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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.15 no.1 Texcoco ene./mar. 2018

 

Artículos

Emprendimientos asociativos contra el despojo capitalista: la producción colectiva de ganado vacuno en Santiago del Estero, Argentina

A. Geanina Gómez-Herrera1  * 

A. Eliza Villalba1 

1Instituto de Estudios para el Desarrollo Social - INDES/UNSE/CONICET/FHCSYS. Argentina. Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).


Resumen

La expansión de la frontera agropecuaria en Santiago del Estero, una provincia del noroeste argentino, compromete la reproducción social de campesinos sin títulos de propiedad de la tierra que hacen uso comunitario de este recurso. Frente a los desalojos promovidos por empresarios, las poblaciones campesinas de Santa Catalina y El Hoyo, determinaron cercar las tierras de uso común y asociarse en emprendimientos productivos, conformando encierros ganaderos. A partir de estas experiencias, nuestro objetivo es analizar sus luchas frente al despojo de las tierras comunes a partir de sus tácticas de socialización política y la puesta en marcha de emprendimientos productivos asociativos desarrollados en sus vínculos con agentes estatales promotores de desarrollo rural. Estas experiencias son reconstruidas mediante un abordaje metodológico cualitativo a través de entrevistas en profundidad y registro de observaciones. En este trabajo aportamos evidencias acerca de las múltiples expresiones del antagonismo frente a los procesos contemporáneos de cercamientos capitalistas de bienes comunes en el espacio rural. Estas luchas se manifiestan tanto en el plano político como en el diseño de sistemas de producción basados en la gestión de los comunes bajo formatos de organización asociativos sin precedente en el territorio.

Palabras claves: agentes estatales; bienes comunes; campesinos desposesión; gestión asociativa; lucha; ocupantes

Abstract

The expansion of the agricultural and livestock frontier in Santiago del Estero, a province in northwestern Argentina, compromises the social reproduction of peasants without land ownership titles that make communal use of this resource. Facing the evictions promoted by entrepreneurs, the peasant populations of Santa Catalina and El Hoyo decided to enclose the lands of common use and to become associated in productive enterprises, establishing livestock confinements. From these experiences, our objective is to analyze their struggle in facing the stripping of common lands based on tactics of political socialization and the implementation of associative productive enterprises developed in connection with state agents that promote rural development. These experiences are rebuilt through a qualitative methodological approach through in-depth interviews and observations registry. In this study we contribute evidences about the multiple expressions of antagonism in face of the contemporary processes of capitalist confinements of common goods in the rural space. These struggles are manifested both in the political plane and in the design of production systems based on the management of common pool resources under associative organization formats without precedent in the territory.

Key words: state agents; common goods; peasant dispossession; associative management; struggle; occupants

Introducción

La expansión de los agronegocios y los megaemprendimientos extractivos en América Latina son procesos de acumulación capitalista guiados por la lógica del despojo (Svampa, 2012; Navarro, 2013a; Composto y Navarro, 2014). En el mundo rural, actores hegemónicos, como empresas y organismos estatales, disputan el control y uso de bienes naturales que forman parte del patrimonio común de poblaciones campesinas e indígenas. En América Latina existe un correlato entre la expansión de cultivos transgénicos, privatización, degradación y despojo de bienes naturales comunes y la movilización de los actores sociales desposeídos en la defensa de sus territorios. (Composto y Navarro, 2014).

En Argentina, el modelo de desarrollo agrario actual basado en la producción y exportación de cereales, oleaginosas y sus derivados agroindustriales impulsó la incorporación de tierras de regiones más allá de la Pampa Húmeda1. En este marco tiene lugar el corrimiento de la frontera agropecuaria hacia el norte argentino2, que implicó mayor presión empresarial sobre la tierra, especialmente sobre áreas ocupadas por poblaciones rurales que no poseen el título de propiedad de la tierra.

Estudios recientes advierten que la irrupción de los agronegocios y la expansión agrícola implicaron un resurgimiento de la violencia rural en Argentina, que está directamente relacionada con la conflictualidad3 por la tierra y el territorio. Las investigaciones del Grupo de Estudios de Ecología política, Comunidades y Derechos (GEPCyT) del Instituto Gino Germani revelan que entre los años 2002-2009 existieron 243 conflictos que involucran a campesinos y empresarios. Los ejes de estas disputas son principalmente la tierra, el agua y el monte, como también los modos de uso y apropiación del territorio (Perníncula et al., 2011).

Santiago del Estero, una de las provincias del noroeste argentino, es el escenario de gran parte de estos conflictos rurales por la tenencia de la tierra. Cabe destacar que la estructura agraria de Santiago del Estero se caracteriza por una acentuada desigualdad en el acceso a la tierra y una fuerte presencia de unidades campesinas y explotaciones agropecuarias sin límites definidos4 (Paz y Jara, 2013). Estas últimas coinciden con superficies ocupadas por poseedores con ánimo de dueño, forma de relación entre el individuo y la tierra reconocida por la ley argentina. Una persona es considerada poseedora cuando vive y trabaja la tierra de manera pacífica, con ánimo de dueño, realizando mejoras por un periodo mayor a 20 años continuos, sin reconocer la figura de otro dueño/a (Domínguez, 2012: p.147). Bajo esta figura se encuentran comprendidos en Argentina gran parte de los productores familiares, campesinos e indígenas con derechos posesorios5 sobre la tierra, pero que carecen de título de propiedad.

Argentina no cuenta con una legislación sobre distribución de tierras y tampoco se llevaron a cabo procesos de reforma agraria, como sí ocurrió en distintos países de América Latina. Solo es posible encontrar algunas menciones en las constituciones provinciales que reconocen la “función social”6 del “derecho a la tierra”. De esta manera, la situación de la tenencia de la tierra constituye un punto de conflicto sustancial para los poseedores, puesto que los canales de acceso legales están supeditados al código civil, quedando a discrecionalidad de los jueces, quienes comprenden las distintas formas de tenencia desde la concepción de la propiedad privada (Domínguez, 2012).

Frente a la situación de inseguridad jurídica en la tenencia de la tierra, un reciente trabajo de Paz, Liptshitz, Zerda y Tiedeman (2015) argumentan que en Santiago del Estero la expansión de la frontera agropecuaria ocurre a expensas de las posesiones campesinas. Los mecanismos de acceso a la tierra de empresarios e inversionistas en la provincia no fueron el arrendamiento o los contratos accidentales7, como ocurrió mayormente en la región pampeana. Por el contrario, en Santiago del Estero predominó la reocupación y apropiación de superficies que comprenden las explotaciones sin delimitación precisa por parte de empresas e inversionistas. Estas explotaciones en general coinciden con áreas de ocupación campesina donde persisten prácticas de uso comunitario del monte para el pastoreo de animales y el aprovechamiento forestal.

Tras este panorama de conflictividad agraria en Santiago del Estero quedan plasmadas las contradicciones engendradas por el capitalismo agrario en su desarrollo. Entendemos que la territorialización del agronegocio en la provincia también se basa en una estrategia de despojo de bienes comunes naturales como la tierra, y con ello propicia la destrucción de formas de producción y de vida cimentadas en el uso compartido de estos recursos.

No obstante, la contracara de la desposesión son las diversas modalidades de resistencia de estos sujetos agrarios. La conformación del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) en la década del noventa es una de las expresiones más visibles de esa resistencia al despojo capitalista y ha sido objeto de múltiples análisis en el campo académico (véase de Dios, 2003; Durand, 2005; Domínguez, 2012; entre otros). Aunque también existen estudios que intentan explicar la persistencia de campesinos ocupantes8a partir del desarrollo de la ganadería bovina y caprina a monte en explotaciones sin límites precisos, basadas en la intensificación de la mano de obra familiar, pero combinando procesos de mercantilización y no mercantilización (Paz, 2006; Paz, 2011; Paz y Jara, 20123; Paz et al., 2015).

Con este trabajo pretendemos aportar evidencias en torno a modos de lucha frente al despojo de tierras comunes en el espacio rural, en particular sobre aquellos que no solo se expresan en el plano de la lucha política, sino también en lo que atañe a la esfera de la producción9. Por eso nos ocupamos de las experiencias de campesinos ocupantes con ánimo de dueño en dos poblaciones rurales del noreste de la provincia argentina de Santiago del Estero. Se trata de familias nucleadas en asociaciones de fomento comunal que emprenden el cercamiento de tierras de uso comunal, formando así un “encierro comunitario” y asumen la producción colectiva de ganado bovino, conformando “encierros ganaderos” que son áreas delimitadas del monte comunal destinadas a la cría de estos animales. Sus orígenes están vinculados al intento de desalojo de las familias tras enfrentamientos con empresarios por la tenencia de la tierra, iniciados en 2003 y 2004 y, por otro lado, a los vínculos establecidos con agentes promotores de desarrollo rural durante la implementación de programas estatales.

Por lo tanto, el objetivo del trabajo es analizar las luchas frente al despojo de las tierras de uso común de los campesinos de Santa Catalina y El Hoyo a partir de la conformación de espacios de socialización política, como también de emprendimientos productivos llevados a cabo en vinculación con agentes estatales y organizaciones de base campesina durante la implementación de políticas públicas. Partimos del supuesto de que estos emprendimientos productivos ganaderos han permitido la reterritorialización (Mançano Fernandes, 2013) de los campesinos ocupantes con ánimo de dueño en el marco de esta conflictividad agraria, ya que resultan de la socialización política en contra del despojo y el despliegue del potencial productivo en defensa, preservación y ampliación de su patrimonio común natural y cultural.

Abordaje conceptual-metodológico de los casos de estudio

Desde el enfoque de la cuestión agraria comprendemos que los conflictos por la tenencia de la tierra expresan las contradicciones del desarrollo capitalista en el agro, especialmente en el contexto de América Latina. Las contribuciones de Mançano Fernandes (2013) en este aspecto resultan claves para entender la conflictividad agraria a partir tres procesos: territorialización, desterritorialización y reterritorialización. Este autor señala que el agronegocio se territorializa apropiándose de la tierra ocupada por campesinos, promueve su desterritorialización y, al mismo tiempo, su reterritorialización por la vía de la lucha por las tierras y de las políticas públicas. Esto último acontece en tanto los campesinos interpelan a los organismos estatales, reivindicando infraestructura necesaria que les permitan vivir en la tierra (Mançano Fernandes y Barbosa Ramalho, 2001).

En los procesos de territorialización del campesinado se adquieren nuevos sentidos y nuevas apropiaciones de territorialidad. Estos “sentidos alternativos del territorio” se configuran en los procesos de socialización política vividos en la experiencia de la lucha por la tierra, en la búsqueda de trascender los aspectos hegemónicos de la “propiedad individual y privada capitalista”. De esta manera, socialidad y territorialidad se articulan en los entramados comunitarios de cada experiencia, tornándose vitales su análisis y teorización (Bacallao Pino, 2014: p. 245). Estas “tácticas de socialización política” se encuentran estrechamente ligadas al fortalecimiento “del vínculo con el territorio”. Son socializaciones políticas que se afirman en “el ejercicio concreto de la lucha por el territorio” y se contraponen con el “carácter enajenante de la política estatal”, siendo la base fundacional de una política de la autonomía (Gutiérrez Aguilar, 2011 en Navarro, 2013b: p. 165).

En este trabajo nos ocupamos de las estrategias de lucha desplegadas por sujetos sociales agrarios que disputan su patrimonio común y su territorio con los agentes del agronegocio. Por consiguiente, recuperamos la propuesta conceptual-metodológica de Gutiérrez Aguilar (2013), que desde una perspectiva crítica analiza la lucha desde la inestabilidad y el despliegue sistemático de sus contradicciones para dilucidar sus horizontes internos, es decir, el conjunto de aspiraciones o anhelos no siempre coherentes entre sí. Esto supone concebir la lucha como “el conjunto de poliformas, aspiraciones y prácticas políticas que habitan en formas incómodas del cuerpo social, ocultas y constreñidas por el orden dominante” (Gutiérrez Aguilar, 2013: p.16). Otro elemento medular en este esquema es el término entramados comunitarios para denotar los aspectos sobre los que se sostienen las acciones de lucha. Con este término, Gutiérrez Aguilar alude a los saberes, capacidades y relaciones de carácter colectivo centradas en la reproducción cotidiana de la existencia, aunque también atravesado por tensiones y contradicciones (Gutiérrez Aguilar, 2013).

Distintas vertientes teóricas han abordado la complejidad de las problemáticas vinculadas a la gestión de bienes comunes. Entre ellas, desde el enfoque de la nueva economía institucional se destacan los aportes de Elinor Ostrom (2000) al análisis de los problemas de autoorganización que enfrentan los usuarios de bienes comunes, centrándose en la existencia de instituciones que regulan la apropiación y gestión de los sistemas de recursos comunes. Asimismo, los define como un “sistema de recursos naturales o hechos por el hombre, que es lo suficientemente grande como para volver costoso, aunque no imposible excluir a destinatarios potenciales de los beneficios de su uso” (Ostrom, 2000: p. 66). Desde este enfoque se argumenta que la persistencia en el tiempo de dichos sistemas se asienta en esas instituciones, entendidas como el conjunto de normas que regulan la conducta de sus usuarios en relación con el acceso y uso, como a la distribución de los beneficios y los costos derivados de su explotación.

A los fines de este estudio adoptamos un concepto más amplio de los comunes, ya que bajo este término no solo designamos la riqueza material bajo alguna forma de propiedad colectiva, sino también las relaciones sociales que en un grupo humano específico se estructuran respecto a un patrimonio en común, debido al interés compartido en su conservación y ampliación (Helfrich, 2008). De esta definición se desprende también una acepción de los comunes como práctica política, en tanto se reconocen impulsos de lucha y resistencia de diversas colectividades para contribuir a la protección, recuperación y ampliación de un patrimonio natural, social y cultural. (Lafuente, 2008)

Una tercera dimensión clave en el análisis de estas experiencias son los modos de vinculación que se dan tanto entre agentes estatales y los campesinos, como también entre estos últimos en el marco del conflicto agrario por la tierra. Desde el enfoque orientado al actor propuesto por Long (2007) y a partir del concepto de interfaz social identificamos disputas de intereses y significados en torno a la gestión de los recursos comunes. Long sostiene que a partir del análisis de las interfaces es posible dilucidar “tipos de vínculos y las fuentes de discontinuidad social, como también los medios culturales y organizacionales”, a partir de los cuales se reproducen y transforman estos espacios (Long, 2007: p.136).

En cuanto al abordaje metodológico, mediante la estrategia de estudios de casos avanzamos hacia una comprensión profunda y holística de los emprendimientos comunitarios y ganaderos desde la experiencia vivida de los actores sociales involucrados. En la selección de los casos consideramos los siguientes criterios: a) son dos experiencias pioneras, ya que luego de la puesta en marcha de este tipo de emprendimientos ganaderos basados en la gestión asociativa de bienes comunes en los parajes de Santa Catalina y El Hoyo se multiplicaron y en la actualidad se registran diecinueve encierros comunitarios orientados a la producción bovina en esos dos departamentos (Figueroa y Moreno); b) su origen está vinculado al enfrentamiento entre los campesinos ocupantes con ánimos de dueño y empresarios que pretendían desalojarlos; c) gran parte de los cambios en los modos de gestionar el sistema de recursos de uso común y la ejecución de proyectos productivos ganaderos responden a propuestas técnicas realizadas por extensionistas estatales que operaban bajo la órbita del ex Programa Social Agropecuario (actual Secretaría de Agricultura Familiar dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación).

Desarrollamos el trabajo de campo en un período comprendido por los años 2014-2015 e involucró el registro de observaciones y entrevistas en profundidad, individuales y grupales. En la fase exploratoria del estudio, el criterio que primó en la selección de los informantes fue la accesibilidad para entablar relación con algunos informantes que podrían operar como porteros, facilitando el contacto con otros y la posibilidad de ampliar el espectro de interlocutores. A medida que avanzamos en el trabajo de campo optamos por dos procedimientos para la selección de entrevistados: por un lado, el muestreo bola de nieve, a fin de reconstruir las posibles redes de relaciones sociales entre ellos y, por otro, la saturación de información en relación con las categorías analíticas.

Entrevistamos a campesinos ocupantes con ánimo de dueño que residían al momento de la investigación en ambos parajes: Santa Catalina (departamento Figueroa) y El Hoyo (Departamento Moreno). Se trata de pobladores rurales, de sexo masculino y femenino, cuyas edades oscilan entre 30 y 60 años de edad que intervinieron en la defensa de la tierra comunal durante los conflictos por su tenencia, que son (o fueron) miembros de la Comisión Directiva10 y socios de las organizaciones campesinas que los nuclea, como también aquellos pobladores que se han asociado para la gestión de la producción de ganado bovino. Además, entrevistamos a cuatro extensionistas de la Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación (exPrograma Social Agropecuario) que tienen entre ocho y 20 años de antigüedad en el ejercicio de este trabajo e intervienen en los parajes (o lo hicieron en algún momento), principalmente durante los conflictos por la tierra y la puesta en marcha de los emprendimientos productivos bovinos que analizamos en este trabajo.

A modo de aproximarnos al área de estudio comprendida por los parajes de Santa Catalina y El Hoyo, cabe subrayar que comparten algunas características socio demográficas, económico-productivas y agroecológicas. Ambas son poblaciones rurales dispersas; Santa Catalina se encuentra en el departamento Figueroa, mientras que El Hoyo está emplazado en el límite de los departamentos Figueroa y Moreno. Según el último Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas, en 2010 la totalidad de la población en Figueroa reside en áreas rurales. Respecto a la dotación de infraestructura de servicios básicos, vale decir que gran parte de los hogares, en particular en el ámbito rural, se abastecen de agua de lluvia, ríos, canales o acequias para el consumo humano, y utilizan carbón o leña para cocinar. Mientras en el departamento Moreno 12.05 % de los hogares no tienen electricidad, en el departamento Figueroa este valor asciende a 28.18 % (INDEC, 2010). Santa Catalina y El Hoyo son lugares de difícil acceso, debido al escaso desarrollo de infraestructura vial, ya que para acceder desde las rutas hay que recorrer grandes distancias por caminos de tierra que durante los días de lluvias se tornan intransitables.

Según los registros censales de 2010, la población en los departamentos Figueroa y Moreno presentan elevados niveles de analfabetismo, que alcanza valores de 8.25 % (el más alto a nivel provincial) y 6.66o%, respectivamente; además, gran parte no completó el nivel primario de educación (INDEC, 2010). En Santa Catalina y El Hoyo solo cuentan con establecimientos educativos que ofrecen nivel primario y, por lo tanto, quienes pretenden continuar sus estudios secundarios y superiores deben dirigirse a las zonas urbanas más próximas, o bien, a la capital provincial, lo que implica recorrer grandes distancias o bien un cambio de residencia.

Los pobladores de Figueroa y Moreno se encuentran ocupados principalmente en actividades vinculadas a la producción agrícola, ganadería, apicultura y actividad forestal, como también en la construcción. Además, un componente importante de los ingresos de los hogares son las asignaciones sociales (en concepto de jubilaciones, pensiones y asignaciones familiares). Los datos del Censo 2010 revelan que los hogares en los que al menos algún integrante percibe una pensión contributiva presentan 55.39 % del total en el departamento Figueroa y 52 % en Moreno.

Aunque Figueroa y Moreno son departamentos donde es posible diferenciar zonas con distintos perfiles productivos, en los parajes donde focalizamos esta investigación existen sistemas productivos que combinan la ganadería con la actividad forestal, debido a la falta de riego, las escasas precipitaciones (una media que oscila entre los 600 a 700 milímetros anuales), la elevadas temperaturas durante gran parte del año, y los suelos con baja retención de humedad que dificultan el desarrollo de la agricultura en esta zona del chaco semiárido. Estas condiciones agroecológicas junto a la insuficiente infraestructura productiva limitan los rendimientos productivos en ganadería. Asimismo, la persistencia de las prácticas de manejo a monte, también inciden en la degradación de este recurso por sobrepastoreo (de Dios y Ferreyra, 2011).

Los orígenes de la lucha: conflicto y negación al despojo de las tierras comunes

La intrusión de empresarios en las posesiones campesinas de Santa Catalina y El Hoyo a principios de la década de 2000 impulsó la movilización de las familias para frenar el desalojo frente al desmonte y el deslinde de las superficies de uso común. A raíz de estos enfrentamientos, los campesinos se congregaron para discutir, diseñar y ejecutar acciones colectivas de autodefensa y protesta, desplegando procesos de socialización política en torno a la lucha por la tierra.

Santa Catalina, localizada en el departamento Figueroa de la provincia de Santiago del Estero, es una población rural formada por unas 24 familias campesinas, dispersas en una superficie de 4535 hectáreas, que se dedicaban a la cría de ganado bovino y caprino, como también a la extracción forestal para la elaboración de postes. En 2003 se inicia un conflicto con dos empresarios que argumentaban acreditar la titularidad de dominio sobre esas tierras y avanzaron realizando desmonte para instigar al desalojo de los campesinos. Así rememora uno de ellos las situaciones de conflicto:

porque como hacen los tordos a los bichitos cuando otros bichitos le quieren quitar el nido... bueno, nosotros así reaccionamos cuando nos han querido quitar nuestro nido (...) habían ido los empresarios a esperarlos ahí para sacarlos han empezado a amenazarlos amenazarlos... con hacerles pasar la camioneta por encima. Campesino del paraje Santa Catalina (65 años)

A partir de ese momento, las acciones de defensa y protesta para frenar el despojo de las tierras de uso comunitario fueron planificadas en el seno de organizaciones de base campesina como: la comisión vecinal que nucleaba a las familias de Santa Catalina y la DUFINOC (Delegados Unidos de Figueroa Norte Once Comisiones)11 y espacios organizativos interinstitucionales como la Mesa de Tierras del departamento Figueroa12. El despliegue del antagonismo contra el despojo abarcó un amplio espectro de acciones que combinaban la vía institucional-judicial y otras de carácter disruptivo. Dentro de este último tipo de acciones se destaca la participación de los campesinos de Santa Catalina en un corte de las rutas provinciales N° 2 y N° 5, organizado por distintas organizaciones campesinas y otras ligadas a la Pastoral Social de la Iglesia Católica con el objetivo de visibilizar la problemática por la tenencia de la tierra en la provincia. Se trató de acciones que surgieron de la conformación de alianzas con los sectores más afectados por las diversas formas de desalojo de sus tierras frente a la violencia infringida, no solo por empresarios sino también por las fuerzas de seguridad estatal que intervienen en los conflictos. También los campesinos debieron hacer frente a las denuncias penales realizadas por los empresarios en su contra, acusándolos de usurpación de inmuebles, acción catalogada como delito contra el patrimonio según el Código Penal de la Nación Argentina.

Asimismo, las acciones de resistencia desplegadas por canales institucionales estuvieron orientadas a contrarrestar las denuncias penales por usurpación, pero en mayor medida a regularizar la tenencia precaria de la tierra y el reconocimiento de sus derechos posesorios. Bajo el amparo de las disposiciones del Código Civil de la Nación Argentina que regulan la prescripción adquisitiva veinteañal, los campesinos poseedores de Santa Catalina iniciaron el juicio para obtener una sentencia favorable declarativa de dominio que les permita contar con las escrituras de las tierras13.

En el marco del conflicto, y con el objetivo de reunir suficientes pruebas que den cuenta de la posesión en el proceso judicial, las familias campesinas delimitaron con alambrado perimetral las tierras de uso comunitario y efectuaron la mensura y la confección del plano de levantamiento territorial mediante un subsidio otorgado por el Registro de Aspirantes a la Regularización de la Tenencia de la Tierra. Posteriormente, efectuaron la inscripción del inmueble en el registro provincial (Dirección de Catastro) y comenzaron a tributar el impuesto inmobiliario del co-dominio. Sin embargo, a pesar de la efectividad de las acciones de resistencia colectiva para preservar las tierras en disputa, aún no lograron una solución jurídica definitiva que les garantice evitar potenciales desalojos.

El Hoyo es una población rural integrada por 65 familias, dispersas en una superficie de 10 000 hectáreas, ubicada a 168 kilómetros de la ciudad capital de Santiago del Estero. En 2004 una empresa extra-provincial irrumpió sobre las tierras de uso compartido e instigó al desalojo de las familias que allí residen mediante el avance de topadoras y amenazas con armas de fuego.

En efecto, se desencadenaron procesos sociales organizativos que devinieron en la resistencia al “avance de las topadoras” para impedir el desmonte, y el acantonamiento de hombres en carpas negras14 levantadas en el área de conflicto al sur de la posesión. También buscaron detener el desalojo mediante la vía judicial, solicitando a las autoridades de la justicia provincial que intervengan en el conflicto, lo cual se efectivizó mediante una medida cautelar tomada por el juez que ordenó el cese de las actividades de la empresa hasta tanto no se resuelva la situación de dominio de las tierras en disputa.

No obstante, en el marco del conflicto se formalizó la asociación de las familias al adquirir la personería jurídica, dando lugar a la creación de la Asociación de Fomento Comunal El Hoyo. En el seno de la organización, los campesinos socios discutían y tomaban definiciones acerca de las diferentes tácticas de lucha en dos direcciones: las acciones de autodefensa orientadas a frenar el avance de la empresa sobre sus tierras y, por otro, aquellas dirigidas a afianzar la posesión mediante el cercamiento de las superficies de uso común y la ejecución de proyectos productivos para el desarrollo de la actividad pecuaria.

La formación y el fortalecimiento de alianzas territoriales con otras organizaciones de base campesina y agencias gubernamentales que les brindaban asesoramiento jurídico, técnico y financiero, fue clave en ambos sentidos. A través de estos vínculos, la asociación de fomento comunal ejecutó proyectos productivos gestionados de manera asociativa. Todos estos factores devinieron en la conformación de los “encierros comunitarios ganaderos”.

“Los potreros se han elegido así vamos a hacerlos aquí para defender la tierra”. Campesina del paraje El Hoyo (36 años).

“se venían los empresarios de allá (del sur); entonces nosotros ya veíamos que no íbamos a tener tierra (...) y después hemos hecho otro potrero más de un kilómetro y medio más para allá... claro, como para hacer posesión hemos hecho los potreros nosotros”. Campesino del paraje El Hoyo (40 años)

A partir de los conflictos por la tierra y las acciones desplegadas en defensa de ese bien común, advertimos cómo entre los campesinos de Santa Catalina y El Hoyo comienza a gestarse un “nosotros”. Su constitución como sujeto colectivo de lucha en la medida que perciben a la tierra no solo como un recurso sino como un medio de vida, ya que tiene dimensiones culturales, sociales y políticas (Paz y Jara, 2013). Por lo tanto, la negación al despojo en defensa de “lo común” es el punto de partida de un proceso de lucha que se desarrolla estrechando, ampliando y consolidando vínculos de naturaleza comunitaria.

A través de estas experiencias de auto organización identificamos las múltiples formas en que se expresa la insurgencia frente al despojo de “lo común”, desde la protesta social y los campamentos de resistencia al desmonte hasta la judicialización de los conflictos. Estas acciones estuvieron atravesadas por procesos de socialización política en distintas escalas que implicaron la construcción de alianzas territoriales mediante los vínculos estrechados con otras organizaciones de bases campesinas y representantes de organismos públicos15.

A partir de esta red de relaciones se configuraron espacios de socialización política en el sentido accionado por Mançano Fernandes (2009), es decir, espacios de comunicación, interacción-aprendizaje y lucha-resistencia, dado que en estos ámbitos organizativos se produce un conocimiento de carácter vivencial, construido desde la experiencia colectiva de la lucha por la tierra y en torno a los procedimientos institucionales y no-institucionales para evitar el desalojo en situaciones de conflicto. Los campesinos de Santa Catalina y El Hoyo sostienen que el contacto con estas organizaciones les permitió redefinir sus estrategias de lucha debido a la información proporcionada en las reuniones. Estas últimas devienen en instancias de intercambio de experiencias, construcción de conocimiento y aprendizaje recíproco en las organizaciones campesinas que abonan el desarrollo de socialidades ancladas en la negación al despojo de “lo común”.

Siguiendo a Navarro (2013b), los sujetos de lucha despliegan una amplia batería de acciones para efectivizar la presión política mediante la utilización de canales institucionales y jurídicos, la acción no convencional y disruptiva, e incluso la coordinación de esfuerzos con otras organizaciones sociales. La experiencia de lucha por la tierra de los campesinos de El Hoyo y Santa Catalina refleja la negación al despojo, como una primera ruptura con el poder empresarial, pero que no concluye cuando se logra frenar el desalojo. La lucha se expresa en el hacer cotidiano de las familias campesinas a través de la reedición de las formas de manejo de los recursos naturales de uso común con la constitución de los encierros ganaderos. Esta es una cuestión de la que nos ocuparemos en la siguiente sección.

Los brotes de la lucha: emprendimientos productivos basados en la gestión de los comunes

Antes de los conflictos con los empresarios, Santa Catalina y El Hoyo eran áreas de ocupación campesinas sin límites definidos donde la agricultura tiene escasas posibilidades de desarrollo debido a las fuertes restricciones para el riego. Las familias se dedicaban a la extracción forestal para la fabricación de postes y carbón, y a la ganadería extensiva, aprovechando la oferta forrajera natural disponible en las amplias superficies de monte de uso común y el trabajo de la mano de obra familiar para el control de rodeo.

A partir de los conflictos y sus vínculos con otras organizaciones campesinas y organismos estatales, los objetivos de la lucha eran afianzar la posesión y mejorar sus condiciones de vida mediante el cercamiento de las tierras comunales y la ejecución de proyectos productivos pecuarios. Por lo tanto, los cerramientos comunitarios lejos de provocar un desmembramiento de las socialidades comunitarias implicaron su refuncionalización con la puesta en marcha de “encierros ganaderos” de gestión asociativa.

Estas iniciativas productivas orientadas a la producción de terneros y su venta en destete16 comienzan a gestarse y desarrollarse a partir de los vínculos estrechados entre campesinos-técnicos estatales con la implementación del Programa Social Agropecuario (actual Secretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar de la Nación). La propuesta técnica consistió en implementar un sistema silvopastoril mediante la clausura de lotes destinados a la cría de ganado dentro de las áreas de uso comunitario. Desde el punto de vista de los técnicos del PSA, sus recomendaciones se sustentaban en el potencial productivo de la zona, que residía en la tenencia de recursos pecuarios, forestales y tierra, incorporando prácticas de manejo silvopastoril a partir de la implantación de pasturas que permitían aumentar la productividad del rodeo y atenuar los costos ecológicos de la actividad ganadera y forestal. No obstante, sostienen que la propuesta deriva de los aprendizajes que surgen de la experiencia de lucha por la tierra. Así lo manifiesta uno de los técnicos que trabaja con los campesinos de ambas poblaciones, incluso antes de los conflictos:

“esta propuesta surge, digamos, de la lucha... del camino ...digamos... si vos me escuchabas a mí, en 2003, y era una postura totalmente diferente a la que hoy tengo ...y a la de muchos dirigentes” Técnico de la Secretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar de la Nación-Ex PSA-(42 años).

Aunque los conflictos y el cercamiento de tierras de uso comunitario en ambas poblaciones rurales comenzaron al mismo tiempo, la puesta en marcha de los encierros ganaderos en cada una tuvo sus particularidades. En Santa Catalina, los cambios en los sistemas de producción y en los modos de gestionar los recursos comunes acontecieron de manera progresiva. En un primer momento los referentes de la asociación vecinal rechazaban recomendaciones técnicas en defensa de la cría de ganado a monte natural; por ejemplo, el manejo forrajero a base de pastos implantados. Los fundamentos del rechazo a la adopción de esta práctica forrajera se fundaba en una sobreestimación de la calidad de los pastos criollos, nativos del monte por sobre pastos invasivos y exóticos.

Los vínculos entre los campesinos a través de su asociación vecinal con técnicos del PSA y la DUFINOC fueron claves en el desarrollo de los emprendimientos ganaderos. Estos actores sociales eran unidades ejecutoras de distintos programas estatales de alcance nacional, como el Programa de Fondos Rotatorios para Pequeños Productores, el Programa Manos a la Obra y el Programa de Desarrollo de Áreas Rurales (PRODEAR), que brindaban asistencia técnica y otorgaban créditos y subsidios a pequeños productores agropecuarios. Por lo tanto, sobre la base de estos vínculos engendrados antes del conflicto por la tierra, los campesinos de Santa Catalina lograron ampliar su sistema de recursos de uso común mediante la compra de 31 vientres a los campesinos de El Hoyo; instalaciones ganaderas (como bretes, mangas, corrales y balanzas), como también la realización de obras hídricas (represas y canales) para el abastecimiento y distribución del agua en sus campos.

No obstante, a partir de los ingresos obtenidos de la venta de animales de propiedad colectiva, los campesinos de Santa Catalina pudieron efectuar la compra de materiales para la delimitación de áreas para cría, el pago del impuesto inmobiliario de las tierras comunes y la devolución de los créditos otorgados en el marco de estos programas estatales. Asimismo, la conformación de los encierros ganaderos les permitió solucionar problemas como el robo del ganado y el mayor control del rodeo en períodos de preñez y parición; como también contribuir a la preservación del monte.

En el ámbito de la asociación vecinal que nuclea a las familias dentro del cerramiento comunitario se tomaban determinaciones acerca del uso y gestión de estos recursos comunes: en particular se plantearon la necesidad de reordenar el uso de las tierras comunes y el modo de aprovechamiento del monte. En primer lugar, se realizó la clausura de lotes de propiedad colectiva destinados a la cría de bovinos y otro orientado a la construcción de un vivero. En segundo lugar inició la formulación de un reglamento interno que regula el comportamiento de las familias al interior del cerramiento comunitario, especialmente en el uso responsable de los bienes comunes; una medida al respecto fue restringir la extracción forestal para la elaboración de postes.

La conformación de los encierros comunitarios y ganaderos en El Hoyo implicaron cambios en las modalidades de uso y gestión de los recursos comunes. Dichos cambios ocurrieron repentinamente y sobre la base de los vínculos estrechados con los técnicos del PSA que proporcionaron asistencia técnica, pero también les facilitaron el vínculo con otros organismos públicos nacionales y provinciales ejecutores de programas nacionales y provinciales; PROINDER17 y PROCARNE18, respectivamente. Durante la implementación de estos programas, los campesinos efectuaron la compra de insumos y dos reproductores raza Brangus19; la aplicación de un plan sanitario para los animales; la contratación de servicios de maquinaria agrícola para rolado selectivo y siembra de pasturas; y la adquisición de mangas, bretes y bebederos.

A diferencia de Santa Catalina, no todos los miembros de la asociación de fomento comunal El Hoyo tomaron la determinación de asociarse para producir terneros. Inicialmente se conformaron dos grupos, integrados por 13 y 12 socios, respectivamente, que realizaron la clausura de dos lotes; el primero que abarca 736 hectáreas, mientras que el segundo tiene una superficie de 44 hectáreas. El proyecto de Experimentación Adaptativa Sustentable implementó en la primera área un sistema silvopastoril que implicó el rolado selectivo de especies forestales, la siembra de variedades megatérmicas20 (gatton, cenchrus y grama rhodes) y la preservación de pastos naturales. Asimismo, se buscó el mejoramiento genético del rodeo mediante la compra de dos reproductores de raza Brangus de uso comunitario para el servicio de las vacas de cada socio. También aplicaron un plan sanitario administrado por los propios campesinos a partir del asesoramiento de técnicos del PSA. A través del Programa PROCARNE los socios del primer emprendimiento pudieron adquirir instalaciones ganaderas, como mangas, bretes y bebederos para uso comunitario. Así reflexiona un socio sobre las mejoras en la producción desde que emprendieron esta iniciativa:

“Hemos mejorado la cría después... bueno, teníamos como pastura que era distinto a lo que era antes al natural... y ahora tenemos en el potrero todo lo que es instalaciones (...) corrales, bebederos y ahora vamos a empezar a tirar agua del pozo”. Campesino del paraje El Hoyo (38 años).

En los vínculos engendrados con los técnicos del PSA durante la implementación de estos programas estatales no solo les permitió acrecentar su acervo de recursos de uso común, sino que también dio lugar a la institucionalización no-formal de acuerdos respecto al uso y gestión de esos bienes de propiedad colectiva entre los usuarios. En gran parte, estos acuerdos estaban basados en las recomendaciones técnicas para el manejo sustentable de los recursos del sistema, tales como la fijación de una cuota de animales por socio dentro del encierro en función de la capacidad de carga animal estimada. Además, entre los socios se establecieron acuerdos socio-organizativos como pautas y turnos de trabajo para tareas vinculadas al cuidado de rodeo entre los hombres de las familias socias, mientras que las mujeres realizaban tareas vinculadas con la gestión y la rendición de proyectos ante los organismos públicos que brindaron financiamiento.

La institucionalización de estos arreglos no fue un proceso espontáneo y exento de tensiones y forcejeos entre los campesinos socios de los emprendimientos, como en su relación con técnicos y otros agentes estatales. En este aspecto se hacen eco los planteos de Ostrom (2000) en torno a la sostenibilidad de los sistemas de recursos de uso común en relación con la capacidad de los usuarios para crear sus propios mecanismos de comunicación y control en el ejercicio del derecho a la propiedad colectiva y para garantizar su protección. Por lo tanto, la transgresión de algunos acuerdos en relación con el aprovechamiento de las especies forestales dentro del cerramiento comunitario en Santa Catalina y de pastos implantados en los lotes de El Hoyo para el pastoreo del ganado no solo devino en la degradación de los recursos naturales comunes, sino también generó fricciones entre los socios de los emprendimientos.

A continuación, abordamos las pujas que acontecen en estos espacios de mediación y las contradicciones generadas en torno al uso y gestión de los comunes al interior de los cerramientos comunitarios, a modo de comprender el devenir de las luchas contra el despojo de “lo común” desde sus vaivenes y contradictorias prácticas y visiones respecto a la gobernanza de “los comunes”.

Contradicciones y (des)acuerdos en torno a los comunes

En este apartado puntualizamos en los acuerdos en torno al manejo y gestión de los comunes que no fueron cumplidos con el devenir de la experiencia, especialmente aquellos que los campesinos socios señalaron como medulares para la organización comunal.

La puesta en marcha de cerramientos ganaderos produjo modificaciones en el paisaje y vida cotidiana de las comunidades implicadas en el proceso. En Santa Catalina las principales tensiones se dieron en torno al incumplimiento de los acuerdos descriptos en el reglamento de la Asociación. Los conflictos se evidencian principalmente en torno a tres ejes: el pago del impuesto inmobiliario de la posesión, la disponibilidad del recurso pecuario y la distribución de los resultados económicos obtenidos por las ventas comunitarias realizadas.

En primer lugar, el pago del impuesto inmobiliario del encierro comunitario correspondía a todas las familias emplazadas en el encierro, por lo que el pago resultaría de los ingresos obtenidos de la producción ganadera, especialmente de la venta de animales de propiedad colectiva. A pesar de tales acuerdos, un grupo de familias de la comunidad que ancestralmente se dedicaban a la venta de postes y carbón, decidieron tomar distancia de la producción ganadera comunal en 2014, procurando retomar sus antiguas producciones, principalmente la extracción de postes y, por lo tanto, separarse del encierro y de la asociación de fomento. Así, uno de los pobladores pone de manifiesto las razones que lo impulsaron a dejar de trabajar colectivamente en el campo comunitario:

“toda la vida he vivido aquí; mi padres y abuelos han vivido aquí y siempre hemos vivido del monte, de hacer postes...al principio yo sí he trabajado haciendo el alambre (el cercado de las tierras comunales) porque antes venía gente de otros lados a sacar madera de aquí, creía que con el alambre eso se acabaría, que solo nosotros íbamos a poder trabajar aquí en el monte hasta que un día ellos (sus vecinos de Santa Catalina) me han dicho que no puedo entrar más a sacar postes en el campo, y de ahí me he desentendido”. Campesino de Santa Catalina, (62 años).

Según el relato de uno de los dirigentes campesinos de Santa Catalina, este sector de cinco familias que participaron en la lucha contra el despojo comparte similares intereses con el colectivo; no obstante, sus proyecciones productivas tras la puesta en marcha del encierro eran diferentes. Este grupo de cinco familias de “carboneros y hacheros” aspiraba a cerrar las superficies comunales con el fin de “quedarse con la madera del monte para sus postes y carbones (...)”; al plantear tales iniciativas ante la comunidad, resolvieron desde la Asociación de Fomento inducirlos hacia la producción ganadera cediendo vientres de propiedad comunal para que pudieran realizar un manejo individual de este ganado vacuno, ante el rechazo a la actividad extractiva forestal.

A pesar de que los técnicos extensionistas y el grupo de familias pertenecientes a Santa Catalina intentaron reconvertir productivamente a los carboneros y hacheros, estos continuaron sin compartir los objetivos de la Asociación de Fomento. Su forma de repudiar este modo de manejo de los bienes comunes en Santa Catalina fue mediante la falta de pago al impuesto inmobiliario y el pedido mediante abogados de salida del encierro comunitario, solicitando la porción de tierra equivalente a cada una de las familias. Estos últimos sucesos generaron disputas entre distintas fracciones de la comunidad, llegando a la actualidad a resultados inconclusos para ambas partes.

“hemos quedado de acuerdo en que el que se vaya, se vaya solo, que no se va a dividir la posesión... porque al que se va nadie lo corre... tenemos un acta que dice eso, antes de haber iniciado todo”. Campesino del paraje Santa Catalina (57 años)

Desde la puesta en marcha del encierro, los objetivos colectivos fueron cambiando en relación con el contexto. En un primer momento el principal objetivo fue asegurar la posesión para luego realizar mejoras productivas en el monte; en la actualidad, las visiones individuales sobre el trabajo comunitario y el posible uso o aprovechamiento del monte son diferentes y, por lo tanto, también son distintas las proyecciones. Al desestimar los acuerdos de regulación de los comunes genera modificaciones internas que llevan a algunos dirigentes a repensar sus prácticas de manejo comunal, en especial al momento de la distribución de los beneficios obtenidos por la producción, prefiriendo un rédito individual y, de esta manera, suplantando la visión original de obtener un beneficio colectivo del cerramiento. Es en este punto donde la regulación de los comunes ya no se cimenta solo en la dotación o tipo del recurso natural en sí, sino en cuestiones subjetivas, tales como compromiso, responsabilidad, entendernos todos.

“no me gustaría volver a hacer alguna compra o venta de animales de todos en conjunto; si volvemos a comprar, vamos a dividir entre cada uno lo que le corresponde... pero continuar societariamente como grupo no...porque yo ya me doy cuenta que no somos para eso... no podemos trabajar juntos porque no somos responsables”. Dirigente campesino de Santa Catalina (65 años).

Los procesos y mecanismos a través de los cuales las luchas transcurren y se materializan en el tiempo difieren en la medida en que se cumplan o no los acuerdos establecidos para la regulación de la apropiación del recurso común. No obstante, es preciso destacar que el encierro comunitario de Santa Catalina propició el surgimiento de un conjunto de capacidades sociales generadas en el proceso de lucha, tales como la construcción de una nueva política, como denomina Navarro (2013b) al conjunto de acciones locales entrelazadas en busca de beneficios colectivos. Esta política no busca separarse del hacer campesino, ya que estas capacidades adquiridas fueron fundamentales para detener el despojo mediante el retraso, o bien, la directa paralización del proceso de expropiación de sus bienes comunes (Navarro, 2013b).

Las principales disputas acaecidas en la comunidad de El Hoyo tuvieron su eje en los acuerdos productivos establecidos para el manejo del rodeo y en la distribución de los ingresos provenientes de la producción. Este cerramiento comunitario surgió a partir de una propuesta técnica en sintonía con las demandas de los campesinos de asegurar la posesión y mejorar la producción de ganado para el consumo interno como para el mercado. En dicho proceso jugó un papel preponderante el técnico designado para la zona proveniente del PSA, el cual tenía amplia trayectoria en producción ganadera, quien al evidenciar el potencial productivo que sustenta el rodeo criollo coordinó una serie de acciones para la puesta en marcha de un sistema silvopastoril tendiente a la producción de terneros de manera comunitaria.

Cuando el extensionista del PSA se retiró a brindar asistencia técnica los productores desatendieron las pautas establecidas en los orígenes de la experiencia, las cuales tendían a realizar un uso sostenible. El primer acuerdo para el mantenimiento del potrero fue la de vender los terneros en destete y que el dinero resultante de dichas ventas se utilizase para introducir mejoras en el cerramiento, evitando de esta manera la adquisición de una mayor cantidad de subsidios o créditos. Al permanecer los animales en los potreros fuera del tiempo aconsejado se produjo un sobrepastoreo, agotando las pasturas implantadas al iniciar el proceso de “experimentación adaptativa”.

Otro de los desacuerdos en materia productiva se dio en torno a la cantidad de cabezas de ganado que cada familia ingresaba en el encierro. El pacto inicial de igual cantidad de cabezas para cada familia fue transgrediendo en forma creciente, dando lugar a cierta actitud calificada por algunos como “ventajista”. Es decir que, si bien la organización de la producción y la dotación de recursos eran comunitarios, la persecución de resultados en la producción empezó a responder prioritariamente a objetivos individuales y no a los colectivos previamente pactados.

La institucionalización de estos arreglos emprendidos con el fin de regular el uso de los recursos colectivos estuvo sujeto a tensiones dentro de la comunidad, derivando en procesos opuestos en ambas comunidades de Santa Catalina y El Hoyo. En Santa Catalina, la dotación del recurso pecuario y el pago del impuesto fueron las principales cuestiones que generaron conflictos entre los socios del emprendimiento; en cambio, en El Hoyo las disonancias sobre las pautas productivas llevaron al agotamiento de uno de los recursos comunes. Los conflictos no fueron aislados ni tampoco tuvieron su único corolario al interior de la comunidad, sino que el papel que desempeñaron los técnicos fue central para el desarrollo de las experiencias. En El Hoyo, las propuestas productivas no fueron diseñadas por los campesinos, sino que provinieron de los técnicos. A pesar de que el inicio de la lucha estuvo centrado en asegurar la posesión, en la actualidad no han logrado cercar completamente la posesión de 10.000 ha. La visión de lo comunitario en El Hoyo podría sintetizarse como: “la unión para la petición de recursos que reporten resultados individuales”, contraria a otra visión alternativa de largo plazo donde las actividades productivas pudieran reportar beneficios para la comunidad en su totalidad.

Conclusiones

En el surgimiento y devenir de los cerramientos comunitarios y los emprendimientos ganaderos de Santa Catalina y El Hoyo confluyen tres elementos. En primer lugar, las condiciones de tenencia precaria de la tierra que impulsó a las familias campesinas ocupantes con ánimo de dueño a desplegar otras acciones de resistencia más allá de la vía política-jurídica para evitar potenciales desalojos. En segundo lugar, el rol de la ganadería en el sostenimiento y desarrollo de la economía campesina en contextos de desarrollo capitalista limitado. Como sostiene Paz (2006), el estilo productivo campesino en el Noroeste Argentino (NOA) se basa en la posesión de extensas superficies de tierra y el desarrollo de la actividad pecuaria, principalmente bovina y caprina, mediante la práctica del pastoreo a monte abierto. En tercer lugar, la compleja red de relaciones que se configuran entre campesinos y actores sociales que operan en otros ámbitos institucionales, en particular con la esfera estatal, a partir de las cuales se transforman e instituyen nuevas formas de gestión de recursos comunes.

Con la conformación de los encierros comunitarios ganaderos se logró obstaculizar momentáneamente el desalojo, asumiendo la gestión asociativa de sus medios de existencia de propiedad colectiva. En este sentido, interpretamos estas acciones como “luchas silenciosas” en tanto el antagonismo a las tentativas de cercamiento capitalista de lo común no siempre se expresa en la lucha abierta y manifiesta, sino en acciones cotidianas, como el diseño de sistemas de producción bajo formatos de organización asociativos.

No obstante, los resultados de las luchas contra el despojo en estas poblaciones campesinas son aún inciertos. La constitución de encierros comunitarios y ganaderos nace de la negación al despojo y el rechazo a la lógica de privatización y mercantilización de la vida. Sin embargo, las contradicciones y forcejeos entre los campesinos que allí viven y producen, como en sus vínculos con agentes estatales, ponen en evidencia las dificultades de persistencia que enfrentan estas “grietas”, en tanto impulsos de autodeterminación unidos a “modos de hacer diferente” (Holloway, 2011) a los imperativos del capitalismo.

Por consiguiente, las luchas en defensa y (re)creación de un bien común no son movimientos de insubordinación unilineales que alcanzan en determinado momento una estabilidad perpetua. Por el contrario, chocan permanentemente con los esquemas de percepción y disposiciones para la acción de los mismos sujetos de lucha en tanto parte de su socialización ocurrió (y ocurre) en estructuras de relaciones capitalistas.

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1La región Pampeana o también denominada Pampa Húmeda abarca el territorio de las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fé, Córdoba, La Pampa y San Luis. Se trata de una llanura con pastizales y suelos más fértiles del país.

2La región del Noroeste Argentino (NOA) está constituida por las provincias de Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán, La Rioja y Santiago del Estero.

3Término que proviene de la lengua portuguesa, utilizado por el geógrafo brasileño Bernardo Mançano Fernandes (2004) para hacer referencia al conflicto agrario como movimiento continuo que promueve al mismo tiempo territorialización, desterritorialización y reterritorialización de relaciones sociales, donde el enfrentamiento entre clases (como los que acontecen entre campesinos y empresarios o el estado) es solo un momento del conflicto por la tierra. Esto supone entender y analizar el conflicto como un proceso inherente al desarrollo del capitalismo y que pone de manifiesto sus contradicciones. En el mismo sentido empleamos el término “conflictividad” en este trabajo.

4En Argentina, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos define a las explotaciones agropecuarias sin límites definidos, como aquellas explotaciones que se caracterizan por tener límites imprecisos o carecer de ellos, es decir, que las parcelas que la integran no están delimitadas y por lo general están formadas por unidades mayores y bajo distintas modalidades de tenencia tales como: campos comuneros, comunidades indígenas, parque nacionales, tierras fiscales y privadas (INDEC, 2002). Según los datos que resultan del análisis del Censo Nacional Agropecuario realizado en 2002 existe un total de 10.119 explotaciones sin límite definidos, que representan 48,30 % del total de explotaciones agropecuarias registradas en la provincia. En relación con el censo de 1988 se advierte un aumento de 8.47o% de este tipo explotaciones (Jara y Paz, 2013).

5El Código Civil de la República Argentina contempla el reconocimiento derechos posesorios a personas que hubiesen realizado la aprehensión de una cosa con la intención de tenerla como suya, sin reconocer otro dueño.

6En Santiago del Estero solo en la ley provincial 5402/84 se aborda el tema tierras, perteneciente a la Dirección General de Colonización, que pretende regularizar las posesiones “reales y efectivas” de familias rurales asentadas en tierras fiscales (Domínguez, 2012).

7Se trata de contratos de arrendamiento más flexibles que prevén la cesión del uso del suelo para la explotación agropecuaria para dos cosechas como máximo, ya sea una por año o dos en el mismo año agrícola cuando fuera posible realizarlas en la misma superficie, según las disposiciones de la Ley de Arrendamientos y Aparcería N°13.246.

8Bajo esta categoría se designa a los campesinos emplazados en explotaciones sin límites definidos, que coinciden con áreas de tierras fiscales o privadas y que carecen del título de dominio que acredite la propiedad jurídica de esas tierras. Cabe destacar que a este sujeto social agrario también se lo conoce como campesino con ánimo de dueño o puestero criollo -esta última denominación para hacer referencia a los campesinos ocupantes del Chaco-Salteño(Paz, 2011).

9La distinción que realizamos del plano “político” y el “productivo” responde a fines analíticos, ya que no desconocemos la multidimensionalidad, multifuncionalidad e interconexión de los dominios de existencia social de las familias campesinas. Admitimos que referir a dimensiones de la vida social en términos de esferas o dominios tienen como principal riesgo el reduccionismo de la complejidad de la vida social; no obstante, consideramos que puede resultar útil a fin de identificar y aprehender las prácticas cotidianas de estos sujetos sociales agrarios en torno a la defensa y gestión de los comunes.

10Cabe destacar que las comisiones directivas de las Asociaciones de Fomento Comunal, como otras organizaciones de la sociedad civil están constituidas por un/a Presidente/a, Secretario/a; tesorero/a; dos vocales titulares y dos suplentes. Dichas autoridades se renuevan cada dos años mediante elecciones de los miembros de la organización.

11La organización DUFINOC surgió en la década del ochenta y tiene su sede en la localidad de Bandera Bajada en el departamento Figueroa. Se trata de una organización de segundo grado integrada por organizaciones de base campesina de once comunidades localizadas en el sector norte del departamento, tales como: son: Santa Catalina, El Tableado, El Desbastadero, Totorillas, San Felipe, Lote La Cañada, San Jorge, Santa Ana, Barrio Peregrino, El Chañar y San José.

12Las Mesas de Tierras son organizaciones que tienen su origen asociado a la intervención de la pastoral social de la Iglesia Católica en poblaciones rurales, pero que en la actualidad participan además de los representantes de las comunidades eclesiales de base, organizaciones gubernamentales que realizan extensión rural, como también delegados del Movimiento Campesino de Santiago del Estero. En estos espacios inter-institucionales se tratan cuestiones como problemáticas de tenencia de la tierra, abastecimiento de agua, aprovechamiento y preservación del monte, entre otras vinculadas al desarrollo comunitario.

13En el Código Civil de la Nación Argentina, el “poseedor” tiene los siguientes derechos: a) de autodefensa “suficiente para mantener la posesión”; b) de reclamo ante la justicia civil, ya sea para retener la posesión o interdicto de recuperar o recobrar la posesión (...); c) de adquisición de las tierras como dueño legítimo mediante juicio de usucapión o prescripción veinteañal. Ante la falta de tribunales agrarios en Argentina, los juicios por la tenencia de la tierra se llevan a cabo en fueros civiles; no obstante, la presencia de leyes y la interpretación de los jueces y de las partes involucradas (poseedores y empresarios) son diferentes, en especial a la hora de establecer la cantidad de hectáreas que corresponden al poseedor, puesto que la mensura se hace mediante la noción de “unidad económica de producción”, dejando de lado aquellos usos, costumbres y prácticas productivas propias de las comunidades campesinas, por lo que la prescripción veinteañal se realiza bajo “un principio de sumisión a la lógica racional capitalista”. (Barbetta, 2010: p. 31).

14La “carpa negra” es un emblema de la lucha y la protesta campesina en Santiago del Estero, ya que fue una de las acciones desplegadas por el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) en el año 1998 frente a la enajenación de tierras en “La Simona”, un campo algodonero donde residían 33 familias campesinas en conflicto con una empresa, a partir de ese acontecimiento se convirtió en un símbolo de la lucha campesina por la tierra en el escenario de Santiago del Estero.

15Cabe destacar que las experiencias de articulación de las organizaciones campesinas con agencias estatales son recientes en tanto los orígenes de su lucha en torno a la tenencia de la tierra y mejores condiciones de vida en la década de 1980 coinciden con el juarismo. Este fue un régimen político caracterizado por la hegemonía del líder Carlos Juárez en la vida políticapartidaria y cultural de Santiago del Estero que contaba con legitimidad electoral, aunque desplegaba prácticas legales y extralegales de restricción de las libertades civiles y derechos políticos de la oposición (Shnyder, 2009: p. 52). Durante el juarismo, la alianza entre empresarios y representantes del poder político provincial propició la persecución, represión y estigmatización de las protestas campesinas en su lucha por la tierra. Con el derrumbe de este régimen, en 2004, cuando la provincia fue intervenida por el gobierno nacional durante la presidencia de Néstor Kirchner, las organizaciones campesinas, en particular el MOCASE y sus demandas en torno a los problemas de tenencia y posesión de la tierra, fueron reconocidas. Asimismo, las autoridades de la intervención admitieron y denunciaron los procedimientos de desalojo ilícito desplegados por la policía provincial y bandas armadas durante el régimen juarista (Godoy, 2009).

16La propuesta técnica de cercar campos comunales y emprender la producción colectiva terneros para su venta en destete en el marco del Programa Social Agropecuario (PSA) está fundada en las limitadas posibilidades de completar el ciclo productivo hasta el engorde del animal, considerando las condiciones agroecológicas de la zona, ya que ambos parajes se encuentran en área de secano y las escasas precipitaciones durante el año implican serias dificultades en el acceso al agua y la siembra de pasturas para asegurar la oferta forrajera. No obstante, según los informes realizados por los técnicos (PSA), con la experiencia no solo se buscaba mejorar la calidad de los destetes y las ventas, sino que también existían proyecciones de completar el engorde en la zona de riego del departamento Figueroa mediante la asociación con pequeños productores allí localizados, o bien, a través del arriendo de una parcela para la siembra de alfalfa.

17Programa de Desarrollo de Pequeños Productores Agropecuarios (PROINDER) tuvo alcance nacional y comenzó a ejecutarse en el año 1998. La unidad de ejecución en un primer momento fue la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos, hasta la creación del Ministerio de Producción que atribuyó su implementación a la Unidad de Cambio Rural (UCAR) y a la Subsecretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar de la Nación. Su objetivo fue mejorar las condiciones de vida de pequeños productores agropecuarios y trabajadores rurales transitorios, promoviendo mejoras en sus ingresos, como también en su organización y participación a través del financiamiento de inversiones en asistencia técnica, capacitación y apoyo en la comercialización y fortalecimiento institucional.

18Programa Ganadero de la Provincia de Santiago del Estero (PROCARNE) dependiente del Ministerio de Producción, Recursos Naturales, Forestación y Tierras de la provincia que tiene por objetivo aumentar el aporte de la ganadería bovina para carne en el Producto Bruto Geográfico, para ello prevé distintas estrategias de intervención como: asistencia financiera, producción, industria, comercialización, seguridad jurídica-sanitaria, como también capacitación y extensión.

19Esta raza de ganado bovino se adapta a zonas de condiciones climáticas rigurosas se caracteriza porque ofrece en la cría adaptación, rusticidad, longevidad, precocidad, buena conformación carnicera y calidad de carne a menor costo.

20Se trata de especies forrajeras que se adaptan a suelos salinos o alcalinos, con limitada retención de la humedad y que pueden desarrollarse en áreas con déficit hídrico, características agroecológicas que presenta la zona de secano de la provincia de Santiago del Estero.

Recibido: 01 de Abril de 2016; Aprobado: 01 de Agosto de 2016

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