Introducción
Ulrich Beck (1944-2015) es uno de los sociólogos contemporáneos más citados. Sus teorías sobre la sociedad del riesgo (Beck, 2013), la modernización reflexiva (Beck, Giddens y Lash, 2001) y la individualización (Beck y Beck-Gernsheim, 2012), entre otros fenómenos sociales, han sido influyentes en una amplia gama de campos del conocimiento. Aunque inició su carrera como sociólogo del trabajo (Beck, Brater y Daheim, 1980) y dio un giro laboral a su obra a fines de la década de 1990 (Beck, 2007), su influencia sobre los estudios laborales ha sido limitada.
El déficit se puede observar en las principales revistas académicas especializadas en el campo del trabajo, donde Beck figura como un autor que sirve para contextualizar transformaciones de carácter macrosocial antes que para discutir nuevos fenómenos laborales. La centralidad del esquema de clase y el predominio del marco conceptual marxista son dos factores que pueden explicar tal omisión. Después de todo, su teoría laboral ha sido concebida para describir el carácter cambiante del trabajo y se puede contraponer con las hipótesis que acentúan su inmutabilidad y reproducción.
A pesar de ello, diversos estudiosos del trabajo argumentan que el marco conceptual de Beck puede contribuir a renovar este campo del conocimiento y despojarlo del carácter administrativo que ha adquirido en la transición del siglo XX al XXI (Allen y Henry, 1997; Ekinsmyth, 1999; Reimer, 1998). En particular, sostienen que las nociones de riesgo, inseguridad e incertidumbre desarrolladas por el autor resultan pertinentes para examinar la manera en la que la desestandarización, la flexibilización y la precarización son experimentadas por los trabajadores.
Siguiendo este razonamiento, se propone establecer un vínculo entre la teoría laboral de Beck y los estudios laborales, con énfasis en la literatura sobre el estrés laboral, el agotamiento profesional y las intenciones de renuncia. El objetivo es evaluar los planteamientos de Beck a la luz de estos fenómenos laborales y a partir de ellos esbozar una teoría sobre el malestar laboral en la sociedad contemporánea. De esta manera se proyecta ir más allá del pensamiento social clásico que predomina en este campo del conocimiento y abrir así nuevas líneas de investigación.
El artículo se organiza en dos apartados. En el primero se presenta la teoría laboral de Beck y se analizan sus alcances y limitaciones. Se pone el énfasis en la lógica de la distribución del riesgo que plantea; se discute la noción de desempleo como riesgo, y se examinan las hipótesis de la brasileñización de Occidente y la individualización del trabajo. En el segundo apartado se establece el vínculo con los estudios laborales, en especial con la sociología y la psicología social del trabajo, para ahondar en las consecuencias indeseadas de la transformación del trabajo desde una nueva perspectiva.
El nuevo mundo del trabajo
La bibliografía de Beck muestra que escribió una serie de estudios sobre el trabajo a fines de la década de 1970 (Beck y Brater, 1977; 1978; Beck, Brater y Daheim, 1980), época en la que encabezó un proyecto de investigación sobre los mercados laborales. Mads P. Sørensen y Allan Christiansen (2013) afirman que el objetivo de Beck y sus colegas era desarrollar una sociología del trabajo centrada en el sujeto para trascender los abordajes económicos y funcionalistas entonces dominantes. Estos estudios sólo han sido publicados en alemán, por lo que su análisis ha quedado acotado a la comunidad germanohablante.
De una u otra manera, el trabajo siempre estuvo presente en su obra. En La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad (Beck, 2013) consagró todo un apartado de cuatro capítulos a la transformación del trabajo y a la individualización de la desigualdad social. Esta línea de investigación continuaría en Un nuevo mundo feliz: la precariedad del trabajo en la era de la globalización (Beck, 2007), su último libro completamente dedicado al mundo del trabajo, y en La individualización: el individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas (Beck y Beck-Gernsheim, 2012).
No obstante esta continuidad, la distancia con la que fueron preparados dichos textos y la atención que su autor brindó al amor, la ecología, la política, la religión, la sociología y al terrorismo, entre otros fenómenos sociales, los han opacado y han evitado que su potencial sea percibido por los estudiosos del trabajo. Por esta razón, para intentar superar esta serie de obstáculos, resulta necesario sintetizar los principales postulados de la teoría laboral de Beck: el riesgo de desempleo; la brasileñización de Occidente, y la individualización del trabajo, así como también reflexionar sobre lo que pueden o no contribuir a los estudios laborales.
Riesgo de desempleo
El principal argumento de la teoría de la sociedad del riesgo de Beck es que, en la sociedad contemporánea, “la producción social de riqueza va acompañada sistemáticamente por la producción social de riesgos” (Beck, 2013: 29). Esto significa que la producción social de riesgos está embebida en la producción social de riqueza, pero a manera de consecuencia indeseada e impensada. Aunque el desarrollo industrial siempre generó malestares sociales, el autor argumenta que han sido incorporados en sus procesos de producción y distribución, con la intención de controlarlos o evitarlos.
En Beck el riesgo es, ante todo, anticipación a la catástrofe. Es un patrón perceptivo de la proximidad del peligro que “moviliza a una sociedad enfrentada a la construcción de un futuro abierto, lleno de inseguridades y obstáculos” (Beck, 2008: 20). En contraste con lo que sucedía en la sociedad industrial temprana, esto no permite que la producción de bienes en forma de riqueza sea sólo eso y provoca la integración de la producción social de males en forma de riesgos, la anticipación a la catástrofe. Esto es lo que el autor denomina modernización reflexiva.
Como Max Weber, Beck también analiza el cambio social mediante tipos ideales (Tabla 1). Su teoría está basada en la distinción entre la sociedad industrial temprana y la sociedad industrial del riesgo. En sus orígenes, tenía una orientación ecológica, aunque demostró su generalidad cuando dio sentido a las nuevas crisis biológicas, económicas, nucleares, políticas y terroristas de fines del siglo XX y principios del XXI. Su planteamiento es sugerente tanto por tomar a los males y no a los bienes como unidad de análisis, como por desafiar las categorías analíticas del pensamiento social clásico.
Para el autor, la lógica de distribución de bienes y males de la sociedad del riesgo se puede abreviar en la máxima de “la miseria es jerárquica, el smog es democrático” (Beck, 2013: 52). Desglosada, denota la persistencia de la lógica de distribución de bienes de la sociedad industrial: los ricos siguen siendo ricos y los pobres siguen siendo pobres. Sin embargo, también postula que surge una generación de peligros que erosiona tales zonas de protección. La contaminación ambiental, los accidentes nucleares y los atentados terroristas son buenos ejemplos, ya que ricos y pobres quedan expuestos ante ellos.
Desafiar el esquema de clases del pensamiento social clásico ha generado un sinfín de cuestionamientos a la teoría social de Beck. Críticos como Will Atkinson (2007) , Dean Curran (2013) y Gabe Mythen (2005) han argumentado que él se equivoca al desplazar a la clase social, pues los procesos de producción y distribución del riesgo refuerzan antes que transforman las desigualdades sociales. En su lugar, reclaman la lógica de distribución de la teoría cultural del riesgo de Mary Douglas, según la cual “la actual distribución de riesgos refleja la vigente distribución de poder y posición social” (Douglas, 1996: 32).
Este desplazamiento del concepto de clase explica, al menos en parte, la resistencia y el desinterés que esta teoría ha encontrado en los estudios laborales. Después de todo, el trabajo ha sido históricamente analizado a partir de la noción de lucha de clases y poniendo énfasis en la conciencia de clase que provoca la explotación del proletariado por parte de la burguesía. En este sentido, la lucha de clases es una lucha entre trabajadores y patrones por inclinar a su favor la producción y la distribución de los bienes. Esto hace residual al riesgo y lo ciñe a los accidentes y a los factores psicosociales que inducen a los problemas de salud.
En su teoría laboral, Beck va más allá y emplea el concepto de riesgo para definir a las consecuencias indeseadas del éxito de la industrialización: la automatización del trabajo y el desempleo masivo. En esta conceptualización, la idea del fin del trabajo (Rifkin, 1995) adquiere un nuevo sentido, pues no sólo amenaza a los trabajadores manuales (blue-collar workers, en inglés), sino también a los trabajadores no manuales (white-collar workers) al erosionarse las zonas de protección laboral de la sociedad industrial (Beck, 2007; 2013).
En otras palabras, en Beck el riesgo de desempleo es un fenómeno que opera por encima de las diferenciaciones de clase. Esto no supone, como contienden sus críticos, que las desigualdades sociales desaparezcan ni que todas las personas experimenten el peligro de quedarse sin empleo de la misma manera. Más bien, implica que las zonas de protección de la sociedad de clases pierden vigencia y que el riesgo de desempleo se hace hasta cierto punto democrático al dejar de quedar circunscrito a determinado grupo social, calificación o profesión:
La espada de Damocles del paro pende, mientras tanto, sobre todos los campos y niveles jerárquicos del sistema formativo (aunque, estadísticamente, a veces sea en forma de guillotina y otras de cuchillo de cocina) y difunde por tanto su terror. Para una cantidad creciente de cuantos finalizan los distintos niveles formativos, se interpone entre formación y ocupación una zona gris llena de riesgos de lábil subocupación. Los signos del futuro -los indicadores de un sistema de subempleo flexible y diversificado- pueden reconocerse ya en el pasado de los últimos quince años. Tal y como muestran los análisis empírico-estadísticos, durante la década de los setenta han empeorado espectacularmente las oportunidades de empleo de los que han cursado estudios profesionales. Las puertas del sistema ocupacional casi se han cerrado en niveles inferiores del sistema formativo debido a los desplazamientos y procesos de despido, así como por las medidas de racionalización del trabajo (Beck, 2013: 243).
Este escenario apocalíptico, trazado por el autor durante la década de 1980, pierde su carácter hipotético conforme evoluciona la robótica. En Automatic Society: the Future of Work, volumen 1, Bernard Stiegler (2017) plantea, al igual que Beck, que está dándose una drástica reducción del empleo en todas las áreas, desde trabajos de alta calificación, como las leyes y la medicina, hasta los de baja instrucción, como la conducción de camiones o la labor de los estibadores. A diferencia de Beck, Stiegler no concibe a la sociedad automática como una sociedad del riesgo laboral y se enfoca en proyectar su desautomatización.
Sociológicamente, la noción de riesgo de desempleo de Beck no sólo advierte sobre la nueva lógica de distribución del peligro en el mundo del trabajo, sino también en torno a la anticipación a la catástrofe del desempleo. Es decir, es tanto descriptiva como normativa y permite adentrarse en las experiencias y en las percepciones de los trabajadores que viven en el no-saber -en la incertidumbre- de si podrán encontrar y mantener un trabajo. Para ellos, la educación ha dejado de garantizar empleo para devenir en requisito para postular a los cada vez más escasos puestos de trabajo.
Brasileñización de Occidente
En Un nuevo mundo feliz: la precariedad del trabajo en la era de la globalización, Beck (2007) desarrolla la noción de brasileñización de Occidente para aludir a la precarización del trabajo en los países económicamente desarrollados. Sin advertir su eurocentrismo, recurre al ejemplo de Brasil como opuesto de la americanización cultural que, en teoría, provoca la globalización, con la intención de dar un nuevo sentido a las transformaciones del mercado laboral. Así, la americanización cultural es la consecuencia manifiesta de la globalización, mientras que la brasileñización laboral aún estaría en un estado latente, pasando inadvertida.
Diversos estudiosos del trabajo han cuestionado la pertinencia del ejemplo de Brasil para describir las transformaciones reseñadas por Beck, argumentando que la economía y el trabajo en ese país experimentaron una auspiciosa evolución durante la primera década del siglo XXI (Buchner y Hoffmann-Rehnitz, 2011; Caramelli, 2012; Covarrubias, 2015). Sin embargo, más allá de la pertinencia del ejemplo de Brasil, la conceptualización de Beck es relevante porque advierte que la transformación del trabajo en los países desarrollados está dándose conforme al patrón de los países en vías de desarrollo, y no viceversa.
Empírica y conceptualmente, esta hipótesis puede cuestionarse. No obstante, en el marco de la teoría social de Beck, la brasileñización del trabajo en Occidente debe ser leída como una anticipación a la catástrofe antes que como una descripción precisa del presente. Como Émile Durkheim, Karl Marx y Max Weber, él se enfocó en “las propiedades emergentes de la sociedad” y se interesó en “el futuro como horizonte del presente” (Sznaider, 2015: 220-223 ). “No vivimos aún en una sociedad del riesgo, pero tampoco sólo en conflictos de reparto propios de las sociedades de la carencia” (Beck, 2013: 32), advertía.
Esta aclaración es necesaria porque la teoría de la sociedad del riesgo no es sólo una teoría descriptiva del presente, sino también una teoría proyectiva del futuro. En el caso del mundo del trabajo, como se discutió en el apartado anterior, Beck proyectó la erosión de las zonas de protección de la sociedad de clases y la democratización del riesgo de desempleo como consecuencia indeseada de la creciente automatización del trabajo. En los albores de la tercera década del siglo XXI, ya no se trata sólo de una hipótesis y recibe gran atención de la academia (LaGrandeur y Hughes, 2017; Srnicek y Williams, 2015; Stiegler, 2017).
Como su teoría social, la teoría laboral de Beck también está basada en la diferenciación del trabajo en la sociedad industrial y en la sociedad del riesgo (Tabla 2). Además de la reducción del empleo (riesgo de desempleo), plantea que el trabajo cambia como consecuencia de su globalización, digitalización, desestandarización y politización. En términos contractuales, emergen formas plurales de subempleo (brasileñización del trabajo) y se institucionalizan los contratos flexibles, fácilmente rescindibles por el empleador, y tanto el empleo como el desempleo son individualizados.
En este sentido, el autor sugiere que la excepción se convierte en norma. Es decir, lo que antes era una excepción en los países económicamente desarrollados, el subempleo y el desempleo, se transforma en la nueva normalidad para amplios sectores de estas sociedades. Dicha transformación es lo que Beck denomina brasileñización del trabajo en Occidente. Son las consecuencias indeseadas del éxito de la utopía neoliberal y contrastan con las promesas de abundancia de la sociedad de la información y la economía del conocimiento, porque la educación ha dejado de ser garantía de empleo.
Al igual que el riesgo de desempleo, la noción de la brasileñización del trabajo en Occidente es más cualitativa que cuantitativa y las estadísticas disponibles son insuficientes para capturar su sentido. Se sabe que las tasas de desempleo de países como España, Grecia e Italia se han duplicado y triplicado entre 2007 y 2015 (International Labour Organization, citada en World Bank, 2016), pero no se conoce con precisión qué tipo de actividades desarrollan, de manera temporal o permanente, las personas registradas en paro; es “una zona gris llena de riesgos de lábil subocupación” (Beck, 2013: 243 ).
En Beck, brasileñización es sinónimo de informalización. A través de esta noción pretende nombrar “la irrupción de lo precario, discontinuo, impreciso e informal” (Beck, 2007: 9). Tal vez no sea el concepto más adecuado, pero intenta describir el mundo del trabajo al revés. En la década de 2010 se ha puesto de moda el concepto de gig economy (economía de pequeños encargos o economía de chambas, en español) para representar el trabajo que se realiza sin un contrato temporal o permanente, como freelance. Es exactamente el mismo proceso reseñado por él, sólo que con otro nombre.
Uno de los ejemplos más citados al analizar la gig economy es el de los choferes del servicio de transportes privados Uber. Estos trabajadores del volante no sólo carecen de un contrato de larga duración, salario fijo o seguridad social (brasileñización del trabajo), sino que también son evaluados en cada viaje que realizan y pueden ser despedidos si su calificación promedio baja (riesgo de desempleo). Más aún, con la compañía realizando ya una serie de pruebas con automóviles autónomos -sin conductor- para reducir sus costos de operación e incrementar sus ganancias, su empleo pende de un hilo.
Beck, vale la pena insistir, vislumbró este panorama desde mediados de la década de 1980, cuando los fundadores de Uber aún cursaban su educación primaria. Hoy la compañía opera en más de 500 ciudades, en los cinco continentes, y se estima que tiene entre 500 mil y un millón de conductores (Schultz, citado en Quora, 2015). En sí misma, su expansión global implica el crecimiento de su modelo de negocios y sus relaciones y condiciones laborales. Más allá del riesgo de desempleo que experimentan sus choferes, Uber amenaza con institucionalizar sus estrategias como la nueva normalidad en la administración de empresas del siglo XXI.
Individualización del trabajo
En la teoría laboral de Beck, el proceso de mayor trascendencia es el de la individualización del trabajo. Entendida como la institucionalización involuntaria del individualismo (Beck y Beck-Gernsheim, 2012), tiene dos facetas en el mundo del trabajo: a) la biografía tradicional en la que la educación garantizaba una carrera a largo plazo deviene en adaptación a las nuevas realidades del mercado laboral, y b) las relaciones laborales, que tradicionalmente tenían a los sindicatos como mediadores, de manera creciente se dan sólo entre el empleador y el empleado, individualizando empleo y desempleo (Beck, 2007: 106).
La hipótesis de la individualización es clave para entender la teoría laboral de Beck, porque se articula en sentido opuesto a las nociones colectivistas de lucha y conciencia de clase, canónicas en los estudios laborales. En contraste con Karl Marx y Friedrich Engels (2007) , quienes postularon que la explotación del proletariado provocaba una conciencia de clase, que a su vez generaba solidaridad y sentaba las bases para la lucha de clases, Beck plantea que, en la sociedad contemporánea, el trabajo deja de ser una experiencia colectiva para convertirse en una individual.
Esta transformación ocurre, según el autor, como consecuencia indeseada del éxito tanto del movimiento obrero como de la utopía neoliberal. En una primera fase, el éxito del movimiento obrero, y no la bondad de los capitalistas, produce una individualización dentro del mercado laboral: se elevan los estándares de vida de los trabajadores y se desvinculan de las condiciones de miseria que desataban la conciencia y la lucha de clases (Beck, 2013: 136-137). En una segunda etapa, el neoliberalismo desestandariza contractual, espacial y temporalmente el trabajo para profundizar su individualización (Beck, 2007: 9-15).
En suma, la individualización del trabajo se encuentra por encima de la situación contractual de los trabajadores y es el signo de los tiempos modernos. En nuestros estudios sobre el trabajo en la industria periodística (Reyna, 2017; 2018; en prensa) hemos encontrado elementos de individualización, ya que los trabajadores de mayor edad y experiencia lamentan la erosión de las identidades colectivas y que las nuevas generaciones conciban al trabajo como un empleo temporal, haciendo a un lado las actividades colectivas o abandonando con facilidad sus puestos de trabajo.
En su teoría de la individualización, Beck delinea una transición de las trayectorias de vida en mayor medida determinadas por la clase y el estatus social a las trayectorias de vida que deben ser creadas y elegidas más allá de la clase y el estatus (Tabla 3). En esta transformación predominan, por una parte, la incertidumbre y, por otra, la libertad de los patrones de comportamientos preestablecidos. A diferencia del individualismo, que puede ser entendido como actitudes y preferencias centradas en el individuo, la individualización es un proceso macrosociológico allende las preferencias:
La biografía normal se convierte en “biografía electiva”, en “biografía reflexiva”, en “biografía ‘hágalo usted mismo’ ”. Esto no sucede necesariamente por elección ni se salda necesariamente con éxito. La biografía “hágalo usted mismo” es siempre una “biografía de riesgo”, por no decir incluso una “biografía de la cuerda floja”, una situación de peligro permanente (en parte abierta y en parte oculta). La fachada de prosperidad, consumo y brillo puede a menudo enmascarar un precipicio cercano.
La elección equivocada de carrera o de campo de acción, combinada y agravada por la espiral descendente de la desgracia privada, el divorcio, la enfermedad, la hipoteca que no se puede pagar, todo esto es llamado simplemente mala suerte. Tales casos ponen al descubierto lo que ya se veía venir: que la biografía “hágalo usted mismo” puede convertirse rápidamente en la biografía de crisis. Los vínculos preordenados, no cuestionados y a menudo aplicados por la época, se sustituyen por el principio de “hasta nuevo aviso” (Beck y Beck-Gernsheim, 2012: 40 ).
Primera ola de individualización | Segunda ola de individualización |
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Sociedad industrial | Sociedad de riesgo |
Fuente: Sørensen y Christiansen (2013: 52) .
Desarrollada en contraposición con la teoría de la alienación de Marx, la teoría de la individualización de Beck proclama que el individuo ha recuperado la habilidad de definir su trayectoria de vida, pero como obligación y no como privilegio. Es decir, mientras el primero sostenía que el modo de producción capitalista privaba al trabajador de esta habilidad, el segundo argumenta que la transformación del mercado laboral lo condena a esta toma de decisiones, pero en un escenario pleno de incertidumbres y riesgos. Por ello, son biografías de la cuerda floja antes que biografías de la certidumbre y la seguridad.
Beck captura la paradoja de la libertad de la inseguridad en el empresario autónomo y en el freelance, esos individuos forzados por la brasileñización del trabajo y el riesgo de desempleo a emplearse a sí mismos y a ofrecer sus servicios profesionales a destajo. Por lo general, quienes laboran de esta manera lo hacen en sus propios tiempos y espacios, con una fecha y hora de entrega como única referencia. Aunque dicen disfrutar la sensación de libertad que les proporciona ser sus propios jefes y definir sus cargas y horarios de trabajo, también experimentan la incertidumbre sobre la continuidad de su empleo.
En este sentido, al liberarse de los patrones de comportamiento del trabajo normal, el empleo y el riesgo de desempleo son individualizados y conforman identidades más allá de la clase y el estatus social. Sin embargo, esta individualización no es sinónimo de emancipación, sino de institucionalización y estandarización de las situaciones de vida: “Los individuos puestos en libertad se vuelven dependientes del mercado laboral y, por tanto, dependientes de las regulaciones y abastecimientos sociales” (Beck, 2013: 125 ). Esto hace que sea un proceso de socialización contradictorio, paradójico y hasta ambiguo.
El nuevo malestar del trabajo
En su teoría laboral, Beck se limita a analizar el riesgo de desempleo, la brasileñización de Occidente y la individualización del trabajo. No obstante, por su énfasis en las transformaciones macrosociales y por su interés en el desarrollo de teorías generales de la sociedad, no repara en el estudio de los efectos que tales cambios producen o pueden producir en la salud física y mental de los trabajadores. Nuestra búsqueda extensiva en revistas especializadas en el tema del trabajo no ha localizado estudios que enlacen el marco conceptual en cuestión con tales fenómenos y problemáticas.
Interesados en la expresión de las transformaciones reseñadas por Beck en el plano subjetivo de los trabajadores, proponemos establecer un vínculo mediante los conceptos de estrés laboral, agotamiento profesional e intenciones de renuncia. Nuestra racionalidad es la siguiente: en la sociedad del riesgo laboral, con la erosión de las zonas de protección de la sociedad de clases, la desestandarización, la flexibilización y la precarización de las condiciones laborales y la individualización del empleo y el desempleo, pueden estar disparándose los factores de riesgo físico y mental.
Partir de la teoría laboral de Beck, argumentamos, robustece y pone en un contexto social más amplio a los estudios sobre el malestar laboral. Esto adquiere mayor relevancia si las investigaciones a realizar se enfocaran en el cambio y en la continuidad antes que en retratar un momento específico mediante los instrumentos estandarizados de la recolección de datos. Para realizar la síntesis propuesta y trascender los postulados de Beck se desarrollan las nociones de conciencia de riesgo de desempleo y autodesempleo, mediante las cuales se examina el amplio espectro de respuestas al nuevo mundo del trabajo.
Conciencia de riesgo de desempleo
La noción de conciencia de riesgo es un elemento constitutivo de la teoría social de Beck, desarrollada en respuesta a la conciencia de clase marxista; es una conceptualización que intenta dar sentido a la conciencia que acompaña sistemáticamente a la nueva generación de riesgos. Para el autor, sin conciencia de riesgo no hay riesgo porque, en las situaciones de peligro, “la conciencia determina al ser” (Beck, 2013: 35). Esto significa que, sin reconocimiento social, la amenaza se mantiene en un estado latente, pasando inadvertida, sin existir para la sociedad.
En Marx el ser, las condiciones materiales de existencia, determina a la conciencia de clase (Marx, 1989: 66-67). En otras palabras, la explotación y la miseria hacen que el individuo adquiera conciencia sobre su clase, solidarizándose con sus similares para dar inicio a una lucha de clases orientada a cambiar su condición. Aunque nunca llegó a usar el concepto de conciencia de clase, sí estableció una distinción entre la clase en sí, que es cuando los trabajadores sólo comparten una relación con los medios de producción, y la clase por sí, que es cuando se organizan para perseguir intereses en común (Borland, 2008).
En Beck, la diferenciación se presenta entre el riesgo en un estado latente y el riesgo que se ha hecho presente, que ha sido escenificado en la sociedad. Riesgo no es -cabe aclarar- sinónimo de catástrofe, sino de anticipación a la misma. En este sentido, la conciencia de riesgo -mediada por una lucha de definiciones- permite adelantarse a la catástrofe. Por ejemplo, el accidente nuclear de Chernóbil estaba en un estado latente, era un riesgo en sí, pero hasta que se convirtió en una catástrofe escenificó la amenaza de la energía nuclear en el mundo. Años más tarde, Fukushima expuso que la anticipación fue insuficiente.
Así como la conciencia de clase, la de riesgo empodera y está orientada a la acción. La diferencia es que esta última, este conocimiento, también es un no-saber y ese no-saber, esa incertidumbre, genera miedo, ansiedad y estrés. Después de la tormenta, luego de la catástrofe, no viene la calma, sino todo lo contrario: “El miedo condiciona la vida. La seguridad desplaza a la libertad y a la igualdad del lugar preeminente que ocupaban en la escala de valores” (Beck, 2008: 26 ). De nuevo, Chernóbil y Fukushima, pero también el ataque al World Trade Center en Nueva York o la influenza H1N1 que paralizó a México.
En el mundo del trabajo, la conciencia de riesgo de desempleo -una noción que Beck no desarrolló- es una experiencia individual porque individualizados se encuentran el empleo y el desempleo. Con y contra Marx, Beck plantearía que las identidades de clase han sido erosionadas para reemplazar a la clase por sí con una clase en sí, con una clase sin conciencia de clase. Aunque existen países con alta densidad sindical como Islandia, Suecia y Finlandia, la tendencia global es a la baja y cada vez hay menos trabajadores sindicalizados en el mundo (Organization for Economic Co-operation and Development, 2015).
Más allá de los sindicatos, en Beck el riesgo de desempleo no sólo hace referencia a la eventual pérdida de uno o varios empleos, sino al desempleo masivo y a la desaparición de oficios y profesiones a partir de la automatización del trabajo. Son los prospectos de la sustitución de la mano de obra humana por la de robótica, así como el cierre de numerosas empresas generadoras de empleo, por su obsolescencia o por el riesgo financiero global. De esta manera, la conciencia de riesgo de desempleo sería una conciencia sobre el carácter cambiante del mundo del trabajo y en torno a la erosión de las zonas de protección.
Los trabajadores son conscientes de su riesgo de desempleo. Tal vez no en términos sociológicos, quizá no en toda su dimensión, pero reconocen cuando su continuidad en el empleo está amenazada. Diversos estudios han demostrado que esta conciencia de riesgo de desempleo se expresa en forma de estrés, insatisfacción, pérdida de compromiso y hasta accidentes que ponen en peligro su integridad física (Boswell, Olson-Buchanan y Harris, 2014; Probst, Barbaranelli y Petitta, 2013; Sora et al., 2011).
Aunque estos estudios no parten de la teoría laboral de Beck, sus resultados pueden extrapolarse para observar cómo descubren un patrón de individualización: hay pérdida de compromiso con la organización, insatisfacción con el trabajo y estrés y peligro físico para el individuo. En conjunto, confirman paulatinamente que el empleo y el desempleo pierden su identidad colectiva para devenir en una desgracia individual y privada. Además, contribuyen a abrir una línea de investigación entre la teoría de la sociedad del riesgo y los estudios sobre el estrés laboral.
Desde el ámbito de la psicología social, los estudios sobre el estrés laboral suelen tener un cariz administrativo y orientarse tanto a recuperar el bienestar físico y mental de los trabajadores como a mejorar la productividad de las organizaciones. Es decir, asumen como función la detección de una crisis y proponen resolverla a partir de la lógica ganar-ganar. No obstante sus buenas intenciones, se trata de un abordaje conceptualmente limitado porque no considera que el nuevo riesgo de desempleo suple el objetivo de alcanzar más bienes en forma de riqueza con el objetivo de evitar más males en forma de riesgo.
Partiendo de la teoría laboral de Beck, los estudios sobre el estrés laboral pueden ser renovados para poner énfasis en las respuestas a las transformaciones del mercado laboral, con particular atención a las experiencias y a las percepciones sobre el riesgo de desempleo masivo y la amenaza de la desaparición de oficios y profesiones. Así, podrían ir más allá de las respuestas al desbalance entre las demandas de las organizaciones y las capacidades de los trabajadores para capturar el amplio espectro tanto del contenido (carga, ritmo, horario y control) como del contexto (condiciones, cultura, relaciones y mercado) del trabajo.
Más allá de la brasileñización de Occidente
Una de las fuentes de inspiración de la hipótesis de la brasileñización de Occidente de Beck es el trabajo de Ludger Pries, sociólogo del trabajo, nacido en Alemania, que ha desarrollado en México una parte importante de su carrera. En particular, Beck toma como referencia la tesis de la habilitación de Pries, Wege und visionen von erwerbsarbeit: erwerbsverläufe und arbeitsorientierungen abhängig und selbständig beschäftigter in Mexiko (1997). En ella, el autor analiza el mercado laboral mexicano a partir de las trayectorias laborales (objetivas) y las orientaciones laborales (subjetivas) de trabajadores dependientes e independientes.
Al proponer una tercera vía entre las perspectivas de modernización y dependencia, Pries plantea que las características del trabajo en un país poco desarrollado, desde el punto de vista industrial, como México, difícilmente pueden ser aprehendidas desde los conceptos de la sociología del trabajo desarrollada en países altamente industrializados. Por esa razón, además de un trabajo de campo ambicioso, sugiere una sociología del trabajo para América Latina. En este sentido, proyecta una mexicanización de la sociología del trabajo antes que una descripción de la mexicanización del trabajo.
Beck hace su propia interpretación del contraste realizado por Pries entre Alemania y México, entre Europa y América Latina, y entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo desde el punto de vista industrial. A partir de ella, desarrolla su hipótesis de la brasileñización de Occidente, de postular que el trabajo en los países industrializados está siendo transformado conforme al patrón desarrollado en los países semi-industrializados como consecuencia indeseada del éxito de los procesos de modernización y neoliberalización.
Para Pries (comunicación personal, 13 de marzo de 2017), la hipótesis desarrollada por Beck es un tanto problemática porque pone toda su atención en la precarización y en la informalización cuando las transformaciones del mundo del trabajo son más complejas. En un artículo de reciente publicación, describe la europeización de la regulación laboral en la Unión Europea (Pries, 2016), entendida como la institucionalización de la regulación laboral; tal europeización se sustenta en distintos mecanismos e instituciones sociales y tiene como objetivo la armonización hacia arriba del trabajo en la Comunidad Europea.
¿Se equivocó Beck al identificar una brasileñización del trabajo en Occidente?; ¿se precipitó al enfocarse en los males en forma de riesgo? Como se discutió con anterioridad, la teoría social de Beck toma al futuro como horizonte del presente y procura anticiparse al peor escenario posible, que en este caso es el desempleo masivo y la desaparición de oficios y profesiones. Para él, los jinetes del apocalipsis del trabajo no sólo son la precarización y la informalización, sino también la automatización que amenaza con reemplazar la mano de obra de los humanos con robots.
Más allá de la brasileñización, desarrolla una nueva posición epistemológica para analizar el trabajo. A través de ella se pueden renovar los estudios laborales porque da cuenta del desplazamiento de los problemas de reparto del trabajo en la sociedad de clases (distribución de los bienes en forma de riqueza) por los problemas de reparto del trabajo en la sociedad del riesgo (distribución de los males en forma de riesgo de desempleo). Ante la irrupción de la gig economy y la automatización laboral, este campo del conocimiento no puede limitarse al análisis de la distribución de los bienes en forma de riqueza.
Sin embargo, la teoría laboral de Beck está inacabada, ya que permite y precisa ser enriquecida mediante los conceptos de la sociología y la psicología social del trabajo. En particular, mediante estas disciplinas se puede extrapolar el análisis macrosociológico de Beck a la microsociología. En este artículo se propone incorporar las nociones de estrés laboral, agotamiento profesional e intenciones de renuncia, así como las de recalificación del trabajo, control del trabajo y rotación de personal (Tabla 4). Esta batería de conceptos puede hacer empíricamente analizable el malestar del trabajo en la sociedad del riesgo.
Dimensiones macrosociológicas | Dimensiones microsociologicas |
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Fuente: Elaboración propia con base en Sørensen y Christiansen (2013: 107) .
Como consecuencia de la reducción del empleo, las formas plurales de subempleo y la flexibilización e individualización del trabajo, emerge una conciencia de riesgo de desempleo. Ésta, a su vez, incrementa los factores de riesgo de estrés laboral y agotamiento profesional. Comprender que el empleo pende de un hilo y no saber cuándo, dónde y por qué se va a romper no permite, como lo han mostrado los estudios citados, mantener la cabeza fría. En este sentido, al estrés que genera tener un trabajo se le agrega el estrés de poder perder ese empleo y de ver desaparecer oficios o profesiones.
El agotamiento profesional está estrechamente vinculado con el estrés laboral, aunque se distingue porque describe una fase superior, al ser un síndrome que aparece como respuesta prolongada al estrés. En la sociedad contemporánea, con la intensificación y recalificación del trabajo, este síndrome se encuentra a la alza y erosiona el compromiso profesional (Embriaco et al., 2007; Melamed et al., 2011; Reinardy, 2011). En consecuencia, se entrelaza con las enfermedades relacionadas con el trabajo y con el ausentismo, así como también con las intenciones de renuncia y la rotación externa de personal.
En sí mismas, estas perspectivas de análisis tienen un componente preventivo -se anticipan a la catástrofe del agotamiento profesional- y pueden ser vinculadas a la teoría laboral de Beck para redimensionarse y redimensionarla. En esta síntesis, resulta necesario trascender tanto el carácter administrativo de la psicología social del trabajo como su dependencia de la técnica de investigación cuantitativa de la encuesta. Sus propios autores han notado que “la metodología cualitativa permite entender mejor una realidad cambiante” (Hernández, Arias y Juárez, 2012: 116).
Autodesempleo
¿Cuál es el factor principal del malestar del trabajo en la sociedad contemporánea? En los estudios laborales existe un debate sobre la importancia de las características del trabajador en contraposición con las características del trabajo. Dependiendo del factor al cual se le conceda prioridad es la propuesta de prevención y mitigación. Siguiendo a Beck, en este trabajo se ha puesto el énfasis en las características del trabajo, en particular en las del mercado laboral, para estudiar su expresión en la salud física y mental de los trabajadores. Sin embargo, las características del trabajador también son importantes.
Si el riesgo de desempleo y la brasileñización de Occidente se manifiestan en forma de estrés laboral y agotamiento profesional, la individualización del trabajo lo hace más nítidamente en la concreción de las intenciones de renuncia, en el fenómeno emergente del autodesempleo, en el cual es crucial el cambio generacional porque materializa la erosión de la centralidad del trabajo en el mundo de la vida. Esta transformación ocasiona que la construcción de identidades del individuo sea escindida del trabajo y que éste devenga en una experiencia temporal y pasajera.
Aunque Beck, sobre todo en coautoría con Elisabeth Beck-Gernsheim (Beck, 2006; Beck y Beck-Gernsheim, 2009; 2012), analizó el significado del cambio generacional en la sociedad del riesgo, no llegó a observar la llegada de la generación Y, compuesta por los individuos nacidos entre 1980 y 1996, al mercado laboral. Por el contrario, al tomar como referente empírico a las generaciones precedentes caracterizó al desempleo como una desgracia individual y colectiva a anticipar y evitar. En este sentido, fue incapaz de vislumbrar que el cambio generacional podía transformar al desempleo de infortunio en algo deseable.
En La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad (2013), Beck plantea que la extensión del trabajo asalariado produce una individualización de las clases sociales. Durante este proceso, el individuo es desvinculado de sus lazos tradicionales, particularmente de la clase social y la familia nuclear, y se le hace dependiente del mercado laboral. Ello lo obliga a permanecer en el trabajo para mantener su estilo de vida, su independencia con respecto a las tradiciones. No obstante, esto no es algo dado e inevitable, sino una construcción social que responde a una serie de condiciones específicas de la sociedad industrial del trabajo.
En los albores de la tercera década del siglo XXI, esta individualización de los lazos tradicionales entra en crisis conforme la nueva generación toma la decisión de abandonar el mercado laboral y se retrae en el núcleo familiar. Estos hijos de la libertad no se conforman con trabajar para el futuro, para su retiro y vejez, y desplazan la dependencia al mercado de trabajo a la familia, con la intención de recuperar su tiempo libre. Para ellos, los cada vez más escasos prospectos de jubilación desaparecen del horizonte y son reemplazados por el ahora, por vivir en el presente.
En contraste con las generaciones precedentes, la generación Y es activa antes que pasiva ante el riesgo de desempleo: sus integrantes no suelen esperarse a que los despidan de un trabajo que no los satisface y crecientemente son ellos quienes deciden renunciar. Lo llamativo de esta tendencia es que la salida del mercado laboral de esta generación es -en muchos casos- para no regresar en una nueva organización o mediante la figura del autoempleo. Reproducida socialmente, transmitida a través del ejemplo, la excepción se convierte en norma y emerge la figura del autodesempleo.
Cual aristócratas, los autodesempleados consideran indigno al trabajo. Forman parte de la población joven que no se encuentra estudiando o trabajando, pero se distinguen porque tampoco tienen la intención de hacer una u otra cosa. En cierto sentido, conscientes de la reducción del empleo y de las formas plurales de subempleo, se liberan del yugo del trabajo para elegir su propio destino. Sin embargo, no se trata de un proceso de emancipación, sino de una individualización extrema, más allá del empleo, en la que la desincorporación del mercado laboral es una reincorporación al núcleo familiar y todo lo que ello implica.
Así, además del estrés y el agotamiento que provoca la combinación entre el riesgo de desempleo y la precarización, informalización e intensificación del trabajo, el fenómeno del autodesempleo advierte sobre las múltiples y contradictorias expresiones del malestar laboral en la sociedad contemporánea. Tal diversidad obliga a incorporar conceptos que den sentido tanto a la permanencia en como a la renuncia al mercado laboral. ¿Existe un malestar generalizado?; ¿qué les permite o impide concretar las intenciones de renuncia?; ¿por qué el autodesempleo en lugar del autoempleo?
Con y contra Beck, la noción de “motilidad”, entendida como “la capacidad que tienen los actores de ser móviles en determinado espacio social y geográfico” 1 (Kaufmann, 2004: 76), puede contribuir a resolver dichas interrogantes. En el mundo del trabajo, la motilidad permite al individuo desplazarse de un trabajo a otro, así como ingresar y salir del mercado laboral. Más allá de la puesta en práctica de esta capacidad, la movilidad en sí misma es un nuevo capital social que establece una clara distinción entre quienes lo poseen y quienes no.
En Beck, la individualización del trabajo es caracterizada como una transformación abarcadora y queda acotada a las relaciones laborales, a la individualización del empleo y el desempleo. Aunque identificó que estos últimos dejan de ser figuras estáticas y adquieren mayor fluidez, al autor no le alcanzó la vida para analizar la individualización de la individualización del trabajo que supone la emergencia del fenómeno del autodesempleo ni la motilidad diferenciada de los trabajadores. Por ello, resulta necesario poner mayor atención a la rotación de personal y a la población que se configura como autodesempleada.
Conclusiones
Este artículo tenía dos objetivos. El primero fue sintetizar los conceptos de la teoría laboral de Beck: riesgo de desempleo, brasileñización de Occidente e individualización del trabajo, para discutir su potencial contribución a los estudios laborales. El segundo, establecer un vínculo entre esta teoría y los estudios sobre estrés laboral, agotamiento profesional e intenciones de renuncia para esbozar una teoría sobre el malestar laboral en la sociedad contemporánea. Para tales efectos, se desarrollaron las nociones de conciencia de riesgo de desempleo y autodesempleo.
Más allá de lo explícitamente postulado por el autor, se argumentó que su principal aportación a este campo del conocimiento es una nueva posición epistemológica, por medio de la cual se pueden renovar los estudios laborales porque permite desplazar los problemas de reparto del trabajo en la sociedad de clases (distribución de los bienes en forma de riqueza) por los problemas de reparto del trabajo en la sociedad del riesgo (distribución de los males en forma de riesgo de desempleo). Cuando la gig economy y la automatización del trabajo ya son una realidad, esta perspectiva puede dar sentido al carácter cambiante del trabajo.
No obstante, se precisan mayores refinamientos conceptuales, así como estudios empíricos, para ahondar en las líneas de investigación abiertas por Beck. El caso del autodesempleo es un buen ejemplo, pues se trata de una individualización de la individualización del trabajo, una individualización que va más allá del mercado laboral, que surge como consecuencia indeseada del riesgo de desempleo y la precarización, informalización e intensificación del trabajo. En ese sentido, la nueva generación de trabajadores resiste el embate del nuevo mundo del trabajo y erosiona la centralidad del trabajo en la sociedad contemporánea.