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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.3 no.21 Guadalajara jul. 2005

 

En la mira

Leer, ¿para qué?

Javier Esparza López


A una pregunta tan sencilla como compleja deberá corresponder una respuesta igual: leer, para qué sí. Los múltiples considerandos que intervienen para que un lector en potencia se atreva a abrir un libro, implican que haya libro, primero, y también, por supuesto, que haya un lector potencial.

¿Cómo llega un libro a las manos de alguien? Prestado, comprado, robado, por accidente, etc. El libro ya está aquí, ya fue redactado, editado, impreso, publicado, puesto en circulación y a la venta; ahora, ¿a quién le corresponde abrirlo?

Los géneros escritos y los subgéneros son tan vastos que no alcanzaría una obra completa para describir solamente los títulos que se editan por año, por país, por materia, por idioma; sin embargo, genéricamente a lo que me refiero es qué motivos podrá tener alguien para abrir un libro.

Es probable que quienes se dedican a impartir educación preescolar, en un momento dado abran un libro a fin de enseñar la lección a los infantes; sin embargo, en esta misma escena, un profesor de primaria probablemente iniciara el día diciendo: “a ver, niños, abran su libro en la página tal”: un maestro de secundaria solamente informará que los datos que requieren se encuentran en su libro de física, química, ciencias sociales, español, idioma extranjero, etc. En bachillerato, el profesor dará algunas referencias bibliograficas y el alumno buscará y probablemente encontrará alguna de ellas.

Hasta aquí parece que no hay ningún problema, todo está ordenado; pero al llegar a la etapa profesional, los contadores estarán leyendo de contaduría; los abogados, los códigos y leyes; los médicos, los avances en medicina, anatomía; los psicólogos en lo propio y así sucesivamente.

Es decir, aquí ya la lectura es especializada y en consecuencia se va adquiriendo un lenguaje también especializado, alejándose de los demás lenguajes; aquí la lectura es una limitante. Al iniciar la instrucción formal, el lenguaje era más o menos el mismo, mas al llegar a la profesionalización, el lenguaje actúa como limitante, se especializa a grado tal que hace incomprensible la lectura de un texto a personas no especializadas.

Hasta aquí parecería resuelto el problema, bueno uno lee de acuerdo con la ocupación o profesión. Pero, ¿quién va a leer a los poetas?, ¿quién va a leer la poesía, la novela, los libros de superación personal, los cuentos?, ¿quién va a leer los miles y miles de textos publicados que no necesariamente corresponden a los géneros formativos profesionales?

El factor económico seguramente también actúa como condicionante, y digo también porque la práctica de la lectura corresponde a factores culturales, pero también influye el factor económico; no necesariamente a los estratos más bajos les corresponderá un menor número de libros, aunque seguramente a medida que se va avanzando en formación se va teniendo acceso a un mayor número de libros. Así, a los que solamente terminaron la primaria les habrá correspondido tener en sus manos un número menor de libros que a un profesional, tomando como única variable la formación profesional, llegado el caso, y el gusto por la lectura, como una excepción.

Encontraremos no profesionales cuyo gusto por la lectura les haya hecho leer un número mayor de libros que los que alguien con título hubiera leído y, como señalo, el factor económico es importante, pues contar con un acervo personal de libros implica tener satisfechas aunque sea medianamente las necesidades básicas, implica también un gusto por la lectura y un conocimiento acerca de los beneficios reales o supuestos que da ser o no ser lector.

Consideremos el capital cultural de una persona, por ejemplo; será estimada como medianamente culta o más culta si ha leído un mayor número de libros que otra que dedicándose a la misma actividad ha leído un número menor o simplemente no ha leído ninguno. Pongamos el caso de un profesor de bachillerato que imparte cierta asignatura, por su trabajo tendrá necesidad de leer algún texto, pero tiene la opción de seguir buscando más información.

Hay profesores de bachillerato que siguen usando el mismo texto desde hace veinte años, con el pretexto de que ese texto es el idóneo, sin que siquiera se hayan dado cuenta de que está caduco o que simplemente las teorías expuestas ya fueron superadas. Hay quienes no solamente leen lo correspondiente a su asignatura, sino que leen el periódico, revistas, libros recién editados, consultan internet y los menos que se dedican a elaborar su propios cuadernos de trabajo, libros o hacen compilaciones que les sirven de consulta y guía en el aula.

Hasta aquí, los factores culturales, profesionales y económicos pareciera que son los que más influyen a la hora de abrir un libro, pero el número de libros que no representan una utilidad práctica es grande como para poder ignorarlos.

El libro despierta la imaginación. Leer a Miguel de Cervantes con Don Quijote de la Mancha o a Julio Verne en cualquiera de sus obras, es meterse en los insospechados mundos de otras épocas, de otras personalidades, de otras culturas; es por medio de estos libros como los lectores tienen acercamientos culturales con otras sociedades, tan lejanas en el tiempo y también geográficamente.

Uno se acerca a través de las novelas a países que existen solamente en la imaginación del autor y afortunadamente hay muchos de ellos: Saramago, Goytisolo, Paz, Fuentes, Cohelo, Borges, Hesse, García Márquez, Gaarder, Yáñez, Rulfo, Nèlida, Mastreta, Poniatowska, Rushdie, Dostoievski y mil más que con sus obras nos trasladan a lugares insospechados; o, ¿acaso somos nosotros los lectores los que nos transportamos hasta donde queremos?

Los lectores tenemos esa capacidad de interpretación, seguramente, lectores distintos, leyendo las mismas obras y los mismos autores, tendrán opiniones diferentes respecto al autor y respecto a su obra. Esto es parte de la riqueza que podemos encontrar en un texto hasta el punto de decir: “ya estuvo bueno, ya estoy listo para empezar a escribir mis propias obras”. Uno no sabe cuándo va a dejar de ser solamente lector espectador, para convertirse en lector escritor; uno no sabe cuándo las preguntas se convertirán en respuestas para uno mismo y para los demás; uno no sabe qué tanto puede influir en una persona una lectura determinada.

Si hablamos de la necesidad de la lectura, podríamos preguntarnos cuántos libros deberá leer un sujeto para que se considere lector. ¿Cuántos libros necesita leer un barrendero, jardinero, obrero, albañil, ama de casa, paria, chofer? ¿Por qué uno decide leer un texto y no otro? ¿Por qué alguien puede conmoverse hasta las lágrimas con la lectura de un texto y con otros más permanecer indiferente? Los libros proporcionan el placer de la lectura y la lectura, el placer del encuentro y del desencuentro, no tanto con el autor, sino consigo mismo; permite confrontar a uno con sus propias ideas y situaciones, permite pensar diferente, pero también permite reafirmar lo que ya uno conoce. Permite pensar activamente y contribuir a la formación del sujeto que desea uno ser. En un proceso envolvente y acaso involuntario, el sujeto se recrea a sí mismo, se construye, se deconstruye y luego se reconstruye a través de la lectura, de una manera más o menos consciente y voluntaria. En este sentido la lectura es permisiva, no obliga, no condiciona, simplemente ofrece una visión de un mundo que puede compartirse o no, con el que puede uno estar de acuerdo o no y del que puede apropiarse culturalmente de las ideas ahí expresadas, enriqueciendo el acervo cultural personal, convirtiéndose sin querer en un sujeto con mayor influencia social en el ambiente que sea.

Un buen lector será siempre punto de referencia acerca de tal o cual teoría, de tal o cual problema social y sus puntos de vista tendrán un grado de asertividad que siempre será un placer platicar con ellos; conocer los puntos de vista más comunes y las respuestas más sencillas y asomarse a las complejidades de respuestas poco ortodoxas, que casi siempre van a ir acompañadas de los buenos lectores es parte de lo que podemos conseguir leyendo, por eso a la pregunta “¿por qué leer?” Bueno, la respuesta es “porque sí”.

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