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Estudios de cultura náhuatl

versión impresa ISSN 0071-1675

Estud. cult. náhuatl vol.45  Ciudad de México ene./jun. 2013

 

Estudios clásicos

 

¿Tuvieron poetas los aztecas?

 

Pablo González Cazanova*

 

*Dos trabajos, también clásicos en el gran conjunto de aportaciones en torno a la lengua y la cultura nahuas, son los que aquí se presentan. uno, debido al filólogo y lingüista Pablo González Casanova (1880-1936); otro, un poema que compuso el hombre de letras y político liberal de origen náhuatl, Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893).**

En su artículo González Casanova analiza el parecer de algunos estudiosos como Alfredo Chavero y Julio Darío Caballero que negaron la existencia de poesía prehispánica. En contraparte aduce la existencia de fuentes donde ella se conserva en parte.

A su vez el sacerdote poblano Darío Julio Caballero que vivió durante la segunda mitad del siglo XIX y fue autor de una Gramática del idioma mexicano, publicada en 1880,*** y de varios opúsculos religiosos en náhuatl, tras negar la existencia de una poesía prehispánica, presenta varias composiciones poéticas de autores bien conocidos traducidas por él al náhuatl. Al lado de tales composiciones transcribe otra atribuida a Ignacio Manuel Altamirano. Éste, nacido en Tixtla Guerrero en 1834 y muerto en San Remo, Italia 1893, tuvo como lengua materna el náhuatl.

 

La pregunta parece ociosa: obvia por afirmativa la respuesta. Todos hemos oído hablar alguna vez del rey poeta Nezahualcóyotl, émulo de Salomón en nuestra leyenda vernácula; y, unos más, otros menos, todos también hemos leído algo de la obra de cronistas e historiadores de las cosas del México antiguo, en su parte relativa a los cantos, bailes y música de los indios. Más aún: raro será el mexicano medianamente culto que no tenga noticia de la existencia de la colección de Cantares en idioma mexicano cuyo manuscrito se conserva en nuestra Biblioteca Nacional y que fue editada por Peñafiel tanto en facsímile como impresa, y en parte publicada en versión española en una edición popular que lleva un bello prólogo de Castillo Ledón.

Esto, sin embargo, no es obstáculo para que en la primera parte de la segunda mitad del siglo XIX negaran la existencia de ejemplos genuinos de poemas de origen prehispánico en idioma azteca un anticuario eminente, don Alfredo Chavero, en México a través de los siglos, y el autor de una gramática de dicho idioma, don Julio Caballero.

La aseveración hecha por Chavero y Caballero separadamente, debió perder su valor con la publicación de las obras: Ancient Nahuatl Poetry (Philadelphia, 1887) y Rig Veda Americanus (id., 1890) por el famoso americanista norteamericano Daniel G. Brinton, el primero que dio a conocer al mundo científico en el texto original y en traducción inglesa la colección de cantares en idioma mexicano editada después por Peñafiel (1904), y otra colección que forma parte de la obra de Sahagún, que manuscrita se conserva en la Biblioteca de Palacio, de Madrid, y que el sabio profesor Eduard Seler publicó después con una versión y comentarios críticos en alemán (Die Religioesen Gesaenge der Alten mexikaner) en edición facsimilar nuestro don Francisco del Paso y Troncoso (Bernardino de Sahagún, Historia de las cosas de Nueva España, v. VI. Cuaderno 2, Madrid, 1905).

Con tales antecedentes, que se antojan patrimonio común de quienes se dedican a esta clase de estudios, mal se compadece la actitud de un erudito que en nuestros círculos científicos goza de acendrada fama de nahuatlato, declarando contundente en un artículo de periódico que: "Hasta hoy podemos afirmar que no quedan de los antiguos mexicanos piezas literarias en verso que se puedan aceptar como auténticas y que, por las razones que en seguida exponemos, es de presumir que no se conoció en México el arte de versificar, antes de la llegada de los españoles." ("La literatura de los antiguos mexicanos. No supieron versificar e ignoraron la gramática", por el doctor Ignacio Alcocer, en el núm. 5 717 de Excélsior, 29 de noviembre de 1932, p. 5 y 8).

Tales aseveraciones chocan, desde luego, con la opinión generalmente aceptada entre personas cultas, y aparecen en flaca pugna con los datos apuntados antes. Mas si a la autoridad que da un periódico de importancia, sumamos la del autor del artículo como erudito nahuatlato, salta a la vista que es pertinente y debido examinar la validez de las razones y argumentos y el valor fehaciente de los hechos que trae en apoyo de tan peregrina tesis.

En lo que toca al primer punto -donde niega que nos quedan de los antiguos mexicanos piezas literarias en verso que se puedan aceptar como auténticas- el articulista pone al último como argumento incontrastable y decisivo: "Pero la más cumplida e irrefutable prueba es que Sahagún, que con tan extremado celo de coleccionador de tradiciones y antiguallas mexicanas nos transcribe hasta refranes, apariciones, agüeros, fantasmas, hechicerías, leyendas, fábulas, no contiene composición alguna en verso de la antigüedad prehispánica."

En la obra y volumen de Sahagún arriba citados, que son parte de los Códices Matritenses en lengua mexicana, llenan dieciséis fojas el texto en esta lengua de los cantares a los dioses (v. VI, cuadro 2. Primeros memoriales, cap. I. "Cantares a los dioses". fojas 48-64). A este propósito advierte Seler: "en el manuscrito original se encuentra un capítulo que el P. Sahagún encabezó como "capítulo 15" y al que de su propia mano anciana, toda temblorosa, dio por título: "De los cantares que dezía a honrra de los dioses en los templos y fuera dellos".

Basta con lo apuntado arriba para que caiga por su base la supuesta "más cumplida e irrefutable prueba" aducida por el articulista para demostrar que "obras en verso de aquella época primitiva que puedan considerarse como auténticas, no se conocen", según, afirma en otra parte. Al menos, mientras no se haya demostrado que las fojas en cuestión fueron interpoladas o que por "cantares" no han de entenderse "obras en verso", o quizás también que se hallan escritos en prosa o mejor aun que el título manuscrito del capítulo atribuido a la mano de Sahagún sólo es una falsificación de su escritura... Hipótesis todas ellas fuera de caso en esta vez puesto que el erudito nahuatlato no probó a demostrar ni apuntó ninguna de ellas, sino que se contentó con declarar que la obra de Sahagún que contiene "hasta refranes... no contiene composición alguna en verso de la antigüedad prehispánica". "Por las razones que en seguida exponemos -dice nuestro erudito nahuatlato en la segunda parte de su tesis- es de presumir que no se conoció en México el arte de versificar, antes de la llegada de los españoles."

En abono de su dicho no invoca autoridad histórica ninguna, porque no cabe considerar que sea de tomarse por tal el hecho de referirse a que Orozco y Berra haya puesto en duda la autenticidad de la oda atribuida a Netzahualcóyotl, y, menos aún, el de que Clavijero se abstuviese de afirmar categóricamente que fueron de origen prehispánico los poemas en mexicano que tuvo en sus manos, como dice el articulista.

Conténtase con escribir: "Se encuentra una pálida mención de que los antiguos mexicanos versificaban, en Gómara" y, concretándose a citar un breve párrafo de dicho autor con alusión al asunto, déjase en el tintero el capitulo XXXI, de la Historia eclesiástica indiana, de Mendieta, en el que, además de hacerlo en otros pasajes incidentalmente, se habla con extensión de sus cantos, y en donde se dice con precisión: "Cada verso o copla repiten tres o cuatro veces, y van procediendo y diciendo su cantar bien entonados...", etcétera. Y déjase también olvidado a Durán que en su Historia de las Indias de Nueva España (cap. XCIX, t. II, p. 230) se muestra tan explícito en este capítulo: "porque el baile de estos naturales no solamente se rige por el son empero también por los altos y bajos que el canto hace, cantando y bailando juntamente; para los cuales cantares había entre ellos poetas que los componían dando a cada canto y baile diferente sonada como nosotros lo usamos con nuestros cantos dando al soneto y a la octava rima y al terceto sus diferentes tonadas para cantallos y así de los demás." Y, para ya no recordar al propósito más cronistas, sino el máximo, nos contentaremos con invocar el testimonio de Sahagún, cuyas declaraciones a este respecto no podían ser más claras y que el erudito nahuatlato se dejó igualmente en el tintero.

El benemérito fraile, hablando de la instrucción que se impartía en el Calmécac, dice: "que les enseñaban todos los versos de canto para cantar, que se llamaban cantos divinos, los cuales versos estaban escritos en sus libros por caracteres" (Edición Bustamante, t. I, p. 276); en el capítulo XX, del libro IX, intitulado: "De la casa de los cantores...", etcétera (op. cit., t. II, p. 308), cuenta que: "se juntaban todos los cantores de México, y Tlaltelolco aguardando a lo que les mandase el señor si quería bailar, y probar u oír algunos cantares de nuevo compuestos", etcétera. Y así sucesivamente, en otros muchos pasajes de la obra de Sahagún vemos que se mencionan cantores y cantares; y con respecto a estos últimos en particular, explica: "Este bosque o arcabuco breñoso, son los cantares que en esta tierra urdió (el demonio) que se le hiciesen y usasen en su servicio [...] y se le cantan sin poderse entender lo que en ellos se trata, más de por aquellos que son naturales, y acostumbrados a este lenguaje de manera, que seguramente se canta todo lo que él quiere, sea guerra o paz, sea loor suyo o contumelia de Cristo, sin que de los demás se pueda entender cosa alguna." (Op. cit., t. I, p. 226-227.)

Esa obra poética que el celo religioso de fray Bernardino achaca a obra del demonio, poco o nada tuvo en común con los aprovechados colegiales de Santiago Tlatelolco, auxiliares de Sahagún, que no acertaron a entenderla, según se desprende del dicho del benemérito fraile, o que se rehusaron a declarar su significado a los misioneros, como supuso Bustamante, porque su conversión al cristianismo era sólo aparente. No es tampoco la oscuridad de su lenguaje obra del demonio ni de la barbarie de sus autores, como se supone gratuitamente, sino nuestra ignorancia de la lengua y costumbres de los indios que sólo conocemos a través de la obra de aquellos nobles varones, titánica y admirable, pero sujeta al espíritu religioso militante de la época y servil a los fines catequísticos que perseguían. Nuestra apatía en acometer el estudio de idiomas y costumbres y creencias de los supervivientes de las razas vernáculas, con otros métodos y sin más finalidad que su conocimiento científico, ha hecho lo demás.

No quiere decir esto que la oda atribuida a Netzahualcóyotl y que trasciende al Eclesiastés o que la copla popular en mexicano que últimamente se atribuyó también al rey poeta y que huele a copla española, hayan de ser tomadas como ejemplos de poemas aztecas. Pero tampoco podemos admitir que sean obra de los colegiales indios de Santiago Tlaltelolco los himnos a los dioses que nos conservan los primeros memoriales de Sahagún; todos sin excepción los Cantares de los mexicanos, que con otros opúsculos forman un volumen de manuscritos de la Biblioteca Nacional, y menos aún que antes de la conquista española el indio no haya acertado a cantar en su lengua sus bélicos ímpetus, su temor a los dioses y su amor a la mujer, eternas fuentes de inspiración y poesía dondequiera que el hombre existe, una vez que es hombre.

 

In Teoyotl Temaquixtiani

 

Al Divino Redentor

 

Ignacio M. Altamirano

 

In Teoyotl Temaquixtiani

(Teotetlatlautiliz itech ze iluitl in tepetla)

Deus tu conversus vivificabis nos; et plebs tua
letabitur in te.
Psalm
LXXXIV. v. 7
Teotle necueptitolo ic tehuantin ti tech nemilizmacaz;
ihuan moaltepetl motech papáquiz.
Teotlacuicatl nauhpohuali ihuan nahui, cuicatl chicome

¡O tlaneltiliani... in Teomiquiliz- tepetl mahuiz! (Nazareno)
Ca ticaqui inic tlahuia1 in maútil2 tlátláutiliz,
Tíc palehuia an3 tícpaltia4 in qual tech5 neyocolcoliz6
Tíyol-yecoa in tlayecoa yé in tläcoëno.7

Ycnoyotl in altepetlacá yéctil nemiliztl ánimé8
Netoliniliztli caté. ¡Teótlé xiquin-mápaléúi!
Tíc-ita quen moixnextia tech in ixcuatlatlaúimé.
Mopechteca tzitzinoliztíca in ótli yóléúi.

 

Al Divino Redentor

(Plegaria en una fiesta de la montaña)

Deus, tu conversus vivificabis nos; et plebs tua
laetabitur in te.
Psalm LXXXIV, v. 7
Dios, volviéndote a nsostros nos das la vida; tu
pueblo se alegrará en ti.
Salmo
LXXXIV, v. 7

¡Oh mártir del Calvario.! Sublime Nazareno
Que escuchas del que sufre la tímida oración,
Que amparas y consuelas en su pesar al bueno,
Que alientas del que es débil el triste corazón.

Piedad para los hijos del pueblo, que inocentes
En la miseria yacen; ¡protégelos Señor!
Tú ves cómo se muestran en sus tostadas frentes,
Que inclinan sollozando, las huellas del dolor.

Intech cual caúimé íc qual tlacúical,
Omitztlacuicalico ícxitla mocúaúnepanòl
Ca axcan in tlayoltilmé9 ícihui in tláyòúical
Zayo íc in ixayo quitenque10 ineltocònòl.

¡Tlapópólúil!... axcan a-tihuelítquê tech nel-eltiliztin
Ye tohèlnàlquixtía huilölo atequitílo
Azoyamê in Teòixtlamaniztl, axuchícual miactin11
Aahúialmê tech moteocal axuchimé tech motílo.12

Xuchitla,-atequitl quipòlóquê ixupiäúac,
Huapactiquê-Tètexcàlmê inic tepetl yê
Miquemê in tohuämpohuân tlazoâ in ixtlaúác.
Ipatca cuaútlâl ixqueptl huilà13 tepuztl úèyè

Itech tlaoll-celtlatóc in ohuamê mocúelpachoâ,
Yc in yeztli quin tequiliz in iyötl temictiàni
In tlapacholmê in tzalân in otoyatl a-apachoâ
Zayo tepenontiü ihuan temecamê tzincaltiàni.

Tícnomê tehúan itlampa inin càcáltòn
In ixayo tic noquî itech tochichic tlaxcàlli
Huèúètilo14 in yáyòtl ayítia in tepetòn
Huèúèyòcátilo ica in conëmê tech manillî.

Elziliztin qui tlapololtiâ ianima intlaneltóc
Tlacuyaliz ca in cécnitlàca tlaculiztli15 in yéyàntl

 

En tiempos ¡ay! mejores con tierno y dulce acento,
Vinieron a cantarte de tu madero al pie;
Mas hoy las agrias heces apuran del tormento,
Y sólo con su llanto te expresarán su fe.

¡Perdón... ¡Hoy no pudimos en medio a los pesares
Que el pecho nos traspasan, venir a tributar
Ni palmas en el atrio, ni frutos a millares,
Ni aromas en tu templo, ni flores en tu altar.

Los huertos sin cultivo perdieron su verdura,
Baluartes los peñascos de las montañas son,
Cadáveres de hermanos tapizan la llanura,
Y en vez de los arados arrástrase el cañon.

En los maizales tiernos las cañas se doblegan,
Que de la sangre hirioles el hálito mortal;
Las linfas abrasadas del río ya no riegan
Sino collados mustios y estéril bejucal.

Nosotros desdichados, debajo la cabaña
Las lágrimas vertemos en nuestro amargo pan,
Temblando por la guerra que invade la montaña,
Temblando por los hijos que a arrebatarnos van.

Conturban las congojas el alma del creyente,
De duelo está la patria, de duelo está el hogar,

 

In ma-acatl-maimê zepúúetzî tech ixcuatlamátóc
Pan16 huei tlahuitequiliz in maitl yolcócóyantl.

Teótlè; íquac tech zé cäúil choloayâ tlàtilo17
In conemê in moaltepetl té aquin quin palèúi
No íqui timoconehuân táciquê tlacuxquilö
Icxitla in moyantintîn18 ¡no íqui xitechmapaleúi!

Tè otícnéc in tlamat-tumaniliztli, tlamachtil ilúicamê
Tla in Anàhúác ticita ¡O! xicmaquisxti, Teòtlè!
Xícxelo íc iconehuân in chichíe in tlaocölitamê
Xicxelo íc iconehuân in aqual necöcöliztlé

¡O quenami moixpa mozcalia in nechixcayeliztl!
¡Cenca mahuiz tzalan hecahuimê pé! Apepétzcàloz!
¡Ah tla pochíctíc ixtlauil ya panoc tech tepantlatzaliztl!
¡Cuèlilmati; Teòtlè! ¡ye!... tlazeceúiliz-huilolöz!

Iquac-on copal tíctlatizquê tech moteyentintin19
Ihuan ipatca inon cuayalmê20 úexotl tlaöcóliztli
Tícpiazquê zayoxupiamê huan xuch-cualtintin21
Xuchimê ixtlaúamê tlachichiú22 mocuaúnoliztli.23

 

Los brazos caen rendidos, y en la abatida frente
Descarga rudos golpes la mano del pesar.

Señor, cuando en tu tiempo vagaban perseguidos
Los hijos de tu pueblo, tú fuiste su sosten:
Tus hijos también somos, llegamos aflijidos
Al pie de tus altares ¡protéjenos también!

Tú que la paz quisiste, Apóstol de los cielos,
Si a México contemplas, ¡oh! Sálvalo Señor!
Aparta de sus hijos el cáliz de los duelos,
Aparta de sus hijos el bárbaro rencor.

¡Oh, cuál en tu presencia renace la esperanza!
¡Cuan bella entre las sombras empieza a relucir!
¡Ah, sí, la blanca aurora ya surge en lontananza!
Gracias, Señor, ¡es bella... ¡la paz del porvenir!

Entonces quemaremos incienso en tus altares;
Y en vez de esas coronas de fúnebre sauz,
Tendremos frescas palmas y frutos a millares,
Y flores de los campos que adornarán tu cruz.

 

 

NOTAS 

** "¿Tuvieron poetas los aztecas?", Anales del Museo Nacional de Antropología, Historia y Etnografía, época 5a., t. XXVI, México, 1934, p. 325-328.         [ Links ]

*** Darío Julio Caballero, Gramática del idioma mexicano, México, Imprenta de Filomeno Mata, 1880, p. 184-189.         [ Links ]

1 de Tláyohuia.

2 de Tlamaútil.

3 de ihuan.

4 de Papaquiltla.

5 de itech.

6 de úeyolcocoliz.

7 de Tlayecoéno.

8 de Animámé.

9 de tlayohuíltilme.

10 de Quitenquixtiquê

11 de Miactintin.

12 de Moteoyeyantilo.

13 de Huilana.

14 de Hueúeyocatilo.

15 de Tlacuyaliztl.

16 de ipan.

17 de Tlayaúal.

18 de Moteyeyantintin.

19 Lo mismo que el 12.

20 de Cuayaúalmê.

21 de Xuchcúal.

22 de Tlachichiu.

23 de Cuannepanoliztl.

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