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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.4 no.35 Guadalajara ene./jun. 2012

 

Avances de trabajo

 

De madres, hijos y otras cuestiones afectivas: comentarios crítico-analíticos a las temáticas recurrentes en las narradoras mexicanas nacidas a partir de 1970

 

Cándida Elizabeth Vivero Marín

 

Doctora en letras. Profesora investigadora del Centro de Estudios de Género de la Universidad de Guadalajara. Pertenece al SNI, nivel I. Correo electrónico: elizabeth_vivero@hotmail.com

 

Recepción: 18 de marzo de 2012
Aceptación: 24 de mayo de 2012

 

Resumen

La literatura, entendida como una forma de representación de la realidad, pone de manifiesto una serie de transformaciones en torno al concepto de familia y, por ende, de las relaciones familiares. En este sentido, en la narrativa mexicana escrita por mujeres jóvenes se observa un cambio tanto en la manera en la que los miembros de la familia interactúan entre sí como en las relaciones intergenéricas que establecen. Los roles de género que se plantean son distintos, por lo que también son diferentes las formas en las que los miembros de la familia asumen su papel en ella.

Palabras clave: familia, literatura, maternidad, roles de género, cuerpo.

 

Abstract

The literature understood as a form of representation of reality, shows a series of transformations on the concept of family and, therefore, of family relationships. In this sense, the Mexican narrative written by young women shows a change in the way in which family members interact with each other and on the intergeneric relationships they establish. Gender roles that arise are different, so as the way in which family members take their role in it.

Keywords: family, literature, motherhood, gender roles, body.

 

La nueva generación de escritoras mexicanas, en particular las narradoras, han dejado de lado temas antes considerados claves en la literatura escrita por mujeres; es decir, la preocupación por representar situaciones matrimoniales y la denuncia a roles de género tradicionales impuestos por la sociedad. De esta manera, en la producción de estas jóvenes autoras aparecen cada vez con mayor frecuencia puntos temáticos que manifiestan un cambio en la manera de relacionarse con la familia. Entre estos temas recurrentes podemos mencionar los siguientes: la relación conflictiva o tensiva con la madre, la cual ha dejado de ser representada como figura abnegada y entregada a la familia; así como las relaciones afectivas con la pareja que no necesariamente se establecen por medio del matrimonio.

En estas temáticas se tocan también problemas sociales; relaciones homoafectivas; la interrelación con otras culturas y discursos ajenos al contexto mexicano; la violencia física o simbólica; y las metamorfosis en tanto transformaciones por medio de las cuales se recupera la naturaleza salvaje de los sujetos. Todo ello asumido desde una posición enunciativa, es decir, las autoras se saben depositarias del discurso y hacen uso de la palabra para reconstruir la realidad. Si bien es cierto que esto no implica que estemos ante una escritura feminista, sí alude a una mayor conciencia por parte de las escritoras en torno a la libertad que viven para expresarse y acceder a la publicación. Herederas, pues, de los cambios y avances iniciados por sus antecesoras, las jóvenes autoras ejercen la escritura desde una posición distinta con respecto a sus madres y abuelas literarias, pues muchas de ellas son profesionales de la palabra.

El objetivo de este artículo es mostrar los avances de una investigación en marcha, por lo que se señalan una serie de reflexiones y comentarios crítico-analíticos sobre la narrativa de estas jóvenes autoras. Para ello se parte de la teoría literaria feminista y de los estudios de género. Sirva entonces este trabajo para dar a conocer y abrir líneas de investigación en torno a estas novísimas escritoras.

 

El contexto de la investigación

Antes de dar paso a los señalamientos crítico-analíticos de los temas recurrentes en los textos de las narradoras recientes en México, deseo ofrecer un breve contexto desde el cual parte esta investigación. iniciado como proyecto de tesis doctoral, el estudio de las autoras mexicanas más jóvenes ha sido continuado a lo largo de cinco años en los que, poco a poco, se ha ido recuperando material de narradoras nacidas a partir de 1970. Ciertamente no se puede hablar de la generación de 1970, pues una generación literaria no se asume sólo por la proximidad en la fecha de nacimiento, sino sobre todo por las afinidades estructurales o estéticas que agrupan a sus miembros, así como por una experiencia generacional que los marca.1 Sin embargo, mi interés por estudiar lo que el grupo de narradoras nacidas durante la década de 1970 ha comenzado a publicar, y sobre todo las representaciones de género y los procesos identitarios que en sus textos se observa, me ha llevado a establecer como marco de referencia para mi estudio el período comprendido entre 1970 y 1979.2 Al inicio de mi investigación, pocas autoras habían sido publicadas y muchas de ellas lo habían hecho en el género de poesía. Sin embargo, con el paso del tiempo, han comenzado a surgir nuevos nombres y algunas de ellas se han posicionado en el panorama literario de México. De tal manera que fui identificando cada vez a un mayor número de narradoras nacidas entre 1970 y 1975 y, a últimas fechas, de 1976 a 1979.

De estos dos subgrupos de escritoras, han comenzado a figurar las primeras, esto es, aquellas cuyas fechas de nacimiento se sitúan entre 1970 y 1975, entre las cuales se encuentran: Julieta García González (1970), Vanessa Garnica (1971), Socorro Venegas (1972), Guadalupe Nettel (1973), Sylvia Aguilar Zéleny (1973), Vizania Amezcua (1974) y Daniela Tarazona (1975). Mientras que del segundo subgrupo comienzan a destacar: Cristina Rascón Castro (1976), Itzel Guevara del Ángel (1976), Criseida Santos Guevara (1978), Nadia Villafuerte (1978) y Orfa Alarcón (1979). Cabe hacer mención que la mayor parte de los textos publicados por estas autoras han aparecido en la editorial del gobierno, CONACULTA, y han contado con el respaldo de editoriales independientes o, como en el caso de Nettel, de editoriales comerciales como Anagrama.

De cada una de las autoras se ha leído al menos una de sus obras, por lo que el corpus que integra este trabajo ha quedado conformado de la siguiente manera: Pétalos, El huésped y El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel; La risa de las azucenas y La noche será blanca y negra, de Socorro Venegas; Una manera de morir, de Vizania Amezcua; Vapor y Las malas costumbres, de Julieta García González; El animal sobre la piedra, de Daniela Tarazona; Una no habla de esto, de Sylvia Aguilar Zéleny; Hanami y El agua está helada, de Cristina Rascón Castro; Perra brava, de Orfa Alarcón; Santas Madrecitas, de Itzel Guevara del Ángel; La ley del retorno, de Vanessa Garnica; Rhyme & Reason, de Criseida Santos Guevara; y ¿Te gusta el látex, cielo?, de Nadia Villafuerte.

Asimismo, se han leído varios de sus cuentos que aparecen en distintas antologías, entre las que se encuentran: Novísimos cuentos de la República mexicana. 32 relatos cortos, cuentos postmodernos y minificciones, de Mayra Inzunza; Grandes hits. Nueva generación de narradores mexicanos, de Tryno Maldonado; Cuentistas de Tierra Adentro III, de Lazco Maoussong; y El futuro no es nuestro. Nueva narrativa latinoamericana, de Diego Trelles Paz.

A partir entonces del análisis de estas obras, se han podido identificar temáticas recurrentes, puntos de encuentro y continuidades que las jóvenes narradoras establecen con autoras mexicanas de otras décadas, llegándose a establecer las diferencias y similitudes que guardan unas con otras y de ellas con respecto a sus antecesoras. Si bien el trabajo no ha concluido, sí es posible comenzar a trazar dichas líneas las cuales nos permiten vislumbrar los cambios y transformaciones que se plantean en sus textos. Por ello, a continuación abordo algunos de estos puntos.

 

De afectividades: el divorcio

Las escritoras mexicanas del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, refirieron en sus escritos a la familia, los hijos, la maternidad y la patria. Isabel Ángela Prieto de Landázuri, Refugio Barragán de Toscano, Laureana Wright de Kleinhans, María Enriqueta Camarillo, entre muchas otras, abordaron los temas ya sea como alabanza de los atributos femeninos, ya sea como medio para reivindicar el papel de la mujer en la sociedad. Para principios del siglo XX, de acuerdo con Olga Martha Peña Doria, las dramaturgas evidenciaron las rupturas de los roles tradicionales al abordar temas I considerados tabúes hasta ese momento: el divorcio, la unión libre y el suicidio; de tal suerte que dichas temáticas comenzaron a aparecer en las obras de las escritoras.3 Lo mismo sucede en la narrativa donde se retratan las problemáticas de la época y se toca el tema de la Revolución, evidenciando una mayor participación de las mujeres en los acontecimientos nacionales. Para mediados del siglo XX, Rosario Castellanos, Elena Garro, Amparo Dávila, Inés Arredondo y Josefina Vicens, entre otras, cuestionan explícita o implícitamente las configuraciones tradicionales en torno a los roles de género, la racionalidad patriarcal y el sistema de valores morales.4 De ahí que se evidencia una crítica al imaginario nacional, construido sobre el pensamiento liberal, que idealizó la figura de la mujer al referirse a ella como el "Ángel del hogar"; de tal suerte que quienes no se ajustaban al ideal de la "buena madre", eran consideradas brujas, demonios, prostitutas, en otras palabras, "malas mujeres". Por ello, las escritoras que comienzan a publicar a partir de la década de los cuarenta y hasta la de los ochenta denuncian esta visión y empiezan a desvincular a sus personajes femeninos del entorno familiar aun cuando, en muchas ocasiones, éste sigue apareciendo como punto de referencia principal para la reformulación del deber-ser femenino.

Herederas de esta serie de transformaciones y rupturas, las escritoras mexicanas nacidas a partir de 1960, y cuya obra comienza a ser publicada a finales de los ochenta y principios de los noventa, plantean ya otros escenarios para los personajes femeninos, situándolos como profesionistas, escritoras o empleadas. Así, en muchos de los textos de estas autoras, se desdibuja la vinculación mujer-esposa-madre para dar paso de forma abierta a la figura de la mujer-amante-sin hijos. Ana Clave, Cristina Rivera Garza, Verónica Murguía, Susana Pagano, Cecilia Eudave, Guadalupe Ángeles, Eve Gil, entre muchas otras, ya no refieren directamente al matrimonio o a la unión conyugal, tampoco hacen alusión a los hijos o a la familia extendida, por lo que el concepto de "familia" comienza a transformarse al replantearse las relaciones afectivas y de parentesco.

En esta misma línea, las escritoras que nacen durante la década de los setenta, y cuya obra se publica a partir de finales de los noventa y principios de 2000, han dejado de lado, casi por completo, cualquier mención al matrimonio y muy poco se refieren a los hijos. Lo que sí aparece, y esto es una temática recurrente en la narrativa de estas autoras, es una dependencia afectiva a la pareja en turno así como una mención continua de los personajes como escritoras. Asimismo, contrario a lo que sucediera con las dramaturgas de la década de los treinta como apunta Peña Doria,5 el divorcio parece "natural", es decir, un acontecimiento inevitable y, quisiera destacar aquí, liberador. En efecto, en las narradoras recientes, el divorcio parece ser un paso lógico tras el matrimonio, el cual, lejos de acarrear la estigmatización social, produce en los personajes femeninos un proceso liberador al producir en ellas un cambio radical en su manera de pensar y actuar en el mundo. En este último punto, el proceso creativo por medio de la palabra y la escritura se encuentra estrechamente ligado a este despertar de conciencia, por lo que las protagonistas que se asumen escritoras o bien, como en el caso de Socorro Venegas en La noche será blanca y negra, profesionales de la palabra,6 entran de lleno a una transformación interior que las posiciona como sujetos activos. Esta búsqueda interior se logra, pues, por el ejercicio de la escritura, lo cual marca una clara relación entre la enunciación (Logos) y la acción (Actum). Una vez que se han apropiado de la palabra y el discurso ajenos, dados por la Ley del padre, los personajes femeninos se sitúan en el mundo como seres creativos y creadores capaces de transformar su entorno, su realidad y, por ende, sus vidas. En tanto seres-para-sí, independientes y libres, las mujeres representadas asumen las consecuencias de sus actos y toman el control sobre su destino.

Sin embargo, cabe hacer mención que este reposicionamiento se da sólo cuando los personajes femeninos se han desligado de sus parejas sentimentales. Es ahí donde el divorcio acontece como un suceso natural, por necesario, en este proceso de transformación interior, pues si éste no sucede, no se puede dar el siguiente paso a la independencia económica y emocional. Este binominio libertad/ escritura, se observa en los textos: Una no habla de esto; Una manera de morir; "La otra historia", en El agua está helada; y en La noche será negra y blanca.7

No obstante, encontramos casos en los que la separación no conduce a la libertad sino al aprisionamiento mental. Tal como sucede en la novela El animal sobre la piedra, de Daniela Tarazona, donde la disociación afectiva lejos de propiciar el reconocimiento del sí-mismo en la protagonista, la conduce al enloquecimiento. En este texto en particular, el topoi romántico de la recuperación del paraíso perdido, ligado a la naturaleza femenina como la nombra Rita Felski (1989: 141) reafirma la noción de la feminidad como representante del caos (Gilbert y Gubar 1998: 63). Sea entonces un proceso de emancipación y de apropiación de su ser-para-sí, o bien una carencia afectiva que le impide reconocerse como sujeto activo, lo cierto es que los personajes femeninos de todos los textos analizados siguen refiriendo en mayor o menor medida la dependencia afectiva hacia sus parejas sentimentales. En este sentido, el matrimonio ya no es tema a tratar para este grupo de escritoras, no obstante, se sigue reproduciendo la sujeción sentimental hacia la pareja. El divorcio o la unión libre son las constantes referidas, y la separación una suerte de garantía para la toma de conciencia y emancipación, aunque ésta siempre se encuentra ligada o referida a partir del otro.

 

La familia

Ahora bien, en cuanto a los hijos y las hijas, las madres, los padres y las abuelas, se aprecian rasgos interesantes y distintivos, a saber: los hijos y las hijas por lo general no son tampoco referidos y, cuando sucede, es para dar cuenta de sus pérdidas por aborto, como esperanza para un futuro mejor o bien como jóvenes o adultos con los que se entablan relaciones conflictivas. Los hijos varones, en general, suelen no interactuar de manera directa al representarlos como hijos abortados o muertos a temprana edad, por lo que existe una pérdida dolorosa de éstos quedando un Edipo no superado del todo. Las hijas, por su parte, son representadas con matices que tienden más hacia la relación conflictiva al mostrar de manera clara y directa los celos, las envidias y la incomprensión entre madres e hijas. Así, en la mayoría de los textos, las madres añoran la pérdida del hijo, mientras que pelean o se distancian de las hijas tal como sucede en las novelas La noche será negra y blanca y El huésped.

Por otro lado, cuando estas situaciones de pérdida de los hijos varones no aparecen, ni tampoco lo hacen las relaciones conflictivas entre madres e hijas, en los textos se da cuenta de una supuesta armonía entre estas últimas, basada en el reconocimiento de la decrepitud de las madres y la admiración por la belleza y juventud de las hijas. Pareciera que sólo en esta aceptación de anularse frente a la lozanía de las hijas, y en la consecuente no competencia laboral y social que de ello deriva, se puede establecer una convivencia pacífica y afortunada con las hijas. Por lo tanto, tampoco en estas circunstancias el Edipo (o el complejo de Electra como lo llama Carl Gustav Jung) se ha superado satisfactoriamente: el libro Santas Madrecitas, es un claro ejemplo de esto.

En cuanto a la figura del padre, también presenta una relación tensa al representársele generalmente como ausente ya sea de manera física o emocional. En efecto, los padres, cuando se hacen presentes en los textos, se muestran ausentes. En la mayoría de los casos, los padres abandonan por propia voluntad a la familia y no vuelven a hacerse cargo de ella. La búsqueda de ese padre significa, para las protagonistas femeninas, la oportunidad de explicarse a sí mismas, encontrar un significado a sus vidas y reintegrarse como sujetos unificados capaces de ejercer su autonomía. Sin embargo, al encontrarlos, las protagonistas se dan cuenta de la pusilanimidad de sus progenitores, de su falta de compromiso e inmadurez emocional. Este encuentro, lejos de provocar una revalorización de la madre, termina confirmándoles su necesidad de independencia y desapego hacia aquélla. De esta manera la toma de conciencia vuelve a surgir no a través de la madre, sino por medio del padre: lo que el padre es les reconfirma lo que ellas no quieren ser, dependiendo, una vez más, de los personajes masculinos para constituirse como sujetos de enunciación y de acción. En La noche será blanca y negra; La risa de las azucenas; La ley del retorno; Perra brava y Vapor, la figura del padre se encuentra distante, diluido o ausente por completo.

Con relación a los abuelos y abuelas, hay que mencionar que los primeros aparecen casi siempre como conciliadores con las nietas, aunque en pugna con sus hijas, y su papel se centra más bien en ser protectores. Mientras que las abuelas tienen un papel mucho más activo y determinante al ser éstas, en la mayoría de los casos, quienes aconsejan, dan valor y reconstruyen la vida de las protagonistas al contarles el pasado. Las abuelas, lejos de lo que pudiera pensarse, se muestran mucho más abiertas al desarrollo personal de las nietas, por lo que también sostienen conflictos con las hijas. De ahí que las relaciones con las abuelas se presentan en términos mucho más cordiales y de complicidad. Esto último pudiera obedecer a que en las narraciones se marca la diferencia generacional al mencionarse las ataduras y prohibiciones que padecieron las abuelas, en contraposición con la libertad que viven las nietas; de donde se pudiera colegir, en última instancia, que las abuelas disfrutan por medio de las nietas de todo aquello que les fue vedado en su momento. En todo caso, las abuelas no asumen un rol pasivo o abnegado, por el contrario, se representan como seres con mucha fuerza física e interior, lúcidas en la mayoría de las ocasiones y aún con deseos de vivir; es decir, sus rasgos físicos, intelectuales y emocionales escapan al ideal de la "abuelita" al pendiente de los demás o que vive esperando las atenciones de la familia. Esto lo podemos observar claramente en La risa de las azucenas y El cuerpo en que nací.8

Por último, como ya se ha mencionado antes y sólo como apunte final, entre madres e hijas se entabla una relación directa con el cuerpo tanto en lo que concierne a su proceso de envejecimiento como en lo referente a la sexualidad y, por ende, del disfrute. Y es que en los textos analizados, el cuerpo cobra una importancia fundamental al presentársele como uno que goza de la sexualidad, misma que se niega a la madre.

El placer sexual es vivido sólo por las hijas mientras que a las madres se les cancela dicha posibilidad o, cuando sucede, se realiza a través de observar a las hijas o de compartir con ellas la pareja sexual. Es decir, las madres carecen de la capacidad de atraer a otros y dependen de las hijas para disfrutar la sexualidad. El cuerpo de las madres, que ha dado fruto, se cierra a nuevas experiencias, en tanto que el de las hijas, propicio para la procreación, se abre a la sexualidad. Esto último provoca, en consecuencia, la tensión entre unas y otras, puesto que las madres se presentan frustradas y celosas por el disfrute de las hijas. Como también se mencionó, el cuerpo juega entonces un papel primordial en las relaciones entre madres e hijas, ya que al negarse a aceptar ese confinamiento, las madres luchan por el reconocimiento como seres sexuales y necesitados de afecto. Únicamente al asumir su envejecimiento, y otorgarle un lugar privilegiado a las hijas, se entabla la armonía entre ellas. El cuerpo se convierte así en un elemento clave para comprender dichas relaciones. Los textos Vapor; Rhyme & Reason; Las malas costumbres y Una manera de morir, son ejemplos de la interrelación entre cuerpo y afectividades.9

 

Conclusión

En conclusión, en la narrativa escrita por mujeres nacidas durante 1970 se puede apreciar una continuidad en las temáticas ya iniciadas por sus antecesoras. No obstante, la relación con la familia y los miembros que la integran presenta un cambio en cuanto a que, si bien la madre sigue siendo el pilar familiar, serán las abuelas las cómplices y las dotadoras de significación a la vida de las protagonistas.

En cuanto al matrimonio, éste ya no aparece y su lugar es ocupado por el divorcio o la unión libre. Sin embargo, la dependencia afectiva hacia el compañero sentimental se mantiene y tanto la figura del amante como la del padre propiciarán de alguna u otra forma el despertar de conciencia y la emancipación de las protagonistas. Con ello se evidencia que aun cuando no se mantiene ya una relación matrimonial, los personajes masculinos continúan determinando las acciones y la transformación de las protagonistas, por lo que dicho cambio se produce no por medio de otras mujeres, sino, una vez más, sólo a través del Padre y su Ley.

Ciertamente no se han agotado todas las vertientes y aún se puede ahondar en varias de las líneas aquí planteadas, por lo que estas reflexiones sirven de punto de partida para acercamientos posteriores.

 

Bibliografía

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Notas

1 Pedro Salinas "El concepto de generación literaria aplicado a la del 98".

2 Existen varias periodizaciones en torno a la literatura hispanoamericana, siguiendo principalmente la línea histórica que parte del descubrimiento hasta nuestros días. José Juan Arrom, en su libro Esquema generacional de las Letras Hispanoamericanas, establece como fecha de partida el año de 1474 pues corresponde a las fechas aproximadas de nacimiento de Isabel la Católica y Cristóbal Colón (entre 1444 y 1474). De tal suerte que Arrom sitúa el período de predominio, como lo nombra él, en los treinta años posteriores al nacimiento. A diferencia de Salinas, por lo tanto, la perspectiva de Arrom no considera cada quince, sino cada treinta años el surgimiento de una nueva generación.

3 Véanse para este punto los libros de Olga Martha Peña Doria: Amalia del Castillo Ledón. Sufragista, feminista, escritora. El alcance intelectual de una mujer; Catalina D'Erzell. Pionera del feminismo literario mexicano del siglo XX, y su artículo "La dramaturgia femenina y el corrido mexicano teatralizado".

4 Adriana Sáenz Valadez, Una mirada a la racionalidad patriarcal en México en los años cincuenta y sesenta del siglo XX. Estudio de la moral en "Los años falsos" de Josefina Vicens, 2011.

5 Cfr. Peña Doria, Catalina D'Erzell.

6 La protagonista de Venegas asume, al final de la novela, su rol de periodista.

7 En esta última novela, no se da un divorcio en el sentido tradicional; es decir, no existe un matrimonio y luego una separación de los esposos, sino que Andrea, la protagonista, se separa emocionalmente de su padre al superar el acontecimiento trágico que marca a la familia entera y trastoca la vida de todos sus miembros. Por ello, se puede decir que el divorcio se lleva a cabo en un terreno simbólico, al superarse finalmente el Edipo que mantenía unida a Andrea con su progenitor.

8 En la novela de Nettel observamos un cambio en la relación con la abuela en tanto que, en un primer momento, se presenta una situación conflictiva al representar la abuela el cúmulo de prohibiciones y prescripciones que han constreñido el actuar y el pensar de las mujeres. Sin embargo, conforme avanza la trama, la abuela se transforma en un personaje más comprensivo y cariñoso que, si bien no llega a entablar una complicidad profunda con la nieta, sí coadyuva a la protagonista a realizar su sueño de jugar en un equipo de futbol.

9 En cuanto a los temas del cuerpo, la sexualidad y el placer, hay mucho más qué decir y analizar al respecto. Sin embargo, debido al carácter de este artículo, sólo se esbozan algunos rasgos que servirán de línea de reflexión en futuros trabajos.

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