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Economía UNAM

versión impresa ISSN 1665-952X

Economía UNAM vol.3 no.7 Ciudad de México ene./abr. 2006

 

Artículos

 

Alternativas de política económica para el crecimiento sostenido

 

Political Economy Alternatives for Sustained Development

 

Arturo Huerta González

 

Profesor de la División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM. <ahuerta@servidor.unam.mx>

 

Resumen

El presente artículo propone diversos instrumentos de política económica para retomar condiciones de crecimiento económico sostenido, que se han perdido a raíz del predomino de las políticas de liberalización económica y de estabilidad monetaria-cambiaria en la gran mayoría de las economías en desarrollo. Estas políticas se encaminan a crear condiciones de confianza y rentabilidad a favor del capital financiero, a costa de configurar contextos recesivos y de descapitalización de la esfera productiva, y del aumento de la vulnerabilidad externa de nuestras economías.

 

Abstract

This article proposes different political economy instruments for dealing with sustained economic growth, instruments that have been lost because of the dominance of economic liberalization and monetary-exchange rate policies in the vast majority of the developing economies. These policies aim to create conditions of trust and profitability for finance capital at the cost of spawning recessions and de-capitalization in production and increasing our economies' external vulnerability.

JEL classification: P16,O11, E10.

 

La política de estabilidad ha llevado a la pérdida de competitividad, al estancamiento y a la creciente vulnerabilidad de la economía

1. Liberalización financiera y pérdida soberana de política económica para el crecimiento

El libre movimiento de capitales y la internacionalización de los mercados financieros obligan a instrumentar políticas de estabilidad monetaria-cambiaria para evitar las prácticas especulativas que se derivan de tal contexto.

La gran mayoría de las economías en desarrollo han alcanzado dicha estabilidad a través de políticas monetaria y fiscal restrictivas, así como con la apreciación del tipo de cambio. En el Cuadro 1 se evidencian los altos niveles de apreciación cambiaria que se ha alcanzado en los últimos años en México. Esta apreciación se ha alcanzado a través de la entrada de capitales, estimulada por el proceso de privatización y extranjerización de la economía, así como por la propia política de estabilidad.

Tales políticas atentan contra la competitividad y el crecimiento del mercado interno. La pérdida de competitividad reduce los márgenes de ganancia, afecta la esfera productiva, incrementa el déficit de comercio exterior manufacturero no maquilador (véase Cuadro 2) y los niveles de capacidad ociosa (véase Cuadro 3), además de restringir la inversión y la actividad económica.

La liberalización económica y la política de estabilidad no generan condiciones rentables para la inversión productiva, ni aspectos financieros y macroeconómicos necesarios para el crecimiento sostenido de la economía, por lo que han llevado a ésta a depender de la entrada de capitales.

Esto coloca límites a la baja de la tasa de interés, así como a la expansión del gasto público y a la flexibilización del tipo de cambio, debido a que generarían expectativas inflacionarias y devaluatorias que, a su vez, comprometerían las condiciones de rentabilidad y confianza exigidas por el capital financiero. La economía queda condenada por tanto a contextos de bajo crecimiento económico y de extranjerización.

La política monetaria y fiscal de estabilización no genera la liquidez suficiente para encarar los problemas de insolvencia y estancamiento, sino por el contrario, actúa en forma pro-cíclica ante la vulnerabilidad externa. El banco central, ante el temor de la inflación y la desestabilidad del tipo de cambio, reacciona estableciendo una relativa alta tasa de interés, y deja de actuar como prestamista de última instancia. Ello, junto con la política de disciplina fiscal, hace que persista la baja dinámica de acumulación, lo que restringe la disponibilidad crediticia y el crecimiento de la economía mexicana.

La economía se fragiliza e incrementa su vulnerabilidad externa, tanto por la contracción del mercado interno, derivada de las políticas predominantes, como por las presiones sobre el sector externo, lo que lleva a que la dinámica económica pase a depender en gran medida de variables externas, es decir, de la dinámica de las economías desarrolladas, así como de la entrada de capitales.

En el contexto de la liberalización financiera y de grandes requerimientos de entrada de capitales, las políticas monetaria, cambiaria y fiscal no pueden flexibilizarse debido a que si reduce la tasa de interés, si se flexibiliza el tipo de cambio en torno al diferencial de precios internos y externos, y si se incrementa el gasto público, habrá presiones sobre precios y el tipo de cambio; esto afectaría las condiciones de estabilidad y confianza deseadas por el capital financiero, propiciaría salida de capitales y menor entrada de éstos, se desestabilizarían los mercados financieros y se comprometería al financiamiento del déficit externo y al propio proceso de liberalización económica.

De tal forma, la tasa de interés se separa de la tasa de ganancia en la esfera productiva, por lo que el costo de la deuda crece en mayor proporción que la capacidad de pago, lo que restringe la disponibilidad de créditos a dicho sector.

 

2. Precios relativos, balanza comercial y distribución del ingreso

Los flujos de capital que han financiado la estabilidad cambiaria, han impedido que se cumpla el principio de paridad del poder de compra necesario para evitar la mayor pérdida de competitividad de la producción nacional frente a importaciones. La distorsión de precios relativos que ha originado el tipo de cambio apreciado genera competencia en detrimento tanto de la esfera productiva y de la balanza de comercio exterior, como de las ganancias de las empresas nacionales y el crecimiento económico.

La competencia ha obligado a los productores nacionales a reducir el crecimiento de sus precios y sus márgenes de ganancia (a costa de caer en altos niveles de sobre-endeudamiento y descapitalización), sin que ello haya implicado mejor posición competitiva y ajuste de la balanza de comercio exterior.

Las empresas proceden a disminuir salarios reales para sortear los problemas de baja competitividad. En el Cuadro 4 se observa como los salarios mínimos reales han caído y se mantienen muy por debajo del crecimiento de la productividad del sector manufacturero a fin de evitar la caída de las ganancias. Sin embargo, ello resulta contraproducente, pues se reduce la demanda y el mercado interno, afectando más la dinámica de acumulación. De tal forma, la pérdida de competitividad frente a las importaciones restringe la participación de los productores nacionales en el mercado interno. La disminución de salarios reales y del margen de ganancias compromete la dinámica de acumulación y genera una trayectoria de estancamiento.

En el contexto de una economía abierta y de baja competitividad interna, la acumulación es determinada sobre todo por la fuerza relativa entre productores nacionales versus importaciones, y ya no tanto entre productores nacionales y trabajadores. Se realiza una distribución del ingreso en detrimento de los nacionales, debido tanto a la disminución del margen de ganancia y la reducción de salarios reales, como al desplazamiento de que son objeto los productores nacionales por las importaciones; esto deteriora a su vez la esfera productiva y la posición de la balanza de comercio exterior. Los productores nacionales ven incrementarse la capacidad ociosa y disminuirse sus ganancias, por lo que la relación de endeudamiento aumenta (para sortear sus problemas financieros); la inversión productiva no crece, menos aún si no ven opciones rentables en la esfera productiva. A su vez, los altos niveles de endeudamiento los llevan a restringir su consumo e inversión para cubrir sus obligaciones financieras, lo que frena más la actividad económica (véase Cuadro 5) y se acentúa el proceso de descapitalización y des-industrialización.

 

3. El crecimiento hacia afuera no es motor de crecimiento

El comercio exterior no puede constituirse en motor del crecimiento. En un contexto de mercados altamente competitivos en productos de bajo valor agregado nacional e intensivos en mano de obra, un país en desarrollo con baja productividad y tipo de cambio apreciado tiene menos posibilidad de lograr superávit comercial y generar efectos multiplicadores internos, por lo que no hay condiciones, a través de las exportaciones, para mejorar la situación financiera (ganancias) del sector privado y alcanzar condiciones de crecimiento económico sostenido; menos aún porque su falta de competitividad lleva a que los productores nacionales pierdan participación en el mercado interno frente a las importaciones.

La dinámica económica de la gran mayoría de los países en desarrollo nacional ha pasado a descansar en el comportamiento de la economía mundial, sobre todo de la economía de Estados Unidos, ante la falta de crecimiento de sus mercados internos a raíz del predominio de las políticas anti-inflacionarias contraccionistas predominantes. Sin embargo, países como México, a pesar de que las exportaciones manufactureras crecieron hacia dicho país en la mayor parte de los años noventa, ello no significó un crecimiento generalizado en la economía mexicana en favor del sector productivo y del empleo. El mayor crecimiento de exportaciones no ha mejorado el desarrollo industrial, ni el sector externo. En el Cuadro 6 se observa que en el período 1990-2004 el PIB manufacturero creció muy por debajo de las exportaciones manufactureras. La economía mexicana se ha desindustrializado e incrementado su vulnerabilidad externa, debido al alto componente importado predominante en las exportaciones manufactureras como en el resto de la producción.

Los países de baja competitividad frente a otros que exportan productos similares a los suyos no tienen condiciones, a través del crecimiento hacia fuera, de mejorar la situación financiera de las empresas nacionales y alcanzar un crecimiento económico sostenido.

 

4. El alto costo de seguir privilegiando las políticas de estabilidad

Ante la inviabilidad de alcanzar condiciones de crecimiento en torno al mercado externo, no es posible proseguir con políticas monetaria y fiscal restrictivas, pues contraen la actividad económica y acentúan los problemas de insolvencia, los cuales terminan restringiendo el consumo e inversión.

La economía mexicana no tiene motor interno y externo para el crecimiento. Como consecuencia de su inserción al proceso de globalización y de la política de estabilización aplicada, enfrenta fuertes rezagos productivos, baja productividad, rompimiento de cadenas productivas, altos componentes importados, descapitalización de la esfera productiva, así como falta de disponibilidad crediticia. Por eso no se puede seguir privilegiando las políticas monetarias y fiscales restrictivas, ni puede permitirse que continúe la liberalización económica, ni el resto de las políticas que la acompañan, pues los resultados son mayor deterioro de la capacidad productiva, creciente déficit de comercio exterior manufacturero, menores ganancias y mayor desempleo.

Los sectores público y privado están sobre-endeudados, por lo que disminuyen su gasto e inversión para cubrir sus obligaciones financieras, recreándose el estancamiento. Además, el sector privado no invierte debido a que no ve opciones rentables en la esfera productiva.

En un contexto donde el sector privado no invierte, y el gobierno mantiene su política de disciplina fiscal, y a su vez hay déficit de comercio exterior, no hay oportunidad de crecimiento (Kalecki, 1954).

 

Condiciones para alcanzar el crecimiento sostenido en las economías en desarrollo

1. Gasto público deficitario para actuar como política contra-cíclica

Para recuperar la dinámica de acumulación de los productores nacionales, el sector público tiene que ser deficitario, o el sector externo superavitario. Sin embargo, tal situación no se logra en nuestro caso, en el contexto de liberalización económica. Nuestra economía se caracteriza por no generar superávit de comercio exterior con crecimiento económico. Asimismo, se ve impedida para trabajar con déficit fiscal, debido a que en la concepción teórica que informa a la política económica predominante, ello puede desatar expectativas inflacionarias y devaluatorias.

Si el mercado externo no es motor del crecimiento, tanto por la falta de competitividad de la producción nacional, como por el bajo valor agregado nacional que caracteriza a las exportaciones manufactureras, el gobierno tiene que trabajar con gasto público deficitario (de no pago de intereses) a fin de incrementar el mercado interno y contrarrestar la caída de exportaciones para así generar el superávit del sector privado óes decir, para que pueda recibir más de lo que paga por impuestosó y estar en condiciones de invertir y dinamizar la economía. Wray, siguiendo a Kalecki, señala que "el gasto deficitario financiado por el sistema bancario será requerido para generar ganancias en el sector de inversión" (Wray, 1993, p. 548).

La política fiscal debe ser expansionista para aumentar la demanda y actuar en forma contra-cíclica, considerando que la producción está por debajo de la capacidad productiva y con altos niveles de capacidad ociosa. Nos dice Martner que "en caso de recesión, el sector público debe aceptar un cierto déficit cíclico, si no quiere ahondar la crisis" (Martner, 1998, p. 84). En el mismo sentido Arestis y Sawyer señalan que "la política fiscal es una herramienta para compensar los principales cambios en el nivel de la demanda agregada" (Arestis y Sawyer, 2003a). Si el gasto público y los subsidios fiscales a la esfera productiva no se incrementan, la actividad económica no crecerá. El valor presente de los ingresos esperados disminuirá, por lo que el escenario de bajo crecimiento será la norma.

El gobierno es el único que tiene capacidad de contrarrestar los efectos negativos sobre la actividad económica, por lo que está obligado a modificar su política económica, lo que pasa por flexibilizar la política fiscal y monetaria para dinamizar el mercado interno. Arestis y Sawyer señalan que "cuando la tasa de interés es mantenida constante y el producto está debajo de la capacidad productiva, entonces la política fiscal estimularía la actividad económica" (Arestis y Saywer, 2003).

 

2. Condiciones para flexibilizar la política fiscal

Si la economía presenta un contexto de incertidumbre en torno al comportamiento de los flujos de capital, las autoridades monetarias y hacendarias priorizan políticas restrictivas y colocan bonos gubernamentales a alta tasa de interés para desincentivar prácticas especulativas. La política fiscal debe ser discrecional a favor del crecimiento económico y el pleno empleo, y no debe estar subordinada a los objetivos de baja inflación del banco central, el cual responde a los requerimientos de estabilidad cambiaria exigidos por el capital financiero internacional.

Para retomar el manejo soberano de la política monetaria, fiscal y cambiaria en favor de la demanda, de los productores nacionales y el crecimiento económico, se requiere no estar subordinados al capital financiero internacional. Es decir, para salir del estancamiento en que nos ha colocado la política de estabilidad establecida en favor del capital financiero internacional, la economía requiere dejar de depender de la entrada de capitales o controlar su movimiento para poder flexibilizar la política económica y así retomar el crecimiento.

El incremento del gasto público, así como la reducción de la tasa de interés, la flexibilización del tipo de cambio y el incremento de la disponibilidad crediticia, deben encaminarse a ofrecer expectativas de rentabilidad en la esfera productiva y disminuir las presiones sobre el sector externo para no demandar mayor entrada de capitales, reducir la incertidumbre y asegurar la aceptabilidad de la moneda nacional.

 

3. Revisar la apertura comercial y las relaciones económicas con los desarrollados

El incremento del gasto público por sí mismo no garantiza la recuperación económica. Debe ir acompañado por la revisión de la apertura comercial y del tipo de cambio para evitar filtraciones del gasto público hacia el exterior y para proteger y desarrollar la planta productiva; también con miras a encarar los rezagos productivos e incrementar la productividad indispensable para disminuir las presiones sobre el sector externo.

El gasto público deficitario debe impulsar efectos multiplicadores internos en favor de la esfera productiva y del empleo. Ello permitiría incrementar los ingresos del sector privado, de los trabajadores y del sector público y, por otro lado, al reducir las presiones sobre la balanza de comercio exterior, disminuiría los requerimientos de entrada de capitales y con ello las tasas de interés, para asegurar el crecimiento de la inversión y la capacidad de pago y evitar caer en sobreendeudamiento.

El bajo crecimiento económico sólo puede ser revertido con la flexibilización de la política monetaria, fiscal y cambiaria y con la protección del mercado a favor de las empresas nacionales. Ello es indispensable para incrementar la demanda de producción y de moneda nacional, así como para disminuir la demanda de productos importados e inducir las decisiones de inversión para reestablecer la capacidad productiva y recuperar ganancias y salarios. Blecker señala que una "menor elasticidad ingreso de demanda de importaciones y una más alta elasticidad ingreso de demanda por exportaciones, pueden capacitar a un país a crecer más rápido y mantener empleo más alto con balance comercial y una menor disminución (o mayor aumento) en los salarios relativos (patrón de vida)" (Blecker, 1998, p. 510).

Al no ser el mercado externo el motor del crecimiento económico del país, dado que su dinámica no irradia al conjunto de la economía, se tiene que regresar a políticas proteccionistas para recuperar y promover el mercado interno. Steindl nos dice que "el gobierno debe intervenir para evitar una prolongada depresión; esto reduciría la incertidumbre y ante todo haría mas alta y estable la inversión privada" (Steindl, 1990, p. 125).

Cabe recordar que los países desarrollados se industrializaron gracias a las políticas proteccionistas y a la intervención del Estado en la economía (Shaikh, 2003). Dichas políticas permitirían asegurar condiciones de rentabilidad en la esfera productiva. El retomar tales políticas posibilitaría recuperar la dinámica de acumulación, disminuir las presiones sobre el déficit de comercio exterior y los requerimientos de entrada de capitales.

Se precisa replantear las relaciones económicas con los países desarrollados para obtener mejores tratos comerciales y financieros. Los países desarrollados deben incrementar su demanda en favor de nuestras exportaciones, para así incrementar nuestra capacidad productiva y el valor agregado nacional en la producción y en las exportaciones, a fin de disminuir las presiones sobre la balanza de comercio exterior e impulsar un crecimiento más sostenido.

Si Estados Unidos trabajase con disciplina fiscal y superávit comercial, generaría un problema de escasez de dólares en los mercados internacionales y afectaría la dinámica económica mundial. La mayoría del resto del mundo sería deficitario en su sector externo, lo que generalizaría políticas restrictivas, configurando contextos recesivos y de creciente desempleo. De ahí la importancia de que los países desarrollados incrementen sus gastos públicos y demanda en favor de los productos de los países en desarrollo y asuman déficit de comercio exterior para que los subdesarrollados puedan mejorar su balanza comercial y su dinámica económica. Davidson al respecto nos dice que "Keynes había enfatizado que las naciones acreedoras deberían aceptar una mayor responsabilidad para resolver los persistentes desequilibrios de pagos internacionales" (Davidson, 2002). Ello permitiría a los países en desarrollo compatibilizar el crecimiento con el superávit de comercio exterior y reducir los requerimientos de financiamiento externo.

 

4. El gasto público deficitario y su financiamiento

Para que el gobierno pueda incrementar su gasto deficitario y aumentar la demanda privada, el gasto público debe ser de no pago de intereses. Tal gasto aumenta el ingreso nacional, lo que incrementa los depósitos y las reservas bancarias. Randall Wray nos dice que "un déficit necesariamente conduce a una inyección neta de reservas bancarias" Wray, 2002). En tal situación, los bancos tratarán de prestar el exceso de reservas, lo que crea un aumento de oferta crediticia y presiona hacia abajo la tasa de interés, lo cual mejora el crecimiento económico. Lo que suele acontecer es que el gobierno vende bonos a los bancos para evitar que disminuya la tasa de interés interbancaria. Los bancos, ante sus mayores reservas bancarias, compran los bonos públicos a la tasa de interés existente. En tal transacción es creado nuevo dinero. Stephanie Bell nos dice que "si los bancos privados son capaces de comprar deuda pública creando una cuenta gubernamental, esto también debe ser considerado como impresión de dinero. Cuando el banco central o un banco privado compran la emisión de nueva deuda pública, emitiendo crédito o dinero bancario, ellos están imprimiendo dinero" (Bell, 1999).

Si el gobierno emite bonos conjuntamente con el déficit fiscal, es porque quiere evitar exceso de liquidez y de reservas bancarias que lleven hacia abajo la tasa de interés. En caso de que el gobierno pida prestado más de lo que gasta, se presenta el crowding out (desplazamiento del sector privado). Sin embargo, ello depende tanto de la posición de las autoridades monetarias, como de la aceptación de la moneda nacional, lo cual está en función del riesgo país y de las expectativas de crecimiento. Si se generan condiciones de crecimiento a partir del mayor gasto público, los agentes económicos verán incrementarse sus ingresos y su ahorro, por lo que aceptarán la colocación de la deuda pública a la tasa de interés ofrecida.

Si ante el déficit fiscal el gobierno aumenta impuestos, ello tendría el efecto de disminuir los depósitos y reservas bancarias, por lo que evitaría el exceso de liquidez e incremento de reservas generadas por el impacto sobre el crecimiento del ingreso nacional derivado de gasto deficitario. En tal caso, se regulan las reservas bancarias y se mantiene la tasa de interés, sin necesidad de aumentar la emisión de bonos gubernamentales.

El aumento del impuesto tiene el mismo propósito que la venta de bonos públicos. Ambas políticas quieren "dejar al público con menos dinero para gastar" (Bell, 1999). Los impuestos y los bonos no son para financiar el déficit público. Son establecidos para regular las reservas bancarias, la liquidez, la tasa de interés objetivo, así como la demanda y los precios.

El gobierno puede incrementar su gasto y trabajar con déficit fiscal y crear dinero. Wray nos dice que "los poskeynesianos insisten en que el crecimiento económico requiere de gasto neto deficitario, que puede sólo ser financiado con la creación de crédito" (Wray, 1992, p. 300). Para que ello se dé, el gobierno necesita asegurar que el dinero creado sea aceptado y demandado por la economía. En el presente contexto de falta de liquidez, de bajo crecimiento económico, de grandes inventarios, de alto desempleo y alto deterioro del nivel de vida, es imprescindible la creación monetaria por parte del gobierno. Goodhart señala que "el gobierno usualmente ha usado su poder de creación de dinero para apoyar y beneficiarse a sí mismo (a través del impuesto inflacionario), generalmente cuando él está débil o amenazado por una guerra. Evidentemente, el acceso al impuesto inflacionario beneficia a tal gobierno" (Goodhart, Ch. A. E., 1998). De esta forma, el gobierno puede incrementar su gasto y presupuesto fiscal, sin necesidad de emitir bonos para regular las reservas bancarias y la liquidez. El sector privado por su parte, en un contexto de bajo crecimiento económico, acepta dinero gubernamental para vender sus bienes y servicios e incrementar sus ganancias e ingresos.

En situaciones donde la política monetaria acompaña a la política fiscal expansionista, el crowding out del sector privado no se da, debido a que no hay aumento de la tasa de interés, por lo que habrá un incremento de la demanda, así como de las ganancias y de la inversión.

El financiamiento del déficit a través de creación monetaria no genera presiones inflacionarias si existe capacidad ociosa. La producción puede incrementarse y satisfacer la demanda adicional y evitar presiones sobre los precios. En última instancia, es mejor generar condiciones de crecimiento económico a pesar de la inflación para evitar la depresión y problemas de insolvencia, los cuales afectan la demanda por préstamos, la oferta crediticia y la actividad económica. Minsky al respecto señala que "la inflación es una manera de facilitar los compromisos de pago derivados de la deuda (...). El estancamiento con inflación es un sustituto frente a una gran depresión" (Minsky, 1985, p. 52). Aunque cabe recordar que gran parte de las presiones inflacionarias depende de quién es favorecido con el incremento del gasto.

El gobierno debe crear dinero en favor de la esfera productiva, lo que evitaría presiones sobre precios, el sector externo y el tipo de cambio. El gasto público necesita tener un alto efecto multiplicador interno para generar la demanda de moneda nacional y asegurar el aumento del ingreso nacional y así ver incrementados los ingresos tributarios para disminuir el déficit fiscal. Jong Il You y Amitava Krishna Dutt nos dicen que "si el multiplicador es mayor (...) un aumento en el gasto público deficitario disminuirá el déficit" (You, J.I. y Dutt, A.K., 1996, p. 343).

Se tiene que impulsar una dinámica con alto valor agregado nacional que favorezca el crecimiento del ingreso nacional, así como impulsar una política monetaria que acompañe el financiamiento del gasto deficitario, para que los ingresos, tanto del sector público como del privado crezcan en mayor medida que el costo de las obligaciones financieras para así reducir la relación de endeudamiento y configurar mejores condiciones financieras para el crecimiento, dado que ello potencia el gasto y la emisión de deuda. Martner señala que "el tema de la sustentabilidad de la deuda pública y de la solvencia del sector público, se vuelve central en la formación de las expectativas de los agentes" (Martner, 1998, p. 82).

Al incrementarse la actividad económica se daría un impulso favorable a las finanzas públicas debido a que, como señalan Arestis y Sawyer, "el ingreso impositivo es función lineal del ingreso" (Arestis y Sawyer, 2003b). Cabe recordar que el gobierno recauda lo que gasta (Wray, 1998), para lo cual tiene que asegurar que dicho gasto vaya en favor de la esfera productiva nacional, para así incrementar el ingreso de empresas e individuos y, en consecuencia, la recaudación tributaria. Sólo incrementando el gasto público y promoviendo el crecimiento económico el gobierno podría aumentar sus ingresos impositivos y disminuir el déficit presupuestal. Steindl señala que "los déficit públicos pueden sólo desaparecer si la inversión privada se incrementa otra vez. Esto es improbable dado el contexto de exceso de capacidad, que sólo desaparecería si hubiera expansión fiscal" (Steindl, 1990, p. 119).

Con los mayores ingresos tributarios derivados de la dinámica económica, el gobierno puede pagar el servicio de la deuda sin tener que incrementar los impuestos o disminuir su gasto, por lo que podría recuperar el manejo de la política fiscal para que desempeñe un papel anti-cíclico.

El mayor ingreso generado por el gasto público deficitario (de no pago de intereses), producirá aumento del ahorro en forma suficiente para comprar los bonos públicos requeridos para evitar el exceso de liquidez generado por los más altos gastos gubernamentales. Con mayores ingresos, las familias podrán comprar los bonos sin necesidad de disminuir su gasto de consumo. Las familias, al comprar bonos, mantendrán menores depósitos bancarios, lo que evitará que se incrementen las reservas bancarias y que baje la tasa de interés y así compatibilizar las condiciones de crecimiento económico con baja inflación.

Al retomarse el crecimiento económico y la estabilidad, se daría la confianza de los agentes económicos en la moneda nacional, y el gobierno tendría mayor capacidad de impulsar la dinámica económica y encarar el financiamiento de su déficit y de su deuda. Wray nos dice que "el gobierno siempre será capaz de pagar intereses y retirar el principal, creando reservas en el sistema bancario" (Wray, 2002a).

 

5. El banco central debe ser dependiente del gobierno

El crecimiento hacia el mercado interno requiere de políticas monetaria y fiscal flexibles, que incentiven el consumo e inversión, debido a lo cual la autonomía del banco central y su objetivo de reducción de la inflación, a través de altas tasas de interés, resulta contraproducente, pues profundiza el bajo crecimiento económico y hace que la economía dependa de factores externos.

Asimismo, la eficacia de la autonomía del banco central para garantizar la estabilidad cambiaria y la baja inflación, se cuestiona al no tener el país competitividad en el contexto de la economía mundial y al no tener asegurados suficientes flujos de capitales para propiciar condiciones de crecimiento.

Con las carencias productivas y restricciones financieras no se puede seguir manteniendo la autonomía del banco central (o su objetivo exclusivo de reducción de la inflación), pues ello impide tener política monetaria, cambiaria, crediticia y fiscal para hacer frente a los obstáculos al crecimiento y para responder a las demandas nacionales.

La recuperación económica exige dejar de lado la estabilidad del tipo de cambio y subordinar al banco central a las necesidades financieras del sector público y del sector productivo nacional.

El banco central debe encaminarse a reducir la inflación, no a través de políticas de alta tasa de interés, que genera altos costos a la economía nacional, sino por medio de una política monetaria flexible que permita disminuir la tasa de interés, facilitar el financiamiento y la liquidez necesaria para impulsar la inversión productiva a fin de, sobre bases sólidas y en contexto de crecimiento económico, sustentar la estabilidad de precios. Para disminuir la tasa de interés se requiere reducir el contexto de incertidumbre y la preferencia por liquidez que ello genera, para lo cual hay que asegurar opciones de inversión rentable en la esfera productiva y disminuir las presiones sobre el sector externo y los requerimientos de entrada de capitales.

La política monetaria debe acompañar la expansión del gasto público y adecuarse a las necesidades de liquidez que exige el crecimiento económico. La flexibilización de la política monetaria permitiría reducir la tasa de interés, tanto para disminuir y encarar las crecientes presiones sobre las finanzas públicas derivadas del gran monto de la deuda pública interna (que han obligado al gobierno a restringir la inversión y el gasto -de no pago de intereses- para hacer frente a las obligaciones financieras), como para estimular el crecimiento de la inversión y mejorar el ingreso nacional y las condiciones de pago. Sin embargo, la baja tasa de interés por sí sola no logra promover la inversión y el crecimiento económico -si la demanda permanece estancada-, tanto por la caída de las exportaciones, como por el menor crecimiento del mercado interno, sobre todo si se mantiene su alto componente importado. La política monetaria puede apoyar la demanda si hay deudores insatisfechos en la nueva tasa de interés, y para ello se requiere la existencia de condiciones de demanda y rentabilidad que promuevan la inversión y la demanda por crédito y dinero. De ahí que la baja tasa de interés debe ir mancomunada a la expansión fiscal, así como a la flexibilidad del tipo de cambio, y a la revisión de la apertura comercial para promover mayor demanda agregada y mejorar la competitividad y rentabilidad de la esfera productiva. Ello aseguraría además efectos multiplicadores internos y menores presiones sobre la balanza de comercio exterior.

 

6. Condiciones para flexibilizar el crédito

La inversión productiva requiere de ganancia y de financiamiento, las que a su vez van mancomunadas. Si la empresa no ofrece condiciones de reembolso, no es sujeta de crédito. De ahí que, sin ganancias o expectativas de crecimiento, no aumente la demanda de crédito ni la inversión, ni los bancos otorgan créditos, pues no se asegura el reembolso de las obligaciones financieras derivadas de la deuda.

El financiamiento es condición necesaria para que se dé la inversión. Wray nos dice que "el financiamiento es una precondición para que cualquier producción tome lugar en realidad" (Wray, 2001). No sólo necesitamos financiamiento para la inversión; se requiere incrementar la demanda a fin de recuperar la rentabilidad necesaria para aumentar la demanda de créditos y la disponibilidad crediticia.

La política económica debe impulsar una dinámica económica que genere expectativas de crecimiento y de ganancias, con objeto de que éstas crezcan por arriba de la tasa de interés y asegurar así el reembolso del crédito, además de poder aumentar la demanda de préstamos para estimular la inversión y el gasto deficitario de las empresas. En tal contexto, los bancos y los agentes superavitarios prestan dinero para financiar y facilitan el crecimiento de la inversión ante las mejores condiciones de pago. Wray nos dice que "el dinero puede ser creado por agentes privados para financiar el gasto deficitario" (Wray, 1992, p. 300).

Para que se flexibilice el otorgamiento de créditos a favor de la inversión, se necesita que el gasto público deficitario desempeñe un papel importante para mejorar ganancias y condiciones de pago del sector privado nacional.

El gobierno debe incrementar su gasto a favor de los productores ubicados en el país y evitar que se generen presiones sobre el sector externo, así como prácticas especulativas. Ello exige recuperar e incrementar la participación de los productores nacionales en el mercado interno, que se ha perdido frente a las importaciones, lo que a su vez permitiría asegurar la rentabilidad necesaria para aumentar la demanda de créditos y el crecimiento de la inversión. De ahí la importancia de un tipo de cambio competitivo, como de la revisión de la apertura comercial. Se deben disminuir las presiones sobre el sector externo a fin de evitar el riesgo cambiario y altas tasas de interés, ya que tal situación terminaría por frenar la actividad económica.

 

7. Mecanismos para superar la restricción externa al crecimiento

El crecimiento económico es frenado por la falta de mercado y de financiamiento interno, así como por la restricción externa.

Las presiones sobre el déficit de cuenta corriente y los requerimientos de entrada de capitales colocan límites para bajar la tasa de interés y para expandir el crédito, el gasto público y reactivar la economía, dado que ello comprometería las condiciones de confianza y estabilidad requeridas por el capital financiero internacional. Para disminuir el déficit de cuenta corriente y los requerimientos de entrada de capitales -necesario ello para flexibilizar la política económica para retomar el crecimiento económico- se tiene que reducir el déficit de comercio exterior y el pago del servicio de la deuda externa. Ello requiere replantear la apertura comercial y la política cambiaria, así como reestructurar el pago del servicio de la deuda externa y controlar el flujo de capitales. Hussan nos dice que, "la dependencia de la entrada de capitales para apoyar tasas de crecimiento mayores continuará, a menos que la estructura de producción y el patrón de comercio en el país receptor estén cambiando para incrementar la expansión de las exportaciones en relación con las importaciones. Si la estructura de producción y el patrón de comercio no están cambiando y si la entrada de capitales se agota, el país tenderá a deslizarse hacia atrás a un menor patrón de crecimiento" (Hussan, 2001, p. 97). Steindl por su parte nos recuerda que "sin control del movimiento de capitales un país no puede permitir una política autónoma dictada para sus propios intereses" (Steindl, 1990, p. 227).

Con tales cambios de política se frenarían las prácticas especulativas, así como la transferencia de demanda y de recursos financieros, y los cambios patrimoniales a favor del exterior. Ello beneficiaría a los nacionales y permitiría reducir la vulnerabilidad de la economía en torno al comportamiento de las exportaciones, así como de la economía de Estados Unidos y de los flujos de capital, por lo que posibilitaría retomar el impulso del proceso de industrialización para el crecimiento hacia el mercado interno.

 

8. Política cambiaría competitiva

Se requiere además de un tipo de cambio flexible (en relación con el diferencial de precios internos versus los del principal socio comercial), para trabajar bajo el principio de la paridad del poder de compra (precio único), a fin de evitar mayor deterioro de competitividad que afecte el ingreso de las empresas productivas, la producción, el empleo y el sector externo.

Un tipo de cambio flexible puede tener cierto impacto inflacionario sobre todo en las economías de alto componente importado en su producción (para el mercado interno y para exportaciones) y alta carga del servicio de la deuda externa. Tal situación puede contrarrestar el efecto positivo de la flexibilización del tipo de cambio sobre la competitividad y sobre la balanza de comercio exterior. Además, el impacto inflacionario de la devaluación reduciría los salarios reales, lo que restringe la demanda y la actividad económica. Blecker nos dice que "aún si las depreciaciones tomaran lugar, el crecimiento actual puede no acelerarse debido a los efectos potenciales negativos, de menores salarios sobre la demanda agregada" (Blecker, 1998, p. 522). De lograrse la dinámica de exportaciones (derivadas del ajuste cambiario), puede no ser de magnitud suficiente para contrarrestar la disminución de demanda interna, por lo que el efecto sería recesivo e inflacionario. No se alcanzaría el ajuste externo, ni se retomaría la dinámica económica con la sola política devaluatoria. A pesar de ello, el tipo de cambio flexible es mejor opción de política cambiaria frente a un tipo de cambio apreciado, debido tanto al alto costo que éste representa en torno a las reservas internacionales como a los estragos que origina en el sector externo y la producción nacional ante la disminución de la competencia que origina frente a las importaciones. Félix nos dice que los "defensores del tipo de cambio flexible habían predicho que un importante beneficio de la flotación sería economizar reservas de divisas, debido a que ellas no serían más necesitadas para proteger las tasas" (Félix, 1997-1998, p. 200).

El ajuste del tipo de cambio no es suficiente para disminuir el déficit de comercio exterior, debido tanto a la alta elasticidad ingreso por importaciones, como a los problemas estructurales que están detrás de dicho déficit, los cuales no se corrigen con la sola corrección de los precios relativos. Robert Blacker señala que "el enfoque poskeynesiano enfatiza los aspectos cualitativos o de no precio, de competitividad, que son reflejadas en las elasticidades ingreso en vez que en la competencia basada en precios o costos" (Blecker, 1998, p. 497). De ahí que tal política tiene que ir acompañada de políticas industriales, crediticias y comerciales en favor de la esfera productiva. El impacto inflacionario de la devaluación sería de corto plazo en la medida en que la economía avance en la sustitución de importaciones y en la superación de los problemas productivos y en el crecimiento de la productividad. Asimismo, se tiene que disminuir el impacto inflacionario de la devaluación derivado de la alta carga del servicio de la deuda externa, lo que se logra a través de la reestructuración y disminución de dicho pago.

La flexibilización del tipo de cambio, conjuntamente con la revisión de la apertura comercial, y la superación de los problemas productivos, contribuye a reducir el déficit de comercio exterior y los requerimientos de entrada de capitales, puesto que permiten flexibilizar la política monetaria y fiscal para que respondan a las necesidades del crecimiento, todo lo cual actuaría en favor de las ganancias productivas y de la inversión.

 

9. Superar los rezagos productivos internos

Ante el contexto de baja competitividad de la producción nacional, de rompimiento de cadenas productivas, de alto componente importado y de déficit de comercio exterior, es necesario aplicar políticas industrial, comercial y financiera, a fin de viabilizar el crecimiento de la inversión productiva, superar los rezagos existentes y disminuir las presiones sobre la balanza de comercio exterior. El mayor gasto público y la inversión privada deben canalizarse a la esfera productiva, tanto para encarar tales problemas como para disminuir los requerimientos de financiamiento externo.

Si la apertura comercial y la política cambiaria no son modificadas -y si la economía no avanza en aumentar el componente de insumos nacionales tanto en la producción para el mercado nacional como en las exportaciones-, el déficit de la balanza de comercio exterior manufacturero continuará creciendo, lo que hace que las ganancias de la esfera productiva disminuyan y no se aseguren condiciones de pago de las obligaciones financieras externas, con lo cual proseguiría la dependencia de la entrada de capitales. Ello hace que la economía siga condenada a la vulnerabilidad externa en torno al comportamiento de los flujos de capitales, y obligada a establecer políticas monetaria y fiscal restrictivas para disminuir el desequilibrio existente y para asegurar las condiciones de estabilidad exigidas por el capital financiero internacional. Esto genera un contexto donde la tasa de interés está por arriba del crecimiento de la ganancia e ingresos de empresas e individuos, con lo cual se incrementan los niveles de sobrendeudamiento y se frena la dinámica económica.

El mayor valor agregado nacional de la producción evita que el sector externo actúe como limitante del crecimiento económico, y a su vez que genere presiones sobre el tipo de cambio y la tasa de interés. Además, se configuraría un contexto donde la tasa de ganancias crezca por arriba de la tasa de interés, lo que reduciría la relación de endeudamiento y permitiría condiciones de crecimiento sostenido. Kregel señala que "en un modelo denominado por la deuda, la disminución de la tasa de interés y el aumento del comercio que aumente el valor agregado que asegure un balance de cuenta corriente son de crucial importancia" (Kregel, 2003).

 

10. El servicio de la deuda externa debe ser renegociado

La economía nacional es incapaz de obtener superávit de comercio exterior suficiente en condiciones de crecimiento económico para cubrir el pago del servicio de la deuda externa. Se ha cumplido con tales obligaciones a través de la promoción de entrada de capitales, mediante políticas de estabilización cambiaria, así como con relativas altas tasas de interés y acelerados procesos de privatización, lo que configura un contexto de bajo crecimiento, mayor endeudamiento externo y extranjerización de la economía, que se revierten en mayores presiones sobre el sector externo.

Si la economía no tiene suficiente entrada de capitales y su moneda no es aceptada por los acreedores externos, no puede mantener el déficit de cuenta corriente; por ello, se ve obligada a instrumentar políticas contraccionistas para evitar mayores presiones sobre el sector externo. Con objeto de que la economía no se vea obligada a instrumentar adicionales políticas contraccionistas y fuerte devaluación -para alcanzar el superávit de comercio exterior que cubra el pago de las obligaciones financieras-, o políticas que aseguren confianza y rentabilidad, que amplíen la esfera de influencia al capital financiero internacional en la economía para financiar el déficit externo, se tiene que replantear el pago del servicio de la deuda externa, a fin de evitar el freno de la actividad económica y la venta de los pocos sectores estratégicos que le restan a los países. Martín Wolf señala que para aquellos países "que no pueden soportar el dolor del ajuste deflacionario, la opción es el default. La deuda es insustentable. Una reestructuración de la deuda es preferible al caos" (Wolf, 2002, p. 44).

Al reestructurarse el pago del servicio de la deuda externa, se reducirían las presiones tanto sobre el sector externo, como sobre las finanzas del sector público, lo que permitiría contar con financiamiento para el crecimiento, tanto para avanzar en la sustitución de importaciones, como para impulsar el desarrollo tecnológico, disminuir el déficit de comercio exterior y la vulnerabilidad externa. Al demandar la economía menores flujos de capital (dada la menor presión sobre el sector externo), las economías retomarían el manejo soberano de su política económica para atender las demandas nacionales, y además se evitaría que la flexibilidad de la política cambiaria (para mejorar la competitividad y la situación del sector externo) se traduzca en mayor alza de la tasa de interés y en presiones inflacionarias.

Al disminuirse las presiones sobre el sector externo y los requerimientos de entrada de capitales, el gobierno no tendría que drenar tantas reservas bancarias -vía colocación de deuda pública- para incrementar la tasa de interés e incentivar la demanda por moneda nacional y la entrada de capitales.

Si la dinámica económica impulsada ofreciera opciones rentables de inversión en la esfera productiva, promovería mayor entrada de capitales y la aceptación de la moneda nacional, por lo que se podría financiar el crecimiento económico sin generar presiones sobre el tipo de cambio y la tasa de interés.

Si el tipo de cambio flexible, conjuntamente con la reestructuración productiva y la renegociación del servicio de la deuda externa, ajustara el sector externo, no se generaría una fuga de capitales, pues se disminuiría la necesidad de requerimientos de entrada de capitales, así como el riesgo de fuerte inestabilidad cambiaría; así la especulación no trabajaría en este contexto y no habría necesidad de establecer controles para los flujos de capital. En cambio, si la economía no repunta su crecimiento, dejará de recibir flujos de capital, por lo que las presiones que enfrenta el sector externo y las finanzas públicas llevarán a debilitar a la moneda nacional y a presionar la tasa de interés para allegarse recursos para dicho financiamiento.

Tradicionalmente, cuando la crisis se manifiesta, el control de divisas es establecido para frenar las acciones especulativas. Pero la especulación acontece antes de que la crisis se produzca, es decir, cuando la incertidumbre se incrementa. Para evitar una crisis profunda, el control del movimiento de divisas debe ser establecido. Ilene Grabel señala que el control y la regulación de los flujos de capital y la convertibilidad de las monedas deberían ser establecidos para evitar acciones especulativas que generan crisis financieras [Grabel, 2000, p. (2)378].

Si se limita el libre movimiento de capitales y las acciones especulativas que se derivan de él, y si disminuye la dependencia de la entrada de capitales, se podría retomar el manejo de la política económica para atender las demandas nacionales. En tal contexto no tendrían que priorizar políticas contraccionistas y de estabilización, como lo han venido haciendo en todo el período de la liberalización financiera, que nos ha llevado a contextos de crisis y de bajo crecimiento económico. Davidson señala que "si las naciones permiten libre movimiento de fondos, las autoridades no tienen control directo sobre las tasas de interés internas" (Davidson, 2002).

De no revisarse la política económica predominante y los factores que presionan el déficit de cuenta corriente, la economía nacional seguirá condenada a aplicar políticas restrictivas y a vender activos nacionales para estimular los flujos de capital y financiar el déficit de cuenta corriente, con lo que la perspectiva seguirá siendo de bajo crecimiento y más control del capital internacional sobre nuestra economía.

 

11. El Estado debe recuperar la regulación de la actividad económica

Con miras a generar expectativas de crecimiento de ingresos y ganancias para promover la inversión, pagar la deuda y que el sistema bancario pueda otorgar créditos para impulsar la dinámica económica, es necesario que el gobierno incremente su gasto y lo dirija a la esfera productiva para evitar presiones sobre el sector externo y prácticas especulativas.

Para recuperar el crecimiento económico se requiere de una participación del Estado en la economía, diferente de la que ha mantenido hasta ahora; asimismo, modificar nuestra inserción en la economía mundial, ya que la dinámica económica y los objetivos de pleno empleo y bienestar social no pueden ser dejados a las libres fuerzas del mercado de economía abierta, debido a que ello ha sido la causa de los problemas que tenemos.

El libre mercado abierto y la política anti-inflacionaria no generan condiciones rentables a la inversión productiva. En el contexto de la liberalización financiera, las libres fuerzas del mercado buscan las ganancias financieras de corto plazo y no se encaminan a configurar condiciones de crecimiento sostenido. Papadimitriou y Wray nos dicen que "la mejor economía no es aquella que está abandonada a la mano invisible del mercado no restringido. Nuestra seguridad nacional e individual no debe ser dejada a la suerte de la búsqueda privada de la máxima ganancia" (Papadimitriou y Wray, 2001).

La contracción económica está cuestionando el proceso de liberalización financiera y la política económica que le acompaña, por lo que el Estado tiene que intervenir y regular la actividad económica para garantizar condiciones monetarias, crediticias, fiscales y comerciales para el crecimiento sostenido y el pleno empleo; asegurar una asignación de recursos a favor de la esfera productiva, así como disminuir las presiones sobre el sector externo y regular su comportamiento, para evitar prácticas especulativas que desquicien la actividad económica.

 

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Información sobre el autor

Arturo Huerta González. Se desempeña como profesor titular del posgrado en la Facultad de Economía, UNAM, de 1975 a la fecha.

Ha sido merecedor de diversos premios, entre los que destacan: Premio Universidad Nacional en el Área de Investigación de Ciencias Económicas y Administrativas, en 1994. Premio Anual de Investigación Económica Maestro Jesús Silva Herzog, que otorga el Instituto de Investigación Económica de la UNAM, en 1985. Premio Anual de Economía Banamex por la tesis de licenciatura en 1974. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel III.

Cubrió estadías de investigación en la Universidad de Berkeley, California; en el Instituto de Economía de la Universidad de Campinas, Sao, Paulo, Brasil; en la Facultad de Economía y Política de la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Asimismo, impartió cátedra en calidad de profesor visitante en la Universidad de Kansas City Missouri en 2001-2002.

Es autor de 11 libros publicados, entre los que destacan: Economía mexicana: más allá del milagro, Ediciones de Cultura Popular, 1986, Editorial Diana, 1991 (reeditado en 1995). Riesgos del modelo neoliberal mexicano, Editorial. Diana, 1992 (reeditado 1993, 1994 y 1995). La globalización: causa de la crisis asiática y mexicana, Editorial Diana, 1998. La economía política del estancamiento, Editorial Diana, 2004. Ha publicado más de cien artículos sobre teoría económica y análisis de los problemas económicos de México y América Latina en libros colectivos y revistas especializadas.

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