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Economía UNAM
versión impresa ISSN 1665-952X
Economía UNAM vol.6 no.16 Ciudad de México ene./abr. 2009
La crisis, el empleo y los salarios en México
Crisis, employment and wages in Mexico
Norma Samaniego
Economista por la UNAM, <nsamaniego@prodigy.net.mx>
Resumen
El mundo está viviendo una crisis económica global cuyas manifestaciones se han ido desdoblando en cámara lenta, ampliando su dimensión y profundizando sus efectos hasta situaciones que tan sólo hace unos meses no imaginábamos. Las primeras reacciones de subestimación de la evidencia y respuesta dubitativa fueron rebasadas por un proceso de deterioro profundo y acelerado en el empleo, que abarca también a los ingresos de la población y que aún no toca fondo. La autora analiza las razones por las que el impacto en el empleo podrá ser más severo que en crisis anteriores y propone acciones de carácter urgente frente a esta difícil coyuntura. Asimismo, plantea la necesidad de emprender una reflexión profunda enmarcada en una visión de futuro. Ella reta a pensar qué va a sustituir a los actuales ingresos del petróleo y los empleos de la maquila tradicional basada en mano de obra barata y a repensar los empleos del futuro de México.
Abstract
The world is living a deep global economic crisis whose expressions have been unfolding in slow motion, amplifying their dimension and deepening its effects into situations that a few months ago were unimaginable. The first reactions, that underestimated the evidence, were exceeded by a process of accelerated employment deterioration that also embraced a fall in population income, which has not yet touched bottom. The author analyzes the reasons for which the present impact on employment could be more severe than in previous crises and proposes urgent actions to meet this difficult juncture. Also, she raises the necessity for a deep reflection, framed in a vision of the country's future. She challenges to think what will replace the present petroleum income and jobs in traditional assembly industries, based on cheap manual labor, and to rethink the employment of the future in Mexico.
Estamos viviendo la crisis económica global más severa que hayamos conocido en toda una generación. Aún nos encontramos en medio de la tormenta. Sus manifestaciones se han ido desdoblando en cámara lenta, ampliando su dimensión y ólo unos meses no imaginábamos.
Algunas reflexiones que sacamos de las primeras manifestaciones de esta experiencia son: Primera. Los esquemas de alerta temprana no funcionaron o fueron inexistentes. A pesar de que los primeros síntomas empezaron a manifestarse desde el otoño de 2007 en el ámbito financiero, pasaron prácticamente inadvertidos. Los organismos internacionales, los bancos centrales, la academia y los estadistas estaban más concentrados en la dramática elevación de los precios del petróleo y de los productos primarios.
En los centros de poder económico mundial se vivía una orgía de especulación. El crédito hipotecario se regalaba sin atender a la capacidad de pago, apoyado por el alza continua de los bienes raíces y por las prácticas de empaquetar los créditos y revenderlos a terceros en instrumentos financieros complejos que se distribuyeron por todo el mundo. Al frenarse el mercado inmobiliario y hacerse exigibles los créditos, muchos deudores no pudieron seguirse refinanciando y sobrevinieron los embargos en números crecientes, las instituciones de financiamiento hipotecario, que estaban fuertemente apalancadas, se vieron amenazadas con la quiebra y sobrevino la debacle financiera.
Una segunda reflexión es que aún después de las primeras quiebras, se subestimó la magnitud de la crisis. Se pensaba que era un problema local, con efectos que podrían contenerse con las medidas financieras usuales en caso de "burbujas". No fue así, sin embargo. En octubre pasado la bolsa de valores de Nueva York registró su peor caída en muchos años, arrastrando a su paso a las bolsas de todo el mundo.
En los países emergentes se creía que esta vez, al no haberse originado el problema en sus áreas y estar las economías blindadas, luego de las tristes experiencias del pasado, la crisis no los tocaría o sólo ligeramente.
Pero el descontrol financiero siguió. Wall Street perdió en dos meses 40% de su valor. El pánico empezó a cundir y a arrastrar a su paso a acciones de empresas que aparentemente poco tenían que ver con el problema de los créditos hipotecarios que habían originado el desastre. Empresas, inversionistas privados y fondos de retiro vieron esfumarse sus activos en unos cuantos días. Era urgente en ese momento tomar medidas para detener el problema, estabilizar los mercados y evitar un contagio mayor.
La tercera lección es que la respuesta en el centro de poder fue lenta y dubitativa. Esto podría atribuirse a tres causas:
• Por una parte, en medio de una campaña electoral reñida, el gobierno del Presidente Bush se vio temeroso tanto en reconocer la magnitud del problema, como en tomar medidas drásticas que el caso ameritaba y que cuestionaban los férreos principios que ha enarbolado el partido en el poder de la no intervención del Estado, la mano invisible del mercado y la desgregulación en extremo.
• Una segunda razón es que Estados Unidos como centro de poder y poseedor de la moneda de reserva del mundo históricamente no se ha visto forzado, como la mayoría de los países, al rigor de corregir sus desequilibrios financieros. Ya lo decía Jacques Rueff, asesor de De Gaulle, que Estados Unidos gracias a su moneda de reserva, que garantiza el financiamiento permanente del resto del mundo, ha descubierto el secreto del "déficit sin lágrimas".
• Una tercera explicación es que en algunos medios del ámbito político no se tenía conciencia plena del fuerte vínculo que hay entre la economía financiera y la economía real y cuando se discutía el paquete de rescate financiero en el Congreso había una cerrada oposición a salvar a Wall Street en lugar de salvar a Main Street.
La cuarta lección es que el contagio global fue inmediato. Los países europeos se vieron obligados a tomar medidas sin precedente y fue la presión de la Unión Europea lo que obligó a Estados Unidos a inyectar capital del Estado en la banca, contra toda la defensa acérrima del libre mercado del gobierno anterior y a convocar a una primera reunión del G20 en diciembre pasado para abordar el tema de la crisis financiera.
Hasta sus últimos días en el poder, el gobierno del entonces Presidente George Bush se negó a emprender algo que se asemejara a un programa contra cíclico de estímulo a la economía, como el que se ha propuesto el Presidente Obama y como los que han empezado a poner en práctica otros países. Fue la presión internacional la que está convocando al G20 a emprender regulaciones internacionales serias sobre la multitud de instituciones e instrumentos complejos que se han desarrollado al amparo de la ausencia absoluta de supervisión internacional y a repensar el actual orden financiero mundial, muchos de cuyos principios surgidos en la etapa de la posguerra ya no son vigentes hoy.
La quinta lección es que las economías emergentes, pese a no ser esta vez las causantes de este descalabro, nuevamente han tenido que pagar los platos rotos. El pánico de los ahorradores nuevamente ha ahuyentado los capitales de los mercados emergentes, subiendo el grado de riesgo de la deuda soberana de estos países, encareciendo el crédito externo y haciéndolo más escaso. Por otra parte, muchas de nuestras empresas que habían adquirido derivados vinculados al dólar se vieron súbitamente en problemas al registrarse presiones intempestivas contra el tipo de cambio.
De todo lo anterior podemos hacer las siguientes deducciones en lo tocante al impacto global de la crisis en el empleo y los salarios:
Primera. La crisis financiera ha ocasionado un fuerte impacto en la economía real en todo el mundo. A los desplomes de las bolsas de valores han seguido las noticias de la reversión o fuerte declinación de las tasas de crecimiento en todo el mundo de manera inmediata. Las teorías del "desacoplamiento" que preveían que las economías emergentes podrían aislarse de los efectos de esta crisis, se vinieron por tierra. Esta vez la acentuada baja en los pronósticos de crecimiento para 2009 toca también a las economías emergentes. Para nuestro país, las estimaciones oficiales más optimistas, que hasta hace unos días todavía preveían un crecimiento nulo para 2009, se han visto rebasadas por nuevas estimaciones de organismos financieros, instituciones internacionales y aún del banco central que lo sitúan en un rango negativo que lo lleva de -0.8 a -1.8%. El Fondo Monetario Internacional y la Comisión Económica para América Latina pronostican para México la tasa más baja de esta región.
Segunda: la pérdida de empleos se ha constituido en el indicador central para medir la recesión a nivel mundial. En Estados Unidos, el epicentro de la crisis, cuando la quiebra de Lehman Brothers y la caída abrupta de las bolsas sacudió al mundo hacia octubre de 2008, los analistas debatían en qué momento entraría ese país en recesión (tomando la definición común de dos trimestres consecutivos de caída en el Producto Interno Bruto). Sin embargo, a principios de diciembre pasado, el National Bureau of Economic Research (NBER), entidad encargada de definir los "picos" del ciclo económico (puntos en que un auge se convierte en recesión) determinó que el último pico en la actividad económica de ese país había ocurrido en diciembre de 2007, marcando así el fin de un período de expansión que había empezado en noviembre de 2001 y había durado 73 meses. Es decir, que la recesión había empezado ya desde diciembre de 2007.1(gráfica 1).
Por otra parte, en México la contracción del empleo esta vez tenderá a ser más severa que en crisis pasadas. ¿Por é? Por tres razones básicas:
a) A diferencia de la crisis de 1995, en este caso no habrá una demanda externa sólida que impulse fuertemente nuestras exportaciones, genere empleos crecientes en el sector manufacturero exportador y nos ayude a superar rápidamente la caída. Tampoco podremos confiarnos a la fuerza del mercado interno para atenuar la pérdida de empleos del sector exportador como sucedió en la recesión de 2001-2003, vinculada a la contracción de la actividad industrial en Estados Unidos. En esta ocasión se dan al unísono ambos efectos: caída de la demanda interna y el desplome de las exportaciones.(gráfica 2).
b) El cierre de una de las válvulas de escape: una de las salidas al problema del empleo en años recientes ha sido la fuerte emigración de trabajadores al mercado laboral de Estados Unidos. Esta opción ya se ha empezado a ver obstruida por el cierre de oportunidades en aquel país, que ofrece un panorama incierto para los migrantes. Aún cuando los estudiosos de este tema no han encontrado signos de un retorno masivo, diversas fuentes han documentado un flujo menor de migrantes hacia Estados Unidos en los últimos tres años, lo que coincide con la fuerte caída en el empleo en sectores como la construcción, o la manufactura de alimentos, que son sectores clave en ese país para los migrantes (Alarcón, Cruz, et al.). De hecho, el Consejo Nacional de Población (Conapo) estima que el flujo se ha venido reduciendo y en 2007 era de cerca de 387 000 personas, casi 200 000 menos que en los primeros años de década.
c) A diferencia de pasadas crisis, como la de 1982 en la que el impacto laboral se inclinó más bien por el lado del recorte severo de los salarios reales que por el de caídas netas en el empleo formal, desde que el país ha vivido épocas de inflación más moderada, las caídas de la actividad económica tienen un impacto directo e inmediato en el empleo.
Como se observa en la gráfica siguiente, la crisis de 1982 y el período de fuerte inflación que le siguió hasta 1987 se reflejó más en un muy marcado descenso en el salario medio real, que en seis años perdió más de 50% de su valor. Esta fuerte y prolongada caída en el salario real se tradujo en una reducción significativa de los costos de producción que permitió evitar despidos masivos, como ha sucedido en las recesiones posteriores y permitió un crecimiento sostenido del empleo formal hasta principios de los noventa. (gráfica 3).
En la crisis de 1995 se combinó una caída en el empleo formal con una descenso en el salario real, sin embargo, el efecto negativo en el empleo fue compensado rápidamente con un repunte sostenido en la ocupación generada por los sectores exportadores que óun fuerte crecimiento en empleo formal entre 1995 y 2000.
Los efectos de la recesión de 2001 en la economía de Estados Unidos se hicieron sentir en una contracción significativa del empleo en el sector manufacturero exportador que se tradujo en la disminución neta del número total de empleos formales entre 2001 y 2003. (gráfica 4).
Existen entonces características especiales que se presentan en este momento que hacen prever que la caída en el empleo asociada a esta crisis será fuerte y que, de no tomarse medidas contra cíclicas que la atemperen, podrá ser más profunda y larga que las últimos veinte años.
¿Cuáles han sido los primeros impactos de la crisis sobre el empleo en México?
Aún cuando nos encontramos en el centro del torbellino y aún no se vislumbra una primera luz al final del túnel que permita hacer una predicción seria sobre la magnitud aproximada del impacto en el empleo, los primeros síntomas del efecto devastador de esta crisis ya se han hecho sentir en nuestro país. Entre ellos cabría mencionar los siguientes:
Primero: el efecto más dramático de la crisis en la economía real hasta este momento ha sido el de un rápido deterioro en las cifras de empleo formal que en el último bimestre de 2008 se desplomaron en 413 mil puestos de trabajo y afectaron a siete de los nueve sectores de actividad.
Esta ha sido la caída más abrupta y extensa registrada hasta ahora para un bimestre en las cifras del IMSS, muy superior a las observadas en cualquier bimestre durante las pasadas crisis de 1995 y de 2001. (gráfica 5).
Dado que la expectativa de crecimiento del PIB para 2009 es negativa en la mayoría de las previsiones, y que en cada nuevo pronóstico es más acentuada la caída, lo más realista es esperar en este año que se inicia se de una declinación profunda en el empleo formal, particularmente en el primer semestre del año. El Banco de México estima la pérdida entre 160 mil y 340 mil empleos formales menos para el año, adicionales a los ya observados en 2008.
Segundo: la crisis ha venido a dar la puntilla a la industria maquiladora y al empleo de la industria automotriz, que hasta el momento han sido los sectores más afectados con la pérdida de puestos de trabajo.
En efecto, las industrias maquiladoras de productos electrónicos y prendas de vestir, que fueron las que impulsaron el crecimiento después de la crisis de 1995, resultaron las más afectadas tanto por la recesión de 2001 en Estados Unidos, como por la entrada de la competencia China y de nuevos países maquiladores. En particular, la industria de prendas de vestir ha experimentado una pronunciada caída en su empleo desde fines del año 2000 y se aprecia que está en vías de desaparición. La industria de producción de artículos eléctricos y electrónicos logró frenar su caída en el 2003. Sin embargo, ambas ramas han reducido su plantilla en más de 727 000 personas en los últimos ocho años.
La rama automotriz que había sido la mejor librada de las tres y venía mostrando crecimiento en su empleo hasta fines del 2007, ha resentido el efecto de la crisis al iniciar su descenso en enero de 2008, simultáneamente a la caída del empleo en Estados Unidos, nuestro principal mercado de exportación. En el curso de ese año despidió a 82 000 personas, 29 000 de ellos en los últimos dos meses del año. (gráfica 6)
Tercero: junto al desplome del empleo formal, se ha observado un aumento brusco en las tasas de desempleo y, sobre todo, ha continuado el explosivo crecimiento de la informalidad, que ha sido el refugio masivo al déficit ocupacional del país desde antes de esta crisis.
Las tasas de desocupación alcanzaron en noviembre y diciembre pasados niveles de 4.47 y 4.32%, no vistos desde que se construye este indicador en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. La cifra de desocupados al mes de diciembre era de 1.9 millones. Aunque el disparo de este indicador es muy preocupante porque refleja la situación de frustración que encuentra una población en su mayoría joven con estudios medios o superiores o de adultos desplazados que no logra su inserción al mercado laboral y no percibe un ingreso, no es menos grave que la salida que han buscado masivamente millones de mexicanos en la informalidad. En esta situación se encuentran cerca de 20 millones de mexicanos que, ante la ausencia de seguros al desempleo, se ven forzados a inventarse una ocupación que realizan precariamente en su domicilio, en el ambulantaje, en puestos fijos o semifijos, o en empresas formales bajo condiciones encubiertas de informalidad, en las que no reciben seguridad social ni prestaciones laborales de ley. 2
El trabajo informal ha crecido explosivamente en los últimos años. Sin embargo, muchas de las fuentes informales están llegando a condiciones de saturación y la línea que separa a la informalidad y el desempleo de la criminalidad tiende a hacerse cada vez más delgada. No resulta sorprendente que en las ciudades del país que más empleos formales han perdido en los últimos años, como son Ciudad Juárez o índices de insegurida y ciminalidad.
Cuarto: junto a un panorama sombrío en materia de empleo, se avizora una baja en el ingreso familiar que esta vez tocará a todos los estratos.
En las capas más pobres ya se ha empezado a manifestar una disminución de las remesas. En los asalariados, las modestas ganancias en el salario real que habían traído los últimos años de baja inflación se han diluido rápidamente con el repunte inflacionario de este año en los bienes de los productos básicos y combustibles. En los ahorros para los sistemas de retiro las caídas en el valor de sus activos están empezando a hacer mella en los sistemas. Por otra parte, los asalariados en los sectores más vulnerables han empezado a aceptar reducciones en sus ingresos a cambio de conservar el empleo en tiempos en los que saben que les será difícil encontrar otra ocupación y donde no existe un seguro de desempleo.
Quinto: la baja en el empleo, combinada con una contracción en el salario medio real repercutió ya en una reducción de la masa salarial del segundo semestre de 2008.
Esta caída es particularmente delicada puesto que la masa salarial es un elemento clave del consumo privado, que a su vez, en nuestro país representa una parte significativa de la demanda final y un elemento esencial que deberá cuidarse en esta coyuntura, tanto por su impacto económico como por su alto costo social.
Frente a esta letanía de desastres plenamente anunciados ¿hay algún margen de maniobra? (gráfica 7)
Lo primero que debemos hacer es hablar con la verdad y prepararnos para lo que viene. Como lo expresó recientemente el Presidente Sarkozy al pueblo francés: "No se restablecerá la confianza con mentiras, sino diciendo la verdad estoy convencido de que los franceses están dispuestos a escucharla. Si sienten que se les esconde algo, la duda crecerá. Si están convencidos de que no se les oculta nada, hallarán en ellos mismos las fuerzas para superar la crisis". Hoy no puede ocultarse que el empleo formal ha sufrido ya un efecto abrupto y significativo y que su recuperación se verá afectada por la contracción importante de fuentes internas y externas. Esta contracción se dará con una baja simultánea en los ingresos reales de la población asalariada y no asalariada.
Ante a este panorama, ¿Qué hacer?:
1. El punto más urgente es frenar la debacle financiera: estamos en este tema ineludiblemente atados a lo que se haga en los grandes centros económicos, particularmente en el epicentro de este torbellino. El esfuerzo requiere una enorme coordinación y medidas urgentes y agresivas de carácter mundial, como no habíamos visto en toda nuestra generación. Más que una posición cómoda, o tímida de observador pasivo, México debería aprovechar la oportunidad de hacer oír su voz en el G20, como parte del grupo de países emergentes, que en los últimos años no había sido convocado y al que hoy se le abre un espacio en este debate, para exponer planteamientos claros, legítimos e imaginativos destinados a la contención de la crisis, a la protección de nuestras economías y a la puesta al día de los mecanismos e instituciones del sistema monetario internacional.
2. Un segundo punto, no menos importante, es unir y potenciar los esfuerzos del gobierno, de las empresas, de las organizaciones de trabajadores y de la sociedad para reactivar la economía y el empleo. Dada la magnitud y profundidad de esta crisis, se requiere de ampliar la visión, incorporar a todos los actores y pasar de las palabras a los hechos con la celeridad y contundencia que la situación lo amerita.
No sólo se trata de anunciar programas parciales de gobierno en actos protocolarios que tienen una cobertura mediática fugaz y pasan al olvido, sin que los sectores productivos y la sociedad se sientan parte de ellos.
Se trata de crear un espacio de discusión, análisis y seguimiento de la estrategia de recuperación, en el que los sectores productivos, sociales y el gobierno examinen las diferentes repercusiones de esta crisis para nuestro país, a medida que este fenómeno evoluciona y toca diferentes esferas; se conozcan de primera mano y con el detalle suficiente las acciones que el Estado ha anunciado realizar, se defina la contribución que en este esfuerzo podrían asumir los sectores productivos y se dé un seguimiento puntual a este proceso, con la difusión que la situación requiere en los distintos ámbitos.
Algunas de sus primeras tareas serían:
• Mantener un foro permanente de análisis de la crisis, en la medida que este fenómeno se desdobla en todo el mundo y de los efectos actuales y previsibles en nuestro país, a fin de actuar de manera oportuna y concertada para menguar sus efectos y evaluar la suficiencia y efectividad de las acciones contra cíclicas.
• Dar un seguimiento puntual al acuerdo recientemente anunciado por el gobierno a favor de la Economía Familiar y el Empleo. No basta con anunciar grandes obras de infraestructura, cuyos proyectos no llegan a materializarse. La nueva refinería, por ejemplo, que había sido anunciada desde meses atrás de presentarse esta coyuntura sigue siendo aún un proyecto cuya ubicación aún no se define. Es preciso evaluar la suficiencia, oportunidad y efectividad de las medidas anunciadas y atacar de inmediato los cuellos de botella y posibles obstáculos que se presenten para acelerar las medidas de creación de infraestructura, la revitalización de la banca de desarrollo y los apoyos al empleo. Un elemento medular de la estrategia anti cíclica es que sus acciones sean oportunas.
• Contrarestar la posible debacle del empleo en sectores como el automotriz, o la construcción, que han sido de los más afectados y que tienen un peso significativo en el número de empleos directos e indirectos que generan.
• Promover que se desatore el crédito a las empresas pequeñas y medianas.
• Reforzar y ampliar el programa emergente de empleo, capacitación y apoyo al ingreso que coordine el esfuerzo de gobierno, sindicatos de trabajadores y empresas para proteger a toda costa los empleos actuales, incentive los de nueva creación y atienda, como la situación lo amerita, los que ya han empezado a perderse. Este programa ya ha quedado rebasado con las cifras sin precedente de despidos masivos dadas a conocer en noviembre y diciembre. Se requiere reforzar y ampliar la creación de empleo temporal, darle una nueva dimensión al programa de becas de readiestramiento y apoyo al ingreso temporal a desempleados del sector formal y medidas coordinadas para evitar mayores despidos masivos.
Las crisis suelen ser también tiempos de reflexión profunda y de cambio. Exigen una visión de futuro. Es tiempo de pensar qué va a sustituir a los empleos y los ingresos del petróleo y de la maquila tradicional basada en mano de obra barata. Su época ya pasó. No se trata de competir a la baja con los salarios de China, Vietnam o Haití.
Es tiempo de ver hacia el futuro. La India, por ejemplo, ha dado un gran salto en su educación tecnológica. Los Emiratos Árabes han hecho inversiones gigantescas para construir sus fuentes de ingreso cuando el petróleo haya pasado. México requiere repensar sus empleos del futuro. Hoy se vislumbran nuevas áreas de gran potencial, en el marco de la salud, de las energías alternativas, las telecomunicaciones o el turismo del mañana.
Ante la enorme demanda mundial insatisfecha de servicios de salud, particularmente en nuestros vecinos del Norte, donde la atención es cada día más cara y mayores las necesidades, se percibe hoy una demanda creciente de servicios médicos, dentales y asistenciales (de hecho, en Estados Unidos los empleos vinculados a los servicios médicos son de las pocas ramas cuyo empleo no ha caído). Al igual que ya lo está haciendo Dubái, podríamos pensar en desarrollar ciudades orientadas a los servicios de salud, con complejos hospitalarios, clínicas, sanatorios, spas y centros de tratamiento de primer nivel, combinando la vanguardia de la investigación y de la atención para atraer parte de la demanda regional en la materia. Esta estrategia podría amarrarse al innegable potencial turístico con que la naturaleza y nuestro pasado arqueológico han dotado a nuestro país y donde todavía no hemos explotado todo nuestro potencial por falta de mejores conexiones, servicios, mercadotecnia o por regulaciones complejas y anacrónicas. De la India podríamos imitar su impresionante esfuerzo en materia de educación tecnológica e innovación que le han abierto nuevos nichos de competencia en el mundo y crecer a tasas elevadas en forma sostenida. De Singapur y Corea del Sur podríamos imitar sus exitosos programas en materia educativa y de formación de capital humano que les permitió dar el salto de la maquila tradicional hacia industrias de tecnología más compleja y servicios modernos.
Una parte medular de la estrategia contra cíclica debería ir orientada a un esfuerzo sin precedente a desarrollar las capacidades de nuestra población joven. A reinventar nuestro sistema educativo, las opciones permanentes de capacitación para y en el trabajo. A mantener abiertas las opciones de capacitación y actualización a lo largo de toda la vida productiva en un mundo que requerirá del trabajador adaptación constante a nuevas tecnologías y nuevas condiciones de mercado.
La inversión en infraestructura para enfrentar la crisis debería constituir una plataforma de apoyo, para fincar un cambio estructural de mayor alcance. Requerimos para ello ser audaces y tener una estrategia. Los tiempos de crisis demandan de liderazgo claro para afrontar la tormenta, sin perder de vista el rumbo y la visión de futuro.
Bibliografía
Alarcón, Rafael; Cruz, Rodolfo, et. al., La crisis financiera en Estados Unidos y su impacto en la migración mexicana, Colegio de la Frontera Norte, diciembre de 2008. [ Links ]
Bureau of Labor Statistics, Nonfarm Payroll Employment, 1998-2008, Washington, D. C., diciembre, 2008. [ Links ]
IMSS, Población asegurada y salarios medios de cotización, México (varios años). [ Links ]
INEGI, Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, México (varios años). [ Links ]
National Bureau of Economic Research, Determination of the December 2007 Peak in Economic Activity, Washington, D. C., diciembre de 2008. [ Links ]
Notas
1. EL NBER apoyaba su definición en el hecho de que "una recesión representa una ón significativa de la actividad económica, extendida en toda la economía, con duración mayor a unos cuantos meses, normalmente visible en la producción, el empleo, el ingreso real y otros". Y sostenía que "la producción doméstica y el empleo constituyen las medidas conceptuales primordiales de la actividad económica".
2. Esta definición amplia de informalidad comprende no sólo a quienes realizan su actividad sin contar con un local o en un micro negocio informal, sino también a quienes desempeñan su trabajo en empresas formales al margen de toda prestación de ley.