos, que además concurrían con el equinoccio de primavera.

Todo estaba fríamente calculado para que en estas fechas tuvieran suficientes ofrendas para Xipe Tótec. Entre octubre y noviembre, que coincidía con la cosecha del maíz, los hombres podían dedicarse a la guerra, temporada que se prolongaba hasta febrero o marzo, y en la que había que reiniciar los trabajos de siembra1.

La veintena que precedía a esta era la de atlacahualo o ‘el agua es dejada’ e implicaba el sacrificio de niños; en especial se seleccionaban aquellos con dos remolinos de cabello en la cabeza. Antes del sacrificio, concentraban a los niños y a los enfermos de la piel en el templo de Atempan; estos eran ofrendados todos juntos, ya que las enfermedades de la piel y de los ojos se le atribuían a Xipe Tópec. El último día de esta veintena se realizaba la ceremonia llamada cuahuitlehua, que quiere decir ‘se levantan los palos’ y ahí se presentaban los cautivos durante las diversas batallas, y que serían sacrificados en tlacaxipehualiztli. En esta fiesta ocurría un simulacro de lo que sería el sacrificio, a los cautivos se les pintaba de rojo con rayas negras y se simulaba quitarles el corazón con unas tortillas de maíz sin cal que se conocían como tortillas de Yopi. Yopi es el otro nombre por el que se conoce a Xipe Tótec y que lo relaciona con el maíz1.

Así, nos acercamos a la culminación de esta fiesta que, como se menciona, se llevaba a cabo los últimos días de la veintena, con sacrificios para Huitzilopochtli, a los sacrificados se les sacaban el corazón, lo cual ocurría en el sur del templo Mayor, y los cadáveres descorazonados eran regresados a los barrios de los guerreros que los habían capturado y entregado. Esto con el fin de que ofrecieran un banquete ritual.

Los cuerpos eran desmembrados y cocinados con maíz. Este platillo digno de los dioses se repartía entre los invitados. Sí, este es el origen macabro del pozole, recientemente clasificado como un superalimento.

Pero sigamos con el relato de la fiesta. El último día se realizaba el tlacaxipehualiztli, traducido como ‘sacrificio gladiatorio’. Antes de esta ceremonia, ya se habían desollado a nueve personas, y sus pieles y vestimentas se les daban a nueve sacerdotes que se convertían en los nuevos representantes divinos1.

Imagen: Freepik

El guerrero se destacaba por sus logros y habilidades militares, especialmente la toma de cautivos para el sacrificio. Aquellos que habían luchado con más bravura eran conducidos por sus captores, sujetados por los cabellos, al sitio en el que serían sacrificados. En este ritual y para asegurar la colaboración del guerrero ofrendado, se les daba el embriagador octli poliuhqui o pulque, y se colocaban en una gran piedra de sacrificios (temalacatl). Este acto no minimizaba al valeroso cautivo. Era una ceremonia solemne pues este sacrificio los hacía sagrados. A través de su muerte se lograba convertir un ser humano en un medio de comunicación con lo sagrado, a partir de su destrucción, la consumación de un ciclo (esto daba lugar a una renovación o renacimiento). Al guerrero próximo a la muerte se le ataba a esa piedra y se le dotaba de un escudo y unos garrotes. Ya en el lugar era atacado por cuatro guerreros, uno a la vez, hasta que alguno lograra herirlo; y ya herido, el sacerdote principal extraía el corazón, la sangre la recogía el que lo había entregado. Esa sangre la ofrecían a los diversos dioses. Ya terminado el sacrificio de los cautivos, sacrificadores y sacerdotes bailaban alrededor de la piedra de sacrificio con la cabeza del desollado en la mano3.

Toda esta historia se obtuvo de los informantes que los religiosos utilizaron para conocer la historia de la civilización con la que se encontraron. Entre las diversas festividades que describieron, las de Xipe Tótec los impresionó sobremanera. ¡No es para menos! Además de descuartizar a sus víctimas, las decapitaban, las desollaban y ¡se las comían!1,4

Interesante es identificar, en las pinturas o esculturas de este dios, los aditamentos y atuendos que ocurrían en las diferentes etapas de la ceremonia.

Su rostro cubierto por una máscara justada, solo deja los ojos y la boca descubiertos. Su tocado está formado por plumas muy largas de color verdee que provenían del quetzal y unas plumas rojas de un ave conocida como espátula rosada. También se le identifica por una falda de zapote. Con la mano izquierda sujeta por el cabello una cabeza humana; y en la derecha, un bastón con sonajas. Se puede notar la piel lo cubre y las rayas que cruzan su rostro1. Durante sus papeles rituales, los hombres, las mujeres y los niños podían llegar a personificar a un dios utilizando ciertas prendas, joyas y tocados e incluso pintando sus rostros5.

En una visita al Templo Mayor o al Museo de Antropología e Historia, ya será fácil identificar a este dios que conjuga muerte y resurrección.

REFERENCIAS

1. González González CJ, Román Berrelleza JA, Gamboa Cabezas LM y García Sánchez M. Museo del Templo Mayor. Xipe Tótec y la regeneración de la vida. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia; 2016. [ Links ]

2. Descubierto un templo dedicado al dios Azteca Xipe Tótec. Historia National Geographic. [Consultado 19 de junio, 2021]. Disponible en: Disponible en: https://historia.national-geographic.com.es/a/descubierto-templo-dedicado-dios-azteca-xipe-totec_14010/2021 . [ Links ]

3. Von Hagen VW. Los antiguos mexicanos. Los Aztecas. México: Editorial Joaquín Mortiz; 1977. [ Links ]

4. León Portilla M. Los antiguos mexicanos. A través de sus crónicas y sus cantares. México: Fondo de Cultura Económica; 1977. [ Links ]

5. Dehouve D. El papel de la vestimenta en los rituales mexicas de “personificación”. Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Colloques. Colocado en línea el 14 de junio de 2016. [Consultado 20 de junio 2021]. Disponible en: Disponible en: http://journals.openedition.org/nuevomundo/69305 ; https://doi.org/10.4000/nuevomundo.69305 [ Links ]

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