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Crítica (México, D.F.)

versión impresa ISSN 0011-1503

Crítica (Méx., D.F.) vol.44 no.132 Ciudad de México dic. 2012  Epub 30-Abr-2020

https://doi.org/10.22201/iifs.18704905e.2012.752 

Notas Bibliográficas

Georg Theiner, Res cogitans extensa. A Philosophical Defense of the Extended Mind Thesis

Patricia King Dávalos* 

*Departamento de Filosofía. Facultad de Humanidades. Universidad Autónoma del Estado de Morelos. pking@att.net.m

Theiner, Georg. Res cogitans extensa. A Philosophical Defense of the Extended Mind Thesis. Peter Lang: Fráncfort del Meno, 2011. xiv + 267p.


Georg Theiner presenta muy sintéticamente el contenido de su libro al ponerle por título Res cogitans extensa; con ello remite la discusión hasta la metafísica cartesiana y adopta una posición contraria a ella. Delineado este marco, en el subtítulo Theiner describe su libro como una defensa filosófica de la tesis de la mente extendida. En la contraportada caracteriza la controversia en la que toma partido por esta defensa del siguiente modo: “Para Descartes, las mentes son cosas esencialmente inmateriales, no extendidas.” Para las ciencias cognitivas, aunque “se enorgullecen de haber exorcizado el fantasma en la máquina”, la mente sigue siendo, como en Descartes, “algo puramente interno”, algo que “reside únicamente en el cerebro”. Contra este enfoque tradicional, internista, las diferentes variantes de la tesis disidente, la de la mente extendida, plantean una “intuición central”, que “la cognición no está confinada a las fronteras del individuo biológico”, es decir, que se extiende más allá de estas fronteras. Entre las evidencias empíricas que apoyan esta intuición, que no vacila en llamar externista y cuya explicación y documentación constituirán los grandes temas de su argumento, Theiner destaca en la contraportada los casos que corresponden a uno u otro de los siguientes tipos:

  • acoplamientos dinámicos entre el cerebro, el resto del cuerpo y el ambiente;

  • explotación de las oportunidades cognitivas que ofrece la morfología corporal;

  • ejecución estratégica de acciones epistémicamente potentes;

  • generación y uso de representaciones externas;

  • andamiajes cognitivos ofrecidos por los artefactos y las prácticas socioculturales.

El primero de los epígrafes del libro de Theiner define bien la línea general de defensa que los disidentes vienen montando apoyados en esta evidencia empírica: “así como no puedes hacer mucha carpintería con tus manos desnudas, tampoco puedes pensar mucho con tu cerebro desnudo”.1

En el primer capítulo de su libro, Theiner se ocupa más detalladamente de trazar una visión panorámica de esta controversia y de señalar las principales evidencias experimentales en las que se apoya la intuición central de la tesis de la mente extendida. En los siguientes capítulos, expondrá de forma aún más pormenorizada algunas de estas evidencias, según su riqueza para ilustrar uno u otro aspecto de la discusión o inclinar la balanza en favor o en contra de cualquiera de las posiciones rivales.

El problema con las evidencias empíricas, por supuesto, es cómo integrarlas de una forma coherente. Por lo que he dicho hasta aquí y se formaliza en el primer capítulo de Theiner, los criterios rectores básicos de la integración que se enfrentan son el internismo y el externismo psicológicos. Sin embargo, ambos comparten compromisos fuertes con el funcionalismo y la teoría de sistemas, incluida la de sistemas dinámicos. Desde el capítulo 2 hasta el 6, Theiner hace un seguimiento de la controversia casi día a día o, mejor dicho, artículo tras artículo y libro tras libro, y lo organiza en torno a los puntos más decisivos (cuál es el criterio para decidir si algo es cognitivo o no, el caso del control motor, los casos del lenguaje y de la escritura de textos y de números, el caso del razonamiento y las representaciones, el problema del yo y del agente cognitivo). De esta manera, Theiner sigue y permite que el lector siga de modo inteligible la sucesión de propuesta-objeción-réplica-contrarréplica, etc. Las principales objeciones provienen de Robert Rupert, de Fred Adams y Kenneth Aizawa, y de Margaret Wilson; las principales propuestas y réplicas son de Andy Clark, Robert Wilson y Edwin Hutchins, pero la lista de referencias que cita Theiner es mucho más vasta.

Todo esto plantea una pregunta sobre el criterio de Theiner para integrar este material. Se trata de una articulación particular, no porque sea filosófica -gran parte de la discusión se da explícitamente en ese terreno- ni porque la plantee como una ruptura abierta con la tradición cartesiana -lo que es casi un lugar común entre los disidentes-, sino por el lugar y el alcance históricos que le atribuye a esta ruptura. Según él, el “externismo activo” de la tesis de la mente extendida representa una ruptura del nivel de las revoluciones copernicana y darwinista, porque desplaza el cerebro, “quizás la última frontera de nuestra era científica” (p. 9), del lugar privilegiado que suele otorgársele como productor exclusivo de los fenómenos mentales. Para ver el núcleo de razón que puede haber detrás de esto, conviene que volvamos sobre el enigmático título de su libro, máxime cuando, con lo dicho hasta aquí, no se ha aclarado.

En su prefacio, Theiner da una definición de res cogitans extensa. Tras caracterizar la posición tradicional en ciencias cognitivas como “materialismo cartesiano” -materialista por estudiar la mente con base en el cerebro, cartesiana por el internismo implícito en estudiarla con base sólo en el cerebro-, Theiner valora en los siguientes términos la alternativa que ofrece la tesis de la mente extendida frente a la elección tradicional entre el dualismo y el materialismo cartesianos: “¿Y si la razón de por qué la cognición humana se destaca en el mundo animal como una trompa de elefante fuera su notable capacidad para extenderse a sí misma en el mundo, es decir, hacerse [to become] una res cogitans extensa?” (p. ix).

Los epígrafes del libro (p. vii) permiten aclarar lo que Theiner llama “el discreto encanto hegeliano” (p. ix) de esta idea. Además de la analogía entre hacer carpintería y pensar, antes citada, aparece la formulación de Wilson y Clark (2009) en la que pensar se presenta como una especie de “construcción de un nicho intelectual” en el que los recursos materiales “se adecuan e integran con las estructuras cognitivas previas”, de forma que “los agentes modifican o aumentan” sus capacidades. Y también entre los epígrafes está la tesis de Clark (2003), más propiamente antropológica: “Nosotros creamos esos ambientes de soporte, pero ellos también nos crean a nosotros.” Y, finalmente, aparece una extensa cita de la Filosofía del Derecho, de Hegel, donde a grandes rasgos afirma que el espíritu se pone límites en el mundo de la necesidad externa, se moldea a sí mismo en ella, supera sus límites y necesidades y se asegura para sí una corporeización objetiva, dándole a lo externo la forma de universalidad propia del entendimiento.

Sobre la base de la res cogitans extensa, gruesamente entendida en estos términos, añade Theiner, parece abrirse la posibilidad de hacer compatibles dos rasgos que saltan a la vista al comparar a los seres humanos con sus parientes biológicos más cercanos: “su profunda continuidad neuronal y su igualmente profunda discontinuidad cognitiva” (p. ix).

Parece entonces que la res cogitans extensa no debe entenderse meramente en el sentido, más bien pasivo, de que la res cogitans ocupa un lugar en el espacio, cuyas fronteras están a discusión. Habría que entenderla en el sentido, propiamente activo, de que la res cogitans (¿por sí misma, por ser parte de un organismo vivo?) tiende a extenderse sobre su ambiente, y no meramente como algo que se desborda o se filtra a través de sus fronteras, sino que estas mismas fronteras se van expandiendo conforme “adecua e integra” lo que antes estaba fuera de ellas con lo que ya estaba y puede o no seguir estando dentro de las nuevas, de forma que sus capacidades “se modifican o aumentan”. Cada conquista cognitiva para cazar, recolectar o cocinar se vuelve una herramienta o un andamio para alcanzar nuevas conquistas y, a través de sus expresiones verbales, impresas y tecnológicas, se hacen accesibles entre individuos y generaciones.

Si estoy entendiendo bien estos pasajes del libro de Theiner, entonces parece que su línea de defensa filosófica de la tesis de la mente extendida tiene que trazarse tramando dos ejes de referencia. El primero es el que plantea una oposición entre lo interno y lo externo respecto de las fronteras del individuo biológico, donde se enfrentan el internismo y el externismo psicológicos en una polémica que remite hasta Descartes. Lo que aquí está en juego son las fronteras de la mente y de la cognición. Este eje es el que, como hemos visto, se destaca en la contraportada del libro -y en gran parte de todo su texto y de la literatura en la materia-. El segundo eje, a mi modo de ver el más decisivo, es el que Theiner plantea en sus epígrafes y en su prefacio como una oposición entre lo activo y lo no activo de la cognición (o del ser vivo) en el sentido antes expuesto, lo que remite a una controversia igualmente antigua en la que, sin embargo, parece que sería injusto, como ya lo reconocieron Hegel y Marx, colocar a Descartes en el bando contrario a la tesis activa (puede decirse que Descartes formula su proyecto también en términos de “construcción del edificio científico” como nicho intelectual de la humanidad; su búsqueda es la del “método” como tecnología cognitiva; la “duda sistemática” y “el escéptico” son andamios cognitivos, etc.). Pero más allá de la discusión sobre Descartes, lo que está en juego aquí es si la mente y la cognición son cosas que les suceden a los seres humanos o si éstos tratan de conducirlas, en qué medida pueden hacerlo y en qué condiciones.

Y en efecto, Theiner busca reunir estos dos ejes bajo la caracterización de “externismo activo”. Esto no impide, sin embargo, que la conjunción de ambos términos esté libre de tensiones. Como lo han visto bien Robert Wilson y Lucia Foglia (2011) -Wilson también sostiene la tesis de las extensiones cognitivas (véase Wilson y Clark 2009), pero no la de la mente extendida en la versión de Clark-,

si las fuerzas de la situación y las contingencias ambientales cumplen un papel físicamente constitutivo en los procesos de toma de decisiones, de forma que se convierten en realizadores parciales de nuestra propia conducta [ . . . ], entonces los seres humanos tendríamos muy oco control sobre nuestras acciones, si es que conservamos alguno, y presumiblemente ninguna competencia normativa. (Wilson y Foglia 2011, §6.4)

El mismo Clark había planteado, ya desde 1996, que existen importantes “estructuras externas”, particularmente en el terreno de las organizaciones y las instituciones económicas y políticas, que han evolucionado hasta imponer una serie de fuertes restricciones que hacen que el individuo encargado de tomar decisiones sea “en realidad un engrane” de su maquinaria (Clark 1996, p. 274). Sin embargo, añade, esas estructuras suelen ser “producto del pensamiento y la actividad humana”, de modo que en su generación y evolución “la psicología humana puede estar desempeñando un papel mayor” (1996, p. 287). Clark delinea entonces su proyecto en términos de entender mejor “cómo es que la mente estructura y habita un mundo habitado por [. . . ] toda una vasta parafernalia de estructuras y andamiajes externos que guían y dan forma a nuestras acciones diarias” (1996, p. 287). Por consiguiente, debemos entender la observación de Wilson y Foglia (2011) en el sentido de que, por lo menos a su juicio, ese proyecto sigue aún sin resolver la cuestión.

Habrá que ver concretamente cómo es que Theiner lidia con las tensiones internas de este “externismo activo” conforme se van presentando a lo largo de su argumento. En mi opinión, emplea sus andamios y herramientas teóricas -el funcionalismo y la teoría de los sistemas dinámicos- en un nivel demasiado general, el que muy bien puede ser útil para tratar “la profunda continuidad neuronal”, pero no la “igualmente profunda discontinuidad cognitiva”, entre los seres humanos y sus parientes evolutivos más cercanos. Esta debilidad aparece más nítidamente al tratar los problemas, sin duda centrales para la cognición, de los estados conscientes y de la intencionalidad práctica -en el sentido de actividad orientada a la realización de un fin-. En estos terrenos, cada vez que aparece una tensión interna del “externismo activo”, la discusión de Theiner tiende a destacar la oposición internismo-externismo, donde parece moverse más a sus anchas, pero a costa de que el contenido activo que quiere darle a la expresión res cogitans extensa se vaya perdiendo en el camino, y quede como una posibilidad intuida pero no explotada.

No obstante, hay que señalar que Theiner presenta este libro también como la primera parte de un proyecto mayor, cuya continuación parece anunciarse con su trabajo sobre “la cognición del grupo”. Es de esperar que aquí habrá de confrontar más directamente los problemas discutidos por Clark y Wilson a los que acabo de hacer mención, y poner a prueba la adecuación de los andamios ofrecidos por el funcionalismo y la teoría dinámica de sistemas para tratar la cuestión de la actividad específicamente humana y, como parte de ella, de la cognición.

Concluyendo, me parece que el libro de Theiner tiene una buena cantidad de características que lo hacen especialmente valioso. No sólo me refiero a que se trata de un buen andamio, por su altura, amplitud y confiabilidad, para hacer una recapitulación y ponerse al día en cuanto a la evidencia empírica arrojada por las ciencias cognitivas y en cuanto a las discusiones que se desarrollan en su seno sobre cómo interpretarla e integrarla. Me refiero también a que esboza una perspectiva original e importante para entender y valorar lo que está en juego en esas discusiones, y muestra en vivo las dificultades que se enfrentan al tratar de hacer valer esa perspectiva apoyándose tan sólo, o de manera muy general, en las herramientas teóricas que las diferentes posiciones que participan en esta controversia suelen esgrimir.

Bibliografía

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1 Bo Dhalbom y Lars-Erik Janlert, Computer Future, inédito, citado por Daniel C. Dennett (1996).

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