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Signos históricos

versión impresa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.13 no.25 México ene./jun. 2011

 

Reseñas

 

Brian Connaughton (coord.), Religión, política e identidad en la Independencia de México

 

Malik Tahar-Chaouch*

 

México, Universidad Autónoma Metropolitana/ Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2010.

 

Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, Universidad Veracruzana, * taharchaouch@yahoo.fr

 

Este libro colectivo fue publicado en el año del bicentenario de la Independencia de México, para llevar a cabo una reflexión histórica sobre la compleja relación entre la religión católica, el cambio político de la Independencia y la conformación de las identidades colectivas.

El punto de partida consiste en preguntarse si el catolicismo fue un factor de construcción de la identidad novohispana y del movimiento independentista o si, al contrario, fue un acompañante renuente de la Independencia. Por un lado, se constata la presencia importante de eclesiásticos en el movimiento, motivados por razones éticas, así como por el propio resentimiento del clero en contra de las leyes borbónicas que afectaban los intereses económicos de la Iglesia católica. Por otro lado, la Nueva España era una sociedad católica y el combate por la Independencia tenía tintes liberales que podían ser percibidos como una amenaza para la fe católica.

Uno de los principales méritos del trabajo colectivo consiste precisamente en mostrar que sólo existen respuestas ambivalentes a esta pregunta. La Iglesia católica pudo legitimar tanto el cambio como el status quo.

El clero fue un organismo leal al viejo régimen y un agente de reivindicación de autonomía y rebelión. De hecho, incluso las motivaciones de los religiosos que participaron en el movimiento solían ser contradictorias. En el contexto de la invasión francesa y de la crisis de la Nueva España, defender el auto-gobierno en nombre de los nacidos en el país bajo control de criollos, y defender al Rey, a Dios y a la patria en contra de un invasor ilegítimo e irreligioso podían ser una misma cosa.

Al mismo tiempo que el libro se interroga sobre las repercusiones políticas de la religión, existe un esfuerzo a la inversa para analizar el impacto del cambio político en la economía eclesiástica, en el clero, así como en las prácticas de fe y pareceres de los habitantes del país. Si bien la Nueva España era católica, la sociedad y su catolicismo eran heterogéneos; daban señales de mutación que fueron involucrados en la crisis del viejo régimen antes de la Independencia. En cambio, con la guerra, México sacudió su herencia católica hasta laicizarse e incluso secularizarse, pero sin desprenderse del todo de sus raíces católicas, incluso mucho después de la guerra.

El libro está dividido en seis secciones. La primera analiza las repercusiones del cambio político en la economía eclesiástica, la cual presenta resultados contrastados. La segunda se interesa en su impacto en las transformaciones del discurso institucionalizado del alto clero y del Santo Oficio; discurso que oscila entre la crisis y tentativas de recomposiciones. La tercera respalda las conclusiones de la anterior; analiza cómo las propias visiones de las élites eclesiásticas y católicas involucradas en los cambios políticos combinaban elementos tradicionales y modernos. La cuarta desplaza la mirada hacia el ámbito rural y a los desafíos que debían afrontar los curas a nivel local, en un proceso de Independencia de ninguna manera uniforme. La quinta da cuenta de una cultura del debate tanto en el ámbito eclesiástico como en sí misma. Finalmente, la sexta sección rebasa el universo eclesiástico para observar las mutaciones de la piedad y de las prácticas espirituales en el contexto de la ruptura política de la Independencia.

Si bien las preocupaciones de los autores son diversas, existe una unidad problemática en sus preguntas que constituye la principal virtud del libro; se puede resumir en tres ejes reflexivos transversales a las secciones del mismo. La primera gira en torno a los elementos de cambio-continuidad y modernidad-tradición en las posturas adoptadas por los actores católicos. Una lectura superficial del proceso de independencia tendría que contraponer de forma simétrica los agentes de cambio y de permanencia al interior del proceso político y del propio clero —la realidad es muy distinta—. Ya se ha enfatizado la manera en que los religiosos podían apoyar el movimiento independentista u oponerse a él; incluso entre los partidarios religiosos del liberalismo político se encuentran elementos muy tradicionales de defensa de la fe. En cambio, se estableció la existencia de élites católicas protoconservadoras que vieron en el cambio político un factor de renovación de la fe. Su identificación con el movimiento independentista no apuntaba hacia una verdadera modernización secular, individualizante e igualitaria.

Otra ambición compartida por los autores consiste en dar testimonio de un universo católico y religioso extraordinariamente heterogéneo, tanto en su sociología, como en sus tendencias ideológicas, políticas, y en sus prácticas. Era diverso al interior del catolicismo institucional con sus cuadros y sus regulaciones, pero lo era aun más si se toma en cuenta la fe popular, las prácticas espirituales y el protagonismo de los laicos. Finalmente, la última contribución destacable de ese trabajo histórico es haber sabido restituir la heterogeneidad territorial del proceso de independencia que incluye el elemento religioso. Esa heterogeneidad obliga a considerar los contrastes regionales, así como la dicotomía entre los ritmos nacionales y locales.

En síntesis, esta obra colectiva constituye un aporte significativo para conocer mejor las imbricaciones entre lo político y lo religioso en el proceso mexicano de independencia. En el bicentenario, el cual, sin dejar de ser un año de celebración, tenía que ser ante todo un momento de reflexión del país sobre sí mismo: sobre su presente y su pasado, inseparables el uno del otro.

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