Introducción
El objeto de este trabajo es relacionar la evolución de la desigualdad del ingreso en México con el crecimiento económico para el periodo de 1977 a 2012. Al abordar esta relación se parte de la identificación de dos momentos de políticas macroeconómicas y en el interior de cada uno de estos momentos se analiza el efecto diferenciado que tuvieron las recesiones económicas sobre los ingresos monetarios de los hogares.
El análisis se basa en la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH), que permite un desglose amplio de las diferentes fuentes de ingreso de los individuos y de los hogares (ingresos monetarios e ingresos no monetarios), identificar a detalle rubros de gasto por hogar, y relacionar esta información con un módulo socio-demográfico extenso.
Durante el periodo de estudio se levantaron 16 encuestas ENIGH. La encuesta tiene representatividad nacional y se diseñó para actualizar la canasta del Índice Nacional de Precios al Consumidor. A partir de 1984 es levantada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEGI). 1
La justificación de utilizar cinco levantamientos de la ENIGH para los años 1977, 1984, 1998, 2004, y 2012, parte de poder contrastar la evolución del ingreso monetario y su distribución en momentos clave como un intento de observar los efectos de la recesión económica -como el levantamiento de 1996 a penas de un año de la crisis de 1995., así como los datos de 1977 y 1984 registran los últimos años del modelo orientado hacia adentro, caracterizado por una creciente inversión pública en infraestructura, la industrialización por medio de la promoción y protección de la industria nacional. Sin embargo, a pesar de que durante la década de los setenta hubo un crecimiento alto y constante del PIB y del PIB per cápita, también se experimentó durante este periodo lapsos de alta inflación, devaluaciones, déficits públicos y alza de la deuda externa derivada de la caída de los precios de petróleo (Tello, 2014).
La elección de 1988 tiene como propósito principal contar con una primera observación a más de una década del funcionamiento del nuevo modelo económico. Durante 1984 a 1998, en un primer momento se implementa una serie de reformas estructurales que entrañan la liberación comercial y financiera, la desregulación económica y la privatización de empresas públicas. Ya para enero de 1994 entra en operación el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); y la nueva administración federal tiene que contender entre finales de 1994 y 1995 con la crisis económica que se esparció por el mundo con el nombre de “Efecto Tequila”. Si bien la recuperación económica inicia en 1996, no es hasta 1997 que se logra recuperar el nivel del PIB per cápita de 1994. Igualmente, en el 1998 está ya en operación el programa social de transferencias condicionadas PROGRESA.
Por último, la elección de los levantamientos 2004 y 2012 reflejan la transformación de la política social y el posible efecto redistribuidor de las transferencias monetarias, a la par de una nueva ola de reformas estructurales. De 1998 a 2004, México vivió un periodo de crecimiento económico interrumpido sólo durante los primeros años del siglo XXI. Ya para la segunda mitad de la década se implementan reformas al sistema de pensiones y a la ley laboral. La ENIGH12 proporciona información sobre la situación económica de los hogares a la salida de la crisis financiera originada en Estados Unidos (2008-2009).
Este trabajo aporta a la discusión académica entorno a la evolución de la desigualdad en México al enlazar las tendencias del ingreso monetario, el crecimiento económico y la política macroeconómica. Si bien el tema de la desigualdad en el ingreso ha tenido un nuevo auge en la discusión política y académica a nivel mundial, a lo largo del texto se mostrará que tanto en México como en América Latina su relación con el crecimiento (o falta de crecimiento) económico ha sido ampliamente estudiada desde diferentes enfoques. Es así como se hará referencia a la discusión sobre el efecto en la distribución del ingreso de las reformas estructurales, el efecto diferenciado de las recesiones en los deciles de ingreso, las estrategias de los hogares para paliar las fluctuaciones económicas, y el efecto redistributivo de las políticas de transferencias condicionadas.
El sustento empírico de este trabajo parte por analizar la evolución del ingreso monetario en los 35 años de estudio (segunda sección). La elección de utilizar el ingreso monetario de los hogares permite la comparabilidad entre los levantamientos de la encuesta. En la ENIGH 1977 no se hicieron públicos los datos y tabulados del ingreso no monetario, a pesar de que fueron incluidos en los cuestionarios preguntas relativas sobre autoconsumo, pagos, transferencias y regalos en especie.
El análisis toma tres indicadores ingreso para construir los deciles de hogar ordenados según ingreso per cápita: el ingreso monetario total, el ingreso monetario per cápita, y el ingreso monetario por perceptor. El ingreso monetario total permite analizar la distribución de la masa entre los hogares del país; el ingreso per cápita permite estudiar la distribución del ingreso eliminando el efecto diferencial del tamaño de los hogares. Por último, el ingreso monetario por perceptor da cuenta del origen de las entradas monetarias. Cada una de estas tres aproximaciones al análisis de la evolución del ingreso monetario muestra resultados distintos al relacionarlos con las tasas de variación del PIB, lo que permitirá argumentar sobre la relevancia del indicador que se utiliza y sobre los posibles efectos que se pueden medir con estos tres indicadores.
En la tercera sección se continúa con el análisis de la distribución del ingreso monetario al mostrar la evolución de las participaciones de los deciles en el ingreso monetario per cápita y la relación del décimo decil con el primero. Se presentan gráficos con curvas de incidencia del crecimiento2 para cuatro periodos de estudio. Estos elementos permiten mostrar el efecto diferenciado en los deciles de ingreso del cambio de modelo económico, las fluctuaciones económicas, y la entrada de los programas sociales transferencias condicionadas en México.
Una vez analizada la evolución y el cambio del ingreso monetario total, per cápita y por perceptor en la cuarta sección se analizará la evolución de la desigualdad al usar los indicadores de Gini, Theil y varianza de los logaritmos. A partir de las tres secciones anteriores, en el quinto apartado se discuten los resultados con el propósito de identificar algunos de los elementos que inciden en el cambio de la desigualdad y su relación con el crecimiento (estancamiento) económico. Por último, se resumen los hallazgos principales de este trabajo.
1. Siete lustros de evolución del ingreso monetario en México: 1977 a 2012
La evolución de los ingresos monetarios por hogar refleja en buena medida los efectos de las diversas crisis por las que ha atravesado el país. En la caída experimentada entre los años 1977 y 1984 se observan las consecuencias de la crisis de la deuda externa de 1982; acicateada por la caída en los precios internacionales del petróleo (Tabla 1). A su vez, las secuelas derivadas del “error de diciembre” de 1994 hacen que los ingresos monetarios medios de 1998 sean inferiores a los de 1984. La disminución de 2012 con respecto a 2004 está signada por la crisis del sector inmobiliario en Estados Unidos combinada con el alza en los precios de los alimentos en el mercado mundial. En el período en estudio el ingreso medio de los hogares sólo creció entre 1998 y 2004. Además, 2004 reporta el ingreso más elevado del período, a pesar del estancamiento económico que vivió el país en 2001 y 2002.
Deciles de hogares ordenados según ingreso monetario per cápita |
Años | ||||
---|---|---|---|---|---|
1977 | 1984 | 1998 | 2004 | 2012 | |
I | 1.117 | 1.604 | 1.021 | 1.619 | 1.459 |
II | 2.353 | 2.831 | 2.385 | 3.383 | 2.958 |
III | 3.334 | 3.894 | 3.193 | 4.387 | 3.988 |
IV | 4.610 | 4.757 | 4.116 | 5.267 | 5.029 |
V | 5.452 | 5.841 | 4.958 | 6.419 | 6.247 |
VI | 6.959 | 7.017 | 6.064 | 7.489 | 7.452 |
VII | 8.663 | 8.391 | 7.041 | 8.902 | 8.789 |
VIII | 10.706 | 10.374 | 9.049 | 10.944 | 10.483 |
IX | 14.550 | 12.719 | 12.109 | 14.347 | 13.681 |
X | 27.917 | 23.063 | 28.556 | 30.998 | 29.445 |
Total | 9.904 | 9.237 | 9.101 | 10.654 | 10.230 |
Fuente: INEGI: ENIGH 1984, 1998, 2004 y 2012 y Secretaría de Programación y Presupuesto: ENIGH, 1977.
Cabe señalar que los efectos de las diversas crisis económicas sobre los presupuestos de los hogares fueron más acentuados que los que registraron las ENIGH, ya que estas encuestas fueron levantadas a dos o tres años de las crisis más intensas que ha vivido el país (1982, 1994/5, 2008/9).
La evolución de los ingresos monetarios presentada en la Tabla 1 es sólo una primera aproximación a la disponibilidad de recursos monetarios para solventar los gastos de los hogares ya que es bien sabido que a partir de la década de los noventa su tasa de crecimiento ha sido mayor que la tasa de crecimiento de la población y que, a su vez, el número promedio de miembros por hogar ha disminuido.
Al controlar por el tamaño de los hogares (Tabla 2) se observa un avance sostenido en el ingreso per cápita monetario registrado en las diversas ENIGH. De la información conjunta de las Tablas 1 y 2 se concluye que a pesar de que el ingreso monetario de los hogares ha tendido a disminuir hasta 1998 para luego aumentar, los recursos con que cuenta cada persona han aumentado sostenidamente a lo largo de todo el período. Este resultado puede deberse a un alza en las retribuciones recibidas por los miembros de los hogares y/o a la auto explotación de la fuerza de trabajo familiar como respuesta a las restricciones económicas que han vivido por las sucesivas crisis que han asolado al país en los últimos años (Cortés F. y R.M. Rubalcava 1991 y Cortés F. 2000a: Cap. IV).3 Esta consideración nos lleva a examinar la Tabla 3.
Deciles de hogares ordenados según ingreso monetario per cápita |
Años | ||||
---|---|---|---|---|---|
1977 | 1984 | 1998 | 2004 | 2012 | |
I | 0.177 | 0.244 | 0.192 | 0.332 | 0.337 |
II | 0.358 | 0.465 | 0.428 | 0.688 | 0.678 |
III | 0.525 | 0.649 | 0.639 | 0.948 | 0.949 |
IV | 0.712 | 0.832 | 0.863 | 1.196 | 1.222 |
V | 0.923 | 1.067 | 1.098 | 1.476 | 1.535 |
VI | 1.180 | 1.333 | 1.377 | 1.807 | 1.864 |
VII | 1.523 | 1.680 | 1.746 | 2.266 | 2.323 |
VIII | 2.056 | 2.189 | 2.309 | 2.934 | 3.033 |
IX | 3.006 | 3.058 | 3.408 | 4.202 | 4.317 |
X | 7.393 | 6.712 | 9.168 | 10.566 | 11.250 |
Total | 1.784 | 1.822 | 2.122 | 2.641 | 2.750 |
Fuente: INEGI: ENIGH 1984, 1998, 2004 y 2012 y Secretaría de Programación y Presupuesto ENIGH, 1977.
Deciles de hogares según deciles de ingreso monetario per cápita |
Años | ||||
---|---|---|---|---|---|
1977 | 1984 | 1998 | 2004 | 2012 | |
I | 0.853 | 1.199 | 0.628 | 0.742 | 0.559 |
II | 1.610 | 2.026 | 1.312 | 1.581 | 1.133 |
III | 2.176 | 2.708 | 1.767 | 2.189 | 1.624 |
IV | 2.978 | 3.096 | 2.329 | 2.627 | 2.046 |
V | 3.680 | 3.854 | 2.703 | 3.104 | 2.493 |
VI | 4.468 | 4.386 | 3.255 | 3.697 | 3.143 |
VII | 5.445 | 4.991 | 3.826 | 4.327 | 3.580 |
VIII | 6.506 | 6.033 | 4.707 | 5.397 | 4.522 |
IX | 8.280 | 7.242 | 6.514 | 7.125 | 5.986 |
X | 15.087 | 14.346 | 16.401 | 16.991 | 15.149 |
Total | 6.207 | 5.857 | 5.025 | 5.268 | 4.313 |
Fuente: INEGI: ENIGH 1984, 1998, 2004 y 2012 y Secretaría de Programación y Presupuesto ENIGH, 1977
En general, los ingresos por perceptor han decaído entre 1977 y 2012, con la excepción del sexenio transcurrido entre 1998 y 2004, de modo que el alza sostenida de los ingresos per cápita, no se debió al aumento en el ingreso recibido por cada perceptor. Nótese que este comportamiento es muy similar a la evolución que caracterizó el ingreso monetario por hogar presentado en la Tabla 1.
En la Tabla 4 se presenta una síntesis de la evolución del ingreso monetario en sus distintas versiones vis à vis las variaciones que ha tenido el producto interno bruto (PIB) por habitante en los cuatro períodos analizados. Estas comparaciones son útiles para dimensionar la participación de los hogares en el esfuerzo productivo del país, y a partir de ella trazar su evolución.
Períodos | ||||
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1977 a 1984 | 1984 a 1998 | 1998 a 2004 | 2004 a 2012 | |
PIB per cápita | 0.1 | 0.8 | 1.4 | 1.3 |
Ing. monetario por hogar | -1.0 | -0.1 | 2.7 | -0.5 |
Ing. monetario per cápita | 0.3 | 1.1 | 3.7 | 0.5 |
Ing. monetario por perceptor | -0.8 | -1.1 | 0.8 | -2.5 |
Fuente: cálculos propios basados en datos del INEGI y CONAPO
Cabe señalar que esta relación no es directa. Está mediada por una serie de procesos que intervienen en la manera como fluyen los recursos macroeconómicos a los hogares. Entre estos factores se destacan: (i) la distribución del PIB entre las empresas, el gobierno y los hogares, distribución que varía de año en año (ii) las ENIGH adolecen de sub-declaración, es decir, algunos sectores de la población entrevistada declaran menos ingresos que los que realmente perciben, mientras que hay sectores sociales que no salen sorteados o no responden los cuestionarios4, y (iii) entre el PIB y el ingreso monetario per cápita media la dinámica demográfica que rige la evolución del tamaño de los hogares, además de los procesos ya descritos en (i) y (ii). En cuanto a los vínculos entre el PIB y el ingreso por perceptor no sólo intervienen los factores señalados en los puntos anteriores sino también las transferencias entre hogares, el uso que los hogares hacen de su fuerza de trabajo y las composición y evolución por edad y sexo de los miembros de los grupos domésticos.
De las cifras de la Tabla 4 hay que destacar la menguada dinámica económica que ha caracterizado al país en los siete lustros transcurridos entre 1977 y 2012; entre los años 1998 y 2004 tuvo lugar el ritmo más elevado de crecimiento económico del período, pero apenas alcanzó el 1.4 por ciento, lo que se tradujo en que solo en ese lapso de tiempo los ingresos monetarios por hogar y por perceptor exhibieran tasas positivas.
Además, cabe señalar que la participación del trabajo en el PIB ha tenido un comportamiento decreciente a partir de 1976 cuando representaba un poco más del 40%. Para 2012 la participación baja a un 27% (Samaniego, 2014: 56-57).5
La evolución del ingreso de los hogares sintetiza, (i) la tendencia a la disminución del número de miembros a lo largo del tiempo (ii) la utilización más intensa de su fuerza de trabajo (iii) retribuciones laborales más exiguas y (iv) que la parte del PIB que queda en mano de la fuerza de trabajo es cada vez más pequeña. Ante este panorama, cabe preguntarse cómo, durante este periodo que incluye un cambio en el modelo económico y una serie de crisis económicas, se distribuyeron los ingresos monetarios entre los hogares.
2. Los cambios en la distribución del ingreso
La crisis económica de 1982 originada por la deuda externa, y la política de estabilización y ajuste que se aplicó bajo las normas del Fondo Monetario Internacional (Cortés, F. 2000a: 18) se tradujeron en una disminución de los ingresos monetarios de los hogares en 1984 en comparación con 1977. Sin embargo, la caída no afectó por igual a todas las unidades domésticas. Los cuadros 1, 2 y 3 muestran que entre esos años los cinco deciles inferiores aumentaron sus ingresos ya sean por hogar, per cápita o por perceptor. En el otro extremo, en la parte superior de la pirámide, mientras más cerca de la cúspide se encontraban estos deciles experimentaron mayores pérdidas. Las diferentes variaciones en el tiempo de los ingresos monetarios de los deciles provocaron alteraciones en sus participaciones relativas. Las participaciones relativas de los deciles en cada uno de los años, así como sus cambios, se pueden observar en la Tabla 5.
Deciles de hogares ordenados según ingreso monetario per cápita |
Años | ||||
---|---|---|---|---|---|
1977 | 1984 | 1998 | 2004 | 2012 | |
I | 0.010 | 0.013 | 0.009 | 0.013 | 0.012 |
II | 0.020 | 0.026 | 0.020 | 0.026 | 0.025 |
III | 0.031 | 0.036 | 0.030 | 0.036 | 0.035 |
IV | 0.038 | 0.046 | 0.041 | 0.045 | 0.045 |
V | 0.052 | 0.058 | 0.052 | 0.056 | 0.056 |
VI | 0.066 | 0.073 | 0.065 | 0.068 | 0.068 |
VII | 0.085 | 0.092 | 0.082 | 0.086 | 0.085 |
VIII | 0.115 | 0.120 | 0.109 | 0.111 | 0.110 |
IX | 0.169 | 0.168 | 0.161 | 0.159 | 0.157 |
X | 0.414 | 0.368 | 0.432 | 0.400 | 0.409 |
Total | 1.000 | 1.000 | 1.000 | 1.000 | 1.000 |
Fuente: INEGI: ENIGH 1984, 1998, 2004 y 2012 y Secretaría de Programación y Presupuesto ENIGH, 1977
El noveno y décimo deciles fueron los únicos que disminuyeron su participación relativa. Sus tasas de crecimiento del ingreso no sólo estuvieron por debajo de la tasa promedio, sino que también fueron negativas (Figura 1).
El cambio en la distribución fue de tal magnitud que un hogar del décimo decil, en el año 1977 disponía de un ingreso monetario 25 veces superior a uno del primero, y en 1984 dicha relación se redujo a 14.4 veces (Tabla 6). La caída de las diferencias también fue acentuada en los ingresos per cápita y por perceptor.
Años | |||||
---|---|---|---|---|---|
1977 | 1984 | 1998 | 2004 | 2012 | |
Relación Ingreso Monetario del X respecto al I decil | |||||
Ingreso monetario | 41.4 | 27.5 | 47.6 | 31.8 | 33.2 |
Ingreso monetario por hogar | 25.0 | 14.4 | 28.0 | 19.1 | 20.2 |
Ingreso monetario per cápita | 41.8 | 27.5 | 47.8 | 31.8 | 33.4 |
Ingreso monetario por perceptor | 17.7 | 12.0 | 26.1 | 22.9 | 27.1 |
Fuente: INEGI: ENIGH 1984, 1998, 2004 y 2012 y Secretaría de Programación y Presupuesto ENIGH, 1977.
En el año 1998, a más de una década de transitar por reformas estructurales que privilegian el libre tránsito de los bienes y en pleno proceso de recuperación económica después de la crisis de 1994/5, la participación relativa del décimo decil se eleva notablemente, supera los niveles alcanzados en 1977, mientras que se redujeron los ingresos por hogar y por perceptor de los nueve deciles restantes. Los cambios en las participaciones relativas entre 1984 y 1998 son una imagen en espejo de las observadas entre los años 1977 y 1984. Sólo los deciles de ingreso per cápita muestran una leve mejoría del cuarto al noveno deciles (Tabla 2), ello es reflejo de la disminución en el tamaño de los hogares originados por los procesos demográficos de disolución de uniones que conduce a un aumento vertiginoso en el número de hogares por encima del crecimiento de la población6 (Rubalcava, R.M. 2002: 21). Estos cambios se reflejan con toda nitidez en la Figura 2 en que sólo el décimo decil tuvo un crecimiento de sus ingresos por encima del promedio.
La relación entre los ingresos monetarios por hogar del décimo y el primer decil se elevó de 27.5 en 1984 a 47.6 veces en 1998, cifra que marca la máxima disparidad observada en el período de los ingresos de los hogares que más tienen con respecto a los que con menos recursos monetarios cuentan. Lo mismo acontece con los ingresos per cápita y por perceptor, aunque en este último caso debe señalarse que se registró un repunte en el año 2012.
En el año 2004 el nuevo modelo económico ya llevaba operando alrededor de dos décadas. En esa fecha el ingreso monetario por hogar alcanzó el máximo valor en el período del estudio; si bien todos ellos contaron con más recursos monetarios, en los deciles inferiores tendieron a subir relativamente más que los restantes (ver Figura 3). Este resultado parece echar agua al molino de quienes han sostenido que los modelos económicos que priorizan el papel del mercado sobre el estado, no necesariamente “causan” o traen aparejados mayores niveles de desigualdad, o como también se ha manejado, que las reformas estructurales comienzan a dar resultado. Como se verá en la siguiente sección, no hay suficientes elementos para argumentar que la tendencia de la desigualdad de ingreso entre hogares presente una disminución tendencial.
Finalmente, en los ocho años que median entre 2004 y 2012 ocurrió la crisis inmobiliaria de los Estados Unidos (cuyo inicio se puede fechar en 2008) y el alza desmedida en los precios internacionales de los alimentos (a partir de 2007). A pesar de esto el PIB per cápita se elevó a una tasa anual 1.3%. El aumento en este período se debió a que la economía del país creció desde 2004 hasta 2007, de modo que la abrupta caída provocada por la crisis inmobiliaria se encuentra amortiguada en la medición del PIB entre los años 2004 a 2012.
Sin embargo, el crecimiento económico no se reflejó directamente en el ingreso de los hogares ya que la distribución funcional del ingreso no favoreció a los hogares (Tabla 4) (Samaniego, 2014), a pesar de ello tuvieron ganancias que los ponen en niveles de los más elevados del período, por arriba de los 10 mil pesos (pesos constantes de 2012).
Las variaciones experimentadas por los ingresos de los deciles fueron relativamente pequeñas (Figura 4) con una leve tendencia a que los sectores sociales más desfavorecidos sufran pérdidas pequeñas y el décimo la ganancia más marcada, aunque dicha ganancia estuvo lejos de acercarse a la proporción del ingreso que alcanzaron en 1998 de 0.43. Estos movimientos se sintetizan en la relación de ingreso entre el décimo y el primer decil, relación que volvió a elevarse, pero moderadamente (Tabla 6).
En resumen, la participación relativa de los deciles inferiores en la distribución del ingreso monetario en el lapso 1977-1984 fue adversa para los hogares del décimo decil y favorable para los nueve restantes, aunque la diferencia es mayor en los más bajos. Entre 1984 y 1998 la situación fue inversa, la ganancia relativa del décimo decil fue la más alta del período analizado y las mayores pérdidas relativas las sufrieron los hogares más pobres. Aun cuando en el año 2004 el décimo decil sigue manteniendo una participación relativa elevada en la distribución del ingreso, los inferiores tuvieron las ganancias más marcadas. En el lapso 2004 a 2012 los cambios en las participaciones relativas fueron relativamente menores.
3. La evolución de la desigualdad en la distribución del ingreso
El análisis de los cambios en la distribución del ingreso a lo largo de las dos y media últimas décadas, dan pie para formarse una idea de la evolución de las participaciones de los deciles en un contexto de cambio de modelo económico y recurrentes recesiones. Para complementar esta información se agregan algunas medidas resumen que permiten saber si la desigualdad en la distribución del ingreso aumentó, se mantuvo o disminuyó.
En la Tabla 7 se incluyen tres coeficientes de desigualdad (índices de Gini, Theil y varianza de los logaritmos) y tres conceptos de ingreso monetario (de los hogares, per cápita y por perceptor).
Conceptos de ingreso | Años | ||||
---|---|---|---|---|---|
1977 | 1984 | 1998 | 2004 | 2012 | |
Índices de desigualdad, Ingreso monetario | |||||
Coeficiente de Gini | 0.518 | 0.464 | 0.519 | 0.492 | 0.501 |
Coeficiente de Theil | 0.526 | 0.382 | 0.531 | 0.482 | 0.478 |
Varianza de los logaritmos | 1.148 | 0.888 | 1.057 | 0.939 | 0.982 |
|
|||||
Índices de desigualdad, Ingreso monetario per cápita | |||||
Coeficiente de Gini | 0.567 | 0.508 | 0.576 | 0.540 | 0.550 |
Coeficiente de Theil | 0.642 | 0.498 | 0.754 | 0.681 | 0.643 |
Varianza de los logaritmos | 1.204 | 0.929 | 1.149 | 0.957 | 1.008 |
|
|||||
Índices de desigualdad, Ingreso monetario. por perceptor | |||||
Coeficiente de Gini | 0.497 | 0.465 | 0.538 | 0.517 | 0.528 |
Coeficiente de Theil | 0.455 | 0.419 | 0.613 | 0.582 | 0.563 |
Varianza de los logaritmos | 1.036 | 0.808 | 1.038 | 0.960 | 1.022 |
Fuente: INEGI: ENIGH 1984, 1998, 2004 y 2012 y Secretaría de Programación y Presupuesto ENIGH, 1977.
Las diferencias entre los coeficientes radican en las funciones matemáticas que se emplean para medir la desigualdad. A pesar de que hay varias formas de definir el índice Gini, originalmente su propio autor lo conceptuó como el promedio de las discrepancias de ingreso estandarizadas por el ingreso medio (Gini, C., 1934: 161 a 166). Theil, H. (1972: 99 a 109) utilizó el concepto de entropía para medirla. Medida que se finca en el logaritmo de la relación entre la participación de cada hogar en el total del ingreso con respecto a la proporción que representa cada hogar en el total de hogares. La varianza de los logaritmos, como su nombre lo indica, computa la variabilidad del logaritmo del ingreso. Los resultados que se presentan en el cuadro dependen del coeficiente que se utilice, así como de las variables que se utilicen.
De estos coeficientes de desigualdad, el más utilizado es el índice de Gini que satisface la mayoría de los criterios estadísticos que suelen exigirse a las buenas medidas de desigualdad (Cortés, F y R. M. Rubalcava, 1982: 25 a 33), por esa razón el análisis que sigue privilegiará el índice de Gini. Sin embargo, las regularidades que se desprenden de la información de la tabla si bien marcan algunas tendencias generales comunes, no son totalmente similares, de hecho, presentan algunas diferencias.
La menor desigualdad, se observó en 1984 y los valores más altos correspondieron al año 1988, sea cual sea el índice de desigualdad utilizado; con posterioridad a esta fecha los niveles se mantuvieron elevados, con variaciones menores, la mayor parte de ellas estadísticamente no significativas (Cortés, F. 2012: 140 a 145).
Por otra parte, el ingreso monetario per cápita tuvo, de acuerdo con el índice de Gini, los mayores niveles de desigualdad en todo el período. Esto se debe a que los hogares con menores ingresos suelen tener más miembros; al “controlar” por el tamaño del hogar aumenta la dispersión. La desigualdad del ingreso monetario de los hogares es superior a la del ingreso por perceptor sólo en 1977, en 1984 son similares y a partir de esa fecha la desigualdad del ingreso monetario por perceptor es mayor que la del ingreso monetario de los hogares. La explicación de este comportamiento requeriría un análisis más detallado ya que las contribuciones de los perceptores a la conformación del ingreso monetario del hogar a lo largo del período no sólo dependen de la dinámica del pago que obtiene cada miembro del hogar, sino también de la variación en el tiempo de la disponibilidad de fuerza de trabajo y del uso diferencial que hacen de ella los hogares en los distintos períodos de análisis.
4. Discusión de los resultados
El estudio de largo plazo de la distribución del ingreso, tomando como punto de inicio la década de los sesenta ha llevado a concluir que durante la época del modelo estabilizador la desigualdad disminuyó lenta pero persistentemente y que la distribución del ingreso en el año de 1984 alcanzó el menor nivel de esa época (Cortés, F. 2013). Durante los años en que imperaba el modelo de desarrollo estabilizador dicha tendencia fue consistente con la necesidad de ampliar el mercado interno, alimentada además por razones ideológicas que se remontan al origen del estado donde una revolución popular buscó reducir la desigualdad económica (Tello, 2010: 153 a 186). El lento y pausado ritmo en la dirección de mayor equidad se hace inteligible por la “dependencia estructural al capital” (Przeworski y Wallerstein, 1988): la gradual reducción de la desigualdad en la distribución del ingreso debía llevarse a cabo de modo de no afectar el ahorro y la inversión.
A primera vista pareciera que la política de estabilización y ajuste, que se aplicó a partir de 1982 para neutralizar los efectos de la crisis, aún en lo que podría denominarse la época del estado benefactor, buscaba proteger los sectores sociales de menores recursos, de modo que el costo del ajuste económico lo pagaran los sectores de mayores ingresos.
Sin embargo, la resultante de los varios procesos desencadenados por las medidas de política económica puestas en práctica redujo a la vez los ingresos y las oportunidades laborales de los sectores urbanos, y llevaron a la movilización de la fuerza de trabajo potencial que disponían los sectores sociales económicamente menos favorecidos. Si bien los hogares se vieron en duros aprietos para conseguir los bienes y servicios necesarios para la reproducción tuvieron la oportunidad de emprender actividades no estructuradas. El sector informal urbano fue la válvula de escape para la realización de la energía productiva de los trabajadores potenciales (Cortés, F. 2000b: cap. 3).
La situación en el entorno de la crisis 1982 fue muy distinta para los sectores rurales. Como se observó en la gráfica 1, los deciles inferiores de la distribución de ingreso, principalmente hogares agrícolas, presentaran mayores tasas de crecimiento. Cuando el resto de la economía estaba contraída la agricultura creció a 2.0, 2.7 y 3.8% anual en los años 1983, 1984 y 1985 respectivamente. La política de realineación de los precios internos a los internacionales mejoró los precios relativos de los productos agrícolas incluyendo el maíz. Este movimiento de precios favorable a la economía de los hogares agrícolas (incluidos los campesinos) fue reforzado por buenas condiciones climatológicas (Lustig, N., 1994:105).
A raíz de la crisis de la deuda se aplicó una política ortodoxa de austeridad y ajuste, que favoreció a las actividades agrícolas y golpeó al resto de los sectores económicos y, a su vez, creó las condiciones para que algunos hogares urbanos reaccionaran de modos diversos; unos modificaron la canasta de consumo para evitar caídas drásticas en sus niveles de bienestar (Tuirán, R., 1993: 126 a 129) y otros, en particular los pobres, realizaron su fuerza de trabajo donde pudieron, ya sea en el sector formal o informal en defensa de sus precarias condiciones de vida (Selby, et al. 1990; Cortés y Rubalcava, 1991; Auyero, 2001; Feijoó, 2001; González de la Rocha y Grinspun, 2001; Saraví, 2004).
La crisis de 1982 marca la finalización del modelo de desarrollo estabilizador. La ENIGH de 1984 es el último registro de los intentos emprendidos por el gobierno mexicano por estabilizarlo. A partir del segundo quinquenio fue reemplazado por un modelo económico ortodoxo.
Es así como el período 1984 a 1998 fue testigo de un cambio radical en la orientación del modelo económico que implicó una alteración sustancial en la racionalidad de la política pública: el abandono de la racionalidad sustantiva, que privilegia la definición de valores, acuerdos sociales y modelos de justicia social, para dar lugar a la racionalidad instrumental que desarticula el mundo social para concentrarse en la eficacia y eficiencia en términos económicos (Banegas, 2014). Desde mediados de la década de los ochenta se han venido aplicando algunas de las medidas de “cambio estructural” impulsadas por el Consenso de Washington: apertura comercial, disciplina fiscal, privatización, eliminación de las barreras a la inversión extranjera directa, tasas de cambio y de interés determinadas por el mercado (Williamson, 1990).7 A pesar de la aplicación de la mayoría de estas medidas, la economía no toma un curso de desarrollo sostenido con las tasas de crecimiento esperadas.
La falta de dinamismo del “nuevo modelo económico” ha dado pie a una corriente crítica que clama por sustituirlo. Paradójicamente, los defensores del modelo en lugar evaluarlo de acuerdo con las normas metodológicas del proceder científico, argumentan que el precario crecimiento económico se debe a que no se han completado las reformas de primera generación, que no se han emprendido las reformas de segunda generación: (modernización de la infraestructura institucional y del sector financiero) ni las de tercera generación (redistribución del ingreso a través del sistema impositivo y del acceso de los pobres a los activos -educación, tierra, microcréditos, hacer viables pequeños emprendimientos económicos- que les permitan vender lo que otros quieren comprar) (Williamson, 2003: 13-18).8
La idea central detrás del conjunto de medidas que caracteriza a las políticas de reforma o ajuste estructural consiste en basar el crecimiento económico en la asignación de recursos por el mercado, que los precios reflejen la escasez o abundancia de bienes y servicios y que las decisiones se tomen de acuerdo a la rentabilidad económica en el marco de las ventajas comparativas de los países (Rodríguez, J., 1995:3).
Hay que notar que más mercado conlleva a menos estado. Tómense una a una las medidas propuestas por el Consenso de Washington y se hace evidente que todas tienden a disminuir, si no, a eliminar la participación económica que había alcanzado el estado benefactor en el pasado reciente. La idea es simple; el mercado es el único mecanismo de asignación eficiente de los recursos. Cualquier interferencia en su accionar aleja al sistema del equilibrio que maximiza el bienestar social. Por ello el estado debe tener una participación económica mínima que sólo se justifica en términos de mejor regulación en lugar de más regulación y cuando el funcionamiento libre del mercado crea problemas sociales agudos, que podrían, eventualmente, poner en peligro la estabilidad política. Esta posición desató una nutrida discusión conceptual, la controversia calificada como “disputa por la nación” se refería al peso que debían tener los elementos que conforman la relación estado/mercado (Cordera, R. y C. Tello, 2010: 28 y 29).
En síntesis, los grandes cambios que implica esta nueva orientación económica son: (i) el estado debe jugar un papel reducido respecto al mercado y (ii) se acaba la protección a los productores locales; los mercados internos se abren a la competencia externa.
Una vez que se instaura el proceso de liberalización económica, la desigualdad en la distribución del ingreso alcanza los niveles más elevados del período, mayores aún que los de 1977, impulsada por la ganancia relativa y absoluta de ingresos del décimo decil en contra de los nueve restantes (ver Tabla 7).
La explicación sobre la relación entre las políticas de reforma estructural y el aumento en la concentración del ingreso no ha llegado a conclusiones inequívocas y aún es tema de debate en la academia. En la década de los noventa se ha planteado la hipótesis de que habría una relación causal entre ambos fenómenos (Berry A., 1997: 3). Esta idea desató una polémica que involucró tanto su fundamentación teórica como su base empírica (Altimir, O., 1994: 17; Fiszbein, A. y Psacharopoulos, G., 1995: 73). En los últimos tiempos hubo un rebrote de esta discusión a raíz de un libro, con amplias reverberaciones en los medios, que sostuvo la discutible hipótesis de que a inicios del siglo XXI América Latina tomaba el sendero de disminución de la desigualdad en la distribución del ingreso (López Calva, L. F. y N. Lustig, 2012).
Entre los años 1998 y 2004 la economía mexicana tuvo su mayor dinamismo con una tasa de crecimiento del PIB per cápita apenas del 1.4 anual. En este período aumentaron los ingresos monetarios de todos los deciles, aunque los inferiores lo hicieron más acentuadamente (Tablas 1, 2 y 3), y cuyo resumen se encuentra en la Figura 3. La consecuencia es que las participaciones relativas de los tres primeros deciles son las más elevadas de todo el período bajo análisis, exceptuando la del primero en 1998. Debido a estos cambios las relaciones de ingresos entre el décimo y el primer decil volvieron a reducirse, aunque moderadamente, sin alcanzar los niveles observados en 1984 (Tabla 6).
La caída que experimentó la desigualdad en esta fase (desde el año 1998 a 2004) no se puede asociar a nuevos cambios estructurales al nivel macroeconómico, como lo fueron las reformas de los ochenta y noventa. Aún más, el gobierno que asumió el poder en el año 2000, aunque de diferente signo político que el que había gobernado el país por setenta años, se propuso, sin éxito, completar las reformas de primera generación, pero fue derrotado en la arena política al intentar llevar a cabo las reformas laboral y hacendaria, concretadas recién por la administración que tuvo el poder ejecutivo en el período 2012 a 2018.
La reducción en la inequidad entre 1998 y el año 2004, se materializa en un medio conformado por una constelación de procesos macro y micro sociales, enmarcados por el aumento de la relación del gasto social al PIB que ha pasado de 6 por ciento en 1990 al 11 por ciento en 2010 (CEPAL, 2014), y por la nueva política social que ha privilegiado la focalización y la condicionalidad de las transferencias monetarias entregadas por los programas sociales, donde destaca el Programa Oportunidades, en 2014 renombrado Prospera, que había empezado a operar en 1997 bajo el acrónimo PROGRESA y que en 1997 había incorporado sólo 300 mil familias, al año siguiente pasó a atender 1.6 millones, para en 2004 llegó a incluir 5 millones de familias, alcanzando en 2012, 6.5 millones de familias (Gobierno Federal, 2012: 24). Es decir, la cobertura del Programa en 1998 no alcanzaba a un decil de hogares y llegó a 2.4 deciles en 2004.
La combinación del volumen creciente de dinero que debió asignarse al aumentar la cobertura, combinado con un esquema de focalización eficaz, tuvo éxito en canalizar los recursos preferentemente a los tres deciles inferiores, lo que provocó que sus participaciones relativas crecieran relativamente más que el resto y por lo tanto la desigualdad en la distribución del ingreso disminuyera.
Por último, en el último período 2004 a 2012, el modelo económico y la política social siguieron su curso sin modificaciones, el saldo de las variaciones en la distribución del ingreso entre ambos años fueron pequeñas, a pesar que este período fue atravesado por la crisis inmobiliaria y el alza en los precios de los alimentos en el mercado internacional, pero los efectos de estos problemas económicos fueron compensados por los buenos años que vivió la economía mexicana en los años previos a la gran crisis. De 2004 a 2012 el PIB per cápita creció al 1.3% anual en promedio y los ingresos monetarios por hogar disminuyeron levemente. Las participaciones de los primeros nueve deciles en el ingreso monetario experimentaron una leve caída y el décimo un alza de casi 0.9 puntos porcentuales, lo que a su vez se presenta como una relativa estabilidad de los índices de desigualdad.
VI. Conclusiones
En este trabajo se analizó la distribución por deciles del ingreso monetario para los hogares y el comportamiento de la desigualdad para el periodo 1977 a 2012. Este periodo abarca el final del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, los años en que se implementan políticas de ajuste y la entrada en vigor del modelo económico de liberación de mercados. Además, estos años comprenden tres períodos de recesión económica.
El punto de partida fue ir más allá de relacionar el comportamiento de la desigualdad de ingreso con el crecimiento económico. Lo que se muestra es que las posibles explicaciones sobre el comportamiento de estos dos procesos están mediadas tanto por otros factores --demanda de empleo, crecimiento poblacional y tamaño del hogar, número promedio de perceptores por hogar, y políticas sociales con transferencias monetarias para los primeros deciles -así como por los indicadores que se utilicen. Explicitar lo anterior es relevante a la luz de recientes investigaciones que relacionan una posible caída de la desigualdad a la implementación exitosa de las reformas estructurales sin tomar en cuenta la experiencia anterior -de menor desigualdad bajo un modelo económico volcado al mercado interno-, o la dinámica del ingreso monetario durante el período.
Para el periodo 1977 a 1984, fin del modelo estabilizador y principio de las políticas de ajuste, se observan los índices de desigualdad más bajos. En términos relativos, el décimo decil disminuye su participación mientras que en resto aumenta. Durante este periodo se pone fin al estado benefactor, garante de la ciudadanía social para enfatizar el papel del estado como árbitro entre el mercado y la sociedad.
En el lapso de 1984 a 1998 se aprecia una situación inversa al periodo anterior. Se observa al final del periodo los indicadores de desigualdad más elevados, y aumentos significativos en la participación del décimo decil, mientras que el resto tienen las mayores pérdidas relativas. Son años marcados por una recesión económica aguda, originada dentro del país (1994/95), y por la entrada en marcha, aunque de forma parcial de las reformas estructurales. El aumento en el ingreso monetario por perceptor para los primeros deciles es congruente con los hallazgos de otras investigaciones que han mostrado que en tiempos adversos los hogares utilizan la fuerza de trabajo potencial -aunque principalmente en trabajos del sector informal.
Los primeros cuatro años del siglo XXI marcan un comportamiento estable de la desigualdad y el auge de la política social de transferencias monetarias condicionadas. Esto puede explicar que los primeros deciles de ingreso muestren ganancias más marcadas, aunque el décimo decil mantiene una participación relativa mucho mayor a la reportada en 1984.
En el último periodo, 2004 a 2012, se experimenta un crecimiento del PIB per cápita de 1.3% anual, la desigualdad sigue alta y con cambios no estadísticamente significativos, y se mantiene el modelo económico y la política social. Ante el argumento de que las reformas estructurales están dando los resultados esperados debido a una disminución de la desigualdad, se observa que mientras el décimo decil recupera su participación relativa, el resto de los deciles experimenta una leve caída.
La importancia de estudiar el ingreso monetario por deciles de hogar radica en que se lleva la discusión hacia las características y comportamiento de los deciles. Si bien, este no fue el objeto principal de análisis del texto, el analizar el ingreso monetario total, el ingreso monetario per cápita y el ingreso monetario por perceptor para los deciles permitió relacionar los resultados con otras investigaciones en la materia. Con esto es posible profundizar el análisis incorporando los cambios en la distribución del ingreso monetario y la evolución de la desigualdad.