La Desensibilización a la Violencia (DV) es un fenómeno que se genera como resultado de la constante exposición a la violencia, el cual tiene como consecuencia la disminución de las reacciones emocionales negativas y juicios adversos hacia la violencia, así como la posibilidad de su censura. La DV puede implicar una normalización y con ello una minimización de la gravedad de la violencia, lo que promueve emociones positivas en el individuo tales como el agrado, la diversión o el entretenimiento ante la exposición de dichos actos o eventos (Galán et al., 2019).
La exposición a la violencia hace referencia a vivir o atestiguar violencia, es decir, experimentarla de forma directa al recibir insultos, golpes, amenazas robos, u otros tipos de vejaciones. La exposición también puede ser indirecta o atestiguada: presenciar robos, violencia física, psicológica o sexual, y esto puede ocurrir en diferentes contextos como la familia, escuela, colonia, entre otras (Suárez et al., 2018).
En la presente investigación, se planteó como objetivo identificar la presencia o ausencia de DV en jóvenes de las ciudades de San Luis Potosí, y Soledad de Graciano, México, provenientes de diferentes contextos identificados como Zonas Rurales (ZR), en Polígonos de Violencia (PV), Cercanas a Polígonos de Violencia (CPV), en Zonas Alejadas de los Polígonos de Violencia (ZAPV), y en un Centro de Internamiento Juvenil (CIJ).
El municipio de Soledad de Graciano se encuentra, por encima de la media nacional en víctimas de violencia por cada cien mil habitantes en área metropolitana según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2018). Según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE), la violencia en México representa un impacto anual económico de 277.6 mil millones de pesos, lo que equivale a 1.85% del PIB (INEGI, 2021). Por su parte, el Institute for Economics and Peace (IEP, 2022) menciona que la violencia en México en 2021 costó 4.9 billones de pesos, 20.8% del Producto Interno Bruto (PIB).
Con base en la realidad violenta en la que se encuentra México, se considera oportuno el desarrollo de la presente investigación basada en la teoría del aprendizaje social, la cual permite abordar el fenómeno de la violencia, al considerar que las creencias y las percepciones resultan de la interacción con el contexto social, y de los modelos de comportamiento encontrados en él. Además, esta teoría aclara que no sólo se aprende de aquello que proviene de una experiencia directa, sino también a través del modelamiento vicario, es decir, aquello que ha sido presenciado o escuchado, lo cual genera creencias y actitudes (Bandura, 1973; Wood & Bandura, 1989).
El etiquetamiento social, es un proceso en el cual una persona interpreta un evento (en este caso la violencia) y la enmarca de forma positiva o adversa, según la síntesis de los aprendizajes obtenidos. Éste aunado a la denominada creencia normativa, la cual consiste en una cognición que enjuicia un comportamiento como aceptable o no (Huesmann & Guerra, 1997), se suman para moldear el comportamiento futuro de una persona.
Pearce (2017) considera que la violencia puede ser resultado de cuestiones estructurales las cuales tienen lugar en la cultura y la sociedad. Si bien, hay diferentes autores que hablan de la agresión como inherente a la condición humana, y se distancian de la cultura como causante. Anderson y Bushman (2002) distinguen de manera puntual la violencia de la agresión: “violencia es agresión que tiene como finalidad lastimar” (p. 29).
La violencia suele estar relacionada con el orden social, por tanto, se habla de un proceso, cuyos acontecimientos subyacen a la historia misma del individuo y su colectividad, el comportamiento violento se ha expresado de forma dicotómica en contraste con la paz (Cisneros, 2011). Valenzuela (desde Vommaro, 2018) añade que actualmente la realidad social se ha precarizado, es menos segura y, por tanto, la falta de certeza conduce a la violencia, elementos que ocurren de forma clara en México que cuenta con 18 de las ciudades más violentas del mundo según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal (2021). Además, la primera causa de muerte en jóvenes mexicanos varones son los asesinatos (Molina, 2018). De este contexto devienen las identidades de los jóvenes impactando la experiencia colectiva, su comportamiento y su sensibilización a la violencia. Por lo tanto, la juventud mexicana responde a un momento cultural e histórico con alta exposición a actos violentos en diversos entornos como son las pandillas, el narcotráfico, el maltrato y acoso escolar, el acoso cibernético, y la violencia estructural, impacta negativamente las expectativas relacionadas a su futuro (Soto & Trucco, 2015).
La violencia estructural, la cual se entiende como resultado de factores que pertenecen a un sistema social, como son la inequidad, la injusticia, la falta de oportunidades de estudio o empleo, así como el mal gobierno o el abuso de poder, entre otras (Mosquera, 2017) pero además perpetúa la posibilidad de la injusticia y desigualdad. Díaz et al. (2015) también le asocian a la forma en que una persona significa y piensa su futuro. Es decir, aquellos elementos cognitivos y emocionales con los que la persona planea la realización de su vida. La violencia estructural puede manifestarse de forma económica por medio de la desigualdad de acceso a recursos, propiciada por la negación del derecho básico de las personas y que provienen de la forma en que está legitimado y generado el tejido social (Galtung, 2016).
Alimardani et al. (2014) subrayan la importancia del vecindario (contexto) como espacio donde ocurre violencia y se encuentra relacionada con el comportamiento negativo, antisocial y el estrés; afirman que puede tener más influencia, incluso por encima de la familiar. Akers & Jennings (2016) señalan que las conductas violentas y criminales son resultado de su normalización en contextos donde se replican, refuerzan, modelan y no tienen consecuencias negativas evidentes, lo que incentiva patrones de comportamiento violentos y modelos sociales bajo las premisas que favorecen la transgresión. Esto se confirma con las cifras de impunidad en México que llegan al 94% (Reina, 2021) lo que genera un contexto propicio para la perpetuación de la violencia y la desensibilización hacia la misma (implícita en el etiquetamiento social).
Mrug y Windle (2010) consideran que la exposición a la violencia puede transformar las creencias, ideas y conductas. Esto puede provenir tanto de una exposición directa a la violencia, como de una exposición indirecta (Cuevas & Castro, 2009). Cuestión que según Shukla y Wiesner (2013) tiene consecuencias como: fracaso escolar, fantasías de agresión, problemas psicológicos, sociales y de conducta, estrés, confusión, enojo, inmadurez, drogadicción, ansiedad, depresión, baja autoestima y comportamiento autodestructivo. Suarez et al. (2018) lo asocian al riesgo suicida. Y Bailey (2011) añade que provoca DV, normaliza la violencia y ambos fenómenos hacen que se perpetue de forma cíclica.
Una constante exposición a la violencia puede hacer que las actitudes positivas hacia la violencia se incrementen, hasta generar disminución de censura, e incluso el agrado o gusto por ella. A su vez, disminuye: la simpatía por las víctimas de violencia culpabilizándolas e impactando la distinción de la gravedad de un evento y el interés prosocial. Esto se observan en la investigación sobre exposición a la violencia y desensibilización en jóvenes realizada por Galán (2018) donde además se identificaron sesgos cognitivos como la atribución de intenciones hostiles, la promoción del comportamiento agresivo, y a la vez, modelamiento de conductas violentas por parte de sus pares. Las primeras señales de desensibilización se muestran en el léxico (Krahé et al., 2011)
La violencia se construye en la interacción, se transmite y socializa, como un proceso en el cual se implican “valores, leyes y normas sociales, contempla una dimensión afectiva y cultural como constructo social creado, compartido y validado intersubjetivamente” (Hayle, 2012, p.80). Esto se reitera con lo expuesto por Nateras (2018) quien afirma que en México los niveles de violencia repercuten económica y políticamente, a nivel social, dañando los lazos, la cooperación y la noción de colectividad, lo cual redunda en mayor violencia estructural y social. Como resultado se percibe una participación en incremento en actividades delictivas por parte de los jóvenes.
Los jóvenes en detención de acuerdo en comparación con población general reportaron alta incidencia de abuso físico y sexual, así como padres negligentes y un nivel socioeconómico bajo o muy bajo (Grinberg et al., 2005). Rojas (2012) propone en cifras que el 88.5% de los jóvenes que realizaron conductas delictivas no había concluido su educación obligatoria. Por su parte, Vázquez (2012) anunciaba que aquellos jóvenes en situación de detención presentaban un grado de secundaria y sólo el 15% de preparatoria. Yurrebaso et al. (2022) encontraron que conflictos graves, violencia, maltrato y abuso sexual, carencia de redes psicosociales, la pérdida de adscripción a espacios educativos y el consumo de sustancias, entre otros elementos incrementa la posibilidad de generar conductas disruptivas, además, existe una diferencia significativa entre el abuso sexual reportado por hombres detenidos (en su muestra 0%) y mujeres (23%).
Con lo expuesto, se considera pertinente comprender y comparar el efecto de la exposición y DV en jóvenes mexicanos de diferentes contextos e instituciones educativas para identificar las variables mediadoras y protectoras. Ello facilitará un mayor entendimiento del fenómeno de la violencia y su impacto en la juventud. La hipótesis planteada es que se encontrarán diferencias significativas entre los diferentes contextos.
Método
Participantes
Se trabajó con 25 instituciones de educación media superior las cuales fueron seleccionadas de manera aleatoria. Posteriormente, una vez en las instituciones, los instrumentos de medición se aplicaron a una muestra de estudiantes voluntarios por conglomerados, solicitando al menos un grupo por semestre a cada institución. De las 26 instituciones recabadas, 25 de educación media superior y el Centro de Internamiento Juvenil (CIJ, ésta última elegida de manera intencional y con las encuestas administradas por su personal (quien también tenía instrucciones de permitir voluntariedad, anonimato y de no ver las respuestas anotadas a fin de que tuviesen completa libertad de participar o no, las personas detenidas que se encontraban bajo su cargo). Se contó con un total de 1988 participantes, se incluyeron a las personas que voluntariamente decidieron participar, se excluyeron aquellos que omitieron más de un 10% de respuestas en la aplicación y los que se encontraban en una edad inferior a 15 años y superior a 18 años. Por tanto, la muestra total de participantes incluidos en los resultados fue de 1720. Se clasificó la muestra según su proximidad a los Polígonos de Violencia (o de seguridad) definidos por Villasís-Keever et al. (2015) como un área geográfica delimitada en la cual existe percepción de inseguridad o violencia. Para ello se contó con personas que se encontraban en los Polígonos de Violencia identificados en San Luis Potosí: 677 (39.4%), Cercanos a Polígono de Violencia 716 (41.6%), en Zona de Alejada de Polígonos de Violencia 290 (16.9%), en Zona Rural 21 (1.2%) y al Centro de Internamiento Juvenil 16 (.9%). De la muestra total 851 (49.5) son hombres y 869 (50.5%) son mujeres. 74% de los individuos tienen padres juntos, 26% separados, 62% realiza deporte, 39% realiza actividades artísticas, 33% reporta carencias económicas. Como criterio de inclusión se consideraron los principios del código ético de la American Psychological Association (APA, 2017) siguiendo con sus apartados 3.06 de evitación del daño, 8.01 y 8.05 se solicitó autorización a cada institución para aplicar los instrumentos y los participantes les respondieron de forma voluntaria y anónima .
Procedimiento
Una vez obtenidas las encuestas se agruparon con folios según institución, posteriormente, se realizó una clasificación de contextos según su proximidad con las colonias identificadas como polígonos de violencia, aquellas cercanas a ellos, las alejadas, las rurales, esto se basó en el artículo análisis y caracterización de polígonos de inseguridad urbana (Villasís-Keever et al., 2015) quien presenta las colonias de mayor inseguridad y las que se encuentran clasificadas como de menor inseguridad y el último contexto considerado fue aquel con participantes que se encontraban en el Centro de Internamiento Juvenil (CIJ).
Análisis de datos
Se realizó un estudio analítico transversal comparativo de las muestras, utilizando estadísticos descriptivos por factores de las escalas de exposición y desensibilización a la violencia y porcentaje de frecuencias en que la población presenta dichos fenómenos. Se aplicó T de Welch para comparar características sociodemográficas dicotómicas con su respectivo tamaño del efecto y ANOVA de un factor para comparar los contextos de violencia en que las instituciones se encontraban ubicadas con análisis Post Hoc con la prueba de Tukey, posteriormente se obtuvieron los tamaños del efecto (Goss-Sampson, 2018).
Instrumentos
Escala de Exposición a la Violencia (EEV) de Galán et al. (2018) con una confiabilidad compuesta (CR)>.81 por factor, AVE>.50 y AGFI= .989 CFI .99. la cual se divide en dos factores, violencia vivida y atestiguada con un total d siete ítems finales. Se responde con una escala de respuesta tipoLikert de cinco puntos que van de nunca (1) a siempre (5).
La Escala de Desensibilización a la Violencia (EDV) de Galán et al. (2019), registra una confiabilidad compuesta (CR)>.78 por factor, AVE>.52, AGFI=.968 y CFI = .985 con tres factores finales: diversión al atestiguar violencia física, agrado al ejercer violencia psicológica y diversión al atestiguar violencia psicológica, sus ítems se responden con una escala de respuesta tipo Likert de nunca a siempre.
Resultados
En los estadísticos descriptivos (ver Tabla 1) se puede apreciar que la media más alta en el total de exposición a la violencia se encuentra en las Zonas Alejadas de los Polígonos (privilegiadas), en el total de desensibilización a la violencia se muestra más alto el CIJ y las Zonas Alejadas de los Polígonos, la más baja se obtuvo en la Zona Rural.
Factor | Contexto | Media | DE | Mínimo | Máximo |
---|---|---|---|---|---|
Violencia vivida | Polígono | 8.852 | 3.978 | 4 | 20 |
CP | 8.797 | 3.619 | 4 | 20 | |
ZAP | 9.224 | 3.305 | 4 | 20 | |
CIJ | 7.75 | 3.317 | 4 | 15 | |
Rural | 8.429 | 2.856 | 4 | 17 | |
Violencia atestiguada | Polígono | 10.824 | 2.787 | 3 | 15 |
CP | 10.792 | 2.782 | 4 | 15 | |
ZAP | 11.714 | 2.382 | 4 | 15 | |
CIJ | 9.625 | 3.364 | 4 | 15 | |
Rural | 9.81 | 2.159 | 6 | 13 | |
Total de exposición a la violencia | Polígono | 19.677 | 5.711 | 7 | 35 |
CP | 19.589 | 5.36 | 8 | 35 | |
ZAP | 20.938 | 4.658 | 10 | 34 | |
CIJ | 17.375 | 6.12 | 8 | 28 | |
Rural | 18.238 | 4.437 | 12 | 30 | |
Agrado al ejercer violencia | Polígono | 5.263 | 2.286 | 4 | 20 |
CP | 5.453 | 2.324 | 4 | 19 | |
ZAP | 6.545 | 2.576 | 4 | 19 | |
CIJ | 6.438 | 2.529 | 4 | 13 | |
Rural | 4.81 | 0.928 | 4 | 7 | |
Diversión al atestiguar violencia física | Polígono | 5.077 | 2.784 | 3 | 15 |
CP | 4.821 | 2.661 | 3 | 15 | |
ZAP | 5.341 | 2.793 | 3 | 15 | |
CIJ | 7.75 | 3.606 | 3 | 15 | |
Rural | 3.667 | 1.017 | 3 | 6 | |
Total desensibilización a la violencia | Polígono | 14.461 | 5.76 | 10 | 46 |
CP | 14.193 | 5.39 | 10 | 43 | |
ZAP | 16.238 | 5.761 | 10 | 39 | |
CIJ | 18.938 | 6.757 | 12 | 37 | |
Rural | 11.952 | 2.655 | 10 | 19 |
Nota: ZAP=Zona Alejada de Polígonos (privilegiada). CP= Cercana a polígono. CIJ= Centro de Internamiento Juvenil
Se realizaron ANOVAS, entre contextos y EEV y la EDV, en violencia vivida no se encuentran diferencias significativas; en violencia atestiguada se encuentra F (4, 64.41) = 16.108, p<.001, est ω2 = .017 por tanto un tamaño de efecto bajo al igual que en el total de exposición a la violencia F (4, 140.64) = 4.84, p<.001, est ω2 = .009. En EDV se encuentra agrado al ejercer violencia con F (4, 93.35) = 16.98, p<.001, est ω2 = .036; diversión al atestiguar violencia física F (4, 54.53) = 7.32, p<.001, est ω2 = .014; diversión al atestiguar violencia psicológica F(4,13.97)= 3.76, p=.005, est ω2 = .006 y el total de desensibilización a la violencia F (4, 337.98)= 10.811, p<.001, est ω2 = .022, de igual forma diferencias significativas pero con tamaños de efecto bajos.
Se procede por tanto a presentar en la Tabla 2, exclusivamente los post-hoc que resultaron significativos entre cada uno de los contextos, a fin de reconocer en dónde se encuentran las diferencias con cada uno de los factores y los totales de las escalas. En ellos, se puede apreciar que en el total de exposición a la violencia y el factor de atestiguada se encuentran diferencias significativas entre las Zonas Alejadas del Polígono (privilegiadas) con medias más altas que aquellas en Polígono de Violencia, Cercanas y el CIJ. Con respecto a la DV, en el factor de agrado al ejercer violencia psicológica se encuentra menor en la Zona Rural, y mayor en las Zonas Alejadas del Polígono de Violencia, en la diversión al atestiguar violencia física el CIJ muestra medias más elevadas que la mayoría de los contextos. Respecto a atestiguar violencia psicológica sólo presentan diferencias las Zonas Privilegiadas con las Cercanas a Polígono. Finalmente, del total de DV, tanto CIJ, como las Zonas Alejadas del Polígono muestran medias más altas que el resto de los contextos. Si bien, estos resultados confirman nuestra hipótesis de que habría diferencias por contextos, no se comprueba exactamente como se pensó, es decir, se esperaba que CIJ tuviera mayor desensibilización a la violencia, sin embargo, no se previó que el siguiente contexto DV fuera el alejado de polígono, lo mismo con la exposición a la violencia, por lo que se consideró necesario conocer la interacción de las variables con otros elementos socio demográficos recabados durante su aplicación.
Contextos | Diferencia de la media | ES | t | Ptukey | ||
---|---|---|---|---|---|---|
Violencia atestiguada | ||||||
Polígono | ZAP | 0.89 | 0.191 | -4.66 | < .001 | *** |
CP | ZAP | -0.922 | 0.189 | -4.87 | < .001 | *** |
ZAP | CIJ | 2.089 | 0.698 | 2.991 | 0.024 | * |
Rural | 1.904 | 0.615 | 3.098 | 0.017 | * | |
Total de exposición a la violencia | ||||||
Polígono | ZAP | -1.261 | 0.378 | -3.335 | 0.008 | ** |
CP | ZAP | -1.349 | 0.375 | -3.595 | 0.003 | ** |
Agrado al ejercer violencia | ||||||
Polígono | ZAP | -1.282 | 0.165 | -7.791 | < .001 | *** |
CP | ZAP | -1.092 | 0.163 | -6.694 | < .001 | *** |
ZAP | Rural | 1.735 | 0.53 | 3.276 | 0.009 | ** |
Diversión al atestiguar violencia física | ||||||
Polígono | CIJ | -2.673 | 0.69 | -3.873 | 0.001 | ** |
CP | ZAP | -0.52 | 0.19 | -2.738 | 0.049 | * |
CIJ | -2.929 | 0.69 | -4.246 | < .001 | *** | |
ZAP | CIJ | -2.409 | 0.701 | -3.437 | 0.005 | ** |
CIJ | Rural | 4.083 | 0.906 | 4.509 | < .001 | *** |
Diversión al atestiguar violencia psicológica | ||||||
CP | ZAP | -0.433 | 0.134 | -3.226 | 0.011 | * |
Total de desensibilización a la violencia | ||||||
Polígono | ZAP | -1.777 | 0.392 | -4.529 | < .001 | *** |
CIJ | -4.477 | 1.414 | -3.165 | 0.014 | * | |
ZAP | -2.045 | 0.389 | -5.255 | < .001 | *** | |
CP | CIJ | -4.745 | 1.413 | -3.357 | 0.007 | ** |
Rural | 4.286 | 1.264 | 3.392 | 0.006 | ** | |
ZAP | Rural | 6.985 | 1.855 | 3.765 | 0.002 | ** |
Nota: ZAP=Zona Alejada de Polígonos (privilegiada). CP= Cercana a polígono. CIJ= Centro de Internamiento Juvenil *p<.05, **p<.01, *** p<.001
A continuación, se presentan los hallazgos de comparativas entre las escalas de EDV y EEV, con base a datos sociodemográficos y las variables “tus padres se encuentran juntos”, “realizas deporte” o alguna “actividad artística”, y “sexo”, como se muestra en la Tabla 3. Se encontraron diferencias significativas: en Exposición a la Violencia con mayor puntuación en quienes no tenían padres juntos (con tamaños de efecto bajos). También, las personas que realizan actividades artísticas muestran diferencias significativas en DV y EV, en desensibilización con menores puntajes y en exposición con medias más altas, ambos con tamaños de efecto pequeños. Quienes realizan deporte reportaron mayor DV con tamaños de efecto bajos. Finalmente, los hombres tienen medias mucho más elevadas que las mujeres en desensibilización a la violencia con un tamaño del efecto medio.
Factor o total t | t | gl | Diferencia de medias | diferencia de error standard | Intervalo de confianza | d de Cohen | |
---|---|---|---|---|---|---|---|
bajo | alto | ||||||
Padres Juntos (Si/no) | |||||||
VV | -3.09 | 671.39*** | -0.68 | 0.21 | -1.1 | -0.24 | -0.17 |
VA | -2.53 | 754.03* | -0.38 | 0.15 | -0.68 | -0.08 | -0.14 |
TEV | -3.37 | 690.66*** | -1.06 | 0.31 | -1.68 | -0.44 | -0.19 |
Realizan actividades artísticas (Si/no) | |||||||
DAVF | -3.01 | 1541.00** | -0.4 | 0.133 | -0.66 | -0.14 | -0.14 |
DAVP | -2.3 | 1578.71* | -0.21 | 0.092 | -0.394 | -0.031 | -0.11 |
TDV | -2.7 | 1598.08** | -0.72 | 0.269 | -1.254 | -0.199 | -0.13 |
VV | 2.99 | 1371.30** | 0.55 | 0.185 | 0.192 | 0.918 | 0.14 |
VA | 2.33 | 1420.39* | 0.31 | 0.136 | 0.05 | 0.583 | 0.11 |
TEV | 3.23 | 1381.24*** | 0.87 | 0.27 | 0.342 | 1.401 | 0.16 |
Realizan deporte (Si/no) | |||||||
AEJ | 3.01 | 1349.88** | 0.35 | 0.118 | 0.125 | 0.587 | 0.15 |
DVF | 5.08 | 1451.19*** | 0.67 | 0.132 | 0.414 | 0.933 | 0.25 |
DAP | 3.49 | 1424.44*** | 0.33 | 0.094 | 0.145 | 0.515 | 0.17 |
TDV | 4.96 | 1428.13*** | 1.36 | 0.274 | 0.822 | 1.897 | 0.24 |
Diferencia entre sexos (Hombre/Mujer) | |||||||
AEV | 7.15 | 1647.78*** | 0.81 | 0.11 | 0.59 | 1.03 | 0.34 |
DAVF | 14.01 | 1485.18*** | 1.76 | 0.12 | 1.52 | 2.01 | 0.67 |
DAP | 8.4 | 1591.75*** | 0.77 | 0.09 | 0.59 | 0.95 | 0.4 |
TDV | 12.8 | 1570.74*** | 3.35 | 0.26 | 2.83 | 3.86 | 0.61 |
VV | 2.31 | 1716.12** | 0.41 | 0.17 | 0.06 | 0.76 | 0.11 |
Nota: VV= violencia vivida; AVF: atestiguar violencia física; AVP= atestiguar violencia psicológica; AEV= agrado al ejercer violencia; DAVF= diversión al atestiguar violencia física; DAP= diversión al atestiguar violencia psicológica; Total desensibilización a la violencia. *=p<.05; **=p<.01 ***=p<.001.
Discusión
La medición mediante las EEV y EDV, permiten un abordaje social del fenómeno de la desensibilización y su relación con la exposición a la violencia, mismos que han sido en su mayoría asociados a los medios de comunicación (Krahé et al., 2011; Funk, 2022). Los jóvenes de San Luis Potosí y Soledad de Graciano Sánchez estudiantes de educación media superior se encuentran expuestos a violencia sin distinción por contextos. Aunque en los totales de exposición y atestiguar violencia si se encuentran diferencias, se retrata una realidad en la cual no hay espacios libres de violencia, cuestión que se reitera con los homicidios como primera causa de muerte en jóvenes (Molina, 2018), por lo cual, es notorio el impacto de la presencia de violencia directa o indirecta, en ideas, conductas, desempeño académico, bienestar psicológico, emocional, consumo de sustancias, en psicopatología y en la posibilidad de replicar e incrementar la violencia (Shukla & Wiesner, 2013; Soto & Trucco, 2015; Suárez et al., 2018).
La violencia pensada como un recurso de cultura y sociedad (Pearce, 2017) se transforma en un proceso adaptativo que en esta investigación se busca visibilizar bajo el nombre de desensibilización a la violencia, mismo que ocurre como un suceso subordinado a la realidad del contexto de violencia. Por lo tanto, este proceso de aparente ajuste puede llegar a convertirse en agrado hacia el ejercicio de la violencia, así como una disminución del reconocimiento y censura de ésta (Galán, 2018). Dichos elementos se ven claramente retratados en los puntajes obtenidos en el CIJ, que a pesar de reportar menor exposición a la violencia fueron quienes obtuvieron mayores puntajes en DV. Este hallazgo parece contradictorio, sin embargo, se podría explicar por las limitaciones propias de la institución y el contexto en el que se encuentran los jóvenes que no favorece la distinción entre la exposición total (vivida antes) y la que acontece durante el internamiento, lo que pudo ocasionar que los participantes contestaran sólo con base en la exposición durante el tiempo presente en el centro de internamiento y no previo a su estancia. Inferimos que en el CIJ hay mayor regulación de sucesos violentos y que por ello su percepción fue menor que la de otros contextos, lo que podrían no dar cuenta de la realidad que viven (Díaz et al., 2015)
La desensibilización a la violencia en contextos privilegiados (segunda más alta) ha permitido hipotetizar, que quienes llegan hasta la educación media superior en dicho contexto pueden tener menos dificultad de permanencia en las instituciones educativas particulares, en las cuales puede estar de cierta forma garantizada o con menor riesgo de perder adscripción (como mencionaron Yurrebaso et al., 2022), es decir, existe una mayor cantidad de conductas transgresoras que son toleradas, lo cual podría explicar el contexto de violencia con mayor puntuación como apuntó Miranda (2018). También, podría considerarse que puede haber más claridad en el registro y reconocimiento de la violencia y, por tanto, su anotación en los instrumentos de medición fue más alta.
La variación de la desensibilización de un contexto a otro y las diferencias significativas se abordan con base en lo que apuntó Nateras (2018) al afirmar que la política y la economía muestra una sociedad cada vez más fragmentada y con menor posibilidad de cooperación. Si se considera lo expuesto por Goodearl et al. (2014) sobre el efecto de la comunidad (contexto) en el devenir de las juventudes, es necesario el trabajo con políticas públicas, generación de culturas alternativas de paz e intervenciones para sensibilizar, como elementos de reconstrucción de la realidad y el tejido social que innegablemente viven.
La población con mayor desensibilización a la violencia (CIJ) también es aquella que en su mayoría ha vivido más violencia directa, cultural y estructural, como lo anticiparon Grinberg et al. (2005), Rojas (2012), Vázquez (2012) y Yurrebaso et al. (2022) los últimos asocian lo anterior a la esperanza académica, es decir, la educación sirve como un elemento de aprendizaje y también de socialización que implica no sólo un acercamiento a nuevos saberes sino también, a la posibilidad de lazos de convivencia saludables. De ahí la importancia de contar con apoyos efectivos para los jóvenes en centros de internamiento juvenil y de otros contextos marginados.
Resulta de interés que el deporte se asocia a mayor desensibilización, cuestión que por la etapa de juventud podría relacionarse con la búsqueda de fortaleza física (Galán, 2018; Mardones & Navarro, 2017). Esto a su vez encuentra diferencia significativa entre sexos, la cual mostró un tamaño del efecto medio con respecto a DV, ambas, cuestiones que pueden estar relacionadas al género y sus mandatos, es decir, a las expectativas sociales que se tiene sobre lo jóvenes según su sexo en especial relacionadas a las masculinidades que se acentúan en esta etapa (Macias & Luna, 2018). Por otro lado, contrario a lo que la mayoría de las investigaciones apuntan (Funk et al., 2004; Galán, 2018; Soto & Trucco, 2015) las personas más expuestas a violencia que realizan actividades artísticas presentan menor desensibilización, este hallazgo podría ponerles como un elemento sensibilizador, por tanto, un posible factor protector para promover en las actuales juventudes.
La familia nuclear integrada por la presencia de madre y padre unidos funge como variable protectora. Los individuos de esta investigación que viven con ambos padres mostraron menor exposición y desensibilización a la violencia. Este efecto ha sido observado en otras investigaciones Farrell & Gray (2018) por lo que es importante que se promuevan más investigaciones, así como apoyos y políticas públicas para fortalecer la importancia del ámbito familiar.
La realidad social se encuentra permeada por la violencia, por elementos de poca esperanza laboral, seguridad humana y perspectiva a futuro, es a lo que Valenzuela et al. (2018) y Vommaro (2018) llaman entorno precario, y funciona como un declive de expectativas, inclusive generador de identidades desadaptativas en jóvenes, elementos que van de la mano con lo propuesto por Akers y Jennings (2016) quienes advertían que el crimen y las conductas disruptivas o desviadas se aprenderán, replicarán y mantendrán si se difunde como una norma en el entorno, o si no existen consecuencias a esas acciones, cuestión que se confirma al conocer que las cifras de impunidad en la mayoría de los países latinoamericanos (Reina, 2021), por lo que haría falta indagar en este elemento en futuras investigaciones con relación a la DV. En este sentido, reconocer la socialización, cultura y elementos que generan conductas transgresoras, así como generar programas de intervenciones de paz, o de re-sensibilización a la violencia sería posibilidades para medir con los instrumentos empleados e inclusive, se podrían pensar en programas de prevención con base en EV y DV.
Se concluye que existen diferencias entre los contextos en la exposición y la desensibilización a la violencia. En Zonas Alejadas a los Polígonos de violencia se registra mayor percepción. Las personas que realizan actividades artísticas muestran haber estado más expuestas a la violencia, estan menos desensibilizadas. Por otro lado, quienes cuentan con la presencia de ambos padres muestran menor exposición y desensibilización a la violencia. También los hombres están más desensibilizados que las mujeres. Tanto jóvenes en internamiento como en zonas privilegiadas presentan medias más altas, lo que podría ser una forma de adaptación al entorno y como resultado de la exposición a la violencia, por lo cual hace falta más investigaciones a nivel social, para reconocer las características de dichas poblaciones, así como identificar pautas para intervención o prevención. En zonas dentro de polígonos o cercanas a ellos se hipotetiza que quizá la menor esperanza estudiantil hace que quienes llegan a educación media superior (lo mismo que en la rural) cuentan con apoyo familiar e incluso mayor seguridad emocional. Por lo que sería necesario realizar esta investigación en educación básica para poder conocer si existen mayor asociación entre los contextos con presencia de violencia y la desensibilización a la violencia.
La violencia se acrecienta cuando es legitimada por su entorno, las creencias normativas y el etiquetamiento social puede generar panoramas positivos en torno a ella, la cual se convierten en medio de supervivencia, de protección e incluso de trabajo. La importancia de apuntar políticas públicas que incidan en la realidad social, la forma en que se generan lazos y educación para la paz, intervenir y medir los esfuerzos de los programas con una planeación e incidencia a largo plazo, se vuelve actualmente una necesidad social.
Esta investigación abre la posibilidad de replicar la medición en diferentes países, en comparativa con economías, continentes y contextos, con diversas políticas, regiones y programas de intervención. Por otro lado, se encuentra con la limitación de que en su mayoría la población fue exclusivamente en instituciones, en su mayoría de la zona conurbada de San Luis Potosí, México, y preponderantemente en educación media superior. También es conveniente realizar estudios longitudinales para constatar si el fenómeno de la DV está en incremento.